Capítulo Tres.
ANDREW SALAZAR
INOCENCIA ES MI SEGUNDO NOMBRE
— ¿En serio? ¿Alguno de ustedes es normal? —me preguntó el policía. Él tenía una de esas caras que me daban miedo, un tanto seria con rasgos bien marcados, y ojos verdes que resaltaban tenebrosamente.
— ¿Qué? —pregunté confundido.
— Nada. ¿Tú eres Andrew Salazar? —me preguntó. Dudé si mentirle o no, pero como ya me había metido en bastantes problemas por una noche desistí de mentir.
— Sí, señor —reconocí a regañadientes.
El policía me miró de forma aún mas perturbadora, si es que eso era posible, por unos minutos, hasta que volvió sus ojos a la hoja entre sus manos. Lo vi moviendo las comisuras de sus labios, comencé a analizarlo físicamente hasta levantó la mirada hacia mí y decidí que era mejor analizar todo el resto.
Me encontraba en una habitación de la comisaria. Allí había una máquina para hacer café que me hacia desear uno. Tenía dolor de cabeza y una horrible sensación de preocupación. Tras aquel beso que le robé a Milena, no había logrado encontrarla pese a que la busqué en todos lados y solo podía pensar en ella.
Aunque siendo sincero conmigo mismo, debo admitir que pienso en ella todo el tiempo y más de lo que querría, así que tenerla en mente no era motivo de la jaqueca, sino por la forma en la que todo se había llevado a cabo.
Si tan solo hubiese hecho las cosas bien, muy distintas, quizás no estaría en aquella situación. ¿A partir de cuándo habría actuado diferente? Bueno, creo que desde que la conocí.
Oriana y yo teníamos 15 años cuando nos cambiamos de escuela tras mudarnos a la ciudad. Antes, ninguno de los dos nos habíamos destacado por ser muy sociales, y mucho menos por ser de los grupos de los geniales. No, absolutamente no. Mi hermana y yo pasábamos tanto tiempo con nosotros que aquello se tornó espeluznantemente normal... claro, hasta que nuestros padres prácticamente nos obligaron a ser personas normales. Y así fue que cuando comenzamos una nueva vida en otra ciudad, decidimos comenzar de nuevo.
Por lo tanto, una de las premisas era dialogar con el mayor número de personas y al mismo conseguir un amigo para el final de la primera semana, y no valía que fuésemos nosotros o alguien compartido. No, uno cada uno. Solo puedo comentar que nuestros padres les gustan imponer sus ideas.
Entonces llegó el primer día de clases, y todo estaba siendo bastante aburrido y lamentable, para que negarlo... hasta que mi hermana cansada de intentar sonreír se sentó tras una chica que no dejaba de hablar con quien estaba delante de ella. Pese a mis intentos de ser de esos chicos geniales que las chicas aman y los chicos quieren ser mejores amigos, lo único que logré fue terminar de mal humor. Tomé el asiento vacío junto a Oriana, y pude notar la expresión de tristeza que la embargaba hasta que la chica delante de ella se dio vuelta y comenzó a conversar con mi hermana como si siempre la conociera.
— Perdón, suelo hablar mucho —se disculpó con una sonrisa que hizo que no pudiese dejar de mirarla; tenía el pelo negro ondulado un tanto desordenado, ojos oscuros y ese tipo de expresiones que hacen a cualquier sentir mejor—. Mi nombre es Milena y ella es Dixie —se presentó señalando a la morena que ocupaba el asiento delante; ella saludó a mi hermana con timidez y se volvió hacia adelante— ¿Tu cómo te llamas?
— Oriana —respondió mi hermana, en un principio sonó dudosa pero luego se relajó y sonrió con alegría.
— ¡Qué lindo nombre! Creo que una vez leí un libro con un personaje de ese nombre —murmuró para sí misma. Oriana no podía quitar la sonrisa, y me miró a mí como si necesitara que le asegurara que eso era la realidad.
Yo asentí y le sonreí tenuemente, pero quedé inexpresivo cuando Milena desvió sus ojos de mi hermana hacia mí. Me sentí incomodo al no saber cómo hablarle, parecía tan avasallante que mi mente se bloqueó en el intento de crear una estrategia de sociabilización. Ella parpadeó y volvió los ojos hacia Oriana, volviendo su expresión casi tan seria como la mía.
— Él es Andrew, mi hermano mellizo —me presentó Ori; nunca estuve tan agradecido y al mismo tiempo tan aterrado— Y ella es Milena... —mi hermana movió sus manos con gracilidad.
Bien, me dije en ese momento. Solo respira hondo, sonríe y di algo bueno.
— Ey... —fue la única patética palabra que me salió. Maldita sea.
Oriana me calcinó con la mirada, y realmente lo merecía.
— Hola —fue la respuesta de Milena, acompañada de un mecánico movimiento de cabeza. Luego le dijo algo más a mi hermana y se dio vuelta cuando la clase comenzó.
Yo me sentí patético el resto de la mañana mientras Oriana estaba feliz de haber conseguido una compañera que realmente le resultara agradable. A mí también me resultaba agradable, lastima la regla de un amigo por hermano y mi pobre vocabulario para hablar con las chicas.
Fue por eso que me puse una misión: lograr entablar una conservación decente con una chica.
Afortunadamente con el tiempo mejoré en el asunto de socializar con las personas, especialmente con las mujeres, pero creo que ese no es el punto en esto.
Para el final de ese año, Oriana se había vuelto muy amiga de Milena y Dixie. Y con Milena eran tan inseparables que tuve que aprender interactuar con ella. Al principio fue difícil y sinceramente no sé por qué, ya que no tenía problemas con los demás pero estaba frente a ella y me convertía en un cretino, ese tipo de personas que detesto la mayor parte del tiempo. Y que me hubiese hecho amigo de Duncan no ayudaba a la situación; él es de esos tipos que le encanta bromear, poner a los demás en ridículo y coquetear con medio mundo pero guardando el aspecto de niño bueno.
Empecé a tomarle el gusto a tratar con las personas, olvidándome de las inhibiciones y divirtiéndome. No podía negar que había algo en mi aspecto que llamaba la atención de las mujeres y lo aproveché al máximo, tanto que casi olvidé como era sentirse torpe y no saber que decir frente a una chica. Y digo casi, porque hasta hoy en día hay veces que no se cómo comportarme frente Milena.
— Es porque ella te gusta —me dijo un día Duncan con su mirada sabionda tras debatir todo el asunto de mi comportamiento, un verano mientras estábamos sentados en el patio de su casa con una cerveza en mano.
— ¿Qué? —lo miré como un loco— ¿Qué dices? Es la amiga de mi hermana y lo más cercano a una amiga mujer que he tenido, sin contar a mi hermana —respondí a la defensiva. Duncan puso los ojos en blanco y sacudió su pelo.
— Tú no puedes ser amigo de una mujer aunque quieras, siempre encuentras una forma de meterte en sus pantalones o polleras cortas —me guiñó un ojo con diversión y me sentí terriblemente ofendido.
— No soy un mujeriego —exclamé, y él explotó en risas.
Si, gracias por honestidad Duncan.
Tragué mi malestar junto con la cerveza y le dediqué mi mejor mirada venenosa, mientras él continuaba riéndose como un maldito condenado. Nunca lo detesté como en ese momento, pero en retrospectiva debo reconocer que un poco de razón llevaba. Solo un poco, y con respecto a la parte de Milena, no la otra.
— Es atractiva, es simpática, graciosa e inteligente, es un conjunto de cosas que harían a cualquiera comportarse como un idiota frente a ella —murmuró él aunque aún no dejaba de sonreír. Lo miré seriamente pero no dije nada; me sentía confundido y toda esa conversación no estaba ayudante a tranquilizarme—. A ver, ¿Qué harías si te dijera que me gustaría besarla? —preguntó.
— No me importaría —respondí con un encogimiento de hombros, aunque sintiéndome inquieto. Duncan sonrió.
— ¿Y te dijera que quiero hacerla mi novia y luego casarme? —preguntó. Respiré hondo y me tensé. La sonrisa de Duncan se hizo más evidente y movió sus manos despectivamente con elegancia—. Ella te gusta mucho, lo suficiente para aguantar que tenga romances efímeros de los cuales ya hemos sido testigos pero en cuanto la cosa se pone sería, elevas la guardia —explicó.
— ¿Desde cuándo eres psicólogo de parejas? —pregunté sin atreverme a responder debidamente a toda ese análisis que había dado. Duncan suspiró dramáticamente y elevó su cerveza a modo de brindis.
No volvimos a hablar del tema tan abiertamente desde ese momento, aunque le dejé en claro que si se acercaba a ella de modo romántico lo lastimaría gravemente. Bueno, quizás me gustaba un poco más de lo que creía.
El tiempo pasó, terminamos el colegio y nunca fui capaz de juntar el coraje suficiente como para ser algo más que el amigo de Milena. Lo bueno, si es que puede ser así, es que nos habíamos convertido en mejores amigos. No sé como sucedió eso, pero cuando presté atención, estábamos bromeando sobre los personajes de las películas, riéndonos como condenados, bebiendo y comiendo como si fuese lo más usual estar uno al lado del otro. Estar con Milena se convirtió en algo fácil y solo me comportaba como un cretino porque ella se reía, prendiéndose en las bromas e ironías.
— Te has convertido en todo un romántico —murmuró Duncan con una media sonrisa, cruzado de brazos contra la mesada, observándome rellenar dos vasos con bebidas para Oriana y Milena.
— ¡Púdrete! —exclamé saliendo de la cocina de su casa. Le dejé los vasos; mi hermana simplemente me empujó para que la dejara ver la película mientras Milena me sonrió.
— Gracias Andy —dijo, y eso fue suficiente para ponerme de buen humor de nuevo, tras Duncan y toda esa semana donde los celos me carcomían pero no sabía cómo manejarlo.
Nada importaba, ni siquiera que estábamos por ir a una fiesta donde se encontraba un chico al que Milena le gustaba.
Ella palmeó el sillón a su lado y no pude rehusarme. Recibí una mirada venenosa de Oriana cuando me senté, pero decidí ignorarla completamente como la mayoría del tiempo. Ella solo es quisquillosa y molesta.
— ¿Ya sabes que vas a decirle a Elijah si lo ves esta noche? —preguntó Oriana, sonando casual mientras peinaba su rojizo pelo. Y así de fácil volví a ponerme de un humor de perros. La miré con odio y ella no se atrevió a sonreír para no quedar en evidencia que lo hacía a propósito.
Cuando se lo propone, Oriana es una pequeña bruja.
— La verdad es que no —respondió Milena distraídamente con un encogimiento de hombros. Que estuviese más preocupada por la película que por ese chico me hizo sentir bien, y tuve ganas de reírme en la cara de Oriana.
— Estoy segura que en cuanto te vea, él va a avanzar. Yo misma me encargaré de que te veas increíble —mi hermana aplaudió como una niña con una muñeca nueva, y Milena asintió sin siquiera escucharla... como le suele suceder.
Seguí observando a mi hermana preguntándome como podíamos estar relacionados. Ella me sacó la lengua y estuve a punto de gritarle a Milena que la viera, pero quedaría muy infantil. Duncan evitó que corriese sangre en ese momento, entrando a la sala y cantando:
— Everybody want to steal my girl. Everybody want to take her heart away. Couple billion in the whole wide world. Find another one cause she belongs to me —todo esto estaba acompañado de un ridículo movimiento de su cuerpo.
Oriana y Milena dejaron de lado la televisión para mirarlo con extrañeza. Y encontró un momento para guiñarme un ojo y que ambas no lo notaran pero... un momento, ¡eso es One Direction!
El grupo de amigos que hemos conformado con mi hermana es pequeño pero que están cuando más se los necesita. Y no fallan en los momentos de diversión. Además de Mile y Duncan, están Thomas, quien me recuerda a mi cuando no sabía actuar con las chicas, Dixie, que es la más centrada de las chicas y eso es mucho decir, y Nerea, que tiene una personalidad intermedia entre la desfachatez de Duncan y la inteligencia de Milena.
Que a mí me gustara Milena, cosa que ni yo mismo tenía la seguridad, parecía ser algo que los demás daban por sentado. Claro, excepto Milena; y agradecía que así fuese, porque a veces tenía miedo de pensar cómo podría actuar si llegaba a enterarse.
— Sigue en estado de negación —murmuró Duncan, meneando la cabeza y cruzando mirada con Nerea. Ella suspiró con resignación, y sentí las miradas de ambos en mi persona y no precisamente porque estuviese cocinando.
— So pretty, so smart... such a waste of a young heart! —canturreó Nerea jugando con su largo pelo, porque si, tanto ella como Duncan les encantaba cantar fragmentos de canciones que fuesen para la ocasión.
Los miré acusadoramente y ambos se encogieron de hombros.
— ¿De qué demonios hablan? —pregunté y ahí volvieron a cruzar miradas.
— What a pity. What a shame. What's the matter with you, man? —agregó ella, y puse los ojos en blanco dramáticamente.
—Avísenme cuando hablen en serio —murmuré malhumorado.
— ¿Ves? Aún no reconoce que le gusta, y eso que ella supuestamente va a encontrarse con el otro —comentó Duncan.
— A ella nunca la vi tan desinteresada en algo, no creo que Elijah sea lo que necesita... creo que debería conseguir a un rubio de cuerpo perfecto y rostro cincelado, que sea un buen chico malo —dijo Nerea mirándome provocativamente. El desdén y la ironía nublaron mi expresión y ella rió divertida—. Que me gusten las mujeres no significa que no pueda reconocer un buen ejemplar de macho alfa —me guiñó un ojo. Y puedo asegurar que si no tuviese la cara roja por el calor del fuego, me hubiese sonrojado como una niña.
Duncan rió a carcajadas y chocó las manos con Nerea, quien sonreía rebalsando de buen humor.
— ¿Es que ninguno puede entender que no se qué es lo que a ella le pasa? ¿Y si digo que sí, que tienen razón? Que cambia, si a ella realmente no le intereso —expliqué con enojo—. Prefiero que las cosas sigan así antes de arruinarlo —murmuré sintiéndome impotente... que no es algo que me suela pasar.
Ninguno de los dos dijo nada y llegué a pensar que lo que había dicho les llegó a lo profundo de sus mentes, pero tras unos minutos, me miraron como si estuviese loco y desistí totalmente de querer luchar por hacerme entender.
— ¿En qué momento empezó a actuar como una chica? —se preguntó Duncan. Nerea se giró hacia él, y elevó sus cejas con advertencia—. Es solo una forma de decir, tú me entiendes —se explicó después.
Estoy seguro que ella no lo entendió, sin embargo, no dijo nada con respecto a eso.
— Creo que es hora que pongamos en marcha el plan: ayudemos a salvar a Andrew de un patético futuro —murmuró ella. Duncan sonrió y se movió intentando bailar, aunque parecía más bien que estaba intentando sacar algún insecto de debajo de su ropa.
— ¿Quién quiere cerveza? —gritó ingresando a la casa, tan efusivo como él puede serlo.
Confundido y mareado, no quité mis ojos de Nerea. Sus ojos marrones claros, como las avellanas, brillaron con malicia y supe esa noche probablemente no sería de mis preferidas.
Nací 12 minutos antes que Oriana. Así que podría decir que es mi hermana pequeña y la amo... bueno, la mayor parte del tiempo. Suelo detestarla cuando me hace la vida imposible y cuando toca esos puntos que sabe que yo no puedo resistir, y debo reconocer que Milena es uno ellos.
No había podido estar más de quince minutos con Milena en toda la noche, y una vez que encontré un momento para poder pasar el tiempo, mi hermana me la arrebató para llevársela a una de las habitaciones. Con el mal humor a flor de piel, supe que debía pensar en otra cosa para no agarrármela con nadie e intentar no ser evidente aunque la mirada profunda y oscura de Dixie me decía que sabía exactamente qué era lo que sucedía. Si ponía esa expresión impasible y confiada era cuando mas debías temer por tu vida, y por eso mismo aproveche a bañarme para escaparme.
Estaba a mitad de mi ducha y escuché la puerta abrirse. Resoplé pensando que sería Duncan a punto de gastar una de sus bromas pero al mirar tras la cortina, me encontré con Oriana que estaba cruzada de brazos y actitud enigmática. Ya estaba vestida para salir: llevaba una pollera negra y una remera blanca, acompañado de un brillante collar que me cegaba la vista. Su pelo castaño rojizo, la completa antítesis de mi pelo rubio oscuro, estaba peinado con su metodismo habitual, y sus ojos castaños eran tan oscuros como un agujero negro.
— No sé si te enteraste pero me estoy bañando —comenté. Ella me mostró el dedo medio de su mano, y tomé eso como que estaba enterada.
— ¿Qué demonios es lo que sucede contigo Andrew? —preguntó. Hay que aclarar que me llama por mi nombre completo únicamente cuando está enojada.
— Nada, solo se me metió un poco de shampoo en los ojos —respondí, y si hubiese podido, ella hubiese gruñido. Sonreí inocentemente y moví mis manos— Intenta ser mas especifica.
— Con Milena —dijo pronunciando su nombre sin palabras, para no ser oída en la habitación de al lado—. Has estado toda la semana de mal humor, cada vez que nombro a Elijah tu pareces celoso, sin embargo no haces nada porque estas esperando vaya uno a saber qué —agregó.
Agradecí el pequeño resumen y la miré esperando algo más pero ella se cruzó de brazos, lo cual me daba a entender que sus palabras eran definitivas. Ósea que yo debía decir algo... pero no sabía qué.
Oriana miró al techo y elevó sus manos en sentido de plegaria.
— Dios, ¿por qué me diste un hermano tan descerebrado? —preguntó. Si ya no estuviese ofendido porque estaba interrumpiendo mi baño, me hubiese ofendido realmente—. Lo voy a decir una maldita vez: ten coraje, sé hombre, reconoce lo que demonios te pasa y haz algo, estoy cansada de verte ser una piltrafa cada vez que ella intenta ser feliz con alguien. Es mi mejor amiga y merece estar con alguien que la entienda y quiera por lo que es, pero si no actúas ahora, luego no esperes tener otra oportunidad —dijo sentenciosa, mirándome tan fijamente que mi cerebro estuvo a punto de agujerearse.
Ella dio una dramática vuelta y se fue del baño tan repentinamente como llegó, dejándome más confundido que antes. Tras todo ese discurso, quedé con una duda, ¿Ella estaba de mi lado?
Sin respuesta para aquella pregunta, salí del baño unos minutos más tarde y me choqué con una pequeña cosa. Y esa cosa, no era más que Milena.
— Más vale que salgas vestido, pervertido —dijo ella gritando. Sonreí divertido hasta que la miré de pies a cabeza y la encontré con un vestido negro que resaltaba su cuerpo, y su pelo negro estaba lacio.
Se veía impresionando. Sentí mi boca secarse y me moví inquietamente, dándome cuenta que los demás chicos la verían así, y tendrían los pensamientos pervertidos que me estaba negando a tener.
— Eh... creo que me veo bien pero tengo miedo de decir o algo que arruine todo —dijo, pero ella debía saber que no había nada que pudiese arruinar lo hermosa que se veía. Lo malo era que no me salían las palabras y no podía decírselo— ¿Andrew? Di algo porque te golpeo —comentó, y aunque quería sonar enfadada no lo estaba. Ella me decía mi nombre completo en cualquier ocasión, a diferencia de los demás.
— Te ves bien —dije cuando mi voz volvió, pero me sentí un idiota por no decir más nada. Quería encontrar las palabras justas para hacerle entender lo bien que se veían, pero en ese insano momento apareció Duncan.
Él le silbó a Milena tras verla, y reprimí el deseo de golpearlo.
— Si no fueses imposible, definitivamente iría por ti —canturreó provocadoramente, guiñándole un ojo. En mi mente, hubo sucesivas imágenes de mi mano colapsaron contra su cara, y debo admitir que en mi imaginación se sentía bien.
Antes de que alguien más me la robara, agarré su mano y la arrastré a bailar. Era mi momento con ella, y si alguien se atrevía a decir lo contrario lo mataría... o quizás lo miraría mal. Si, voy a hacer eso mejor.
Me gustaría decir que la fiesta era una mierda y que ni bien llegamos decidimos irnos, sin embargo, sería una completa y horrenda mentira.
Lo primero que hicimos fue instalarnos junto a una de las barras y nos quedamos allí tomando hasta que nos separamos sin darnos cuenta. No es que fuese distraído pero cuando miré a mi alrededor, no había quedado ninguno de mis amigos y la única persona que oía mis desvaríos era la bonita chica que atendía la barra. Ella solo me sonreía y asentía pero estaba seguro que solo quería que dejara de hablar.
Pedí un vaso mas de cerveza y me fui, regalándole alivio y me encontré a Dixie en medio de la pista, bailando.
— ¡Ey! —gritó ella cuando me vio y me abrazó, porque ella cuando toma de más le agarra por abrazar a todo el mundo y decirles cuanto los aprecia—. Tú sabes que te quiero ¿no? Pero solo como amigo, nada mas —¿ven lo que digo?— Ya sabes, no eres mi tipo. Además, creo que tu y Milena harían una gran pareja, lástima que son tan ciegos para ver cuánto les interesa el otro. Pero es que estamos cansados de verlos coquetear y después enojarse, y volver a ser amigos para luego comportarse como novios en celos. En serio Andrew —me dijo, y aunque quiso posar su mano en mi mejilla, terminó dándome unas palmadas de aliento en mi cabeza.
Mientras decía todo esto, ella no dejaba de bailar y yo tampoco, porque si hay algo que soy cuando tomo, es bailarín, pero no uno bueno.
— ¿Es que todos lo saben? —pregunté entre gritos. Ella asintió.
— Solo ustedes dos faltan —sentenció—. Amigo, es tu momento, debes ser fuerte e ir por lo que quieres —murmuró filosóficamente ella, moviendo su pelo que le molestaba—. Yo por ejemplo... quiero algo para tomar —agregó escurriéndose entre las personas, y no tuve tiempo de precaverla con tener cuidado con lo que tomaba.
Pero, ¿quién era yo para decirlo?
Di lo que parecieron miles de vueltas, hasta que me choqué con Tom. Miré a su alrededor pero no había más nadie.
— ¿Y los demás? —pregunté, y él negó.
— Solo he visto a Milena, y la dejé allá con Elijah —respondió con evidente malestar, y yo me tensé. Aquello no me agrada nada. Ni. Un. Poco—. Él no me gusta para ella, pero es lo que Oriana me obligó a hacer.
Esa pequeña arpía...
— ¿Dónde está ella? —pregunté, mirando hacia todos lados hasta que la encontré. Me disculpé torpemente con Tom y corrí hacia ella. No me importaba nada; me sentía poderoso y corajudo—. ¿Dónde estabas? He estado buscándote por horas —dije ni bien llegué a su lado, e ignoré al proyecto de competencia que estaba de pie frente a mi. Ella miró con detenimiento— Mi hermana va a enloquecer si no te encuentra en los próximos minutos, vamos —agregué ya que no me dijo nada.
— Eh... ¿Andrew? —hizo una expresión de incomodidad y me obligó a ver al sujeto en cuestión. Elijah "quiero robarme a la chica que te gusta" con apellido desconocido.
— Oh... lo siento, no te vi —murmuré, mirándolo con desprecio en la mirada pero con una incandescente sonrisa, o eso espero que haya sido... mis músculos estaban un tanto entumecidos.
¡Jesús, que desastre que soy!
— ¿Interrumpo algo? —pregunté casualmente, y ella movió sus cejas con ironía. Se veía tan linda que la habría besado pero me hubiese golpeado y quedaría en ridículo frente al pusilánime.
— Creo que me llaman, fue un placer verte tras tanto tiempo —dijo el susodicho, y huyó cual cobarde. Tuve deseos de gritar de felicidad pero solo agarré la mano de la mina que era mía y la llevé lejos de allí para poder hablar.
— ¿Qué mierda te sucede Andrew? ¿Te das cuentas lo que hiciste? —me preguntó ella, una vez estuvimos afuera y lejos de todo.
— ¿Qué hice? —pregunté confundido, y vi como el enojo encendía su mirada.
— ¿Estás hablando en serio Andrew Salazar? —preguntó, y se cruzó de brazos. Bueno, al fin logre hacerlo enojar en serio— Te acercaste a mi como si fuese alguna clase de novio celoso y lo ahuyentas. Ahuyentaste al chico que estuve meses intentando encontrar y hablar —me reprochó.
— Por favor, él realmente no te interesa —dije, tras no soportar la mentira de sus palabras—, vi bien como te encontrabas antes de que llegara, y te encontrabas aburrida —agregué tras recordar sus ojos buscando algo en la habitación que deseaba que ese algo fuese yo.
— Aún así, no tienes ningún derecho a comportarte de esa forma. Te la has pasado insistiendo con que salga, y encuentre esa persona que yo tanto espero. Ahora la encuentro y tu haces eso —dijo exasperada.
— Si, me lo he pasado diciendo eso pero solo quería que abrieras los ojos y te dieras cuenta que la persona que esperas se encuentre frente a ti. ¿Es que no ves Milena? ¿No me ves? —pregunté. Realmente, el alcohol afloré cosas en mi que ni siquiera sabía que tenía.
Estaba tan enojado, frustrado y dolido que no sabía que más decirle, así que opté por demostrarle como me sentía, y la besé. Una tormenta de adrenalina, emoción y deseo me desbordó. Fue increíble hasta que ella se alejó de mí, y con expresión dolida salió corriendo, y no pude encontrarla más.
— Andrew —oí mi nombre— ¡Andrew! —elevaron el tono de voz, obligándome a volver a la realidad. El policía me miraba impaciente pero no se veía enojado.
— Sí, señor —murmuré, suspirando profundamente.
— Estabas en la fiesta de la calle 16, ¿Qué hacías en la calle caminando solo? —me preguntó.
— ¿Cómo sabe que estaba en una fiesta? —pregunté, ya que me habían traído a la comisaria para que me interrogaran ya que a las cercanías se había producido un robo. Él levantó sus cejas con desdén y mi alma tembló, si es que eso era posible— Mejor me callo —susurré, incómodamente.
— ¿Hacia dónde iba? —inquirió, con voz monótona y escalofriante.
— A mi casa —mentí, y puedo jurar que el policía me miró como si supiera que estaba mintiendo por lo tuve miedo de que leyera la mente.
Guiña un ojo si lees mis pensamientos; dije en mi mente pero él no hizo nada, y me sentí más aliviado. Y también más estúpido.
— Ajá —murmuró él, para nada convencido y siguió observando las hojas que tenía en su mano—. El test de alcoholemia dio bastante alto y no ibas con nada sospechoso, además tu expediente está limpio —dijo casi para sí mismo y se detuvo cuando recibió una llamada—. ¿Sí? ¿Ya está lista para ser trasladada? —preguntó y se giró para tener un poco de privacidad— Esta bien, pero preferiría que esta noche la pase acá, quizás eso le sirva de algo —agregó—. Listo, ¿Su apellido? Maldonado
Estaba observando distraídamente la sala hasta que oí ese apellido y lo miré inmediatamente. Esperé a que cortara la llamada y me acerqué más sobre la mesa.
— Disculpe, pero ¿de qué Maldonado habla? —pregunté. El policía me dedicó una despectiva mirada.
— Milena —respondió con aburrimiento.
¡Santos demonios!
— ¿Milena esta presa? ¿Por qué? ¿Dónde está? Necesito verla —pregunté poniéndome de pie y buscándola a mi alrededor. La expresión del policía se volvió burlona, y tuve deseos de golpearlo con todas mis fuerzas.
— Desacato a la autoridad, daño en vía pública y exhibicionismo —horrorizado y preocupado, jadeé sin aliento. ¿Qué mierda había hecho esta chica cuando se fue?
— ¿Esta acá? Quiero verla, ella... ella... —empecé a decir pero las palabras no me salían. ¡Maldita sea!
— Ella que, Salazar —insistió el policía. Sacudí mi cabeza y golpeé suavemente la mesa.
— Ella me gusta, demasiado, es mi mejor amiga y no puedo dejar que nada le pase. Me he comportado como un idiota todo el tiempo que la he conocido, pero necesito que me perdone. Por favor, se lo ruego. Páseme todos los cargos a mí si es necesario para que ella esté bien —dije, y él permaneció mirándome en silencio—. ¡Por favor! —exclamé exasperado mientras continuaba callado.
Otra llamada interrumpió ese momento, y él atendió. ¿Por qué no me responde a mí en vez de a la llamada?
— ¿Oíste? —preguntó. Escuchó la respuesta y asintió— ¿Aún no es suficiente? ¿Qué quieres que se desnude y camine una cuadra alrededor de la comisaria? —preguntó—. Bien, bien, no me grites —agregó y cortó.
Continué contemplándolo confundido, con la mente en blanco y boquiabierto. Él solo respiró hondo y se puso de pie para ir a buscar un café. Estaba a punto de preguntar qué sucedía, cuando la puerta se abrió y Milena ingresó tan tranquila y natural como si estuviese en su casa.
— Hola Andy, espero que Raff no te haya hecho sufrir —comentó, mirando al policía de reojo. Negué con la cabeza, observándola de arriba abajo para asegurarme que estaba bien. Ella se veía bien, como siempre—. Siento mucho lo del interrogatorio, fue idea de él —lo apuntó acusadoramente. Raff, como al parecer se llamada el policía, nos miró venenosamente.
— Ustedes mejor hablen y arreglen sus problemas —siseó saliendo de la habitación y dejándonos solos. Enmudecido, contemplé la puerta cerrada hasta que oí la risa de Milena que me volvió a la realidad.
— No entiendo nada —susurré. Milena negó y posó su mano en mi mejilla; se sentía tan bien que todo el alcohol en mi sangre se evaporó y el sueño jamás existió.
— Me trajeron porque pensaron que estaba escribiendo las calles con aerosoles. Lo siento mucho, realmente. No sabía cómo enfrentar lo que sentía, y tuve miedo porque se sentía bien... —me explicó, pero nada me importaba realmente, solo quería besarla y eso hice.
Esta vez fue diferente y parecida al mismo tiempo. Lento y profundo, haciéndome sentir vivaz y como si todo estuviese bien. Nos separamos un rato después, y quedamos en silencio, con nuestras frentes apoyadas y sin abrir los ojos para no enfrentar la realidad.
— Debemos hablar con Oriana, ella debe saberlo —susurró ella. ¿Era necesario que nombrar a mi melliza malvada en ese instante?
— Está bien —respondí, porque no quería volver a pelear.
Ambos nos separamos inmediatamente con la puerta abriéndose de golpe. Vimos a Raff arrastrando a alguien del brazo con expresión rendida, y lo dejó en la silla junto a nosotros, que lo mirábamos sorprendidos.
— ¿Qué haces tú aquí? —preguntamos Milena y yo a dúo.
— Hola chicos, espero que hayan solucionado sus cosas —nos saludó Tom relajado, comosi fuese cosa de todos los días que tuviese puesto un disfraz de payaso.
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