30.
—¿Qué quieres hacer?—preguntó Summer luego de haberse mantenido unos minutos en silencio. —Es una buena noticia, ¿o no?
Louis la miró sin saber que responder.
¿Si lo era? ¿No era acaso lo que más había deseado después de todo? ¿Volver a tener su programa?
—No lo sé—respondió sincero.
Su mente era un revoltijo de ideas. Quería terminar de poner su vida en orden, su relación con su madre, su reputación (que ya iba por buen camino), su pequeña venganza...
—Necesito ir a casa, yo... ¿no te molesta que pasemos nuestra cita para otro día, verdad?
—Por Dios, claro que no—Summer lo abrazó, pero Louis apenas si le devolvió el gesto.—Vamos—se separó de él y tomó su mano dirigiéndolo a la puerta del camerino para salir de ahí. —Será mejor que descanses, puedo tomar un taxi para llegar a casa.
—¿Te volviste loca?—ella rodó los ojos mientras se adentraban a los pasillos del canal. —No voy a dejar que tomes un taxi pudiendo llevarte yo.
—No es la primera vez, y estoy segura que tampoco será la última que lo haga, quiero que vayas derechito a tu casa y te relajes, debes pensar bien esto.
—Y no pensaré bien estando tú en un taxi con algún loco que no se pueda resistir a tu belleza.
—¿Que no se pueda resistir a mi belleza? —repitió sonriendo observando el rostro de Louis sonrojarse.
—Sabes de lo que hablo—murmuró sacudiendo su corto cabello. La castaña soltó una pequeña risa y continuaron caminando hacia la salida.
Durante el trayecto no pronunciaron palabra alguna, tan solo la música a un bajo nivel era lo que no los sumía en un completo silencio.
Summer veía el sol ocultarse mientras miraba por la ventana. Le preocupaba la actitud que Louis estaba adoptando, sabía que era algo inesperado que lo llamaran para ofrecerle su trabajo de vuelta, pero sospechaba que había algo más detrás de esa mirada lejana y pensativa. Conocía la mala relación que mantenía con su madre, e incluso con su hermana con la cual tenía tiempo sin hablarse. ¿Qué tanto peso cargaba últimamente?
Suspiró captando la atención del castaño.
—¿Estás bien?
—No soy yo quien me preocupa justo ahora.
El ojiazul meneó la cabeza.
—No me esperaba esa llamada, es todo.
Ella apretó sus labios para no preguntar más, si él no le decía, ¿por qué debía presionarlo?
—Sabes que estoy aquí para ti, ¿verdad? Porque si no era así, ya lo sabes.
—Lo sé, cielo—soltó su mano derecha del volante conduciendo con una sola y buscó la mano de Summer. En cuanto la agarró, la acercó a sus labios y besó sus nudillos. —No te preocupes por mi.
—¿En serio? ¿No podrías pedirme algo menos imposible que eso? —Louis sonrió.
—Es lindo que te preocupes por mí.
—Tú eres lindo—él rió relajado y Summer se sintió mejor al verlo un poco menos tenso.
—Te quiero, Sunny.
—Y yo te quiero a ti, gruñoncito.
Y el camino continuó con ambos sujetos de la mano.
Louis la dejó en su edificio y ella, antes de marcharse, le pidió con un poco de urgencia en su voz que la llamara si necesitaba algo, cualquier cosa, ya que estaría al pendiente. Él le sonrió y asintió esperando que entrara para poner en marcha su camioneta. Luego, decidió ir al lugar donde más desdichado se sentía... el cementerio.
Estacionó en la colina más alta, que era donde se encontraba enterrada su hermana, y se bajó del auto observando como poco a poco la tarde se iba convirtiendo en noche. Suspiró caminando sobre las hojas que sonaban ante sus pisadas y respirando el aire melancólico del lugar. El cementerio siempre le había parecido el lugar más lúgubre y triste, la energía era tan pesada, que él había decidido, sin haberlo comentado con nadie aun, que cuando llegara su momento lo cremaran y arrojaran sus cenizas al mar. Que al respirar el olor que desprendía el mar, se acordarán de él. No recordarlo rodeado de toda esa maleza llena de tristeza.
Se detuvo frente a la lápida con el nombre de su hermana e introdujo las manos en su abrigo mientras sentía las típicas lágrimas correr por su rostro.
—¿Cómo acostumbrarse a la idea de la muerte cuando te recuerdan todo lo malo de ella? —susurró mirando las flores frescas que adornaban el pequeño lugar.
Era increíble, que años después de la muerte de su pequeña adoración, el dolor no hubiera mermado ni un poco.
Sacó sus manos de los bolsillos y se sentó frente a la lápida apartando algunas hojas secas que la cubrían.
—¿Recuerdas lo que vine a conversar contigo hace unas semanas atrás? No he cambiado de opinión, voy a vengar tu muerte, hermanita—acarició el nombre con sus dedos. —Pero no sé cómo manejar el resto de mi vida, mamá, Sarah, el canal... Sunny—sonrió sutilmente. —Oscar me llamó, consiguió a los tipos, ya sé quienes eran los paparazzis que nos perseguían ese día, mi niña, y pienso hacerles pagar—lo último fue un susurro ahogado que se fue con la ventisca que soplaba por el lugar. —Voy a lastimarlos tanto—murmuró. —Así como ellos me lastimaron a mí.
Recostó su frente sobre su mano que se encontraba descansando en el duro material solo escuchando sus sollozos y la fuerte brisa.
—Solo espero que Summer no me deje por esto—y sollozó un poco más al considerar esa opción.
Minutos después, cuando logró calmarse, levantó la cabeza y se sintió absorbido por la oscuridad que lo rodeaba. Pero eso no evitó que se diera cuenta de la persona que se encontraba a unos pocos metros de distancia. Achicó sus ojos ya que no podía verlo bien, pero si no estaba equivocado, era uno de los que hacían mantenimiento en el lugar.
Se levantó rápidamente dispuesto a perseguir al hombre que lo había estado espiando el cual se dio media vuelta al darse cuenta de que lo habían descubierto.
Louis eventualmente logró alcanzarlo y lo empujó con suficiente fuerza como para que perdiera el equilibrio y cayera. El hombre se sentó como pudo y observó al ojiazul con miedo.
—¿Qué hacías espiándome?—espetó Louis apretando sus puños. Ahora entendía, así era como su madre se enteraba de cada maldita cosa que hacía en el cementerio. —Mi madre te ordenó que le avisaras cada mínima visita o cosa que hiciera, ¿cierto? ¡¿Cierto?!—repitió encolerizado al ver que el hombre no respondía.
—¡Sí! Dios, solo hacía mi trabajo.
—¡¿Tu trabajo?!—lo pateó por las piernas escuchándolo soltar un alarido de dolor. —Me devolvían los malditos arreglos, ¡arreglos de flores que eran para mi hermana! ¡¿Me escuchas, basura?! ¡Esa persona que está ahí enterrada es mi hermana! ¡Y tú rata inmunda!—lo señaló. —¡No dejabas que yo le llenara su sepultura de colores por el maldito dinero y orgullo de mi madre!—volvió a patearlo, esta vez más fuerte.
—¡Basta! Por favor, yo no sabía... ella me dijo... ella me dijo que el causante de la muerte de su hija no podía tener la desfachatez de dejarle flores o juguetes.
Se congeló en su lugar. Escuchando en su mente esas palabras hacer eco.
¿Su madre había dicho eso?
Él no había sido el culpable de nada, de absolutamente nada. Fue un accidente.
Esas oraciones se repetían en su mente, una y otra vez. Agarró puñados de su cabello sintiéndose horrible.
—Yo no la maté—escupió sin mirar al hombre. —Fue un accidente—el susurro ahogado que salió de sus labios no lo dejaba respirar.
—Lo siento.
¿Sentir? ¿Lo sentía? Los seres humanos... ¿realmente sentían?
Se dio la vuelta para llegar rápidamente a su camioneta. Iba a resolver ese problema ahora mismo. ¡Al diablo ignorar la situación por más tiempo!
Los vehículos se quedaban atrás ante la velocidad que conducía y lo único en lo que podía pensar era en lo mal hijo que tuvo que haber sido para recibir tanto odio del ser que se suponía debía amarlo más que cualquier otro.
Se estacionó de mala manera frente a la amplia casa donde vivían su madre y su abuelo. Cerró de un portazo y apretó los puños. Las luces estaban encendidas, es decir, que seguramente Sarah también se encontraba ahí.
Tocó la puerta con fuerza esperando. Su hermana fue la que abrió, y la sonrisa que cargaba titubeó al ver la expresión de Louis.
—Lou, ¿qué pasa? ¿Por qué estás así?
—¿Dónde está, mamá?
La palabra picaba en su lengua.
—En la sala—frunció el ceño viendo como entraba como un huracán. —¿Qué sucede?—preguntó nuevamente siguiéndolo luego de haber cerrado la puerta.
Louis la ignoró. Caminó hasta llegar a la sala en la que se encontraban varios de sus familiares. Algunos tíos y primos. Eso hizo que su sangre hirviera aún más.
—¿Qué hace él aquí, Sarah?—escupió su madre levantándose del sofá en el que minutos antes se encontraba conversando con su hermana.
—¿Qué? ¿Es que no estoy invitado a mi propia casa?
El lugar se sumió en un completo silencio. El abuelo, miraba con preocupación la escena. Sabía el gran altercado que estaba por venir, y realmente... le parecía bien que su nieto le dijera a su madre todo aquello que estuvo reteniendo por tanto tiempo.
—Louis Tomlinson no te permito...
—¡No! ¡Yo no te permito a ti!—gritó fuera de sí. —¡No te permito que creas que yo puedo ser capaz de manchar la memoria de Sandra!
—¡Cállate!
—¡No, maldita sea! ¡Estoy harto de callarme!—Louis miró a sus primos, los cuales parecían asustados. —Ellos no tienen que escuchar esta conversación—señaló a sus tíos los cuales captaron enseguida. Tomaron a los niños de la mano y se fueron de la habitación.
—Que vergüenza.
—Vergüenza es tener una madre como tú.
—Louis—Sarah intentó detenerlo por el hombro, pero ya era muy tarde.
—Me has hecho sentir miserable todos estos años por la muerte de Sandra, muerte que fue un accidente mamá. ¡Un maldito accidente!—sus ojos se anegaron de lágrimas. —Costó comprenderlo y más aún al solo tenerme a mí como para convencerme, pero lo hice, supe que no había sido mi culpa, no fue mi culpa—colocó las manos en sus caderas tratando de tomar algo de aire. —Y luego hoy, cuando fui a visitar a mi hermana al cementerio, me entero que le pagaste un hombre para que quitara mis cosas y te avisara y así tu poder reñirme al respecto, le dijiste a ese hombre que yo la había matado, que tuve la desfachatez de visitar su tumba luego de matarla, ¡¿Hasta cuando llegará tu odio por mí?!
El jadeó de horror que soltó Sarah fue lo único que se escuchó en la habitación por unos segundos. Louis respiraba rápidamente intentando recuperar un poco de aire. Su madre lo veía con ojos desorbitados y aspecto decaído.
—¿Hiciste eso?—preguntó el abuelo sin poder creer aquello.
—¿Eso es cierto, mamá?
Su silencio fue suficiente respuesta.
—No perdiste a tus dos hijos en ese accidente mamá—le dijo Louis luego de unos minutos en silencio sin dejar de observarla. —Pero me estás perdiendo en este momento—sin más se dio la media vuelta para marcharse.
Tanto su hermana como su abuelo se encontraban impactados y sin palabras en su puesto. ¿Cómo habían permitido que pasara todo aquello?
—Los culpables me están matando—escuchó el ahogado sollozo de su madre.
Pero... ¿quiénes eran los verdaderos culpables? ¿Habían culpables siquiera?
—Acabaré con tu sufrimiento entonces—gritó para después salir de la casa y dirigirse a su camioneta.
Louis se quebró. Él realmente no lo había hecho, había estado reteniendo demasiado, pero todo tiene su límite y su punto de quiebre. Este es el de Louis.
Solo me queda algo por decir:
El final está cerca :(
Muy cerca realmente.
je.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro