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CAPÍTULO UNO
EL SUEÑO

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—Buenos días, amor.

Escuchar su voz hizo que mi latido aumentará porque era música para mis oídos. Sus cálidas manos estaban en mi cabello, que seguramente estaba hecho mierda, luego bajaron a mis brazos en donde masajes suavemente y me estremecí. El contacto de su piel contra la mía tenía un efecto especial en mí.

Me voltee a ver y era como ver a un ángel caído del cielo.

Tan hermosa y tierna que parece irreal. Tenía su cabello rojo agarrado en una coleta, sus mejillas estaban levemente rosadas y, a pesar de la poca luz que entraba en el cuarto, podía ver las pecas en su rostro. Aunque, sin duda, lo que más destacaba era la del Barça que llevaba puesta.

Yo no la conocía, nunca la había visto, pero tenía la sensación de que era la persona a la que más amaba porque mis ojos no dejaban de admirarla y mi corazón quería salir del mi pecho. Era la persona que daría todo por mí y yo por ella.

—Buenos días, mi amor —respondí con mi voz ronca—. ¿Cómo durmió la niña de mis ojos?

Las palabras salieron de mi sin ser medidas. No era consciente de lo que estaba sucediendo, pero parecía que estaba viviendo una linda historia de amor.

Ella sonrió y respondió que bien antes de acerca sus labios a los míos. Coloqué mi mano sobre su mejilla para profundizar el beso. Era como ningún otro, tan dulce y suave que se sentía como un sueño.

Ella se ve como un sueño. La chica más bonita que he visto en toda mi vida.

—¿Qué haremos hoy, mi amor? —le pregunté acariciando su brazo al desnudo—. Tengo día libre.

—Bueno, tengo dos opciones —su mano se perdió en mi cabello—. La primera es ir a la fiesta que está organizando mi primo, ya sabes, Eric solo piensa en festejar.

—¿O...?

—Quedarnos todo el día en cama, acurrucados y dándonos besitos.

—Me gusta esa idea —murmuré sobre sus labios.

Ella rio y me besó con lujuria. Me coloqué encima de ella, colocando mis brazos a sus costados para no aplastarla. Mis labios bajaron a su cuello. Mis besos húmedos hicieron que ella suspirara, una de sus manos se quedó en mi cabello y otra recorría todo mi torso desnudo.

Su ropa estaba empezando a estrobarme. Me levanté de ella para que se pudiera sentar. Hice el trabajo de retirarle la camisa y tirarla por algún lugar de la habitación. Soltó un suave gemido cuando mi lengua hizo contacto con su pezón. Lamí y chupé con diversión sus dos senos mientras que de sus labios salían en forma de pequeños gemidos mi nombre. Escucharla rogar, pidiendo que siguiera que me prendía más.

Ella es mía y yo soy suyo.

Su mano inquieta bajó a mi pantalón y masajeó por encima mi miembro que disfrutaba de su acaricia. Volvimos a unir nuestros labios en un beso apasionado. Cuando nos separamos juntamos nuestras frentes y respiramos un poco.

—Te amo, Pablo.

—Te amo, Samary.

Ella era mi paz, era mi tranquilidad y mi hogar. Me reconfortaba entre sus abrazos y acaricias. Con un simple beso y el tacto de su mano sobre mi piel mejoraba mi día.

Me sentía completo, ella me hacía sentir de esa forma, como si fuera el hombre más feliz del mundo al observarla a los ojos. Me quedé embobado mirando el azul que brillaba en ella. Sin embargo, algo más llamó mi atención. 

Al fondo de la habitación había una luz: era una lámpara y noto que tiene algo raro que no puedo explicar. Me le quedo mirándola, sin poder descifrar qué es lo que no encaja con él.