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10 | Estoy viendo tus intenciones, Alexis


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CAPÍTULO DIEZ
ESTOY VIENDO TUS INTENSIONES, ALEXIS

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SAMARY GARCÍA

Apoyo mi espalda en la puerta de la refrigeradora y tomo un respiro. Necesito calmarme porque siento que me va a dar algo. Desde la mañana, en donde recibí la llamada de la amiga de mi hermana, no he podido pensar con claridad.

Luego de estar varias horas en el hospital fuimos directamente a mi casa. Alexis salió para conseguir unos medicamentos mientras yo cuidaba de mi hermana y estaba al pendiente de cualquier cosa. Apenas y había podido probar la sopa que Alexis preparó, todo este tema de mi hermana me está matando.

—¿Hey, estás bien? —me pregunta Alexis al entrar a la cocina.

Trato de hablar, pero las palabras no salen. Mis ojos de cristalizan.

—Mi hermana atentó contra su vida... sí le hubiera pasado algo malo, yo...

Alexis abrió sus brazos y me atrajo a su cuerpo.

—Está bien —me susurra—. Ya pasó, ahora ella está descansando en el sofá. Ya tiene el suero puesto, solo es cuestión de que descanse —se separa de mi cuerpo y me mira—. Tienes que ser fuerte por ella, Samary.

—Sí, lo entiendo.

—¿Quieres qué me quede un rato más?

—No, no te preocupes —me limpié las lágrimas de mis mejillas—. Tú ve a tu casa que tu madre ha de estar preocupada por ti.

—Antes de irme, quisiera hablar contigo —se sentó en una silla de la cocina.

—¿Qué sucede?

—No te preocupes, no es nada grave, de hecho, todo lo contrario —él sonríe—. Hace unos días estuve hablando con Daniela y me contó que en el equipo necesitan a una chica más.

—Estoy viendo tus intensiones, Alexis...

—El mundial de voleibol se llevará a cabo en menos de dos meses. Todavía te puedes unir, la entrenadora me explicó qué no te ha eliminado de la lista de jugadoras, solo que estás como suplente.

—No lo sé, Alexis.

—El voleibol es lo tuyo, Samary. Piénsalo bien —me dice tomando mi mano—. Dice que la federación se encargará de todos los gastos de hotel, solo tendrías que pagar la mitad del vuelo para ir a Barcelona ya que está algo caro y...

—Espera —yo sonrió incrédula—. ¿Dijiste Barcelona?

Alexis sonrió y asintió.

—Sí, los partidos son en Barcelona, y ya sabes cómo funcionan los mundiales de voleibol, mientras más partidos ganados, más días estarás allá. Podrías ir y de paso visitar a tu familia y mirar cómo es la Universidad en la que quieres entrar...

A la mierda la universidad, me interesa por fin conocer a Pablo en persona. Solo tendría que utilizar un poco del dinero que tengo guardado para pagar la mitad de los boletos de ida y de venida.

Puedo hacerlo.

—Creo que... voy a pensarlo —dije mirando el piso—. Gracias por avisarme.

—Claro —miró la hora de su reloj—. Yo llamaré a un taxi amigo para que me venga a recoger.

Nos quedamos un rato charlando sobre cualquier otra cosa mientras hacíamos tiempo para hasta que lo vengan a ver. Por mi mente corrió la idea de decirle que deberíamos de terminar, pero no creo que sea el mejor momento, no cuando me ayudó más que nadie.

—Si necesitas algo no dudes en avisarme —me decía cuando salimos de la casa.

Me sorprendió al ver que ya era de noche en Panamá, aunque bueno, no he tenido mente para otra cosa que no sea Nathaly.

—De acuerdo, cuídate y avísame cuando llegues a casa —le pedí cuando vi que se subía al taxi.

Lo acompañé hasta la puerta de la salida de mi casa y me aseguré de que la persona que la vino a recoger fuera confiable. Le pedí de favor que me avisara cuando él llegue a su casa.

Entré a la casa y verifiqué que todo estuviera en orden con el suero de mi hermana. Estaba acostada en el mueble con su mano izquierda elevada en una almohada.

—¿Necesitas algo?

—Quiero comer —se quejó Nathaly.

—El doctor dijo que puedes comer cuando se termine el suero. Ya falta poco, mira que en par de minutos ya se acaba —traté de animarla al ver su cara de tristeza—. Mira algo en la televisión.

—¿No vamos a hablar del tema? —mi hermana me mira y yo niego.

—Hablemos mañana.

—Necesito un psicólogo, Samary —reconoce ella—. De hecho, ambas lo necesitamos.

—Más barato es ir al gym que sacar cita con un psicólogo —le acaricio el cabello.

—Lo sé, solo lo decía porque es verdad —dice soltando un pequeño suspiro—. ¿Qué le dirás a mamá?

—Yo me encargo de eso, tu duerme o mira algo en la televisión y distráete un poco.

Deje que Nathaly descanse en el mueble mientras yo agarro mi celular y subí a mi cuarto.

Tenía varios mensajes de Pablo preguntando por mí y preocupado porque no le respondía ninguno de sus mensajes. Tiene sentido que se preocupe cuando yo suelo estar en casa estudiando y siempre le contesto los mensajes a tiempo y es raro de mí no contestar durante diez horas.



MENSAJES

Pablo

Hola
¿Cómo está tu hermana?
No he sabido nada de ti desde enante
¿Estás bien?
¿Te comió un lagarto?

Samary

Perdón
Estuve ocupada
Mi hermana empeoró y tuvimos que llevarla al hospital
Ahora está con medicamentos
Espero que hayas tenido un buen día
Te quiero y perdón por estar desaparecida



Dejé el celular a un lado y me sorprendió recibir rápidamente su respuesta.



Pablo

Que mal
¿Qué tenía tu hermana?
Espero que estés bien tú, Samary
Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

Samary

Hey
¿Qué haces despierto?
Se supone que allá ya es tarde muy tarde

Pablo

No podía dormir
Estaba preocupado por ti
Nunca te habías desaparecido de esa forma
Ahora me alegra saber que volviste
Y me alivia saber que tú hermana ahora está mejor.

Samary

Gracias por preocuparte
¿Te puedo llamar?
Quiero escuchar tu voz.



En par de segundos me entra una videollamada de Pablo y no tardo en contestar. Su cara de felicidad cambia al ver mis ojos llorosos y mi nariz roja. Maldije por dentro al no haberme dado cuenta de aquello. No tenía la intención de contarle mis problemas a Pablo, pero en par de segundos le estoy contando para desahogarme con él.

Le cuento que desde hace meses existe peleas y discusiones en esta casa que han llevado a Nathaly a auto lastimarse, pero omito las partes en donde mamá los castigaba con golpes.

—Poco te puedo decir, el tema es delicado —musita el sevillano—. Lo siento.

—Tuve miedo, Pablo —admito yo—. Miedo de perderla, ya perdí a mi papá, no la puedo perder a ella.

—Y no la vas a perder, amor. Ya verás que todo se solucionará en tu familia.

—Eso espero —ladeo la cabeza—. ¿Cómo ha sido tu día? Supongo que mejor que el mío.

—Ha sido muy aburrido sin tus mensajes y nuestras largas videollamadas.

—Awww. ¿No puedes vivir sin mí, guapo? ¿Tanta falta te hago en un solo día?

—Muchísima —admite y mis mejillas se tornaron rojas.

—También te extrañé, espero que mañana sea un día más tranquilo y podamos volver a la programación de siempre —digo y él ríe.

—¿Hoy no vas a trabajar? —me pregunta.

Yo miré la hora de mi celular. Siete de la tarde, ya es tarde.

—No, lindo. Y creo que mañana tampoco, toca cuidar a mi hermana.

—¿No te descontarán de tu sueldo?

—Lo más probable —me encogí de hombros restándole importancia—. Pero mi hermana es mi mayor prioridad —él asistió estando de acuerdo con mis palabras—. Ahora ya que hemos hablado hazme el favor de irte a dormir, Pablito, que mañana tienes entrenamiento.

—Está bien —dijo riendo—. Como usted mande, jefa.

—Cuídate.

Me despido de Pablo con una pequeña sonrisa pese a que las cosas no están bien en mi casa, hablar con él logra calmar mis nervios y olvidarme de los problemas.

Lamentablemente la tranquilidad en esta casa duró poco porque mamá llegó y desató una discusión más entre ella y yo.

—¿¡Nathaly estuvo a punto de morir y tú no tienes ni un grano de culpa!? —le grité a mi mamá persiguiéndola por toda la casa.

En cuánto llegó a casa y preguntó porque Nathaly tenía un suero en el brazo, evadió la culpa y se excusó diciendo que se encerrara en su cuarto porque está cansada.

—¡Yo no tengo la culpa de las estupideces que hace la zorra de tu hermana! —me gritó de vuelta.

—¡No la llames así!

Mi mamá se volteó hacia mí y de un solo manotazo me dio una gran cachetada. Mi mejilla ardía del dolor y mis lágrimas salieron, pero no formulé ninguna mueca de dolor. Yo ya estaba acostumbrada al dolor.

—Cállate, Samary —me tomó fuerte del brazo—. No haces nada más que pasarte encerrada en esta casa sin hacer nada.

—¡Trabajo todas las noches para ayudarte con los gastos de esta casa! —le grité sin poder contener mis lágrimas de impotencia—. ¡Yo mantengo esta casa limpia y ordenada mientras tú te vas con tus amiguitas hacer dios sabe qué y regresas a altas horas de la noche!

—¡Maldita puta! —recibí otra cachetada—. ¡A mí me respetas, Samary! Que soy tu madre.


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