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Capítulo quince

Estaba parada en medio de una gran tormenta con un desierto desolado, me sentía perdida y cansada de caminar por el mismo camino sin un lugar a donde llegar. Estaba sola, pero seguía caminando y no esperaba nada de nadie, pero sí de él.

Los rayos comenzaban a caer delante de mí, advirtiendo del peligro, sabía que debía retroceder y buscar otro camino, pero quería seguir caminando por ahí, no quería alejarme de ese camino lleno de caos.

El tiempo solo conseguía hacerme más heridas en vez de sanarlas, pero yo sabía en el fondo que había escogido caminar por esta vía. Me sentía sin salidas con cada paso y por más que quería caer, siempre conseguía alzar la cabeza agitada para seguir caminando en silencio, porque, aunque hubiera personas a mi alrededor no podían entenderme por más que gritara delante de sus ojos.

El tiempo avanzó y la tormenta nunca término, estaba más perdida que nunca y la soledad se volvió mi única compañía. Cuando la tormenta me venció y caí al frío suelo, me volví a levantar y ya no estaba sola, había alguien más observando.


Me alegraba saber que no había tenido un sueño salvaje de nuevo. Vuelvo a ver las rosas blancas encima de la mesa junto al guion aún acostado. No quería levantarme, porque todavía me sentía cansada por todo lo que viví anoche con Scott.

No había ninguna forma de que lo entendiera y cada día solo me confundía mucho más con su actitud.

Me detuve a pensar en lo que me dijo, pero no tenía sentido yo no era misteriosa o ¿sí? Siempre había pensado que Scott era un misterio, pero ¿qué tal que yo sea un misterio para él también?

Miro la ropa que me prestó anoche sobre el borde de la cama antes de atraerla con mis pies para tomarla con mis manos sin levantarme siquiera.

Llevo su camisa a mi nariz antes de respirar profundo cuando cierro mis ojos. El olor a mar penetro mis fosas nasales mientras en mi mente se postraban las imágenes de él como un álbum de fotos mental. Hubiera seguido así toda la mañana, con imágenes suyas grabadas en mi cabeza paseándose con cada vez menos ropa y justo cuando sólo queda su bóxer recurro a mis sueños. Mi interior se llena de un ardor cerca de mí vientre con cada recuerdo hasta que vuelvo abrir mis ojos y separar la camisa de mi rostro.

Me gusta alejarme de la realidad unos minutos y contemplar un escenario imaginario, donde las cosas si marchan como yo desearía que lo hicieran.

Volteo a mirar las rosas blancas que ahora se ven bellísima por la luz del sol que cae sobre ellas, hasta este momento no había pensado en su significado y cuando lo hago me levanto irritada otra vez, porque aún en la distancia Scott me lograba sacar de mis casillas.

Las rosas blancas representan el encanto, la pureza y la inocencia, por lo que si me las dio a mi es porque piensa eso acerca de mí y es que ni se imagina lo que yo hago con él en sueños.

Estaba a punto de tirar sus asquerosas rosas de inocencia a la basura, pero mi puerta suena de repente obligándome a tomar una bata blanca grande antes de abrir la puerta.

—Señorita Rose —me dice Areli preocupada y en voz baja— está muy retrasada.

—Maldición —respondo de inmediato— voy a en cinco minutos.

—Le diré al director que se sentía un poco enferma —contesta Areli con una sonrisa antes de dejarme para que me cambie.

—Gracias —le digo un poco fuerte para que me alcance a oír.

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Scott estaba sentado en su silla leyendo el libreto mientras otros tres actores están haciendo unas tomas con uniformes de policía y objetos que simulan un rescate que llevan en sus manos mientras en el fondo hay un cartel enorme con la imagen de un camión de rescatistas.

Me toma un tiempo descifrar que es una de las escenas finales cuando los extranjeros son rescatados.

—Hubiera visto su reacción señorita —dice Areli cuando me siento antes de tomar mi cabello en sus manos.

—Yo tampoco lo podía creer —complementa Azucena haciendo que la intriga crezca en mi interior.

— ¿Qué sucedió? —les pregunto muy intrigada cuando Azucena ha terminado de aplicar polvo sobre mi piel.

—Solo fueron como cinco segundos, pero Areli y yo lo notamos —dice Azucena más emocionada.

—Scott mostró una cara de preocupación cuando le dijimos al director que estaba un poco enferma —revela Areli en mi oído mientras Azucena asiente con la cabeza.

Les muestro una sonrisa también emocionada, porque para ellas él nunca ha mostrado esa faceta que no sea el amargado que siempre aparenta ser.

Me gustaría contarles sobre mis sueños e incluso sobre lo que he pasado con Scott, pero no encuentro una forma de hacerlo y cuando me he dado cuenta ya tengo que levantarme.

—Ahí estás, por fin apareces —me llama el director alzando una mano— ¿te sientes mejor?

—Si —le respondo con una sonrisa— solo fue un mareo leve.

—Hable con Eastwood para que trabajaremos la escena del coche el día de hoy —me informa antes de volver a contar su atención en la escena que se está grabando.

Aunque pasó a su lado él no pronuncia una sola palabra y tampoco voltea a mirarme.

Aquí vamos de nuevo, pienso cuando me siento a su lado y reviso una vez más el guion para tratar de enfocarme.

Su cabello mojado me recuerda anoche cuando duramos mucho tiempo mirándonos el uno al otro sin decir ninguna palabra. Volvía a sentir esa barrera entre nosotros tan fuerte y alta, que nos mantenía tan lejos cuando estábamos muy cerca, quería con todas mis fuerzas derribarla, pero de nada serviría derribar algo que la otra persona volvería a alzar.

—Gracias por las rosas —le digo incómoda tratando de prestarle más atención al gesto que a al significado.

— ¿Cuáles rosas? —pregunta confundido antes de levantarse.

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