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16 | Netflix

NOTA DE AUTORA

Holis, en este capítulo habrá contenido para adulto 
Si les incomoda y no quieren leer, pueden saltar hasta cuando vean estos emojis ❣️❣️


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CAPÍTULO DIECISÉIS
NETFLIX

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SAMARY GARCÍA

Luego de una mañana y tarde llena de risas y sonrisas recorriendo los lugares más lindos de Barcelona, verifiqué la hora en mi celular y decidí cuál sería la siguiente parada grupal. Yo iba en el asiento del copiloto en el auto de Eric mientras hablábamos sobre cualquier cosa entretenida. A unos pocos metros nos seguía Pablo conduciendo sin perder de vista el auto blanco.

Terminé de tomarme una foto justo cuando mi primo estacionó el vehículo a las afueras de la casa de los García. Miré a todos lados a través de la ventana y sonreí cuando aquella vista familiar me llenó de entero nostalgia en mi corazón.

Me bajé del auto con mi cartera y un pequeño obsequio para mi tía favorita. Justo en ese momento observo como el carro conducido por Pablo se estaciona detrás del de Eric y segundos después el dueño se baja del vehículo, con la compañía de Pedri.

—Hace seis años que no venía a tu casa —le comenta con una sonrisa a Eric mientras espero que Pablo y Pedri se nos acerquen.

—A mí me alegra que estés por aquí después de tanto tiempo, Samy —Eric me sonríe y mira a mis espaldas—. Vamos chicos, nos están esperando.

Caminamos detrás de Eric para finalmente ingresar al hogar, en dónde inmediatamente se escucharon gritos de alegría y festejos.

—¡Qué alegría verte, Samary! —exclamó la madre de Eric más que contenta. Me envolvió entre sus brazos con fuerza—. Te echaba mucho de menos.

—Yo igual te extrañé, tía —contesté un poco apretada por los brazos—. ¡Te traje un obsequio!

Una vez que mi tía se separó de mí para abrir su regalo, el papá de Eric abrió sus brazos y yo no dudé los segundos en saludarlo.

—Nos alegra tenerte de vuelta después de tanto tiempo, debiste de habernos avisado que vendrías —comenta mi tío sonriendo y despeinando mi cabello—. ¿Cómo te ha tratado estos últimos años, Samy? Veo que vienes bien acompañada —señala él mirando a Pablo y Pedri.

Mis mejillas se tornan rojas cuando mis ojos conectan con la mirada de cómplice de mi tía. Me mira con una mirada de "¿Cuál de ellos es tu chico?" yo solo corro mi mirada hacia Pablo, que es el primero en acercarse a mi tío y estrechar su mano.

—Un gusto verlo, señor García.

—¿Cómo ha estado? —complementa Pedri copiando su acción.

—Muy bien, muchachos —sonríe aceptando el saludo de los futbolistas—. Es bueno saber de ustedes y volver a ver mi sobrinita después de tanto tiempo, cuando recibimos la llamada de Eric nos pusimos muy contentos.

—Y yo igual. Volver aquí me llena de alegría —digo con sinceridad mientras mi tío me abraza por los hombros.

—Bueno, vamos a comer que la comida de enfría —anuncia mi tía con una sonrisa que no se le puede decir que no.

Todos seguimos a mi tía al comedor mientras continuamos conversando sobre cualquier tema que es sacado al aire. En cuanto me senté a mi lado apareció Pablo con su sonrisa. Yo tenía mi mano reposada sobre mi muslo y sentí como la suya acarició mis nudillos con su pulgar.

—¿Cómo está Nathy? —pregunta mi tía mientras me sirve la comida.

—Ella está bien, está cursando su tercer año universitario.

—Me parece que en poco tiempo tendremos a una arquitecta en la familia —dice sonriendo mi tía—. ¿Y tú, Samy? ¿Sigues con las ganas de venir a estudiar aquí?

—Sí, hace poco hice el examen para entrar.

—Estoy segura de que entrarás, Samy —alaga Eric—. Eres todo un genio.

—Sabes que si necesitas alguna ayuda en dónde quedarte puedes contar con nosotros —miro a mi tío que habla en serio, pero sin quitar la sonrisa de orgullo en su rostro.

Yo asiento sin decir nada, aunque en el fondo soy consciente que no sé cómo pedirle ayuda a alguien.

Giro con mi cabeza con suavidad y me encuentro con la mirada de Pablo qué, por su cara, tenía la sospecha de que me estaba estudiando mi comportamiento cuando mis tíos tocaron el tema de la universidad. Yo miró a Eric como si fuese la cosa más interesante solo para no tener que observar los ojos interrogatorios del sevillano.

