43 | la casa en lichfield
Salieron de la protesta y Olivia nunca se lo había pasado tan bien. A pesar de saber que se meterían en muchos problemas a su regreso, a Olivia no le importó y en su lugar se concentró en disfrutar el día con sus amigas. Incluso Linda se volvió más tolerable por el día, aunque sus comentarios sobre el embarazo de Olivia no pasaron desapercibidos.
Olivia estaba hablando con Lizzie entre la multitud—. Entonces, ¿cuándo vendrá algún bebé de Tommy?
—Si es que es de él —comentó Linda con sarcasmo—. ¿Y qué hay de ti? ¿Ya sabes quién es el padre?
—No vuelvas a faltarme el respeto de esa manera —respondió Olivia—. Ni asumas que le sería infiel a mi esposo, porque me gusta este vestido y no tengo ganas de arruinarlo.
Linda la dejó sola después de eso.
Cuando terminó la protesta, Olivia volvió a la tienda para terminar el conteo que Polly no completó. De pie en la caja fuerte con tanto dinero rodeándola, Olivia se preguntó cómo sería tomar algo y huir. Comprar una casa bonita y vivir el resto de sus días sin sentirse atrapada.
Mientras contaba, escuchó la voz de John—. Regresamos antes.
Olivia suspiró y salió de la caja fuerte—. Bien por ti. Polly no terminó de contar ayer.
—Y pensaste que podías tomar diez libras —murmuró John.
—¿Cómo te atreves? —espetó Olivia—. Pensé que podía terminar de contar. Déjame en paz.
Ella se alejó y John la siguió rápidamente. La agarró por los hombros y Olivia le dio un rodillazo en el estómago. Ella lo empujó y cruzó la tienda, tratando de alejarse de él.
—Olivia, te dije que te tomaras las cosas con calma hasta que nacieran los bebés —dijo John, agarrándola y empujándola contra la pared.
—Dios, ¿qué soy? —preguntó Olivia—. ¿Solo una maldita fabricante de bebés? ¿No se me permite tener mi propia vida?
—Escucha —susurró John, jadeando mientras sujetaba las manos de Olivia sobre su cabeza—. Escucha. Sé que extrañas viajar. Todo estará bien.
—Es como ser una gallina en un maldito gallinero —respondió Olivia—. Siento que me asfixian constantemente.
John la soltó y colocó sus manos sobre sus mejillas—. ¿Recuerdas la casa en Lichfield? ¿En la que el alguacil solía dejarte? Voy a comprar esa maldita casa. Tan grande como la de Tommy y mucha más tierra. Si te sientes encerrada, tomaremos una carreta y acamparemos junto a la zanja.
—¿Cómo? —preguntó Olivia, con lágrimas en los ojos.
—Todo va a cambiar, Olivia —respondió John—. Todo va a cambiar.
—Me siento atrapada —susurró Olivia—. Quiero irme lejos.
—Lo haremos —prometió John—. Te lo prometo, lo haremos.
Olivia besó a John, atrayéndolo hacia ella. Entre besos, murmuraba las palabras "Te amo" una y otra vez, con lágrimas cayendo por sus mejillas. No sabía por qué estaba llorando, pero no le importaba.
Cuando John se apartó y le secó las lágrimas, sonrió—. ¿Soy tan malo besando?
—No —susurró Olivia—. Simplemente... estoy emocional. No sé qué maldita emoción es.
—Vamos —dijo John—. Dejaremos la cuenta y nos iremos a casa, ¿sí?
—Sí —dijo Olivia.
—Escuché que estabas protestando hoy —dijo John—. ¿Quieres explicar cómo sucedió eso?
—Es su culpa —dijo Olivia—. Nos dejaron sin supervisión, y déjame decirte que Polly en la parte trasera de una camioneta dando discursos fue un espectáculo digno de contemplar.
—Bueno, parece que tuviste un buen día —dijo John—. Pero prepárate para enfrentar a Tommy mañana.
—Lo espero con ansias —respondió Olivia—. Lizzie, Polly y yo ya hablamos de ello.
—¿De qué? —preguntó John.
—De lo que queremos cambiar de esta maldita compañía.
—
Al día siguiente, Olivia estaba en la cocina de la casa de Polly, quien estaba sentada con los pies en alto y un paño sobre los ojos.
Tommy entró en la habitación y primero vio a su tía en la mesa—. Escuché que estabas dando discursos desde la parte trasera de una camioneta, Polly.
—No puedo recordar una maldita cosa —dijo Polly.
—Bueno, Moss me dijo que estabas amenazando con quemar el ayuntamiento —respondió Tommy.
—Oh, Tommy, solo nos divertíamos —respondió Polly, quitándose el paño—. De hecho, la multitud a mi alrededor era más grande que la multitud alrededor de Jessie Eden.
—¿Quién es Jessie Eden? —preguntó Tommy.
—Ella es muy débil —respondió Polly—. No vas a ponerle fin al sistema capitalista hablando de baños separados para mujeres.
—¿Quién es Jessie Eden? —repitió Tommy.
—Nuestra nueva mejor amiga —respondió Lizzie.
—Dueña capataz de la fábrica Lucas —dijo Olivia.
—Una mujer dueña capataz —dijo Tommy—. Escuché hablar de ella.
—Aquí hay un folleto por si quieres echarle un vistazo, Tommy —dijo Lizzie, entregándole el folleto a Tommy.
—Entonces, baño separado —dijo Tommy—. ¿Eso es todo? ¿Es todo lo que quieren? No sé lo que quiere. Tienes que decirme lo que quieren y entonces lo sabré.
Olivia caminó hacia adelante, parándose frente a Tommy—. En realidad, queremos saber sobre el robo que estás planeando. No el robo a la fábrica. El otro. Ese del que no les hablas a las mujeres.
—John habla demasiado —dijo Tommy.
—No —respondió Olivia—. Arthur habla demasiado. Arthur le dijo a Linda, Linda me dijo a mí. Y por mucho que la odie, es buena para algo.
—¿Polly? —dijo Tommy.
—Lee el folleto, Tommy —dijo Lizzie.
—Sería mejor si hablo con Tommy a solas —sugirió Polly—, y luego se los comunicaré sin falta.
—No solo aceptarás un pago de los rusos, ¿no es así, Tommy? —preguntó Olivia—. Vas a eliminarlos, ¿verdad?
—Olivia —dijo Lizzie a modo de advertencia.
—¿Qué pasará después, cuando vegan por nosotras? —preguntó Olivia—. ¿Cuándo esté por dar a luz?
—Vete, vuelve al trabajo —exigió Tommy.
—Solo dices eso porque no tienes respuesta a mi pregunta —respondió Olivia.
—Olivia, vamos —dijo Lizzie.
Olivia miró a Tommy una vez más antes de salir de la habitación y regresar a la tienda antes de que Lizzie cerrara las puertas. Una vez que estuvieron fuera del alcance del oído de Tommy, Olivia continuó.
—Es ridículo —dijo Olivia—. Nos arrastrarán a todos con ellos. A mi, a mis hijos, a John.
—Quizá no lo hagan —dijo Lizzie.
Olivia golpeó el libro sobre la mesa—. Estamos en problemas, Lizzie, y si no puedes ver eso, será mejor que te vayas ahora, antes de que los problemas lleguen a nuestra puerta.
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