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1O

Haerin estaba un poco ansiosa cuando llegó el lunes. Por un lado, quería encontrarse otra vez con Minji, pero por el otro, temía que la alfa actuara como si no la conociera.

¿Y qué tal si quería que esa extraña relación no fuera pública? No habían hablado acerca de eso en la cita que tuvieron, sin embargo, quizás Minji deseaba que no se mostraran afecto frente a otros.

Eso le estaba provocando demasiados nervios y ansiedad, lo que además implicaba que le dieran ganas de comer para calmarse. Pero Haerin no quería comer, ya estaba tan gordita, ¡ahora quería cuidarse más, en especial por Minji!

Vio a Yunjin llegar a lo lejos, saltando por la emoción. Le sorprendía que Yunjin siempre llegara tan animada a clases, ¿de dónde sacaba tanta energía?

―¡Hae! ―saludó el zorrito―. ¡¿Cómo te fue en tu cita?!

Prácticamente, lo gritó en medio del pasillo y todos la miraron. Haerin sintió sus mejillas coloradas por la vergüenza.

Agarró a la chica por su oreja, tirándosela, y Yunjin comenzó a quejarse.

―¡Baja la voz! ―le regañó.

―Pero, ¿ya son novias? ―susurró.

―¡No! ―le dijo, y el timbre tocó para iniciar las clases―. Vamos a ir lento.

―Que aburrida eres ―bufó Yunjin, comenzando a caminar hacia el salón―. ¿Dónde está Hyeinnie?

Haerin iba a responder que no tenía ni idea, hasta que giraron en una esquina y luego retrocedieron, para que Hyein no las viera, que venía saliendo del cuarto del conserje, con Danielle detrás.

¡Santas bellotas!

―¿Estás pensando lo mismo que yo? ―preguntó Yunjin, en un susurro para que Lee no se diera cuenta.

―¿Danielle está probando la carne de Hyeinnie? ―respondió Haerin, aturdida.

―Que injusticia ―se quejó Huh―, cuando le dije si podía morderle el brazo, me dijo que no. Hyeinnie es una tramposa.

Haerin sonrió.

Decidieron, por el bien de ellas dos, no preguntarle nada a Hyein. Los conejitos eran muy calientes y no querían avergonzarla, además de que, tal vez, no era nada serio. Su amiga sería la que iba a considerar necesario contarles, una vez estuviera lista.

Además, durante la mañana, no se encontraron ni con Kazuha, ni con Danielle, ni con Minji. Era algo normal, después de todo, para garantizar una mejor convivencia en las clases, solían juntar a los herbívoros en una y a carnívoros en otra. A veces, mezclaban a esos grupos con los omnívoros, como ocurrió con Yunjin, pero por lo normal trataban de que todos los grupos trabajaran bien y eso se lograba sólo cuando las especies estaban con pares.

Sin embargo, para la hora de almuerzo, el grupo no pudo evitar juntarse gracias a Yunjin.

―¡Yujuuuuuuu! ―gritó el zorrito, en medio del patio de comidas―. ¡Vengan a sentarse con nosotras!

Haerin sintió ganas de hundirse en su asiento o salir corriendo cuando los ojos de Minji se posaron en ella. A pesar de la evidente atracción que sentía, ese lado ardillita seguía sintiéndose un poco asustada por la alfa. Suponía que debía ser normal, después de todo, era su instinto.

Iba a tratar de controlarlo, ¡no quería hacer sentir mal a Minji!

Las vio caminar hacia ellas, así que se concentró en aliñar la ensalada que llevó de almuerzo. Ese día tenía muchas ganas de comer papas fritas, pero papá le dijo que no se gastara su dinero en comida chatarra, que lo podía gastar en otra cosa mejor. Haerin no sabía que era mejor que papas fritas, sin embargo, terminó por hacerle caso.

―¡Hola! ―saludó Kazuha con ánimo, sentándose al lado de Yunjin―. ¿Cómo están, chicas?

―Bien ―respondió Hyein, dirigiéndole a Danielle una mirada precavida cuando se sentó frente a ella―. ¿Y ustedes?

―¡Mejor que nunca! ―respondió Danielle, alegre.

Minji rodó los ojos, sentándose frente a Haerin. La ardillita le dirigió una sonrisa tímida que la alfa devolvió sin dudarlo un poco. Qué linda era la alfa cuando sonreía.

―Te compré algo ―dijo de pronto Minji, también un poco animada―. ¿Quieres verlo?

―Está bien ―aceptó Kang. Casi esperaba que la pantera sacara un aguacate de su bolsillo.

Se equivocó: en realidad, los aguacates eran mejores que las papas fritas. Qué gran descubrimiento hizo ese día.

Pero Minji no sacó un aguacate de su mochila, sino una prenda de ropa. Una sudadera.

Haerin se quedó congelada al ver la prenda de ropa cuidadosamente doblada. Sintió un poco de vergüenza cuando notó que sus amigas le estaban mirando fijamente, como si esperaran que se lanzara a besar a Minji.

O sea, Haerin si quería besarla, pero no lo haría frente a sus amigas. Podían quedarse con las ganas.

―Lo vi y pensé en ti ―dijo Minji, entusiasmada y tendiéndosela.

Haerin mordió su labio inferior, agarrándolo para extenderlo frente a sus ojos. Soltó una risa divertida: era de color amarillo con un aguacate estampado en el medio, una caricatura de un aguacate, y un "¡Cómeme!" bajo el dibujito. ¡Era una total ternura!

―¿Por qué no te lo pruebas, Haerin? ―habló Yunjin, sonriendo con emoción―. ¡Es muy bonito!

La chica titubeó un momento ante la petición, viendo al grupo mirándole con expectación. Incluso Minji parecía esperanzada de que se lo pusiera, y Haerin quería hacerlo, pero... pero...

La sudadera se veía un poco pequeña para ella.

Tragó saliva y se quitó el chaleco que llevaba, removiéndose en su lugar porque debajo llevaba una playera. Enrolló la sudadera, sintiendo sus dedos temblando, antes de comenzar a ponérsela.

Su cabeza entró bien, hasta el cuello, pero notó enseguida que era una talla más pequeña de la que necesitaba. Sintió ganas de llorar de pronto, porque esa talla pudo haber estado bien algunos meses atrás. Sin embargo, era invierno, y en invierno siempre comía más para mantener el calor corporal.

―No me queda ―barboteó, su voz tan baja que salió como un gimoteo.

―¿Cómo? ―Minji parpadeó, insegura.

―Me queda pequeña ―Haerin trató de tragar saliva para no romper a llorar en ese momento. Hyein la observó con culpabilidad, antes de dirigir su mirada a Minji.

―Pero puedes guardarla ―dijo la rubia, queriendo buscarle un lado bueno―. ¡Cuando bajes de peso...!

―¡No la quiero! ―chilló Hae, tan fuerte que sobresaltó a sus amigas, y se la quitó―. Lo siento, Minji.

Minji no pudo decir algo, porque Haerin se la devolvió de golpe, poniéndose de pie para ir a esconderse. Al baño o a un árbol, que eran sus lugares seguros en el colegio. Quería estar a solas para poder llorar.

Hyein vaciló un momento, dudando si debía seguirla o no. Minji tenía una expresión culpable y apenada, pareciendo muy afectada por lo que acababa de ocurrir.

―No quería... ―tartamudeó Minji―, no pretendía... Hyein me dijo...

―Olvidé eso ―suspiró Lee, tan triste que incluso dejó que Danielle le acariciara un hombro―, que en invierno sube más de peso. Lo siento mucho, Unnie, lo he arruinado.

Minji no la observó, luciendo pensativa un momento, y el resto de la mesa decidió no decir algo sobre lo que acababa de ocurrir.

***

El resto del día, Haerin se sintió muy miserable por lo que ocurrió y la forma en la que actuó. De sólo pensar en la manera en cómo reaccionó se sentía avergonzada, así que cuando vio a sus mejores amigas, no dudó en pedirles perdón.

―¿Y Minji? ―preguntó Hyein, cuando volvían a clases.

―Mañana hablaré con ella ―respondió Haerin, sorbiendo por su nariz―, si la veo, me pondré a llorar.

―No lo hizo con mala intención, Haehae ―comentó Yunjin, su expresión triste.

―Sí, lo sé ―la ardillita sorbió por su nariz―, y eso me hace sentir peor.

Las tres no parecían querer hablar más del tema, dejándolo ahí.

Al día siguiente, Haerin seguía desanimada por lo ocurrido. La sudadera realmente estaba muy bonita y lo consideró un detalle de lo más tierno. Tal vez, debería ir donde Minji y pedirle si podía devolvérsela, que ahora la quería de vuelta. Sí, una vez la tuviera, entonces se prometería que iba a bajar de peso para poder ocuparla sin problema, ¡y así podría lucirla con orgullo!

Sin embargo, cuando dio dos pasos para ir a buscarla, sintió el pánico. ¿Y si Minji se ofendió por lo que hizo y ahora no quería saber nada de ella? ¿Si ya no quería nada con ella? ¿Si ya devolvió la sudadera? Haerin lo arruinó por completo por su actuar, ¿qué acababa de hacer?

Pudo sentir la ansiedad golpeándola en el estómago como un puñetazo.

Decidió volver con sus amigas, negándose a hablar por el cambio de opinión que tuvo e insistiendo en ir a clases.

Durante las siguientes horas, se la pasó esquivando a Minji y sus amigas, sin querer saber lo que tenían para decirle. Si las veía acercarse, se excusaba con que debía ir a hablar con un profesor o tenía que ir al baño o buscar algo en la biblioteca, corriendo lo más lejos de allí. Si lo evitaba el tiempo suficiente, quizás Minji terminaría olvidándolo. De esa forma, ellas podrían continuar con lo que tenían, como si lo que ocurrió nunca pasó. Era un plan fenomenal, según Haerin.

Aunque fracasó ese mismo día, cuando salió de su última clase, y de pronto alguien la agarró del brazo. Soltó un grito.

―Haerin.

Momento de transformarse en ardilla y huir.

¡Pero sus amigas la traicionaron! Hyein se le lanzó a los pies y Yunjin se le colgó del cuello. ¡Eran unas ratas traicioneras!

―Quiero hablar contigo ―dijo Minji, su voz calmada―, no huyas, por favor.

Mordió su labio inferior un momento, y cuando las otras omegas la soltaron con cautela, se volteó.

Enmudeció al ver a Minji llevando la sudadera con el aguacate. Le quedaba un poco grande por los lados, pero corta de largo, llegándole un poco más arriba que a la altura del ombligo, por supuesto, porque la alfa era mucho más delgada que la ardilla por donde se viera, aunque también más alta. De todas formas, se veía tan... tan bonita y linda, que Haerin sintió ganas de llorar.

En su mano libre, Minji sostenía otra sudadera de aguacate.

―Te compré otra, de tu talla ―dijo Minji, sonriendo y mostrando sus encías―, para que las dos vayamos a juego.

Haerin no sabía qué responder, sus labios temblando. Estaba conteniendo tantas ganas de llorar en ese momento, pero por la emoción.

―Lo siento ―balbuceó, su garganta un poco apretada.

Minji se encogió de hombros.

―No importa ―afirmó, tendiéndole la sudadera―. Es tuya. Mañana, ven con ella y usaremos ropa de pareja.

Sin poder contenerlo un poco más, Haerin dio un paso y la abrazó de golpe, dejándose envolver por los brazos y el calor que la alfa emitía.

Que su alfa le entregaba.

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