Capítulo Cuatro: Difícil de resistir
Hago una mueca mientras abro. Estoy descalza y en la ropa del trabajo.
—Hola— dice David sonriendo— ¿estás ocupada?
—Hola, debería de estarlo, pero lo cierto es que no me puedo concentrar. Pasa—. Es rara esa sensación, David automáticamente llena todo el recibidor, sonrío disimuladamente. Tal vez sea su cabello.
—¿Qué hay de nuevo?
—No mucho, me estoy aclimatando al trabajo. Me gusta— digo encogiéndome de hombros.
—Me alegro.
—¿Quieres algo de tomar?— pregunto como buena anfitriona.
—De hecho, venía a invitarte a cenar, les di el día libre y no quiero cenar solo en casa.
—Oh, sería perfecto, necesito distraerme un poco. Sólo... iré a cambiarme.
Algo maravilloso de esa vecindad era que siempre había recintos por descubrir y al estar en crecimiento constante, había lugares bastante interesantes cerca, así que podíamos ir caminando. Me he puesto unos jeans y una blusa de manga corta, además de unos zapatos rojos de piso. En cambio, David usa una playera y sobre ésta una ligera chamarra deportiva, zapatillas deportivas y unos pantalones caqui.
—Me gusta este clima— dije mirando al cielo y notar que no había nubes cargadas de lluvia, como había ocurrido últimamente.
—Sí, es agradable. Aunque es completamente diferente al clima con el que crecí— respondió mientras caminaba a mi lado.
—Bueno, es que son un poco opuestos, ¿no?
—Sí, ¿Qué hay del clima de donde tú creciste?
—Era desierto prácticamente, el clima era muy extremoso. Por eso entro un poco más en conflicto con las lluvias— menciono riendo— ¿a dónde vamos?
—Ah, ya te habías tardado en preguntar.
—Bueno, siento que vamos caminando sin rumbo.
—Pues te informo que no es así, sé perfectamente a dónde vamos.
—Ver para creer— murmuro, él suelta una risita, lo cual, automáticamente, me provoca reír a su par.
Llegamos a lo que parecía un restaurante muy rústico y acogedor en la terraza, pero dentro era más lujoso de lo que se veía. En el interior todo era blanco, con muchos cristales, los candelabros más bellos que había visto y flores blancas en cada mesa. Era demasiado... romántico. El host nos saluda amablemente.
—¿Para dos?— pregunta en inglés. David asiente y el hombre hace una además para que lo sigamos. David me ofrece caminar primero, me dirige mientras pone su mano en mi espalda. Siento un nido en la garganta. Nunca había existido ningún tipo de contacto, lo cual hace que me sorprenda un poco. Pero, ¿por qué me sorprendo? Me reprendo mentalmente y continuamos nuestro camino.
—Preferiría quedarnos aquí afuera— le digo al host. Sonríe nuevamente con esa sonrisa amable y ensayada.
—Señorita, es posible que llueva en unos momentos, les recomendaría que tomaran sus alimentos dentro.
—¿Qué dices, Elisa?
—No creo que llueva— respondo. Me escudo en eso, no quiero ir dentro me parece demasiado... romántico. Y aunque mis pensamientos pueden ir brincando entre suaves fantasías, definitivamente David Luiz no puede ser ese hombre, no puede ser el protagonista.
Estando ahí, se han acercado unas cuantas personas a saludar a David y a tomarse fotos con él.
— ¿Hubiera ayudado que nos quedáramos dentro?— pregunto mientras corto mi pastel de carne.
— ¿Por las personas?— asiento mientras pruebo un bocado—. No, para nada. Me agrada. Me gusta muchísimo ser parte del día ordinario de una persona, me hace sentir especial.
— ¿Y por qué haces esas caras con muecas?— él se ríe de mi pregunta.
—Es divertido— se encoje de hombros y comienza a comer.
—Dijiste que querías despejarte un poco, ¿por qué? ¿Han sido días difíciles?— cuestiona mientras termina su plato. Suspiro. No sé si quiero contarle de Max, porque es una historia larga y que no quiero contar aún, en mi cabeza es algo que está tan retorcido que me cuesta hablarlo como quisiera.
—Sí, pues, supongo que es un poco cansado, más bien. Me ha tomado un poco más de la cuenta aclimatarme al ritmo de trabajo. Pero me gusta, así que...
— ¿Así que qué?
—Así que debido a eso pediré de postre una rebanada de pastel de chocolate, se veía delicioso— murmuro viendo dentro a la bandeja que paseaba una rebanada— ¿lo viste?
—Sí, lo vi— cuando lo miro de nuevo, él ya me estaba mirando.
—Señorita, caballero, disculpen la molestia pero debemos de cerrar las sombrillas, ya que la lluvia se avecina, los invito a que terminen sus postres dentro, les daremos un café de cortesía.
—Oh, está bien— responde David y se pone de pie para ayudarme a salir.
—Gracias— murmuro. Giro para tomar mi plato pero al hacerlo me doy cuenta de dos cosas: la primera, el mesero se me ha adelantado y la segunda, he chocado contra el pecho de David, el cual simplemente ríe, me toma de los hombros y me encamina dentro del recinto.
— ¿Quisieran una mesa o la barra?
—La barra me parece bien— respondo en automático. Experimento los cambios de clima. Tanto de dentro y fuera del local, como de manera... corporal.
Saboreo el ganache de trufa y suelto un gemido de satisfacción.
—Esto está realmente bueno, pruébalo— le tiendo el plato y él me mira extrañado.
— ¿Me vas a compartir?
—Solo una probadita, anda—. Él usa su tenedor y corta una porción. Escucho un "mmm" de aprobación.
—Bastante, bastante bueno. Solo espero que no esperes que te comparta de mi tarta— hago una cara de indignación y suelto una carcajada.
—No te iba a pedir.
—Pues no te iba a dar— me dice riendo a mi par. Corta un trozo de su tarta y me la ofrece—. Anda, pruébala. Yo sé que quieres.
—No, dijiste que no querías compartirme. No sé qué te habrá hecho cambiar de opinión tan rápido.
—Anda, abre la boca, abre— cierro la boca y niego con la cabeza, quiero reírme porque esto es tan infantil—. Vamos, Elisa, no puedes negarte al avión— es ahí cuando río y acepto su pedazo de tarta. Lo saboreo.
—Prefiero mi pastel— decreto seriamente.
—Creo que deberíamos de irnos antes de que empiece a llover, escuchaste al mesero—. Me dice David. Asiento. En breves segundos, llega el mesero y nos entrega la cuenta en su flamante carpetita de piel. Me remuevo de mi asiento y busco mi cartera— ¿qué haces?— pregunta David.
—Busco mi cartera.
— ¿Para qué?
—Hasta donde sé, la comida no es gratis.
—Hasta donde sé, yo te invité a cenar.
—David...— reprocho.
—Elisa...
—Deja de arremedarme— lo reprendo.
—Déjame ser un caballero.
Normalmente, soy buena observadora, ¿qué me había pasado esta vez? ¿Cómo era que no me había dado cuenta? Claro, porque no era una colegiala de quince años y esto solo significaba que él era atento y educado. No que me estaba cortejando. Eliminé esa idea de mi mente y David pareció adivinar mi cara de disgusto.
— ¿Qué pasa?
—No ha llovido, como pronosticaron—. Respondo mirando al cielo.
—Mejor, venimos caminando, ¿recuerdas? Y espero llegar a mi casa seco—. Me río ante su comentario. Es tan simple que me agrada. No está esa complejidad que siempre he sentido que me caracteriza. No hay estereotipos, no hay compromisos. Solo unos vecinos disfrutando de la compañía mutua. Nada malo.
David me cuenta sobre su equipo, sus entrenamientos y sus planes. Me agrada escucharlo hablar del futbol. Nunca he sido demasiado fanática, sin embargo, me gusta la pasión con la que habla, incluso es contagiosa. Y mientras continúa su charla, comienzan a caer grandes gotas de agua.
— ¿Tenías que pedir que lloviera?— pregunta quedándose parado.
— ¡David! ¿Por qué te detienes? Deberíamos correr— le digo unos pasos más adelante que él.
—Vale, toma mi mano, si quieres correr, te haré correr— y dicho eso, extiendo mi mano, él la toma y comenzamos a correr bajo la lluvia. Las personas se refugian en los toldos de las tiendas. Apenas puedo ver, mi cabello y toda mi ropa se ha empapado. La cosa es que no llovería, simplemente, sino que caería una tormenta, como en los últimos días. David me jala e intento correr a su par, pero la verdad, es que me he cansado. Tiro de su mano y nos pongo temporalmente a salvo bajo uno de los toldos.
— ¿Qué pasa?— pregunta.
— ¡Está lloviendo!— respondo gritándole. Y de la nada, me empiezo a reír de él.
— ¿Qué?
— ¡Tu cabello!— nunca lo había visto mojado, el agua hace que se adhiera a su piel y lo esponjado se traduce a empapado.
—Bueno, el tuyo tampoco se ve mal— dice empezándose a reír también. La tenue luz del interior de la tienda apenas ilumina el exterior. De pronto, tengo frío y comienzo a temblar inconscientemente. Mis dientes tiritan y miro a David.
—Deberíamos seguir.
—Faltan unas tres cuadras, ¿puedes seguir corriendo?— asiento mientras hago una mueca—. Hagamos algo— se desabrocha el zíper de su chamarra y la pasa sobre mi cabeza. Siento su cuerpo cerca del mío y es inevitable que mis pensamientos previos acudan de nuevo. Lo miro, está muy cerca de mí, las gotas de agua aún acarician su rostro, trago en seco.
—Vamos— digo.
Llegamos a mi piso riendo, justo cuando íbamos a entrar, pasó un taxi que nos empapó a ambos. Su melena prácticamente ha desaparecido. Busco en mi bolso mis llaves, David, que iba delante de mí, se detiene. Encuentro las llaves y levanto la mirada.
—Hola, Elisa.
—Max...
**************
Y, bueno, es un poquito más largo que los otros capítulos.
Creo que no había pensado en presentarme hahaha me llamo Liz, tengo 20 años y soy de México. La idea de esta novela nació por la canción de Taylor Swift con el mismo nombre y tenía que hacerla con David Luiz. No me declaro una súper fanática de él, aunque supongo que sí lo suficiente como para escribir sobre él.
Realmente espero que les guste esta historia, aún no he establecido si quiero que sea larga o corta, supongo que lo decidiré en el camino. Pero, por lo pronto, aquí tienen.
Besos, gracias por leer :)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro