No. 7
Fic realizado para el Whumptober 2024 con el prompt No. 7 - Magia con un costo
Advertencias: No beteado (todavía), ligero gore/horror corporal (creo, pero lo pongo por si las dudas), mención de enfermedad, mención de dolor físico, mutual pining, no final feliz, hurt no comfort.
Fandom: South Park
Ship: Kyman (pre-relación)
Resumen:
—Eso depende, ¿qué estás dispuesto a sacrificar?
¿Qué está dispuesto a sacrificar? La respuesta llega a él como un golpe que le quita el aliento.
—Lo que sea
—¿Lo que sea?
—Lo que sea
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Tiempo prestado
Kyle sabe que está en el lugar correcto cuando el bosque, que hasta ese momento había rebosado de vida, se sume en un silencio pesado que se ciñe a él como si intentara sofocarlo. 'Probablemente ese es su objetivo', piensa continuando con su caminata no permitiendo que eso le afecte, reconociendo que no es más que magia cruda, imbuida en cada raíz, tronco y rama a su alrededor, para proteger los secretos a los que trata de acceder. Nunca había estado en esa parte del bosque, habiendo escuchado de su existencia por las historias y registros estratégicamente escondidos por toda la biblioteca real; probablemente si fuera cualquier otra persona y no el Alto Elfo Rey jamás se habría enterado de la existencia de este lugar, con justa razón.
Aunque no es como si la información le haya sido pasada directamente por sus padres, o sus tutores, o alguno de los Sabios, pero una vez llegada a cierta edad nadie hizo el esfuerzo consciente de ocultar la existencia de esas historias y registros. Un día, mientras estudiaba en la biblioteca, el conocimiento simplemente se había revelado ante él y, al mencionárselo a su padre, este respondió con que la antigua magia que protegía dicho conocimiento parecía haber decidido que era digno de conocer sobre los secretos de más allá de la barrera. Unas semanas después, a pesar de que aún no había llegado a la edad requerida, sus padres dimitieron sus puestos como Altos Elfos y lo coronaron como el nuevo Rey.
No obstante, el cómo descubrió sobre esta parte del bosque no es del todo relevante, considerando que la razón por la que, por primera vez en su vida, se está adentrando en el es mucho más apremiante. Kyle, para ponerlo de forma sencilla, se había quedado sin más opciones que tratar de acceder a los secretos ocultos en ese lugar en busca de la respuesta que necesita.
Hace unas semanas algo a lo que nadie había podido nombrar se extendió por todo Zaron afectando a todo ser viviente que había alcanzado, unos con mejor suerte que otros. Una plaga de la que ni los mejores hechiceros humanos o sanadores elfos habían escuchado antes, ni mucho menos tenían respuestas para ponerle un alto. Los elfos, por supuesto, habían sufrido mucho menos la enfermedad que sus vecinos los humanos, que descontentos por la obvia resiliencia de los elfos no habrían dudado de levantarse contra ellos y empezar una nueva guerra de no ser porque su Rey había puesto un alto antes de que las revueltas se salieran de control. El Alto Elfo podría tener muchas quejas del Gran Rey Mago, y 'muchas' quedaba corto ante la larga lista de defectos que podía nombrar del hombre, pero Kyle no podría negar que Eric era un buen líder y sabía controlar a su gente mejor que nadie, aunque por supuesto no piensa decirlo en voz alta.
Ambos comparten una historia algo turbulenta, enemigos acérrimos desde la infancia que habían pasado a algo similar a rivales que medio se trataban como amigos, y una vez asumieron sus lugares como reyes no dudaron en concertar un tratado entre sus reinos. Con los años, Kyle había desarrollado cierto sentido de camaradería con el humano, sus infames peleas reduciéndose a acaloradas discusiones que podrían bien terminar en puños o con ambos compartiendo un trago mientras paseaban en medio de la noche por alguno de sus reinos, o ambas cosas. El elfo, también, había empezado a apreciar y anhelar la presencia del humano, por más molesto e irritante que pudiera ser y, muy en el fondo, se preocupaba enormemente por Eric.
Cuando el Rey Mago se dispuso a buscar una solución para su gente, al Alto Elfo no le sorprendió en lo absoluto e incluso una vez se recuperó de su aflicción le ofreció su ayuda en todo lo que pudiera. Su gente podría no saber mucho sobre lo que estaba pasando, pero Kyle no dudó en enviar sus mejores sanadores a ayudar al Rey Mago y su gente, no solo como una muestra de buena voluntad entre los reinos, sino también porque en su opinión, aunque Eric no pensara lo mismo de él, es lo mínimo que los amigos podían hacer.
Y las cosas parecían haber empezado a mejorar.
Hasta que el Rey Mago cayó presa de la enfermedad y la cura a la que médicos humanos y sanadores élficos habían llegado, que había aliviado a casi todos los que aún estaban enfermos, no parecía estar funcionando en él. Una variante rara, comentaron los médicos, o el rey había ocultado que ya estaba enfermo y era demasiado tarde para actuar, agregaron los sanadores. Sea cual fuera la razón por la que el Rey Mago no estaba mejorando bajo sus cuidados, el Alto Elfo había abandonado todo lo que tenía en manos para ir en su ayuda una vez la noticia alcanzó sus oídos.
Al presentarse al palacio y ser guiado directamente a la recamara real se había esperado muchas cosas, y a pesar de esto lo que lo recibió lo tomó por sorpresa. Nunca había visto a Eric Cartman, orgulloso, prepotente y molesto Eric Cartman, tan mal. Postrado en su lecho, pálido y bañado en sudor se veía... pequeño, patético incluso; no era una imagen que le favoreciera, ni que le sentara particularmente bien a Kyle. Cuando se acercó pudo notar las manchas oscuras bajo sus ojos, las mejillas hundidas, la laboriosa y pesada respiración del hombre que cada tanto era interrumpida por un ataque de tos que le impedía inspirar por largos segundos que a Kyle le parecieron eternos.
Parado a su lado, viendo con horror como algunas gotas de sangre salpicaban en su mano cuando intentó cubrir sus labios para amortiguar el sonido de la tos, el Alto Elfo Rey tuvo la revelación de qué, si no hacían nada, la muerte del Rey Mago sería inminente. Si él no hacía nada, perdería a Eric para siempre.
La simple idea de no volver a ver su sonrisa socarrona o el brillo malicioso en sus ojos le dejó sin aliento. El simple pensamiento de que no podrían compartir más caminatas bajo la luz de la luna, sus manos rozándose levemente sin que ninguno se atreviera a tomar la del otro, hizo que sus piernas temblaran dejándolo sin fuerza para impedir su caída. El solo imaginar los ojos, que le miraron con preocupación por su reacción, cerrados para siempre arrancó un sonido de sus labios similar a un sollozo, o un grito, o simplemente su alma abandonando su cuerpo por un segundo.
Verlo así, sosteniéndose a duras penas en una posición medio sentada, el cansancio grabado en su rostro y palabras susurradas con el aliento entrecortado para asegurarle que estaría bien, le hizo caer en cuenta cuán importante era ese imbécil para él.
Kyle no podía permitirse perderlo.
Kyle no iba a permitirse el perderlo.
Sin dudar por un segundo de sus acciones, se lanzó de cabeza a revisar los hallazgos de sus sanadores. Probó cada variación de los remedios que habían creado, empujó su cuerpo y mente hasta el límite, y luego un poco más, en una búsqueda desesperada por una respuesta de porque Eric estaba muriendo lentamente. Usó su magia hasta el agotamiento para estabilizarlo, pero al final todos sus esfuerzos no habían conseguido nada más que darle unos días más, a lo sumo una semana.
Y entonces, en medio de la noche tras un arranque de ira en que había destruido sin miramientos todo a su paso en la habitación que habían preparado para su estadía, sentado al borde del balcón llorando lágrimas de frustración, recordó que aún había algo que no había sido investigado. El bosque, más allá de la barrera que rodeaba su reino, esa parte de la que solo conocía historias y registros antiguos, que en alguna parte habían mencionado una magia tan poderosa que era capaz de conseguir lo que fuera. Mover montañas, reorganizar astros... curar cualquier enfermedad.
Sin decirle a nadie a donde iría, solo dejando una nota de que debía investigar algo más, se armó simplemente con su bastón y partió al lugar.
Kyle no tenía ni la más mínima idea de que estaba buscando, o a dónde se supone que debía ir. Hasta que simplemente lo sabe.
Sabe que está en el lugar correcto cuando el ambiente opresivo del lugar desaparece súbitamente al cruzar entre dos árboles, cuyas raíces y ramas están tan entrelazadas que prácticamente parecían uno solo. Su alrededor también cambia bruscamente haciéndole detenerse por el contraste. Mientras que el bosque, a medida que avanzaba, se volvía más oscuro y turbio, en este momento está en medio de un claro tan iluminado y brillante que los ojos le duelen.
El cielo es mucho más azul que el cielo al que está acostumbrado, la luz que ilumina a su alrededor proviniendo de algún lugar en este, pero por más que lo intenta no encuentra el sol, solo luz por todas partes. A su alrededor todos los árboles vibran de vida, salvo los dos que tiene a la espalda, lúgubres y marchitos, Puede ver a unos pasos un río, cuya agua es tan cristalina que a pesar de la distancia puede ver piedras de colores, como un arcoíris en el agua; a pesar de que ve el agua moverse, no puede escucharla correr y la grama sobre la que está parado es tan verde que parece falsa. Irreal.
Es extraño, inquietante.
Tampoco puede escuchar ninguna señal de vida. No hay ningún animal a la vista, aunque claramente el claro no carece de sustento para cualquier alimaña que quisiera alimentarse de él. Lo que si puede percibir es la magia a su alrededor, danzando contra su piel como una caricia, invitándolo a adentrarse un poco más, a seguirla y olvidar todas sus preocupaciones en la puerta.
¿Por qué era que estaba ahí? ¿Qué es lo que había ido a buscar? ¿Por qué simplemente no se sentaba junto al río y comía alguno de los frutos de los árboles a su alrededor? Olvidar sus preocupaciones.
Eric, susurra una voz en el fondo de su mente, una voz que suena como la suya propia, cargada de urgencia y la imagen del Rey Mago, postrado en su cama dando respiraciones pesadas que en cualquier momento podría ser la última, le hacen enderezarse, sacudiendo la cabeza para salir del transe en el que estaba. Tiene que concentrarse, tiene que concentrarse en lo que vino a buscar.
La vida del Rey Mago dependía de él.
—Hm, que curioso —una voz resuena por todo el lugar poniéndolo en alerta e inmediatamente alza su bastón mirando a su alrededor con aprensión—. Debes ser muy poderoso para que tu propia magia sea capaz de protegerte de sus raíces.
La voz es, para su confusión, profunda y ligera a la vez, y aunque suena en un mismo tono es como si estuvieran hablando dos personas al mismo tiempo. Gira sobre sus pies mirando alrededor, pero por más que lo intente no logra encontrar el origen.
—Debes ser el Guardian —señala bajando su bastón lentamente, no porque no se sienta aún en peligro, sino como una muestra de buena voluntad.
No viene en busca de pelea. No piensa lastimar a nada ni a nadie protegido por este lugar.
—El pequeño elfo incluso sabe sobre mí —una risa resuena a su lado, pero al girarse no hay nada ahí, lo que causa más risas al otro lado y, nuevamente cuando se gira, no hay nada.
—Me agradas pequeño elfo, establece tus intenciones y puede que considere dejarte salir de aquí... con vida —Kyle ve movimiento por el rabillo del ojo, pero no se mueve, sabiendo que, aunque se dé la vuelta no va a encontrar nada a su espalda.
—Soy el Alto Elfo Rey —dice enderezándose, tratando de verse más seguro de si mismo de lo que se siente. De no verse tan desesperado—, y vengo para solicitar respuesta a una pregunta.
—¿Alto Elfo Rey? ¿Sin un nombre? —la voz suena cerca y lejos, y si se concentra un poco puede escuchar rastros de una pequeña risa al fondo.
—Si el Guardián necesita dirigirse a mí, puede simplemente llamarme Rey —dice con cautela, entrecerrando los ojos.
—¡Poderoso y listo! —la voz vuelve a reír con fuerza, pero suena como múltiples voces a la vez, una cacofonía que se envuelve a su alrededor desorientándolo por un momento.
Todo se detiene tan de pronto como inicio, retornando la calma al claro lo que le permite reorientarse. Cierra los ojos un momento, frotando sus sienes, antes de parpadear con rapidez y alzar la vista. Se sobresalta ligeramente cuando enfoca... algo frente a él. No tiene muy en claro de que está viendo y lo mejor a lo que llega para describirlo es llamarlo 'algo', una figura traslucida y amorfa cuyos bordes parecen vibrar, la luz a su alrededor atravesándola y reflejando el mismo tono arcoíris que el falso río.
—¿Qué puede ser tan importante para que busque de mi asistencia, Rey? —la voz resuena nuevamente a su alrededor, y la figura frente a él parece agitarse, volviéndose más sólida con cada palabra y retornando a su estado traslucido cuando termina de habar.
—Requiero de una cura para mi... un amigo —dice despacio—. Ha sido afectado por una plaga sin nombre y nuestros mejores sanadores no han podido curarlo.
—Una cura para una enfermedad de la que no conoces el nombre —la figura se acerca a él empezando a rodearlo y le toma toda su fuerza de voluntad para no apartarse. Estando tan cerca puede sentir magia desprendiéndose del Guardián.
Una magia antigua y muy, muy peligrosa.
—El Conocimiento Sagrado que me ha sido encomendado podría tener lo que necesitas —informa la figura terminando de rodearlo y deteniéndose nuevamente frente a él, mucho más cerca que antes—. Sin embargo, debería saber, Rey, que le costará obtenerlo.
¿Le costará? Kyle no puede recordar haber leído nada nunca sobre tener que pagar por el conocimiento y no carga consigo ni una misera moneda. ¿O es acaso que era algo más simbólico, como realizar algún tipo de misión, en lugar de dar un pago monetario? No cree tener tiempo suficiente para perderlo en alguna tontería como esa y está a punto de expresarlo cuando la figura se contorsiona, la cacofonía de risas retornando, haciéndole apretar los dientes con fuerza para suprimir el deseo de cubrir sus oídos.
—No ese tipo de costo, Rey —expresa la figura, que sigue contorsionándose hasta tornarse en una figura mucho más definida, más sólida y nítida.
Un par de ojos azules, tan claros que fácilmente podrían ser blancos, aparecen en lo que ahora puede identificar como una cara, acompañados por una sonrisa amplia que deja a la vista una larga fila de afilados colmillos. Con cada segundo que pasa más rasgos quedan a la vista y el corazón de Kyle se acelera cuando, lentamente, el Guardián termina de solidificarse en una copia exacta suya. Bueno, casi exacta, considerando que sus ojos son verdes, y que el cabello que ahora decora la coronilla del Guardián es mucho más corto que el suyo, negro en lugar de rojo, y más semejante a ramas y hojas de un árbol entrelazadas entre sí que a cabello en sí.
El parecido en sus rostros, por otro lado, es lo más escalofriante de todo.
—Puedo proporcionarte la cura para este... amigo —ahora, con un cuerpo más físico, cuando vuelve a rodearlo se siente más como un animal evaluando su presa en lugar de evaluar la presencia que tiene en frente—, pero debes dejar atrás algo tan importante como el conocimiento que te vas a llevar.
¿Dejar algo atrás? ¿Cómo sabrá que dejar que fuera tan importante como el conocimiento que necesita? ¿cómo podría medir algo tan insubstancial?
—¿Cómo diablos voy a saber que dar a cambio por algo de lo que aún no tengo la respuesta? —pregunta con más brusquedad de la que pretende, su paciencia empezando a agotarse.
—Ah, ah, ah —el Guardián niega tocando su nariz con la punta de su dedo, su muy, muy afilada uña, más parecida a una garra que a una uña, dejando un pequeño corte al rozar con su piel, y un escalofrío lo recorre por lo frío que se siente su tacto—. Eso es para mí, saberlo, y para ti, ofrecerlo.
Es una apuesta arriesgada. Ni siquiera tiene la seguridad de que le va a dar lo que realmente necesita sin engañarlo en el proceso. No puede equivocarse al tomar su decisión, es su última opción y la vida de Eric depende de esto. Por otro lado, no saber que le va a pedir a cambio hace que se le revuelva el estómago porque, ¿y si es más de lo que realmente puede ofrecerle? ¿y si es algo descabellado que, a la larga, pudiera poner en peligro la vida de su gente? ¿y si es algo que, a la larga, podría poner en peligro a Eric?
Eric, piensa tragando con dificultad, la imagen del Rey Mago enfermo regresa con fuerza a su mente, golpeando contra su vacilación.
—¿Qué podría compensarlo? —pregunta tratando de que su voz suene más firme de lo que se siente.
—Eso depende, ¿qué estás dispuesto a sacrificar por tú amigo? —cuestiona el Guardián, su sonrisa ampliándose, tanto que las comisuras de sus labios parecen alcanzar el borde de sus orejas, dejando a la vista muchos más colmillos.
La imagen es grotesca, pero Kyle no tiene tiempo para sentir el terror que se aferra a sus huesos.
¿Qué está dispuesto a sacrificar? Esa es una buena pregunta. ¿Su bastón? ¿su corona? ¿las joyas sagradas y ancestrales que decoran los bordes de su túnica?
¿Qué está dispuesto a sacrificar por Eric?
Eric, que lo saca de quicio con sus comentarios ignorantes sobre su gente, que le hace desear ahorcarlo cuando lo insulta y probablemente es el causante de más de la mitad de las canas que le van a salir antes de tiempo.
Eric, que le roba el aliento cuando le sonríe de forma sincera, que se había robado su corazón con sus raras muestras de amabilidad y compasión.
La respuesta llega a él como un golpe que le quita el aliento. O tal vez siempre ha estado ahí, en lo profundo de su subconsciente esperando a que alguien hiciera la pregunta correcta.
—Lo que sea —responde casi sin aliento, apoyando su bastón en el suelo para poder sostenerse cuando sus rodillas fallan.
—¿Lo que sea? —los ojos del Guardián brillan, con algo parecido a emoción. Con algo que, sin duda alguna, es malicia.
—Lo que sea —confirma con más firmeza, enderezándose y cuadrando sus hombros.
El Guardián amplia su sonrisa a extensiones inimaginables, tanto que por un segundo Kyle piensa que su rostro va a partirse a la mitad. Pero, en lugar de que eso suceda, el rostro del Guardián empieza a deformarse para darle espacio, su cuerpo siguiendo el mismo camino aumentando en tamaño, perdiendo solidez, volviéndose más oscuro en lugar de translucido. Su cuerpo crece, y crece, y crece, expandiéndose en todas direcciones, alzándose hasta tragarse la luz que hasta ese momento los había estado iluminado.
Kyle le observa con aprensión, pero no se permite sentir miedo a pesar de que la oscuridad que proyecta la forma frente a él parece querer tragárselo. No, el miedo no tiene cabida en su pecho, porque darle entrada sería echarse hacia atrás en su palabra, negar lo que acaba de admitir en voz alta. Eso no es una opción para él, teniendo en cuenta que no ha dicho nada más que la verdad.
—Me siento en la obligación de darle una advertencia, Alto Elfo Rey —comenta la voz con ligereza, una vez su transformación termina. Kyle alza la vista, pero es fútil considerando que no puede ver nada más allá de su nariz. Nada más aparte de dos puntos brillantes y una larga fila de colmillos—, por su valentía.
—¿Y eso es? —pregunta frunciendo el ceño ligeramente.
La voz no responde de inmediato, dejando que el silencio se alargue entre ambos lo que inquieta a Kyle ligeramente, el resto de sus sentidos, ahora que su visión es limitada, empezando a captar cosas que no había notado antes. Como el crepitar de la magia a su alrededor, haciendo sus oídos timbrar y su piel hormiguear, o el pesado olor a metal que empieza a permear el aire.
—Va a doler —dice finalmente la voz antes de que el cuerpo del Guardián vuelva a contorsionarse, engulléndolo por completo.
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En todo el vasto bosque, más allá del claro y de la barrera que lo dividía del Reino de los Elfos, un grito gutural rompe la quietud de la noche, ahuyentando a los animales a su alrededor y helando la sangre de todo humano y elfo que alcanza a escucharlo.
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Eric abre los ojos lentamente, sintiendo los parpados pesados y su cuerpo duele en lugares que no creyó alguna vez podría sentir dolor. Lo primero que nota, cuando termina de despertar, es que respirar no se le dificulta tanto; de hecho, respira mucho mejor que incluso antes de enfermarse. Lo segundo que nota es un peso apoyado contra su brazo derecho, que ahora que está despierto nota está adormecido y empieza a hormiguear. Con un bajo gruñido por el esfuerzo que le toma enderezarse en la cama, se gira buscando el origen del peso a su lado, sorprendiéndose al encontrarse con una maraña pelirroja que reconocería donde fuera.
¿Qué diablos hacia el estúpido elfo ahí? Piensa frunciendo el ceño tratando de recordar que había pasado en los últimos días.
Su gente se había enfermado, había intentado buscar la cura, el Alto Elfo había enviado sanadores para ayudar, sanaron a la mayoría de la población y luego... ah. Él había enfermado también y por alguna razón la estúpida plaga le había afectado más que al resto.
Lleva su mano libre a su rostro frotándolo con suavidad, haciendo una mueca al sentir lo pegajosa que se siente su piel por el sudor. Ahora recuerda que por alguna razón Kyle se había presentado en su palacio para brindar su ayuda mágica. El resto de sus memorias de su tiempo enfermo regresan a él a pedazos, la mayoría siendo noches del pelirrojo sentado a su lado, velando por él, murmurando palabras consuelo que no puede recordar con claridad.
—Encontraré la cura que necesitas, Eric, lo prometo —es lo último que recuerda, y la seguridad mezclada con desesperación en la voz del Kyle de sus recuerdos lo harían sonrojarse si su cuerpo tuviera la fuerza para eso.
Dios, no sabe si sentirse avergonzado porque el elfo lo había visto en un momento tan vulnerable, o por lo que esa promesa le hace a su corazón. Claramente el pelirrojo la había cumplido, considerando que ya no se siente como la mierda.
—Estás despierto —sale de sus pensamientos y se gira rápidamente al escuchar la voz de Kyle, ronca y claramente agotada, ignorando el mareo que lo acomete por la velocidad con la que se mueve.
El pelirrojo lo mira con alivio, una pequeña sonrisa en sus labios ¿y no es esa una visión? Su rostro suavizado y relajado en lugar de su eterno ceño fruncido o su mueca de fastidio la mayor parte del tiempo que estaban juntos. Sin embargo, el elfo también luce tremendamente agotado, su de por sí pálida piel aún más pálida, marcas purpureas bajo sus ojos; incluso sus pecas se ven deslavadas, perdidas por el aspecto enfermo del elfo. ¿Se había enfermado nuevamente tratando de ayudarlo?
No, Eric recuerda que los elfos fueron los primeros en enfermar y, de ellos, Kyle había sido el primero en mejorarse. Incluso entonces no se vio tan demacrado como ahora. Sea cual sea la razón, a Eric no le gusta en lo absoluto.
—Te ves terrible —dice terminando de enderezarse para apoyar su espalda en el respaldar de la cama. El elfo rueda los ojos con fastidio y el Rey Mago sabe que sentiría satisfacción por haberlo hecho enfadar tan rápidamente si no estuviera tan preocupado por su aspecto.
—'Gracias Kyle, por salvar mi patético trasero de una muerte asegurada' —responde el pelirrojo con una pobre imitación de su voz, cruzándose de brazos—, es lo que deberías estar diciendo, culón.
—No te voy a agradecer ni un carajo hasta que demuestres que no fueron mis muy capaces médicos los que me salvaron, Khal —alza el rostro petulantemente cruzándose de brazos.
En lugar de enfadarse, o gritar, o regañarlo, Kyle ríe con suavidad descruzándose de brazos, pasando una mano por su cabello desarreglándolo aún más. Eric, por su parte, frunce el ceño ligeramente, porque hay algo mal con el sonido; no era como normalmente sonaba la risa de Kyle. Esta suena débil, más como un suspiro agotado que como verdadera diversión.
—Si tienes energía para ser tan pedante, mi trabajo aquí ha terminado —señala el pelirrojo palmeando distraídamente el colchón antes de ponerse en pie—. Te he dedicado demasiado de mi tiempo, culón. Trata de no ser tan irresponsable, sería una tragedia tener que salvar tu trasero nuevamente.
El Rey Mago está demasiado concentrado observándolo como para responder, entrecerrando los ojos cuando el elfo deja escapar un suspiro cansado antes de girarse y caminar a la puerta. De repente, el elfo lleva una mano a sus labios empezando a toser con fuerza, lo que le hace trastabillar y casi caer; alarmado, Eric trata de levantarse de la cama, al diablo el cansancio en sus músculos y el dolor en sus articulaciones por el tiempo que tiene postrado, todo su ser gritando que llegue a él antes de que caiga y se lastime, pero Kyle, sin girarse, alza una mano haciéndole un gesto de que no se mueva.
—Estoy bien, estoy bien, solo necesito descansar —dice tratando de aplacarlo, aún sin mirarle. Su voz suena aún más ronca que antes, y si Eric no hubiera estado mirándolo tan atentamente se habría perdido la mancha de rojo en su mano que logra atisbar antes de que Kyle la oculte rápidamente en la manga de su túnica.
Sangre.
—Khal, si te volviste a enfermar por... —sus palabras se cortan cuando el pelirrojo medio se gira a verlo, paralizado al ver más rojo en la comisura de sus labios y el cansancio en su expresión parece haberse duplicado—. Kyle... Kyle ¿qué hiciste para que mejorara?
El elfo aparta la vista, encogiéndose de hombros antes de continuar su camino a la puerta.
Oh no, eso sí que no. Eric aparta las sábanas que cubren sus piernas sacando fuerzas de sabrá Dios dónde, apoyando una mano en la silla que antes había ocupado el pelirrojo para ponerse en pie, maldiciendo entre dientes por lo innecesariamente enorme que es su habitación, tratando de alcanzar al otro antes de que pueda salir. Pero sus piernas están demasiado débiles y cada paso envía una punzada de agonía por el resto de su cuerpo.
—¡Kyle! —alza la voz deteniéndose para poder tomar una bocanada de aire, agradeciendo que el elfo se detenga antes de atravesar la puerta. —¿Qué... qué diablos hiciste para que mejorara?
—Lo que era necesario —su voz suena contenida, puede ver como abre y cierra su mano libre en un gesto que reconoce como frustración.
Lo conoce lo suficiente para saber qué, no importa cuánto pregunte, no le va a responder. No ahora, que lo ha visto debilitado. Probablemente nunca, si esa era la voluntad del terco elfo.
—¿Por qué? —pregunta entonces cambiando de táctica. Su relación es complicada, fueron enemigos y ahora a penas y si podían llamarse amigos, aliados tal vez. U otra cosa en el medio a la que ninguno se atrevía a nombrar. Por ello Eric no puede pensar en una razón exacta de porqué Kyle arriesgaría... lo que sea que haya arriesgado por salvarlo.
O más bien, no quiere pensar en la razón.
—Ambos sabemos que conoces la respuesta —es todo lo que responde el elfo antes de abandonar su recamara cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria.
Eric toma una bocanada de aire, sus piernas fallan y se deja arrastrar por la gravedad demasiado cansado para mantener su peso en pie. Lleva una mano a su pecho, traga con fuerza y maldice a Kyle una y otra vez.
Porque, muy en el fondo, sabe exactamente cuál es la repuesta del porqué.
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Kyle se apresura a llegar a la habitación que le fue asignada y, una vez dentro, cubre sus labios permitiéndose tener otro ataque de tos, que parece empeorar con cada bocanada de aire que trata de tomar hasta que, finalmente, se detiene. Respira hondo apartando su mano, haciendo una mueca al ver más sangre que antes, maldiciendo entre dientes. Solo le queda esperar que Eric no lo haya visto, porque no se siente preparado para explicar la situación.
Probablemente ni siquiera tendrá tiempo de hacerlo.
Un grito es arrancado de su garganta cuando todo su cuerpo estalla en dolor.
No, no dolor, es algo más. Como si cada pequeña parte de su ser estuviera ardiendo en llamas y, al mismo tiempo, siendo sumergido en agua helada.
Sus músculos queman, respirar quema, todo quemaquemaquemaquemaquema.
Y de pronto, tan repentino como inició, la sensación de que está siendo quemado vivo se detiene, pero el dolor persiste. En algún punto había terminado arrodillado, sus manos apretando con fuerza la grama a su alrededor; parpadea tratando de enfocar la vista, borrosa por lágrimas contenidas e intenta recuperar la calma respirando hondo, pero cada bocanada enciende sus pulmones, cosa que provoca un ataque de tos que arremete su cuerpo por completo, empeorando el dolor. La tos es tan fuerte que puede sentir su garganta rasgarse, y para su horror sangre salpica en el suelo frente a él. Angustiado, se endereza para inclinar la cabeza hacia arriba, en un desesperado intento de detener la tos y que sus pulmones se llenen de aire, pero lo único que logra es repetir el ciclo.
Finalmente, por lo que parece una eternidad en que siente se está ahogando y quemando a la vez, la tos se detiene. Aliviado, logra tomar una bocanada de aire que, si bien le causa algo de malestar, no hace arder sus pulmones. Lo va a considerar una ganancia, aunque algo en su interior le dice que es temporal.
—Impresionante —la voz del Guardián le hace alzar la vista, notando que ha vuelto a tomar una forma inquietantemente similar a él—, eres claro merecedor de tu título, alguien menos apto habría muerto ya.
De nuevo sus labios se separan en esa sonrisa infinitamente larga, efectivamente enviando un estremecimiento por el cuerpo de Kyle, en vista de que no tiene la fuerza para suprimirlo. Por alguna razón, el comentario se siente más como un insulto que como un halago.
O una advertencia.
—Aquí tienes —el Guardián se acerca moviendo su mano en el aire y produciendo de la nada un frasco lleno de un líquido lechoso, aunque enfocando mejor la vista puede notar que parece brillar—. Esto es lo que has venido a buscar.
Kyle recibe el frasco con manos temblorosas, centrándose en el calor que parece emanar del interior y no la sangre que mancha sus manos. Gira el frasco en sus manos, mirándolo por todos lados tratando de entender que tenía de especial.
—¿Con esto... podré salvarlo? —pregunta con voz ronca y entrecortada. Hasta hablar se siente como una tarea titánica, pero necesita la confirmación verbal por lo que aguantará el dolor que sea necesario.
—Sip —sus dientes chocan entre sí al tratar de formar un sonido de pop al final de su respuesta, y el sonido parece divertirle porque la cacofonía de risas regresa al claro.
El elfo asiente despacio, poniéndose en pie lentamente con ayuda de su bastón ahogando un grito cuando sus músculos protestan por el movimiento. Aferra el frasco con fuerza cuando el temblor en sus manos empeora y casi lo siente deslizarse de sus dedos, ignorando con todas sus fuerzas la atenta mirada del Guardián sobre su persona. Una vez se siente estable sobre sus pies, guarda el frasco con mucho cuidado en un bolsillo secreto dentro de su túnica, de dónde sabe no se deslizará y no correrá el riesgo de perderlo en el tortuoso camino de regreso, inclinando ligeramente la cabeza en agradecimiento.
—Aprecio tu ayuda, Guardián —dice bajo, tragando para aliviar su garganta herida.
—Ha sido mi completo placer asistirle, Alto Elfo Rey —el Guardián realiza una reverencia de mofa, su forma volviéndose traslucida nuevamente, perdiendo poco a poco su parecido con Kyle.
El elfo observa este proceso, esperando el momento en que desaparezca antes de darle la espalda, pero de pronto una idea se enciende en su cabeza.
—¡Espera! —alza la voz más de lo que desea, pero su arrebato detiene al Guardián que alza la vista con curiosidad—. Antes de... despedirnos —dice despacio, carraspeando, —¿puedo preguntar que tomaste?
—¿Por qué preguntar luego de perderlo? —cuestiona el Guardián ladeando lo que queda de su cabeza.
—¿Por qué no hacerlo? —rebate cruzándose de brazos para tratar de lucir firme, sin embargo, la imagen que trata de proyectar se ve opacada por el ligero temblor en sus manos.
—Hmm —el Guardián se acerca caminando en círculos a su alrededor varias veces, antes de detenerse a un lado y posar algo similar a un brazo sobre su hombro—. Los elfos, como debes saber, son inmortales.
—¿Inmortales? —Kyle frunce el ceño, completamente seguro de que eso es una falacia.
—Tecnicidades —el Guardián mueve una parte de su otro lado, lo que seguramente habría sido un gesto con la mano si la forma no fuera tan poco corpórea—. Viven una larga vida, envejecen lentamente, enferman poco. Como quieras verlo.
Su ceño se frunce aún más mientras su mente repasa sus palabras tratando de conectarlo con su pregunta. ¿Qué diablos tenía que ver...?
—Tu magia es demasiado importante, porque eres el Alto Elfo Rey y hasta las raíces de tu magia tienen sus limitantes —continua el Guardián, su voz distorsionándose ligeramente por unas pequeñas risas que resuenan al fondo, no notando como el rostro de Kyle pierde el poco color que le quedaba—. Y yo no tengo necesidad de nada físico como lo que usas para canalizar tu magia, ni nada tan banal como las cosas brillantes a las que tus ancestros se aferran.
'No' piensa empezando a hiperventilar, al diablo conque cada respiración envía punzadas por sus costados. 'No, no puede ser lo que... no puede ser...'
—Y cómo tu intención es salvar una muy preciada vida por ti —el Guardián finalmente lo mira, su escalofriante sonrisa regresando diez veces más aterradora por el hecho de que la mitad de su rostro ha desaparecido en la masa amorfa con la que se presentó, y la otra mitad parece estar derritiéndose, dejando atrás solo los labios y los dientes afilados a la vista—. Me pareció que tu 'inmortalidad' es un precio más que justo, ¿no lo crees?
El cuerpo de Kyle no cede a la revelación porque, de alguna forma, la figura del Guardián lo sostiene. Siente como si su sangre se helara en sus venas, el dolor en su pecho aumentando por razones totalmente diferente.
Sin la capacidad de envejecer más lento su cuerpo es básicamente como el de un humano común y corriente.
Un humano común y corriente que no podría soportar el peso de la magia élfica que corre por su interior.
—No lo habías considerado, ¿no? —la cacofonía de risas regresa, esta vez burlándose claramente de él y las decisiones que tomó.
—Debes volver, Alto Elfo Rey —finalmente el Guardián se aparta, dejando un suave toque en su hombro antes de volverse completamente intangible, solo quedando su voz en el claro—. Debes volver para salvar a tu preciado humano, antes de que sea demasiado tarde.
Y volver es lo que hizo.
El camino de regreso le costó más que el de ida, teniendo que parar cada tanto para controlar los ataques de tos y descansar hasta que el dolor en su cuerpo disminuyera lo suficiente para seguir caminando. En algún punto había intentado usar su magia para acelerar el viaje, consiguiendo con ello solo empeorar su sufrimiento. Al llegar al palacio de Eric, sin detenerse a responder las preguntas de sus elfos, que aún permanecían allí esperándolo, se dirigió a la habitación del Rey Mago para darle la cura.
Con mucho esfuerzo llega a la cama, respirando laboriosamente y soportando lo mejor que puede sin gritar cada punzada que inspirar le causa, apretando sus manos contra las sábanas mientras el ardor en el resto de su cuerpo empieza a disminuir.
Su cuerpo, siendo básicamente el de un humano, no soportaría por mucho tiempo su magia. Puede sentir como su interior quema de una forma diferente al exterior, cada intento natural de su poder de ayudarle empeora la situación y no hay nada que pueda hacer al respecto más que aceptar su destino.
—Pero antes de irte, pequeño elfo —las últimas palabras del Guardián resuenan en sus oídos, tan claras como si estuviera sentado a su lado.
Cierra los ojos trayendo a la superficie la imagen de Eric empezando a recuperar el color una vez le dio la cura. Como sus ojeras se veían menos marcadas, como el temblor en su cuerpo se había detenido una vez su propia magia había empezado a completar el trabajo. Como sus ojos, vibrantes y cargados de vida, lo habían mirado momentos antes.
—¿Realmente ha valido la pena lo que has dado a cambio por este humano?
Ha valido cada segundo de intensa agonía que lo acomete. Y lo seguirá valiendo hasta la última de sus respiraciones.
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