Capítulo Ocho: ¿Te escaparías conmigo?
Las personas ya no están únicamente en la mesa, se han trasladado al jardín y platican de pie. Buscamos a los padres de Lilly, que resultan ser los que corren de lado a lado preguntando por ella.
— ¡Oh, por Dios, Lilly!— grita una mujer al otro lado del jardín y camina hacia nosotros.
—Uh-oh— dice David.
— ¿dónde te habías metido? Estábamos preocupados— Lilly estrecha sus brazos y la mujer la abraza, acaricia su cabello y le besa la coronilla.
—Quería helado, tú me dijiste que podía tener helado y lo fui a buscar, pero no lo encontré. Y cuando quise regresar, Elisa me ayudó—. Dice apuntándome.
—Gracias— susurra. Besa la frente de Lilly de nuevo y se dirige a David—. Gracias a ti también—. Un hombre llega a su par y las abraza. Asumo que es el padre de la pequeña.
—Gracias, amigo— estrecha la mano de David.
—En realidad, Elisa fue quien la encontró.
—Gracias— me dice y se separa para darme la mano también.
—No fue nada.
—Lilly, despídete— ordena la mujer. Ella se voltea y pide que la bajen, abraza a David y se dirige a mí.
—Gracias, Elisa bonita—. Sonrío conmovida y acaricio su cabello.
—Procura no perderte, preciosa— ella me abraza y respondo a su abrazo, el cual me ha tomado completamente desprevenida. Se separa de mí y sus padres se despiden de nosotros. Suspiro.
— ¿Por qué ese suspiro tan... melodramático?— pregunta David, me cruzo de brazos. Aunque estamos entrando en la primavera, el clima de París a esta hora es un poco fresco, mi vestido es ligero y no he llevado abrigo.
—Es una nena divina— me limito a decir.
—Sí, le encanta mi cabello— miro su melena y sonrío mientras niego con la cabeza.
—Posiblemente todos los niños la amen porque puede ser un escondite para jugar a las escondidas.
—Siempre tan graciosa— se ríe mientras mete las manos en sus bolsillos.
—Claro que sí.
—De verdad es una sorpresa verte, iba a llamarte, pero cuando iba a buscarte recordé que no sabía tu apellido y eso hacía las cosas más difíciles—. Lo miro mientras comienzo a acariciar mis brazos para darme un poco de calor.
—No es necesario que me expliques nada.
—No, porque ahora estás aquí— sonríe y me mira, rápidamente se quita su chamarra y la pone sobre mis hombros.
—David...— reprocho.
—David nada, no sé si sea una racha tuya de encontrarnos cuando el clima s desfavorable— río por su comentario. Y es que, de alguna manera, es verdad. Siempre llovía. Y ahora hace frío.
—Marttell.
— ¿Disculpa?
—Mi apellido.
—Un placer conocerte, Elisa Marttell— se separa de mí y besa el dorso de mi mano.
Nos hemos sentado en una banca, estar con David nunca es complicado, sabe sobrellevar cualquier situaciones, me reído con él lo que no me había reído en meses. Sus comentarios torpes sobre sus compañeros hacen que mi estómago duela de tanto reírme.
—No esperaba verte aquí.
—Ni yo a ti— me limito a responder, aunque sabía que él estaría allí.
—Entonces... ¿estás saliendo con el jefe?— lo miro boquiabierta, no puedo creer que haya dicho eso.
—David...— reprocho.
—Deberías de ver tu cara— dice riéndose—. Sé por qué estás aquí. Y sé que no es por eso.
—Eres un tonto— bufo y niego con la cabeza.
—Aunque para él, tal vez, sea un punto que quiera agregar a tu contrato— susurra después de reírse. Decido no responder a eso. No ha sido mi imaginación, las atenciones dirigidas a mí no son por cordialidad y distan de ser profesionales—. Perdona, eso estuvo fuera de lugar—. Asiento y observo a las personas que se comienzan a despedir y a marcharse.
—Posiblemente sea hora de irnos, ya casi todos se están yendo.
—Sí, creo que es buena idea—. Se pone de pie y extiende su mano.
—Gracias— caminamos en silencio hacia donde quedan los últimos invitados, el señor Marchand nos observa y se dirige a nosotros luego de despedirse de tres hombres.
—Señorita Marttell, veo que el señor Luiz la ha acompañado.
—Sí, nos conocíamos de hace tiempo— responde David con una sonrisa descarada.
—Puedo ver eso— responde el señor Marchand mirando la chaqueta de David en mis hombros.
—Fue una sorpresa reencontramos— añado sonriendo—. Pero creo que deberíamos de continuar nuestro reencuentro después, me siento cansada y quisiera volver al hotel.
—Por supuesto— asiente el señor Marchand—. Permítame llamar a su chófer.
—Gracias— se da la vuelta y saca su celular. Me quito la chaqueta y se la extiendo a David—. Gracias a ti también—. Él la toma y la inspecciona, la mira y la pone doblada en su brazo como si fuera éste un gancho.
—Me gustó verte, Elisa—. Me mira fijamente. Siento un nudo en la garganta. Sonrío levemente.
—Lo mismo digo, David.
—Creo que nos veremos más seguido.
— ¿Por qué lo dices?
—Pues porque trabajarás con el club. Posiblemente tengas que entrevistar a los jugadores—. Agacho la cabeza un poco decepcionada.
—Sí, puede que tengas razón. Creo que debería de comenzar a andar—. Él asiente—. Adiós, David.
—Adiós, Elisa— comienzo a caminar y él me toma del antebrazo. Sin embargo, no dice nada, me suelta. Comienzo a caminar hasta que me encuentro de nuevo con el señor Marchand.
Posiblemente, este sea el viaje más largo de la historia. Siento que hasta los parisinos andan en cámara lenta, sin embargo, los lugares se ven borrosos. Mi cabeza está apoyada en el vidrio, no entiendo qué ha pasado. Una vez que hemos llegado al hotel, agradezco brevemente al chófer y camino determinada a llegar a mi habitación sin pausas.
—¿Señorita Marttell?— me llama la recepcionista, rodea el mostrador y camino hacia ella.
— ¿Sí?
—Buenas noches, tiene un recado— me extiende una hoja doblada a la mitad.
—Gracias, que tenga buenas noches— respondo tomándolo. Redirecciono al elevador y una vez ahí, abro la nota. Un gemido se estanca en mi garganta.
"¿Te escapas mañana conmigo? Déjame ser tu guía durante tu expedición en París, porque te conozco y sé que la harás. Paso por ti a las siete de la mañana.
-D.L."
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Me sentí de un humor estupendo después de ver el vídeo de Wildest Dreams, aunque no sean fans de Taylor, realmente lo recomiendo.
Comenten qué opinan del elenco, por fis :)
¿Qué responderían a esa invitación?
Besos y abrazos.
Lizbeth.
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