16
Minji no era una persona violenta. Ella siempre creía que las cosas se podían arreglar conversando y manteniendo la calma.
Sin embargo, esta no era una situación normal.
Agarró a Youngdo de las solapas de su camisa antes de empujarlo contra la pared. A su lado, Hanni sostenía a Sikyung, presionándolo contra el suelo, mientras que Danielle y Kazuha se encargaban de sus otros dos amigos. Esa era la ventaja de tener amigas alfas y carnívoras, si quitaba a Hanni, pero su prima podía ser tan salvaje como una pantera.
―Escúchame, idiota ―le dijo, con su voz grave e ignorando sus súplicas de que le soltara―, te lo diré una última vez si no quieres que me transforme y te rasgue la garganta ―alzó su barbilla―. Si vuelves a hacerle cualquier cosa a Haerin, aunque sea un simple empujón, voy a matarte con mis propias manos, ¿está claro?
―Va-vamos, Minji ―tartamudeó Youngdo, tembloroso y asustado―, sólo fue un jueguito, nada más...
―Uf, sí, y yo soy horrible ―escupió la más baja, despectivamente―. Yo soy partidaria de sacarles un ojo, quizás con eso aprendan.
Hanni, a veces, era incluso más sádica que ella. ¿Tal vez se debía a la mezcla de hámster y pantera? Minji no podía saberlo con claridad.
―Y eso no sólo va para Haerin ―añadió Kazuha, sacudiendo a Yangsuk―, sino también para Yunjin y Hyein. No vamos a seguir tolerando sus estupideces.
―Si cualquiera de las tres dice que las están molestando ―continuó Danielle―, nos desharemos de ustedes y nadie va a encontrar sus restos.
Esa fue amenaza suficiente para el grupito de hienas, que chillaron que jamás volverían a molestar a sus novias. Sin embargo, Minji no soltó a Youngdo.
―¿Cómo puede gustarte? ―barboteó la hiena―. ¡Haerin es tan desagradable!
Hanni tuvo que saltar a alejar a Minji luego de que la pantera le hubiera roto la nariz a Youngdo. La hiena se puso a llorar por el dolor, pero a Minji no le interesaba en ese momento, porque ese estúpido sólo decía tonterías.
―¡Ya sabes, imbécil! ―gruñó Minji, siendo alejada por Hanni―. ¡La próxima vez te mato!
El cuarteto de alfas se aprovechó de la hora de almuerzo para ir en busca de esos idiotas, pues los profesores también estarían ocupados con sus comidas. Minji tuvo que mentirle a Hae acerca de lo que iba a hacer, pero ahora, tenía muchas ganas de verla y darle un par de besos. Su novia parecía algo deprimida ese día, y era evidente que era por la situación ocurrida con esos idiotas.
―Minji ―habló Kazuha, ahora algo preocupada―. ¿Y si nos acusan?
―¡No lo harán! ¿Conoces a las hienas, Kazuha? ―contestó Hanni, abrazándola por los hombros.
―Um, son animales carroñeros que...
―¡Son cobardes! ―le interrumpió la híbrida de hámster, rodando los ojos―. Además, ellos ya tienen un historial de bullying. Si Hae los acusa, ellos saldrán perdiendo.
―Hyein igual podría acusarlos ―añadió Dani, con el ceño arrugado―. Me confesó que a ellos les gusta asustarla y atraparla en su forma de conejita.
Minji no podía con la molestia que sentía, todavía algo irritada por lo que dijo ese idiota sobre Haerin. Nada en ella era desagradable. Haerin era la omega más tierna, dulce y amable que alguna vez hubiera conocido, y merecía que la trataran como una princesa. Ella se iba a asegurar de que no volvieran a molestarla de ninguna forma.
Fueron donde las omegas, que estaban comiendo en el patio, cerca del área natural. Yunjin estaba haciendo la tarea para la siguiente clase, copiándole a Hyein. La conejita se encontraba entre el césped, haciendo un agujero. Haerin tenía una expresión triste, observando su almuerzo: una ensalada de pimentón y maní.
―¿Qué pasa, bebé? ―habló Minji, yendo donde ella, y se sentó a su lado.
―¿Ah? Nada ―Hae parecía más triste ahora―. ¿Me das un besito?
―Claro que sí, no tienes que pedirlo ―le agarró de las mejillas y le dio un pequeño piquito―. Ahora, ¿qué tal si me cuentas lo que pasa?
La menor suspiró, mirando de reojo a sus amigas: Hanni estaba agarrando a Hyein, que trató de huir desesperadamente, pero Danielle le estaba esperando por el otro lado. Kazuha regañaba a Yunjin que copiar era malo y esta la miraba con un puchero en sus labios.
―No tengo mucha hambre ―habló la castaña, agarrando la tapa del contenedor donde llevó su almuerzo, pero Minji la detuvo.
―No has comido nada ―dijo con reprobación―. Haerin, bebé...
La escuchó suspirar, mucho más deprimida que antes.
―Quiero bajar de peso ―le dijo, avergonzada, y Minji arrugó las cejas―. Quiero estar más bonita para ti, Minji ―ahora parecía a punto de llorar―, así tú no...
―¿Yo qué?
―No vas a dejarme ―tartamudeó.
Kim tenía una clara expresión de sorpresa, demasiado atónita por lo que acababa de escuchar. Haerin frotó sus ojos con fuerza, espantando las lágrimas que pujaban por salir de allí. No quería llorar ahora, ya lloró mucho el día anterior.
―Hae ―le dijo la azabache, con tono suave y dulce―, ¿qué estás diciendo? Yo no quiero dejarte. Jamás querría dejarte ―le volvió a agarrar de las mejillas―. No me importa si eres delgada o no, para mí ya eres perfecta así. Eres la omega más preciosa que alguna vez vi.
Bueno, ahora no pudo evitarlo y se puso a llorar, demasiado conmovida por las palabras que acababa de escuchar. Iba a decir algo, sin embargo, de pronto alguien apareció entremedio de ellas.
―¡Minji, ¿por qué haces llorar a Haerin?! ―gritó Hanni, sosteniendo a Hyein-coneja bajo su brazo. Danielle le suplicaba que se la entregara.
―¡Deja de meterte donde no te llaman! ―chilló Minji.
―¡Dame a Hyein! ―pidió Danielle.
―¡Oh, no, Hyeinnie se hará pipí! ―saltó Yunjin.
Hanni soltó a Hyein, horrorizada. La conejita salió corriendo, desesperada.
―¡Sé libre, Hyeinnie! ―se despidió Yunjin. Danielle y Hanni salieron detrás de la menor―. Pobrecita, algún día la matarán de un infarto.
―Yunjin, tu tarea...
―¡Bah, a la mierda la tarea! ―dijo el zorrito, antes de reírse―. ¡Perdón, profesora Zuha!
Kazuha se puso colorada por las palabras de la rubia.
Minji bufó, volviendo su atención a Haerin, que parecía un poco más calmada y relajada en ese momento. De alguna forma, tenía claro que sus amigas sabían cómo distraerla de todos sus pensamientos malos.
―Créeme ―le dijo―, eres la chica más perfecta del mundo entero, Rinnie. No es necesario que cambies nada de ti.
―Pero... ―vaciló un momento―. ¿Te seguiría gustando si adelgazara?
Min le sonrió con dulzura.
―Claro que sí ―le dio otro beso más―. Tu peso, la forma en la que luces, no condiciona el amor que siento por ti. Yo te quiero por ser Haerin, te voy a querer para siempre.
―¿Para siempre? ―repitió, tímida.
―Sí ―no podía dejar de darle besos, y es que era una de las cosas que más le gustaba hacer―. Cuando seamos más grandes, nos iremos a vivir juntas y nos casaremos. Podemos tener muchos cachorritos.
―¡Minji! ―se rió Haerin, pero no la corrigió, porque ella de verdad que estaba muy enamorada―. ¿Podemos tener un patio con muchos árboles?
―Por supuesto ―concedió la alfa―. Y te haré la omega más feliz del mundo.
―Ya me haces feliz ―la abrazó por el cuello―. Te quiero mucho.
―Yo también te quiero, mi bebé linda. ¿Qué tal si ahora...?
Se vieron interrumpidas cuando escucharon un escandaloso grito, volteándose y encontrándose con una extraña escena: Hyein-conejo venía corriendo, huyendo de Danielle, y sobre la cabecita de Hyein, había un hámster. ¿Hanni?
―¡Ven aquí! ―Yunjin saltó sobre Hyein, atrapándola―. ¡Ya dejen de molestarla, sólo yo puedo asustar a Hyeinnie!
De pronto, resonaron unos puf y tanto Hanni como Hyein se transformaron en humanas. Hyein parecía aturdida, mientras Hanni puso una sonrisa elegante en su rostro.
―Estaba defendiendo mi posición de roedor más adorable ―se excusó la vietnamita.
―¡Yo no soy un roedor! ―dijo Hyein, antes de enrojecer―. ¡¿Más adorable?! ¡Eso jamás, Unnie!
Las dos chicas se pusieron en posición de peleadores de boxeo. Danielle puso una expresión preocupada, acercándose a Yunjin.
―¿Me está robando a mi chica? ―preguntó la híbrida de loba.
―Nah ―Kazuha se rió―, ya te lo robó.
Danielle comenzó a quejarse por la indignación. Minji rodó los ojos.
―Tú eres el roedor más adorable ―le dijo a Haerin, que rompió en risas.
***
Las semanas pasaron para Haerin, y se sorprendió al darse cuenta cuando cumplió un mes desde que estaba saliendo con Minji.
No podía caber en su felicidad por eso, pues nunca en su vida pensó que ella pudiera tener alguna novia. Desde que comenzó toda esa etapa de bullying, y con todos los comentarios que oía alrededor, creyó durante mucho tiempo que nadie iba a enamorarse de una chica como ella.
Minji era dulce y amable y muy atenta con ella. Jamás hacía algún comentario respectivo a su peso y siempre le alababa lo linda que era. A Haerin le gustaba escuchar demasiado la forma en que le decía eso, porque de alguna forma, le subía mucho la autoestima. Los cumplidos constantes de Minji le hacían verse con otros ojos.
Es decir, no se consideraba una preciosura, pero si tenía lo suyo. Tenía una bonita sonrisa de colmillo y cuidaba mucho su cabello. Esas sudaderas tan estilosas le quedaban perfectas. Nadie vestía mejor que ella, decía Minji.
Aunque, de todas formas, igual quería bajar un poco de peso. No podía evitar pensarlo, y es que sentía que sería mucho más linda si adelgazaba un poco. De seguro eso enamoraría mucho más a Minji. Además... además, estaba ese otro tema.
Haerin no debería ilusionarse, porque quizás todo era un romance de adolescentes. Las cosas podían cambiar cuando llegaran a la universidad. Sin embargo, eso no quitaba que, en algún momento, ellas tendrían... intimidad. Sexo. Hacer el amor. Lo que fuera.
Esa idea apareció en su cabeza cuando Minji tuvo un celo, una semana atrás. Esos días no fue al colegio y sólo hablaron por teléfono. No podían verse, no todavía, porque Haerin no estaba marcada, además que, al ser híbridas, en sus celos se descontrolaban mucho más. A veces, Hae despertaba transformada en una ardillita y se ponía muy inquieta. Hanni le dijo que para el resto de los animales era así también, en especial los carnívoros.
―¿Eso qué significa? ―preguntó Haerin, en medio de la conversación.
―Hae ―dijo Hanni con paciencia―, somos mitad animales, tenemos un instinto animal. Tú sabes, en los celos, los animales tienen muchas ganas de follar ―se coloreó ante esa palabra―. A veces, hasta les cuesta discernir en su forma animal. Sólo quieren...
―¡Ya lo sé! ―chilló, avergonzada.
Es decir, no era algo raro. Los animales copulaban. Ellas eran animales. A veces, oía sobre parejas que lo hacían en sus formas animales. ¡Que raro era eso! No podía imaginárselo.
De todas formas, terminó pensando en dichas palabras, y le dio un poco de miedo que, si ellas seguían juntas, en algún momento Minji (o la misma Haerin), quisiera llegar más lejos. Y eso implicaba desnudarse. ¡No, que vergüenza! Haerin se moriría si Minji debía verla desnuda.
Pero también, no se veía con otra chica que no fuera su novia. En algún momento ocurriría. Haerin quería llevar la marca de Minji, ¡lo deseaba demasiado! Una marca la haría de Minji, y Minji sería de ella. Una marca significaba que ellas se iban a casar y tener bebés. Una marca era muy importante para Haerin.
Así que Haerin quería estar bonita para ese día, quería no sentir vergüenza de sí misma y que las cosas no fueran extrañas. Así que bajaría de peso, quería sentirse bien sobre la forma en que lucía.
Cuando ellas cumplieron un mes, Haerin fue en busca de Minji a su última clase, que era la de deportes. Habían quedado en ir a pasear a la playa y comer algo. Además, iban a entregarse sus regalos. Haerin le compró a Minji una sudadera con un estampado de una panterita bebé escalando un árbol.
Para comprarla, tuvo que juntar el dinero que tenía para sus colaciones y almuerzos, alimentándose sólo de verduras, a pesar de que no fuera muy fanática de ellas. ¡Hasta dejó de comprar frutos secos, porque eran muy caros! Esperaba que a Minji le gustara mucho.
Vio aparecer a Danielle, Hanni y Kazuha por el pasillo, todas sudadas y enrojecidas. Le dijeron que Minji se quedó en la cancha, pues el profesor le ordenó recoger todas las colchonetas al quedarse dormida en una. No le sorprendió demasiado, ¡su novia era una dormilona de primera! A veces, cuando salían, se quedaba dormida con la cabeza apoyada en los muslos de Hae, y no podía evitar admirar lo bonita que se veía, Minji era muy preciosa que...
Que...
¿Por qué esa chica tigre le estaba agarrando el brazo a su novia?
Haerin sintió, primero, pavor al percibir el aroma a carnívora, tanto por Minji como por la desconocida. Era siempre su primer instinto. Sin embargo, luego fue como si su estómago diera un salto al ver lo cerca que estaban.
De pronto, la chica soltó unas risitas, un dedo enrollándose en su anaranjado cabello.
―¡Qué graciosa y guapa es, Minji Unnie! ―dijo, sin dejar las risitas.
Por supuesto que lo era. Minji era muy hermosa. Y era suya. Suya. De nadie más. Las ardillas podían ser muy celosas, ¿no sabían eso? Había algunas que no permitían que su pareja estuviera lejos de ellas, ¡las siguen a todas partes!
―¡Minji Unnie! ―gritó, llamando la atención de su novia, y la pantera se giró a verla con una sonrisita perezosa―. Unnie, ¿estás lista?
Esperaba que Minji dijera que sí, o que, por último, notara su expresión de "O me obedeces, o te tiro una bellota por la cabeza".
Sin embargo, su novia parecía no entender el lenguaje de ardilla.
―Hae ―llamó ella, tendiéndole la mano para que se la agarrara. No tuvo que decir más, y Haerin la tomó con fuerza―, ella es Ahyoung, una compañera de clases. Me estaba ayudando a recoger las colchonetas. Ahyoung, ella es Hae, mi novia.
Eso, remarcando su territorio. Haerin extendió sus feromonas alrededor de Minji, sonriendo con encanto.
Ahyoung, en cambio, frunció el ceño.
―¿Novia? ¿Una ardilla? ―soltó una risita―. Qué divertida, Unnie, ¿te la vas a comer? Debe tener mucha grasa.
¿Qué? ¿Acababa de insultarla?
Haerin, en una situación normal, habría huido y puesto a llorar. Ahora, sólo quería lanzarse sobre esa maleducada chica, a pesar de que fuera una tigresa.
―¿Disculpa, Ahyoung? ―habló Minji, con su voz grave, y la chica dejó de reír―. No le veo la gracia a tu comentario. Haerin es mi novia y para mí, es perfecta así ―su tono bajó un octavo―. No quiero amenazarte, eso sería muy grosero, pero si vuelves a decirle algo así, me pondré... violenta.
Haerin debería haberse asustado ante su tono, sin embargo, sólo quería saltar de la felicidad. Tal vez se debía a que Minji seguía un poco con rastros de su celo y por eso estaba más posesiva y gruñona, ¡pero que le importaba!
―¿Vamos, Rin? ―preguntó Minji, agarrando su mochila ante la atónita mirada de la chica―. Hoy estás muy bonita, bebé.
―¡Gracias, Minji! ―Haerin dejó que su novia se la llevara, la mayor sin voltearse a ver a la híbrida de tigre―. Tú también estás guapa, ¿me das muchos besitos después?
―No tienes que pedirlo, Rinnie.
Haerin se volteó a Ahyoung, y sin poder controlarlo, le sacó la lengua.
Minji era suya, de nadie más.
Hae celosa. ♡
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