39.
No sé cuánto tiempo ha pasado, no soy consciente de nada de lo que ocurre a mi alrededor, lo único de lo que puedo estar segura es de que el auto no se ha detenido en ningún momento. Emilio había ordenado a Bruno vendarme los ojos, al parecer no quería que fuese capaz de reconocer el lugar al cual me llevarían.
—¿Por qué? —pregunto, en un hilo de voz. Lo único que sabía era que Tobías y la madre de Emilio tuvieron una historia, sin embargo, el rubio no había sido capaz de soltar ningún detalle—, Emilio por favor... déjame ir.
El día que conocí a Emilio, me había parecido la persona más agradable del mundo, del tipo que sería capaz de darle comida a un cachorro abandonado, sin embargo, el Emilio que tenía frente a mí, sería el tipo de persona que mataría a su propia madre para obtener lo que desea.
Sentía nauseas de haber pensado que era una buena persona.
—Cierra la boca —dice—, las mujeres como tú son mejores si no emiten ni una sola palabra, ¿no es así, Drea? O ¿Bruno tiene que decirlo por ti?
—Esto no se quedará así —siseo, tratando de que mis pies lleguen a él, sin embargo, lo único que soy capaz de hacer es deslizarme un poco en el asiento.
Las risas de Bruno y Emilio no se hacen esperar y me sobresalto cuando una gran mano aprieta uno de mis senos sin vergüenza alguna. Una respiración golpea mi oído y reconozco inmediatamente al dueño. Bruno.
—Tal vez la pequeña Drea necesita estar amarrada... ¿Lo recuerdas, cariño? —Y no puedo evitarlo. Soy capaz de regresar aquel tiempo en el cual me sentía como una basura.
Regreso al aquel entonces dónde dejaba que Bruno hiciera lo que quería con mi cuerpo, a la época donde no tenía ni voz ni voto. Respiro hondo, encontrando toda la fuerza de voluntad con la cual conté después de liberarme de él. El apoyo de mi familia había sido suficiente para empezar a amarme a mí misma, a pesar de no saber a ciencia cierta lo que ocurrió, ellos me apoyaron.
Unos húmedos labios se cierran sobre los míos, mi estomago se revuelve y no dudo ni un solo minuto en clavar mis dientes con fuerza en la blanda carne. Un quejido ronco junto a un seco golpe contra mi rostro hace que lo libere. Mi mejilla escuece, pero no me arrepiento.
Si él volvía a colocar un dedo sobre mí, iba a perder la cabeza.
Yo sólo quería a Tobías. Única y exclusivamente a él.
—Creo que la Drea sumisa desapareció —Escucho la voz de Emilio, sin embargo, no se dirige a mí—, Tobías Vidal sabe cómo controlar a una mujer.
—Lávate la boca cuando te refieras a Tobías —digo, con enojo. Siento lágrimas amenazar con salir de mis ojos, sin embargo, no puedo mantenerme callada—. Al menos él es lo suficientemente hombre para arreglar los asuntos.
>>Sin secuestros.
Escucho una risa sarcástica y, nuevamente siento como todos a mi alrededor empiezan a moverse. Tengo miedo, sin embargo, no digo ni hago nada, simplemente mi corazón late de prisa cuando una tela húmeda es colocada en mi nariz y el fuerte olor logra marearme con rapidez.
Mi cuerpo está estático y mis extremidades pesan.
No puedo moverme y respirar cada vez se hace más difícil.
Escucho voces a mi alrededor, diciendo cosas que no soy capaz de entender, pero más allá de esas voces, una ronca y firme voz me llama. Hace que todo el miedo empiece a disiparse de mi interior y logra tranquilizarme, pero eso no dura mucho, hasta que mis sentidos parecen volver a la vida.
—Átala —alguien dice—, no quiero que haya ningún numerito.
Toscas manos se aferrar a mis brazos. Sé que debo luchar, resistirme, sin embargo, soy incapaz de mover un solo músculo. Las ataduras en mis muñecas duelen, pero no puedo pronunciar ni una sola palabra.
Todo a mi alrededor parece ser una absurda pesadilla, sin embargo, sabía que todo era real. El dolor en mis muñecas, el zumbido en mi mejilla y el corte pronunciado en mi labio.
Todo era real.
Emilio y Bruno estaban juntos en esto.
¿Cómo pude haber sido tan estúpida y confiar en ellos?
—En una hora quítale las vendas y dale algo de comer —sin más, las voces a mi alrededor cesan.
Presiento que estoy sola, pero puedo sentir una penetrante mirada perforándome desde algún punto de la habitación. El deseo de gritar y correr lejos de todo esto hace que la impotencia crezca dentro de mí y, sin siquiera quererlo, siento lágrimas deslizarse fuera de mis ojos.
Quería regresar a casa.
Junto a Tobías.
No tenía ni la más mínima idea de cómo había llegado a esta situación. Yo tendría que estar junto a Alexa y Andrea. Tendríamos que estar comprando ropa, compartiendo juntas, sin embargo, todo había pasado demasiado rápido.
Bruno apuntando a mi hermana.
Después Bruno disparándole a Cameron.
¡Camerón!
—¡Emilio! —Mi voz me abandona en un ronco quejido, sin embargo, en cuanto puedo, vuelvo a gritar—: ¡Sé que estás ahí, maldito gilipollas!
>>¡Emilio!
Un fuerte estruendo se escucha y no puedo evitar sobresaltarme cuando una risa llena de diversión retumba dentro de la habitación.
—¿Será que alguna vez cerrarás esa boca tuya, Drea?
—Maldito hijo de puta —siseo y lo único que gano con eso es que él tire con fuerza de la venda que cubre mis ojos.
—¿Con esa boca besas a tu madre, querida Drea? —Él se burla, mientras intento adaptar mis ojos a la luz que me pega de golpe. La mata de cabello rubio está igual que la ultima vez que lo vi en aquel auto, la sonrisa cargada de triunfo en su rostro sólo hace que mi corazón se apriete ante el temor de lo que podría ocurrir—. No puedo negar que me encantaría mucho ayudarte a guardar silencio, pero no soy de esos sujetos, eso de lo dejaré al idiota de tu ex.
—Trabajas con una persona como Bruno. No veo diferencia alguna.
—Yo no trabajo con él —dice, arqueando una ceja—, él trabaja para mí. Sólo necesitas motivos suficientes para unir a dos personas, en nuestro caso, ambos queríamos vengarnos de tu novio.
—¿Y su brillante idea fue secuestrarme? —intento luchar contra mis amarres, pero lo único que logro es que mis muñecas escuezan por la presión—, pensé que serías más inteligente, en este momento gracias al imbécil de tu matón, Tobías estará en el hospital junto a su hijo.
—En eso te equivocas —Hace una señal y un hombre se acerca desde detrás de mí. Este enciende una pantalla y no puedo evitar sentirme mal. Una foto de Tobías junto a mí en nuestra noche de compromiso se encuentra de titular, junto a las palabras "Drea Castille, novia de Tobías Vidal, secuestrada" —. La policía está barriendo toda la ciudad en busca de Bruno. Pobre imbécil, tuvo que dispararle a ese mocoso.
>>A pesar de todo, parece que sí te ama.
El pitido de un teléfono interrumpe nuestra conversación y, sin más él se marcha, indicándole al hombre que estaba en la habitación que me colocara una venda en la boca.
Pataleo y lucho contra el hombre, pero todo es inútil, con un simple golpe toda mi fuerza es drenada de mi cuerpo y me dejo hacer, sintiéndome completamente ultrajada e indefensa.
~*~
No sé cuanto tiempo ha pasado desde la última vez que bebí una gota de agua. De lo único que estoy consciente es que la luz del día había caído y que él sueño y el cansancio empezaban a cobrarme factura.
El recuerdo de la noche anterior invade mi mente y no puedo evitar cerrar los ojos. Soy capaz de sentir los dedos de Tobías recorrer mi piel, sus labios besando los míos. Las lágrimas empiezan a brotar nuevamente y el recuerdo del moreno desaparece, dejándome vacía, completamente sola.
¿Qué estarás haciendo, mi amor?
Un nuevo estruendo me saca de mis pensamientos y la ronca voz de Bruno retumba en mis oídos cuando dice—: Déjanos solos.
El latir de mi corazón aumenta de golpe. De pronto, el miedo se transforma en terror y los recuerdos de años atrás me inundan cuando el rostro de Bruno aparece frente a mí. Su ojo izquierdo está completamente morado, como si alguien lo hubiera golpeado sin descanso.
—Creo que el maquillaje sí ayuda —dice, con diversión. Sus dedos empiezan a recorrer mis piernas y no puedo evitar retorcerme con fuerza—. Nunca imaginé que un abogaducho de cuarta supiera golpear tan fuerte.
¿Qué?
—No pensé que las fotos lo hicieran enojar tanto —murmura, su mirada se torna un poco oscura y eso aumenta el terror dentro de mí—. ¿Sabes cuantos hombres mataría para compartir la cama contigo?
Sus palabras no logran más que darme asco, sin embargo, no soy capaz de soltar ni una sola palabra. Bruno camina un poco. Acercándose a mí y, en un movimiento, me sujeta por el cabello, respirando tan cerca de mí que las náuseas empiezan a trabajar en mí.
