33.
Advertencias: fluff y poco drama. AU de híbridos y omegaverse.
A Rosé no le sorprendió pillar a Lisa comiendo nueces en la cocina. Si antes solía comerlas en su dieta, desde que estaba embarazada que poseía ese antojo multiplicado por diez. Aunque si le llamó la atención verla en su forma ardillita, encima de la mesa y sacando las nueces de la bolsa con sus hábiles manitos.
―Bebé ―suspiró Rosé, yendo hacia ella, y la ardilla se volteó a verla. No pudo menos que admirar más el abultado vientre de embarazo que poseía, casi como si estuviera ya a punto de parir a pesar de que Lisa estaba a mitades de su segundo mes―, la doctora dijo...
Se agachó cuando el animalito le lanzó una nuez. Rosé no sabía si había una relación entre agresividad y embarazo, tal vez debería estudiarlo y así salvar la vida de las personas que quisieran tener bebés.
Resonó un pop y Lisa apareció, sentada en la mesa y todavía con su vientre hinchado. Rosé no había querido mencionarlo para no hacerla llorar, pero le preocupaba un poco lo grande que era. Es decir, era normal que ya se le marcara a los dos meses. El embarazo en un humano era de nueve meses, el de una ardilla un mes y medio, y de un híbrido de ardilla, eran cinco meses y medio. Sin embargo, la tripita de Lisa era... Era muy, muy grande. Rosé creía que quizás iba a tener dos bebés, aunque eso lo iban a saber el día de mañana, cuando fueran a la ecografía.
―No me dejas comer nada. ―sollozó Lisa.
―Puedes comer nueces ―Rosé sacudió su cabeza―, pero estás comiendo demasiadas, bebé. No te hace bien. Luego te encierras en el baño y...
―¡No digas eso, Roseanne! ―chilló Lisa, poniéndose de pie y agarrando una nueva nuez para lanzársela.
Rosé salió de la cocina antes de ser asesinada.
Lisa se había titulado, finalmente, un mes atrás, mientras que Rosé iba a tener su defensa de tesis en dos semanas más. Por lo mismo, ahora podía dedicarse a cuidar a tiempo completo de su novia, que para no mantenerse inactiva, se había comprado una pelota de pilates y solía echada en ella todas las tardes, aburrida. La pantera trataba de no mirarla demasiado, porque... Bueno, si era sincera, a su instinto animal se le hacía más apetecible la omega con ese dulce aroma materno y su vientre hinchado por su (o sus) cachorro. Sin embargo, no quería espantar a Lisa de ninguna forma, pues ante su evidente subida de peso, la omega estaba muy sensible.
―Rosé.
La voz tímida de su novia la hizo desviar la vista de la computadora. Estaban ya acostadas en la cama, con la televisión encendida, mientras la alfa trabajaba en la presentación de su tesis.
―¿Sí, mi amor? ―dijo, quitándose los lentes de lectura y bostezando.
―Tú... Uh... ¿Ya no me deseas?
La observó con desconcierto ante esas palabras. ¿Qué? ¿De qué estaba hablando?
―¿Desearte, Lili?
―Sí ―un suspiro triste―, no me quieres tocar porque estoy gorda, ¿Cierto? Entonces...
Lisa se calló cuando, de manera sorpresiva, recibió un beso en su boca. Rosé emitió un gruñido bajo cuando la omega contestó, gimiendo en su garganta.
―No digas tonterías ―le murmuró la alfa―, claro que te deseo. ¿Sabes...? ―una risa ronca―. Tengo la polla hinchada por las ganas que tengo de follarte, Lalisa.
La omega emitió un chillido, medio indignación medio excitación, y casi de manera automática, se separó de piernas cuando la alfa se subió encima de ella.
―¡Oye, no seas.... Descarada! ―trató de decir Lisa fingiendo enfado, pero dejando que la alfa le quitara los pantalones―. ¡Aprovechada!
―Pero debes saberlo ―siguió hablando Rosé―, lo mucho que me calienta verte cargando a mi bebé... El hecho de que estés así porque te anudé varias veces...
―¡Yaaaaaaaaa!
Lisa se veía muy avergonzada por esas palabras, con el rostro enrojecido y los ojos húmedos. Rosé sólo podía pensar en lo preciosa que era, y se bajó el pantalón del pijama para liberar su polla.
―Te deseo tanto, tanto... ―le jadeó mientras se empujaba para entrar en ella, y la voz de la omega se volvió un manojo de gemidos y lloriqueos.
Minutos después, pegajosas y agotadas, se acurrucaron una contra la otra. Rosé sabía que a Lisa le encantaba eso.
―No debes transformarte más en ardillita ―le recordó la alfa, acariciándole el cabello―, la médico ha dicho que es peligroso, bebé.
Lisa suspiró, abrazándola. Sabía que su novia tenía razón, pues transformarse en animalito estando embarazada podía confundir a su parte animal y entrar en trabajo de parto en cualquier momento. Además de que podía afectar también a los bebés.
―Lo sé ―dijo Lisa―, pero me aburro mucho, Rosie. Ni siquiera puedo ir a trabajar...
Lisa hizo su práctica con una editorial que luego siguió solicitando sus servicios, pero ahora estaba con fuero maternal y, por lo mismo, no tenía nada qué hacer. Rosé trabajaba a medio tiempo con JiHyo en el negocio de los padres de su prima, que tenían una cafetería en el centro de la ciudad.
―¿Quieres que te preste más atención? ―bromeó Rosé, besándole la punta de la nariz, y eso la hizo reír―. ¿Ah, mi linda bebé, eso quieres?
Comenzó con un par de arrullos, pero terminaron follando otra vez.
Para el día siguiente, tenían la ecografía a media tarde, por lo que Lisa se vistió con un suéter grande y unos pantalones deportivos. El invierno había acabado, sin embargo, todavía hacía algo de frío, y lo mejor era cuidarse.
La doctora que las atendió era una híbrida de conejo y se llamaba Bae JooHyun. Era una mujer que se veía muy fría, sin embargo, hacía sentir cómoda a Lisa dentro de todo y era lo importante. Aunque la omega no pudo evitar encogerse cuando, al entrar a la oficina, ella la miró con una ceja enarcada.
―¿Cómo vas con los antojos, Lisa? ―preguntó, sonando amable.
―No puedo controlarlos ―suspiró la extranjera, triste―, he ganado mucho peso, ¿Cierto?
―Quería pesarte primero ―admitió ella―, pero creo que será mejor que hagamos la ecografía. Prefiero que descartemos un embarazo múltiple.
―No debería serlo ―exclamó Lisa―, tal vez dos, no más. Mi mamá tuvo mellizos...
―Eres una ardilla, Lisa ―señaló la alfa, acomodando la silla donde iba a recostarse―, ya te lo he explicado: los animales presa tienden a tener camadas grandes para asegurar su existencia.
Lisa sacudió su cabeza, como si se lo siguiera negando, mientras Rosé le ayudaba a acomodarse. La omega levantó la camisa una vez estuvo lista, estremeciéndose cuando la matrona aplicó el gel de ultrasonido en su vientre hinchado.
―Veremos el sexo del bebé y su especie. ―comentó JooHyun, presionando el cabezal del ultrasonido en su piel.
―¿Qué te gustaría que fuera? ¿Pantera o ardilla? ―preguntó Lisa.
―Cualquiera de los dos está bien ―afirmó Rosé―, yo lo querría igual.
La omega sonrió.
―Ya, pero debes tener una preferencia...
―Creo que una ardillita sería bonita ―Rosé también sonrió―, creo que amo mucho a las ardillitas ahora.
Sin poder evitarlo, Lisa soltó ahora un par de risas y se volteó para ver a JooHyun. Sin embargo, su sonrisa se tambaleó cuando notó la expresión que traía encima.
―¿Doctora Bae? ―preguntó, y su voz tembló.
La mujer tenía las cejas arrugadas y un gesto de desconcierto en su rostro. Lisa tuvo un horrible pensamiento: su bebé no estaba bien. Su bebé no se encontraba bien. Casi se puso a llorar en ese momento, porque si algo le pasaba a su bebito...
―No sé como decirles esto... ―comenzó a decir ella, volteándose a mirarlas.
―¿Qué pasa? ―la voz de Rosé estaba también con pánico―. ¿Le pasa algo a nuestro bebé?
―No, no ―se apresuró en decir JooHyun―, no le pasa nada a las bebés.
Lisa pegó un grito. Rosé se levantó de su silla, atónita.
―¿Bebés? ―exclamó la alfa rubia.
―Felicitaciones... ―farfulló JooHyun―, serán padres de una camada de cinco bebés.
El grito que pegó Lisa casi dejó sorda a Rosé.
El resto de la cita la omega no dijo palabra alguna. Parecía haber quedado completamente muda, así que Rosé hizo todas las preguntas pertinentes. Lisa no estaba con mucho sobrepeso, sino que, evidentemente, las cinco bebés la tenían así. Eran cuatro ardillitas y una pantera, todas hembras. Estaban sanas y no se veían con ningún problema. Lisa no podía transformarse en ardilla por el resto del embarazo para evitar complicaciones. Y otras cosas más que la omega, honestamente, no escuchó muy bien.
El camino a casa fue hecho en silencio por las dos. Rosé estaba preocupada por Lisa (y también asustada, claro), así que no quiso decir nada, a pesar de que al alfa estaba muy feliz por la noticia. No importaba si era una niña o cinco, ¡Ella las amaría a todas por igual! Porque eran sus hijas con Lisa, la omega que amaba con todo su corazón. Pero quizás Lisa...
Lisa parecía a punto de vomitar y Rosé sabía que debía ser muy difícil para su omega. Al fin y al cabo, era su pareja la que debía cargar con el embarazo y, tal vez...
―¡Mira lo hiciste, idiota! ―explotó Lisa una vez llegaron a casa.
Rosé la miró en silencio y Lisa tiró al suelo su bolsito. Se puso a llorar y abrazó su barriga hinchada.
―Fuimos las dos ―recordó Rosé―. Bebé, ¿Por qué lloras? ¿Qué pasa?
―¡Porque ahora sí que la ropa no me va a quedar! ―Lisa sorbió por su nariz, sentándose en el sofá, y la alfa sintió un poco de alivio ante sus palabras―. ¡Me voy a... A poner muy fea en unas se-semanas!
―No, eso jamás ―Rosé le tomó la mano, sentándose también a su lado y dándole una caricia en el rostro―. ¿Qué tal si hacemos un nido, hermosa? Eso quizás sirva...
―¡No quiero! ―lloró Lisa, haciendo un berrinche, y Rosé soltó un suspiro. Rodó los ojos sin que la viera, sabiendo que eso la iba a hacer llorar más.
Volvió a ponerse de pie, ignorando los balbuceos llorosos de su novia, y fue hacia el cuarto que compartían. Agarró la enorme cajita que Jennie le regaló a su novia unos meses atrás, y se lo llevó al comedor. Al verla, el rostro de Lisa se iluminó con felicidad.
―¿Qué tal si haces brazaletes? ―sugirió Rosé, ubicándose a su lado, y Lisa se recostó contra ella―. Para nosotras, y para nuestras cachorritas.
La cara de Lisa se suavizó y abrió la cajita, dónde había un montón de cuencas de muchos colores en sus cajoncitos, con decoraciones por doquier. Rosé dejó que Lisa se apoyara en ella mientras comenzaba a hacerlos, tarareando y sintiendo las vibraciones de alegría a través del enlace.
Cuando Lisa estaba avanzando, revolvió su cabello, dándole un beso en la nuca. Lisa olía tanto a vainilla y a leche materna, y le encantaba.
―¿Estás feliz por nosotras? ―preguntó Rosé, tímida.
―Sí ―afirmó Lisa, suspirando―, tendremos bebés, Rosie ―la alfa la vio meter un colgante de gatito en medio del brazalete―. Es... Es sólo que tengo algo de miedo. Cinco bebés... ¡Esto lo hiciste tú y esa manía que tienes con anudarme...! ―Rosé se calló las palabras para evitar su muerte―. Perdón, es que me agarró por sorpresa que serán cinco... Pero estoy contenta. Tú siempre me haces feliz.
Rosé soltó un ronroneó bajo, viéndola trabajar tan concentrada en esos pequeños regalos que sugirió.
―Cinco cachorritas ―aceptó Lisa, y soltó una risa―. Rosé, ¿Cómo es posible? ¡Nos van a volver locas! ―una pequeña pausa―. Serán fuertes y muy juguetones. ¡Cuatro ardillas y una pantera! Tú nos cuidarás siempre, ¿Cierto, Chaeng?
―Daría mi vida por ustedes. ―aseguró Rosé, y Lisa se rió, tan entusiasmada.
Terminó después, sin dejar de liberar esas feromonas maternas tan dulces que estaba soltando, y Rosé acarició la glándula de relajo de su novia, sintiendo el estremecimiento bajo ella. Con cariño y ternura, la alfa le agarró la mano y la llevó al cuarto que compartían, y se acurrucaron uno contra la otra.
―Eres mi todo, Lili ―le aseguró, viendo su mirada satisfecha―, tú y nuestras bebés.
Eso sería así siempre, Rosé se lo prometió, y no dejaría que nada malo le ocurriera a sus bebés.
Las semanas siguieron pasando y la panza de Lisa no hacía más que crecer y crecer. También lloraba mucho por el tema de las ropas, y al final, sólo se calmaba cuando Rosé le prestaba de sus playeras, pues a la alfa siempre le gustó comprarse ropa con talla extragrande para ella, y como estaban empapadas en su aroma, la omega lo disfrutaba por completo.
―¿Es muy difícil el parto? ―le preguntó una tarde que Somi fue a verla con su pequeño cachorrito, HyeongJun, que tenía dos años.
Para nadie fue una sorpresa que Somi quedara preñada en medio de su carrera universitaria. Había congelado todo un año, pero ya había regresado, y a Lisa le gustaba estar con el pequeño, que era todo un encanto. Era un conejito también, con sus grandes orejitas blancas cayendo contra su cabello, y los ojos de ChaeYoung brillando por la felicidad.
―No mucho ―dijo Somi, yendo a abrir la puerta y encontrándose con Jennie―. ¡Llegas tarde, pulgosa!
Jennie le sacó la lengua, entrando a saludar a Lisa.
―¡Hola, Lili! ―saludó, y tomó en brazos a HyeongJun, que rió―. ¡Hola tú, eeeeeh! No me tienes nada de miedo, Jun, ¡No te haces pipí encima como tu madre!
―¡Tía Nini! ―chilló él.
Somi pateó a Jennie en el trasero.
―¿Cómo lo llevas, Lili? ―preguntó la híbrida de zorrito―. JiSooie me está diciendo que quiere crías, pero todavía me aterra un poco, ¿Cuántos meses llevas?
―Ya voy a cumplir los cuatro meses...
―¡¿Tan poco y tienes la panza tan grande?!
Lisa puso mala cara.
―Bueno... Son cinco cachorras, Jennie.
―¡¿Cinco?! ―Jennie se sobresaltó―. ¡No me lo habías dicho!
―¡Claro que te lo dije!
―¡Pensé que era un broma! ¡Vaya, Rosé si que tiene puntería, eh!
Ahora Lisa trató de patearle el trasero, aunque no pudo levantar mucho su pierna por la barriga.
Pronto cumplió los cinco meses y decidieron fijar la fecha de parto. Decidieron que lo mejor sería una cesárea, pues parir cinco bebés podía ser muy peligroso, y ellas ya no podían más con los nervios. Aunque tuvieron un pequeño problemita cuando, una noche, se desató una gran tormenta. Rosé sabía lo que iba a ocurrir.
Lisa apenas podía moverse bien por su vientre tan hinchado y duro, pero no le sorprendió cuando su omega se puso de pie, con sus orejitas aplastadas contra su cabello en una clara señal de miedo, y murmuró algo de irse a la cama por el cansancio. Habían estado viendo una película cuando la caótica lluvia empezó a caer.
Su ardillita era así: le daban susto un montón de cosas, sin embargo, no le gustaba demostrarlo, todo con la excusa de no querer molestarla. Aunque Rosé la conocía muy bien. Demasiado bien.
La dejó ir a la cama, en tanto ella fue a la cocina a buscar una botella con agua. Miró hacia fuera, viendo las nubes negras, la lluvia cayendo, y de pronto el cielo se iluminó. Pocos segundos después se escuchó el primer trueno.
Se apresuró en ir hacia el cuarto matrimonial, viendo a Lisa acurrucada bajo las sábanas y mantas, temblando sin control alguno. Por lo normal, cuando Lisa se asustaba mucho, siempre se transformaba en ardillita para salir a esconderse en algún lugar que le protegiera bien –normalmente el pecho de Rosé–, pero ahora, con su avanzado embarazo, no podía hacerlo.
Rosé dejó la botella sobre el velador, arrodillándose encima de la cama cuando se subió, y deslizó sus dedos por el cabello desordenado de su novia.
―Te–Tengo mi–miedo. ―confesó Lisa apenas, sin sacar su cabeza, y se sobresaltó al escuchar un nuevo trueno.
―Sí, cariño, y estoy aquí para ti. ―le dijo Rosé con tono suave.
Con cuidado se metió bajo las sábanas, suspirando cuando la omega se aferró a ella con fuerza, sollozando por el nuevo trueno. La alfa lo pensó un poco, observando los ojos llorosos de su pareja, y casi sin pensarlo, decidió algo.
De pronto la Australiana ya no estaba. En cambio, había una enorme pantera sobre la cama.
―¿Amor? ―preguntó Lisa, algo sorprendida, pero gritó por el trueno que resonó otra vez, abrazándose a Rosé en su forma animal.
Rosé lamió su rostro, cariñosa.
‹‹Estoy aquí para ti, yo te protegeré, bebé››, decían los ojos de Rosé.
Lisa lloró con fuerza, medio hipando por el miedo, enterrando su rostro en el cuello de Rosé, en todo su pelaje.
Escuchó los ronroneos de la pantera a su lado, tratando de concentrarse en ese ruido cuando otro trueno resonó en el exterior. Rosé no dejaba de lamer su piel expuesta, sus mejillas, su cuello, sus hombros, haciéndola reír.
Se sentía ridícula así, medio riendo y medio llorando por la situación, sin embargo era mucho mejor que estar sola.
―Rosé, Rosé, ¿Qué haces? ―lloriqueó Lisa cuando la pantera comenzó a removerse, dándose vuelta y metiéndose bajo las sábanas.
De pronto, se sorprendió cuando Rosé empujó esa enorme playera que llevaba hacia arriba, mostrando su marcado vientre preñado, comenzando a lamerlo con suavidad, sin dejar de ronronear.
‹‹No te pasará nada malo››, parecían decir los ronroneos de Rosé, ‹‹estoy aquí para protegerte a ti y a las cachorras››.
La más baja sintió su cuerpo relajarse cuando la nariz de Rosé comenzó a frotarse contra su vientre abultado, sin dejar de ronronear, lamiendo también para dejarlo marcado en su olor, envuelto en sus hormonas de protección.
Lisa se sobresaltó, soltando un nuevo chillido con otro nuevo trueno y Rosé volvió a ella, acomodándose a un lado. La omega la abrazó por el costado, besando la nariz de la alfa, dejándose envolver por la pantera sin problema alguno.
La usó como almohada toda la noche, cálida y feliz, olvidando la tormenta si tenía a su alfa a su lado en todo momento.
Aunque hubo otra pequeña tormenta a la mañana siguiente, cuando Lisa despertó con dolores en su vientre y, al bajar la vista, observó su entrepierna húmeda.
Rosé despertó con su grito. En la noche había vuelto a su forma humana y se veía muy, muy desorientada en ese momento. Al menos, hasta que Lisa volvió a gritar y las dos comprendieron qué estaba pasando.
Lisa entró en trabajo de parto.
sólo quedan dos capítulos y termina este fic unu
¡Gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro