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Capítulo uno


Para cuando aterrizamos en ciudad del Cabo es más de media noche por lo que cuando las luces se encienden mi compañero de película acaba de pasar sin mirar a mi lado, pero nuevamente soy incapaz de localizar algún rasgo que me dé una idea de cómo es a excepción de su gran altura.

Mido 177 centímetros por lo que ese chico en definitiva es más alto que yo, algo que puedo deducir sin necesidad de tenerlo frente de mí.

El director con el que había hablado un mes antes de aceptar el papel me saluda inclinando su cabeza para que su calva sea visible con la débil luz del bombillo antes de darme la mano para levantarme.

— ¿Que tal el viaje? —me pregunta cuando caminamos por el pasillo del avión hacia la salida.

Frente de mi van más personal encargada de la producción de la película, mientras que por el rabillo del ojo puede distinguir una que otra encargada del maquillaje que había tenido la oportunidad de conocer en otras películas.

—Menos agotador, de lo que pensaba —le respondo con amabilidad.

— ¿Había hecho viajes antes señorita Roseanne? —me pregunta.

—Llame Rose —le pido al escuchar mi nombre para luego responder su pregunta cuando asiente con la cabeza— siempre en Estados Unidos, señor.

Tengo que cerrar la boca de inmediato cuando terminó de hablar para que no descubra que he olvidado su nombre.

—Espero que le quede un buen recuerdo de esta primera experiencia fuera del país —me dice con una sonrisa antes de pedir con amabilidad adelantarse.

Me quedo pensando en lo que dijo de tener un buen recuerdo, me parece irónico pensar en que los buenos momentos son los que nos dejan huella cuando realmente solo podemos recordar aquellos en los que la vida nos ha tratado como si fuéramos mierda.

Por más que tratemos de recordar todos los bonitos y felices recuerdos que tengamos jamás podrán suprimir un corazón roto envuelto en recuerdos que sirven de sal en la herida.

Una fuerte brisa helada me recibe cuando salgo del avión por lo que tengo que aferrarme más el guion de la película al pecho para que las hojas no se las lleve el viento.

—Siempre tan disciplinada —me dice una voz familiar detrás de mí.

El camarógrafo, Robert Parker me sonríe antes de que bajemos por las escaleras del avión.

—Gracias —le respondo un poco sonrojada mientras veo que se ha dejado crecer la barba en los últimos meses que no lo había vuelto a ver.

—Tu bebé es hermoso —le digo cuando mis pies tocan por fin el suelo y ahora es él quien me agradece.

Hace cinco días me llegó un correo de él con la foto de su nueva bebé, no pude evitar alegrarme mucho por Robert, pero al mismo tiempo una parte de mi sabía que si no hubiéramos terminado yo sería quien tendría ese bebé.

Un gran edificio iluminando nos rodea mientras caminamos en grupo hacia una gran puerta por donde acaban de pasar grandes cajas negras con el equipo de grabación.

—Nos quedaremos en un hotel lo que queda de la noche —me murmura una de las encargadas del maquillaje cuando jala mi vestido azul para que preste atención a lo que dice— un auto vendrá, por lo que debemos esperarlo en la salida B sur del aeropuerto.

Obedezco con rapidez uniéndome al grupo de mujeres y por el rabillo del ojo lo vuelvo a ver, pero esta vez puedo distinguir unas gafas de aviador antes de que él se pierda con el resto de los hombres y la puerta que conduce a la salida B se cierre.

—No he podido superarlo todavía —escucho a unas chicas hablar detrás de mí.

—Es todo un adonis —le contesta la otra.

— ¿Crees que supere a James Dean? —le pregunta en voz baja.

Tengo que colocar los ojos en blanco y esconder una sonrisa ante ese comentario tan ridículo.

James Dean es el actor más guapo y talentoso que existe, un aparecido de pacotilla no podría quitarle el lugar.

—Escuche que tenía fantasías con otros chicos —le responde y yo paro en seco.

— ¿Que? —me volteo para enfrentarla. Todas las demás voltean en nuestra dirección mientras que ambas chicas me miran sorprendidas y asustadas.

—Eso es lo que dicen las noticias —me responde insegura mirando a las demás.

Me detengo a analizar el drama que he montado mientras intento pensar en una respuesta, pero nada lograr aparecer en mi mente por lo que comienzo a contener la risa al darme cuenta el ridículo que estoy haciendo, maldición digo mientras volteo hacia al frente para seguir caminando no sin antes ver la expresión de confusión de las chicas cuando alzan una de sus cejas.

Dejamos de caminar por un pasillo para atravesar una puerta que nos lleva a un gran salón, permitiéndonos ver el piso debajo de nosotros donde poca gente se moviliza de un lado a otro al ser de madrugada. Un esplendoroso reloj que llega hasta nuestro piso nos indica que son casi la 1 de la mañana antes de seguir el camino alrededor del reloj hasta donde se encuentra una gran puerta de cristal con un letrero arriba que dice salida B.

Varios autos negros están parqueados frente de nosotras y cada uno con un chófer esperando con la puerta trasera abierta.

—Pareciera que fuéramos de la realeza —dice otra chica a mi izquierda emocionada mientras que su compañera le responde igual de emocionada.

Si tuviera su edad quizás estuviera más emocionada, pero realmente no lo encuentro del todo emocionante. Probablemente sea el clima demasiado frío quemando mis brazos o porque realmente deseaba que James Dean estuviera en la película.

He tratado profundamente de superar la noticia, después de todo había mantenido una relación un poco divertida y secreta en los últimos días.

No podré ponerme en contacto con él mientras esté en otro continente, pero que lo quiera ver ahora mismo no significa que lo extrañe.

—Usted debe ser Roseanne, venga por aquí —me saluda un chófer antes de invitarme a pasar dentro del vehículo.

Cuando la puerta se cierra, me doy cuenta de que soy la única dentro del auto, miro hacia el espejo para ver a las demás chicas murmurar sin dejar de mirar hacia el coche que he abordado, pero ellas no pueden verme porque el cristal es demasiado oscuro, sin embargo, puedo notar la envidia en su mirada.

Odio sentirme especial, porque de alguna forma degrado a las demás personas, es bueno tener privilegios, sentirse orgulloso de lo que se ha logrado o incluso que otras personas destaquen tu esfuerzo, pero todo eso se encuentra en una débil línea que por más humilde que te sientas te verás como si fueras la persona más arrogante.

Veo a las chicas una última vez antes de que el chófer entre al vehículo, no me siento para nada especial como ellas dicen, me siento pisoteada sin hacer nada.

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