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04 | Te digo la verdad


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CAPÍTULO TRES
TE DIGO LA VERDAD

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SAMARY GARCÍA

Despertarme temprano para desayunar rápido y luego prender la consola para iniciar una llamada con Paulo mientras jugamos algún videojuego se ha vuelto uno de los pocos hábitos favoritos que he estado haciendo estas últimas semanas. Hemos hablado todos los días. Entre Panamá y España hay 7 horas de diferencia, si ahora en Panamá son las diez de la mañana, allá en España son las cinco de la tarde.

Pero la diferencia de horas no nos impidió a ninguno. A pesar de sus obligaciones y de las mías, como tener tiempo para estudiar y trabajar, durante estas semanas he encontrado tiempo para conocer más a Paulo.

Esperé a que Paulo se conectara a la llamada mientras configuraba el juego.

—Perdón, estaba con tu primo Eric y con unos amigos más —explica disculpándose por la tardanza—. El idiota de Pedri...

—¿Conoces a Pedri? —pregunté asombrada, no me había dicho que conocía a los amigos de Eric del Barcelona. Por unos segundos se queda en silencio, tardando tanto en responder que llegué a pensar que se había ido.

—Sí, algo... un poquito —lo escucho titubear—. No hemos hablado mucho, pero es agradable.

—¿Y también conoces a Gavi?

—¡Sí! Quiero decir, he conversado con él un par de veces —comenta causal Paulo—. ¿Por qué la pregunta? ¿Acaso te gusta?

Sus repentinas preguntas me toman por sorpresa. Gavi es un excelente jugador que ha sabido lograr capturar mi atención.

—Ya sabes, él es muy lindo y atractivo —respondo mordiéndome mi mejilla interior—, y juega excelente —agrego al darme cuenta de que solo estaba hablando de su físico.

—Eso es un sí, Samary —no lo veo, pero intuyo que está sonriendo.

Yo también sonrió. La pequeña esperanza que existe de que él le hable a Gavi sobre mí hace que mi cabeza vuela.

—Ya, si dejas de molestar, puede que tenga un pequeñito crush en él.

—¿Solo pequeño? —sigue molestándome.

—Mmm... más o menos —mis mejillas arden de la vergüenza—. Y ya basta de hablar de mí. Hablemos de ti. ¿Tienes novia, Paulito? —pregunté dejando a un lado la consola de videojuego. El chico me dio una respuesta negativa—. ¿Y supongo que eres muy ligón?

—No.

—¿Por qué siento que mientes? —pregunté sonriendo.

—Vamos, Samary —dice él riendo—. Te digo la verdad.

—Mmm... Fingiré que creo en tu palabra.

—¿Y tú tienes novio? —me pregunta.

—Ehhh... —titubeo por unos segundos—. Sí, de hecho, si tengo —termino contestando algo indecisa.

—Pero no suenas muy feliz de tener uno.

—Es complicado, Paulo —murmuré—. Las cosas no están bien y siento la mayor parte de la culpa.

—No digas eso, Samary. Seguramente él es un idiota que no sabe valorarte.

—Lindas palabras —le digo ladeando la cabeza—. Pero él no tiene la culpa de nada... la culpable soy yo de que existan tantos problemas.

—Bueno, al menos espero que lo solucionen.

Cambiamos de tema porque hablar de mi noviazgo no es algo que me alegre mucho. Me di cuenta de que mientras más surgía la conversación más sonreía ante cualquier cosa que Paulo dijera, podía decirme entre una tontería o contarme alguna anécdota y yo lo escuchaba atentamente a cada palabra que salía de su boca.

—Deberíamos hacer videollamada —sugirió Paulo—. ¿Cómo sé que realmente estoy hablando con una chica?

—¿Qué? ¿Acaso piensas que soy un viejito de ochenta años? —me burlé de él.

—Puede ser —dijo él tajante—. Soy tan malo jugando que hasta un viejito me ganaría en videojuegos.

Yo solté una pequeña risa. Paulo me generaba felicidad, podría decir la estupidez más grande y yo de igual forma me reiré. Me sorprende mucho la confianza que hemos formado entre los dos con el poco tiempo que llevamos hablando.

—¿Te parece si haces la videollamada llamada mañana? Me parece que allá en España ya es muy de noche —sugerí luego de un rato.

—Sí, me parece bien —por la forma en la que lo dijo, podía intuir que sonrió—. Nos vemos mañana.

—Adiós.











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NARRADOR

El día de la videollamada había llegado. Pablo estaba muy nervioso, tanto que a la final no cumplió con su palabra porque no tuvo el valor para decirle sobre su verdadera identidad y no sabía cuál sería su reacción al ver que todo este tiempo el chico con el que hablaba le estuvo mintiendo.

Sus inseguridades empezaron a ganarle... "ella se enojará conmigo", "no me volverá hablar", "eres un idiota"

Samary

Ya estoy lista
¿Estás ahí?

Paulo

Lo siento... hoy no podré :(
¿Te parece mañana?

Samary

Oh...
Realmente me moría de ganar por conocerte
Pero bueno
Mañana será ;)



Y Pablo se sintió peor al haberle mentido












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Era el día. Pablo tenía que enfrentar sus miedos, no podía seguir mintiéndole más ni estar ocultando su cara.

Al otro lado del mundo. En Panamá donde las horas indicaban que eran 10 a.m, Samary andaba dando vueltas en su cuarto. Se sentía nerviosa al por fin conocer al misterioso chico con el que ha estado hablando. ¿Por qué se sentía nerviosa? La última que se sintió así de nerviosa fue hace dos años, cuando su relación estaba bien y su novio causaba esas emociones en ella.

Samary se sentó frente al escritorio y prendió la laptop para luego aceptar la videollamada.

—Hola.

No había nadie sentado en el escritorio. La silla negra estaba vacía y solo veía de fondo una pared azul con ciertos marcos de fotos ahí encima de una cabecera.

—Perdón, ya llegué —dijo el chico sentándose en la silla—. Estaba buscando el cargador de mi celular.

Samary se quedó sin aliento al verlo y podía jurar que se iba a desmayar en ese instante. Pablo, por su parte, sonrió al más no poder al volver a verla por fin, era ella. Con su cabello largo y rojizo, sus ojos azules, sus pecas que casi no se pueden notar por culpa de la mala calidad de la llamada y su mirada de ternura.

Y ahí mismo supo que se enamoró perdidamente de ella.

¿Cómo era posible? Sólo lo había visto pocas veces (y algunas fue en su sueño). El amor es raro cuando quiere y Pablo solo era un soldado en una guerra que estaba dispuesto a ganar.

—¿Me estás jodiendo? —fueron las primeras palabras de Samary. Soltó una risa incrédula—. ¿Eres tú?

Ahora todo conectaba en su cabeza... el acento sevillano, juega al fútbol, vive en Barcelona, como es que conoce a su primo... estaba hablando con el futbolista Gavi.

—Sé que debes estar enojada...

—Ni que lo digas, Paulo —dijo ella frunciendo el ceño. Estaba levemente enojada—. Perdón, Gavi.

—Perdóname por haberte mentido, sé que no debí de haberlo hecho.

—No, no debiste —espetó Samary. Se sentía algo traicionada—. ¿Pero qué lo hiciste?

—Me gustó el hecho de que te hicieras mi amiga por quien soy realmente y no por interés.

Y todo el enojo se esfumó. Una vez Eric le dijo lo difícil que era la vida de un futbolista, le dijo que las amistades falsas llegarían rápido al igual que las personas que te quieren hacer daño.

Cerró los ojos y tomó aire. En esta vida hay que se empática con las personas y ponerse en su situación, de otra forma, ¿de qué sirve tener amigos si no los vas a apoyar y a entender?

—Está bien —cambió su expresión por una pequeña sonrisa cerrada y Pablo pudo sentir como su corazón se derretía—. Te perdono.

—¿En serio, Samary?

—Sí, no me puedo enojar con mi compañero de videojuegos al que siempre le gano —se encogió de hombros—. Aunque es loco que este hablando con Gavi.

—¿Lo dices porque soy tu crush? —cuestionó él con una sonrisa burlona.

—Oh mierda —murmuró ella apenada.

Samary recordó cuando le confesó que Gavi le parecía realmente guapo, sin saber que estaba hablando con el verdadero Gavi.

—Te voy a matar —dijo Samary en voz vaya.

—No puedes asesinar a tu crush —dijo riendo—. Oh, mantendré este lindo recuerdo en mi cabeza.

—Claro, momentos que mantienen humilde a Gavi: "cuando habló con la chica que gusta de él" —expresa ella rodando los ojos—. No te merecemos, eres demasiado generoso para este mundo.

Pablo rio ante las palabras de Samary. Un sonido proveniente del cuarto de Samary llegó hasta los oídos de Pablo. Era un timbre de llamada.

—Me esperas un rato —pidió Samary antes de contestar la llamada—. Hola. Estoy bien... Aquí en mi casa haciendo algunas cosas... Estoy muy ocupada... Ajá... Claro, adiós.

—¿Qué pasó? —preguntó Pablo en cuánto vio que ella lanzó el celular para la cama.

—Era mi novio —contestó Samary—. El chico anda aburrido y quería que saliéramos.

—Oh... Así que... —se rascó la nuca, incómodo— hasta aquí se queda la llamada ¿Continuamos mañana?

—¿Qué? No, espera. No entiendes. Le dije que no saldré con él.

A Pablo le alegró muchísimo escuchar aquello: saber que Samary lo elegía a él antes que a su novio, pero a la vez se sentía mal.

—No quiero que te sientas obligada a quedarte aquí en llamada por mi culpa —dice él apoyando su mentón en su mano.

—No, la verdad es que no tengo ánimos de salir y menos con él. Estoy mucho más a gusto hablando contigo —sus palabras hicieron que el chico sonriera como un tonto

—Prometo que no te arrepentirás de haber elegido quedarte en llamada conmigo.



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