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12

Minji se sentía muy enamorada de Haerin.

Kazuha estaba a su lado, hablándole acerca de cómo fue su cita con Yunjin, pero siendo honesta, la pantera la estaba ignorando. Su mente estaba volando al día anterior, cuando se fue de la mano con Haerin hacia la casa de ella para dejarla allí. Hae estuvo todo el camino con los mofletes colorados por la vergüenza, aunque sin soltarla un poco, y Minji estaba muy feliz de verla así.

Le gustaba Haerin, le gustaba muchísimo. Le gustaba su cabello café, las pequeñas orejitas peludas que se asomaban entre éste y cómo se movían cuando se encontraba nerviosa. Sus ojitos oscuros, que brillaban cuando veía algo que le gustaba, como un aguacate o nueces o almendras. Esas bonitas mejillas rechonchas, que le provocaban ganas de besar y pellizcar y acariciar en todo momento. Se veía especialmente tierna cuando se las llenaba con comida, poniéndose tímida y cohibida. Los pucheros que hacía con esos labios rosaditos, y la sonrisa de gato que formaba cuando algo le hacía feliz. Por dios, y su risa... su risa era tan contagiosa, que no podía evitar reírse por cualquier tontería que dijera.

Minji estaba muy impaciente con que Haerin aceptara pronto ser su novia, tener algo oficial, para así poder darle besos en sus labios. Sin embargo, no le iba a presionar, ¡jamás podría hacer eso! Ella esperaría a que la omega agarrara más confianza, aunque sí esperaba que fuera pronto. Besar a Hae debía ser como el cielo mismo.

―¿Me estás escuchando? ―preguntó Kazuha.

―Claro que sí ―mintió Minji con facilidad―. Yunjin te dijo que quería salir a cazar conejos contigo, ¿y?

―Le pregunté si eso no ofendería a Hyein, pero contestó que no debía enterarse, así que...

Desconectó su mente otra vez cuando, al levantar la vista por entremedio de la multitud, sus ojos se detuvieron ante una figura a varios metros suyo, que le estaba ignorando. Olisqueó el repugnante aroma del resto de los estudiantes, haciendo un mohín de disgusto, pero sonrió con suavidad al notar la esponjosa cola de Haerin alzándose. La chica le daba la espalda, sacando unas cosas de su casillero para la siguiente clase. Por primera vez, en mucho tiempo, la vio sin sus amigas.

Estuvo atenta por si alguien soltaba un comentario hiriente hacia la chica. No estaba dispuesta a tolerar alguna tontería de ese estilo, no frente a ella, y si cualquier persona ofendía a su omega, entonces pagaría las consecuencias. Minji no podía entender el motivo por el que molestaban a Haerin, por dios, era sólo una pequeña de diecisiete años con un leve problema de sobrepeso. ¿Desde cuándo algo como eso era motivo de burla? Eso le enfurecía hasta puntos inimaginables.

―... luego de eso, cuando salió la luna, Jin se sentó en mi regazo y nos comenzamos a besar.

―Qué asco ―bufó Minji.

―Por favor, te mueres por un beso de Haerin.

Minji rodó los ojos, aunque su mirada se volteó con rapidez hacia una escena que le desagradó por completo. Su garganta soltó un gruñido involuntario.

¿Por qué la idiota de Danielle Marsh, la estúpida de su amiga, estaba abrazando a su ardilla?

Una persona se cruzó y Minji se movió, ignorando la conversación de Kazuha y alejándose unos pasos. Danielle estaba casi colgada del cuerpo de Haerin, sonriendo con felicidad. Peor aún: dejándola pasada en su aroma.

Ese pensamiento la puso más celosa. El olor de Danielle sobre su omega. Su ardillita. Era indignante.

Estaba bien que fueran amigas, pero eso no se lo iba permitir a ella. No se lo permitiría a nadie, ¡ella era la única que podía marcarla!

Sintió a su pantera interior sacudiéndose en celos, dando otro paso. Básicamente, dejó a Kazuha hablando sola, mientras caminaba hacia las menores.

Haerin, en tanto, quería que Danielle ya le soltara porque estaba muy pegajosa, la verdad.

―¡Gracias, gracias, Hae! ―decía Dani, frotando su cabello contra su mejilla―. ¿Estás segura de que a Hyein le gustará?

―Por décima vez, sí ―bufó Haerin.

Danielle, dos días atrás, le habló por mensaje de texto para preguntarle acerca de un regalo a Hyein. Ya falló hace semanas cuando le ofreció una zanahoria, porque si bien Lee la aceptó, no quería irse ahora por elegirle algo que pudiera desagradarle. Haerin le preguntó, discretamente, para qué quería darle un regalo si eran amigas, y Danielle le confesó que ellas también estaban saliendo sólo que a escondidas. Haerin le prometió que no se lo diría a nadie, aunque a estas alturas, no pudo ocultárselo a Yunjin. ¡Pero no se lo diría a nadie más, promesa de ardillita!

De todas formas, Danielle le dijo que iban por el mes desde que salían. Haerin no se podía creer lo rápido que iban, ¡Yunjin todavía no era novia de Kazuha, a pesar de que se conocieron gracias a la cita de esas dos! Aun así, Hae le dijo a Danielle que le regalara un llavero de K-On!, y con eso la haría feliz por un año.

Danielle, por fin, le soltó sosteniendo una bolsa de papel entre sus manos.

―¡Eres la mejor, gracias! ―volvió a decir Marsh―. ¡Nos vemos!

―Adiós, Dani...

Se despidió de la loba, volteándose hacia su casillero para cerrarlo. Todavía quedaban varios minutos para volver a clases, ¡la hora de almuerzo era tan larga! Y Hyein y Yunjin fueron a la biblioteca a dejar los libros atrasados, ¡de seguro ahora las estaban regañando! Ella les dijo que-

―Apestas a loba.

Soltó un chillido de forma inconsciente cuando alguien habló detrás de ella, reconociendo enseguida una grave voz, llena de enojo. Se giró, chocando con los oscurecidos ojos de Minji, y su cola se erizó en miedo innato. Llevaba conociendo a la alfa ya mucho tiempo, sin embargo, su animal interior seguía asustándose sin poder evitarlo.

Después de todo, como ardilla, era un animal presa, rodeada de carnívoros que podían comérsela de un solo bocado.

Además, se le sumaba el hecho de que Minji parecía estar siempre a su lado, apareciendo de la nada. A veces, era tierna. Otras veces, un poco espeluznante.

―Ho-hola, Min... ―balbuceó apenas, su corazón latiendo aceleradamente.

Minji la rodeó, olisqueándola y haciendo muecas de asco.

―Esa imbécil te dejó cubierto de su olor ―gruñó.

―Oh... ―Haerin le observó, atónita―. ¿Es algo malo?

―¡Sí! ―exclamó Kim―. Apestas, pero..., ¿sabes cómo sacártelo?

―¿No?

Minji sonrió luego de humedecer sus labios.

―Voy a cubrirte con el mío.

La alfa la agarró de la mochila y de pronto sonó un pop en el pasillo. Minji pestañeó cuando su mano cayó, sosteniendo una mochila, y sus ojos se enfocaron en la pequeña figurita que se estaba escabullendo entre las piernas del resto de estudiantes, huyendo de ella. Una bonita ardilla que corría con desesperación, presa del miedo.

Haerin era tan tierna y apretujable en su forma ardillita.

Minji tuvo que haberla dejado en paz, sin embargo, su pantera gruñó para que le siguiera, y vio a Kazuha alcanzándola con indignación por haberle dejado sola.

―¡Atrápala! ―le gritó, lanzándole la mochila de Haerin antes de transformarse también en su animal, una elegante pantera saliendo detrás de la pequeña ardilla, que chillaba mientras el resto de estudiantes soltaban quejidos.

Pero a Minji no le interesaba, no cuando todos le hicieron un espacio para cruzar el pasillo. No estaba prohibido que se transformaran en el colegio, era algo común, pero si debían evitar hacerlo dentro del edificio. Aunque, en ese instante, la pantera lo ignoró por completo, más pendiente de atrapar a la pequeña bola de pelos que chillaba.

Haerin gritó al ver a la enorme pantera detrás de ella, con una expresión divertida en su rostro, y su instinto animal se alteró más porque ahora sí se sentía como un animal presa en medio de una persecución. Sabía, en el fondo, que Minji no se la comería, que sólo estaba jugando con ella, pero su instinto animal gritaba lo contrario.

Minji la atraparía y se la iba a comer, lo tenía claro, y ese sería su fin.

Salió al patio, abriéndose paso por en medio del césped, saltando sobre una mesa cuando Minji se lanzó a agarrarla. Esquivó por poco sus garras, y divisó un árbol. Toda la persecución la estaba agotando demasiado, así que, haciendo un último esfuerzo, comenzó a escalar el árbol, respirando con alivio cuando se aferró a una rama, mirando hacia abajo.

Esperaba ver a Minji observándole desde el suelo con enojo, pero no estaba.

Se giró, viendo a la pantera acomodándose en la rama también.

‹‹¿De verdad, Haerin?››, parecían decir los ojos de Minji, con un poco de diversión. ‹‹¡Sabes que las panteras podemos escalar árboles!››.

Haerin quiso golpearse ante su estupidez. Como respuesta, sólo chilló, pensando si saltar y tratar de planear, aunque sabía que era algo arriesgado porque Haerin odiaba las alturas y odiaba volar. Qué fracaso de ardilla.

‹‹¿Me-me vas a comer?››, trató de decir Hae.

¿Era posible que una pantera sonriera?

Tres minutos después, las dos estaban en el suelo, con Haerin entremedio de las patas delanteras de Minji.

‹‹¡Me ha-haces daño!››, decían los chillidos de Haerin, con desesperación, soltando otro chillido al sentir la lengua de la mayor lamiendo desde su cola hasta su cabeza.

‹‹Mentirosa››, ronroneó Minji, apretándola más entre sus patas, pero sin llegar a hacerle daño, ‹‹ahora hueles mejor, bebé››.

La ardilla se quejó, casi llorando, sin embargo, sólo se resignó a su destino, ignorando ese pequeño hilo rojo que parecía estar formándose entre ellas.

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