17 | Partidos
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CAPÍTULO DIECISIETE
PARTIDOS
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NARRADOR
Samary se pasó una toalla por su cara quitando algún rastro de sudor en su rostro. Ester tomó de su mano y la arrastró hacia el círculo de sus compañeras en dónde todas gritaban y saltaban de emoción abrazadas de los hombros sin dañar el círculo.
Habían ganado el primer partido.
El equipo de vóleibol femenino de Estados Unidos fue un rival muy oponente y fuerte, no obstante, fue el equipo de Panamá el cuál ganó al anotar 25 puntos con una ventaja de 2 tantos.
—¡Arriba Panamá! —gritó Mariana con una sonrisa.
—¡Panamá, Panamá, Panamá!
—Felicidades chicas —habló Daniela estando al medio del círculo cuando dejaron de gritar y saltar—. Vámonos a hacer la foto grupal.
Todas asintió y siguieron a Daniela, que caminó por lo largo de la cancha hasta llegar con las estadounidenses y su entrenador.
—Bien juego —dijo la capitana, de cabellera rubia y ojos azules, observando a cada panameña que estaba frente a ella.
—Lo mismo digo —respondió Samary por Mariana, que estaba ocupada hablando con Daniela. Samary estrechó la mano con la rubia en un amistoso apretón de manos.
El camarógrafo llegó y les pidió primero una foto a las catorce campeonas de la primera jornada junto con su entrenadora y la bandera gigante de Panamá.
Samary se levantó del suelo con una sonrisa de felicidad inmensa luego de la foto y observó como Daniela se le acercaba a ella con la misma sonrisa.
—¡Samary! Quieren hacerte una entrevista para el canal de deportes internacional.
—Oh... no gracias —musitó la pelirroja negando con su cabeza—. Estoy bien, Daniela. No quiero hacer esa entrevista.
—¿Segura? —hizo notable su decepción—. Fuiste una de las mejores.
¿Hizo un buen partido? Sí, está segurísima qué se lució, pero decir que fue una de las mejores cree que es mucho. Samary es consciente del gran equipo que conforma y que cada una hizo su parte bien.
—Mejor diles que vaya Mariana, la gente se enamorará de la joven de dieciséis años que está siendo ganadora en un grupo lleno de chicas de dieciocho.
Daniela asintió antes de irse tras las nombradas. Samary sólo sonrió y empezó a caminar directo a los vestuarios en dónde ya estaban algunas chicas.
La recibió un fuerte grito y música proveniente de un pequeño parlante negro. Ella se rio y apoyó su espalda en el marco de la puerta.
—Qué tremenda fiesta tenemos aquí —dice Samary sonriendo.
—Venga, Samy —Milena toma la iniciativa que bailar por el salón—. Ven tírate unos pasos con estos cumbiones.
—Tengo prisa, me muero de hambre y mis tíos me están esperando afuera.
—Está bien, nos vemos en el partido de esta noche —comenta Ester buscando algo en sus pertenencias.
—Así que si van —pregunta Samary con una sonrisa.
—Sí, Eric nos dio ha regalado unas entradas al partido de hoy —explica Rebeca—. Se lo dijo ayer a Ester cuando salieron.
—¿Salieron? —preguntó Samary.
—Cuándo salimos al parqueadero luego del entrenamiento —explica Ester golpeando el hombro de Rebeca—. Bueno, me voy a duchar.
Ester se fue rápido antes de que Samary pueda hacerle alguna pregunta.
Samary se encogió de hombros y después de casi treinta minutos después ya estaba saliendo de los vestuarios con su maleta en mano y vistiendo un lindo vestido azul.
—Aquí viene la campeona —dice Eric sonriendo.
Las mejillas de Samary se pusieron rojas al escuchar las palabras de su primo.
—Estuviste increíble, Samy —asegura su tío abrazándola—. La mejor.
—Exageras, tío —musita la joven al separarse de su tío y acercándose a tu tía.
—Claro que no, Samary —la reprende la mamá de Eric cuando la tiene entre sus brazos—. Tu tío tiene razón.
Y entonces Samary se sintió la más afortunada de tenerlos. El amor que les brindaba esos dos era increíbles y también el cariño de su primo Eric.
Samary se volteó y, un poco alejado, estaba Pablo con otro ramo de flores.
—Hola guapo.
—Hola hermosa —la apegó a su cuerpo en un abrazo cálido—. Te traje este pequeño obsequio, felicitaciones por la victoria.
—No tenías que, Pablito —murmura ella besando su mejilla—. Gracias. Te quiero un mundo entero.
—Yo te quiero una galaxia entera, Samy.
Samary sonrió complacida antes sus palabras y volvió a rodear su cuerpo en su abrazo. Pablo es todo lo que está bien en este mundo, conoce cómo y las palabras exactas para hacer que su corazón golpee con intensidad su pecho y sus mejillas se tornen rojas.
Pasan la tarde increíble en un lindo almuerzo en dónde hay anécdotas, risas, aplausos y halagos. Samary estuvo toda la cena con una sonrisa en su rostro, se sentía feliz de sentir el calor de una familia y desde hace meses que eso no existía en su casa. Además de que era increíble poder compartir tiempo con su familia y su interés romántico. Aunque claro, por más que la cena haya sido increíble, a Samary le faltaba dos cosas esenciales, su padre y su hermana.
Una hora después Pablo y Samary se encontraban en el auto del sevillano, rumbo a su casa. De fondo se escuchaban las canciones de Myke Towers mientras ambos deportistas cantaban sin ser tan buenos en el canto.
Pero en cuento "Explícito" dejó de sonar, Samary le bajó el volumen para no escuchar la próxima canción que vendrá.
—¿Sabías que Ester y Eric salieron? —preguntó Samary apagando su celular y centrando la atención en Pablo.
Con la mano libre, Pablo se rascó la nuca y no se atrevió a mirarla y solo se centró en la carretera como si fuese lo más interesante en este mundo.
—¿En serio? —fingiendo un tono de sorprendido—. No lo sabía.
—Lindo, te conozco y sé que me estás mintiendo.
Pablo suspiró justo cuándo el semáforo se colocó en verde y paró el carro. Se atrevió a mirar a Samary, que, con los brazos cruzados, lo miraba expectante a que dijera algo sobre el tema.
—Está bien, si lo sabía.
—¿Y no planeabas contarme? —soltó una risa incrédula—. Así vamos, Pablito.
—Amor, Eric me pidió que no te contara —habló Pablo colocando su mano sobre el muslo de la pelirroja y dándole suaves acaricias.
—¿Por qué? Soy su prima y ella es mi amiga, y compañera de equipo —señala Samary apoyando su brazo sobre el ventanal—. Esos dos se atraen y tú lo sabes Pablo Martin.
—Él tenía miedo de que te enojes —musita el sevillano—. A él realmente le gusta mucho esa chica.
—¿Por qué me enojaría? Me alegra que esos dos se gusten, aunque también es un poco raro, él es mi primo y ella me amiga... pero me agrada.
—Bien, si le llegas a decir que lo sabes no le digas que yo te lo dije.
—Cómo digas, lindo —acarició su mejilla—. Aunque fui yo la que lo deduje.
Unos minutos después el carro fue estacionado frente a la casa de Pablo. Samary se bajó del auto y en cuánto llegó a lado del sevillano, este la abrazó y caminaron juntos hasta llegar a la puerta y abrirla.
—Me siento cansada —comenta Samary sentándose en el mueble.
—¿Quieres algo de tomar, amor?
—Estoy bien, nene —responde ella recostándose en el mueble—. Solo quiero descansar un ratito.
Pablo asintió y dejó un beso en su frente para luego irse a la cocina y buscar algo de tomar. Se sirvió jugo de naranja en un vaso y en menos de un minuto se lo acabó.
Dejó el vaso en el fregadero y volvió a la sala. Esperaba encontrarse la televisión prendida, pero la sala estaba toda silenciada.
—Samy, si quieres pon algo para ver en la tele...
Se interrumpió a sí mismo al ver a la pelirroja dormida en su mueble. Sonrió inconscientemente y se sentó en el pequeño espacio que había.
—Samy, vamos a mi cuarto a que duermas —musitó acariciando su cabello—. Estarás más cómoda ahí, amor.
La chica solo negó con su cabeza sin abrir los ojos.
Sin hacer caso a su respuesta, Pablo, con cuidado, cargó en sus brazos a Samary y subió las escaleras para llegar a su cuarto. Cuando entró la dejó recostada suavemente encima del colchón.
La observó como dormía más cómoda en su cama y sintió unas inmensas ganas de también dormir. El partido será hoy a las siete y pensó que no estaría mal descansar unas dos horas antes de alistarse para ir al estadio.
Pablo sacó su celular y colocó una alarma para que los levante a ambos en unas horas. Se retiró la camisa y se tumbó a lado de Samary, quién, al sentir su presencia, se abrazó a su cuerpo y apoyó su cabeza en su pecho. Pablo con una mano rodeo su cintura y con la otra empezó a darle pequeños masajes en su cabello mientras él poco a poco caía rendido en los brazos de Morfeo.
Para cuándo faltaban veinte minutos que la alarma sonara, Samary abrió los ojos. Ya no tenía su cabeza sobre el pecho del chico, pero sintió el peso de un brazo rodeándole el cuerpo y como su espalda estaba apegada al pecho del sevillano. Sentía como el rostro de Pablo estaba detrás de su cabeza y podía escuchar sus suaves respiraciones en su oído.
Era una sensación extraña, pero que le gustaba. Tenía mil sentimientos revueltos en su interior.
Se giró suavemente sobre la cama para quedar frente al sevillano. Se encontró con un Pablo sin camisa, con el pelo despeinado, y que respiraba tranquilamente. Observó la imagen por unos incluso minutos queriendo grabarse en la mente cada mínimo detalle del Sevillano porque cuando tengan que separarse lo extrañará muchísimo, apreció desde su boquita rosada abierta hasta cada lunar en su rostro.
Samary miró la hora... 5pm. Sabía que era hora de levantarse porque Pablo tiene que alistarse y llegar más temprano que los aficionados.
Mordiéndose el labio, Samary se sienta a ahorcadas de él y empieza a repartir besos por toda su cara.
—Alguien se despertó de buen humor —dice con la voz ronca sin abrir los ojos, pero con una sonrisa en su rostro.
—Dormir contigo siempre será una bendición —Samary le acaricio el pelo y deja un beso en su frente—. Vamos levantándonos porque tienes partido.
—¿Y si nos quedamos aquí acurrucados en camita? —propone Pablo empezando a dejar besos húmedos por el cuello de la chica.
Samary suspira y trata de tomar aire y pensar con claridad porque tener a Pablo dejando besos húmedos por su piel más sensible no ayuda. Quedarse en cama con él es una opción tentadora, pero Pablo tiene sus obligaciones con el club.
—Pablo, tienes partido... recuerda que juegas contra el Atlético de Madrid.
Al escuchar esto Pablo quita su cara del cuello de Samary y se incorpora mejor en la cama sin quitarse a la pelirroja encima. La observa mientras acaricia sus mejillas pecosas.
—Sabes, no había notado que tienes pecas hasta que te conocí en persona —confiesa con un tono de voz tranquilo.
Samary cierra los ojos al sentir cómo una de las manos de Pablo se cuela dentro de su camisa y acaricia con suavidad la piel desnuda de su espalda.
—No me gustan mis pecas —murmura ella, apoyando su frente con la del futbolista.
—Pues a mí me encantan —contradice el, murmurando y rozando sus labios—, te ves guapísima con ellos —asegura mientras la abraza a su cuerpo—. Eres perfecta, Sam.
Pablo logra sacarle una sonrisa a Samary y juntan sus labios en un tierno y suave beso fugaz mientras ambos corazones martillean contra su pecho a altas velocidades.
—Eres todo un romanticón —suelta Samary al separarse del beso.
Pablo sonríe y apoya su cabeza en el hombro de Samary y ella entierra su mano en su pelo desordenado.
—Solo tú sacas esa faceta de mí —susurra en su cuello y deja un beso ahí—. Es mejor que nos movamos de esta cama ahora o estaremos aquí toda una vida —dice al sacar su rostro del cuello de la pelirroja.
Samary siente cómo Pablo coloca sus manos sobre su culo antes de levantarse de la cama y dirigirse al baño. La deja sentada en el lavabo mientras él empieza a quitarse la camisa frente a sus ojos. Para Samary es imposible no observar cada movimiento de él y más si está desviándose frente suyo.
Pablo la atrapa con la mirada y suelta una carcajada cuando ella mira hacia otro lado.
—Qué guapa te ves sonrojada, amor —suelta Pablo dejando un beso sonoro en su mejilla antes de entrar a la ducha y ahí quitarse las demás prendas.
Samary toma aire tratando de calmar su corazón, que está golpeando su pecho con demasiada intensidad. Incluso cuando sabiendo que ambos se gustan, Pablo causa varias emociones explosivas en ella.
Se baja del lavabo y se lava la cara. Se seca con una toalla que tiene ahí y sale del baño y baja a la sala en busca de sus cosas.
De su maleta saca unos jeans, una camisa y su bolso de maquillaje. Entra al baño de la planta baja y pone a cargar su celular mientras pone música. Se deshace del vestido azul que estuvo portando todo el día y se coloca los jeans negros, que alguna vez fueron de su hermana, junto con una blusa roja.
Observa la hora de su celular y trata de maquillarse lo más rápido que puede mientras la música se reproduce.
—¿Samary?
La voz de Pablo llamándola por la casa hace que Samary le baje el volumen a su celular y se asoma a la puerta.
—¡Estoy en el baño! —grita ella.
La puerta se abre de par en par dejando ver a un Pablo unos pantalones cargo verde, una sudadera blanca de polo con capucha y sus Jordans blancas.
—Que guapa —suelta él mirando a la chica de arriba hacia abajo—, ¿pero no te vas a poner la camisa?
Entonces Samary se voltea confundida con su labial en mano.
—¿Qué camisa?
—No me digas que no te la di —Pablo se golpea la frente con la palma de su mano—. Ya vengo.
Samary, sin entender a qué se refería el sevillano, guarda todo su maquillaje en su bolso y se asegura de que no que no quede nada en el olvido en el baño. Desconecta el cargador de su celular y se dirige a la sala para guardar su ropa, el cable del cargador y su bolso en su mochila.
—Me había olvidado de dártela —comenta Pablo al bajar las escaleras—. Espero que te quede, le pedí a Eric que le preguntara a Ester que talla eres.
Samary no entendió hasta que Pablo le entregó la camisa del Barcelona con el dorsal 6. Lo sostuvo entre sus manos y sintió una explosión en su barriga... había deseado por años tener una, pero nunca tuvo el dinero necesario para comprarse.
—Pablo...
—Sé cuánto habías querido tener uno, pero también sabía que no te animabas a pedir uno porque no te gusta "molestar" a los demás —hizo comillas con sus dedos. Luego se acercó a ella y la tomó con suavidad de los hombros—. Samary, no eres ninguna molestia para mí y no estás sola, nunca te dejaré sola, puedes contar conmigo para cualquier cosa.
Samary se abraza a su cuerpo y entierra su cara entre su cuello mientras disfruta de las acaricias que le brinda Pablo en el cabello. Después de tanto tiempo Samary dejó de sentirse sola, se siente acompañada y querida.
—Te quiero tonto —suelta Samary al separarse. Hace un gran esfuerzo para evitar que de sus ojos salgan lágrimas—. Eres lo más lindo que tengo.
—Desde que te conozco tú eres lo único que quiero en esta vida —asegura Pablo acariciando su mejilla.
Ambos sonríen y sus labios se encuentran en un beso suave y fugaz, pero el momento termina rápido cuando a Pablo le llega una llamada de Pedri.
—Este tonto me las va a pagar por dañarme el momento —suelta Pablo a lo que Samary se ríe por unos segundos hasta que el celular se ilumina llegando un mensaje de Sira.
—¡Pablo! ¡El partido!
—Santísima madre —observa la hora en su reloj—. Contigo el tiempo se me va volando, Samary.
—Ve a buscar rápido tu neceser y yo me colocó la camisa.
Están con las horas justas, pero existe la posibilidad de llegar. Samary entra rápido al baño y en cuánto sale estrena su nueva camisa con el nombre "Gavi" atrás.
Minutos después no encontramos bajándonos del auto en el parking de los jugadores. Sigo todavía un poco incómoda porque mientras ingresábamos al estadio había muchos fanáticos a unos metros del vehículo grabándonos.
—¿Estás bien? —pregunta Pablo acercándose a ella. Coloca un mechón de su cabello rojo detrás de su oreja y le acaricia en la mejilla antes de dejar un beso sonoro ahí—. Lamento eso. No quiero que te sientas agobiada.
—Está bien, lindo —murmura ella sonriendo un poco. Toma una de sus manos y deja un beso en sus nudillos—. Yo estoy bien. Espero que tú también estés bien y no estés nervioso por el partido —comenta Samary acariciando su mandíbula— y que no te metas en problemas —añade alzando una ceja.
—No te prometo nada, Samary —dice él molestándola—. ¿Qué? Sabes cómo soy yo en el campo, dejo todo en la cancha.
—Y yo soy la que tiene que estar sentada mientras tiene veinte paros cardíacos por verte en el suelo o enfrentándote con tipos más grandes que tú —Pablo suelta una carcajada y ella rodea su cuerpo con sus brazos—. Amor, promete que saldrás ileso.
—Te lo prometo, nena —besa sus labios—. Ya me tengo que ir y tú también ya te tienes que ir.
Señala a sus espaldas y Samary volteo encontrando a Ferran y Sira, que acaban de bajarse del vehículo del futbolista.
—Hermano —Ferran y Pablo estrechan manos—. ¿Preparado?
—Siempre —responde Pablo sonriendo.
—Mucha suerte en el partido de hoy, tontos —suelta Sira sonriendo.
—Estaré gritando a todo pulmón por ustedes —comenta Samary despidiéndose—. ¡Le mandan saludos a Eric de mi parte!
Samary y Sira van en busca de comida para cuándo el partido de inicio.
—¿Sabes si tus compañeras también se sentarán junto a nosotras? — pregunta Sira mientras se dirigen hasta donde dan la zona de primera fila en dónde están el staff y los jugarás.
—No, están más alejadas de nosotras, eso me contó Pablo —Sira asiente.
—Pedri me ha dicho que Fer se sentarán junto a nosotras.
—¿Fer? —pregunta confundida Samary.
—Su hermano mayor, es agradable... mira, ahí está. ¡Fer, acá estamos!
Samary visualiza a un chico con los rasgos similares a Pedri. En cuanto el canario escucha los gritos de Sira, guarda su celular en su bolsillo y busca con la mirada a su amiga. Él se muestra contenta al visualizarla entre tanta gente y empieza a caminar hacia ellas. Primero saluda a Sira con un caluroso abrazo, luego a la pelirroja con curiosidad.
—Ella es Samary.
—Al fin te conozco —dice Fer mostrando una sonrisa—. El sevillano hablaba hasta por los codos de ti. Un gusto Samary, soy Fer, hermano de Pedri.
—Encantada Fer, Pablo también te ha mencionado varias veces como el responsable del grupo.
—Sí, yo me encargo de que estos niños no dañen su imagen —explica sentándose junto al espacio vacío de Sira—. Gavi había mencionado que estarías presente en la cena luego del partido.
Fer no tarda en llevarse bien con Samary. Los tres hablan sobre cualquier tema trivial antes del que partido empiece. En eso Ester le manda una selfie de ella junto con Milena, Mariana, Allison y Rebeca en dónde se puede apreciar que está entre el público culé. Samary sonríe y les avisa que también está ahí, pero en unos asientos diferentes, más adelante.
El partido empieza y el corazón de Samary da un vuelco, la hermosa sensación de volver a estar en el Camp Nou después de mucho tiempo e incluso en los asientos más cercanos a la cancha.
Con nostalgia, Samary recuerda la primera vez que estuvo en el Camp Nou; Hace ocho años, una Samary de diez años había sentado entre el público y salió contentísima del estadio. Había sido la mejor experiencia de su vida porque había asistido con la compañía de su padre y su hermana. Eran los momentos de oros cuando pudo presenciar un partido de Lionel Messi, Neymar, Luis Suárez, entre otros.
Samary vuelve a la realidad cuando se escuchan gritos entre la multitud y observa a Pablo tiene la pelota entre sus pies hasta que João Félix lo tira al suelo y Pablo pierde la pelota por la caía.
«La puta madre» piensa Samary.
—Eso es amarilla —exclama Samary frustrada.
Pero el partido sigue y Raphinha es quién tiene la posesión de la pelota y avanza a gran velocidad por el lado izquierdo mientras tiene a dos jugadores del equipo contrario persiguiéndolos y terminan rodeándolo. Sin más opciones, con un pase alto y largo se la pasa a Lewandowski y éste chuta y pega directamente al palo. Los culé gritan de frustración y cuando menos lo esperan, Pedri aparece y golpea la pelota dándole directamente a la portería, marcando el primer gol del partido en el minuto 27.
Todo el estadio explota volviéndose loco mientras Sira, Fer y Samary se abrazan de alegría. El partido sigue, pero ya no existen goles y faltas graves y así Samary puede disfrutar del partido de sus dos equipos favoritos, Barcelona y Atlético de Madrid.
Cuando apenas empieza la segunda parte, Griezmann anota un gol con un pase filtrado de De Paul y, por mucho que Samary trató, celebró con pequeños aplausos el gol.
—¿Qué? Por favor, es Griezmann, no puedo no celebrar su gol —se excusó la pelirroja causándole gracias a los chicos.
El partido continúa y el Barcelona trata de salirse de ese empate. Balde corre por toda la cancha con la pelota hasta que se la deja a Frenkie. El neerlandés es empujado y se la quita João Félix, el público reclama, pero el árbitro dice que el juego siga y es entonces cuando Pablo logra quitarle la pelota y corre de nuevo hacia la portería de Jan Oblak. Centra la pelota y cuando amaga que va a golpearla directamente para la portería el arquero se tira al lado izquierdo de la portería, la pelota cae a pies de Lewandowski que le pega con la pierna izquierda y entra directamente hacia el lado opuesto de dónde está Jan Oblak.
—¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOL! ¡DE LEWANDOWSKI!
Todos los jugadores corren al extremo de la cancha a celebrar con el público. Samary grita de la emoción junto con Sira y Fer, que está grabando la gran celebración del equipo. Lewandowski hace su única celebración y así da por hecho el partido: 2 - 1 a favor del equipo Barcelona.
Esperaron unos minutos a que el estadio se vaya vaciando un poco y luego Samary siguió a los españoles que sabía dónde esperar a los futbolistas.
—Los esperamos aquí a que salgan —indicó Sira una vez que llegaron a un pasillo.
—Samary vas a la cena, ¿no? —pregunta Fer mirando a la pelirroja—. Porque sí no vas te obligaré a ir.
Samary se rio y asintió apoyando su espalda en la pared. En las dos horas que estuvo sentada junto a Fer logró conectar bien con él. Es super chistoso y carismático.
Sira pegó un grito mirando detrás de Fer. Samary se separó de la pared y se incorporó para ver quién era. Ferran que acaba de salir y Sira se lanzó a sus brazos, rodeando su cuello y besándolo.
—Enhorabuena, Ferran —dijo Samary cuando la pareja se acercó a ellos.
—Felicidades, hermano —agregó Fer.
—Gracias chicos —sonrió orgulloso.
Samary se apoyó nuevamente en la pared y se cruzó de brazos mientras escuchaba a Ferran que comentaba que en el vestuario es pura alegría por la victoria. Ella sonrió y se cuestionó que tan alegre ha de estar Pablo por la asistencia del partido de hoy, seguramente con una sonrisa gigante.
Pero la pelirroja no tuvo que pensar tanto, ya que Pablo salió por el mismo lugar que Ferran y se acercó directamente a ella con una sonrisa que no le cabe en el rostro y con brazos abiertos.
—Jugaste increíble —murmuró Samary en su oído.
Pablo se separó solo para observar su cara de orgullo. Dejó un beso su frente y acarició su cabello.
—Gracias guapa —dijo separándose de ella, aunque dejando una mano sobre su cintura.
—¿Quiénes nomás faltan? —pregunta Ferran a Pablo.
—Balde, Eric, Ansu y Pedri ya están cambiados, pero están ocupados hablando algo con Xavi.
—Bueno, entonces podemos ir yendo.
—Claro.
Una hora después todos estaban sentados alrededor de una mesa grande disfrutando de la cena en un restaurante lujoso y carísimo con la mejor vista de Barcelona.
—Fue una suerte que Pedri estuviera ahí o Gavi se hubiese metido en problemas por milésima vez —señaló Balde riendo.
—Sí cabezón, para ser pequeño te enfrentas con puros gigantes —apoyó Pedri tomando un sorbo de su bebida—. Un día de estos nos arrancarán las cabezas a ambos.
Pablo rodó los ojos y se rio suavemente porque por más que lo molestaran tenían razón, pero no era algo que hacía a propósito, simplemente su carácter cambia cuando está en la cancha. Tomó agua en silencio mientras extendía su mano a la silla de Samary.
Samary, por su parte, conversaba con Fer mientras comía pizza. Se pasó una servilleta por la comisura de sus labios mientras que toda su atención estaba en el chico de Tenerife.
—Tengo un amigo estudia ahí —le comentaba Fer a la panameña—. Le puedo decir que en estos días que nos ayuda para que nos muestre las instalaciones de la universidad.
Samary asintió agradecida, pero no del todo feliz. No le emocionaba la idea de ir a ver el lugar, pero sentía el deber de estar informada de cómo es la universidad a la que debe asistir.
—Samary, ¿Cuánto tiempo te quedarás aquí? —pregunta Pedri con curiosidad.
—Depende —Samary se encoge de hombros—. Si el equipo de vóleibol gana los dos siguientes partidos, me quedo unas dos semanas más para las finales.
—Ya verás que ganará, es la mejor —asegura Eric sonriendo y guiándole el ojo.
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