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16.

N/a:

Espero que les guste el capítulo<3 

Pd: Santiago en multimedia. 


Tuve que volver a publicar el capítulo, por alguna extraña razón lo mandó a borradores ;-; Siento eso<


~~~


La tarde había pasado con rapidez, y ahora estaba en el patio trasero junto a Tobías, sentados uno junto al otro en completo silencio. Él no intentaba acercarse, y lo agradecía. No quería perder los estribos con mis padres a unos cuantos metros.

—¿Dónde te quedarás?

—Tengo un departamento aquí —No me mira, y pienso en la conversación que tuvo con mi padre. ¿Qué diablos habían hablado? —. Mañana vendré por ti para ir a tu departamento.

—Puedo ir con Andrea —Lo observo, y por primera vez desde que entró a la casa luego de la conversación con el general, puedo ver síntomas de molestia apoderándose de sus rastros—. No es necesario que vengas, Tobías.

Se inclina en mi dirección, presionando sus labios contra los míos para luego levantarse. Su cardigán lo cubre del frío, y no me preocupo de ello.

—Vendré por ti mañana, Drea.

Lo observo alejarse de mí. Sus pasos son seguros mientras se dirige a la cocina, intercambia unas cuantas palabras con mi madre, y se marcha, dejándome con la palabra en la boca.

Él, en realidad, pensaba que iba a cumplir sus órdenes. No esperaría por él para ir a mi nuevo departamento, era mayor de edad y tomaba mis decisiones.

Con la aparición de Tobías en mi vida no tenía que ser diferente.

Una sonrisa se desliza en mis labios cuando papá camina hacia mí. Sus anchos hombros estaban cubiertos con el suéter que le había regalado en la última navidad.

Era horrendo, pero él lo usaba porque yo se lo había dado.

Un suspiro se libera de sus labios cuando ocupa el lugar vacío junto a mí.

—No me agrada —Sus palabras no me sorprenden. El que no dijera una sola broma durante la comida, me lo indicaba—. Tu madre me dijo que te gusta.

—Mucho —Soy sincera—, pero no estoy enamorada, no aun.

—Bien —Su hombro empuja el mío—, tienes tiempo de buscar un hombre que te ame realmente. No uno que te vea como un objeto.

—¿Qué?

—En toda la charla que tuve con él, pude darme cuenta de una sola cosa —Sus ojos cafés están sobre los míos, y espero atenta a que continúe—. Tobías solo te quiere como una esposa trofeo, no te ama, y no estoy segura de que algún día lo haga.

>>Tal vez me esté equivocando, pero conozco a un hombre enamorado y, él, ciertamente no lo está. Desear algo no siempre es amor, fosforito, me di cuenta como te ve, y esa no es la mirada de un hombre enamorado.

—Él no está enamorado de mí —Me río, pero mis propias palabras parecen cuchillas clavándose profundamente en mi pecho—. No es como si la relación durara para siempre, algún día terminará y continuaré con mi vida. Siempre lo he hecho. Tobías no será la excepción.

—No quiero que tu o Andrea sufra por un hombre que no las merece —Su gran brazo rodea mi hombro, atrayéndome hacia él mientras presiona sus labios contra mi frente—. Estaré feliz de dejarlas ir en cuanto el hombre perfecto para ustedes cruce esa puerta, no me interesa si tiene una mansión o vive bajo un puente.

>>Si tiene el amor suficiente por ustedes, las hará feliz con lo que tengan, pero también querrán crecer, querrán tener un trabajo mejor para que no les falte nada, ese día sabré que mis bebes están en buenas manos.

Siento lagrimas picar mis ojos y me aferro al abrazo de papá.

La historia de mis padres había sido difícil, pero ellos habían luchado por su amor, no se dejaron caer y, cuando lo hicieron, se levantaron el uno al otro.

Y para mí, eso, era una prueba de amor suficiente.

El chillido de Andrea nos hace separar y, en menos de un parpadeo, ella cae sobre nosotros, sentándose sobre una de las piernas de papá.

—Y bien —Empieza, rodeando el cuello del hombre entre nosotras con uno de sus brazos—. Estaba pensando en embaucar a mamá para que haga un pastel, de vainilla, por supuesto, pero no creo que pueda lograrlo sola ¿Se unen?

Papá se ríe, pero no hace ningún movimiento para quitar a Andrea de su pierna.

—Ustedes son lo más importante en mi vida, ¿lo saben, no? —Nos aprieta contra él, y los siento sonreír aunque no logro verlo—. Ustedes y su madre completan mí vida.

Tenía una familia perfecta que, a pesar de las diferencias, siempre poníamos nuestro bienestar y felicidad por delante.

—¡Se van a congelar el trasero! —Mamá grita desde la puerta, aferrándose a su suéter—. Acabo de sacar galletas del horno, ¿vienen?

Los amaba tal y como eran.

~~~

—Andrea —Mi voz es baja, no me arriesgo a despertar a mis padres. La castaña abre los ojos, observándome con confusión—. Debo ir a ver si el camión de mudanza llegó.

—Vale. —Se arropa de pies a cabeza, haciéndome rodar los ojos. Eran las siete de la mañana y el frío aun mantenía a mi familia. Cuando noto que Andrea no se iba a mover de su lugar, abandono la habitación, tomando mi bolso antes de bajar al piso principal.

Mi auto llegaría mañana, por lo cual tenía que tomar un taxi.

El silencio en la casa me hace sonreír. Extrañaba este lugar más que nada, y ahora lo tendría a la distancia de un taxi. Nunca iba a dejar la casa de mis padres, de eso estaba totalmente segura.

Me encargué de llamar a un taxi justo después de tomar una ducha, ahora el esperaba paciente, estacionado frente a la casa. Podría haber tomado el auto de papá, pero le tenía miedo a aquel jeep. Era una maquina de correr, y no estaba listo para eso.

Me meto en el taxi luego de cerrar la casa, y le indico la dirección en voz baja. Este me sonríe, soltando una pequeña broma sobre mi persona huyendo de la casa.

—Es la casa de mis padres —Aclaro, pero sé que en el fondo si estaba huyendo—. Me mudaré y debo esperar al camión de mudanzas en mi nuevo departamento.

El me sonríe, y de inmediato me agrada. Era de aquellos hombres que no podían quedarse callados, y lo demuestra cuando dice algo sobre su mujer huyendo cuando eran unos adolescentes enamorados.

Yo quería algo así. Alguien que se preocupara lo suficiente por mí, que intentará más que meterse en mis bragas.

No quería a alguien que solo me buscaba cada vez que tenía una erección.

Ciertamente, Tobías Vidal no era el hombre que buscaba.

El trayecto es más corto gracias a la historia, y él no duda en entregarme una tarjeta con su número personal.

—Ya sabes —Se ríe, estacionando el auto frente al edificio que sería mi nuevo hogar—. Cuando quieras huir de un imbécil que no te merece, no dudes en llamarme.

—Gracias. —Sonrío y no lo contradigo. Él tenía razón. Salí más temprano de casa para no encontrar a Tobías, huí de él por las palabras de mi padre. Tal vez, después todo, un padre nunca se equivocaba—. Que tenga un buen día, Ángel.

—Disfruta tu nuevo departamento, Drea.

Bajo del auto, despidiéndome de él con una simple sacudida de mi mano. Un suspiro se libera de mi parte cuando giro sobre mis talones y enfrento el enorme edificio.

Era más grande que él lugar que tenía en Santiago, y sé que papá se ha encargado de encontrarlo. El hombre que había ayudado a traerme al mundo había pagado por adelantado cuatro meses de renta, lo que significaba buscar otro trabajo para mí.

Un chico de mi edad abre las puertas cuando me nota en la entrada. Aun no tenía las llaves de abajo y, al parecer, él me conocía.

—¿Drea? —Mi ceño se frunce, y estoy tratando de recordar donde lo he visto antes—. Tu padre, el señor Héctor, me dijo que vendrías hoy —Un llavero con dos llaves es extendido hacia mí, y señala una de ellas—. Puerta principal, y la de tu departamento es la siguiente.

—Gracias...

—Santiago —Él sonríe ampliamente, y no puedo evitar reír. Parecía nervioso, y mantenía sus ojos en otra dirección menos en la mía—. Bienvenida, soy el hijo de la dueña... y el portero de vez en cuando.

—Drea Castille —Le tiendo mi mano, y Santiago no duda en tomarla. Sus ojos azules brillan con diversión, y me agrada casi de inmediato—. ¿Vives aquí? —El asiente, y luego retrocede un poco.

—En realidad mi departamento está frente al tuyo.

—¿Seremos vecinos? —El asiente nuevamente, y su cabello negro se sacude un poco, creando una pequeña cortina que cubre parte de su frente. Él la retira sin complicaciones, y la sonrisa que me dirige es radiante. Santiago era estúpidamente apuesto—. ¿También iras a la universidad de Barcelona?

