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Capítulo dos

Las luces brillantes de una ciudad muerta me desvelan todo el camino.

Nunca había visto unas calles tan desiertas en toda mi vida, pero al comprobar nuevamente mi reloj dorado no me sorprende en lo absoluto.

Es fastidioso arrepentirse cuando ya has saltado hacia el triunfo o hacia el desastre.

Pensaba que la ciudad era pequeña, pero realmente es lo suficiente grande para que luego de una hora de trayecto el coche por fin haya parado frente a un edificio.

El sonido de las olas llega a mis oídos cuando el chófer abre mi puerta.

Solo la brisa fuerte golpeando mi piel era lo único que destruía la perfecta calma. Abrí los ojos cuando el viento se detuvo para apreciar el inmenso mar que me rodea, respire profundo el olor de la arena mientras las olas descansaban sobre mis oídos.

Tras una rápida recepción del hotel y un viaje en el ascensor, ya estoy frente a mi habitación.

La luz de la luna iluminaba la habitación cuando abro la puerta. Es una habitación pequeña para una sola persona, pero lo más llamativo que tiene es el balcón con vistas al mar.

Me dejo llevar por las olas hasta que veo mi equipaje alrededor de una cama con sábanas blancas.

No me gusta la idea de arruinar la hermosa vista que tengo con la luz que entra por la ventana por tener que encender el bombillo, así que suspiro antes de que toda la habitación se ilumine después de cerrar la puerta detrás de mí.

Por fin, luego de más de 12 horas tengo libertad, así que dejo el guion sobre una pequeña mesa cerca de la puerta y brinco a la cama mientras grito de emoción.

Como una chica de 28 años debería comportarme, pero en una ciudad tan alejada del mundo y a punto de grabar una película con el sonido de las olas que quiere enloquecer mi mente con una profunda y delicada calma desesperante.

Realmente todo esto es jodidamente emocionante, ni James Dean habría podido hacerme sentir de esta manera cuando brinco sobre la cama con una gran sonrisa en mi rostro mientras mi cabello negro se mueve alocadamente en todas las direcciones.

Dejo de brincar para dejarme caer sobre la cama mientras estiro mis extremidades sobre el amplio colchón. Mi mente se concentra en el candelabro de plata bastante decorativo encima de mí y poco a poco analizo las paredes color piel que me rodean. Definitivamente es la habitación más lujosa en la que he estado, concluyo al compararla con la habitación en la que me alojé en un rodaje en Nueva York. Además de que no necesito entrar la baño para darme cuenta lo elegante que es, puesto que por la puerta abierta puedo echar un vistazo a su interior.

El golpe del viento en la gran ventana del balcón me despierta del trance y me obliga a sentarme en la cama para arrastrar una de mis maletas.

Por más que intente ser ordenada, termino volviendo mi maleta una sopa con toda mi ropa revuelta.

Apago la luz cuando me he puesto una delicada bata azul, pero antes de irme a la cama escucho los pasos en el pasillo y luego la mancilla de mi puerta bloqueada con seguro intentando ser abierta.

—Tu habitación es la de al lado Scott —la voz de mi chófer.

Veo su sombra parada frente de mi puerta mientras el corazón cae de un tirón.

Espero que él diga algo, pero no lo hace en vez de eso su sombra desaparece y la puerta de al lado es cerrada con un poco de fuerza.

Dejo escapar todo el aire contenido mientras sigo mirando hacia la puerta por la curiosidad que me transmite ese hombre.

Nunca en mi vida había escuchado de él y para ser mayor que yo es porque debe llevar tiempo en esto, pero cuando me dijeron su nombre no me sonó por ningún lado ni siquiera a mis amigas y hasta ahora lo único que sé, es que él es alto, fuerte y aparentemente atractivo para las encargadas del maquillaje.

Al final de la noche me siento como una joven adolescente en una ciudad que nunca ha estado, pero el cansancio se apodera de mí con cada paso tranquilo que doy hacia mi cama.

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Termino de colocarme el maquillaje cuando doy un vistazo a mi rostro.

Mi cabello negro a duras penas alcanza mis hombros, mis labios son lo suficiente gruesos para que el pintalabios rojo que me puse resalte demasiado, mi pequeña y definida nariz pasa desapercibida con mis pómulos rosados y mis brillantes ojos verdes, nadie tiene que decírmelo es evidente que luzco fabulosa.

Salgo de la habitación con un sencillo vestido color azul y unas zapatillas, puesto que fue lo único que traje con lo que podría caminar por la arena.

Pongo mis gafas de playa al cerrar la puerta, pero me tengo que girar de inmediato para ver a un hombre grande sentado sobre la banca de la ventana dándome la espalda mientras veo cómo el humo del cigarrillo sale de su boca.

Estoy segura en el mismo momento que veo su silueta que es mi compañero de grabación, pero no pienso saludarle, porque no ha hecho ni el más mínimo intento de hacerlo conmigo.

Así que vuelvo a mirar al frente y entro en el ascensor.

—Señorita Roseanne —me saluda la recepcionista cuando me ve pasar— el señor Valdemir la necesita a usted y al señor Scott para el medio día aquí en la recepción.

—Aquí estaré, gracias —le digo con una sonrisa en mis labios mientras levanto mi bolso y salgo a una calle llena de gente.

Si no fuera porque la mayoría de las personas usan ropa de playa pensaría que estoy en Estados Unidos todavía, porque veo mucha gente y carros moviéndose en todas las direcciones.

Es agradable la sensación del viento, porque te hace olvidar un poco del fuerte calor que hace. Realmente no esperaba ser el centro de atención cuando comienzo a caminar sobre la playa, porque algunas personas me mantienen la mirada más tiempo de lo normal haciéndome sentir un poco incómoda, pero sigo caminando por mucho que quiera escapar de ese lugar.

Las olas se hacen más fuertes al igual que la ropa que llevan puesta las personas va disminuyendo cuando más me acerco a la playa.

Quedo hipnotizada por los pingüinos que caminan cerca de la playa entre las personas.

Son pequeños y de un aspecto diferentes a los que había visto en libros, porque son más delgados y tienen una especie de anteojos blancos alrededor de sus ojos.

Continúo mirando maravillada a las pequeñas criaturas mientras me acerco despacio, ni siquiera la arena caliente debajo de mis pies puede distraerme de las bellas aves caminando con las alas levantadas como si estuvieran a punto de tomar el vuelo.

Un ave que no puede volar es como una persona que es incapaz de caminar, pero con toda la imperfección podrás encontrar la belleza más inigualable.

Parece increíble como esas aves lucen más felices que aquellas que surcan los cielos.

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