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23.

Advertencias: fluff y poco drama. AU de híbridos y omegaverse.

Antes de continuar, me gustaría aclarar algo importante, y es un mensajito que dejo la autora original:

En el siguiente capítulo, se hablará un poco del tema del peso con Lisa, pero con su psicóloga. A diferencia de otros fics, donde se habla de psicología desde un punto de vista personal (ansiedad y depresión), aquí no tengo muchas herramientas para hablar sobre un tratamiento en específico que Lisa debe seguir. No soy experta en ese tema, pues tampoco lo he padecido, o si lo he sufrido, ha sido más bien "superficial" y nunca un impedimento en mi día a día. Aun así, traté de leer algunos artículos sobre esto, pero no tuve buenos resultados, porque me generó mucha ansiedad y me bloqueó mentalmente por días.

Por lo mismo, no quiero herir aspectos personales de otras personas, o que se sientan pasadas a llevar con algo que la psicóloga pueda hacer/decir y que, en la práctica, no corresponda. Sé que muchas personas han dicho sentirse identificadas con Lisa y los temas del peso, y sé que puede ser muy difícil para algunas hacer frente a esto, por no decir que puede ser, incluso, MUY PERSONAL. Lo que menos me gustaría es que se sientan mal con algo que pueda decir un personaje que representa a una psicóloga.

Ante este dilema, decidí que el tema de Lisa y su psicóloga no será narrado en profundidad. Sé que quizás decepcione a muchas con esto, que tal vez esperaban leerlo y encontrar palabras de consuelo, pero no me veo capaz de hacerlo (al menos, sin investigar antes). Creo firmemente que, si bien escribo por gusto propio, lo que escribo no debe generar inseguridades personales o intensificar algunas de ellas, y mucho menos herir a mis lectores en algo como lo es el peso. O que, incluso, dejen de leer esta historia porque les afectó profundamente algo que un profesional, en la historia, dice.

Si bien es ficción, eso no quita que hiera y duela.

Espero que sepan entender esta decisión. Lo estuve pensando demasiado, mucho para mi propio gusto, pero creo que esto es lo mejor para mí y sentirme cómoda con la historia. Cabe decir que en un inicio no lo planeé de esta forma, el fic tomó este rumbo y es la única manera que lo continúe sin volverme loca a mí misma. Y no es broma.

¡Muchas gracias por su comprensión!

Rosé suspiró, dirigiéndole una mirada de enojo a Christopher, que se encogió de hombros, antes de inclinarse al lado de la cama, mirando debajo de ella. A través de la oscuridad, pudo ver un bulto peludito medio metido en una bota suya.

―Limario ―habló con suavidad―, vamos, sal, cariño. No vamos a comerte. ―añadió a último momento, exasperada.

La ardilla le chilló desde allí, y Rosé tuvo que hacerse a un lado para esquivar una canica vieja y perdida que el animalito encontró.

La alfa no hablaba idioma ardilla, pero eso sonó parecido a "¡No, vas a comerme!".

Rosé miró otra vez con enfado a su hermano mayor.

―¡Mira lo que provocaste! ―se lamentó.

―No sabía qué estabas saliendo con una ardilla ―se defendió Christopher―. ¡Ya no me cuentan nada! Todavía soy de la familia.

―¡Es que eres un metiche! ―acusó Rosé―. ¡Y ahora, espantaste a Lils! ―volvió a inclinarse―. Lils, si sales, te haré una fiesta de aguacates.

Palabras efectivas. La ardilla comenzó a luchar por salir de la bota, pero al parecer, se había quedado atorada porque empezó a chillar con desesperación. Pobrecita.

A Rosé no le quedó más remedio que meterse bajo la cama, estirándose para agarrar la bota. Lisa se dio cuenta de que Rosé pudo haberla alcanzado en cualquier momento, haciéndola sentir ridícula por ocultarse en ese lugar. Tuvo que haber huido por la ventana cuando tuvo la oportunidad.

―¡Ay no, pero que rechonchita y bonita! ―exclamó Christopher al verla, y Rosé lo fulminó con la mirada.

―¡No la llames así! ―defendió Rosé, quitando los cordones de la bota para aflojar el amarre―. Eres un tonto...

―¡Soy él mayor, respétame!

Lisa emitió un gemido débil y la atención de Rosé volvió a su novia, que por fin pudo salir de la bota. Respiraba aceleradamente, como si le hubiera costado todo su esfuerzo escapar de esa trampa de animales pequeños.

―¿Necesitas que te dé respiración boca a boca? ―bromeó Rosé, pero a Lisa pareció no hacerle gracia, pues le miró con una expresión de enojo, si es que una ardilla podía tener esa cara.

Finalmente, se escuchó un pof y ya no había un animalito, sino una chica con los labios arrugados y un gesto de enfado. Aunque para Rosé se veía bastante adorable.

―¡E-Eres una tonta! ―dijo Lisa, poniéndose de pie―. ¡Me... Me voy de aquí!

―Pero, ¿Por qué? ―Rosé le agarró la mano, poniendo cara de pena―. ¡No te preocupes, echaré a mi hermano!

―¿Disculpa? ―farfulló Christopher.

―¡Comes ardillas! ―chilló Lisa―. ¡Me... Me mentiste!

―No, omití la verdad ―corrigió Rosé―. Además, ¡Eso fue cuando era pequeña!

―Era chiquita, tenía sólo cinco años ―apoyó Christopher―, y mamá la hizo escupirla. Pobrecita, tuvo que quedar traumada con eso.

Las palabras del chico no tranquilizaron a Lisa, que palideció. Rosé quería golpearse la cabeza con la pared.

―Eso querías, ¿Cierto? ―lloriqueó Lisa―. Tenerme con la guardia baja para comerme.

―Claro que te quiero comer, pero no de esa forma, Lili. ―insistió Rosé.

Christopher soltó un silbido. Lisa ahora se ruborizó, evidentemente avergonzada.

―¡De-descarada!

Rosé sólo sonrió, mostrando sus encías, y agarró a Lisa ahora de la cintura. La omega fingió luchar contra ella, aunque la mayor parte del enfado pareció acabársele.

―De cualquier forma ―habló de pronto Christopher, interrumpiendo lo que fuera que pasaba entre ellas―, me presento. Soy Christopher Park, él hermano mayor de los Park. ¡No sabía que Rosé tenía novia!

―No te esperaba por aquí hasta que fuera verano. ―se quejó Rosé de mala gana.

―Quise darles una sorpresa y me encuentro con que nadie está en esta casa ―masculló él alfa―. O, para peor: me encuentro a mi hermanita a punto de hacerle el amor a una ardilla.

―¡Yah, Christopher Chan! ―gritó Rosé, enrojeciendo, mientras que Lisa se veía a punto de convertirse en una ardilla nuevamente para huir.

―Era broma. ―se defendió Chris, a pesar de que todos allí sabían que no era broma.

―Me llamo Lalisa Manoban ―barboteó el omega, tímido―, um, e-estoy saliendo con Rosie hace un tiempo.

Para su fortuna, Christopher era bastante extrovertido. A pesar de haberlas pillado en una posición comprometedora, pareció compadecerse de ambas, no nombrándolo más, y pidió una pizza para comer y conocerla más. Lisa, gracias a Dios, comenzó a relajarse de a poco, y pronto se encontró incluso bromeando con él.

―Es agradable. ―le dijo Lisa, más tarde, y acurrucada contra Rosé.

―Es un odioso, como JiHyo ―masculló la alfa con irritación―, ¿Será genético?

―No seas mala ―la menor se rió y Rosé solamente la abrazó, liberando feromonas suaves para hacerla dormir―. RoRo, te amo mucho, mucho.

―Yo también te amo mucho ―le dio un beso suave en la boca y en la punta de su nariz―. ¿Quién es mi bebé más linda y dulce?

Lisa estalló en nuevas risas, sintiendo las suaves cosquillas que le hacía la alfa, y no podía evitar sentirse tan enamorada. Qué agradable era esa sensación.

―Yo, ¡Yo! ―dijo, y por un momento, deseó que estuvieran a solas, como antes de que Christopher llegara.

En ese momento, había sentido muchas ganas de hacer con Rosé alguna cosita. Su omega se volvió loca ante los besos y las caricias que recibía, tan feliz y complacida, y fue como si sus más grandes temores se alejaran. Hablar con Somi sobre eso, sólo horas atrás, pareció entusiasmarla a más no poder, y más aún cuando pensaba en que la alfa no se veía incómoda o asqueada de su aspecto.

A ella todavía le costaba mucho procesarlo, pero la idea en su mente parecía ir tomando más y más fuerza: Rosé no despreciaba ni le molestaba que estuviera con unos kilos de más. Parecía, incluso, no ser tema para ella, y era un poco complicado tratar de convencerse de lo mismo, sin embargo, se entusiasmó demasiado en ese instante, que pasó a un segundo plano. La alfa le tocaba como si fuera algo bonito, algo frágil y que cuidar, y eso era suficiente para Lisa para entregarse a ella, en todos los sentidos.

¿Eso era bueno o malo? No podía evitarlo, y también se preocupaba por eso, ¿No era malo que estuviera generando una dependencia con su novia?

Rosé le dio otro beso en la boca y ese hilo de pensamientos pareció detenerse. Qué agradable eran los labios de la alfa. Le hacían olvidarse, por el momento, de todas las cosas malas que le rodeaban.

Al menos, hasta el día siguiente, cuando despertó y lo primero que recordó es que ese día tendría su primera cita con una psicóloga. De pronto, todos los temores y sustos que tenía, volvieron de golpe, provocándole un fuerte dolor de estómago.

Rosé no estaba a su lado al abrir los ojos, con toda probabilidad se encontraba preparando el desayuno. Ella no era muy dada a levantarse temprano, sabía muy bien eso de su novia, sin embargo, el día anterior le dijo que la iba a atender como la pequeña princesa que era. Eso, por supuesto, hizo que Christopher fingiera vomitar, pero Lisa lo encontró muy dulce y tierno.

Se calzó las pantuflas, yendo hacia el primer piso y encontrándose con Rosé en la cocina, preparando huevito revuelto. Al sentirla entrar, la alfa se giró a verla con una sonrisa deslumbrante.

―Hola, cariño ―dijo la mayor―. ¿Qué quieres tomar? ¿Leche, jugo, té?

―Quiero morirme. ―gimoteó, y Rosé enseguida entró en ese modo sobreprotectora.

―¿Qué? ¿Alguien te hizo algo? ¿Christopher te asustó? ¡Se las verá conmigo!

Lisa estuvo a punto de rodar los ojos, pero sólo decidió abrazar a l alfa, esperando calmarl con eso. Pareció ser efectivo, pues Rosé se relajó a los pocos segundos.

―No es nada malo, RoRo ―le dijo, desanimada―, es sólo que no tengo muchas ganas de ir a la psicóloga.

El rostro de Rosé pareció calmarse ante sus palabras, aunque seguía notándose un poco tensa. Se tomaba muy en serio su papel de alfa protectora, y a Lisa le gustaba mucho eso.

―Bebé ―contestó, siendo paciente y amorosa―, es normal estar preocupada, ¿Vale? Pero piensa que esto es por tu bien.

―¿Y si me dice algo feo? ―preguntó Lisa, muy nerviosq―. ¿Y si me trata mal, Rosie?

―Es una gran profesional. ―señaló la alfa.

―¿Pero si no le agrado y me dice cosas feas? ―insistió Lisa.

―Pues entonces no vuelves con ella y yo te daré mimitos. ―dijo Rosé, y eso fue suficiente para que Lisa sonriera y se relajara un poco más.

Al menos, hasta que llegó el momento de ir. Tenía su hora a las once de la mañana, por lo que tomaron desayuno y se fue a bañar y cambiar de ropa. Christopher no se apareció, pero su novia le dijo que era porque dormía hasta tarde.

Una vez listas, ambas salieron de la casa a tomar un bus que les acercara al lugar donde trabajaba la psicóloga. Su mamá le consiguió esa hora e incluso se ofreció a llevarla, sin embargo, Lisa sentía demasiado miedo, y si iba mamá, de seguro se pondría a llorar por la ansiedad. Por eso mismo, decidió que sólo Rosé la acompañara, porque con ella, era como si fuera un poco más valiente.

En todo el camino a casa, Rosé le fue hablando sobre algunas cosas de su infancia, con la clara intención de distraerla. No es como si le incomodara a Lisa, por el contrario, le gustaba mucho oír acerca de su novia cuando era pequeña. Incluso la alfa le contó de algunos momentos vergonzosos, como cuando tenía ocho años, jugaba con JiHyo y su prima le hizo cosquillas hasta que se hizo pipí encima. Lisa soltó una gran carcajada que hizo que todos se giraran a verla, pero no le importaba demasiado, riéndose escandalosamente.

Aunque, veinte minutos después, Lisa estaba subiendo al tercer piso de un enorme edificio ubicado en el centro de la ciudad, de la mano de Rosé. Sentía su corazón acelerado y el sudor caer por su cuerpo, especialmente en la piel de sus manos. Qué vergüenza, pensaba, que Rosé la sintiera pegajosa por eso, y quiso tirar de ella, pero el agarre de la alfa era firme.

Finalmente, se bajaron del ascensor y buscaron la oficina treinta y cinco. Tocaron el timbre y, a los pocos segundos, apareció una mujer con una expresión agradable.

―Hola, ¿Qué necesitan? ―preguntó.

Um, yo... Uh... ―tartamudeó Lisa, de pronto quedándose muda.

―Venimos por una hora con la psicóloga ―habló Rosé, tomando la palabra al ver que su novia palideció y pareció atragantarse con las palabras―, de Lalisa Manoban.

―¡Oh, claro! ―ella se hizo a un lado―. Pasen. La doctora Lee está terminando de atender a alguien, pero pueden esperarla aquí.

Rosé tuvo que tirar de la omega, que sólo se dejó llevar hacia el interior del departamento. Era muy bonito, de un lindo color crema, con un sofá de espera contra una pared y un ventanal que daba hacia la calle. Había un dispensador de agua y muchas plantas decorando el sitio. En la otra pared había una puerta, que con toda probabilidad, daba hacia la oficina personal de la psicóloga. La secretaria (se presentó como Jang YeWon y era una cierva omega) se sentó detrás de su escritorio para seguir con sus asuntos.

―RoRo. ―susurró Lisa, llamando la atención de la alfa una vez se sentaron.

―¿Sí?

―Todavía podemos huir ―Rosé arrugó las cejas―. Nos transformamos en animales, me agarras del pescuezo y saltas por el ventanal.

La alfa no sabía si reír o exasperarse por las palabras de Lisa, dichas con tanta seriedad que sabía enseguida que no era una broma. Finalmente, sólo estiró su mano y rascó cariñosamente la cabeza de la omega, entremedio de sus orejitas de ardilla.

―Eres la omega más valiente que he conocido ―le dijo, y Lisa sintió su labio inferior temblar―, esto no es nada para ti, bebé.

Antes de que la menor pudiera ponerse a llorar, la puerta que permaneció cerrada se abrió de golpe, y salió un hombre, despidiéndose de la doctora y dándole las gracias.

―Nos veremos en dos semanas más. ―dijo la mujer, y recién salió. Era una alfa de...

De...

Lisa abrió los ojos con fuerza al ver las bonitas y elegantes alas que se abrían en la espalda de la mujer. De un bonito y brillante color azul en la unión con su cuerpo, volviéndose más claro a medida que se abrían, y con bordes negros en su largo. Se notaba enseguida a qué especie pertenecía: una mariposa.

Los híbridos de insectos, aves y animales acuáticos eran muy, muy raros, por no decir escasos. Era la primera vez que Lisa veía a una híbrida de mariposa, y por la expresión de Rosé, podía decir lo mismo de ella.

Además de eso, era muy bonita. Tenía una expresión dulce y tranquila, suave y amable. Su cabello también poseía un tono azulado que enmarcaba un rostro pálido y redondo, con ojos oscuros y labios rosados.

La doctora le dijo algo más a su paciente, que volvió a agradecerle, y recién se volteó hacia la pareja, que tenía la boca ligeramente abierta.

―Hola ―saludó, animosa―. Me presento: soy Lee JiEun, ¿Cuál de las dos será mi paciente ahora?

Lisa saltó en su lugar, apuntando a Rosé.

―¡E-Ella!

―¡Lisa! ―regañó la alfa, y Lisa se encogió en su lugar. JiEun no dejó de sonreír, aunque se veía un poco desconcertada―. Es ella, doctora Lee. Discúlpela, es que está muy nerviosa.

La omega hizo un nuevo puchero, poniéndose de pie y sintiéndose reprendida, como si su mamá la hubiera sermoneado por su actitud.

―Muy bien, vamos, pasa ―animó la psicóloga. A Lisa no le quedó más que ir hacia el interior de la oficina, aunque dirigiéndole una nueva mirada de auxilio a Rosé―. No te preocupes, ¡No muerdo!

Eso no la relajó, pero notó lo agradable que era la salita, con más plantitas, otro enorme sofá y la silla de la mujer. Además, tenía un hervidor, tacitas y una colección de té en una bonita caja. También poseía otro dispensador de agua.

―¿Quieres uno? ―preguntó ella―. ¿O prefieres agua?

―Un... Un té estaría bien ―murmuró Lisa.

JiEun la observó un segundo, como si la estuviera examinando. Lisa sintió miedo.

―¿Te incomodan? ―agregó, dulce. La omega no supo a qué se refería, hasta que vio que apuntaba a sus alas―. Puedo encogerlas si quieres...

¡Oh, no! ―Lisa mordió su labio inferior―. Sí, está bien, no... No me incomodan...

Lo que le incomodaba era la situación. Era estar allí, temblorosa, aterrada de lo que fuera a ocurrir.

Finalmente, ella le dijo que se sentara mientras preparaba el té. Lisa se decidió por uno de manzanilla, quizás con eso iba a relajarse un poco.

―Bueno, ¿Qué tal si comenzamos por lo básico? ―ofreció ella, sin verse molesta por su silencio―. ¿Cuántos años tienes y qué te gusta hacer, Lisa?

La omega se tomó su tiempo, revolviendo el té con la cuchara y sin mirarla. Prefería concentrarse en el movimiento de su mano.

―Tengo... Tengo diecisiete ―habló, con la voz temblorosa―, y... Y me gusta mucho bailar. Uh, también me gusta cantar.

―¿Te dedicas al baile? ―JiEun también se preparó un té, sonriéndole.

―Me gustaría dedicarme a eso ―contestó Lisa―, pero, um, no sé si sea para mí.

―¿Y eso por qué?

―Es que... ―la omega mordió su labio inferior―, es que... Es que tengo sobrepeso y... Eh...

De pronto, la conocida sensación de algo atrapado en su garganta apareció, en clara señal de que iba a llorar. Incluso sus ojos se llenaron de lágrimas, pero pestañeó con rapidez, como si pudiera alejarlas con eso.

―Veamos, ¿Es eso lo que te trajo acá, Lisa? ―preguntó JiEun, sin perder esa amabilidad y tranquilidad.

La omega asintió con fuerza.

―Yo no sé... ―lloriqueó la menor―. Es decir, me cuesta mucho... Tengo problemas con la comida ―finalmente habló, tomando aire con fuerza―, no puedo controlarlo, aparece de la nada, es como... Como un escape para mí, pero después me arrepiento tanto, tanto, porque sigo ganando peso, y todos en el colegio me molestaban mucho, todavía me molestan, dicen que... Que estoy gorda y llena de grasa y... Y ellos tienen razón y... Y...

No pudo seguir, poniéndose a llorar desconsolada. JiEun se puso de pie, dejándola llorar y yendo a buscarle un vasito con agua, que Lisa agarró y bebió. Sirvió un poco para calmarse, hipando y aceptando el pañuelito desechable que le ofrecía la mujer.

―A ver, vamos por partes ―habló JiEun―, ¿Te sientes mejor para hablar, Lisa?

Se volvió a tomar su tiempo para responder.

―S-Sí...

―Si necesitas otro vaso de agua, me puedes decir y yo lo voy a buscar ―añadió―. ¿Es la primera vez que vienes a un psicólogo?

―Sí ―habló ahora, con más firmeza―. Yo nunca... Nunca lo consideré necesario.

―¿No? ―la mujer enarcó una ceja―. ¿Qué tal si me cuentas más de ti, pero desde el inicio?

Lisa inspiró antes de decidir hablar.

Una hora después, la puerta volvió a abrirse y Rosé casi se le lanzó encima, viéndose muy alterada. De seguro sintió todo su llanto a través del lazo que compartían, y era un verdadero milagro que no hubiera entrado antes para ir a consolarla.

Por otro lado, la omega seguía un poco llorosa, pero ahora sólo hipaba y sorbía por su nariz. JiEun, detrás de ella, le ofreció otro pañuelo.

―¿Segura que te sientes bien, Lisa? ―preguntó ella, preocupada.

―Sí, sí ―afirmó la chico―, sólo... Uh... Sólo necesito un helado.

―Te lo compraré ―saltó Rosé, llamando su atención―, y todos los que quieras, mi linda bebé preciosa.

La omega se quejó cuando sus mejillas fueron agarradas con fuerza, pero sus quejidos se vieron apagados por los múltiples besos que recibió en sus labios abultados. Rosé parecía no sentir vergüenza de besarla frente a otras personas.

JiEun esperó pacientemente, hasta que la omega logró quitarse de encima a la mayor, que la abrazó por el cuello.

―La próxima semana nos veremos ―le dijo ella―, por estos días, no haremos ninguna tarea, ¿Bueno? Pero quiero que me anotes en un cuadernito todas las cosas que deseas que hablemos en nuestras sesiones. No importa lo que sea, ¿Está bien?

―Sí, doctora Lee ―barboteó Lisa, enrojecido.

―Y recuerda ―añadió ella―. Estás rodeada de gente que te ama y se preocupa por ti. Vamos a ir trabajando poco a poco en tu autoestima, será un largo trabajo, pero no imposible, y mientras los tengas a ellos, las cosas irán bien.

―Sí, bueno. ―farfulló la omega, todavía afectada, pero de mejor ánimo.

A los pocos minutos, y luego de agendar otra hora, la pareja salió del departamento. Rosé llevaba agarrado a su novia con fuerza de la mano, como si tuviera la idea de que, al soltarla, iba a desaparecer.

―¿Quieres hablarlo, bebé? ―preguntó la mayor, preocupada.

―Fue agradable ―dijo Lisa, con la garganta un poco irritada por todo lo que lloró y habló―, y no se enojó conmigo, a pesar de que lloré mucho. Sólo me daba más y más pañuelos para limpiarme.

Decidieron bajar por las escaleras, y Rosé esperó pacientemente a que siguiera hablando.

―Le conté de muchas cosas ―continuó Lisa―, cómo empecé a... A engordar y cómo se reían de mí en el colegio. De las bromas... Las bromas crueles que me hacían. Hablamos mucho de eso.

―¿Y... Y qué te dijo?

―Habló poco ―la omega mordió su labio inferior―. Ella quería saber más de mí. Pero comentaba que, al final, esas situaciones no fueron nunca culpa mía. Dijo que... Que mi apariencia no significaba que yo debía ser molestada o agredida, y que no debía culparme a mí misma por eso. Mi aspecto no es motivo de burla.

―No ―aceptó Rosé, y ambas salieron del edificio. Pronto sería navidad y había empezado a nevar―, ¿Te has sentido culpable por eso, cariño?

―Mucho ―sorbió de nuevo―, yo pensaba... Pensaba que, si bajaba de peso, sería más agradable para todos. Todavía lo pienso, RoRo. Quiero ser agradable para ti. ―confesó.

Rosé suavizó su expresión.

―Eres agradable para mí. ―le dijo la alfa, y le besó la punta de la nariz.

―Dijo también que la autoestima se puede trabajar y mejorar ―agregó―, y que vamos a tratar mi ansiedad. Dijo que... Que todo lo que me pasa, lo puedo enfrentar de distintas formas, y que es bueno que... Que me reconcilie conmigo misma ―otra pausa―. Fue muy dulce, Rosé. Me gustó mucho.

―¿Sí? ―le sonrió con cariño―. Eso es bueno, amor. Y como dijo ella, recuerda que estoy a tu lado y te amo mucho, mucho.

―¿Mucho?

―Más que a mi propia vida ―aseguró la mayor―. Ahora, ¿Vamos por ese helado?

―Me dio frío. ―se quejó Lisa, y entrelazó su mano con la de Rosé otra vez.

―¿Y qué tal un café, entonces? ―volvieron a caminar―. ¿O qué tal si volvemos a casa y tomamos una siesta?

―¡No seas dormilona!

―Dormimos en nuestras formas animales y te dejaré dormir bajo mi vientre.

Días atrás, Lisa descubrió, en su forma ardillita, que ese era su nuevo lugar favorito en el mundo. El pelaje de Rosé allí era muy calentito, podía hacerse bolita para dormir y se sentía muy, muy protegida. Nadie le haría daño en ese lugar.

Lisa pareció pensarlo.

―Vamos por un café y luego a dormir. ―ofreció, y Rosé sólo se rió, dándole la razón.

―Claro, preciosa. Lo que tú quieras.

La psicóloga tenía más que razón: Lisa estaba rodeada de mucho amor.

¡Gracias por leer!

🌷

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