—Sip —Fuerzo la p en mis labios, metiendo algo de diversión a la conversación—. Como que descarte la opción de estudiar en Estados Unidos.

—¿Por qué? —Sí, mis padres también se sorprendieron cuando les di mi respuesta.

—Amo España —Señalo, apoyándome en una pared cerca a mí—. No me veo rodeada de estadounidenses sin sentirme como un bicho raro.

>>Prefiero sentirme un bicho raro en mi país.

—Me agradas —Su respuesta me hace reír, y sus brazos se doblan sobre su pecho, llamando mi atención en la parte de sus hombros. Era lindo, pero ciertamente primero tenía que deshacerme de un hombre que me quería como trofeo—. El camión de mudanzas llegará en una hora, hasta entonces puedes revisar tu nuevo departamento.

Su alto cuerpo se aleja de mí, señalando con caballerosidad hacia el ascensor. Tenía ascensor. Mi papá acaba de subir puntos.

—Ese suéter es horrible. —Digo, con una sonrisa en mi rostro mientras observo a Santiago.

—Lo sé —Su respuesta es divertida, y lo veo presionar el número cuatro en el panel—. Mi madre me lo regaló, pero hey, lo usaré si eso significa que puedo hacerla feliz con eso.

—Cásate conmigo, y huyamos del país —La sorpresa y la diversión tiñen mis palabras, y Santiago tartamudea—. Mi padre tiene un suéter igual de horrendo que el tuyo, pero lo usa porque yo se lo regalé.

—¿El suéter rosa? —Asiento, haciéndonos reír a ambos.

—Lo encontré en una tienda de primera, y no pude resistirme a hacerle una broma —El recuerdo de la navidad pasada invade mi mente—. Pensé que terminaríamos riendo, pero simplemente lloré como una niña de seis años, mi padre dijo que no importaba que tan horrendo sea, él lo usaría solo para mantener una sonrisa en mi cara.

—Lo entiendo muy bien —El sacude su cabeza—. Desde que mi padre murió ha sido difícil, pero seguimos con nuestra vida.

—Lo siento. —La sonrisa no desaparece de sus labios mientras se encoge de hombros.

—Ya pasó —Asegura, dejándome pasar delante de él cuando las puertas se abren. No siento su mirada detrás de mí, y de inmediato noto como se iguala a mi ritmo. No intentó ver mi trasero, al parecer—. Tal vez fue lo mejor, verlo sufrir no fue bueno, pero ahora está descansando en paz.

—¿De qué murió?

—Cáncer en los huesos.

—Oh...

—Sí, oh —Suelta otra risa mientras nos detenemos frente a una puerta. El numero 20 descansaba sobre esta—. Tu nuevo departamento. —Las llaves son extendidas en mi dirección, y no dudo en tomarlas y abrir la puerta.

—Wow...

—Bueno —Santiago se ríe detrás de mí—. Creo que sería bueno conseguir más que monosílabos en esta conversación.

—Es... lindo —No puedo evitar sonreír. Aun cuando no había un solo mueble en el interior, era asombroso. Las ventanas estaban completamente descubiertas, y podía ver la vista de la calle, frente a esta había un pequeño parque—. ¿De noche encienden las luces?

—En navidad es mejor —Él indica. Esta junto a mí observando fuera de la ventana—. Todos los vecinos colaboramos para colocar un árbol en medio, con las luces y los adornos queda genial.

>>Bonita vista para una bonita mujer.

—Los halagos no sirven conmigo, señor portero. —Me cruzo de brazos. Estaba feliz. Santiago no había intentado sobrepasarse conmigo, y por esa simple razón no me alejaba. Tal vez después de todo, mi vagabundo debajo de un puente podría ser él.

—Oh —Niega, haciendo que su cabello se sacuda nuevamente—. Aun no intento ligar contigo, tengo paciencia.

Sus pies se alejan de mí, haciendo su camino hacia la salida.

>>Cuando lo intente no sabrás que ocurre, Castille.

—Suerte si lo logras.

—Bienvenida.

La puerta se cierra, y un suspiro se escapa de mis labios. Aun tenía tiempo antes de que el camión llegara. Tenía un nuevo departamento, con un portero realmente apuesto.

Mi teléfono suena, sacándome de mi ensoñación. Reviso mi bolso y, cuando doy con él, toda la atmósfera de tranquilidad desaparece en menos de un parpadeo.

Tobías: Me aseguraré de que no puedas caminar después de haberte ido sin mí.              

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