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22 | Inesperado


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CAPÍTULO VEINTIDÓS
INESPERADO

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NARRADOR

—¿Cómo está tu mano? —pregunta Nathaly revisando a su hermana. 

Samary tenía una curita con dibujos infantiles en la palma de su mano debido a una herida que se hizo mientras descargaba su ira.

—Ya está mejor —musita Samary con una pequeña mueca—. Valió la pena cortarme la mano para sacar tanta frustración —comentó riendo.

—¿Cuándo fue la última vez que hiciste esto? —pregunta curiosa Nathaly mientras deja a un lado el botiquín de primeros auxilios.

—Contigo, ¿no te acuerdas? —pregunta Samary con una sonrisa—. Cuando papá falleció, luego de eso no me había atrevido hacer porque era algo que hacíamos los tres. ¿Cuándo fue la última que lo hiciste?

—Unas semanas antes de que me enfermara por esas pastillas —explica la mayor—. Tenía mucho estrés por culpa de mamá y la universidad.

—¿Y ya te va mejor en la universidad? —se interesó Samary acomodándose mejor en el sofá.

—Sí, aunque no es fácil seguir una carrera que te han obligado a elegir —comenta con una mueca Nathaly y Samary siente mucha pena por ella.

La situación de Nathaly había sido casi la misma de Samary, obligada a seguir la carrera que su madre eligió por ella. La diferentes es que Samary todavía tiene oportunidad de elegir su destino, aunque ella no lo vea con claridad.

—¿Todavía hay helado de chocolate? —pregunta Samary cambiando de tema.

—Sí, ya te sirvo —se levanta del sofá y se dirige a la cocina—. ¿Oye, te parece que hacemos comida o salimos a comer? —pregunta al tiempo que retira el helado de la nevera.

Samary observa la hora de su celular.

—Son seis de la tarde y a esta hora hay tráfico en la ciudad —opina Samary—. Además, ambas sabemos que nos demoramos mucho para una simple salida.

—Está bien. ¿Pizza o Hamburguesa?

Samary se quedó callada, le gusta mucho la pizza, pero la Hamburguesa... la Hamburguesa le recordaba a Pablo.

Samary enterró su cara en la almohada y soltó un gemido de frustración mientras el timbre de la puerta sonó.

—Samary —su hermana la llamó mientras se dirigía a la puerta—. Tú decídete rápido mientras yo voy a ver quién está que toca y toca la puerta.

—¿Quién viene a visitarte a esta hora? —preguntó Samary acostándose boca abajo frustrada. No quería tener que estar recibiendo invitados.

—Mejor dicho, ¿quién te viene a visitar a esta hora? —suelta Nathaly.

—¿Qué?

—Samary.

La nombrada casi se cae del mueble al escuchar esa voz.

—Pablo.

Samary parpadeó varias veces para confirmar que no estaba alucinando o soñando, pero no importaba cuantas veces cerra y abra sus ojos, Pablo seguía ahí parado, frente a ella.

—Yo los dejo solos —musitó Nathaly cogiendo el bote de helado y se fue a su cuarto.

Antes de que se encierre a su cuarto, Nathaly asomó su cabeza por la puerta y movió los labios sin emitir algún sonido a lo que Samary entendió perfectamente lo que quiso decir: "Está guapísimo".

Samary omitió las ganas de reírse y su atención se centró en Pablo, que estaba más guapo de lo normal con su chándal verde.

—¿Qué... haces aquí? ¿Cómo es que estás aquí? —pregunta Samary sin entender nada.

—Vine para hablar contigo —responde sin mostrar alguna emoción en su rostro—. ¿Puedo sentarme? —señala el puesto vacío en el mueble.

—Claro —ella musitó y colocó algunos mechones de su cabello detrás de su oreja—. Antes que nada, déjame explicarte.

Entonces le comenzó a contar todo lo que había pasado, le contó que no pudo terminar con Alexis en cuanto llegó a Panamá, le contó la discusión con Alexis y lo mal que se sintió a lastimar dos personas.

—¿No te ha escrito? —preguntó él.

—No y no lo culpo, herí sus sentimientos. No merezco que me perdone por haberle mentido y haber traicionado su confianza, debí de ser sincera con él desde el primer momento, pero... no pude, por culpa de...

Samary esconde su cara en una almohada.

—¿De quién?

—De mi madre —musitó Samary—. Ella me prohibió que terminara con Alexis.

—¿Qué ella hizo qué?

—Los padres de Alexis son adineradas y a mamá le encantó la idea de que saliera con él. Decía que sería una buena imagen para la familia y cosas así.

—¿Y tú que hiciste al respecto? —preguntó Pablo curioso.

—Al inicio no me importaba los comentarios de mamá, con tal yo era feliz con mi relación —se encogió de hombros—. Pero cuando mi papá falleció... yo quedé destrozada y cambié, sabes, cuando uno sufre por una pérdida tan grande a veces puede cambiar en ciertos aspectos.

—¿Es por eso, al inicio cuando nos conocimos, decías que la culpa la tenías tú, no él? —ella asintió con la cabeza.

—Exacto. Yo fui la que cambió. Yo ya no me veía proyectada en esa relación. Alexis deseaba cosas diferentes a las que yo quería. Y está chica de aquí —Samary se señala a sí misma— es muy fácil de manipular por su madre. Me metió ideas y por ella es que me mantenía en una relación que no quería.

—Tu madre es una víbora —suelta Pablo.

—Lo sé y lo siento por todo el enojo que te hice pasar, Pablo —musitó ella con una pequeña mueca—. Te aseguro que cuando digo que solo me gustas tú es en serio. Siento haberte hecho venir hasta aquí.

—Está bien, nena —murmuró Pablo—. Cuando te dije que estaba contigo lo decía en serio. No dejaré que tu madre te siga manipulando en tus cosas —acarició su mejilla con el pulgar su dedo—. Tú debes decidir lo que quieres.

Estos dos se abrazan. Samary se sintió atraído por el sevillano y escondió su cara en el cuello de él y aspiró su aroma mientras sentía cómo Pablo deja varios besos en su pelo. Y volvía a confirmar su teoría: se sentía mucho mejor en los brazos cálidos y reconfortante de Pablo, se sentía en paz.

—Te quiero Pablo —dice al separarse del abrazo y mirándolo a los ojos—. No me alcanzarán las palabras para agradecerte por todo.

—Yo te quiero más, novia.

Samary sonríe complacida ante la última palabra.

—Suena lindo —murmuré sobre sus labios.

—Y para que veas que soy el mejor novio del mundo, regresarás a España conmigo —dijo sonriendo.

—¿Perdón?

—¿Cómo reaccionarias si te digo que el director técnico del equipo de vóleibol femenino del Barça quiere conversar contigo?

—¿¡Bromeas!?

Samary se lanzó a su cuerpo y lo abrazó con fuerza y empezó a repartir besos por toda su cara mientras Pablo reía.

—¿¡Cómo mierda lo conseguiste!?

—Conversé con él y le hablé maravillas de ti, le comenté sobre la semifinal y asistió —explica el con una sonrisa—. Le encantó como jugaron a pesar de que perdieron, dijo que juegas increíble.

—¡En serio no puedo contigo!

La puerta de Nathaly se abrió y la chica apareció con los brazos cruzados y una expresión seria.

—Cuidadito, los besos apasionados para otro día que estoy en casa y deben respetar que yo estoy aquí —advierte la mayor de las hermanas García al llegar hacia la pareja.

—¡Nathaly! No lo vas a creer.

Samary le cuenta todo a su hermana y ella grita de emoción.

—¿Cuándo te vas?

—En dos días. El míster quiere ver a Samary el lunes en la tarde.

—Esto merece una celebración. Ya decidiste, Samary. ¿Pizza o Hamburguesa?

Samary sonrió observando a Pablo. Una hora y media más tarde, los tres se encuentran en el mueble comiendo hamburguesas con papitas.

—Solo por curiosidad... ¿qué pasaría si al señor ese le gusta como juega Samary?

—Le ofrecerá un puesto en el equipo.

—Suena increíble —opina Samary sonriendo.

—Sí, pero... ¿eso significa que te mudarías a España? —cuestiona Nathaly—. No creo que te quieras dar el lujo de comprar tres boletos en menos de un mes. ¿Y si no te aceptan?

—Hay que ser positivas y sino... bueno, siempre he querido viví allá... y así Pablo y yo no tendríamos una relación a distancia —entrelazó su mano con la de Pablo.

—Mamá se volverá loca cuando escuche eso.

—Y que lo haga, no dejaré que siga controlando mi vida.

—Ojalá pudiera ser tú, Samy —comenta Nathaly con una pequeña sonrisa—. Me alegro por ti, boba. Solo que me dolerá tener a mi hermanita lejos.

—¿Cuánto te falta para acabar la carrera de arquitectura? —se interesa Pablo.

—Un año.

—Bueno, sé que un año suena mucho, pero piensa, en un año Samary podrá adaptarse muy bien en España y cuando termines tu carrera te vienes para Barcelona y te podemos dar hospedaje —idea Pablo y Nathaly no puede estar más de acuerdo mientras asiente con una sonrisa.

—Tú sí que piensas, cuñado.

—¿Podremos? —pregunta Samary.

—Vamos a vivir juntos, ya te lo dije.

—Ni creas que estaré de metida en casa de tus padres —se niega rotundamente Samary.

—Claro que no, tendremos una casa nueva para los dos —explicó Pablo tomando su mano.

—¿Y con que plata voy a pagar? —volvió a preguntar Samary.

—No te preocupes, de eso me encargo —dijo sin gran importancia el sevillano.

—No dejaré que pagues tu solo una casa —expresó la pelirroja con una ceja alzada.

—Samary cállate y aprovecha —la regaña su hermana mayor.

Samary rodó los ojos y dijo:

—No quiero ser una mantenida.

—No te digo que seas una mantenida, pero podrías aprovechar que Pablo está económicamente bien para comprar una casa y ya con el tiempo cuando te adaptes en España y consigas trabajo podrás ir ayudándole con los gastos.

—Ya me dio miedo —musitó Samary—. ¿Y si no me aceptan en el equipo? 

—No seas pesada, claro que te aceptará. Juegas increíble y aparte... ¡Eres la favorita! —exclamó Nathaly.

—¿De qué hablas?

—Durante tu estadía en España, has conseguido muchos seguidores por tu gran trabajo en los partidos de vóleibol —explicó Nathaly como si fuese lo más obvio del mundo—. Y porque más de una ocasión te vieron con los jugadores del Barça.

—Claro que no.

—Amor, revisa tu Instagram.

Samary desbloqueo su celular y entró a su Instagram. Desde que había empezado el torneo de vóleibol no se había fijado en su Instagram.

Se llevó la sorpresa al descubrir que su hermana tenía razón. Los seguidores habían aumentado rápidamente al igual que los likes... desde gente que pregunta por Pablo y Pedri hasta gente que dice que juega increíble.

—Wow...

Esto está de locos.


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