33
A Minji no le sorprendió pillar a Haerin comiendo nueces en la cocina. Si antes solía comerlas en su dieta, desde que estaba embarazada que poseía ese antojo multiplicado por diez. Aunque si le llamó la atención verla en su forma ardillita, encima de la mesa y sacando las nueces de la bolsa con sus hábiles manitos.
―Bebé ―suspiró Minji, yendo hacia ella, y la ardilla se volteó a verla. No pudo menos que admirar más el abultado vientre de embarazo que poseía, casi como si estuviera ya a punto de parir a pesar de que Haerin estaba a mitades de su segundo mes―, la doctora dijo...
Se agachó cuando el animalito le lanzó una nuez. Minji no sabía si había una relación entre agresividad y embarazo, tal vez debería estudiarlo y así salvar la vida de las personas que quisieran tener bebés.
Resonó un pop y Haerin apareció, sentada en la mesa y todavía con su vientre hinchado. Minji no había querido mencionarlo para no hacerla llorar, pero le preocupaba un poco lo grande que era. Es decir, era normal que ya se le marcara a los dos meses. El embarazo en una humana era de nueve meses, el de una ardilla un mes y medio, y de una híbrida de ardilla, eran cinco meses y medio. Sin embargo, la tripita de Haerin era... era muy, muy grande. Minji creía que quizás iba a tener dos bebés, aunque eso lo iban a saber el día de mañana, cuando fueran a la ecografía.
―No me dejas comer nada ―sollozó Haerin.
―Puedes comer nueces ―Kim sacudió su cabeza―, pero estás comiendo demasiadas, bebé. No te hace bien. Luego te encierras en el baño y...
―¡No digas eso, Minji! ―chilló Haerin, poniéndose de pie y agarrando una nueva nuez para lanzársela.
Minji salió de la cocina antes de ser asesinada.
Haerin se había titulado, finalmente, un mes atrás, mientras que Minji iba a tener su defensa de tesis en dos semanas más. Por lo mismo, ahora podía dedicarse a cuidar a tiempo completo de su novia, que para no mantenerse inactiva, se había comprado una pelota de pilates y solía echarse en ella todas las tardes, aburrida. La pantera trataba de no mirarla demasiado, porque... Bueno, si era sincera, a su instinto animal se le hacía más apetecible la omega con ese dulce aroma materno y su vientre hinchado por su (o sus) cachorro. Sin embargo, no quería espantar a Haerin de ninguna forma, pues ante su evidente subida de peso, la omega estaba muy sensible.
―Minji.
La voz tímida de su novia la hizo desviar la vista de la computadora. Estaban ya acostadas en la cama, con la televisión encendida, mientras la alfa trabajaba en la presentación de su tesis.
―¿Sí, mi amor? ―dijo, quitándose los lentes de lectura y bostezando.
―Tú... uh... ¿ya no me deseas?
La observó con desconcierto ante esas palabras. ¿Qué? ¿De qué estaba hablando?
―¿Desearte, Rin?
―Sí ―un suspiro triste―, no me quieres tocar porque estoy gorda, ¿cierto? Entonces...
Haerin se calló cuando, de manera sorpresiva, recibió un beso en su boca. Minji emitió un gruñido bajo cuando la omega contestó, gimiendo en su garganta.
―No digas tonterías ―le murmuró―, claro que te deseo. ¿Sabes...? ―una risa ronca―. Tengo la polla hinchada por las ganas que tengo de follarte, Rinnie.
La omega emitió un chillido, medio indignación medio excitación, y casi de manera automática, se separó de piernas cuando la alfa se subió encima de ella.
―¡Oye, no seas.... descarada! ―trató de decir Haerin fingiendo enfado, pero dejando que la alfa le quitara los pantalones―. ¡Aprovechada!
―Pero debes saberlo ―siguió hablando Kim―, lo mucho que me calienta verte cargando a mi bebé... El hecho de que estés así porque te anudé varias veces...
―¡Yaaaaaaaaa!
Haerin se veía muy avergonzada por esas palabras, con el rostro enrojecido y los ojos húmedos. Minji sólo podía pensar en lo preciosa que era, y se bajó el pantalón del pijama para liberar su polla.
―Te deseo tanto, tanto... ―le jadeó mientras se empujaba para entrar en ella, y la voz de la omega se volvió un manojo de gemidos y lloriqueos.
Minutos después, pegajosas y agotadas, se acurrucaron una contra la otra. Minji sabía que a Haerin le encantaba eso.
―No debes transformarte más en ardillita ―le recordó la alfa, acariciándole el cabello―, la médico ha dicho que es peligroso, bebé.
Haerin suspiró, abrazándola. Sabía que su novia tenía razón, pues transformarse en animalito estando embarazada podía confundir a su parte animal y entrar en trabajo de parto en cualquier momento. Además de que podía afectar también a los bebés.
―Lo sé ―dijo Haerin―, pero me aburro mucho, Minnie. Ni siquiera puedo ir a trabajar...
Haerin hizo su práctica con una editorial que luego siguió solicitando sus servicios, pero ahora estaba con fuero maternal y, por lo mismo, no tenía nada qué hacer. Minji trabajaba a medio tiempo con Hanni en el negocio de los padres de su prima, que tenían una cafetería en el centro de la ciudad.
―¿Quieres que te preste más atención? ―bromeó Minji, besándole la punta de la nariz, y eso la hizo reír―. ¿Ah, mi linda bebé, eso quieres?
Comenzó con un par de arrullos, pero terminaron follando otra vez.
Para el día siguiente, tenían la ecografía a media tarde, por lo que Haerin se vistió con un suéter grande y unos pantalones deportivos. El invierno había acabado, sin embargo, todavía hacía algo de frío, y lo mejor era cuidarse.
La doctora que les atendió era una híbrida de conejo y se llamaba Bae Joohyun. Era una mujer mayor que ellas, pero que lucía en muy buen estado, aunque también se veía muy fría, sin embargo, hacía sentir cómoda a Haerin dentro de todo y era lo importante. Aunque la omega no pudo evitar encogerse cuando, al entrar a la oficina, ella la miró con una ceja enarcada.
―¿Cómo vas con los antojos, Haerin? ―preguntó, sonando amable.
―No puedo controlarlos ―suspiró la omega, triste―, he ganado mucho peso, ¿cierto?
―Quería pesarte primero, pero creo que será mejor que hagamos la ecografía. Prefiero que descartemos un embarazo múltiple.
―No debería serlo ―exclamó Haerin―, tal vez dos, no más. Mi mamá tuvo mellizos...
―Eres una ardilla, Haerin ―señaló la alfa, acomodando la silla donde iba a recostarse―, ya te lo he explicado: los animales presa tienden a tener camadas grandes para asegurar su existencia.
Haerin sacudió su cabeza, como si se lo siguiera negando, mientras Minji le ayudaba a acomodarse. La omega levantó la camisa una vez estuvo lista, estremeciéndose cuando la matrona aplicó el gel de ultrasonido en su vientre hinchado.
―Veremos el sexo del bebé y su especie ―comentó Joohyun, presionando el cabezal del ultrasonido en su piel.
―¿Qué te gustaría que fuera? ¿Pantera o ardilla? ―preguntó Haerin.
―Cualquiera de los dos está bien ―afirmó Minji―, yo lo querría igual.
La omega sonrió.
―Ya, pero debes tener una preferencia...
―Creo que una ardillita sería bonita ―Minji también sonrió―, creo que amo mucho a las ardillitas ahora.
Sin poder evitarlo, Haerin soltó ahora un par de risas y se volteó para ver a Joohyun. Sin embargo, su sonrisa se tambaleó cuando notó la expresión que traía encima.
―¿Doctora Bae? ―preguntó, y su voz tembló.
La mujer tenía las cejas arrugadas y un gesto de desconcierto en su rostro. Haerin tuvo un horrible pensamiento: su bebé no estaba bien. Su bebé no se encontraba bien. Casi se puso a llorar en ese momento, porque si algo le pasaba a su bebito...
―No sé como decirles esto... ―comenzó a decir la mayor, volteándose a mirarlas.
―¿Qué pasa? ―la voz de Minji estaba también con pánico―. ¿Le pasa algo a nuestro bebé?
―No, no ―se apresuró en decir Joohyun―, no le pasa nada a los bebés.
Haerin pegó un grito. Minji se levantó de su silla, atónita.
―¿Bebés? ―exclamó la alfa.
―Felicitaciones... ―farfulló Joohyun―, serán madres de una camada de cinco bebés.
El grito que pegó Haerin casi dejó sorda a Minji.
El resto de la cita la omega no dijo palabra alguna. Parecía haber quedado completamente muda, así que Minji hizo todas las preguntas pertinentes. Haerin no estaba con mucho sobrepeso, sino que, evidentemente, los cinco bebés la tenían así. Eran cuatro ardillitas y una pantera, tres varones y dos mujeres. Estaban sanos y no se veían con ningún problema. Haerin no podía transformarse en ardilla por el resto del embarazo para evitar complicaciones. Y otras cosas más que la omega, honestamente, no escuchó muy bien.
El camino a casa fue hecho en silencio por las dos. Minji estaba preocupada por Haerin (y también asustada, claro), así que no quiso decir nada, a pesar de que la alfa estaba muy feliz por la noticia. No importaba si era un niño o cinco, ¡ella los amaría a todos por igual! Porque eran sus hijos con Haerin, la omega que amaba con todo su corazón. Pero quizás Haerin...
Haerin parecía a punto de vomitar y Minji sabía que debía ser muy difícil para su omega. Al fin y al cabo, era su pareja la que debía cargar con el embarazo y, tal vez...
―¡Mira lo hiciste, idiota! ―explotó Haerin una vez llegaron a casa.
Minji la miró en silencio y Haerin tiró al suelo su bolsito. Se puso a llorar y abrazó su barriga hinchada.
―Fuimos las dos ―recordó Minji―. Bebé, ¿por qué lloras? ¿Qué pasa?
―¡Porque ahora sí que la ropa no me va a quedar! ―Haerin sorbió por su nariz, sentándose en el sofá, y la azabache sintió un poco de alivio ante sus palabras―. ¡Me voy a... a poner muy fea en unas se-semanas!
―No, eso jamás ―Minji le tomó la mano, sentándose también a su lado y dándole una caricia en el rostro―. ¿Qué tal si hacemos un nido, hermosa? Eso quizás sirva...
―¡No quiero! ―lloró Haerin, haciendo un berrinche, y Minji soltó un suspiro. Rodó los ojos sin que la viera, sabiendo que eso la iba a hacer llorar más.
Volvió a ponerse de pie, ignorando los balbuceos llorosos de su novia, y fue hacia el cuarto que compartían. Agarró la enorme cajita que Yunjin le regaló a su novia unos meses atrás, y se la llevó al comedor. Al verle, el rostro de Haerin se iluminó con felicidad.
―¿Qué tal si haces brazaletes? ―sugirió Minji, ubicándose a su lado, y Haerin se recostó contra ella―. Para nosotras, y para nuestros cachorros.
La cara de Haerin se suavizó y abrió la cajita, donde había un montón de cuencas de muchos colores en sus cajoncitos, con decoraciones por doquier. Minji dejó que Haerin se apoyara en ella mientras comenzaba a hacerlos, tarareando y sintiendo las vibraciones de alegría a través del enlace.
Cuando Haerin estaba avanzando, revolvió su cabello, dándole un beso en la nuca. Haerin olía tanto a vainilla y a leche materna, y le encantaba.
―¿Estás feliz por nosotras? ―preguntó Minji, tímida.
―Sí ―afirmó Kang, suspirando―, tendremos bebés, Minnie ―la alfa la vio meter un colgante de osito en medio del brazalete―. Es... es sólo que tengo algo de miedo. Cinco bebés... ¡Esto lo hiciste tú y esa manía que tienes con anudarme...! ―Kim se calló las palabras para evitar su muerte―. Perdón, es que me agarró por sorpresa que serán cinco... Pero estoy contenta. Tú siempre me haces feliz.
Minji soltó un ronroneó bajo, viéndola trabajar tan concentrada en esos pequeños regalos que sugirió.
―Cinco cachorritos ―aceptó Haerin, y soltó una risa―. Minji, ¿cómo es posible? ¡Nos van a volver locas! ―una pequeña pausa―. Serán fuertes y muy juguetones. ¡Cuatro ardillas y una pantera! Tú nos cuidarás siempre, ¿cierto, Min?
―Daría mi vida por ustedes ―aseguró, y Haerin se rió, tan entusiasmada.
Terminó después, sin dejar de liberar esas feromonas maternas tan dulces que estaba soltando, y Minji acarició la glándula de relajo de su novia, sintiendo el estremecimiento bajo ella. Con cariño y ternura, la alfa le agarró la mano y la llevó al cuarto que compartían, y se acurrucaron una contra la otra.
―Eres mi todo, Hae ―le aseguró, viendo su mirada satisfecha―, tú y nuestros bebés.
Eso sería así siempre, Minji se lo prometió, y no dejaría que nada malo le ocurriera a sus bebés.
***
Las semanas siguieron pasando y la panza de Haerin no hacía más que crecer y crecer. También lloraba mucho por el tema de las ropas, y al final, sólo se calmaba cuando Minji le prestaba de sus playeras, pues a la alfa siempre le gustó comprarse ropa con talla extragrande para ella, y como estaban empapadas en su aroma, la omega lo disfrutaba por completo.
―¿Es muy difícil el parto? ―le preguntó una tarde que Hyein fue a verla con su pequeña cachorrita, Bora, que tenía dos años.
Para nadie fue una sorpresa que Hyein quedara preñada en medio de su carrera universitaria. Había congelado todo un año, pero ya había regresado, y a Haerin le gustaba estar con la pequeña, que era todo un encanto. Era una conejita también, con sus grandes orejitas blancas cayendo contra su cabello, y los ojos de Danielle brillando por la felicidad.
―No mucho ―dijo Hyein, yendo a abrir la puerta y encontrándose con Yunjin―. ¡Llegas tarde, pulgosa!
Yunjin le sacó la lengua, entrando a saludar a Haerin.
―¡Hola, Hae! ―saludó, y tomó en brazos a Bora, que rió―. ¡Hola tú, eeeeeh! No me tienes nada de miedo, Bora, ¡no te haces pipí encima como tu madre!
―¡Tía Jin! ―chilló ella.
Hyein pateó a Yunjin en el trasero.
―¿Cómo lo llevas, Hae? ―preguntó la híbrida de zorrito―. Zuha me está diciendo que quiere crías, pero todavía me aterra un poco, ¿cuántos meses llevas?
―Ya voy a cumplir los cuatro meses...
―¡¿Tan poco y tienes la panza tan grande?!
Haerin puso mala cara.
―Bueno... Son cinco cachorros, Yunjin.
―¡¿Cinco?! ―Huh se sobresaltó―. ¡No me lo habías dicho!
―¡Claro que te lo dije!
―¡Pensé que era un broma! ¡Vaya, Minji si que tiene puntería, eh!
Ahora Haerin trató de patearle el trasero, aunque no pudo levantar mucho su pierna por la barriga.
Pronto cumplió los cinco meses y decidieron fijar la fecha de parto. Decidieron que lo mejor sería una cesárea, pues parir cinco bebés podía ser muy peligroso, y ellas ya no podían más con los nervios. Aunque tuvieron un pequeño problemita cuando, una noche, se desató una gran tormenta. Minji sabía lo que iba a ocurrir.
Haerin apenas podía moverse bien por su vientre tan hinchado y duro, pero no le sorprendió cuando su omega se puso de pie, con sus orejitas aplastadas contra su cabello en una clara señal de miedo, y murmuró algo de irse a la cama por el cansancio. Habían estado viendo una película cuando la caótica lluvia empezó a caer.
Su ardillita era así: le daban susto un montón de cosas, sin embargo, no le gustaba demostrarlo, todo con la excusa de no querer molestarla. Aunque Minji la conocía muy bien. Demasiado bien.
La dejó ir a la cama, en tanto ella fue a la cocina a buscar una botella con agua. Miró hacia fuera, viendo las nubes negras, la lluvia cayendo, y de pronto el cielo se iluminó. Pocos segundos después se escuchó el primer trueno.
Se apresuró en ir hacia el cuarto matrimonial, viendo a Haerin acurrucada bajo las sábanas y mantas, temblando sin control alguno. Por lo normal, cuando Haerin se asustaba mucho, siempre se transformaba en ardillita para salir a esconderse en algún lugar que le protegiera bien –normalmente el pecho de Minji–, pero ahora, con su avanzado embarazo, no podía hacerlo.
Minji dejó la botella sobre el velador, arrodillándose encima de la cama cuando se subió, y deslizó sus dedos por el cabello desordenado de su novia.
―Te-tengo m-miedo ―confesó Haerin apenas, sin sacar su cabeza, y se sobresaltó al escuchar un nuevo trueno.
―Sí, cariño, y estoy aquí para ti ―le dijo Kim con tono suave.
Con cuidado se metió bajo las sábanas, suspirando cuando la omega se aferró a ella con fuerza, sollozando por el nuevo trueno. La alfa lo pensó un poco, observando los ojos llorosos de su pareja, y casi sin pensarlo, decidió algo.
De pronto la humana ya no estaba. En cambio, había una enorme pantera sobre la cama.
―¿Amor? ―preguntó Haerin, algo sorprendida, pero gritó por el trueno que resonó otra vez, abrazándose a Minji en su forma animal.
Minji lamió su rostro, cariñosa.
‹‹Estoy aquí para ti, yo te protegeré, bebé››, decían los ojos de Minji.
Haerin lloró con fuerza, medio hipando por el miedo, enterrando su rostro en el cuello de Minji, en todo su pelaje.
Escuchó los ronroneos de la pantera a su lado, tratando de concentrarse en ese ruido cuando otro trueno resonó en el exterior. Minji no dejaba de lamer su piel expuesta, sus mejillas, su cuello, sus hombros, haciéndola reír.
Se sentía ridícula así, medio riendo y medio llorando por la situación, sin embargo era mucho mejor que estar sola.
―Minji, Minji, ¿qué haces? ―lloriqueó Haerin cuando la pantera comenzó a removerse, dándose vuelta y metiéndose bajo las sábanas.
De pronto, se sorprendió cuando Minji empujó esa enorme playera que llevaba hacia arriba, mostrando su marcado vientre preñado, comenzando a lamerlo con suavidad, sin dejar de ronronear.
‹‹No te pasará nada malo››, parecían decir los ronroneos de Minji, ‹‹estoy aquí para protegerte a ti y a los cachorros››.
La más baja sintió su cuerpo relajarse cuando la nariz de Minji comenzó a frotarse contra su vientre abultado, sin dejar de ronronear, lamiendo también para dejarla marcada en su olor, envuelta en sus hormonas de protección.
Haerin se sobresaltó, soltando un nuevo chillido con otro nuevo trueno y Minji volvió a ella, acomodándose a un lado. La omega la abrazó por el costado, besando la nariz de la alfa, dejándose envolver por la pantera sin problema alguno.
La usó como almohada toda la noche, cálida y feliz, olvidando la tormenta si tenía a su alfa a su lado en todo momento.
***
Aunque hubo otra pequeña tormenta a la mañana siguiente, cuando Haerin despertó con dolores en su vientre y, al bajar la vista, observó su entrepierna húmeda.
Minji despertó con su grito. En la noche había vuelto a su forma humana y se veía muy, muy desorientada en ese momento. Al menos, hasta que Haerin volvió a gritar y las dos comprendieron qué estaba pasando.
Haerin entró en trabajo de parto.
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