El Bruno de la que alguna vez me enamoré, ya no existía, en lugar de eso sólo estaba el desquiciado que nunca reconocí. Un hombre fuera de sus cabales, que haría lo que fuera por cumplir sus fantasías.
Un maldito enfermo sexual.
Un golpe. Un nuevo golpe es dejado en mi rostro y lo único que puedo hacer es llorar. Llorar en silencio y rogar que Emilio cruce por esa puerta. A pesar de que él era el causante de todo esto, tenía fe dentro de mí, que no dejaría que Bruno siguiera con su plan.
—¿Sabes que es lo mejor de todo esto? —dice, sonriendo—, Emilio no tiene la menor idea de lo que en realidad quería yo. Sólo necesitaba una última vez.
>>Sólo una vez más.
Bruno es tosco, y sin miramientos rompe mi camisa, dejando al descubierto mi sujetador. Sus tocas manos se cierran sobre mis senos, apretando y estrujando sin siquiera importarle. Soy incapaz de moverme, de correr y alejarme de él.
Las ataduras en mis extremidades hacen que todo sea más difícil, incluso cuando Bruno se sube a la cama, sobre mí y empieza a besar mi cuello y mis pechos. Quiero gritar, empujarlo lejos de mí, pero soy incapaz de hacerlo.
Estoy completamente indefensa frente al peor monstruo que pude haber conocido.
Bruno dice cosas que no soy capaz de escuchar y, como puedo, me encierro dentro de mí. Tal y como la hacía antes, tal y como lo hacía cada vez que él abusaba de mí.
Sus toscas manos se deslizan dentro de mis pantalones, tocándome como si su vida dependiera de ello, llegando a hacerme soltar unos cuantos quejidos de dolor. Sé que él no escucha el dolor en mis quejidos y, a pesar de notarlo, no parece importarle, porque continua sin importarle nada de lo que yo haga.
—No sabes cuanto extrañé este apretado coño, Drea —Su voz es temblorosa, cargada de deseo y eso sólo logra aumentar el asco en mí. Bruno se remueve un poco, dejándome un poco de espacio para respirar un poco y en un abrir y cerrar de ojos, tira de mis pantalones hacía abajo. Dejándome únicamente en bragas—. Eres tan hermosa como en mi recuerdo.
Sollozos se escapan de mis labios, a través de la venda y, a pesar de que intento gritar, estos gritos son silenciados por la gruesa tela. Observo con miedo como Bruno se deshace de sus pantalones junto a sus bóxers, quedándose medio desnudo frente a mí.
Intento rogarle que se detenga, pero él con un solo tirón me acomoda en la cama, de modo que mi trasero queda expuesto hacía él. Como puedo me arrastro un poco por la cama, pero, en menos de un parpadeo, él rompe mi ropa interior y, sin más, se introduce de golpe dentro de mí, soltando un ronco gemido que me obliga a gritar con fuerza.
Mi vista se torna nublosa por las lágrimas y mi corazón parece desaparecer. El recuerdo de Tobías tocándome, tocando mi cuerpo, amándome, desaparece ante cada estocada que Bruno da dentro de mí.
No hay deseo, no hay amor... no hay cariño. No hay más que un deseo enfermizo que el castaño siente por mí. Una enfermedad que me destruyó una vez y que, posiblemente me destruya de nuevo.
No sé cuanto tiempo pasa hasta que Bruno suelta un último gruñido. Sale de mi interior y termina regando su orgasmo en mi estómago. Siento asco, quiero correr y meterme en la ducha, quería quitarme la piel y olvidar lo que había vuelto a pasar.
Bruno no dice nada más y, tal y como entró, abandona la habitación. Sólo que esta vez, se lleva algo mío con él. Se lleva mi dignidad. Mi valor. Se lleva lo poco bueno que había empezado a crear desde el día en que conocí a Tobías.
Siento que pasan horas, incluso días hasta que Emilio regresa a la habitación. Sus ojos reflejan pena, incluso miedo cuando me observa y, sin siquiera poder decir algo, grita el nombre de alguien. Una mujer ingresa a la habitación y él nos deja solas.
Soy incapaz de abrir la boca, lo único que puedo hacer es llorar, llorar en brazos de una desconocida mientras me lleva a lo que parece ser un baño. Ninguna dice nada y liberándome de mis ataduras, me ayuda a entrar a la bañera.
Me siento sucia, mi piel me da asco y no noto que tallo con demasiada mi piel hasta que mis propias uñas empiezan a levantar un poco de mi piel. Mis manos tiemblan y soy incapaz de detenerme.
Lo único que deseaba era desaparecer.
Quería morir.
Pero no iba a morir hasta llevarme a Bruno conmigo.
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