El día transcurrió de maravilla. Para mis tíos siempre era una dicha compartir en familia y tenerme en su casa les contentaba demasiado. La comida de mi tía estuvo maravillosa y fue acompañada de una extensa charla de sobremesa que llevó anécdotas y muchas risas, muchas de ellas dejándome en vergüenza en frente de Pablo y Pedri.

Luego de la cena agradecí a mis tíos por haberme recibido con los brazos abiertos y les aseguré que volvería a visitarlos durante esta semana. Salí de la casa acompañada de los tres jugadores.

—¿Cuál es nuestra siguiente parada? —pregunto yo recostándome en el auto de Pablo.

—Yo tengo que hacer algunas cosas —responde rascándose la nuca—. ¿No te molesta que te deje a solas con Gavi?

—¿No, pero a dónde vas?

—Yo... voy...

—Va a ayudarme con unas cosas para mi hermano Fer —explica Pedri por mi primo mientras le da unos golpes en la espalda—. Espero que no te moleste que te lo robe por hoy, Samary

—No para nada —digo yo sin problemas—. Todo tuyo, Pedri.

Me despido de Eric y Pedri. Me subo al auto de Pablo en el asiento del copiloto mientras el sevillano hace lo mismo. Veo como enciende el auto, pero no realiza ningún movimiento para moverse del lugar parqueado.

—¿Quieres ir a ver Netflix en mi casa? —me pregunta al tiempo que tamborilea con sus dedos en el volante del coche.

—Claro.

Durante el viaje vamos escuchando diferentes tipos de música. Aunque me siento nerviosa por la idea ir a su casa, vamos en silencio y es lindo porque no me siento incómoda, tal vez porque en videollamada habíamos llegado a un extremo de confianza en el que ninguno de los dos decía nada y aun así seguíamos en llamada porque nos gustaba sentir la presencia del otro.

—¿Te ha gustado España? —preguntó Pablo mientras que, con su mano libre, tomaba la mía y besaba mis nudillos.

—¿Bromeas? España es hermoso, es una pena que no tenga mi cámara en mis manos, sino estaría tomándole foto a cualquier cosa que se mueva —le comento.

—¿La dejaste olvidada? —pregunta mientras el carro para por la roja del semáforo.

—No, de hecho... —titubeo— mamá la dañó.

Dejó de mirar al frente y me observa confundido.

—¿Qué? ¿Es mentira? —negué con mi cabeza—. ¿Por qué dañó tu cámara? Era la cosa más apreciada que tenías.

—Tuvimos una discusión y... una cosa llevó a la otra.

—¿Y ahora con que tomas fotos?

—Con mi celular, pero no es lo mismo.

Él solo asiente mientras cambia de tema y yo agradezco eso porque me pone mal saber que mi madre dañó lo único referente que tenía a la fotografía.

Cuando llegamos, Pablo apaga el coche y nos bajamos de él para acercarnos a su casa.

—Siéntete cómo en casa —dice Pablo abriendo la puerta y haciéndose a un lado para que yo ingrese a su hogar.

Yo entro en silencio con mis brazos cruzados mientras inspecciono la casa con mis ojos. Era muy notable que la vida de un jugador de fútbol le traía privilegios, desde adornos modernos, hasta un retrato de él con el premio a Golden Boy que colgaba en la pared de la sala.

—¿Tus padres? —pregunto yo volteándome a veo.

—Se fueron a Sevilla —responde él apoyando su espalda en la pared—. Y creo que vuelve en dos días.

—¿Toda tu familia es de Sevilla?

—Toda. ¿Alguna vez has visitado Sevilla?

Que yo recuerde, no. He estado antes aquí en España por la familia de Eric y hemos visitado ciudades como Madrid, Girona y Getafe, pero estoy segura de que nunca Sevilla.

—No, pero he escuchado maravillas sobre Sevilla y sus tradiciones.

—¿Te gustaría venir conmigo?

—¿Perdón?

—En unos dos meses será la boda de mi primo. Mis padres están en Sevilla porque están ayudando a la pareja con los preparativos y me gustaría que fueras conmigo.

No sé qué decir al respecto. Su propuesta hace que me sonroje por el simple hecho de que me tome en cuenta, pero a la vez no estoy segura de que mi presencia sea la adecuada.

—No lo sé, Pablo —me encojo de hombro, mirándolo indecisa—. ¿No es una reunión muy familiar y privada?

—Por eso mismo —da unos pasos hacia mí y coloca sus manos sobre mi cadera, apegándome a su cuerpo—. Quisiera que fueras a la boda como mi novia oficial —murmuró sobre mi oreja.

Coloqué mis manos sobre su pecho para mantener cierta distancia entre los dos.

—No soy tu novia, Pablo —ladee la cabeza al momento que mis palabras salieron de mi boca. Me dolía decir eso en voz alta.

—No todavía —respondió él con una sonrisa juguetona—, pero te aseguro que en un par de meses los dos estaremos viviendo en nuestra propia casa.

—¿Cómo sabes eso?

—Porque es mi sueño más salvaje, Samary —admitió—. Tenerte de novia y que vivas conmigo. Que vengas a todos partidos y en todas las mañanas devorarnos las bocas en nuestra cama —mojó sus labios sin desquitar su mirada en mí—. Solo es cuestión de tiempo, sabes perfectamente que yo puedo ser mejor novio que él.

Yo soy quién corta la distancia. Disfruto de su sabor y del calor de su boca mientras mis manos acarician todo su cuello y las suyas acunan mi cara.


Contenido adulto
Saltar hasta que vean❣️


Mi lengua hace contacto con su lengua tibia y empiezan una batalla mientras que mis manos traviesas viajan por todo su cuerpo hasta llegar al borde su camisa.

Mis manos se cuelan por debajo de su camisa y me entretengo conociendo cada parte de su cuerpo. Cuando las yemas de mis dedos acariciaron con suavidad la piel de su torso tonificado, él sólo un jadeo en medio del beso. A mí también se me escapó un jadeo porque de sólo acariciar su piel podía sentir que perdía los cinco sentidos de mí.

Cortamos el beso para tomar aire por unos segundos mientras que nuestras frentes están apoyadas. Sus pupilas dilatan por el deseo y sus mejillas están rojas por el calor que ha subido en todo su cuerpo.

Vuelve a juntar nuestros labios, pero solo por par de segundos porque sus labios bajan a mi mandíbula y se queda en mi cuello y empieza a dejar varios besos húmedos y una que otra mordida. Por el placer, apoyó mi cabeza en la pared dándole más acceso a Pablo mientras mis manos vuelven otra vez a su camisa, pero esta vez para quitársela.

Tomo del borde de su camisa con la fantasía de retirársela. Se separa unos segundos de mí para poder quitársela por completo. Luego vuelvo a tomar mi cara entre sus manos y nos fundimos en un beso fugaz.

En cuanto me carga yo rodeo su cintura con mis piernas y empieza a caminar por donde se supone que está las escaleras. Sin dejar de besarme llega al piso de arriba y abre la primera puerta del pasillo.

Me deja recostada boca arriba en la cama y luego se trepa encima de mi cuerpo para besarnos. Me desabrocha el cinturón de los vaqueros y levanto mis caderas un poco mis caderas para que pueda quitármelo con facilidad.

Cuando quedo en tanga blanco de encaje, pasa su dedo índice, de una forma lenta que me tortura, por mi muslo y yo me estremezco al sentir cómo mi piel se eriza.

—Pablo, por favor fóllame —le ruego hundiendo mi cabeza en la almohada.

Siento su boca besar mis muslos suavemente haciéndome suspirar mientas veo como su dedo índice juega con el elástico de mi ropa interior.

—Cariño, he estado esperando este día desde hace mucho tiempo —dice al tiempo que abre mis piernas y en eso sus besos húmedos empiezan a acercarse más a mí centro.

Siento su boca sobre mi ropa interior y yo ya estoy jadeando mientras muerdo mi labio inferior.

—¿Puedo? —pregunta de forma provocativa.

—Si.

Con sus dedos coge los bordes de mi ropa interior antes de quitármela suavemente por los muslos dejándome totalmente expuesta de mi cintura para abajo.

Empieza a dar suaves besos por mis muslos y un gemido salvaje se escapa de mi boca cuando por fin siento su lengua succionando mi clítoris. Mi mano se aferra a su cabello mientras intento cerrar las piernas, pero es imposible porque me los está separando entre sus brazos.

Gimo alto al tiempo que empiezo a mover mis caderas contra su boca.

Mi espalda se arquea del placer porque su lengua recorre lugares que nunca nadie había hecho. Lo cojo del pelo haciendo que se levante la cabeza. Nos devoramos los labios mientras sus manos van al borde de mi camisa y en par de segundos estoy solo con un sostén.

—Me pones a cien, Pablito —le susurro antes de morder el lóbulo de su oreja y bajar una de mis manos para bajarle el cierre y meter mi mano debajo de su pantalón y tocarlo por encima de su ropa interior.

Pablo gime mientras su mano va a mi espalda y da una suave acaricia antes de quitarme con facilidad el sostén. La prenda es tirada por algún lugar de la habitación y acaricia mis pezones ya duros mientras yo bajo mis besos por su mandíbula hasta su cuello succionando su piel.

—Eres mi entera perdición, Samary —dice con su voz ronca.

Sin ya poder contenernos, Pablo se separa de mí y se quita su pantalón. Antes de que él pueda hacer algo más, yo tomo el control de la situación y lo siento en el borde de la cama y yo quedo de pie frente a él.

—¿Preservativo? —pregunto yo acariciando su mandíbula.

—Primer cajón —señala con su cabeza la mesita de noche que está junto a su cama.

Le doy un suave beso en los labios antes de buscar uno de los condones que tiene guardado. Agarro del elástico de los bóxers para bajarlos lentamente hasta quitárselos mientras no despego mi mirada de él. Abro el envoltorio y se lo coloco de forma lenta haciéndolo gemir por el contacto de mi mano con su pene.

Siento como me agarra de la cintura para acercarme a su cuerpo y yo me siento a horcajadas encima de él causando que ambos gimamos cuando Pablo estaba dentro de mí.

Muevo mis caderas contra su dureza mientras él toma mi cuello con su mano y estampar sus labios contra los míos. Nos devoramos entre jadeos sin dejar de moverme encima de él, arriba y abajo, mientras él me ayudaba agarrándome del trasero.

Me mantengo agarra de sus hombros mientras aumento mis movimientos y el calor incrementa en los cuerpos de los dos. Él empuja sus caderas hacia mí y su erección entra en mí hasta fondo.

—Me voy a correr... —jadea con dificultad en mi oído—. Me muero por ti, Sam... Eres perfecta.

—Oh, Pablo... me encantas tanto... —suelto yo entre besos con mi cara enterrada en su cuello— sigue por favor.

Ambos sentimos que estamos cada vez más cerca del organismo. Pablo me empuja hacia él y me abraza, moviéndose aún más rápido sus caderas contra mi intimidad. Y mis gemidos cada vez aumentan más.

Nuestros labios se encuentran una última vez antes de sentirme en el paraíso por unos segundos y sentir como me corro sobre su pene y mis paredes se aprietan a su alrededor al tiempo que siento su libertad. Gemimos en la boca del otro y mis uñas se clavan en la piel de sus hombros.

Nos quedamos en silencio unos cuántos minutos. Él apoya su frente con la mía y me abraza por los hombros mientras yo paso mis manos por su pelo con delicadeza mientras nos miramos en silencio y recuperamos el aliento.

—Estuvo increíble, amor —dice con una sonrisa mientras posa una de su mano sobre mi mejilla—. ¿Cuándo repetimos?

—Espérate, hormonal, que todavía me tiemblan las piernas —le digo con una sonrisa también en mi rostro.

Pablo sonríe complacido a mis palabras y luego me ayuda a salir de él de forma cuidadosa y despacio. Y cuándo apenas quedo parada frente de él, me carga entre sus brazos y se dirige a su cama y terminamos recostando nuestras cabezas en sus almohadas. Cierro los ojos al reconocer su aroma en la tela de su almohada.




❣️❣️❣️❣️





Siento como su brazo rodea mi cintura y me apega a su cuerpo. Lo miro con una sonrisa y él me la devuelve sin que ninguno diga nada por minutos, solo nos quedamos en silencio disfrutando de las acaricias y de la compañía del otro. Su mano sube y baja por toda mi espalda trazando líneas invisibles mientras que la mía está perdida en su cabello.

—¿Estás bien, amor? ¿No tienes ningún malestar? ¿No te hice daño?

Su preocupación hace que mi corazón se derrita de amor. Quiero a este cabezón con toda mi alma.

—Estoy bien, nene —murmuro yo acariciando su mandíbula y dejo un beso corto en la comisura de sus labios—. ¿Tú te sientes bien?

—Mejor que nunca, Samary —responde acariciando mi brazo—. ¿Te gustaría algo para comer aquí en la cama? —yo asiento porque luego de tener relaciones me ha dejado agotada y necesito fuerzas—. ¿Qué te parece unas hamburguesas de McDonald's?

Yo sonrío porque sé lo mucho que ama las hamburguesas.

—Me parece perfecto.

Acerco mi cara con la suya y saboreo sus labios con lentitud mientras mi corazón martillea contra mi pecho a altas velocidades.


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