19 | Ganamos o perdemos
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CAPÍTULO DIECINUEVE
GANAMOS O PERDEMOS
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NARRADOR
Los días en Barcelona pasaban más rápido para gusto de Samary.
Y la fase de cuartos de finales había llegado. Hoy tocaba Panamá vs Alemania. Y decir que Samary está nerviosa es poco. Ni siquiera pudo cerrar el ojo durante toda noche, estuvo caminando por su habitación, dando vueltas y pensando en las escenas imaginarias en dónde Panamá pasa a la fase de semifinales o queda eliminado.
Samary se arrepintió mucho no haber aceptado la oferta de Pablo de dormir con él en su casa. Pensó varias veces que seguramente abrazada a él hubiese tenido una linda noche.
Pero tampoco es que se negó porque no quería, más bien porque le prohibieron volver a dormir fuera del hotel.
El día de se jugaron ambos partidos, el de vóleibol y fútbol, Daniela le perdonó que Samary le avisara a última hora que durmiera afuera, pero también le pidió que fuera la última.
Con una canción alegre como Beauty and a Beat de Justin Bieber, Mariana inició al día abriendo las cortinas para que entraran los rayos de sol al cuarto del hotel y, acompañados de gritos, sus amigas pudieran levantarse.
—¡Buenos días! —exclamó la capitana por encima del ritmo de la canción—. ¡Hora de levantarse!
Samary soltó un gemido de frustración al verificar la hora de su celular. Solo había logrado dormir tres horas por culpa de los nervios.
—¿En serio? ¿Justin Bieber? —preguntó Ester, sentándose en el borde de su cama.
—Ayer fue Shawn Mendes por ti. Hoy tocó el cantante favorito de Samy —explicó Mariana, haciéndose una cola de caballo.
—Bueno, para la próxima pon Never Say Never... esa es la favorita de todas, ¿verdad, Samy? —los ojos de Ester se abrieron de más cuando observó bien el rostro de la pelirroja—. Uy, no te ves... tan bien —hizo una pequeña mueca—. ¿No dormiste bien, Samy?
—Apenas pude cerrar un ojo —murmuró en respuesta—. ¿Ustedes si pudieron dormir?
—Con una buena taza de chocolate caliente y escuchando la discografía de Gracie Abrams pude conseguir un buen sueño —admite Mariana apagando la música de Justin Bieber para entablar conversación.
—Yo tuve que ver videos de asmr —comentó Ester—. No sé cómo puedes estar tranquila, Mariana.
—No lo estoy, también estoy nerviosa —admite la capitana—. Pero de las tres una tiene que conservar la calma y me toca a mí.
—Gracias —musita Samary con una pequeña sonrisa—. Iré a darme una ducha para quitarme la cara de muerta. Por favor vayan pidiendo el desayuno.
—Claro. ¿Qué quieres para desayunar?
—Elijan cualquier cosa —Samary se encogió de hombros y se levantó de la cama—, saben que yo me adapto a lo que ustedes desean.
—O más bien te comes cualquier cosa que te coloquen en la mesa —comenta Ester riendo mientras veía como ella rebuscaba entre sus cosas.
—También.
Entró al baño y se encerró para observarse en el gran espejo que tiene el hotel. Observó su cara de muerta, despreció sus ojeras tan marcadas y, sobre todo, se preocupó al ver sus ojos un poco rojo.
Suspiró al ver la terrible imagen que tenía en frente. Hasta su cabello se ha despertado más despeinado que lo normal. Lo único lindo que observó de ella es que llevaba puesta el abrigo que se supone le iba a regresar a Pablo.
Colocó reggaetón viejo para estar más despierta, y también para que le acompañara mientras se bañaba. Unos minutos después salió del baño vistiendo una blusa blanca suelta con unos shorts y su cabello envuelto en una toalla.
—No estoy de acuerdo... me parece que deberíamos de deshacernos de esto —escuchó a Ester decir aquello.
Samary frunció el ceño. ¿De que se querían deshacer?
—¿Qué sucede? —preguntó al salir del baño—. Oh, hola Kevin —sonrió al darse cuenta de la presencia del hermano mayor de Mariana—. No te había visto.
—Llegué hace unos segundos —le comenta sonriendo—. Daniela me dijo si les podría traer esto.
Señaló hacia la cama, sobre ella había un ramo gigante de flores con dulces y una carta.
—¿Tú lo hiciste?
—No, lo manda el equipo de vóleibol de Alemania.
Samary se extrañó ante la mención del equipo rival. Se acercó a y tomó la tarjeta que llevaba consigo.
"En la competencia, la gente con pasión es la diferencia"
Suerte en el partido de hoy, Panamá ♡
Atte. El equipo de Alemania.
—Lo dejaron en la recepción y en cuánto Daniela me vio, me dijo que se lo diera a Mariana a ser ella la capitana —explica Kevin mirando a cada una de las chicas.
—Creo que son dulces originarios de Alemania —comenta Mariana leyendo la envoltura de la golosina—. Están en un idioma que no entiendo.
—¿Por qué el equipo de Alemania se está portando gentil con nosotras? —pregunta Samary desconcertada.
—No lo sé, pero no me agradan —dice Ester mirando con desconfianza el regalo.
Sin embargo, Mariana negó con la cabeza. A diferencia de sus dos amigas, ella parecía encantada con el obsequio de las alemanas.
—Seguramente solo quisieron tener un lindo gesto con nosotras —replica Mariana con una pequeña sonrisa en su rostro. Colocó ambas manos en los hombros de sus dos amigas—. Lean otra vez la frase. No importa la rivalidad, solo la pasión que tenemos al vóleibol.
—Pues, yo no comeré dulce de Alemania —se opone Ester yéndose a la pequeña sala en dónde estaba ya listo el desayuno.
—¿Samary? —la atención se posó en la pelirroja.
—¿Las demás del equipo también saben sobre esto? —le pregunta a Kevin.
—No, ustedes son las primeras.
—Debemos de comunicárselo para que nos digan que opinan al respecto —miró a Ester, la cual no dejaba de mirar con recelo el obsequio—. Pero yo si me comeré algunos dulces.
Kevin sonrío al momento que Samary guardó en su bolso los dulces alemanes.
Una hora después, Samary y Kevin estaban dirigiéndose hacia las habitaciones de Rebeca, Milena y Allison. Samary es la que lleva el obsequio en mano mientras piensa una y otra vez sobre la situación.
—¿Qué te pareció el obsequio? —le pregunta a Kevin—. Tú fuiste el que vio el obsequio primero... ¿Qué se te pasó por tu mente?
—No lo sé, Samary —él deja de caminar y la observó—. Tal vez solo quieren ser gentiles o quieren que ustedes bajen la guardia y se confíen. Los alemanes son muy competitivos.
—¿Tú que sugieres?
—Qué no bajen la guardia —responde sin dudar—. No porque ellas vengan y les sonrían no significa que les van a dejar el camino libre para la copa.
—Qué sabio.
—Pues, tú eres más sabía que yo, Samy —admite Kevin con una pequeña sonrisa—. Estoy segura de que mi hermana es muy ingenua y se creerá las cosas bonitas que el equipo contrario le diga —da un paso hacia adelante y coloca una mano sobre su hombro—. Así que te pido que no te alejes de Mariana. Ella es la capitana, pero para ella todo esto es nuevo, sin embargo, tú tienes experiencia.
—Tranquilo, Kevin —musita Samary acariciando su hombro—. Tu hermana está haciendo un bien trabajo como capitana.
—Lo sé, pero todavía tiene mucho que aprender —añade él sonriendo—. Sé que te admira demasiado y qué está aprendiendo de la mejor. De hecho, todas te admiran, incluso yo.
Samary sonrió con ternura por sus palabras. Kevin es tan dulce y Mariana tiene la suerte de tenerlo como hermano mayor. Pese ser mayor que todas las chicas del vóleibol por pocos años (algunas incluso tienen la misma edad que él) siempre ha sabido escucharlas y aconsejarlas.
—Oye, sabes que...
—¿Samary?
El corazón de Samary latió con fuerza al escuchar esa voz, ese acento.
No había caído en cuenta que se quedaron parados en los pasillos del hotel conversando.
—Pablo.
El sevillano se encontraba parado a unos metros de ellos con sus brazos cruzados.
—¿Interrumpo algo? —pregunta el sevillano con un semblante serio—. Lindo obsequio.
Samary se extrañó por su actitud tan borde hasta que se acordó que en sus manos llevaba el obsequio que les regaló las chicas alemanas. Kevin y Samary solos, el grande obsequio con flores y dulces, la mano de Kevin sobre su hombro.
Pablo estaba malpensando las cosas.
—Perdón —murmuró Kevin a Samary al darse cuenta también de la posible confusión del sevillano.
—Está bien —musitó Samary entregándole el obsequio a Kevin—. Llévales esto a las chicas y que te comenten que piensan al respecto. Cualquier duda o pregunta hacia Mariana, yo estaré ocupada.
Kevin se fue sin más dejándolos solos.
—Estás malinterpretando todo, Pablo —dijo Samary en cuento estuvieron solo los dos.
—Yo creo que lo entendí todo —dijo este serio.
Samary suspiró y se acercó a él despacio hasta llegar a escasos centímetros de él. Besó con suavidad su mejilla, sin embargo, Pablo se mantuvo quieto.
—Sabes que solo te quiero a ti —murmuró sobre su oído y tomó con suavidad sus brazos, que antes estaban cruzados—. Y siempre estoy al pendiente de ti.
Otro beso en la otra mejilla antes rodear su cuello con sus brazos y darle un cálido abrazo que no era correspondido.
—Te extrañé, nene.
Y pues... Pablo no pudo aguantar un minuto estar enojado con ella. Terminó correspondiendo el abrazo. La abrazó de la cintura de escondió su cara en su cuello porque sí, la había extrañado. Cada día se estaba acostumbrando más de la presencia de Samary, que le asustaba pensar cuando se regrese a su país.
Los últimos dos días ambos habían estado muy ocupados que apenas se vieron en los momentos de la cena.
—Pablo, cuando te digo que malinterpretaste mal las cosas, lo digo en serio —explicó Samary—. Ese obsequio no me lo dio él, sino el equipo de Alemania a nosotras.
—¿El equipo de Alemania?
—Así me quedé yo —se expresó la pelirroja—. Daniela mandó a Kevin para que nos entregue el obsequio y opináramos entre nosotras. También vino una carta con una frase sobre la competencia sana, pero, no lo sé, no me fio mucho de ellas.
—Así se habla. No debes confiar en ellas, en momentos así en las únicas personas que puedes confiar es en tu equipo.
—Escucharé las palabras del experto —señaló Samary sonriendo.
—Perdón por malinterpretar las cosas, es que los vi algo juntos y ese regalo...
—Está bien, Pablito —acarició su mandíbula—. Creo que era algo que fácilmente se podía malinterpretar. Lo bueno es que me escuchaste.
—Yo siempre te escucho, amor.
—¿Y qué haces aquí? —pregunta Samary al tiempo que Pablo pasa su brazo por su hombro y la apega a su cuerpo.
—Iba directo a tu habitación...
—No, me refiero a ¿qué haces aquí en el hotel? ¿No tenías algo importante que hacer?
—Sí, ya lo hice.
—¿Puedo saber qué era?
—Un amigo quería que hablara con un director técnico para ayudarlo con su carrera, nada relevante —explicó sin importancia mientras emprendían camino hacia la habitación de Samary, aunque ella sospechaba que ocultaba algo entre esas palabras—. Y ahora como estoy disponible puedo pasar el tiempo con la chica más guapa del mundo para que no esté tan nerviosa.
—Me conoces tan bien —murmura ella.
—¿Te acuerdas de que hace unos días propusiste ir a la piscina del hotel?
—Y tú te negaste porque estabas ocupado —Pablo asintió y señaló la maleta que traía en su espalda—. Espera, trajiste ropa para la piscina.
—Claro, nos vendría bien ir a la piscina.
Samary no podía estar más contenta con su idea. En cuánto llegó a su habitación apenas saludó a sus compañeras y rebuscó entre sus cosas algún conjunto de traje de baño que seguramente tenía por ahí.
Agradeció a los cielos cuando encontró un conjunto de dos piezas de color verde que su hermana le había hecho guardar a la fuerza.
Agarra de la mano de Pablo fueron a la piscina del hotel y fue una suerte que estuviera vacía. Se cambió en los vestidores de ahí.
Pablo también se cambió ahí y en cuánto estuvo listo se tiró de cabeza en la piscina.
—¡Ahí voy!
A Pablo apenas le dio tiempo de reaccionar en cuánto sintió como el agua salpicó por toda su cara.
Estuvieron un rato y, aunque pasaron el rato salpicando agua, nadando y bromeando. Pablo podía notar que la cabeza de Samary estaba en otra parte.
—¿En qué piensas?
—En lo que he estado pensando todo el día.
—Samary...
—Sí perdemos, me voy mañana Pablo.
—No vas a perder —contradijo el sevillano—. Panamá tiene el mejor equipo de vóleibol. Confío en que ganaran.
—Tengo un mal presentimiento, Pablo.
—No la tengas.
—Hablo en serio, Pablo.
—Yo también estoy hablando en serio, Samary —ella se apoyó en los hombros de Pablo para enroscar sus piernas alrededor de su cintura—. Todo saldrá bien.
Samary se quedó pensativa mientras él iba paseando por la piscina con ella en brazos.
—Pero quiero que pienses en la situación en la que debo de regresar a Panamá —rebatió Samary luego de unos segundos en silencio—. ¿Qué haríamos? ¿Esperar a que la universidad me dé una noticia? ¿Y si nunca recibo ninguna noticia?
—Solucionaremos las cosas —aseguró—. No creas que te dejaré irte fácilmente.
Pablo volvió a dirigirse hacia el borde de la piscina y pegó el cuerpo de Samary contra el suyo.
—Lucharé por ti cueste lo que cueste —susurró mirándola a los ojos.
Y juntaron sus labios en un cálido beso.
Entre sus brazos y saboreando sus labios, Samary podría asegurar que todo saldrá bien...
Si tan solo hubiera tenido razón.
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Estaba todo el equipo en los vestuarios, las chicas había caminaban de aquí para allá en un intento de aligerar los nervios. Samary estaba vestida con su uniforme de color verde, que lograba crear contrastante con el resto del equipo. Lucía su numero seis junto con su nombre en su espalda.
Samy García.
—Bueno chicas, recuerden no deben estar nerviosas —habló Daniela mirando cada una.
—No, claro que no —suelta Rebeca de forma sarcástica —. Si perdemos este será el fin de Panamá.
—Alemania tiene un gran equipo y para nadie es secreto —habló Milena con una mueca.
—Chicas, somos más que un equipo, somos familia desde hace años —Mariana obtuvo la atención de todos cuando habló con confianza—. Hacemos esto por amor y pasión. Así que saldremos a dar todo de nosotras, por nuestras familias y nuestro país.
Varios aplausos vinieron después de las palabras de la capitana. Se dieron abrazos entre las jugadores y entrenadores y luego salieron a la cancha.
—Santísima madre —musitó Mariana sorprendida.
—Esto está de locos —murmuró Ester viendo la cantidad de gente que estaba ahí.
Samary no podía creer la cantidad de gente que había. Los dos partidos anteriores no asistió tanta gente como ahora.
—Chicas se infartarán —comentó Allison llegando hasta el equipo con una cara de tener el chisme del año. Juntaron cabezas y escucharon con atención—. Se ha corrido el rumor de que los directores técnicos de los equipos femeninos de vóleibol de Barcelona y de Real Madrid han venido a ver el partido.
Entonces todas se miraron unas con las otras.
—Atentas, chicas —Daniela intervino en la pequeña reunión y captó la atención de las jugadores—. Este partido es importante. Quiero que sepan, que si ganan o pierden... estoy orgullosa de ustedes. Vamos por esa victoria.
Juntaron sus manos en un conteo como una forma de darle más energía al equipo, reforzar la confianza y en las habilidades de cada jugadora.
Ni siquiera volteó a mirar a las gradas, ya que eso solo aumentaría sus nervios. Su concentración estaba en las seis alemanas que estaban preparadas para dar inicio al partido.
Lo que no sabía Samary, es que ciertos ojos importante estaban puestos específicamente en la jugadora que portaba el dorsal seis.
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