39 | una familia unida
Grace Shelby estaba muerta.
Fue asesinada a tiros por un italiano que irrumpió en la cena benéfica organizada por la familia Shelby para promover la próxima apertura de su orfanato. Murió justo en los brazos de Tommy Shelby, y cuando John regresó a casa y le contó la noticia a Olivia, ella no supo muy bien cómo reaccionar.
Nunca fue fan de Grace, pero le dolía el corazón por Tommy. Después de todo, amaba a la mujer con todo su ser, y le parecía tan cruel que se la quitaran de una manera tan violenta. Tommy era un hombre que no era ajeno al dolor, pero esto era algo que lo abriría una y otra vez, sin darle nunca la oportunidad de curarse.
El funeral pasó y unos días después Tommy ordenó una reunión con su familia. Olivia, que estaba cansada de estar atrapada en la casa con los niños después de que John la encerrara después del incidente con la policía, se aventuró a Warwickshire con él.
Se había sentado junto al fuego con John a su lado, mirando las llamas lamiendo la leña. Arthur se unió a ellos y esperaron a Polly y Michael. Cuando aparecieron, Arthur se puso de pie.
—Bien, vamos —dijo Arthur.
—Ya lo vimos —dijo Polly.
Ante las miradas que recibió de John y Arthur, Polly se volvió hacia Ada, quien suspiró—. Quería recibir a la gente en un orden específico.
—En general, lo entiendo. Pero es algo difícil, ten cuidado —dijo Polly.
—Pensé que sería una maldita reunión familiar —dijo John—. Pensé que estaríamos juntos.
—John, está de duelo —dijo Polly—. Vernos a todos juntos sería demasiado.
John empujó la mano reconfortante de Polly cuando Arthur dejó escapar un suspiro—. Sí, bueno, vamos, John.
—Arthur, necesitamos que regrese —dijo Polly—. Sabini y Solomons ya enviaron flores y condolencias, no tardarán en aparecer en la carretera como lobos.
—Vamos, hay un cronograma —dijo Ada.
—¡Solo buenas noticias! —le dijo Polly a los chicos.
—Sólo hay buenas noticias, Polly —respondió Arthur.
Olivia suspiró—. Eso es poco probable. Estoy hambrienta.
—Ve a las cocinas —sugirió Ada—. Estoy segura de que los cocineros te harán algo.
—No iré sola —dijo Olivia—. Me perderé en esta casa.
Michael se rió—. Iré contigo. Vamos.
Finalmente se les unió el resto de la familia, y cuando John entró y vio a su esposa sentada en la mesa con un tarro de mermelada y una rodaja de pan, arqueó las cejas.
—¿Tienes hambre? —bromeó John.
Olivia blandió su cuchillo hacia él—. Estoy comiendo por tres, así que ni siquiera empieces.
John se rió cuando Ada envió a Karl a jugar con sus juguetes. Al agacharse, se dirigió a la familia—. Todos vinimos naturalmente aquí, donde comen los sirvientes.
—Oh, no tiene nada que ver con la política, Ada —dijo John, sentándose junto a Olivia—. Hace un frío del carajo en la sala grande.
—Y aquí es donde está la maldita comida —dijo Olivia con la boca llena de pan.
—John, Olivia, cuiden lo que dicen frente a Karl —dijo Polly.
—Ada, estamos en la sala de los sirvientes porque aquí guardan el maldito alcohol —respondió Arthur.
—Arthur, usa otras palabras —dijo Polly.
—Oye, Polly, ¿puedo insultar en gitano? —preguntó John.
—No hay motivo para usar lenguaje ofensivo —dijo Polly, y los Shelby estallaron en vítores—. Solo digo que no hay necesidad.
—Cuando está borracha, mi maldita esposa no puede hablar ni inglés —dijo John.
Olivia lo miró fijamente—. John, por el amor de Dios, ¡cierra la maldita boca!
—¡John! ¡Olivia! —gritó Polly, blandiendo el cuchillo hacia Karl deliberadamente.
—Es cierto —dijo Arthur.
Michael apareció en las cocinas y el silencio se apoderó de la familia. Polly miró a su hijo—. ¿Te ocupaste de eso?
—Con incentivos, no amenazas —dijo Michael—. Consecuencias implícitas sin referencia obvia al daño físico.
—Por eso Michael es el jefe —dijo Arthur lentamente—. Sabe mejores palabras, ¿no, Pol?
—¿Desde cuándo soy tu jefe, Arthur? —preguntó Michael.
—Primero te ve el jefe —dijo John—. Luego te ven los empleados.
—¿Desde cuándo ustedes dos hacen su trabajo? —preguntó Finn.
—En los viejos tiempos, Finn —dijo Arthur, sirviéndose un vaso de whisky—, estábamos todos en las reuniones familiares.
—Arthur, cállate —dijo Polly.
—Ahora, John y yo... somos unos malditos recolectores de residuos que deben obedecer —dijo Arthur, levantando su copa para hacer un brindis—. La Sra. Changretta.
—Arthur, cállate —repitió Polly suavemente—. Finn, ve a buscar cigarros.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer toda la noche? —preguntó John—. ¿Trepar malditos árboles?
—John, deja de maldecir frente a Karl —dijo Polly, señalando a Karl.
—Sí —dijo Ada—. ¿Y quién dijo que se quedarían?
—Sé lo que podemos hacer —dijo Arthur—. Saquemos las armas, John. Vamos afuera y le disparamos a algunos malditos faisanes. Es lo que hacen los jefes, ¿no?
—Sí —dijo John riéndose.
—Vete a la mierda, Arthur —susurró Michael.
Arthur se recostó en su silla—. ¿Qué carajos me dijiste?
—No pedí tener una reunión aparte, ¿de acuerdo? —dijo Michael.
—No. ¿Qué carajos acabas de decir? —preguntó Arthur—. Porque no te escuché bien.
John separó a Arthur y Michael, quienes estaban literalmente frente a frente y parecían listos para comenzar a lanzar golpes. Michael se volvió hacia Arthur—. No pedí tener una reunión aparte, ¿de acuerdo?
—¡Malditos faisanes! —exclamó Karl, y todos se quedaron helados.
Olivia se echó a reír cuando Ada se acercó a su hijo—. ¡Karl! No puedes decir esas cosas.
—Miren lo que han hecho —dijo Polly.
—Muy bien, hermanos —dijo Arthur, poniendo sus brazos alrededor de Michael y John—. Es el maldito whisky el que habla.
—No pido protección, ¿de acuerdo? —susurró Michael.
—Bien, cállense —espetó Polly—. Siéntense —los chicos se sentaron—. Miren a su alrededor. Miren esta esta casa. Miren dónde estamos. Y miren lo lejos que hemos llegado. Creo que ya es hora de que empecemos a actuar de una manera más adecuada a nuestra situación . Ya no somos recolectores de residuos, Arthur. Tommy nos necesita unidos.
—Estoy de acuerdo —dijo Olivia.
—Me gustaría proponer un brindis —dijo Polly, sosteniendo una botella—. Una familia unida que jamás será vencida.
Los pasos resonaron en las cocinas y Finn irrumpió por la puerta, sin aliento—. Tommy se fue. Lo juro, lo vi en una carreta con Johnny Dogs.
—Mierda —dijo Polly, y la familia Shelby subió las escaleras.
—Ahora hace esto —dijo Arthur, poniéndose la chaqueta.
Llegaron al frente de la casa solo para ver a Tommy alejarse por el camino de entrada en una carreta tirado por caballos. Olivia observó cómo John y Arthur desistían de intentar perseguirlo y suspiró. Miró a Polly—. No va a regresar, ¿no?
—Dice que regresará a Birmingham en tres días —dijo Ada, mirando la nota dejada por Tommy en el tocador del vestíbulo.
—Deja que vaya —dijo Polly—. Lo importante es que si dice que regresará, lo hará. Vamos a prender el hogar en la sala grande. Vamos a beber whisky —ante esto, Polly miró a los chicos—, con agua.
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