33.
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Capítulo dedicado a Ali0409 porque es la única persona con la cual Drea comparte a Tobías u.u <3
~*~
—¿Qué haces? —Tobías parece algo confundido al verme de pie, sin embargo no le doy respuesta alguna y continúo arreglando la bolsa con la cual había llegado a su casa. Los días habían pasado y él tenía que marcharse junto a Cameron.
—Arreglando mis cosas —murmuro—, te irás con Cameron y no me quedaré aquí, Tobías, te lo dije.
—No me iré de aquí —Sus manos toman las mías, obligándome a detener por un corto lapso de tiempo, luego, sin decir nada, me libero de su agarre y continuo con mi tarea. El moreno junto a mí suelta un suspiro y, sin más, se deja caer en la cama, junto a la pequeña bolsa que él se había encargado de esconder—, ¿puedes dejar eso por un minuto y mirarme a los ojos, Drea?
Tomo una lenta respiración, tomando toda mi atención para luego centrarla en la blusa entre mis manos. Los últimos días había sido una total pesadilla, literalmente, todas las noches, justo después de que caer profundamente dormida, los malos recuerdos que había obtenido junto a Bruno invade mis sueños, convirtiéndolos en un total infierno.
—No me quedaré aquí sola, Tobías, no quiero hacerlo.
El moreno nuevamente tira de una de mis manos, obligándome a dejar el pedazo de tela en la cama. Cumplo con su demanda silenciosa y, cuando me doy cuenta, me encuentro sentada sobre su regazo y siendo prisionera de sus brazos.
—No regresaré a Santiago, Drea —murmura, sus labios se presionan contra mi frente y es lo único que necesito para acercarme más a él—. No te dejaré sola, amor, no sabiendo que ese hijo de puta está aquí.
La tensión que rodea sus palabras no tarda en abordar mi cuerpo, haciéndome sentir culpable por meterlo en tantos problemas. Ciertamente, si me hubiera negado a que él me haya llevado a mi departamento aquella noche de tormenta, Tobías no estuviera pasando por lo que está pasando.
—Sabes que no tienes que meterte en esto —murmuro, observando al suelo, porque simplemente no encontraba las fuerzas necesarias para vencer la vergüenza que sentía hacia Tobías. Él no tenía que haber visto aquellas fotos, las cosas no tenían que ser así—, puedo buscar un abogado y...
—Oh, Dios —Se queja, tomándome por la barbilla para poder observar mis ojos. Los de él, lucen preocupados, sin embargo, hay algo de enojo mezclándose con eso—, no voy a permitir que ese hijo de puta termine con la Drea que conocí.
>>Mucho menos con la Drea a la que amo.
—Y-yo...
—No harás nada —Me interrumpe—, Cameron, tú y yo nos quedaremos aquí. Puedo encargarme del bufete desde aquí.
—Estás cambiando todas tus cosas por mí, Tobías —Mi voz es baja, pero sé que él es capaz de escucharme—, y yo no puedo darte un simple sí.
>>Sé que te doy problemas y por eso deber irte, me las arreglaré bien sola. Siempre lo he hecho.
—Pero ahora me tienes, Drea —dice, sus labios se pegan a los míos en un suave beso y, cuando se separa de mí, una sonrisa tira de sus labios—, no dejaré que alguien que no sea yo le quite el sueño a la mujer que amo. Saldremos de esto, ¿está bien?
Mis ojos están sobre los suyos y, aun cuando lo he negado durante mucho tiempo, soy capaz de ver algo diferente en sus ojos, algo que, gracias a las ideas de papá, había ignorado desde que lo conocí.
—¿Cuándo será el día que cierren las puertas antes de que vayan a tener sexo? —La voz de Andrea suena algo irritada y la risa de Cameron le sigue, haciendo que me levante del regazo de Tobías con rapidez, sin embargo, pierdo el equilibrio cuando él nuevamente tira de mi cuerpo y me regresa a sus piernas—. ¿Me llevarán a comer o debo buscar a León?
—Iremos —respondo, forzando una sonrisa en mis labios. Los único que teníamos conocimiento de lo que ocurría con Bruno—, León puede ser amigo de Lucas, pero no termina de agradarme del todo, Andrea.
—Ni a mí.
—Nadie te preguntó, Cameron —Andrea suelta, fulminando al castaño y luego sin decir nada, abandona la puerta de la habitación de Tobías. Cameron nos observa y parece irritado, por lo cual, toma un camino distinto al de Andrea.
—A mi hermana le gusta tu hijo.
—A mi hijo le gusta tu hermana.
