36.
Pasar la noche de tu compromiso en el hospital, no era algo que una novia planearía, sin embargo, desde el momento en que Mateo había sido disparado por mi ex novio, no podía moverme de aquí, eso y la sola idea de dejar a Tobías sólo, no era algo que me agradaba.
Mi amor, el hombre del cual estaba enamorada, descansa con su cabeza sobre mis piernas, sus ojos se cerraron después de que él pasara toda la noche despierto, lo cual agradezco. Sabía que desde que sus padres y abuelos murieron, Mateo era su responsabilidad.
Cameron se acerca a mí con un café en sus manos, el cual me entrega en completo silencio. Él había estado con nosotros desde que dejamos la casa y nos dirigimos al hospital. Era un buen chico que, a pesar de no conocer a Mateo de toda la vida, estaba aquí, preocupado por su tío.
—Deberías ir a casa, Drea —Él musita, en voz baja, no queriendo despertar a su padre, a lo cual, simplemente niego en silencio. No dejaría a Tobías solo.
No quería hacerlo.
—Cameron tiene razón —Tobías, a quien creíamos dormido, dice, sin abrir sus ojos—, no has descansado nada.
Y, en contra de mi voluntad, él se levanta, soltando un suspiro cuando se sienta junto a mí. Sus ojos azules me observa y noto el cansancio y la preocupación en ellos. A pesar de que Mateo ya no estaba grave, se encontraba en observación.
Gracias a Bruno, el hermano menor de Tobías podría tener problemas al caminar o sufrir dolor durante algún tiempo.
—Estoy bien —murmuro, sin poder quitar la mirada de él. Tobías asiente, para luego observar a Cameron.
—¿Puedes buscarle un café a tu padre? —El castaño no lo piensa y se levanta, asintiendo con rapidez antes de perderse por el mismo pasillo por el cual había venido.
—Ten el mío —murmuro, extendiéndolo hacia él, pero Tobías se niega.
—Debes ir a casa, cariño —Él dice, nuevamente, observándome y, antes de que sea capaz de decir algo, un par de lágrimas se deslizan por mis mejillas—, no llores, por favor.
—E-Esto es mi culpa —musito, tragando el nudo en mi garganta—, si tú y yo no estuviéramos juntos, Mateo no estaría en el hospital... podrían tener su vida normal y sin peligro alguno.
—No tienes la culpa de que ese imbécil este desquiciado —dice, con franqueza—, si tuviera la oportunidad de volver a conocerte, no cambiaría nada, Drea.
>>Te amo a ti, tal y como eres. Tal y como eres cuando estás conmigo y quién soy cuando estoy contigo. Te escogería mil veces más a pesar de todo y todos.
Sus labios se cierran sobre los míos y él no duda en meter su lengua a mi boca, exigiendo todo de mí tal y como lo hacía siempre y yo, sin negarme, le entrego todo, porque eso era lo quería.
Entregarme a Tobías me hacía feliz y no quería cambiar eso.
Para cuando nos separamos, todo mi cuerpo tiembla y él es consciente de cuanto lo deseo. Su frente se junta con la mía y, aún con los ojos cerrados, soy capaz de sentir su presencia envolviéndome por completo.
—No quiero que vuelvas a decir que sin ti en mi vida, todo sería mejor, por no es verdad. Si te perdiera ahora... lo perdería todo, Drea.
—Chicos —Brenda, a quien no escuchamos llegar, llama nuestra atención. Preston sujeta su mano y luce triste y un poco cansada, sin embargo, su sonrisa nunca desaparece de su rostro—, pueden ir a casa, estaremos con él para que ustedes descansen.
—Cualquier cosa no dudes en llamarme —Tobías dice, colocándose de pie. Su mano no suelta la mía, por lo que, en silencio, imito sus movimientos—, ¿vieron a Cameron?
—Sí —dice Brenda, sonriendo—, le dije que los espere en la entrada, que no tardarían.
Murmuro un gracias y camino junto a Tobías, quien le indica, nuevamente, a Brenda, llamarlo si algún problema ocurre. En silencio, ambos hacemos nuestro camino hasta la entrada, donde Cameron nos espera. El café en mi mano aún se encuentra tibio, por lo que, sin pensarlo demasiado, empiezo a beberlo. Siento la mirada de Tobías sobre mí, pero no digo nada.
La noche anterior aún seguía en mi mente y tardaría un buen tiempo en olvidarla.
Cuando llegamos con Cameron, él y su padre intercambian unas cuantas palabras y el primero le entrega el café. Tobías lo acepta gusto, tomando un largo sorbo justo antes de salir del hospital y, cuando lo hacemos, el pánico se arremolina dentro de mí.
Un sinfín de flashes y personas gritando, preguntando por el estado de Mateo caen sobre nosotros, Tobías parece notar mi confusión y, sin dudarlo, rodea mi cuerpo con uno de sus brazos, mientras que, algunos hombres vestidos con trajes, tratan de quitarnos a los ¿periodistas? De nuestro camino.
Debo caminar con cuidado para no perder el equilibrio y, gracias a Tobías, quien me sujeta contra su cuerpo, lo hago perfectamente. Unos minutos más tardes, los tres, estamos dentro de la parte trasera de un auto.
—¿Qué diablos es todo esto? —digo, sorprendida, cuando soy capaz de ver a través del cristal oscuro. Hay más periodistas de los que puedo contar, también, un sinfín de hombres vistiendo trajes custodian la entrada del hospital.
—Periodistas —Tobías dice, con amargura—, alguno de los invitados tuvo que soltar todo lo que ocurrió anoche —Sin decir más saca el teléfono de su bolsillo y luego de oprimir unos cuantos bonotes, agrega—: Necesito saber quién abrió la boca, empieza el trámite, lo demandaré.
Sin más, termina con la llamada.
—¿Demandarás a alguien? —Cameron pregunta, observa a su padre con asombro.
—Sí —dice, observando a través del cristal—, si Brenda y Preston hubieran venido sin guardaespaldas caerían como animales sobre ellas. No quiero ponerlas en peligro, mucho menos cuando Mateo está en una cama de hospital.
—Mateo estará bien —murmuro, observando a Tobías, sonriendo un poco—, al parecer ya me aceptó como tu novia, no puede pasarle nada malo ahora.
~*~
Luego de una hora, me encontraba en cama, junto a Tobías, quien parece dormir tranquilamente, sin embargo, yo no puedo pegar un solo ojo. Había acostumbrado a mi cuerpo a dormir únicamente durante las noches y ahora que necesitaba descansar, saber que era más de las diez de la mañana, no podía hacerlo.
—¿No puedes dormir? —Tobías pregunta, por alguna extraña razón no me sorprendo. Muy en el fondo sabía que él tampoco podía hacerlo—, debes descansar.
—No puedo —digo, acomodándome, de modo que mi cabeza está sobre su pecho, él acepta mi contacto gustoso y una de sus manos recorre con lentitud mi espalda—, no puedo dormir durante las tardes, en momentos como estos, extraño el albergue de animales.
—Yo no —dice, con tono ronco—, desde que te conocí sólo pensé en sacarte de ese lugar. No me gustaba la manera en la que te veía el hijo de la dueña.
—¿Marcos? —digo, levantando mi mirada hacía él. Sus ojos azules me observan y su ceño está fruncido—, sólo éramos amigos.
—Drea —dice—, amo que seas tan ingenua, pero no alrededor de otros sujetos. Tú eres mía. La sola idea de saber que alguien quiere tenerte así, tal y como te tengo yo, hace que mi sangre hierva de ira.
—Lo importante aquí es que sólo te quiero a ti —digo, arrastrándome a lo largo de su cuerpo, hasta que termino sobre él, mis labios y los suyos se encuentran en un beso y, antes de que él logre profundizarlo, me separo unos milímetros y agrego—: Yo sólo quiero ser tuya, Tobías.
La mano del moreno debajo de mi termina detrás de mi cuello, obligándome a entregarle mis labios, lo cual hago gustosa. Con su mano libre, me obliga a abrir mis piernas, haciendo que su erección termine presionando contra mi centro. Sus agiles manos terminan sobre mi trasero y, en un suspiro, rompe mi ropa interior, teniéndome desnuda bajo la camisa que había cogido de su armario.
—¿Sientes cómo me pones? —dice, gruñendo contra mis labios y, sin aire, simplemente asiento. Mis caderas se mueven sobre él haciendo que la fricción sea más estimulante para mí. Un gruñido brota de lo profundo de su pecho y, con un grito de sorpresa, me veo aprisionada bajo el cuerpo de Tobías, él, como puede, se deshace de sus bóxers y, de un solo empellón está dentro de mí, llenándome y poseyéndome tal y como sólo él sabía hacerlo.
Sus empujes son fuertes y mis jadeos no se hacen esperar cuando se presiona contra mí, haciendo que mi centro tome todo lo que él me da.
—Dime si es demasiado —gruñe, empujando de nuevo, haciendo que un pequeño quejido brote de mis labios. Tal vez dolía un poco, sin embargo, no quería que se detuviera. Tobías se mueve con lentitud, pero yo no necesitaba eso.
Quería que él fuera duro, que tomara cada parte de mi cuerpo, quería ser completamente suya.
—Follame —le digo, con un hilo de voz, y él no lo pregunta dos veces.
Él toma una de mis piernas, llevándola a su hombro y, acomodando mi cuerpo en un ángulo en que pueda manejarme, me penetra de golpe, haciendo que mi cuerpo se arquee en respuesta.
—¿Lo ves? —dice, moviéndose con lentitud, mientras lleva una de sus manos a mis pechos y tira con cuidado de uno de mis pezones a través de la camisa—. Tú cuerpo me pertenece, sólo yo puedo estar dentro de ti, Drea. Sólo yo.
Asiento, tratando de aferrarme a algo, sin embargo, sus empujes van más profundos ante cada embate y mi cordura parece desaparecer ante cada segundo que pasa. Cuando estoy a punto de alcanzar mi punto de no retorno, Tobías se detiene, haciéndome soltar un quejido a modo de protesta, sin embargo, Tobías no me deja decir nada y con agilidad, me gira, haciendo que esté bocabajo en la cama. Él continúa sobre mí y con voz ronca, dice—: Levanta el trasero.
Hago lo que dice, sintiendo como la respiración se me corta cuando su miembro hace el camino de entrada en mi vagina. Tener las piernas apretadas, mientras Tobías entra en mí, hace que todo dentro de mí, vibre. En este ángulo, soy capaz de sentirlo mucho más profundo en mí.
Sus manos se sitúan a los lados de mi cabeza y, ante cada empujón que da dentro de mí, siento que podría terminar rota en miles de pedazos, sin embargo, no quiero que se detenga, en lugar de eso, le pido, entre gemidos y jadeos, que no pare.
No quiero que pare.
Lo necesitaba tanto que dolía.
Antes de que sea capaz de prevenirlo, un grito me abandona y mi cuerpo se retuerce bajo el de Tobías, sintiendo los espasmos del orgasmo recorrerme con furia. Tobías no ralentiza su ritmo, sólo aumente y aumenta cada vez más.
Uno...
Dos...
Tres...
Y, nuevamente, mi cuerpo se dobla violentamente. Lo escucho maldecir y sus dientes se clavan en mi hombro derecho. Lo escucho decir cuánto me ama y que no puede vivir sin y, ante los gloriosos orgasmos que acabo de tener, él sale de mí y cae a mí lado, cansado.
No soy capaz de moverme, sin embargo, soy consciente de la sensación cálida dentro de mí. Tobías acabó dentro de mí, pero, a este punto, no quería quejarme.
Trago duro, sintiendo un nudo en mi garganta y, cuando el primer sollozo me abandona, Tobías me observa completamente preocupado.
—¿Qué está mal, cariño? —dice, tomándome entre brazos—, ¿te lastimé?
Tobías me arrulla, como si de una niña pequeña se tratase y me es imposible sentir más amor por él.
—No —digo, con un hilo de voz. Una de mis manos termina en su rostro y la incipiente barba me hace cosquillas—, tengo miedo de perderte... Tengo miedo de que algo malo te ocurra, cariño.
—No pasará nada malo, Drea —dice, observándome con sus ojos azules—, él no será capaz de llegar a nosotros. Te lo prometo.
8123549qS
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro