14.
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¡Nuevo capítulo en línea! Espero que les guste.
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El silencio en el gran auto era llenado por una voz algo peculiar. Andrea se había encargado de escoger el repertorio musical para el viaje, y tanto Tobías como yo nos manteníamos en silencio, escuchando atentamente cada palabra.
¿Por qué Melanie Martínez me estaba agradando más de lo que cualquier persona que conozco lo haría?
Pity party suena en el auto, y en lo único que soy capaz de pensar es en mi cumpleaños número doce. Ese año pedí una muñeca, la cual no había llegado porque mi padre estaba en servicio, ese día lloré tanto que mamá tuvo que llevarme a la juguetería para comprar la muñeca que quería.
Toda una niña mimada.
—Mi padre no va a enojarse contigo, Tobías —Al parecer, Andrea estaba feliz por no relación-nada-formal que tenía con Tobías, cosa que me dejaba un poco tranquila—. Él le lleva unos cuantos años a mí madre.
—No me preocupa tu padre —El moreno suena seguro, dándome una mirada rápida por el rabillo del ojo—. Drea es adulta para decidir por ella misma.
—Aun estoy aquí, no es como si solo desapareciera —Indico, haciéndolos reír a ambos.
Luego de la charla la noche anterior, Tobías había vuelto temprano por la mañana, indicando que el mismo nos llevaría. A lo cual no pude negarme porque, en cuanto me giré, él ya se encontraba tomando nuestras maletas para llevarlas a su auto.
Ahora, a penas ponga un pie de vuelta en casa, mis padres me abordarían en preguntas, algo que me tenía muy nerviosa.
¿Qué debía decirle?
—Ignorarte lo hace más divertido.
Pongo los ojos en blanco, sabiendo de antemano que Andrea estaba bromeando. Su cuerpo cae dramáticamente sobre el asiento, haciéndome saber que aun se encontraba completamente cansada.
—¿No quieres algo para desayunar antes de dormir, Andrea? —Tobías capta la atención de la castaña, quien no piensa antes de asentir—. Bien, cuando encontremos un lugar pararemos.
Observo de reojo a Tobías, y su sonrisa me hace sonreír.
Estaba tranquilo, la tensión de las dos semanas que habían pasado, parecían eliminarse de su sistema. Su barba se encontraba controlada, atrayéndome a pasear mis dedos por ella.
Pero no lo hago.
Sería algo incomodo con Andrea aquí.
Llevábamos tres horas en el auto, pero Tobías no daba señal alguna de cansancio. Observo a Andrea por el espejo retrovisor y le veo con los ojos cerrados, claramente dormida.
Sin decir nada, bajo un poco el volumen de la música, soltando un suspiro de alivio. Mi hermana tenía gustos algo peculiares.
—¿No estás cansada? —Tobías pregunta, su mano derecha no tarda en detenerse sobre mi pierna, apretando esta sin descaro alguno—. Puedes dormir hasta que encuentre un lugar donde desayunar.
—Estoy bien —Una sonrisa está ocupando mis labios, y no puedo evitar girarme, observando el perfil del moreno sin querer perderme ningún detalle—. ¿Listo para enfrentar la furia de un militar?
Él niega divertido, dándome una rápida mirada antes de regresar su atención al camino, sus labios se curvan para decir: —Pensé que bromeabas con eso. Nunca esperé que tu padre fuera un militar.
>>En este caso un general. Será divertido enfrentarme a la bestia.
—Mamá hará las cosas más fáciles, o al menos lo intentará —La mano de Tobías esta peligrosamente cerca de mi centro, la elección de jeans parecía haber sido algo genial, pero cuando un estremecimiento me sacude, sé que no lo ha sido. Tobías sonríe, sabiendo perfectamente el efecto que su toque me convertía en gelatina—. Es escritora.
Él no sabe nada de mi familia, ni yo de la suya. Solo conocía a Peyton, pero aun así, habíamos cruzado muy pocas palabras con la pelirroja.
—Mis padres eran abogados —Mi boca se abre, e intento decir algo, pero Tobías se me adelanta: — Murieron cuando mi hermano tenía diez y yo diecisiete.
—Oh... lo siento.
Tobías niega, manteniendo su mirada fija en el camino. Sus dedos trazan línea imaginarias en mi muslo, haciendo automáticamente que mis dedos se deslicen en los suyos.
—Está bien, fue hace mucho —Una sonrisa tira de sus labio, pero no llega a sus labios. Deduzco que no fue una adolescencia fácil para él. Perder a sus padres y mantenerse fuerte para su hermano menor—. Nuestros abuelos se encargaron de nosotros, pero no para siempre. Mi abuelo murió luego de cinco años, dejándonos a cargo de nana. Ella luego nos dejo a mí hermano y a mí hace cinco años.
>>Los extraño, sin embargo, sé que están en un lugar mejor cuidando de nosotros, al igual que mis padres.
—Mi color favorito es el rojo —musito, recibiendo una mirada confundida por parte de Tobías—. Amo ver series a media noche caer rendida sin darme cuenta. El señor Midas es como mi hijo —Miro de reojo la caja que se encontraba junto a Andrea, en el interior de esta, el señor Midas se encontraba completamente dormido, calmado gracias a un sedante—. Fue el primer gato que rescaté cuando empecé en el refugio.
—Mi color favorito es cuando te sonrojas en medio de un orgasmo —Lo fulmino con la mirada, haciendo que su sonrisa solo aumente. Era incomodo hablar de eso cuando mi hermana estaba durmiendo justo detrás de nosotros. La mano de Tobías sube hasta el botón de mi pantalón, introduciendo su gran palma en el interior del mismo, sus ojos siguen fijos en el camino, pero ahora me encuentro completamente enfocada en su toque—. Debes ser silenciosa, Drea.
Mi corazón golpetea contra mi pecho, queriendo salirse de su lugar cuando los dedos de Tobías entran en contacto con mi punto más sensible. Mis dientes se clavan en mi labio inferior, y no puedo evitar abrir las piernas para que tenga más acceso a mí.
Largos y gruesos dedos se adentran en mi interior, y debo mantenerme con los dientes clavados en la piel de mi labio para no despertar a Andrea.
Tobías me observa con diversión, y sus dedos se abren sin cuidado alguno. Un gemido se me escapa por lo bajo, moviendo mis caderas al encuentro de sus escurridizos dedos.
—Date prisa, cariño. —Su voz es tan ronca que envía una ola de placer a lo largo de mi cuerpo. Siento mis piernas tensas, mi estomago y mi pecho luchan por encontrar un ritmo normal a mi respiración, pero esta se vuelve más dificultosa cuando Tobías introduce sus dedos más profundo, haciendo que mis músculos se contraigan con furia, y explote alrededor de él.
Mi cuerpo cae pesadamente en el asiento, y observo a Tobías de reojo, sus dedos terminan en el interior de su boca, y succiona con fuerza, haciendo que un estremecimiento me sacuda.
El moreno sonríe en mi dirección, quitando los mechones que cubren mi rostro. Me siento agotada, y milagrosamente serena.
Necesitaba eso.
—Duerme un rato. —Indica, su tono no me da opción a reclamos, así que acato su orden, sintiendo como el sueño empieza a apoderarse de mí.
***
—Drea —Algo se presiona contra mis labios, y no puedo evitar que mis labios se abran, aceptando con gusto la lengua que invade mi cavidad bucal, gruesas y grandes manos se entierran en mi cintura, tirando suavemente de mi mientras suelta un gruñido cuando se aleja—. Despierta, debes comer algo.
Parpadeo, siendo arrancada del sueño en el cual me había fundido gustosamente. Intensos ojos azules me observan con diversión tatuados en ellos y, cuando me estiro, su mano sube al costado de mi pecho, acariciándome por sobre la tela de mi blusa.
—Andrea ya está comiendo, esperé a que despertaras.
—¿Qué hora es? —Pregunto, sintiéndome perdida.
—Medio día —Él indica, dándome mí espacio cuando me estiro aun dentro del auto. Su mano se extiende en mi dirección y no dudo en tomarla, mis piernas agradecen en el momento justo en que salgo del auto. Necesitaba estirarme o terminaría siendo reducida a un simple ovillo—. ¿Tienes hambre?
—Mucha —Me sincero, recibiendo un asentimiento por parte del moreno. Tobías se encarga de asegurar el auto, y llevarme hacia el pequeño restaurante. La mano de Andrea se levanta por sobre el resto de los comensales en cuanto cruzamos las puertas—. Dime que no la dejaste comer chocolate...
—¿Qué?
—El chocolate la pone muy... loca —Aseguro, sabiendo el problema que Andrea tenía con el dulce. Los cafés ojos de mi hermana se detienen sobre mí, y agradezco en silencio cuando noto que hay un trozo de pastel sin tocar—. No vas a comer pastel —Aseguro, luego de alejar el plato de su alcance—. Sabes cómo te pones.
—Soy una adolescente, Drea —dice, comiendo un bocado de lo que parecía un filete—. Siempre amaré el chocolate, pero no tengo ningún problema con alejarlo de mí.
Observo a Tobías, quien observa con atención a mi hermana menor.
—La última vez que comió chocolate de más se quebró un brazo —digo, explicando nuestra extraña conversación—. Por alguna extraña razón el chocolate le da mucha... energía.
—Me lancé por las escaleras —La castaña agrega, riendo con diversión—. Pensé que sería divertido lanzarme desde una caja, pero esta me termino expulsando y mi brazo sufrió en el proceso.
>>Aprendí la lección. Sé que no debo comer chocolate en exceso, pero un poco cada cierto tiempo no le hace mal a nadie.
—Bueno... nada de chocolate para ti. —Tobías levanta la mano, indicándole un dos al camarero que nos observa, él asiente con rapidez, regresando por su camino—. Entrarás a tu ultimo años, ¿No, Andrea?
—Si —Pongo los ojos en blanco cuando la castaña contesta mientras come. Ciertamente, ella tenía educación, la diferencia era que solo se comportaba "culta" con personas en las cuales no confiaba. Al parecer, Tobías le agradaba—. El peor años de todos —asegura, tragando—. Pero sobreviré.
>>¿Cómo se conocieron ustedes?
El tenedor de la castaña me señala, para luego hacer lo mismo con Tobías, y ambos nos miramos algo divertidos.
—Drea choco mi auto.
—Él me insultó —Arqueo una ceja en su dirección—. Luego me obligó a subir a su auto para llevarme a casa. Lo normal.
El camarero nos interrumpe, colocando dos platos sobre la mesa. Eran lo mismo que comía Andrea, lo que aumentó mi apetito.
—Sólo preparan filete en este lugar —Tobías explico, señalando mi plato—. Es el mejor por este lugar.
—Gracias —murmuro, sintiendo mis mejillas arder cuando Tobías aprieta mi pierna bajo la mesa—. Quisiera encontrar algo de leche para el señor Midas.
—Cuando termines te ocuparas de él. —Tobías indica, hablando con ese tono que no me daba otra opción a comer.
Y es cuando noto que cumplo sus órdenes, pero algo no es igual al pasado. Tobías no lo hace por complacerse, lo hace porque se preocupa y, muy en el fondo, yo lo complacía por saber eso.
Él era un hombre lleno de sorpresas.
El cual, al parecer, quería tener algo conmigo.
Algo serio.
Algo que lograría entregarme por completo.
Algo que nunca había deseado pero, ahora que se estaba presentando, no tenía duda alguna de disfrutarlo, aun cuando no durara para siempre.
La sonrisa de Tobías baila en sus labios cuando me ve obtener el primero bocado de mi carne, y ambos estamos atentos a la palabrería por parte de Andrea, la cual, toma el pastel de chocolate luego de acaba con todo su plato.
Pobre filete.
—No menciones nada sobre el cabello pelirrojo de mamá —Andrea suelta, con dirección a Tobías—. Todos le suelen preguntar si somos sus hijas por ese ligero cambio drástico de cabello.
>>La hace sentir incomoda, y sí ella se siente incómoda, el general te hará pure de papas. Hablo en serio.
—No lo asustes, Andrea —Niego, alejando el plato de mi cuando noto que mi estomago no puede con más. Tobías observa mis restos, y parece feliz cuando nota que comí más de la mitad—. Mi madre es pelirroja. Nosotras nacimos pelirrojas pero nuestro cabello cambio drásticamente. Tal vez por los genes de mi padre, nunca lo sabremos.
—Oh cierra la boca —Andrea se ríe—. El general aun me llama zanahoria, y eso que mi cabello casi es negro.
Y es a partir de ahí que el recuerdo me golpea con fuerza. Aun faltaban cuatro horas para llegar a casa, y ya podía escuchar a mi padre gritando "Fosforito" por toda la casa.
Si, justo ahora, estaba avergonzada, y eso que la vergüenza aun no empezaba.
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