Ambos reímos y, por primera vez en toda la semana, siento que la tensión que las fotos había dejado sobre mis hombros, desaparece poco a poco.
—Te amo —murmuro, observando a Tobías—, pero debes ir a Santiago.
Él suelta una risa y luego se coloca de pie llevándome consigo, me observa con diversión y no puedo evitar sonreír, está vez con una sonrisa real. Sus manos terminan en mi trasero, pegándome a su cuerpo y, cuando me tiene más cerca de lo normal, dice—: El día que vuelva a Santiago será contigo graduada y con un anillo en tu dedo.
—¿Te quedarás?
—El tiempo necesario —dice, quitando los mechones de cabello que amenazan con cubrir mi rostro—, no quiero dejarte sola, Drea, no ahora.
—Bien —digo, asintiendo de acuerdo, porque a pesar de no querer entrometerme en su trabajo, no quería que se marchara—, pero creo que debemos darnos prisa. Los chicos deben estar hambrientos.
—¿Y si esperan un poco más?
—No —Me separo de él, recibiendo un gruñido de su parte—, yo también tengo hambre.
~*~
El café que está sobre la mesa tiene un sabor extraño y me quejo por haberlo dejado de lato por una hora. Estaba cansada, pero lastimosamente, no llevaba ni la mitad de mi tarea. Tobías suelta una risa,
—Deja de burlarte —digo, porque estaba irritada—, no es gracioso tener que responder cincuenta preguntas sobre la segunda guerra mundial y tener sueño.
—Dormiste tarde, Drea —dice, observándome con diversión—, son las consecuencias que debes afrontar.
—Si no me vas a ayudar cierra la boca —gruño, ganándome una carcajada por parte de él. Sin decir nada, se levanta del sillón, únicamente para terminar en el suelo junto a mí. Los pantalones de yoga que lleva se ajustan a sus piernas y no paso por alto el bulto que se forma en los mismos—. ¿Qué?
—¿En qué necesitas ayuda? —Pongo los ojos en blanco, dejando que él arrastre la portátil frente a él—. ¿Segunda guerra mundial?
—Historia —Dejo caer mi cabeza sobre la mesa y la mano de Tobías no tarda en acariciar mi cabello con delicadeza—, nunca pensé que tendría que volver a lo mismo. Odio historia.
—¿Por qué no duermes un rato? —Él pregunta llamando mi atención.
—Quiero terminar eso para tener el fin de semana libre y salir con Andrea o estar en casa contigo.
La risa que suelta me empuja a levantar la mirada y, cuando lo hago, logro ver como se encarga de cerrar mi computadora. Sus ojos azules se encuentran con los míos y, en completo silencio, lo observo sacar una pequeña caja de su bolsillo.
—¿Tú lo tenías? —pregunto, reconociendo de inmediato la caja—. Pensé que lo había perdido, ¡me asusté!
—El día que te desmayaste —Coloca la cajita sobre la mesa, para luego deslizarla hacía mí—, sé que tal vez no esperas que lo haga de nuevo, pero te quiero en mi vida, Drea. Para siempre.
>>¿Te casarías conmigo?
Suelto una risa, tomando el objeto entre mis manos y, una vez que lo hago, el anillo del cual me había enamorado en un primer vistazo, está nuevamente frente a mí, burlándose del hecho de que ya no podía negarme ante la propuesta de Tobías.
—Yo...
—Si vas a decir no, sólo cierra la caja —dice, luce nervioso y no puedo sentirme algo divertida.
—Acepto —digo, haciendo que un suspiro abandone al moreno.
—Drea te dije que... ¿espera, qué? —Parece perplejo y una risa se dispara de mis labios. Ciertamente, él no parecía esperar esa respuesta—. ¿Estás hablando en serio?
Asiento, para luego devolverle la caja con una gran sonrisa en mi rostro.
—Pero debes hacer las cosas bien —Él sonríe, como si fuera un niño abriendo un regalo en Navidad. Se mueve en su lugar, abriendo la caja con rapidez y noto que sus manos tiemblan cuando el pequeño aro termina entre sus dedos—, tranquilo, chico.
—No esperé obtener un sí a la primera —dice, sujetando mi mano con una de las suyas, sus ojos están sobre los míos y, cuando siento el metal rozando mi piel, dejo que mi atención caiga sobre los torpes dedos del moreno—. Debes saber que, a pesar de todo, lo único que quiero es hacerte feliz. Quiero que, aun cuando tengas locas ideas de mí dejándote de lado, creas en lo que te digo.
