32🐿️
JungKook odiaba las pulgas. Las pulgas entraban en su lista de cosas que más odiaba en la vida, casi comparable a la carne o las berenjenas (odiaba el sabor amargo y una vez comió una sin preparar).
JiMin sabía eso, también. A JiMin también le molestaban, porque las pulgas significaban contacto cero con el afectado. El problema de ser mitad animales es que sufrían mucho más con esos pequeños insectos y debían recurrir a baños seguidos con shampoo especial. Además, a JungKook le afectaban el doble debido a su pelaje, pues era abundante y largo; JiMin, por el contrario, tenía un pelaje más corto, por lo que no era propenso a ese tipo de plaga.
Cuando JiMin se dio cuenta de que JungKook estaba con pulgas, montó en cólera y pegó unas maldiciones capaces de espantar a medio mundo.
Fue un desastre desde el inicio. JiMin había notado a JungKook un poco raro durante la mañana, pero luego se fue a su clase. El omega tenía el día libre y, al ser invierno, había mencionado algo de que anidaría durante la tarde en su forma ardilla. Luego de tantos años de noviazgo, JiMin se había acostumbrado a ese instinto de hibernar que el omega poseía durante la época invernal. JungKook solía dormir y comer más, y anidaba casi cada día, convertido en una pequeña ardillita y durmiendo en esa forma.
Así que no se dio cuenta hasta que volvió de clases, pasadas las siete de la tarde y llevando, además, comida rápida para compartir con JungKook. De seguro se despertaría con mucha hambre. Sirvió la comida en platos antes de ir en busca del omega, entrando al cuarto a oscuras y yendo hacia la cama, donde había un montón de prendas suyas esparcidas.
―Kook ―habló JiMin, comenzando a remover su ropa para encontrar a JungKook―, vamos, bebé...
Sonrió al verlo acurrucado, aunque con los ojos ligeramente abiertos. Se alejó un poco, dejando que se estirara, y eso comenzó a hacer el omega... Hasta que se detuvo a mitad de camino para rascarse el vientre. Y luego la cabeza. Y la cola. Y otra vez el vientre.
La sonrisa de JiMin se congeló.
―Kookie ―volvió a hablar, y su voz tembló―... ¿tienes pulgas?
La ardilla dejó de rascarse. JiMin no quería entrar en pánico, pero la luz y todas esas prendas no le ayudaban mucho a descubrir la verdad. Cuando agarró su sudadera verde y la tiró, JungKook chilló por el horror al ver su nido destruido.
―¡Mierda! ―gritó JiMin también al ver a esos asquerosos y repugnantes insectos aferrados a la ropa.
Al mirar a JungKook, ya no había una ardillita allí, sino su novio... Con toda la carita llena de ronchitas por las picaduras de pulgas.
―¡Deja mi nido! ―exclamó JungKook, sin importarle su aspecto, sólo preocupado por el nido―. ¡Lo... lo estás destrozando!
―¡JungKook! ―JiMin le miró con disgusto―. ¡Estás lleno de pulgas! ¡Hay que lavar todas estas ropas y... y las sábanas de la cama!
―¡Nooooooooooooooooooo! ―chilló JungKook, y sus ojos se llenaron de lágrimas―. ¡De-devuélvelo, dámelo!
JiMin no se lo devolvió. Claro que no. Ignorando sus quejidos, su llanto y súplicas, agarró todas las prendas y quitó las sábanas de la cama.
―¡No, JiM, no! ―lloró el omega―. ¡No seas... no seas malo! ¡E-estoy bien!
Al alfa le rompía el corazón, en especial porque sentía la desesperación del omega a través del vínculo, pero ante esa plaga, no podía ceder. Al fin y al cabo, era por el bien de su novio también, aunque ahora no lo viera así.
Al notar que no iba a detenerse, JungKook lloró con más fuerza. JiMin sabía lo mucho que su novio amaba hacer nidos y quedarse en ellos en su forma animal, envolverse en el aroma del alfa y poco más apestar a sus feromonas. A JiMin tampoco le molestaba eso. En especial durante el invierno, al omega le encantaba sentirse rodeado por el calor del nido. Lo que estaba haciendo JiMin era casi una tortura para él.
―¡Mi nidoooooo! ―sollozó JungKook, desconsolado cuando lo vio echar todas las ropas y sábanas a la lavadora―. ¡Devuélvelo, lo... lo quiero de... de vuelta!
JiMin echó el detergente y echó a correr el agua. JungKook gritó y derramó más lágrimas, que parecieron detenerse brevemente cuando el alfa fue al baño y abrió la llave de la ducha.
―Kook...
―¡Waaaaaaaaaaaaah, noooooooooooooooooo! ―fue lo último que gritó JungKook antes de transformarse en ardillita y querer escapar de JiMin.
No llegó lejos. JiMin tenía reflejos más rápidos y lo atrapó cuando quiso meterse bajo el sofá por la desesperación. El alfa hizo mohines de dolor debido a que la ardilla se revolvió en miedo y locura, rasguñándole y mordiéndole los dedos. Sin embargo, sólo la sostuvo con más fuerza y llevó al baño.
Si había algo que JungKook odiaba también eran los baños para quitarse las pulgas. Debía aplicarse un shampoo especial en su forma animal para quitarse aquellos insectos, refregarlo bien y quitarle, prácticamente, todo el aroma del alfa. JungKook se la pasó chillando todo el baño sin control.
―Ssshh, shhhh ―murmuró JiMin con pena mientras le echaba más shampoo y JungKook lloriqueaba―, tranquilo, bebé, sólo sopórtalo un poco más...
El omega sólo chilló y se quejó. JiMin sabía que casi era un trauma para su novio, así que una vez lo terminó de bañar, se apresuró en secarlo y luego envolverlo en una manta. Su pequeña ardillita respiraba aceleradamente y casi se hizo bolita entre las mantas, y aunque se viera extraño, JiMin lo cargó como un bebé, pegándolo a su pecho para envolverlo en feromonas. Escuchó su gemidito de lloriqueo, buscando en su celular el número de YoonGi.
―¡Tú, lobo pulgoso! ―gritó con enfado cuando su amigo contestó.
―¿Holaaaaaaaaaa? ―farfulló YoonGi, confundido ante el grosero saludo.
JungKook cerró sus ojitos, emitiendo un nuevo gemidito. Gracias a sus oídos de ardillita podía escuchar la conversación sin ningún problema, y a pesar de que sabía que JiMin estaba enfurecido, no se asustó. Ahora lo único que quería era consuelo de su alfa.
―¡Tu llenaste de pulgas a Kookie, ¿cierto?! ―acusó JiMin con odio―. ¡Te he dicho millones de veces que cuando estés pulgoso, no te acerques a mi novio!
La ardillita se removió en sus brazos, pero como si fuera un recién nacido, JiMin la meció y comenzó a caminar por el comedor. Eso pareció calmarla.
―Eeeeh, hyung, no sé de qué hablas...
―¡Por tu culpa tuve que romper el nido de Kook y está sin consuelo alguno!
―¡No le grites a mi novio! ―chilló HoSeok al otro lado de la línea―. ¡YoonGi no ha tenido pulgas desde el año pasado!
Eso pareció calmar los barboteos histéricos de JiMin.
―¿Ah, de verdad? ―preguntó el alfa con tono extraño―. ¿Entonces quién más...? ―su voz se oscureció―. ¡Taehyung!
Sin esperar a que YoonGi hablara, le cortó y procedió a marcar el número de Tae. JungKook volvió a revolverse, pero ahora sólo para sacar su cabecita y frotarla contra el pecho de JiMin.
―¿Hol–?
―¡Zorro pulgoso! ―gritó JiMin, volviendo al tono enojado―. ¡Tú le pegaste las pulgas a mi Koo! ¡Claro que fuiste tú!
Ahora lo recordaba con mayor claridad. Por supuesto que fue el idiota de Taehyung: el híbrido de zorrito tenía una tendencia a revolcarse donde fuera y, al menos una vez al año, debía bañarse con shampoo antipulgas por lo mismo. Y Tae los visitó la semana pasada porque Namjoon fue a ver a sus padres y estaba algo triste. JiMin recordaba haber llegado de la universidad, cansado y agotado, pues ya estaba trabajando en su tesis, y fue directo a la cama para abrazar a JungKook. Y se encontró con el zorrito acurrucado al lado de su ardillita. Casi le salió un tic en el ojo al ver esa escena. ¡Ahí le pegó las pulgas!
―¿Aaaaaaaaaaaaaah? ―Taehyung se hizo el desentendido.
―¡Pásame a tu novio, ahora! ―exigió JiMin.
―¿JiMin?
―¡Aleja a tu novio pulgoso del mío por una semana o hasta que se le salgan las pulgas! ―reclamó JiMin―. ¡Si quiere venir a ver a JungKook, mantelo limpio! ¡Sabes que Kookie tiene mucho más pelo y las pulgas se le pegan más rápido!
―Oh ―Namjoon permaneció un segundo en silencio―, lo siento, no me había dado cuenta de que Taehyung estaba pulgoso. Lo bañaré ahora.
―¡NOOOOOOOOOOOOOOOOO! ―se escuchó un grito al otro lado de la línea, y JiMin cortó.
Con la cena ya fría, un humor de perros y su pobre omega mirándolo con necesidad, el alfa fue hacia la cama. Dejó a JungKook en el suelo para tender nuevas sábanas y frazadas, y diez minutos después, estaba acostado, con la ardillita a un lado suyo. En un abrir y cerrar de ojos, JungKook volvía a estar en su forma humana, todavía con ronchitas en su rostro y los ojos llorosos.
―No me gusta ―murmuró el omega, sorbiendo por su nariz―, ya no... no huelo a ti... La cama tampoco hu-huele a ti...
―Oh, bebé ―murmuró JiMin, abrazándolo y consolándolo―, lo sé, pero no te preocupes. En un par de horas estarás apestando a mí.
―Y... y destruiste mi... mi nido...
―Estaba lleno de pulgas, mi amor.
JungKook se puso a llorar y JiMin sólo lo apretó más contra su abrazo.
―¿Te parece si mañana me quedo y hacemos un nuevo nido? ―sugirió el alfa, porque le destrozaba que su omega llorara de esa forma.
―¿Pu-puedes...?
―Siempre voy a poder por ti, mi bebé.
Recibió un fuerte abrazo y JiMin, en definitiva, no dejaría que ningún animal pulgoso le hiciera pasar eso a su omega otra vez.
🐿️💌🐿️
Debido a ese episodio, JungKook estuvo muy pegajoso con él. Demasiado. Lo abrazaba y besaba mucho, se ponía en extremo posesivo, frotaba su carita contra el cuello del alfa y se desesperaba por quedar impregnado en su aroma. A JiMin no le importaba, no particularmente, y aprovechando que ambos tenían más tiempo libre, lo disfrutaban demasiado. Los dos se encontraban trabajando en sus tesis y pronto se titularían, por lo que ya no iban a la universidad todos los días.
Sin embargo, cuando pasó un mes y JungKook seguía con ese comportamiento insistente, JiMin comenzó a preocuparse un poco. El olor del omega se volvió algo dulzón y cambió ligeramente, pero el menor no pareció tomarle importancia. El alfa, por el contrario, creía que algo no iba bien. JungKook se enfermó las últimas dos semanas del estómago e iba a vomitar por algo que le cayó mal. Y lloraba mucho. Se puso a llorar demasiado cuando se comió un helado de almendras y vomitó, sin entender el motivo de haber sentido náuseas.
Ahora también estaba llorando, pero de la frustración.
―¡El nido... el nido no me sale! ―dijo, enfadado consigo mismo, aunque también un poco con JiMin―. ¡No sé... no sé por qué!
―Kook, ¿tú...? ¿Realmente lloras por eso? ―preguntó JiMin, algo atónito.
JungKook lo miró con cara de matarlo. El alfa se arrepintió enseguida de haber dicho eso.
―¡Yo lloro por... por lo que sea! ―hipó JungKook, y agarró una almohada, como si estuviera dispuesto a ahogarlo con ella.
―Ya, bebé, no te preocupes ―se apresuró a decir, emitiendo feromonas para calmarlo―. Sólo... No es normal que llores tanto. Has estado muy sensible.
―¡Es que tú no me entiendes! ―se quejó el omega, pero pareció calmarse al percibir las feromonas alfas rodeándolo―. Desde que lavaste tus prendas...
―¡Eso fue hace más de un mes, Kook!
Otra vez se arrepintió de su acción, porque JungKook se lanzó a ahogarlo con la almohada. Mientras JiMin gritaba y JungKook se le subía encima para asesinarlo, sintió con más fuerza el aroma del omega. Era... era...
No sabía que demonios era, ¡pero distinto!
―¡Kook! ―gritó, agarrándole las manos para impedir un asesinato―. ¿No... no sientes que... que tu aroma es distinto?
JungKook detuvo sus intentos de muerte. Frunció el ceño ligeramente, atónito ante la pregunta.
―Uh... cambié de loción corporal hace unas semanas... A cocó y almendras, ¿no te gusta?
―No, no es eso ―Jimin tiró a un lado la almohada―. Hueles... diferente. Raro.
El omega pareció volver a enfurecerse.
―¡¿Estás diciendo que huelo mal?!
Un nuevo intento de asesinato.
―¡Kook, no, no! ―se quejó JiMin, luchando por respirar―. ¡Jamás hueles mal para mí! ―el omega parpadeó―. Sólo... Hueles muy reconfortante ―esa era la palabra exacta. Le recordaba un poco a cuando era pequeño y mamá lo tomaba en brazos. Se quedó congelado―. Hueles... hueles a leche... A leche materna. ¿No estarás...?
JungKook barboteó algo, interrumpiéndolo. Las mejillas del omega se pusieron algo coloradas, como tratando de entender lo que le estaba diciendo JiMin.
―Ahora que... que lo dices... ―mordió su labio inferior―. He estado algo irritable, ¿no?
―Y has tenido náuseas y vómitos ―señaló JiMin.
―Tal vez no sean por algo malo que haya comido ―admitió el omega.
Volvieron a mirarse. Y hablaron al mismo tiempo.
―Entraré en celo ―dijo JungKook.
―¡Estás esperando a mis cachorros! ―gritó JiMin, feliz.
Se callaron. Continuaron observándose uno al otro.
―¡No puede ser! ―chilló JungKook, enderezándose―. ¡¿Pero cómo?!
JiMin se sentó en la cama, con una gran sonrisa en el rostro.
―Siempre anudo en ti ―dijo como si nada. JungKook enrojeció.
―¡NO ME REFIERO A ESO, PEDAZO DE IMBÉCIL! ―gritó, espantado―. ¡Nosotros...!
Y enmudeció. Porque JiMin tenía razón. Ellos no solían cuidarse mucho, y era una gran sorpresa que no hubiera quedado preñado antes.
―¡Necesito un test! ―dijo, incrédulo―. ¡Quizás sólo sea un celo...!
―O gases ―bromeó JiMin.
JungKook agarró la almohada y procedió a ahogarlo. Nuevamente.
Una hora después, el alfa se paseaba en la habitación del departamento con aspecto ansioso. JungKook se encontraba en el baño, y JiMin no podía dejar de sentir nervios. A pesar de llevar ya tanto tiempo con JungKook, que lo había marcado y eran casi un matrimonio, tener hijos siempre le había hecho mucha ilusión. Él sabía que para JungKook era parecido, pues lo habían conversado muchas veces, a pesar de que nunca hablaron sobre el momento idóneo para ellos.
La puerta del baño se abrió. JungKook salió.
―Negativo ―dijo.
La expresión del alfa se llenó de desilusión, aunque trató de disimularlo.
―Oh, está bien. Tal vez sea tu celo...
―¡Bromeaba, es positivo! ―dijo JungKook, y se puso a llorar.
JiMin se congeló. Y reaccionó unos segundos después, yendo hacia JungKook para abrazarlo y besarlo.
―¡¿De verdad?! ―gritó, emocionado.
―¡Sí! ―lloró JungKook―. ¡Mira!
Y le mostró el test con las dos líneas rosadas. El corazón de JiMin explotó en amor, con su alfa gritando de felicidad porque su omega estaba esperando cachorritos. Sus cachorritos.
―¡Oh, Kook...! ―exclamó queriendo besarlo. Sin embargo, se detuvo cuando el llanto de su novio aumentó―. Oh, bebé... ¿tú no querías? ―preguntó, asustado.
―¡No puedo cargar bebés ―gritó JungKook― porque yo sigo siendo un bebé!
JiM no pudo evitarlo y soltó una carcajada, sintiendo la felicidad del omega a través del enlace que compartían. Le envió olas de calor y amor a través del lazo, ahora sí besándolo y haciéndole saber lo feliz que se encontraba. JungKook sólo recibió el beso y lloró un poco más, pero el consuelo de su alfa era todo lo que necesitaba.
―Me... me pondré muy gordito ―barboteó JungKook más tarde, mientras estaban en la cama―. ¿Te gustaré incluso así?
El alfa tenía muy claro que, a veces, JungKook volvía a tener bajones o pensamientos invasivos. Era normal, al fin y al cabo, porque en su infancia y adolescencia fue muy dañado y ese tipo de daño no era algo que se borraba de un día para otro.
Así que sólo le besó la mejilla.
―Te amo en todas tus formas ―le aseguró, enamorado―. Además, ahora será porque cargarás con mi bebé. Es normal, Kookie ―hundió su nariz en el cuello de JungKook, sobre su marca―. Tu aroma materno ya me encanta.
JungKook se rió por las cosquillas que le provocaba que JiMin le hiciera eso.
―Podrían ser dos bebés ―bromeó―. Las ardillitas tenemos camadas grandes.
―No te preocupes ―insistió JiMin―. Te amaré más cuando te vea cargando con mis cachorros ―un nuevo beso―. Te verás tan lindo cuando estés panzón.
Ahora eso lo enfadó.
―¡Eres horrible! ―rezongó JungKook, agarrando la almohada, y JiMin simplemente se carcajeó por la felicidad. Su omega y sus cachorros era todo lo que necesitaba para ser feliz.
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