Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

21.


Nos guste o no.

Estábamos condenados desde el principio.

~Nothing would be better - Nick Jonas

~*~

—Drea, respira —Escucho la voz de Lucas, pero lo único en lo que puedo pensar es en la imagen que representaba Tobías con un adolescente llorando a sus pies.

Él lo había llamado papá, aun cuando el moreno no me había mencionado nada acerca de ello. Observo a Lucas, pero es como si no estuviera en la habitación. El olor a desinfectante y cloroformo me obligan a regresar a la realidad y es cuando noto las lágrimas corriendo por mis mejillas.

La presión en mi pecho amenaza con cortarme la respiración y el dolor de mis uñas clavándose contra la carne de mis palmas me hacen parpadear.

No sé qué ha ocurrido, pero mi garganta se encuentra seca, como si una lija estuviera raspándola hasta convertirla en rojo vivo. Trago duro, tratando de eliminar el malestar en aquella área de mi cuerpo, pero solo logro empeorarla.

—¿Dónde está Tobías? —Suelto, tratando de levantarme de la suave superficie, pero me veo detenida por Lucas, quien solo se limita a hacer una mueca.

—No te vas a mover de aquí, ¿entendido? —dice, observándome con seriedad—. Tobías está en buenas manos, Drea.

Gruño, alejando su mano de mi hombro para nuevamente tirar de mi cuerpo hacía arriba, pero un sordo dolor estalla en mi brazo. Me quejo, ganándome una dura mirada por parte del moreno.

Es cuando noto el dolor punzante de algo puntiagudo clavado en mi piel.

—¿Qué demonios es esto? —Intento deshacerme de la aguja incrustada en mi vena, pero Lucas me detiene, esta vez soltando una maldición por lo alto—. ¡Quiero ver a Tobías!

—¡Me importa una mierda lo que quieras ahora mismo! —grita, haciéndome sobresaltar. Venas aparecen en su cuello cuando noto como el enojo se apodera de su cuerpo y sé que algo ocurre cuando me observa con atención—. Tu no levantaras tu maldito trasero de esa camilla hasta que un medico lo autorice.

>>Te has descuidado con tus estúpidas píldoras diuréticas, tus padres vienen en camino y no quiero escuchar mierdas sobre Tobías.

Abro la boca para decir algo, pero el moreno me fulmina con la mirada, haciendo que me guarde mis palabras. El recuerdo de los días que había saltado mi medicina regresa a mi mente, haciéndome sentir algo de culpa.

Las había olvidado, y tal vez por eso no recordaba como llegué a una cama de hospital cuando me encontraba, segundos atrás, en mi departamento observando a mi novio mientras tenía un ataque cardíaco.

—¿Qué ocurrió? —Pregunto, esta vez sin llevarle la contraria a mi primo. Este me observa, como si estuviera a punto de lanzar sobre mí y golpearme contra la pared.

—Te desmayaste, Drea —suelta, enojado—. Ese mocoso llegó al departamento y no solo tuve que lidiar con Tobías inconsciente, sino que llegas tú y te desmayas en medio de la sala. Lo único que pude hacer es traerte al hospital en tu auto. ¡Estuviste a punto de tener un jodido ataque al corazón!

Guardo silencio, Lucas parecía a punto de tener un ataque en lugar de yo. Sus ojos cafés están más abiertos de lo normal, haciéndome saber cuan asustado estaba.

—Joder, me asustaste demasiado —dice, toma una lenta respiración mientras pasea una mano por su cabello y me observa—. Iré a cerciorarme sobre el estado de Tobías, ¿está bien? Enviaré a una enfermera.

Asiento, no queriendo sacar de quicio al castaño. Lo observo dirigirse hacia la puerta y luego desaparecer de la misma. Mi respiración me abandona en lentos movimientos, y es cuando decido examinar mi antebrazo.

La aguja dolía y las ganas de quitarla eran mucho más altas que seguir las ordenes de Lucas, pero logro concentrarme en otro caso, alejando mi mente de aquel pequeño detalle.

Mis padres estaban en camino y, si no me equivocaba, Andrea vendría con ellos. Sabía de antemano que mi madre sería un mar de lágrimas. No era la primera vez que terminaba en el hospital por culpa de mi corazón. Había sucedido antes, y lo único que quería hacer era sacarme el corazón.

No quería vivir con el miedo de que en cualquier momento pudiera morir.

Vivir con hiponatremia no era fácil, mucho menos cuando había decidido dejar mi medicina de lado.

La puerta se abre, captando mi atención y es cuando la presencia de un medico invade la habitación. Tiene el cabello cubierto de canas y arrugas resaltando cada uno de los rasgos que cubren su rostro.

—Drea Castille —dice, sin siquiera observarme—. Hiponatremia, sodio bajo, emociones fuerte —Levanta la vista, sonriendo abiertamente cuando entro en su campo de visión—. ¿Has bebido más café de lo normal últimamente, no?

Asiento, tratando de no sentirme culpable al descuidar mi salud. Mi papá iba a estallar.

—Aún puedo ayudarte, pero necesito estar seguro de que tomarás tu medicina todos los días —Su ceño se frunce—. Nada de café ni alcohol, Drea.

—Lo sé —murmuro—, tampoco bebo mucha agua. Sé lo que debo hacer.

—¿Los diuréticos? —Señala, arqueando las cejas en mi dirección.

—Me ayudan a ir al baño, ya sabe, liberar líquidos —suelto un suspiro. Había recibido esa charla años antes, no necesitaba recordarla nuevamente—. Olvidé tomar mi medicina, regresé a la ciudad hace unos días y solo he estado pendiente de la mudanza, nada grave.

—Estuviste a punto de tener un ataque cardíaco —Niega, como si estuviera a punto de regañarme—. No suelo hacer esto, pero eres una jovencita hermosa que tiene un futuro por delante, no debes continuar descuidando tu salud.

Mentiría si dijera que no me sentía como una niña pequeña, porque, en ese mismo instante, era como me sentía. Como si hubiera sido atrapada en medio de una travesura.

Como si estuviera a segundos de ser castigada.

—Bien —suelta, llamando mi atención nuevamente—. Sabes que debes acudir al hospital cuando tengas dolor de pecho, fatiga, sudoración extrema, temblores, peso bajo, nauseas, diarreas... ¿Debo seguir?

—No —hago una mueca, entendiendo con rapidez.

—Una enfermera estará chequeándote de vez en cuando, mañana en la mañana tendrás el alta.

Él está a punto de marcharse, pero llamo su atención cuando aclaro mi garganta. Sus ojos caen sobre mí y sus cejas se arquean, claramente esperando reacción de mi parte.

—Uh... —murmuro, tratando de no sonar nerviosa—. ¿Usted sabe algo sobre Tobías Vidal?

Su ceño se frunce, como si tratara de recordar el nombre del hombre por el cual estaba preocupada, su dedo se levanta, y lo veo revisar en los papeles que sostiene en sus manos.

—Tobías Vidal —repite, sin quitar la mirada de los papeles—. Oh, sí. Él ingreso a emergencia con la presión alta, nada grave, es un hombre fuerte, pero al parecer tuvo una sorpresa muy grande.

—¿Puedo ir a verlo?

—Le darán de alta hoy mismo —indica, quitando la atención de la información en los papeles—. Sé que él vendrá a verte, no te preocupes.

Me obligo a sonreír, despidiéndome en voz baja del médico mientras no dejo de pensar en Tobías.

Quería hablar con él, quería saber qué diablos ocurría y porque una adolescente lo llamaba papá. Él no era casado, pero, sin embargo, no conocía nada de su pasado.

Solo sabía lo que él me había contado, y ningún hijo entró en algunas de nuestras conversaciones.

Suelto un suspiro, totalmente agotada.

Quería saber que había ocurrido desde el momento en que abandoné mi departamento para ir a la universidad. Solo quería eso.

~*~

El sonido de voces mezcladas y llanto llega a mis oídos, haciendo que la bruma del sueño en el cual me había sumergido me abandone de a poco. Siento el cuerpo pesado, y el ardor en mi garganta parece aumentar ahora que sé qué me he quedado dormida.

—¡Juro que si no la mata su corazón morirá por las nalgadas que le daré! —Escucho gruñir a mi padre. Suena asustado y muy preocupado, y una estúpida sonrisa se desliza en mis labios. Lucho contra mis parpados y, poco a poco, los abro, encontrándome con la escena más dulce que alguna vez haya visto.

Mi madre está abrazando a papá como si fuera un niño pequeño, como si lo único que necesitaba era un abrazo que le dijera que todo estaría bien, y siento como mi corazón se oprime ante aquella escena.

—Sé que te divertirás dándome nalgadas —murmuro, mi voz suena ronca y ambos se sobresaltan cuando logran escucharme—. Lo siento...

—Oh, Dios mío, mi niña —Papá es el primero en llegar a mí y rodearme con sus fuertes brazos. No discuto y dejo que me abrace tal y como lo hacía cuando era niña—. Pensé lo peor cuando Lucas me llamó, estuve a punto de volverme loco.

—Ya estás loco —Aseguro, apretando la mano de mamá cuando llega detrás del pelirrojo que había ayudado en mi concepción—. Ambos están locos y los amo mucho más por eso.

Mi padre suelta una risa, separándose un poco de mi para luego deslizar sus pulgares por mis mejillas.

—¿Cómo te sientes, fosforito?

—Bien —Paso por alto el apodo que mi padre dice, y lo observo con atención—. ¿Le dieron el alta a Tobías?

Mis padres guardan silencio ante mi pregunta, como si al haber mencionado el hombre que había estado irrumpiendo en mis sueños últimamente sea de mala suerte.

La habitación se envuelve en una extraña tensión que escapa de los cuerpos de ambos, y de un momento a otro me siento tan incómodos como ellos.

—Drea...

—¿Qué ocurrió? —Interrumpo a mi madre, sorprendiéndolos a ambos cuando elevo mi tono de voz. ¿Por qué demonios no respondían mi pregunta? —. ¿Dónde está Tobías?

Cuando no recibo respuesta por parte de ellos, estoy lista para colocarme de pie, no sin antes deshacerme de la aguja que sea incrustada en mi muñeca.

—Será mejor que te quedes en cama, Drea —Papá interviene, acercándose a mí y alejando mi mano libre de la aguja. Odiaba tener suero colgando en mi brazo. Quería ver a Tobías. Quería saber si estaba bien—. Creo que no vale la pena salir ahora, puedes hacerlo mañana.

—No puedes decirme que hacer —Siseo, alejando sus manos de la mía mientras lo fulmino con la mirada—. Tú eras el que siempre me decía que luche por lo que quería, ¿por qué cambiar de opinión ahora? Quiero estar con Tobías.

El pelirrojo abre la boca, pero la cierra con rapidez no sabiendo que decir exactamente, luego retrocede, dejándome terminar con el trabajo de deshacerme de la aguja en mi piel. Duele, pero ignoro el pinchazo que se presiona en aquella área.

Estoy vistiendo una estúpida bata mucho más enorme que mi cuerpo, pero no me importa.

Abandono con rapidez la habitación y noto como se encuentra el clima en el exterior. La fuerte lluvia parecía querer traspasar las paredes y el sonido de truenos rompiendo la noche me hacen estremecer.

—¿Drea? —Mi cabeza gira y me encuentro con Andrea, quien camina junto a un cansado Lucas. Este me observa con confusión, pero luego abre la boca; sorprendido—. ¿Qué haces?

—¿La habitación de Tobías?

Nuevamente, la extraña tensión que se había apoderado de la habitación regresa a mi cuerpo cuando no obtengo respuesta alguna por parte de ellos.

Andrea abre la boca, pero, al igual que papá, la cierra, manteniéndose en silencio.

—Será mejor que regreses a la cama —Lucas indica, con voz suave y simplemente niego en respuesta. No regresaría a la cama hasta saber que Tobías está bien—. Drea...

—¿Qué? —Suelto, mi garganta aun duele pero no hago nada por ello—. ¿Me dirás donde está Tobías o tendré que buscarlo por mi misma?

Sus hombros se hunden, como si solo soltar unas cuantas palabras robara toda su energía. Sacude la cabeza y, luego de unos segundos, suelta—: Se largó apenas le dieron el alta. Hace cinco minutos.

¿Qué?

>>Dijo que tenía cosas más importantes que hacer y debía volver a Santiago. Se llevó a su hijo con él.

Niego, sintiendo como un nudo se apodera de mi garganta y gruesas lágrimas se forman en mis ojos. Mis pies se mueven por si solos, alejándome de dos de las personas más importantes de mi vida.

Escucho a Lucas y a Andrea gritar, pero no me detengo, mis pies me alejan de aquel pasillo hasta que doy con la recepción, varias que están ahí, me observan, pero lo único que capta mi atención es la puerta principal.

Tobías no se había marchado.

Él no podía hacerlo.

Una enfermera me observa y parece reconocerme. Sus pies se dirigen hacia mí, pero me muevo con rapidez, corriendo hacía las puertas principales.

El frío de Barcelona golpea mi cuerpo y me estremezco por completo. Mi garganta está seca, pero el grito que se libera de ella cuando noto al alto hombre tirar de un adolescente es lo único que me impulsa.

—¡Tobías!

Mis rodillas colisionan contra el suelo cuando tropiezo con una rocas, pero observo cómo, con lentitud, Tobías Vidal me dirige las mirada más fría que he conocido.

Su rostro está libre de toda expresión y, con algo que no logro diferenciar, apresura al chico a su lado, a subir a un auto negro. Ambos suben en el auto y me quedo ahí.

Estática y empapada.

Observando al hombre que me había dado el mejor mes de mi vida marcharse.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro