29.
Advertencias: fluff y poco drama. AU de híbridos y omegaverse
este capítulo habla un poco sobre sexualidad y comportamiento sexual híbrido (?)
El día en que fue la graduación, Rosé se aseguró personalmente de que ningún cretino siquiera pensara en molestar a su novia. Cazó a los idiotas que la molestaban uno por uno y se los comió.
Bueno, no. Solamente los amenazó personalmente, diciendo que si se les ocurría gritar o hacer una expresión grosera contra Lisa, los asesinaría con sus propias manos. Los rostros de aquellos bullies lo fue todo para Rosé y quedó muy claro lo que iba a pasar si hacían alguna de sus estúpidas bromitas.
Ese día Lisa estaba muy nerviosa. Por la diferencia de apellidos le tocó sentarse algo separada de Rosé, pero al menos, Somi estaba a su lado. Además, no sólo era la graduación lo que la tenía así, sino también que sería la comida en donde sus familias iban a conocerse. Irían a casa de Rosé, pues su hogar era más grande y espacioso, y Lisa estaba con ataque pensando en todo lo que podía salir mal.
―Lili, estás liberando feromonas sin control ―le susurró Somi, preocupada, mientras el director daba un aburrido discurso sobre la importancia de los estudios―, tranquilízate.
―No puedo ―murmuró Lisa―, ¿Y si todo acaba mal?
―¿Cómo va a acabar mal? ―Somi le dio un apretón en la mano―. Ya deja de pensar que los padres de Rosé se van a comer a los tuyos.
Lisa la miró con mala cara, sin poder creer que sus pensamientos hubieran sido revelados con tanta facilidad. Aunque Somi pensaba que no había que ser una genio como para adivinar sus ideas.
―Deberías estar feliz ―prosiguió Somi, aplaudiendo cuando el director terminó, por fin, con ese horrible discurso―, es un paso más grande a su relación.
La omega mayor no pudo evitarlo y una tímida sonrisa curvó ahora sus labios. No sólo eso, porque esa graduación coincidió con su aniversario desde que eran novias: cumplían siete meses desde que oficializaron su noviazgo. Para Lisa, esos siete meses significaban todo, y más cuando pensaba que ellas irían juntas a la universidad. Rosé estudiaría Arquitectura, mientras que Lisa escogió Licenciatura en Letras y Literatura. Lisa quería trabajar en una editorial de libros más adelante y, por qué no, quizás escribir un cuento sobre una ardillita que encontraba el amor en una pantera.
De cualquier manera, ese último tiempo estaba muy feliz. Sus sesiones con la psicóloga estaban funcionando muy bien, a pesar de que tuvo que ir al psiquiatra también para tratar su trastorno de ansiedad mediante medicamentos. Al inicio le daba mucha vergüenza, pero ambos especialistas le explicaron que necesitar medicamentos no la hacía más débil o menos valiente. Que, a veces, algunas personas necesitamos otro tipo de ayuda para poder avanzar.
A eso se le sumaba que decidió ir también con una nutricionista que le ayudara a bajar de peso de una manera sana y sin dietas extremas. Llevaba un mes con ella, pero había cambiado ciertos hábitos de comida y malas costumbres que tenía desde hacía mucho tiempo.
Lisa no pudo evitar pensar, mientras decían su nombre e iba a recoger su diploma, lo bonito que era sentirse ligera con su cuerpo. Tal vez sólo había bajado unos gramos, pero ella se sentía distinta, más liviana y con menos carga encima, y era una agradable sensación que disfrutaba por completo. Ella se sentía y percibía distinta, y a pesar de que a veces todavía tuviera pensamientos intrusivos, trataba de que no dominaran su vida y le amargaran la existencia.
Una vez la ceremonia acabó, se reunió con Rosé y el resto de sus amigas. Abrazó a la alfa, le dio un sonoro beso en la boca y luego se sacaron una foto juntas, cada una con su propio diploma y una gran sonrisa en el rostro. Se quedaron unos minutos más, sacándose fotografías grupales y de curso, antes de dirigirse con sus padres.
―Felicitaciones, mi linda cachorrita ―le dijo su mamá, abrazándola y besándole la mejilla―, estás tan grande, mi pequeña Pranpriya .
―No soy pequeña. ―reclamó, pero no podía eliminar su sonrisa.
―Siempre serás nuestra pequeña, cachorrita. ―dijo su padre, también abrazándola.
Lisa enrojeció, pero pasó a recibir los abrazos de sus hermanos, especialmente de los gemelos, que se le colgaron de los brazos. Se rió unos segundos antes de tomar valor y decirle a sus padres que le presentaría a la familia de Rosé.
Los Park estaban más alejados de la multitud. Lisa logró apreciar, a medida que se acercaban, que Christopher estaba dándole un abrazo a su hermana menor, y tuvo que tragar saliva varias veces para no entrar en pánico. Lo que menos quería era que se llevaran mal u ocurriera alguna situación incómoda entre los adultos. Rosé le prometió que todo estaría bien, pero Lisa tenía esa tonta sensación de catástrofe ante las nuevas situaciones.
Rosé pareció percibirla, porque se soltó de Chris y se volteó, viendo cómo se acercaban, y le hizo un gesto a Lisa de tranquilidad. La Tailandesa se apresuró en ir hacia la alfa, olisqueando sus feromonas, y sirvió como un calmante para su acelerado corazón.
―Señores Manoban ―dijo Rosé una vez sus padres se acercaron con los niños―, ellos son mis padres. Mi mamá, Sandara Park ―la madre de Rosé sonrió con facilidad, con esa misma sonrisita que tenía su hija, y se adelantó a saludarlos―, mi padre, Park JiYong ―el hombre se acomodó los lentes, imitando a su esposa con una gran sonrisa de calma―, y mis hermanos, Christopher Park y Jake Park.
―Es un placer conocerlos ―dijo la mamá de Lisa―, mi Lalisa siempre habla de lo bien que lo tratan los padres de Rosé. Yo soy Sorn ―se presentó, antes de mostrarles al bebé en sus brazos―, y él es el hermanito menor de mi Lalisa, Prince Manoban.
―¡Es muy lindo! ―dijo Chris.
―Yo soy Khun ―dijo el padre de Lisa―, un gusto. Ellos son los gemelos, Minnie y BamBam, y mi hijo mayor, Ten. ―los pequeños niños corearon su saludo, ahora colgados de los brazos de su padre, y Ten saludó a los adultos con una pequeña inclinación.
―Bueno, ¿Vamos a comer? ―ofreció Sandara, sin dejar de sonreír―. Ya tenemos casi todo preparado para la cena.
―¡Será un gusto! ―respondió Sorn, encantada.
Fueron hacia el estacionamiento, con Lisa más calmada al ver que la presentación salió bien. Rosé sólo le dio un beso en la mejilla ahora, sabiendo que besarla frente a sus padres podría avergonzarla.
No tardaron en ir hacia la casa de los Park. A los gemelos les encantó enseguida al ver el enorme patio con los árboles, preguntando si podían ir a corretear entre ellos. El padre de Rosé se rió y les dio permiso, encendiendo la parrilla donde iban a preparar la carne con ayuda del padre de Lisa. Ten, Christopher y Jake estaban animados conversando sobre grupos de rock que seguían y debatiendo cuál era mejor. El pequeño Prince, de casi tres años, estaba luchando por transformarse en una pequeña ardillita para jugar con sus hermanos. Ambas madres se encontraban en la cocina preparando la ensalada.
―¿Ves que no debías preocuparte por nada? ―le dijo Rosé, sonriendo con cariño.
―Qué pesada eres ―se quejó Lisa, pero tenía también una sonrisa en la cara―. Somi estuvo casi toda la ceremonia hablando sobre la salida del próximo fin de semana.
Habían decidido irse de camping por unos días con su grupo de amigas. Querían acampar a orillas de un lago y disfrutar el inicio de las vacaciones de verano, en especial ahora que iban a entrar a la universidad.
―¿Vamos a compartir tienda? ―sugirió Rosé.
―Por supuesto que no ―el padre de Lisa habló, sobresaltándolas―. No quiero nada de cachorros antes de tiempo, ¿Lo tienes claro, Rosé?
―¡Papá! ―regañó Lisa, avergonzada y viendo las mejillas enrojecidas de la Australiana―. ¡No digas esas cosas!
―¿Qué cosas? ―la madre de Rosé apareció, cargando algunas ensaladas que dejó sobre la mesita que acomodaron en el patio para disfrutar de la tarde fresca.
―Rosé está pensando en tener cachorros ya. ―dijo el padre de Rosé.
―¡Claro que no! ―saltó Rosé, más avergonzada ahora―. ¡Papá, no he dicho eso!
―Tu padre tiene razón, Lisa ―su mamá habló ahora, cargando los platos―, no quiero ser abuela todavía.
―¡Mamá! ―lloriqueó Lisa.
Los adultos se rieron y la pareja no podía creer que se hubieran puesto de acuerdo para humillarlas de tal vil forma. ¡Qué crueldad más grande! Incluso sus hermanos tenían sonrisas burlonas.
―Tal vez fue una mala idea ―le susurró Rosé a Lisa―, no debimos juntarlos.
―¿Y ahora me lo dices? ―Lisa suspiró.
―Y cuidadito con los besos también ―dijo la madre de Rosé―, ya parecen una pareja de recién casadas, ¡No se quitan las manos de encima!
―Tal vez te compre un cinturón de castidad, Lili. ―sugirió la madre de Lisa.
―¡Mamá! ―gritaron las dos chicas, enrojecidas a más no poder.
Qué malos podían ser los adultos cuando se lo proponían.
El siguiente fin de semana, el día viernes, se prepararon para el día de camping que prepararon con tanto ahínco. Lisa tuvo que prometerle a sus padres que no iba a hacer ninguna cochinada con Rosé, y sólo con eso la dejaron ir. Que atrocidad lo que le habían hecho, y su novia le contó que con ella fue algo parecido.
―Quizás ni nos dejen irnos a vivir juntas. ―lloriqueó Lisa, con el ánimo desinflado, mientras iban en el auto.
Rosé y JiHyo tenían licencia para conducir y arrendaron una furgoneta para viajar al parque Jirisan y acamparían en la ribera de alguno de los lagos dentro del lugar. Se quedarían allí cinco días. En ese momento, Rosé iba manejando y Lisa se encontraba en el asiento del copiloto.
―No te preocupes ―dijo Somi desde atrás, asomando su cabeza―, sólo lo decían para molestarte, Lili. A los padres les encanta humillar a sus hijos. No sabes lo que dijo mamá cuando vio la marca de ChaeYoung...
Lisa se volteó para ver el cuello de su amiga. Allí, sobre su glándula de feromonas, relucía una marca de alfa. La omega conejita fue marcada en su noche de graduación como un regalo por parte de ChaeYoung.
Quién habría dicho que, de las tres parejas, la primera en ser marcada iba a ser Somi, la miedosa conejita que huyó tanto de ChaeYoung en un inicio.
―Esa marca es horrible ―bostezó JiHyo―, ahora apestas a lobo mojado.
―¡Pues un hámster como tú jamás me habría podido satisfacer! ―chilló Somi, enfurruñada. Sus palabras provocaron también la indignación de JiHyo y pronto inició una discusión.
Lisa sólo sonrió, pensando en lo bonito que sería tener también una marca. A veces, soñaba en cómo se sentiría eso y no podía evitar colorearse por la vergüenza. Recibir la marca de Rosé implicaba también que ellas tuvieran relaciones íntimas, y la idea le provocaba algo de ansiedad. Si bien estaba comenzando un proceso de sanación y amor propio, le ponía nerviosa que Rosé le mirara completamente desnuda.
Pero ella quería tanto su marca...
Rosé pareció percibir sus emociones caóticas, porque extendió su mano derecha y le dio un apretón suave en señal de cariño.
―Cuando estés lista ―le dijo en voz baja―, te daré mi marca, bebé.
Lisa le sonrió, más calmado.
Llegaron a su lugar de destino pasado una hora y media. Era un hermoso parque ubicado entre montañas, cuidado y protegido por el gobierno, donde podían encontrarse muchas especies nativas, tanto árboles como animales. Poseía varios senderos en los que se podía caminar, junto con muchos ríos y un lago en el que se podía acampar. Bajaron todo el equipaje y se apresuraron en armar sus tiendas en las que iban a pasar todos esos días. Rosé y Lisa compartirían una, al igual que JiSoo y Jennie, mientras que JiHyo, ChaeYoung y Somi se amontonarían en otra.
Cuando Lisa abrió su bolso para sacar el bloqueador, pegó un grito de espanto. Rosé se apresuró en ir con ella, y al mirar lo que había dentro, su rostro se cubrió de escarlata. Fue peor cuando sus amigas también quisieron acercarse a ver el motivo de su reacción.
―¡No lo vean! ―gritó Lisa, espantada, y Jennie estalló en risas burlonas al darse cuenta de que era porque habían cinco cajitas con condones―. ¡¿De qué te ríes tú?! ¡Mamá escribió que son para todas!
Jen tuvo la decencia de sonrojarse. Bueno, en realidad, todas allí se pintaron de rojo.
―Lili ―le susurró ChaeYoung―, ¿Me das una?
Lisa le lanzó la cajita de condones a la cabeza. Somi fingió que no lo vio mientras que JiHyo sonreía ampliamente.
―¿Te fijaste en que dijera ‹‹extra grande››? ―preguntó JiHyo, antes de abrazar a Rosé por los hombros―. Mira que los Park somos muy dotados.
Rosé estuvo a punto de lanzar a JiHyo al lago para que muriera ahogada. Sólo JiSoo pudo impedirlo.
Al final echó las cajas de condones al fondo de su bolso, luego de darle una a Jen también. Ella no podía con la vergüenza, y menos al pensar en que sus amigas tendrían sexo esa noche.
―Alejaré nuestra tienda ―suspiró Rosé―, son unas idiotas.
Lisa dejó salir una risa suave, pero no pudo evitar pensar si ellas también harían algo más tarde. Quizás no sexo con penetración (el sólo pensamiento la hizo morirse por dentro), aunque quizás otras cositas interesantes.
Como fuera. Decidió eliminar esa idea de su mente, de lo contrario, empezaría a sufrir por la ansiedad.
Luego de armar la tienda e inflar el colchón, instalando sus cosas personales, prepararon el almuerzo. El resto de la tarde la aprovecharon para bañarse en el lago y Lisa tuvo un breve momento de pánico, porque era casi estar en ropa interior frente a Rosé. Se compró un lindo traje de baño color verde, y no quiso sacarle la playera blanca que llevaba encima.
―¿No quieres ir a bañarte? ―preguntó Rosé, viéndola con preocupación cuando sus otras amigas se fueron a meter al lago.
―Me bañaré con la playera. ―dijo Lisa, un poco tímida.
Rosé le sonrió para tranquilizarla y le agarró de las mejillas, dándole un suave beso.
―Si te sientes cómoda así, pues está bien ―le aseguró la alfa―. Pero recuerda: yo te quiero sin importar cómo luzcas. Amo todo de ti.
Lisa no pudo evitarlo y le devolvió el beso con ganas. Le gustaba mucho cuando Rosé le decía esas cosas, reforzándola y haciéndola sentir tan querida.
Al final, decidió quitarse la playera y agarró la mano de Rosé cuando fueron a meterse al agua. La alfa no la miró con asco ni desprecio en ningún momento, e incluso dejó que se le colgara en la espalda cuando se fueron adentrando más en el agua.
Fue una bonita y divertida tarde. Luego de bañarse y descansar, se pusieron a preparar la cena y hacer una fogata, y pronto estuvieron contemplando las estrellas, comiendo malvaviscos y contando anécdotas. Cerca de las una de la mañana todas se fueron a sus respectivas tiendas.
Rosé y Lisa no tardaron en acostarse. Si bien cada una llevó su propio saco para dormir, al final simplemente los abrieron y extendieron a lo largo del colchón, acostándose bajo ellos y abrazándose.
―¿Tienes frío? ―preguntó Rosé unos minutos después, sintiendo un temblor por parte de Lisa y dejando la linterna que tenían encendida.
―Un poco ―dijo la omega, y la alfa agarró una de las frazadas extra que llevaron por si acaso para cubrirlos―. RoRo, um...
―¿Pasa algo? ―Rosé volvió a abrazarla, feliz de olisquear sus feromonas suaves de omega.
―Yo... um... ―Lisa estaba buscando las palabras exactas para hablar, pero al final, se dio cuenta de que no había forma alguna de suavizarlo, y tomó valentía para hablar―, ¿Puedo... Chuparte el pene?
Rosé se atragantó con su saliva y Lisa sólo quería hundir su cabeza en algún lugar por la timidez.
Ellas habían hecho un par de cosas en esos meses, aunque nada demasiado atrevido. A veces, entre los besos, se tocaban y acariciaban. Si la dejaba, Rosé incluso le metía la mano por debajo del pantalón y le acariciaba su coño, y si le daba más permiso, incluso le metía un dedo. Hasta Lisa la había acariciado un par de veces con la mano.
Sin embargo, las últimas semanas había estado pensando en lo mucho que le gustaría hacerle una mamada a Rosé. Le preguntó a Somi, que le habló superficialmente cómo eran y se sentían, y eso sólo aumentó sus ganas de hacerlo. Le daba mucha vergüenza admitirlo, pero ella... Ella estaba un poco obsesionada con la polla de Rosé. Cuando la tocaba y veía, le parecía tan linda...
Y ella sabía que se debía también a su instinto más primitivo. Los colegios poseían un programa de educación sexual, en dónde una vez a la semana, los estudiantes de misma especie debían reunirse para hablar sobre la sexualidad propia de ellos. Por lo mismo, ella sabía que los híbridos de ardilla poseían una fijación oral increíble (no limitada sólo a lo sexual, por supuesto), y eso explicaba esa tendencia a llevarse cosas a la boca.
―Lils ―barboteó Rosé cuando logró recuperarse―, ¿Qué estás diciendo?
―No me hagas repetirlo o lloraré. ―se quejó Lisa, apenada.
Rosé estaba un poco descolocada, pero al menos, logró atinar y no seguir preguntando. Ella sabía lo cohibida que podía ser su novia con algunos temas y lo mucho que le costaba agarrar valor. Quizás, por eso, al final se tragó sus preguntas y aceptó.
―Está bien ―le dijo―, pero si no quieres, si te arrepientes, debes decírmelo, bebé.
―Sí, sí ―Lisa sonrió, aliviada de que Rosé no le atacara a preguntas, y se estiró a besarla en la boca―. Te amo...
Rosé le devolvió el beso con cariño, recostándose y dejando que Lisa se subiera encima de ella. El beso se profundizó, volviéndose un poco salivoso y caliente, y pronto estuvieron jadeando en voz baja.
Lisa siguió bajando con su boca, besándole el cuello y oyendo los suaves ronroneos que Rosé emitía. Le gustaba mucho escuchar esos ruidos de su novia en clara señal de placer, y ahora sus manos fueron al pijama de la pantera, bajándolos mientras ella seguía bajando. Ya no hacía tanto frío dentro.
Por la poca luz pudo apreciar la polla de Rosé: era larga y algo gruesa, de color pálido, pero lo que más le generaba curiosidad, era el círculo de ganchos que había en su base. Las leves protuberancias se sentían extrañas bajo su toque, sin embargo, sabía que a Rosé le gustaba cuando las acariciaba, porque sus gemidos se volvían roncos y necesitados. La primera vez que le preguntó, Rosé le explicó con las mejillas coloradas:
―Todos los penes de los felinos tienen púas ―le dijo, y eso Lisa lo sabía―. Los híbridos de felinos... Bueno, nuestra base las tiene. No son tan duras ni dañinas como la de los animales, y es para asegurar el nudo, para que no podamos retirarlo.
―Pero... ―Lisa titubeó―. Pero ¿No me haría daño si tú me... Uh...?
―¡No, no! ―le aseguró Rosé―. No se entierran en la piel, Lili. Es... Es una protuberancia suave. En todo caso, te provocaría más placer.
Lisa se murió de vergüenza con dicha explicación, sin embargo, al menos las cosas le quedaron más claras.
Su mano se envolvió alrededor de la polla de la alfa, comenzando a subirla y bajarla, su palma acariciándolo y rozando las protuberancias antes de subir y centrarse en el glande. Su uretra no dejaba de soltar líquido preseminal, empapando la mano de la omega.
Levantó la vista para ver el rostro colorado de Rosé. Mordía su labio inferior con fuerza, con los ojos brillando y las pupilas dilatadas. Sus orejas de pantera se encontraban caídas contra su cabello, y tembló cuando volvió a bajar su mano, acariciándole otra vez las protuberancias.
No pudo evitarlo y se sintió levemente desconcertada, sin poder creer por completo que Rosé estuviera con ese aspecto gracias a ella. A su toque.
Lamió sus labios y se acomodó entre las piernas de Rosé. Lisa no sabía mucho sobre cómo hacerlo, sin embargo, Somi le dio algunos consejos sobre cómo comenzar. Por lo mismo, se inclinó y sacó su lengua, y lamió el glande, sorprendiéndose por el sabor que estalló en su boca. Olía fuerte y sabía ligeramente salado. No era muy agradable, pero tampoco desagradable. Aunque la sorpresa aumentó cuando escuchó el gruñido ronco de Rosé.
Regresó su mirada a Rosé, encontrándose con su boca cerrada fuertemente, pero los colmillos brillando en lo que trataba de presionar sus labios para no hablar.
Volvió a sacar la lengua, lamiendo una vez más y decidiendo que el sabor no era insoportable. Podía acostumbrarse a eso.
Acumuló un poco de saliva en su boca antes de soltarla en el glande de Rosé, facilitando el deslizamiento de su mano, y su lengua se dedicó a lamer ahora su longitud un par de veces. En lo que hacía eso, se atrevió a mirar a la alfa luego de escuchar un nuevo gruñido ronco. Ahora veía su nariz ligeramente arrugada y su labio superior parecía levantarse ante sus lamidas, emitiendo aquello ruidos que, honestamente, la ponían algo caliente.
―Más ―gimió Rosé cuando Lisa se detuvo―, más...
¿Realmente Rosé estaba suplicando por ella? Lisa percibió una ola de poder que la golpeó, incrédula ante el hecho de que una pantera pidiera algo de ella.
Así que se lo dio. Sin embargo, ahora se inclinó y abrió su boca, y se metió la cabeza de la polla dentro. No profundo, pero sí de manera superficial. El sabor del líquido preseminal ahora estalló con fuerza, pero no se alejó y sólo chupó unos segundos, con su mano empezando a masturbarla. Rosé jadeó ahogadamente, como si se estuviera conteniendo para no soltar un grito o, quizás, una maldición. Fue un poco caótico en ese momento, porque incluso percibió la gran mano de la alfa deslizándose por sus cabellos, como haciendo el amago de agarrarla, aunque la retiró a último momento.
―Lo... Lo si-siento... ―gimió Rosé―. No... No quería...
Lisa soltó el glande con un sonoro pop. Sus labios estaban ligeramente hinchados, con sus ojos igual brillando, y lo miró.
―Puedes hacerlo ―susurró Lisa―, por fa-favor, alfa...
El título caló hondo en Rosé. Los dedos de su mano se apresuraron en agarrarla, otra vez, de los cabellos, y Lisa le lamió, nuevamente, antes de cerrar su boca alrededor de su polla. Tomó una respiración profunda antes de comenzar a mover su mano junto con su cabeza, con toda la intención de tomarla en su boca. ¿Cómo podía ser una ardilla y fallar en eso? Su cavidad bucal fue preparada para eso, se dijo.
―Lils... ―gimió Rosé, y Lisa se percató de que tenía la mitad de su pene dentro, pero ella quería tomarla más.
Ahuecó sus mejillas y tomó una respiración profunda, retrocediendo y sacando brevemente el miembro de su boca. Lamió sus labios antes de volver a bajar y emitió un ligero ruido de atragantamiento cuando el glande empujó contra su garganta. Sin embargo, eso mismo ocurrió la primera vez que llenó su boca con bellotas, así que no iba a ser un impedimento para ella. Además, por ser una ardilla, no tenía reflejo nauseabundo y eso ayudaba mucho a la mamada.
Volvió a respirar con profundidad y más entró en su interior. Oyó el nuevo gruñido-gemido de Rosé, con el agarre en sus cabellos afianzándose y provocando un ligero empuje. Podía sentir la baba escurrir de su boca, con sus ojos llorosos por las pequeñas punzadas en su garganta. Hizo un ruido con su garganta antes de tomar nuevo valor y tratar de que entrara un poco más.
Las suaves protuberancias en la base de Rosé acariciaron sus labios. Lisa se preguntó, algo ida, qué tan adentro debía estar de su boca, porque su nariz rozó los vellos de la alfa. Rosé jadeaba, gimoteaba y gruñía, apretando sus cabellos y temblando bajo su toque. La omega también se preguntó, superficialmente, si es que sería capaz de también meterse las bolas de Rosé en su boca. ¿Se vería cómo cuando las llenaba de comida.
Tuvo que alejarse, con un chapucero y morboso sonido de succión, ante la idea. No, no debía pensarlo, o era capaz de hacerlo. No lo haría ahora, no estaba preparada. Más adelante.
Tosió ligeramente y su mano estaba empapada en su saliva y líquido preseminal. Se apresuró en masturbar a Rosé, y recién notó que un hilo de baba conectaba su boca con el glande de la alfa. Santo Dios.
De pronto, sentía muchas ganas de montar a Rosé.
Se contuvo, por supuesto, pero su boca volvió a la polla de la alfa a chupar sólo de manera superficial. Eso pareció ser suficiente para que Rosé, a los pocos minutos, gimiera roncamente y el orgasmo estallara en ella. El semen se derramó, en su mayoría, en la boca de Lisa, lista para probarla, y un poco cayó en la mano de la omega.
El sabor no era malo, pensó la ardillita, y se acostumbraría a eso.
Lamió y limpió el miembro de Rosé, que ahora gimió ahogadamente por el post-orgasmo, y procedió a hacer lo mismo con su mano. Al enderezarse, vio los ojos afiebrados de la alfa.
―Dios ―le escuchó murmurar―, eso fue...
―¿Te... Te gustó? ―preguntó Lisa, con su voz algo temblorosa.
―Claro que sí ―Rosé tiró de ella para que estuviera a su altura―, Dios, bebé... ¿Puedo...? ―la alfa, quizás en su estado febril por el orgasmo, le lamió la mejilla. Aquel gesto no le pareció asqueroso a Lisa (por el contrario, quiso recibir otro)―. La chupas tan bien, cariño.
Y otra lamida que se transformó en un beso desordenado. Lisa emitió un chillido de ardillita cuando Rosé deslizó una mano bajo su pantalón, pero la dejó hacer, pues el coño de la omega estaba algo humedo.
Entre besos calientes, la alfa la masturbó y la omega terminó por derramarse en su mano. Lisa, somnolienta, observó a Rosé llevar su mano, cubierta de su corrida, a su boca y lamerla.
―¿Te la... La puedo chupar otras veces? ―consultó la Tailandesa, minutos después en los que buscaban nueva ropa interior y otro pantalón que usar cómo pijama. Se habían lavado las manos previamente con una de las botellas de agua que tenían.
―No debes preguntarlo ―Rosé le pellizcó la nariz―. Te veías muy bonita con tus mejillas llenas... ―una risa traviesa―. ¿Recuerdas cuándo te las llenaste por primera vez, en una de nuestras primeras citas?
El recuerdo le arrancó una risa a Lisa. Claro que lo recordaba: se las llenó de maní por lo nerviosa que se encontraba y Rosé se le quedó mirando largos segundos, intimidándola.
―Bueno, ahí supe que eras la chica ideal para mí ―bromeó Rosé―, pensé ‹‹wow, debe hacer muy buenas mamadas, se ve como toda una ardilla salvaje››. No me equivoqué.
―¡No seas atrevida! ―se escandalizó Lisa entre risas―. ¡Sólo me querías por mis habilidades, cochina!
―¡Oigan, par de puercas, ¿Qué tal si dejan dormir a la gente normal?! ―gritó Somi desde su tienda.
Lisa pegó un grito ahogado. Rosé rodó los ojos.
Se acostaron y abrazaron, dándose ahora besos más dulces, tiernos y suaves.
―Te amo. ―le dijo Lisa.
―Yo también te amo. ―contestó Rosé, y Lisa era realmente la ardillita salvaje más feliz del universo.
¡Gracias por leer!
—🌷
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