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01 | La Amenaza Rosa.

𖥧 𖤥'、˖ ָ Capítulo uno: La amenaza rosa.
𖥔 ִ ་ ، Soundtrack... evermore by taylor swift.

      AEMMA HABÍA DESPERTADO con los incesables gritos de su madre Rhaenyra provenientes de su habitación. El nacimiento de su tercer hermano -o hermana- al parecer, y cómo siempre, no era placentero. Los gritos de su madre se lo hacían ver claramente. La castaña  se levantó de su cama a tempranas horas de la mañana cuándo apenas algunos empleados caminaban por los pasillos del castillo de piedra -ya listos para el nacimiento del nuevo bebé-, Aemma se dirigió con prisas a su lugar secreto. Una vieja choza abandonada situada al costado del castillo pero a una distancia considerable para que nadie la interrumpiera.

Por supuesto que no estaba sola. Cómo su madre siempre le recordaba "era muy peligroso" andar sola y sin su dama de compañía. La pobre dama Sibley -y su mejor amiga- se apresuraba detrás de ella recordándole el nacimiento de su hermano o hermana cómo si fuera algo que Aemma pudiera olvidar fácilmente.

Aemma era la viva imagen de su padre Harwin Strong, cabellos castaños y piel severamente aceitunada pero con los mismos ojos de su madre Rhaenyra, brillantes gemas amatistas de un color lila además de los notorios mechones platinados que sobresalían en su melena oscura, un recuerdo de que ella eran tan Targaryen cómo los demás de su familia.

──Sibley──. calló Aemma pasos delante de su dama──. ¿Tienes que quejarte cada vez que nos alejamos del castillo?

La dama de cabellos rebeldes pelirrojos resopló cruzándose de brazos mientras llegaba sin aliento a un costado de la princesa.

──¿Siempre tienes que alejarte tanto?──. le reprochó sin darle una respuesta──. Estaría más tranquila si alguien de la guardia nos acompañará.

Una sonrisa maliciosa se asomó en el rostro de la princesa provocando a su compañera fruncir su ceño.

──Pero si estaremos con alguien de la guardia.

Ante esas palabras Sibley abrió los ojos con acusación comenzando a sacudir su cabeza pero Aemma ya había avanzando lo suficiente cómo para no verla. Sibley ya sabía a donde iban y no estaba de acuerdo. De hecho, muy pocas veces estaba de acuerdo con las decisiones de la princesa pero no podía decirle nada por obvias razones.

En cuánto la dama llegó divisó a Aemma colocándose sobre su vestido viejas partes de una armadura y detrás de ella estaba el culpable de esa situación. Ser Harwin Strong, quién con una sonrisa burlona la saludó en cuanto entró.

──¿Que le parece tan gracioso Ser Harwin?──. mofó Sibley sin pasar por alto la sonrisa burlona del hombre──. ¿Siempre tiene que citarnos aquí?Cualquiera sospecharía cosas bárbaras sobre usted.

──Señorita Sibley, mis más grandes disculpas si la he levantado de la cama tan temprano──. se burló el hombre de cabellera larga tomando su espada de madera del suelo──. Sabe lo insaciable que la princesa puede llegar a ser.

Aemma le echó un vistazo a su dama de compañía con la misma sonrisa burlona del hombre en su rostro.

──Demasiado──. bufó Sibley sentándose en el suelo sucio de la vieja choza para observar a la princesa acercarse al hombre.

──Ser Harwin ¿se enteró de que mi madre está dando a luz en estos meros momentos?──. preguntó Aemma tomando la espada de madera que el hombre le ofreció.

──Todo el reino lo sabe su majestad──. respondió el Capa Dorada. Aemma asintió con la misma sonrisa burlona──. ¿Está emocionada?

Aemma resopló preparando su primer ataque en dirección al hombre.

──Más bien estoy concertada──. Aemma respondió moviendo su espada de madera en contra de Ser Harwin.

──¿Por qué? Si es que puedo saber.

Aemma titubeó y por unos momentos se quedó en silencio, simplemente moviéndose ágilmente en contra del guardia tratando de darle batalla.

──Mis hermanos──. dijo la castaña con mechones platinados, al pasar de unos minutos──. De los rumores.

Sibley compartió una mirada rápida con Ser Harwin. Ambos y no solo ellos, todo el reino sabía sobre las habladurías de la legitimidad de los hijos de la princesa Rhaenyra. Y bueno, todos lo apuntaban a él.

──¿Los rumores?──. Ser Harwin jugó al tonto tratando de sonar desconcertado. Aemma bufó.

──Vamos Ser Harwin, no soy ninguna tonta, y sé muy bien sobre lo que el pueblo dice sobre mis hermanos y sobre mí──. Aemma soltó un sonido de cansancio deteniéndose. Su mirada cayó en Sibley.

La dama asintió brevemente levantándose del suelo y saliendo de la choza dejando al guardia dorada junto a la princesa en completa soledad.

──No importa los rumores mientras usted sepa la verdad──. dijo Ser Harwin tomando la espada de madera para guardarla.

──Ese es el problema──. comentó Aemma dándose la vuelta para soltar un suspiro.

Aemma siempre había sentido una especie de conexión con Ser Harwin Strong una que jamás llegó a sentir con Laenor Velaryon, su supuesto padre y con quien seguramente debería hacer las cosas que ella y Harwin Strong hacían. No tenía ninguna duda acerca de su sospecha sobre la relación de su madre y el guardia capa dorada. Es más, estaba bastante segura de que ambos mantenían una relación más aproximada de lo que aparentaban.

Y por supuesto también sabía que era una bastarda. Había crecido con esos rumores sobre la legitimidad de sangre Velaryon en su cuerpo, escuchaba lo que la gente murmuraba cada que ella o alguno de sus hermanos pasaban a un costado sin guardias. Aegon se lo recordaba cada que podía. Incluso la amenazaba con decírselo a todo el mundo y a cambio de su silencio ambos compartían besos, caricias e incluso en varias ocasiones, acercamientos más íntimos en los que no llegaban a penetración de los cuales Aemma se arrepentía.

La joven princesa tenía muchas dudas pero ninguna de ella era su corazonada acerca de Ser Harwin Strong.

──Ser Strong ¿puedo hacerle una pregunta?──. habló Aemma conforme ambos salían de la choza antes de que alguien notará la ausencia de la princesa.

El hombre con una sonrisa asintió acomodando las cosas de entrenamiento en sus brazos.

──Usted...──. Aemma detuvo sus palabras. ¿Cómo se lo decía? Solo tenía que hacerlo, decirlo rápido cómo los golpes que el le enseñaba──. Mmm... ¿Acaso usted es mi padre?

Una vida se vio pasar por los ojos del hombre al mismo tiempo que sus orbes oscuros caían sobre la castaña a su costado. Aemma tragó en seco tomando una postura seria pero Ser Harwin soltó una risa nasal.

──¿De donde saca esa idea, princesa?

Aemma apretó su mandíbula. Si algo odiaba más que las mentiras era cuando las personas simplemente no podían aceptar que han mentido.

──Tengo muy buena vista. No soy ninguna tonta y quizá mis hermanos aún son pequeños cómo para notarlo pero solo basta con una mirada en nuestra dirección cómo para saber que no somos de sangre Velaryon──. reiteró Aemma deteniendo sus pasos y obligando al hombre a hacer lo mismo.

Ser Harwin desvió la mirada. Sus orbes oscuros perdidos en dirección al castillo con una mueca en su rostro imposible de leer. Antes de que el hombre de melena larga castaña pudiera hablar una sirvienta del castillo se acercó a ellos con urgencia.

──Princesa, su hermano acaba de nacer. Acompáñeme para esperar a la Princesa Rhaenyra en su habitación──. anunció la sirvienta de cabellos rubios con una sonrisa en su rostro.

Aemma dirigió su mirada a Ser Harwin pero el hombre solo asintió haciéndole una seña para que caminará y él poder escoltarla hasta la alcoba de su madre.

Aemma se mantuvo en silencio cuando llegó a los aposentos de su madre saludando a sus hermanos al entrar. La reina Alicent había solicitado la presencia del pequeño bebé con urgencia. Aemma sabía que Alicent era la reina pero en ocasiones podía llegar a ser un verdadero fastidio, en especial con ella y sus hermanos hacia los cuales no podía ocultar su desprecio ¿por qué ni siquiera Aemma lo sabía. Si madre solía contarle en que ella y Alicent tiempo atrás fueron amigas, inseparables así como ella con Sibley, pero con el tiempo esa amistad murió.

Aemma no podía imaginárselas siendo amigas, en especial con el desdén con el que la Reina los trata. Los orbes curiosos de la princesa cayeron sobre Ser Harwin, el hombre se movía de un lado al otro con su mano sobre su espada y sus ojos perdidos en la ventana pero el sonido de la puerta abriéndose detrás de ellos hizo a ambos dirigir su mirada a la mujer de cabellos platinados caminando con dificultad.

──Madre──. pronunció Aemma haciendo una mueca observando a su madre quejarse conforme avanzaba a pesar de eso la mujer de ojos claros sonrió depositando su atención en la menor.

Luke y Jace se acercaron a donde resguardaban un huevo de dragón.

──Madre, mira──. dijo Jace quitando la tapadera de hierro mostrándole un huevo de escamas verdes a su madre──. Escogimos un huevo para el bebé.

──Ese luce perfecto. Ayúdame a sentarme, cariño──. habló Rhaenyra tendiéndole el brazo a la castaña quién la guió a la silla más cercana sentándola con cuidado──. Dioses, estás colorada. ¿Has estado volando con Mercury?

──He estado entrenando con Ser Harwin──. respondió Aemma observando la mueca que su madre puso. Sabía que a Rhaenyra no le agradaban sus entrenamientos clandestinos pero jamás se oponía a ellos, ella sabía muy bien cuanto los necesitaría en un futuro──. Ya puedo vencer a Aegon en una batalla.

──Aemma──. advirtió Rhaenyra meneando su cabeza soltando un quejido después de la acción──. No digas esas cosas. Muchas gracias comandante por entretener a mi curiosa y imperativa hija.

Jace comenzó a burlarse de la castaña haciendo que Aemma le sacará la lengua en defensa.

──Escuché que es otro niño──. habló Ser Harwin manteniendo su atención en la mujer de cabellos plateados. Rhaenyra le sonrió suavemente llevando su mirada al bebé en brazos de Laenor.

──Serás un gran caballero ¿eh?──. murmuraba el hombre de tez morena sosteniendo al bebé en su manos.

Harwin compartió una mirada con Rhaenyra.

──Ser Harwin desea ser presentado ante Joffrey──. habló la princesa platinada haciendo que Laenor asintiera entregándole el bebé al hombre de armadura.

──¿Joffrey, no es así?──. habló el comandante sosteniendo al pequeño bebé de cabellos castaños en sus brazos.

Aemma entrecerró sus ojos observando con atención al hombre sosteniendo a su hermano.

──Padre, ¿puedo llamarlo Geoffrey?──. comentó Jace interrumpiendo los pensamientos de Aemma mientras se acercaba a Laenor.

──No, no, no. Vámonos de aquí──. Laenor tomó de los hombros a ambos pequeños castaños haciéndole una seña a Aemma para que los siguiera.

Antes de salir Aemma observó a su madre por encima de su hombro. ¿A quien engañaban? Su madre jamás había mirado a su padre de esa manera, no de la manera en que miraba a Ser Harwin.

──¿Cómo van tus entrenamientos, Emm?──. murmuró Laenor caminando a paso lento por los pasillos junto a sus tres hijos. Aemma despegó su mirada de la puerta llevando su atención a su padre en su costados.

──Igual que siempre──. resopló dejando caer sus manos sobre su vestido──. ¿Ya me enseñarás tus ataques secretos?

Laenor soltó una risa rodeando los hombros de su hija con uno de sus brazos.

──Apuesto a que tienes mejores ataques que los míos, sirenita──. burló el hombre haciendo que Aemma rodará los ojos desviando su mirada a los jardines en donde divisó a Helaena.

La castaña se despidió de su padre con un beso en la mejilla corriendo en dirección a la princesa de cabellos platinados de rodillas en el suelo frente al viejo árbol donde siempre se juntaban. A veces a ver aves o simplemente a platicar, ya que nadie solía prestarle mucha atención a Helaena,

──¿Cómo lo has nombrado?──. habló Aemma cayendo sobre sus rodillas a un costado de Helaena. La platinada sostenía un escarabajo rojo en sus manos acariciándolo.

──Gioffrey──. murmuró Helaena. Aemma frunció el ceño ante la similitud del nombre con el de su pequeño hermano──. Pero madre no me dejará conservarlo.

──¿Aegon te acusó de nuevo? La última vez fui yo quien le puso esa lagartija en su cama no tú──. respondió Aemma. Helaena sonrió suavemente.

──Y es mejor que mi madre no lo sepa.

──Aún así seguiré cayendo de su gracia, no es como que yo le agrade mucho──. Aemma hizo un mohín mirando las nubes──. Mandó a llamar a mi hermano apenas nació.

──¿Para qué?

Aemma soltó un bufido.

──¿Para que ha estado llamando a mis hermanos cada que nacen?──. contestó con obviedad──. Para ver su cabello, su color de piel, la forma de su nariz, prácticamente buscando lo obvio.

──¿Y que sería eso?

──¿Qué?

Helaena dejó ir al pequeño insecto llevando sus ojos claros en dirección a Aemma.

──¿Que es lo obvio?

──Ya sabes──. se quejó la castaña──. Hoy durante mi entrenamiento al fin pude preguntarle a Ser Harwin mi duda.

Helaena alzó sus cejas con curiosidad.

──¿Y que fue lo que él dijo?

──¡Nada!──. Aemma bufó alzando sus manos y dejándolas caer en su regazo──. Una de las sirvientes de mi madre llegó antes de que pudiera contestar pero debiste ver cómo él y mi madre se miraban.

──Si los rumores son verdad──. Helaena hizo una pausa levantándose del suelo y ayudando a la castaña a hacer lo mismo──. Tú madre será decretada cómo traidora.

──Sí, sí. Sé lo que implica todo eso. Nos exiliarán a mi y a mis hermanos, mi madre jamás ocuparía el trono, ejecutarían a Ser Harwin y demás──. bramó Aemma haciendo que Helaena hiciera una mueca.

──Lo mejor para ti es no indagar más en el tema.

Helaena era demasiado pacifista para su propio bien, en un mundo cómo en el que ambas vivían a nadie le sentaba bien ser demasiado bueno cómo ella, tampoco guardar tantos secretos así como su querida tía lo hacía aunque una parte de ella sabía que Helaena jamás la delataría otra parte, una bastante profunda y terca, estaba consciente de lo que significaba contarle cosas tan íntimas. Aún así no le importaba.

La princesa de cabellos rubios platinados soltó un suspiro ladeando la cabeza cuando su mirada divisó a Aemond salir de los pasillos rumbo al jardín hasta que las vio. El joven príncipe se limpiaba sus lágrimas con la manga del suéter de una forma descontrolada, llena de pura rabia, sus ojos se encontraron por un momento con los de Aemma quien abrió la boca dispuesta a decir algo sobre su apariencia pero Aemond se giró tomando una dirección distinta a la de ambas.

Antes de que Aemma pudiera evitarlo sus pies ya estaban dirigiéndose detrás del príncipe platinado siguiéndolo a través de los pasillos hasta llegar al salón del trono. Un aire frío la azotó de repente junto con un silencio profundo. Nunca había sido fan del gran trono y para ser sinceros no le veía la gracia de sentarse sobre miles de espadas frías aunque si entendía su importancia y claramente lo que implicaba. Aún así, le parecía un trono bastante feo.

Aemond se detuvo frente al trono. Una de sus manos tocó la primera espada sobresaliente frente a él, sintiendo la presencia de Aemma detrás tuyo y esperando a que la castaña hablará.

──Aemond──. habló Aemma acercándose al príncipe de cabellera larga quien se quedó en silencio.

La fragancia de lavandas inundó las fosas nasales de Aemond haciéndolo suspirar. Desde que el príncipe tenía memoria Aemma siempre le había provocado cierta inquietud, unas extrañas ansias de pasar tiempo con ella, escucharla, y penosamente de llamar su atención. Ninguna doncella nunca le hizo sentir de esa manera, tampoco su hermana Halaena la que suponía sería su esposa teniendo en cuenta que Aemma y Aegon estaban comprometidos desde el nacimiento de la Velaryon.

──¿Te encuentras bien?──. preguntó Aemma apenas llegó a un costado del príncipe. La castaña siempre se había preocupado por Aemond, de una manera en la que no lo hacía con Aegon y una muy diferente a la de Helaena.

──No estoy de humor, Aemma.

La castaña frunció el ceño.

──¿Pasó algo?

No sabía porque insistía tanto. Aemond nunca fue tan cerrado con ella cómo con los demás pero esa vez si parecía querer estar solo. Antes de que el joven príncipe le respondiera Aemma se dio la media vuelta dispuesta a irse pero la fría mano de Aemond cayó sobre su muñeca impidiéndole irse.

──No dije que quería estar solo──. murmuró Aemond en un tono suave y tímido retirando su mano en cuanto Aemma lo miró.

──Sabes que puedes contarme que te pasa. No tenemos secretos entre nosotros.

Aemond desvió la mirada hacía el trono soltando un fuerte suspiro.

──Me han dado un cerdo.

Aemma frunció el ceño mirando a Aemond con curiosidad y confusión.

──¿Qué? Lo siento pero no entiendo.

──Tus hermanos──. una rabia discreta sonó en la garganta del príncipe──. y Aegon me dieron un cerdo disfrazado de dragón. Siguen burlándose por que no tengo un dragón.

──Inmaduros. Hablaré con mis hermanos sobre eso──. respondió Aemma brindándole una sonrisa a Aemond quien se quedó en silencio──. Sabes que no necesitas un dragón para ser especial.

──Es fácil para ti decirlo. Naciste teniendo a Mercury asegurado y nunca tuviste que preocuparte por eso──. Aemond llevó su mirada al suelo──. No soy para nada especial.

──Eres especial para mí──. soltó Aemma de repente antes de que cerebro pensará bien las palabras que su boca soltó.

Ante la mirada de Aemond la castaña se ruborizó tragando en seco y desviando la mirada a la entrada del salón. Aemond sonrió en lo bajo. Se preguntaba cuán especial él era para Aemma ¿sería mucho más que Aegon? Nunca olvidaba que Aemma ya le "pertenecía" a Aegon y que jamás podría expresarle sus sentimientos cómo deseaba pero tenía una esperanza de que quizá ella se sintiera de la misma manera, entre ambos se entendían y Aemond sentía una conexión dorada con ella. Tan fuerte cómo para abarcar todos sus pensamientos. Era joven, lo sabía, pero sus sentimientos por Aemma eran tan antiguos cómo Poniente.


NOTA: Y ASÍ COMENZAMOOOOOS y lo primero que dire es que esta historia no estará demasiado centrada en la visión política de Aemma (la verdad me da mucha pereza) y más bien ella estará en el medio de todo el remolino político (por supuesto es parte de los negros) pero en sí no quiero irme por el lado político y más bien por sólo la tragedia. Además de que no soy buena escribiendo política por lo que no me centraré demasiado en eso.

Los capítulos serán cortos y ambientados únicamente en la serie -cómo ya dije antes no soy experta en los libros y apenas los voy comenzando- prácticamente solo será la historia entre Aemma y Aemond, cómo todo se fue al nabo, tragedia tras tragedia y el final triste que se les promete. Así que tengan listos sus pañuelos.

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