>>Qué, a pesar de lo que las personas intenten hacer en nuestra contra, sepas que mi amor por ti es lo único que puedo darte para que confíes en mí. Quiero que seas mía, Drea. Sólo mía.
Una sonrisa se adueña de mis labios y siento las lágrimas aglomerándose en mis ojos.
—No, no, no llores, amor —Se acerca a mí, únicamente para tirar de mi cuerpo y rodearme con sus brazos—, no quiero que estés triste. Eres mi prometida, nadie ha muerto.
—No estoy triste —respondo, soltando una risa a pesar de que mi garganta se cierra a causa de las lágrimas no derramadas—, sólo que me siento algo estúpida —Me encargo de levantar la mirada a pesar de que él me sujeta con algo de fuerza—, no sé por qué te había dicho que no.
—No estabas segura —responde, paseando sus dedos por mi mejilla—, lo entiendo y no tengo problema con eso.
—No —niego, acomodándome entre sus brazos para poder observarlo mucho mejor—, no era inseguridad. Tenía miedo a ser una especie de trofeo —murmuro algo incomoda, sin embargo no desvío la mirada de la suya—, tenía miedo de volver a repetir la historia.
—Yo me encargaré de que eso no ocurra —dice, sus labios se conectan con los míos, logrando arrancar un suspiro de mi parte. Cuando intento separarme de él, se las arregla para tumbarme en el suelo de la sala principal.
—¿Qué haces? —pregunto, sin poder negarme a sus besos. Sus manos se deslizan hacía el dobladillo de mi pantalón y, sin poder pensar bien, suelto una risa—, Cameron llegará en cualquier momento, Tobías.
—No creo que lo haga —dice, mordiendo mi labio inferior con suavidad—, le dije a Lucas que lo mantenga ocupado.
De un tirón, logra bajar mi pantalón, dejándolo en la mitad de mis muslos y sin darme tiempo a pensar, siento sus dedos atormentar mi centro. Un suspiro me abandona y Tobías ve el paso libre para deshacerse de mis bragas.
—No creo que sea el momento —digo cerrando los ojos y, cuando los abro, me encuentro con la mirada azulada de Tobías—, no tienes condones.
—No —dice—, aquí no, pero en la habitación sí.
Intento decir algo, pero cuando me doy cuenta, Tobías se levanta del suelo y corre hacia las escaleras que llevan al segundo piso, dejándome con la respiración entrecortada y algo confundida.
—¡Tobías!
—¡Trabajo en eso!
Una risa se escapa de mis labios cuando lo escucho gritar, sin embargo todo el juego previo termina desapareciendo de golpe cuando el motor de un auto suena fuera de la casa.
Tan rápido como puedo, me reacomodo mi ropa, encontrándome con un furibundo Tobías. La puerta se abre y tan rápido como lo hace, Tobías mete el pequeño paquete plateado en su bolsillo.
—Hola, papá —Cameron cruza por la puerta, seguido de Lucas y Andrea, quien luce mucho más enojada que Tobías—, ¿qué ocurre?
—Nada —digo, levantándome del suelo. Mi atención está sobre Andrea, quien, cuando me ve, corre hacía mis brazos. —, ¿qué diablos pasó?
—León —Lucas responde, haciendo una mueca—, estuvo en la fiesta con otra chica.
El ceño de Tobías se frunce y sin dudar se acerca a Cameron, y toma el rostro del chico con una de sus manos para luego decir—: ¿Estuviste peleando?
—Y Cameron lo golpeó —Lucas prosigue, soltando una risa inocente—, fue divertido, pero luego me enojé porque se metió con Andrea.
>>Nadie se mete con mis primas cabezas de fósforo.
—Lucas... —Tobías gruñe, haciendo que el moreno levante las manos pidiendo tregua—, creo que después de una larga pelea, necesito algo de comer. ¿Tienes algo en esa enorme cocina, Vidal?
—Iré a mi habitación —Cameron dice, sin siquiera mirar atrás—, estoy cansado.
Andrea se remueve entre mis brazos, pero no soy capaz de dejarla ir, no cuando sabía que mi hermana menor estaba sufriendo de un corazón roto. Ciertamente, después de todo, tenía razón en no confiar completamente en León.
Con los hombres no había nada seguro.
—Llevaré a Andrea arriba —murmuro, acariciando el cabello de mi hermana—, luego iré a la habitación de Cameron para curarlo.
—Yo echaré a tu primo de casa —El moreno suelta un suspiro y lo que parecía ser una larga noche de placer, terminó en adolescentes con golpes y corazones rotos.
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