TASK 1: KARMA!
"La ley del karma dice que todo lo que damos al universo es retribuido en una u otra vida."
Bueno, pues, yo bien podría haber incendiado algún país en reencarnaciones pasadas para merecer semejante calvario. Mientras el autobús cargado de mocosos se tambalea por la húmeda carretera trato de regresar al punto en el que dejé a Taehyung meterme en esto.
No es nada bueno que no ponga límites, menos cuando usa todo su encanto de chico de pasarela conmigo o con cualquier pobre alma que se atreve a torturar para conseguir sus objetivos.
No me malinterpreten, Tae es el mejor amigo que estaría dispuesto a encadenarse a una reja con tal que tus padres te dejen asistir a una pijamada a los trece o el que te escucha sin pedir nada a cambio antes de amenazar con quemar el mundo porque tu ex es un gilipollas. Por eso sobran los motivos para no poder ponerle pegas cuando me pidió esto.
—Señor Park… señor Park ¡Señor Park! ¿Falta mucho para que lleguemos? Quiero vaciar mi tripita otra vez.
Lee Seo Rim, una niña de abultados mofletes y algo de sobrepeso, casi me empapa con sus manos regordetas la camisa de seda que desgraciadamente escogí para el viaje.
—Señor…
Frunzo los labios intentando que se note mi crispación. Tiene diez años, Park, tiene diez y lleva sobrepeso como tú en el pasado.
El recuerdo de un niño rechoncho con braquets abandonado a su suerte en el recreo me detiene. Seo Rim vuelve a tomar la manga de mi camisa hasta dejar una mancha de sudor que intento ignorar.
—Aún falta un poco, cariño. Fuiste al baño en la última gasolinera que vimos.
—Sí… pero… Haneul… yo…
Observo cómo los ojos color caramelo de la niña captan un destello de lazos escarlata en la segura distancia de los asientos anteriores. Kang Haneul tiene la misma edad que mi inoportuna protegida pero es todo lo que se espera de una muñeca mimada.
Será la abeja reina del club y querrá la cabeza de la torpe y dulce Seo Rim. No se me dan bien las personas. Menos los niños y pre adolescentes, algo que Tae tenía que haber recordado antes de enviarme en su lugar a Smeraldo Garden Camp.
Soy Park Jimin, tengo veinticuatro años y una Licenciatura en Literatura. Mi vida es bastante común a excepción de las emociones fuera de mi zona de confort, por las cuales culpo a Tae, y bueno, quizás esté el hecho de un pequeño secreto… ser el autor de la serie SKYLINE, unas novelas que…
—¿Le apetecería leer conmigo? El maestro Kim dijo que a usted se le da bien leer…
El maestro Kim debería arder en el infierno. Gracias a Dios, mi pequeña acompañante se conforma con mi seco asentimiento y una mueca que intenta ser llamada sonrisa.
Las próximas horas escucho lloriqueos, pequeñas peleas por la comida que reparten en el pasillo del bus o el momento ridículo de ayudar a Seo Rim a ir al baño en uno de las últimas paradas.
Casi perdemos el autobús, pero para cuando el sol está sobre la línea del horizonte y la carrera asfaltada ha desaparecido, me repito a mí mismo que al menos tendré algo de paz. Aún cuando mi camisa está hecha un desastre y una niña babea sobre mi hombro, he pasado por cosas peores.
Seok Jin, el hermano mayor de mi querido mejor amigo y el famoso maestro Kim entre mis pequeños acompañantes, se acerca para comunicar que solo faltan unos quince minutos para llegar al campamento.
Estamos en Daegu y el calor húmedo del verano me golpea una vez que la estampida de pequeños elefantes humanos está advertida de que estamos a punto de llegar.
Un puente vallado separa la polvorienta carretera de unos campos donde las naranjas y las fresas se reparten entre extensiones de pasto reluciente.
Más allá de los sembrados, tres edificios de madera se reúnen en torno a un establo y lo que yo calculo sea un granero. Parece una casa de cuentos de hadas, con sus torreones de piedra blanca y techos de tejas color carmelita.
El rótulo con el nombre del campamento se deja ver entre luces azul neón cuando el bus serpentea sobre la gravilla. Para ese entonces, la multitud de troles que rodea a Jin y a este servidor, salta de los asientos para ver mejor el tan prometido retiro veraniego.
Quince minutos después, me encuentro en tierras de Smeraldo Garden Camp, contando personitas mientras Jin se dirige a los encargados del equipaje y la seguridad en el campamento.
Seo Rim ha tenido el valor de dejarme en paz mientras me ocupo de sacar mi maleta. Ni siquiera los cinco centímetros de mis botas ayudan a salvar la distancia y tengo que inclinarme penosamente para tomar la manilla plateada.
—¡Demonios, no debí cargar con tantos libros!
Refunfuño mientras voy al ataque otra vez para terminar perdiendo el equilibrio hasta aterrizar de culo sobre la gravilla.
—¡Mierda!
Bramo olvidando que muy cerca hay niños. Casi consigo ponerme en pie para descubrir que el tacón de una de mis botas se ha hecho trizas. Señor, detente ya.
Juro que tengo deseos de asesinar a alguien cuando escucho pasos sobre el suelo cubierto de piedritas. Son las últimas horas del atardecer y los rayos color vino tinto crean diversiones encima de las superficies, por eso tengo la impresión de ser enfrentado por un vikingo pelirrojo en vaqueros cuando logro regresar sobre mis pies.
—Debería tener cuidado con lo que dice… este es un ambiente familiar.
Su voz profunda va a juego con la proyección de su sombra. Unos diez centímetros más alto, quizás cercano al uno ochenta, cabellos rojizos se encrespan bajo un sombrero vaquero negro que combina con la camisa a cuadros sobre lo que creo será una playera y los tejanos en azul deslavado.
Aún no puedo ver más allá de los planos angulosos de su rostro, puesto a que se encuentra delante del Sol. Compongo una sonrisa mientras intento arreglar mis prendas manchadas por el sudor y la saliva de Seo Rim. Estoy seguro que apesto, pero me enseñaron mis padres que la educación iba primero.
—Tienes razón. Disculpa el arranque. La maldi… la maleta me está dando problemas.
Me corrijo a tiempo y pruebo a ofrecerle una mano que jamás acepta.
—¿Es esa de ahí?
Señala él atravesando directo hacia el maletero superior del bus. Gracias a ese cambio puedo verle el perfil, y por la Santa Inquisición, Taehyung no exageraba cuando decía que algunos voluntarios parecían sacados de las tapas de Korea Vogue.
—Más bien son esas…
Carraspeo con timidez. Ha notado mi escrutinio sobre su mandíbula angulosa o el hecho que sus ojos son verde primavera y su piel demasiado perfecta para alguien que trabaja en el campo.
Pensamientos pecaminosos acuden a mi cabeza cuando esos labios se curvan en una sonrisa malvada. Si esto sale mal, al menos tendré suficiente material para mi nuevo libro en la serie SKYLINE. Sexy y peligroso vaquero… Wow… ese sin dudas sería un candidato a título bestseller.
—Gracias por el cumplido, supongo que los chicos de ciudad no tienen contención. Sus maletas, su alteza.
Caigo en la cuenta demasiado tarde de que he dejado que el filtro que separa mi mente de la boca se ha despegado. Mi vaquero sin nombre se ríe de mí mientras empuja las maletas en mi dirección.
—Yo… yo…
—Tranquilo, Principito. Estoy acostumbrado a escuchar cosas como esas todo el tiempo. No es para tanto. Piso superior, ahí se quedan los nuevos instructores. La cena se sirve a las nueve y los niños duermen a las ocho cuando no hay fogata. Deberías apresurarte si quieres que tus discípulos te respeten.
Él me dedicó una mirada que era pura chulería antes de dar media vuelta y unirse a los que ayudaban a organizar las filas de los niños en dirección a la mayor de las tres edificaciones al fondo de la explanada. Yo seguía en trance cuando Jin colocó una mano sobre mi hombro.
—¡Dios! ¿Quieres matarme de un susto?
El castaño negó pero sus ojos se iluminaron con picardía antes de encontrarse con los del vaquero petulante.
—Será mejor que vayamos dentro. Yoongi tiene razón en cuanto a que Tae escogió mal. No te ofendas, Minnie, pero eres demasiado sofisticado para esto.
Protestar estaba descartado. Así que rumié mi mal humor mientras cojeaba de camino al interior del chalé. Piso superior… dormitorio para los instructores. Aquella molesta voz repetía en mi cabeza.
Mordí mi labio inferior y pude atrapar el instante en que Seo Rim era alzada en brazos por el vaquero del demonio. Sin dudas, algunos venían con todo a este mundo y a otros nos tocaba solo trabajar para ser reconocidos.
Sinceramente esperaba que mi hechizo contra el karma llegara hasta Kim Taehyung por arrastrarme a este sitio y de paso le saliera una verruga.
Como si tuviera telepatía el tono de mi teléfono móvil comenzó una ligera revolución con las notas de Blank Space de mi adorada Taylor Swift. Después de recibir las miradas asesinas de un pequeño grupo que seguramente también estaba atrapado en este campamento por "voluntariedad," conseguí desbloquear el pobre aparato.
—¿Y bien?¿Cómo es Smeraldo Garden Camp? Espero que Kook no me haya engañado para echarle una mano a su primo nada más.
El tono energético de Taehyung era interrumpido por el ruido de una cierra eléctrica. Grandes noticias, eso significaba que aún estaban remodelando la galería de arte que administraba en el centro de Itaewon y por ende, que tardaría un siglo en relevarme en este fin del mundo. Suspiré sonoramente.
—Tu último ligue es un cabrón mentiroso. Estoy hecho polvo y ni siquiera termino de desempacar. Tu hermano me acaba de dejar en claro que no estoy hecho para ser el tutor de unos niños de primaria y adolescentes molestos. Te salvas que estoy en bloqueo de escritor si no…
—Por favor, ambos sabemos que muy en el fondo adoras a los niños…
—Un fondo muy profundo el mío. Me dan pavor la mayoría de las veces, pero eso qué te importa. Para ti es mejor echarme a la jaula de los leones y animarme desde el público.
—Me rompes el corazón, pastelito.
—¡No me llames pastelito!
Le grito al teléfono y puedo imaginarme a Tae alejando el auricular antes de reírse a carcajadas. No tenemos remedio. Después de mi arranque, él usa su estrategia de psicoterapeuta que no terminó la titulación para darme ánimos y hacerme notar que el retiro social me vendrá perfecto.
Me despido con más quejas y la promesa de actualizarle a diario hasta que pueda hacerse cargo del desastre en el que Jungkook lo metió.
Para ese entonces, soy el último en encontrar el dormitorio con lo que puedo comprobar que debo compartir la habitación con dos personas más y que me ha tocado la litera de arriba. Genial, solo para mejorar la situación.
—Hola, tú debes ser Jimin. Lee Taemin, un placer conocerte.
Un chico de cabello castaño oscuro y ojos color caramelo me ofrece la mano. Correspondo lo mejor que puedo, contando que hay tres maletas a mis pies y que mi aspecto deja mucho que desear. El tal Taemin ensancha la sonrisa.
—Jong-In te ganó la cama de abajo. No lo culpes, padece de la columna cervical y las alturas no le hacen mucha gracia.
—Oh… no sabía más allá de que este era el piso de los instructores. Creo que Taehyung le habló a todo el mundo de mí pero no fue lo mismo conmigo. Es un gusto conocerte Taemin ¿Puedo llamarte hyung?
Otra vez mi filtro ha sido removido, pero a diferencia del encuentro con el vaquero sexy, el chico Lee solo sonríe con algo que raya la ternura.
—Por supuesto. Tanto Jong-In como tú son mis dongsean. Bienvenido a Smeraldo Garden Camp. Supongo que Tae no mentía en cuanto a que su reemplazo tenía cero experiencia.
—Cien puntos para ti, hyung. Será mejor que me cambie antes de la cena.
—Sí, no quiero alarmarte, pero aquí los horarios son tan estrictos como el servicio militar. Desde que los Min asumieron el campamento la disciplina es como la segunda norma.
—¿Los Min? Tae solo comentó que los propietarios eran dos dulces ancianitos.
Camino hacia lo que parece un cuarto de baño. Allí compruebo que rezan los productos de aseo de mis compañeros, más por la rutilante etiqueta que dice PROPIEDAD DE KAI. NO OSES TOCAR NADA.
—A Jong-In le gusta marcar sus límites, eso y que le llamen Kai, solo yo y el heredero de los Min le llamamos por su nombre real. Yo para fastidiar y Yoongi…
¿Yoongi? Frunzo el ceño recordando a aquel pelirrojo imposible. Jin había formulado algo sobre un ex jugador profesional de fútbol americano que ahora administraba el Campamento.
Mi cerebro hizo click antes que mi nuevo compañero de habitación se dedicara a exponer que el actual propietario de Smeraldo Garden era el nieto de los Min, y para los medios de comunicación, tanto en América como en Corea, Mad Tiger Min.
—Joder, decididamente Tae me mandó al lugar equivocado.
Cavilé colocando mi loción de vainilla y coco bajo el pequeño estante que separaba el lavado de la ducha. Taemin sonrió antes de negar con la cabeza.
—Solo olvida las convenciones. Min es un buen tipo. Tiene su carácter pero se le toma aprecio. Este es mi tercer año como voluntario y te aseguro que nunca le ha fallado al campamento. Como sea, te dejo para que tomes una ducha… si es que te da tiempo. Iré a chequear a los que ayudan en la cocina. Seok Jin me dijo que tu estarías con los niños.
—Sí, eso me dijo también.
Taemin se despidió otra vez mientras yo enfrentaba mi rostro demacrado en el espejo del pequeño cuatro de baño. Ojos azules demasiado grandes para mi rostro, cabello teñido con rosado fucsia por culpa de una apuesta contra Kook y Tae, una colección de pecas en mis mejillas y la camisa de seda color salmón hecha un desastre.
—Si sobrevivo a este apocalipsis me regalaré unas vacaciones de infarto. Sí, señor.
Traté de echarle ganas cuando lo único que deseaba era tomar el primer vuelo de vuelta a Seúl y rumiar mi decepción por llevar meses sin escribir una sola línea… Sin embargo, qué más podía hacer.
Regresé a donde me esperaban mis maletas para tomar una muda de ropa. Un destello en las ventanas abuhardilladas me hizo detenerme. Más allá de la silueta de los campos, ahora envueltos en el manto de la noche, las luces de un pueblo llamaron mi atención.
"¿Es acaso la esperanza lo único que nos mueve?"
Recordé aquella voz tan lejana en el tiempo y un nudo se hizo paso en mi garganta. Por alguna extraña razón, la estampa frente a mis ojos, trajo el recuerdo de una comunidad en Busan, de una madre cariñosa y atenta antes de que el velo de la oscuridad la arrebatara de mi lado.
Melancolía y ensoñación, aparté los recuerdos y el indicio de las lágrimas mientras regresaba al cuarto de baño. No era el más adecuado para hacer este trabajo, pero lo intentaría con todo lo que podía ofrecer.
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