03 | una shelby
John y Olivia estaban sentados en uno de los vagones, charlando entre ellos mientras sus familias estaban de fiesta. John tenía su brazo alrededor de los hombros de Olivia, una bebida en la otra mano, y aunque la música estaba alta y las voces de sus familias eran más fuertes, se las arreglaron para escucharse durante las festividades.
—Entonces, ¿cuál es tu color favorito? —le preguntó John a Olivia, tomando un trago de su bebida.
—Azul —respondió Olivia al instante—. O verde. Solo porque crecí con esos colores y me recuerdan a viajar. ¿Y el tuyo?
—Era rojo —respondió John, sus ojos se nublaron como si estuviera viendo cosas en su cabeza que preferiría olvidar—. Pero vi demasiado de eso durante la guerra, así que creo que el amarillo es mi nuevo color favorito.
—Buena elección —dijo Olivia, mientras John le ofrecía su bebida—. Gracias.
—Sabes, cuando Tommy me dijo que me iba a casar con una gitana, pensé lo peor —dijo John.
—Bueno, espero que no sea tan mala como pensaste que sería —respondió Olivia.
John sonrió—. Eres mucho más que mis expectativas. No eres lo que esperaba, y por mucho que esto haya sido algo forzado, no quiero que sea raro, ¿sabes?
—Sí, sé lo que quieres decir —dijo Olivia, poniendo su mano sobre la de John—. Quieres intentar que esto funcione, por el bien de nuestra cordura. Yo también. No quiero pasar el resto de mi vida odiándote o estando en un matrimonio sin amor.
—Quién sabe, tal vez algún día me enamore de ti —dijo John, luciendo esperanzado—. Y podemos hacer algunos bebés bonitos.
—¿No dijiste que ya tenías cuatro? —preguntó Olivia, mirando a su alrededor en busca de los hijos de John.
John asintió—. Sí, pero ¿qué va a doler un par más?
Olivia se rió—. Creo que va a doler mucho. A mí, si somos específicos.
—Bueno, tal vez nada bebés por un tiempo —dijo John—. Pero me gustaría conocerte bien. Hará que esto sea mucho más fácil.
—Estoy de acuerdo —dijo Olivia, apretando la mano de John—. Haremos que funcione, no te preocupes. Sólo espero que les guste a sus hijos.
—Claro que sí —respondió John—. Si sabes cómo trenzar el cabello como le gusta a Katie, instantáneamente te convertirás en su persona favorita, y mis dos hijos, James y Oliver, son difíciles pero son dulces.
—Tengo muchas ganas de conocerlos —dijo Olivia sonriendo.
—Aquí viene —dijo John, mientras una niña trepaba el vagon y se subía a su regazo—. Olivia, esta es mi hija menor, Emily.
—Emily —dijo Olivia, saludando a la niña en los brazos de John—. Soy Olivia. Es un placer conocerte.
No podía tener más de tres años, y con los ojos azules de John y el cabello oscuro de los Shelby, era una niña sorprendentemente bonita. Escondió su rostro en la chaqueta de su padre, mirando a Olivia con curiosidad en sus ojos.
—Em, Olivia vivirá con nosotros de ahora en adelante —le dijo John—. Ella me va a ayudar a cuidarte, ¿sí?
Emily asintió ante las palabras de su padre, sin comprender del todo pero con la edad suficiente para saber que Olivia no era una amenaza. Extendió los brazos y John miró a Olivia, preguntándole en silencio si estaba bien, y cuando Olivia asintió, Emily fue depositada en su regazo.
—Hola, Emily —dijo Olivia—. Tienes unos ojos muy lindos.
—¿Eres mi nueva mamá? —preguntó Emily, mirando a Olivia con ojos expectantes.
—Bueno, yo...
Olivia no supo qué decir.
¿Cómo podía decirle que ella era su nueva mamá cuando estaba claro por la mirada en los ojos de John que había amado a su difunta esposa más que a nada? Era algo de lo que no sabía la respuesta, y no sabía cómo responder sin lastimar a John o Emily, así que en su pánico, miró a John con impotencia.
Aclarándose la garganta, John tiró de la trenza de Emily en broma—. Sí, lo será. Pero eso no significa que nos vamos a olvidar de tu verdadera mamá, ¿de acuerdo?
—Sí —dijo Emily, antes de volver a mirar a Olivia—. Pareces una princesa. ¿Puedo ser una princesa?
—Puedes ser una princesa, pero eso me convierte a en la reina —dijo Olivia, antes de mirar a John—. Lo que significa que tu papá es el rey.
—Bueno, no le diré que no a la realeza —dijo John mientras Emily se paraba en el regazo de Olivia y se lanzaba hacia su padre. La tomó en sus brazos y la sostuvo en el aire—. ¿Qué te he dicho sobre saltar?
—Que no lo haga —respondió Emily, antes de sonreír—. Pero es divertido.
Olivia se rió—. Ella es adorable.
John le hizo cosquillas en los costados a Emily y sonrió—. Sí, pero son incontrolables, solo te advierto.
—Estoy segura de que puedo arreglármelas —respondió Olivia—. ¿Qué tan malo puede ser?
—Estaré allí para verte tragar esas palabras —dijo John mientras Emily intentaba deslizarse fuera de su regazo.
Emily saltó del vagón y desapareció entre la multitud. John miró a Olivia y sonrió, ya estaba borracho a pesar de haber estado celebrando solo durante una hora más o menos. Observó cada parte de Olivia, desde su pelo hasta su sonrisa y sus ojos, hasta sus pies, que se movían torpemente bajo su mirada.
—Me estás mirando —dijo Olivia en voz baja, captando la atención de John.
Sus ojos se movieron a sus labios, y se encontró deseando besarla, pero se obligó a mirarla a los ojos—. ¿Sí? Lo siento, es difícil no hacerlo.
—Bueno, gracias —dijo Olivia, arrastrando los pies más cerca de John—. Sabes, escuché historias sobre ustedes, los chicos Shelby. ¿Eres tan malo como dicen los rumores?
—Depende de lo que hayas escuchado —respondió John—. Veamos, ¿qué escuchaste?
—Que cortan lenguas y le quitan ojos a la gente —dijo Olivia en voz baja—. Y que son despiadados cuando lo hacen.
—Bueno, no puedo decir que eso no sea cierto —dijo John encogiéndose de hombros.
Olivia frunció el ceño—. ¿Y alguna vez me harías daño?
Era algo que había rondado por su cabeza desde que escuchó por primera vez sobre su propuesta de matrimonio. La idea de estar en una relación en la que su pareja la lastimaría sin inmutarse arrastró viejos recuerdos a la superficie, unos que ella preferiría olvidar. Miró a John, casi teniendo que obligarse a mirarlo a los ojos.
John pudo ver que el tema era delicado y gentilmente alargó la mano para inclinar la barbilla de Olivia hacia él. Cuando sus ojos encontraron los suyos, él sonrió tranquilizadoramente—. Nunca tendrás que preocuparte de que te haga daño. Sé que a veces me enfado, no mentiré, pero nunca, jamás, te pondré un dedo encima, ¿entiendes?
Olivia asintió—. Tan sólo quería asegurarme.
—Nadie te tocará a menos que tú quieras —prometió John, su cara tan dolorosamente cerca de la de Olivia que ella solo quería besarlo—. Y si alguien trata de lastimarte, tendrá que lidiar conmigo, porque no te metes con las mujeres Shelby, especialmente con mi chica.
Mi chica.
La sonrisa de Olivia volvió y se inclinó más cerca de John—. Confío en ti, John Shelby.
Y ese era el primer paso para enamorarse.
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