10.
Siento la mirada de Tobías sobre mí, pero mi atención esta sobre la bola de pelos acurrucada en mi regazo. El tener que aguantarlo en silencio, sin saber exactamente qué decir, me hacía sentir incomoda.
—Así que... ¿Te marcharás de Santiago? —Tobías al fin rompe el silencio, luego de haberme observado durante más de una hora.
—Si —Respondo. Mi atención pasa del señor Midas a Tobías —. Aplique para la universidad de Barcelona y debo volver dentro de un mes.
—¿No pensabas decirlo nunca? —Mis ojos se levantan del señor Midas, y terminan sobre la montaña de músculos que era Tobías Vidal. ¿En serio?, ¿tenía que pedirle permiso?
—Veamos —No puedo evitar reír—. ¿Tengo que pedirte permiso para regresar a casa de mis padres? ¿Sabes que la droga llega a destruir sus neuronas, señor Vidal?
—No estoy para bromas, Drea —Su tono es osco, como si no quisiera bromear en lo más mínimo, con lo cual concordaba, yo no estaba bromeando, el tipo tuvo que haberse metido la más fuerte si en serio pensaba que yo, Drea Castille, le iba a pedir permiso alguna vez en su vida—. ¿Cuándo te marchas?
—No es de su incumbencia, Señor Vidal —Respondo, totalmente seria—. Y, si en serio tiene algo de respeto por las personas, le pido que se marche de mi departamento, estoy agotada y necesito dormir.
Tobías Vidal me observa por lo que parece ser unos minutos y, al darse por vencido, se levanta del sillón, sus ojos se desvían al gato sobre mi regazo, y luego regresan a los míos.
—No me iré —Sus palabras son firmes, cómo si no le importará mi orden—. Hoy no tengo trabajo que hacer, pero si tengo que arreglar mis asuntos usted, señorita Castille.
Mi ceño se frunce, pero no digo nada cuando lo observo tomar al gato, para luego dejarlo en el sillón que estaba ocupando con anterioridad. Cuando termina su tarea, se gira hacia mí, y no pierde el tiempo de tomarme por las manos y obligarme a levantar.
—Tobías... —Sus labios están sobre los míos antes de que mi negativa se haga presente entre nosotros, y es cuando pierdo la poca cordura que estaba intentando reunir.
Aun sin obligarme, el deseo se enciende en mi sistema, empujándome a restregarme sin vergüenza alguna contra el cuerpo del moreno.
—Tienes tantas ganas de que me pierda en ti como la tengo yo. —Mi cuerpo es elevado por los brazos de Tobías y, sin llegar a separar nuestros labios, se encarga de conducirnos hasta mi habitación.
Tobías, sin cuidado alguno, me deja sobre la cama, y soy testigo de cómo se deshace de aquel saco azul y de la camisa que cubre su torso. Sé que debo detenerlo, sé que debo detenerme, pero soy incapaz de pronunciar una sola palabra.
El estar observando a Tobías, parecía lo más correcto del mundo.
¿Sí el disfrutaba de mi un tiempo más, por qué yo no podía hacer lo mismo?
Sin darme tiempo a arrepentirme, termino frente a Tobías, sentada en la cama, deshaciéndome del botón que mantenían sus pantalones en su lugar.
Una vez que soy capaz de deshacerme de ellos, sus bóxers aparecen remarcando una gran erección. Trago duro cuando Tobías desliza sus dedos bajo mi barbilla, levantando mi cabeza.
Nuestras miradas se cruzan, y sin decirnos nada, sé lo que quiere.
Mis dedos tiran del elástico del bóxer y me deshago de él, sin llegar a desconectar nuestras miradas. Mi mano se cierra alrededor de su erección, y soy espectadora de un Tobías Vidal algo descontrolado.
—No estoy para perder el tiempo —Su gruñido sólo aumenta la excitación en mi sistema, más aun cuando tira de mi cuerpo, levantándome de un solo salto—. Estás jugando con fuego, Drea.
—Tal vez me gusta quemarme, señor. —El sonido gutural abandonando su pecho me hace saber que el tratarlo con algo de respeto, podía satisfacer mi hambre de deseo.
Tobías Vidal se deshace de mi ropa, desvistiéndome como tal muñeca de trapo, mi cuerpo es girado por las hábiles manos del moreno, y termino sobre la cama, mostrándole mi espalda desnuda a Tobías Vidal.
—Juro que un día voy a follar esa pequeña boca tuya, Drea —Sus rodillas se apoyan en el colchón, dejándome entre ellas, bajo su cuerpo. El sonido de plástico rompiéndose, me hace retorcerme bajo su cuerpo, y es cuando el aire empieza a faltarme. El sordo choque de la mano de Tobías contra mi trasero, pica, pero a la vez, alimente al cosquilleo y humedad entre mis piernas—. Sin moverte.
—Idiota —Siseo, intentando mantener la calma, pero era algo imposible cuando se tenía a tremendo hombre sobre tu espalda. Mi respiración se queda atrancada en mis pulmones cuando siento la cabeza del miembro de Tobías entrar en mi interior. Un largo y ahogado gemido se escapa de mi cuando se introduce con una lentitud alarmante, y es cuando pienso que en serio perderé la cabeza—. Demonios...
—¿Lo sientes, Drea? —Tobías gruñe en mi oído, retirándose con lentitud y volviendo a introducirse con algo de fuerza, llegando al punto exacto para arrancarme un largo gemido—. Me voy a encargar de recordarte quien estuvo estos días en tu interior...
Y, sin perder tiempo, sus caderas se empiezan a mecer con más rapidez, arrancándome palabras sin sentido mientras mis manos se aferran a las sabanas de la cama.
El cosquilleo en mi interior aumenta ante cada estocada, mis piernas se tensan, y siento como el aliento me abandona con rapidez. Tobías dice algo que no soy capaz de entender, y es cuando llego a mi límite, el grito que me abandona me deja la garganta seca, y es cuando Tobías aumenta la velocidad, dando unas cuantas estocadas más en mi interior, para terminar frenando de golpe, su cuerpo se apoya sobre él mío, sin llegar a colocar todo su peso.
—Eso fue... —murmura, moviéndose con lentitud, aun en mi interior. Y es cuando mis palabras fallan nuevamente, empujándome a presionarme contra él, iniciando sin duda alguna, la segunda ronda.
***
—¿Puedes llenar un formulario para ingresar a un gato? —Marcos esta frente a mi escritorio, dejando con cuidado una caja sobre el suelo. Mi ceño se frunce, y es cuando logro entender lo que va mal.
—Tienes que limpiar el piso, Marcos —Me quejo, negándome a moverme más de lo necesario—. ¿Acabo de limpiar y tú no puedes sacudir tus botas?
—Estoy algo apurado, Ariana puede limpiar de nuevo —El castaño indica, haciéndome rodar los ojos—. ¿Puedo dejar esto aquí?, Jacob me está esperando.
—Si —digo, refiriéndome a la caja—, ten cuidado.
Marcos se despide, agregando que más tarde me invitaría un café, a lo cual asiento sin siquiera pensarlo. Me concentro en llenar el formulario, dejando los espacios en blancos correspondiente a la descripción del animal y, cuando Ariana ingresa a la recepción, le entrego el papel sin decir nada.
—El gato está en la caja, antes de sacarlo trata de envolverlo en una toalla.
—Vale —Responde, tomando la hoja. La sonrisa de la castaña no desaparece aun cuando le entrego el trabajo, más bien, esta parece aumentar—. Alguien pregunta por ti afuera, Drea.
—¿Qué?
—No puedo decir nada más. —Ariana ignora mi mirada enojada, y desaparece detrás de las puertas que conectan al ala de felinos. Me levanto, tratando de ignorar la incomodidad entre mis piernas, y es cuando maldigo a Tobías Vidal.
Antes de abandonar el refugio, tomo mi chaqueta del perchero, y me protejo del todo el frío del exterior.
Y es cuando todo el enojo parece aflorar.
—¿Qué haces aquí? —Mi siseo llama la atención del castaño, y es cuando tengo ganas de matar a alguien. Bruno Olid, está de pie a unos cuantos metros de mí, observándome con sus característicos ojos miel.
—¿Así es como recibes a tus amigos, Drea? —La sola mención de una inexistente amistad con él, me revuelve el estomago. El sólo recordar aquella noche, me daba nauseas.
—Tú y yo no somos ni seremos amigos. —Plasmo todo el odio en mis palabras. Luego de tres años, él tenía cara para venir y enfrentarme, luego de todo lo ocurrido, luego de que había olvidado –o al menos lo intentaba-, todo lo relacionado a él—. Lo único que causas en mí es asco Olid.
Su cuerpo se levanta del auto en el que se encuentra apoyado, obligándome a retroceder sin siquiera pensarlo. Aun, luego de varios años, la sensación de miedo seguía instalada en mí, obligándome a toda costa a alejarme de aquel animal que se encontraba frente a mí.
—Lárgate antes de que llame a la policía.
—¿Y me acusarás sobre qué, Drea? —Se burla, aun manteniendo su distancia de mí. Y es cuando el sonido de otro auto llama mi atención, cuando me percato de quien es, toda la tranquilidad que necesitaba se abalanza sobre mi cuerpo y, aquella sensación, sólo aumenta cuando Tobías Vidal baja de aquel auto cargando una caja en sus brazos.
Su mirada no pierde en conectarse con la mía, para luego observar al castaño a unos cuantos metros, y me alegro cuando no se detiene hasta llegar a mí.
—¿Todo bien? —Pregunta, observando a Bruno, para luego posar sus ojos en mí. Trago duro, evitando mirar al indeseado castaño.
—Sí, sólo preguntaba por indicaciones, creo que esta algo perdido.
—Estaba buscando el camino al centro —Bruno dice, observando a Tobías—, ella sólo me decía que estaba algo desviado de mi camino.
—Demasiado —Tobías asiente, rodeando mí cintura con su brazo libre—. Debe regresar por este mismo camino y tomar el primer desvió de la derecha, de ahí no se perderá más.
—Muchas gracias. —Bruno asiente con dirección a Tobías, quien no parece querer soltarme, y es cuando inclina la cabeza, para luego terminar metiéndose en el interior de su auto.
—¿Quién era? —Tobías pregunta, sin tragarse el tema del turista perdido—. Estaba todo menos perdido.
—Alguien de quien no vale la pena hablar —musito, observando como aquel auto se aleja del refugio. Luego, queriendo pasar el mal sabor, regreso mi vista al hombre sujetándome por la cintura—. ¿Qué haces aquí?, ¿No tienes trabajo o le haces de Dios?
—¿De Dios? —Pregunta, su brazo se desliza de mi cintura, volviendo a sujetar la caja en sus brazos—. No respondas eso, sólo me enojaré y creo que necesitas sentarte hoy.
—En realidad estoy bien —digo, sin pasar por alto la mirada lasciva que me envía. Abro la puerta del refugio para que él logre entrar, y la cierro una vez que estoy dentro—. ¿Qué hay ahí?
—Digamos que hoy soy un Dios gatuno —La caja es colocada sobre mi escritorio, y no me demoro en abrirla, la sorpresa me embarga cuando los pequeños y abrigados suéteres entran en mi campo de visión—. No sé si todos alcancen uno, debes decirme cuantos más van a necesitar.
—Tobías —digo, dándole una rápida mirada al moreno. Su ceño se frunce un poco, y uno de sus pulgares limpia una lágrima traicionera que se me escapa—. Esto... esto es grandioso.
—Sólo pensé que podían necesitarlo —dice, parece algo avergonzado, pero no dudo en –prácticamente-, lanzarme sobre él y abrazarlo—. ¿Recibiré uno de estos si traigo más regalos? —Sus brazos me rodean, negándose a soltarme, y es cuando una garganta rompe el momento, haciendo que la vergüenza me caiga como un balde de agua fría.
—Yo... lo lamento. —Me separo del Tobías, pero él no me deja ir tan fácilmente, su brazo aun se mantiene en mi cintura cuando Jacob entra en la ecuación. El alto castaño nos observa a todos, y luego posa sus ojos sobre la caja en mi escritorio. Marcos, quien interrumpió nuestro abrazo, me mira completamente avergonzado.
—¿Qué es eso?
—Algo que abrigue a los gatos del frío —Tobías responde a Jacob, totalmente serio—. En el pronóstico avisaron que haría más frío y los vientos aumentarían su velocidad.
—Tobías está donando ropa para los gatos, ¿Puedes entregarle la caja a Ariana? Puede que esté ahí.
—No necesitamos sus donaciones, señor Vidal. —Abro la boca para decir algo, pero Jacob se pierde detrás de las puertas del ala de los caninos, dejándome con la palabra en la boca.
Marcos me mira, y parece entre arrepentido y enojado, pero todo parece mejorar cuando Nora y las gemelas cruzan las puertas.
—Hace demasiado frío —Se queja, Lila, observando algo confundida la escena—. Por las caras que tienen puedo adivinar que Jacob hizo su berrinche del día, ¿no?
—Es tu hermano —Respondo, sin saber exactamente que decir—. Tú debes conocerlo más que yo.
—Ignora a Jacob, Drea —Nora extiende la mano hacía Tobías, sin siquiera esperar mi presentación—. Mi nombre es Nora, y por todas las lenguas flojas que tengo por trabajadores intuyo que usted es Tobías Vidal. ¿En que podemos servirle, señor Vidal?
—En realidad —Tobías señala la caja, la cual parece llamar la atención de todos—, traje algo de abrigo para los gatos. Aunque se pueden proteger con su pelaje, el frío suele ser muy cruel a veces.
—Genial —Lila dice, tomando uno de los suéteres—. Muy poca veces recibimos donaciones de este tipo, le vendría muy bien a los pobres gatos.
—Nunca tuve una mascota cuando fui niño, y espero que con esto esos gatos encuentren una buena familia —Los gruesos dedos de Tobías se filtran por el interior de mi blusa, terminando haciendo pequeños círculos en mi piel, enviando corrientes eléctricas a todas mis terminaciones nerviosas—. Si no son suficientes, háganmelo saber, me encantaría ayudarles con la cantidad necesaria para que todos estén bien cubiertos.
—Bien —Nora sonríe—, luego de conocer a Drea y a unos de sus novios, puedo decir que usted es el único que siente algo de pena por los animales. Muchas gracias, señor Vidal.
Ignoro la sonrisa de Tobías cuando Nora lo llama "mi novio", lo cual, al parecer, estaba tornándose más real que mi propia soltería.
Tobías Vidal podía ser un arma peligrosa de amabilidad, pero yo estaba conociéndolo, o al menos eso parecía hasta que había llegado con aquella caja.
Al parecer, no sólo yo era una amante de los felinos, y esa idea me fascinaba.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro