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CAPÍTULO DOS
LA REALIDAD AL DESPERTAR

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PABLO GAVI

Abrí los ojos de golpe encontrándome con el techo de mi cuarto y pronto sentí un vacío tan inmenso en mi pecho. Voltee mirando a mi alrededor en busca de alguna cabellera roja, pero no encontré nada. 

Me fui al baño para lavarme la cara y poder despertarme mejor. Al regresar, agarré mi celular y busqué entre mis contactos alguna señal de la pelirroja con la que soñé. ¿Había sido un sueño o un recuerdo? ¿Acaso la había imaginado? ¿Nada fue real? ¿Cómo es posible que un sueño se haya sentido tan real?

No podía ser posible. El sueño se sintió tan real, que levantarme me ponía de malas. No quería estar despierto y saber que el mejor momento que acabo de tener fue parte de mi imaginación.

Volví acostarme en la cama con la esperanza de que volviera a soñar. Cerré mis ojos y esperé a dormirme. Pasaron dos minutos, luego cuatro, luego ocho...

Nada.

Aceptar que la chica que vi en mis sueños no existe es una pesadilla para mí. Así que la busqué.

Sentía la necesidad de buscarla, de volver a tenerla conmigo a pesar de que nunca fue mía. Solo fue un sueño, pero sus abrazos, sus manos sobre mi piel, sus labios sobre los míos, sus gemidos... me estaba volviendo loco, quería encontrarla porque sabía que no era una simple chica. Era la chica de mis sueños más salvajes.

No tenía un nombre ni un apellido. Mi memoria me fallaba y no recordaba su nombre. Los días se volvieron semanas, las semanas se volvieron un mes y yo estaba a nada de rendirme, dejar de buscarla porque hasta la estaba olvidando. Poco a poco me estaba olvidando como era su voz y como era su rostro. Solo tenía en mente la idea de que la chica era pelirroja y pecosa.

Hasta que una noche Dios me sonrío, había encontrado una pista.

—Ester Segovia —leí en voz alta.

Era la cuenta de una joven jugadora de voleibol en Instagram. La foto y las publicaciones relacionadas al deporte que tenía me indicaba que no era mi chica, ya que Ester era rubia, pero en su descripción estaba la palabra "Panamá" y lo más curioso era que Eric García la seguía.

Y fue ahí cuando recordé que aquella chica misteriosa había nombrado a Eric en el sueño.

Sin pensarlo dos veces entré a sus historias destacadas. Era una suerte que tuviera la cuenta pública. La dos primeras no fueron de mi interés. La tercera era una foto de ella, otra vez, nada nuevo ni nada que me ayudara.

Y a la cuarta historia casi me desmayo.

Lo primero que vi fue su cabellera intensa roja, luego su sonrisa, igual de hermosa que en mis sueños. Y entonces escuché su voz. Era ella. Su voz dulce y suave. Lo reconocía al instante porque, durante todo un mes, fue lo que más traté de recordar todas las noches al acostarme a dormir.

La historia era un video de ella diciendo algo sobre un entrenamiento, no entendí bien, pero eso era lo de menos, la había encontrado. Abajo del video se podía ver una cuenta etiquetada.

@IamSamary

"Te amo, Samary" Recordé la frase en la que su nombre salía de mi boca.

Era ella.

No importa que tenga que hacer. Haré lo posible para acercarme a ella.

Porque si la había encontrado, si era real, si la había soñado y si el mundo me mostró una señal de vida es por algo.

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NARRADOR

Pablo podía llegar a ser muy pesado con algunas cosas. A la hora de jugar tenía un espíritu de capitán para animar a sus compañeros a que sigan jugando o que mejoren la táctica. Él sentía la camisa en su corazón.

Así mismo, sentía un hormigueo en su corazón cuando veía las publicaciones e historias que tenía Samary en su cuenta. Se había llevado una sorpresa al ver que Samary era algo conocida en internet contando con 10,000 seguidores en Instagram. Supo que ella había logrado hacerse conocida debido a los torneos de voleibol que  ha participado a lo largo de su vida (cosa que Pablo descubrió stalkeando su cuenta).

Y lo que más le sorprendió fue que ver en varias publicaciones, por no decir todas, había comentarios y "me gustas" de Eric García. Entonces fue cuando corrió a conversar con su compañero.

—Que pesado, tío —exclamó Eric golpeando suavemente su hombro—. Es mi prima. Vive lejos.

—Preséntamela.

—Si como no —dijo riendo sarcásticamente.

—Hablo en serio, me gustaría conocerla.

Eric rodó los ojos—. Mira, no te vayas a ilusionar con ella —le advirtió Eric—. Vive en Latinoamérica, es de Panamá.

—No importa.

—¿Has visto su última historia?

—No, ¿por qué?

Él soltó un suspiro y sacó su celular de su maleta. Abrió Instagram y tecleo el usuario de Samary en el buscador. Cuando se le apareció fue directamente a historia.

La guapa chica pelirroja apareció en una foto frente a un espejo. Era Samary con otro hombre. Un chico la abrazaba por detrás mientras con una canción de fondo romántica.

—Llevan dos años saliendo.

Golpe bajo.

Pablo se sintió un idiota. ¿Cómo no había pensado que aquella chica hermosa tendría novia? Pero no le importaba. Si se trataba del amor de su vida haría lo que fuera.

—No importa —repitió—, preséntamela.

—Mi prima te dejó bien embobado —se burló Eric—. Te ayudaré a que seas su amigo, pero hasta ahí. Ya verás tú se logras hacer que se olvide del novio.