25.
Mis tacones suenan con fuerza contra el duro suelo. Sé que Tobías viene detrás de mí, sin embargo no hago amago de girar en su dirección. La tensión entre nosotros aún estaba presente y, ciertamente, quería cortarme un brazo antes de perdonarlo.
No me doy tiempo a esperar el ascensor y tomo las escaleras, esperando que con un poco de ejercicio logre eliminar la energía que empieza a acumularse en mi cuerpo.
—Drea —Me llama, sin embargo no me detengo hasta que estoy jadeando en busca de más aire, y es cuando llego a mi piso y me detengo frente a la puerta de mi departamento. Saco las llaves de mi pequeño bolso y, sin esperar nada, abro la puerta. Sé que quiero escuchar su explicación, sin embargo no lo pienso mucho cuando cierro la puerta justo frente a su rostro.
La puerta suena, y siento como un nudo se forma en mi garganta. Mi espalda se apoya contra la puerta y, sin cuidado alguno, me deslizo por la misma hasta terminar en el suelo.
—Abre la puerta, Drea —dice, nuevamente—. Tenemos que hablar.
Limpio las lágrimas que se deslizan por mis mejillas con algo de rabia. Él no sanaba tan abatido como me sentía yo. El día que se fue no paré de llorar por ello y, saber que ahora estaba a tan solo una puerta de mí, me revolvía el estomago. No quería ser débil y lanzarme a sus brazos solo porque lo extrañaba.
No tenía que ser así.
Tenía que ser diferente.
Dejo mi bolso de lado, sabiendo que luego de que él se marchara tenía que llamar a Emilio y darle una explicación. Emilio. Un suspiro se libera de mi parte. Él había sido atento conmigo, divertido, y muy -demasiado-, comprensible cuando no podía hablar sobre algo.
Él no era Tobías Vidal.
No llegaba tumbando todo a su paso con tan solo unas palabras. Emilio tenía tacto y, a pesar de conocerlo por unas cuantas horas, sabía que sería un buen amigo.
—No te abandoné —La voz de Tobías vuelve a sonar, y el sutil movimiento detrás de la puerta capta mi atención—. Tuve que regresar a Santiago y resolver toda la mierda sobre Cameron.
>>Drea, por favor, abre la puerta para hablar.
Trago duro, levantándome como puedo del suelo. Mis tacones han desaparecido, y ahora soy la Drea que era antes de abandonar el departamento, solo que ahora me encuentro vistiendo un vestido elegante.
Mis dedos tiemblan cuando abro la puerta. Tobías está de pie frente a la puerta, sus ojos azules buscan los míos, y la incomodidad brilla en ellos cuando nota la humedad en mis mejillas.
Se acerca, para luego tirar de mi cuerpo y me envuelve en un abrazo. No es brusco, sin embargo el toque se su piel contra la mía me pone aún más incómoda. Me recuerda el hecho de que se marchó sin siquiera una explicación. Se fue, dejándome en el hospital mientras él hacía quien sabe qué.
—Lo siento —dice. Sus labios se presionan contra mi cabello, sin embargo no me muevo. Mis brazos están estáticos a los lados de mi cuerpo, negándose a terminar el abrazo que él empezó. Sus manos terminan en mi hombro, separándose un poco de mí y nuevamente me observa a los ojos—. Traté de localizarte en el hospital esa noche, pero tu padre nunca pasó mi llamada.
>>Me preocupé como el infierno cuando Lucas me dijo lo que ocurrió, pero era demasiado tarde y tenía entre manos a Cameron.
Me aclaro la garganta, alejándome de su toque cuando noto que no lucha contra ello y digo—: Es tu hijo, era más importante.
—Drea...
—¿Terminaste? —Pregunto, observándolo con el ceño fruncido—. Porque estoy cansada y quiero dormir.
—No —Se acerca nuevamente, esta vez su ceño está fruncido y no duda en tirar de mi barbilla, obligándome a levantar la mirada—. No me crees —musita—, ¡llamé a tu padre varias veces!
>>Tú ni siquiera respondías tu teléfono, Drea, ¿qué se supone que haga mientras arreglo un problema con Cameron? Ese mocoso huyó de la casa de sus abuelos por una estúpida carta que su madre le dejó después de su muerte.
—Cameron es tu problema, no el mío —Con suavidad, tomo su mano, para luego alejarla de mí—. Cambié de número, creí que era lo mejor.
Tobías saca su teléfono de su pantalón y teclea con rapidez.
—Ven aquí —dice—, sí, tercer piso, la puerta está abierta.
Cuando termina con la llamada me observa, como si no me conociera. Como si la Drea que conoció no era la misma que tenía parada frente a él. Tobías era el mismo que conocí desde que se marchó, a pesar de que la barba que cubría su rostro había crecido un poco y dos grandes y notorias ojeras descansan bajo sus ojos.
Parece agotado, sin embargo, es él mismo. Tobías Vidal en todo su esplendor. Posesivo y oscuro. Tosco y cariñoso.
Sus ojos se desvían a su reloj, y su mandíbula se endura.
—¿Tomaste tu medicina? —pregunta, mi ceño se frunce, y estoy a punto de decir algo, sin embargo, la cierro. No la había tomado. Lo había olvidado por completo con toda la efusividad por parte de Lucas.
—No —giro sobre mis talones, haciendo mi camino hacia la cocina. Mi camino no es tan largo y, cuando llego, el señor Midas suelta un maullido. Me encargo de colocar algo de comida en su plato y, con tranquilidad, desaparezco mis medicinas en mi boca.
Tendría que colocar un recordatorio o terminaría olvidándolas.
Cuando termino, regreso a la pequeña sala. Tobías está ahí, y un chico con ojos azules -el cual reconozco como Cameron-, me observa. Parece apenado, pero una sonrisa divertida tira de sus labios.
—Supongo que tu eres Drea —dice, le da una mirada a Tobías, quien parece de mal humor, pero no aquello no intimida al chico—. Soy Cameron, y se supone que soy el hijo de él —señala a Tobías—, sé que tal vez no le creas sobre lo que te dijo, yo no lo haría, pero oye, el sujeto se muere por ti. Fue mi culpa que se marchara así esa noche.
>>Me escapé de casa de mis abuelos hace un mes, nadie sabía nada de mí, pero estaba bien. Estoy bien. Quería conocer a mi padre y ya lo hice. Mi madre siempre habló bien de él y de los errores que ella cometió.
—No creo que debas interceder por él —digo. Sueno como una niña malhumorada porque lo estoy. No quería creerle. No cuando yo había sufrido toda una semana mientras él estaba en otra ciudad. ¡Podía enviar señales de humo!
—No lo hago —dice—, pero no quiero sentirme culpable de que lo que había entre ustedes se termine por mi culpa.
—No hiciste nada malo.
—Mis abuelos lo demandaron por supuesto secuestro —Suelta una risa—, por eso tuvo que regresar a Santiago, tuvimos —aclara—, tuve que ir con él y arreglar ese pequeño problema.
—Volveremos a Santiago en una semana —Tobías llama mi atención, y sus ojos azules se encuentran con los míos—. Voy a hacerme cargo de Cameron.
—Bien —digo, abrazándome a mí misma—. ¿Eso es todo? En serio, estoy cansada.
—No —Tobías Vidal se acerca a mí luego de sacar un sobre de su saco. Lo extiende hacía mí, observándome con intensidad—. Volveré mañana.
>>Descansa, Drea.
—¡No se lo pongas fácil, Drea! —Cameron dice, antes de que Tobías tire de él, llevándoselo consigo fuera de mi departamento. El silencio y la calma me envuelven cuando me encuentro completamente sola y, con lentitud, me encargo de cerrar la puerta.
Me apoyo contra la misma, sintiendo mis piernas temblar y mi corazón en una intensa carrera por recuperar su latido habitual. Mis ojos caen al sobre y, con un leve suspiro, decido pasar por él. Al menos por lo que resta de la noche.
~*~
—Lucas me dijo que conociste a un chico anoche —Andrea está frente a mí, desayunando lo que parecía ser cereal mezclado con alguna fruta extraña—. Emilio... ¡Sí, creo que dijo eso!
—¿Te lo contó antes o después de perderme en la fiesta? —Mamá me observa, arqueando sus cejas en mi dirección—. No me perdí del todo, Emilio fue muy amable.
—Después —Andrea responde, comiendo como todo un hombre. Ciertamente me preguntaba si ella alguna vez tendría un novio. Andrea era... Andrea, y esa la mejor forma de explicarlo—. Creo que también llamó a papá.
—Lo sé —Trago duro. Tenía que hablar con él, por ello había decido desayunar en casa de mis padres. Si pensaba personas a Tobías, tenía que estar segura de que todo lo que dijo era cierto. Al darle una oportunidad a Tobías estaba jugándome mi corazón, algo que, ciertamente, era muy difícil.
—¡Buenos días familia! —Héctor Castille ingresa a la cocina con el cabello húmedo y sus inseparables pantalones militares. Se acerca primero a mí para besar mi frente, luego a Andrea, y por último a mamá, quien, con una sonrisa acepta el beso que él deja sobre sus labios—. ¿Tan temprano, Fosforito?
—¿Tobías te llamó la noche que estuve en el hospital? —Ciertamente, la paciencia no estaba en mi lista, y terminar cuanto antes con el problema sonaba mucho mejor—. Regresó a la ciudad y me dijo muchas cosas. Entre ellas que no respondiste sus llamadas.
—¿Qué?
—Lo cual me suena interesante —digo, observándolo—. LA mañana siguiente en la que se marchó dijiste que mi teléfono se arruinó por la lluvia y necesitaba uno nuevo.
>>¿Por qué no usar el mismo número que antes?
El silencio que se apodera de la cocina me hace saber que todos estaban conscientes de ello. Mis ojos caen sobre Andrea, quien observa a papá con el ceño fruncido. Luego observo a mamá, una mueca triste se apodera de sus rasgos y de inmediato sé que ella lo sabe.
Papá nunca habló sobre las llamadas de Tobías.
—Tobías se marchó esa noche y habló con tu padre —Mamá dice, observando a papá—. Dijo que tenía que arreglar un problema con el chico... Cameron, creo.
—Te estaba cuidando —Papá interrumpe. Sus ojos caen sobre los míos y trago duro—. Tobías no es un mal sujeto, pero eres mi niña. Debo protegerte de todo, Fosforito.
>>Te lo dije. No confío en él y en la manera en la que te mira. Te ve como un pedazo de carne, y prefiero que me odies a dejar que termines con un tipo como ese.
Tomo una respiración, alejando el plato que está frente a mí para luego colocarme de pie y darle una mirada a mi padre.
—A pesar de todo —digo—, Tobías tiene cosas malas y cosas buenas, no lo conoces y, tal vez, tampoco yo lo hago, sin embargo sé que con él pasé un mes que nadie más podría superar.
>>No tienes derecho a juzgarlo.
—No lo hago —niega, está observando a Andrea y a mi madre—. Si algo les pasara a ustedes no me lo perdonaría. No quiero que ninguna de ustedes salga lastimada. Son mi familia y yo cuido de mi familia.
—No puedes protegernos de un corazón roto, papá —Andrea habla, observándome con una sonrisa. Su mano está apretando la de mi padre—. Tal vez hiciste algo mal, o por las razones equivocadas. Drea sabe que lo haces por amor, pero no debes hacerlo siempre. No eres un superhéroe que estará siempre ahí para salvarnos de quien quiera hacernos daño.
El silencio nuevamente se apodera de la cocina, mamá me observa, esperando a que diga algo, sin embargo, en su lugar, suelto un suspiro, ganándome la atención de todos.
—Antes de que todo este desastre ocurriera Tobías me pidió matrimonio —digo, saco el sobre del bolso que llevaba conmigo y lo dejo sobre la mesa—. Anoche, cuando regresó, me entrego esto.
>>Dentro está un anillo junto a un pequeño papel que dice: Soy un imbécil, pero este imbécil te ama tanto que es capaz de dejar Santiago por ti. ¿Te casarías conmigo?
Andrea y mi madre me observan, la atención de papá está sobre el sobre y parece reacio a tocarlo.
—¿Qué le dirás?
—No lo sé —digo, con sinceridad—. Pensé obtener una respuesta con lo que me dirías, pero ahora estoy confundida.
—¿Estás enamorada? —Mamá pregunta, tomándome por sorpresa.
Nunca me había puesto a pensar en ello. Estaba tan cerrada en no enamorarme de Tobías Vidal, que todo eso cayó sobre mí como si de una bola de nieve se tratase. Estaba atrapada, no, tal vez, hundida, acabada...
Lo que era mucho peor.
Estaba enamorada de Tobías Vidal.
—Lo estoy —respondo, en voz baja—, pero no estoy lista para dejarle las puertas abiertas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro