No. 3 + Prompt Alt
Fic realizado para el Whumptober 2024 (Tumblr) con los prompts No. 3 Condenado al fracaso + Prompt Alternativo 'Bucle Temporal'
Advertencias: No beteado (todavía), OoC (miren, intenté mantener a Cartman en personaje, pero tenía que elegir entre hacer eso o ser feliz -terminar el fic- así que elegí ser feliz), muerte (repetidas veces) de personaje, ligero gore, descripción de heridas, estrés emocional, hurt no comfort, heavy angst, no final feliz, mutual pining, confesión en un muy mal momento.
Fandom: South Park
Ship: Kyman (pre-relación)
Resumen:
Si tan solo hubiera forma de revertir las cosas. De volver atrás y evitar este desastre.
Si hubiera una forma de impedirlo, ¿qué no daría para arreglar las cosas?
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En bucle
En sus 17 años de vida, que parecen cortos, pero cuando uno vive en South Park se sienten como una eternidad, pocas cosas han llegado a sorprender a Eric Theodore Cartman; la lista de cosas que lo asustan o aterran es aún más corta, pudiendo contarla con los dedos de una sola mano y le sobrarían dedos. Es el efecto que causa pasar toda tu vida en un pueblo perdido en el medio de dos montañas, supone, y tal vez un poco el hecho de que la mayoría de las cosas más impresionantes que han sucedido en el pueblo fueron provocadas por él, por sus amigos o por algo más que los arrastró a participar, para el beneficio de la trama y todo eso. En resumen: no hay nada a estas alturas de su vida que no reciba con un suspiro, rodar los ojos y murmurar 'tenía que ser South Park'.
Volviendo con las cosas que sirven como combustible para sus pesadillas, que congelen su sangre o lo dejen paralizado incapaz de reaccionar podría reducirlas a, simplemente, aquello que no pueda controlar. En primer lugar, porque está acostumbrado ya a llevar las riendas de su vida y modificar el juego a su favor; si el Destino existe el hijo de puta no va a decirle que hacer. En segundo lugar, y como consecuencia de lo primero, porque nada, en su humilde opinión, puede tomarlo por sorpresa. No por nada ha mentido, manipulado y, en una que otra ocasión, sacado de la jugada todo lo que se interpone en su camino cuando tiene un objetivo en mente.
Sin embargo, su mayor miedo, ese que no se atreve a admitir en voz alta ni siquiera a sí mismo, que se ha arraigado en sus entrañas hasta arrebatarle el sueño, es el más tangible de todos: Perder a Kyle, para siempre, sin retorno ni oportunidad de evitarlo. No importa cuánto diga y repita que odia al judío pelirrojo, la sola idea de no tener su presencia pululando a su alrededor le arrebata el aire y le hace sudar frío, especialmente porque lo ha experimentado antes. Han pasado años desde ese incidente, sin embargo, el rostro pálido y sin vida de su némesis lo persigue cada segundo; aunque más que la muerte de Kyle, lo que teme es que llegue el momento y no pueda hacer absolutamente nada para impedirlo o revertirlo. La primera vez, aunque su culpa, hizo todo lo posible por reanimarlo, incapaz de procesar o aceptar que no lo vería nunca más, pero ¿qué sería de él si no está ahí? ¿si no llega a tiempo? ¿sino puede impedirlo?
Es por ello por lo que todo esto tiene que ser, sin lugar a duda, una forma de castigo por todo lo que ha hecho en vida. Su propio circulo karmatico regresando para morderle el trasero y hacerlo pagar. Es la única razón por la que Kyle está envuelto en el embrollo, pero ¿realmente es necesario? el Universo, Destino, Dios o lo que fuera ¿no podía cobrarse sus cuentas pendientes de otra forma?
—Por favor, por favor —masculla con voz ahogada, su cuerpo poniéndose en acción antes de que su mente pueda procesar lo que acaba de pasar, bajando tan rápido como los pies le alcanzan.
Todo había pasado tan rápido.
Se supone que debía ser un viaje alegre, una última escapada antes de la graduación y que cada uno siguiera su camino a continuar sus estudios, en el caso de Stan y Kyle, y hacer una vida fuera de South Park, en el suyo y de Kenny. Las cosas habían ido demasiado bien hasta ese punto, los cuatro riendo e insultándose ligeramente como cuando eran niños, siguiendo el camino que habían recorrido millones de veces a lo largo de los años, en dirección a su lugar favorito para acampar.
La adrenalina bombea con fuerza por su cuerpo impidiéndole escuchar algo más allá del pitido en sus oídos, sus pies deslizándose por la tierra hasta alcanzar el final e inmediatamente llevándolo hacia Kyle. Ni siquiera puede recordar que ocasionó la pelea, pero ambos iban siguiendo el camino tras Kenny y Stan, hablando de cosas sin sentido antes de que el pelirrojo se enfadara y escalara la discusión. Eric no estaba prestando atención, respondiendo a sus comentarios de forma automática, y de pronto la cosa se había vuelto física, con Kyle golpeando su hombro para llamar su atención y el regresándolo con hastío. No notó como lo fue empujando hacia la orilla.
En un momento, Kyle estaba gritando a todo pulmón, la cara tan roja como su cabello, libre por primera vez en años del horror verdoso que llama ushanka, y al siguiente su cuerpo estaba cayendo rápidamente al vacío, su expresión contorsionada en un gesto de horror que se ha sumado a la lista de cosas que perseguirán sus sueños. Kyle había caído por el risco a su espalda, incapaz de sostenerse, porque lo había empujado.
—¡Kyle! —grita al encontrarlo.
Lo primero que ve es la maraña rojiza de su cabello extendida alrededor de su cabeza, como un halo de fuego. Lo siguiente que nota, cuando llega dónde está, es la sangre.
El pitido en sus oídos disminuye, lo suficiente como para permitirle oír la laboriosa respiración del pelirrojo, y por primera vez en mucho tiempo su estómago se revuelve por la grotesca imagen a sus pies. Le sorprende que Kyle aún esté respirando, aunque es obvio que le cuesta y siente un escalofrío recorrerlo a medida que sus ojos viajan su cuerpo, el horror creciendo a pasos agigantados en su pecho. El suéter que lleva puesto está teñido de rojo, por sangre que no puede ver de dónde diablos está saliendo, ceñido a su pecho por el líquido permitiéndole ver como su tórax se eleva de forma irregular; su brazo derecho quedó atrapado bajo su cuerpo y el izquierdo se apoya lánguidamente contra su abdomen, y sus piernas no están en mucha mejor condición, torcidas en un ángulo antinatural, claramente rotas.
—Kyle —llama, su voz ronca por la bilis que escala su garganta, quemándolo, pero se niega a vomitar—. Vas... Vas a estar bien —susurra arrodillándose a su lado, alzando las manos con intenciones de tocarlo, mas las deja suspendidas, cerca del pecho contrario, sin saber qué diablos hará con ellas y temiendo lastimarlo aún más.
Oh Dios, oh Dios, oh Dios.
—Cart... Cart... Cartman —Kyle intenta hablar, pero se le dificulta, y cuando lo logra su voz suena húmeda, sangre brotando de su boca y corriendo por la comisura de sus labios.
—No hables imbécil, no te... La ayuda tiene que... —se da cuenta en ese momento que, en sus prisas por alcanzarlo, no sé detuvo a verificar si los otros dos vieron lo sucedido, o siquiera a llamar él mismo a emergencias.
¿Si quiera tenían señal tan alto en la montaña?
—¡Ayuda! —grita, ignorando la parte de sí mismo que le dice es inútil. Los cuatro estaban solos, habiendo elegido ese fin de semana en específico porque sabían habría poco tráfico en su lugar de acampar.
—Cart...man —Kyle intenta mover la cabeza, aunque es claro que el movimiento debe de doler porque se detiene emitiendo un quejido, que regresa la atención de Eric hacia él —. Tengo... Qué de... Tengo que decir...
—Dios mío, Kyle, cierra la maldita boca —lo mira con desesperación sosteniendo su rostro entre sus manos. —¿No puedes callarte por un maldito segundo? Solo... no hables y resiste.
—¡Cartman! —la voz de Stan envía una oleada de alivio, nunca había estado tan feliz de escuchar al estúpido hippie. —¡Cartman! ¿Dónde...? Oh por Dios.
No se gira, temiendo que apartar sus ojos de Kyle provoque que este deje de respirar, pero escucha los pasos de Stan detenerse de golpe seguido poco después del sonido de arcadas y algo semisólido golpeando el suelo. Dios, ¿en serio Stan? Este no es el momento de regresar tu desayuno a medio digerir, piensa frunciendo la nariz con desagrado, ¿Qué no podía ver que es una emergencia? Maldita sea el hippie y su estúpido estómago sensible que no están ayudando en nada.
—¡Cartman! ¡Kyle! —la voz de Kenny es la siguiente y, al igual que Stan, sus pasos se detienen de repente, y, para su crédito, a diferencia del pelinegro no se deja llevar por lo grotesco de la imagen.
De los cuatro, después de todo, es probablemente el que más está acostumbrado a estas cosas, así sea por sí mismo.
—Llamamos a Emergencias mientras bajábamos —informa el rubio acercándose con cautela—. Aguanta un poco más amigo.
Eric agradece mentalmente que hayan pensado en ello, pero no hace amago de moverse ni de soltar a Kyle, que lo mira con intensidad tratando de respirar con lentitud. Sin embargo, con cada tortuoso segundo que pasa su respiración va empeorando, más sangre brotando de sus labios y un grotesco sonido de burbujeo llenando el silencio del lugar con cada inspiración.
—Maldita sea, ¿Cuánto van...? —desvía la mirada hacia Kenny, un segundo nada más, desesperado, sus palabras se cortan cuando algo húmedo toca una de sus manos.
Rápidamente mira hacia Kyle, que ha alzado la mano que tenía en el abdomen para poder tocar la suya. Sus párpados están algo caídos, impidiéndole leer con claridad su mirada, pero la sonrisa que se trata de dibujar en sus labios no puede significar nada bueno.
—Antes de... Antes de... —murmura con voz entrecortada, el sonido de burbujeo empeorando—, tengo... Qué decirte ...
—Me lo dirás cuando mejores —trata de callarlo cubriendo sus labios con su mano.
Kyle no tiene que seguir hablando, sabe que sus segundos están contados y la impotencia que se aferra a su pecho amenaza con volverlo loco. Esto no puede terminar así, Kyle no puede... No puede... El pelirrojo trata de apartar su mano, pero las fuerzas le fallan así que se limita a apretar sus dedos como puede, sus párpados cayendo lentamente y su respiración disminuyendo.
—Oh por Dios —susurra Stan a su espalda. A su lado Kenny aprieta su hombro tratando de apartarlo.
—No —susurra cuando deja de sentir el calor de la respiración de Kyle contra sus dedos—. No, no, no, no, no, no, ¡No!
Grita con fuerza apartando sus manos para golpear el pecho de Kyle con fuerza, al diablo que estuviera herido, no puede simplemente morir así. ¡No va a permitirlo!
—¡Regresa maldito judío de mierda! ¡No te permito morir de esta forma! —vocifera golpeándolo con más fuerza, un sollozo siguiendo a sus palabras.
Su cuerpo tiembla, lágrimas que ignora corriendo por sus mejillas y sus manos se aprietan en el estúpido suéter del pelirrojo, un suéter del que se había burlado unas horas antes porque ¿quién diablos usa a un suéter en pleno verano cuando debían subir por una montaña?
Ignora la sensación de la sangre que empieza a enfriarse y secarse en sus dedos, aferrándose con fuerza a la tela. Grita con fuerza dejando salir su frustración con el sonido. Grita hasta que su garganta duele y la voz no le sale más por el esfuerzo, y luego grita aún más a pesar de que lo único que consigue con eso es desgarrarla. Grita hasta que no le quedan fuerzas y su cuerpo se desploma contra el pecho inerte de Kyle, más lágrimas mezclándose con la sangre que se pega a su rostro por la posición.
Ni siquiera tuvo la oportunidad de... Tenía tantas cosas que decirle al estúpido judío y pensaba hacerlo ese día. Esa misma noche sabiendo que sí sus palabras eran rechazadas no volverían a verse jamás y no tendría que cargar con la vergüenza. Sin embargo, esto no era lo que pensaba cuando se resignó a que no volvería a verlo.
Si tan solo hubiera forma de revertir las cosas. De volver atrás y evitar este desastre. Kyle no tenía por qué pagar por sus pecados, no debería ser una pieza en un tablero cósmico para castigarle.
Si hubiera una forma de impedirlo, piensa una vez su llanto le permite escuchar su voz interior, ¿qué no daría para arreglar las cosas?
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Eric se sienta en la cama de golpe, tomando una bocanada de aire y llevando una mano a su pecho como si eso pudiera calmar el galope alocado de su corazón. Siente todo el cuerpo pegajoso, y no de una forma agradable, las sábanas pegándose a sus piernas haciéndole sentir extremadamente acalorado, a pesar del sudor frío que recorre su frente. Traga con fuerza mirando a su alrededor algo desorientado, el olor metálico de la sangre aún permeando su nariz y la acidez en su garganta provocando una oleada de nauseas que ignora con fervor. Mira su reloj digital notando que aún es temprano, la mañana del día en que saldrían a acampar.
Un sueño, piensa riendo ligeramente, un sonido que suena algo histérico en sus oídos, pero que ignora completamente. Todo había sido un muy elaborado sueño que, de contárselo a alguien, probablemente le dirían tenía un significado mucho más profundo de lo que es. Porque es totalmente normal soñar con la muerte de tu ya-no-tanto peor enemigo.
Respira hondo una vez más, pasando una mano por su húmedo cabello haciendo una mueca por la sensación. Mira el reloj nuevamente, maldiciendo porque duda que pueda volver a dormirse y aún falta un par de horas antes de que se deban encontrar para ir a la montaña. Suspira pesadamente dejándose caer en la cama mirando el techo de su habitación como si este pudiera explicarle porque su sueño se había sentido tan realista. Casi puede sentir el calor de las mejillas de Kyle entre sus manos, la sensación viscosa de su sangre, el sonido de su respiración laboriosa reverberando en sus oídos y como ésta poco a poco disminuía...
Se sienta de golpe apartando las sábanas agresivamente y se pone en pie, sacudiendo sus manos y todo su cuerpo tratando de apartar esas sensaciones. No, no, no. Había sido un sueño, una estúpida construcción de su mente para mostrarle que hay cosas peores que ser rechazado. Sí, claro, eso debía ser, no hay otra explicación. No aceptará otra explicación.
Mascullando maldiciones entre dientes busca su ropa y se dirige al baño, su atención enfocada ahora en lo pequeña que es la casa, en el poco espacio que tenía para sus cosas, en como ahora debe tomar duchas en lugar de sus largos y relajantes baños de tina. Bueno, piensa poniendo a correr el agua a la espera de que se caliente, al menos es mucho mejor que la casa salchicha, y ya no tenía que compartir baño con su madre; sacrificar la mayor parte de sus productos para el autocuidado es un pequeño precio. Respira hondo metiéndose bajo la ducha pensando en los pasos de su rutina, en el calor del agua, en el vapor que empieza a rodearlo y que poco a poco relaja los músculos tensos en su espalda, la imagen del rostro manchado de sangre de Kyle, sus ojos vacíos y sin vida, poco a poco pasando al fondo de su mente. Un recuerdo más al baúl de sus pesadillas, algo en lo que no pensará nunca más si tiene algo de suerte, o que solo resurgirá en sus noches de insomnio si la fortuna le da la espalda.
En automático continúa con su rutina, cambiándose ahí mismo antes de volver a su habitación para lidiar con su cabello. A medio camino se detiene escuchando movimiento en la cocina, prestando atención a su madre moviendo cosas en el pequeño espacio, preparando el desayuno, murmurando bajo para sí misma y la melodía de una canción mezclándose con su voz en una vieja radio que probablemente le habían regalado en alguno de sus cumpleaños. Involuntariamente una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios, su cuerpo dejando ir los últimos retazos de tensión que quedaban luego de la pesadilla, a pesar de que no puede sacudir por completo la sensación de que ya ha vivido esto. Si se concentra un poco casi puede adivinar cual es la siguiente canción que va a sonar...
—Eric, tesoro, el desayuno está... oh —Liane sale de la cocina limpiando sus manos con un paño de cocina, deteniéndose sorprendida al encontrarlo en el pasillo. Su sorpresa aumenta al notar que su hijo ya se había duchado y cambiado, probablemente alistándose para el gran día que tenía delante—. Buenos días calabaza, ¿cómo dormiste?
—Ugh, es demasiado temprano para esto mamá —protesta rodando los ojos poniéndose nuevamente en movimiento para ir a su habitación, no solo para peinarse sino también para evitar el bombardeo de preguntas y afecto de la mujer.
—Hm, veo que estás emocionado por el día de hoy —responde la mujer riendo con suavidad siguiéndolo, pero se detiene en el marco de la puerta mirando con cariño como su hijo se deja caer en la cama tomando sus productos para el cabello de su escritorio junto a esta.
—Es un día como cualquier otro —protesta el joven, tratando de ignorarla.
—Bueno, no puedo decir que es un día como cualquier otro, es probablemente uno de los últimos días en qué... —se detiene llevando una mano a sus labios, la expresión risueña en su rostro desvaneciéndose, siendo reemplazada por algo de melancolía—. Oh cielos, lo siento cariño.
Eric la observa, sus brazos a medio alzar y un peine enredado en su cabello, con una expresión neutral. Sabe que es lo que su madre quiere decir, han tenido esa conversación un millar de veces y siempre termina en lo mismo: el gritando cosas que realmente no siente y ella llorando a mares murmurando disculpas que no son escuchadas, todo para al día siguiente actuar con total normalidad y la oportunidad de disculparse nunca se presenta. ¿Su madre se merece ser el receptor de su ira? La mitad de las veces en que pierde el control de su temperamento, probablemente menos, y está tratando de mejorar pero que lo traiga a colación cada tanto no ayuda en lo absulto.
Así que, en lugar de responder o consolarla, regresa a lo que está haciendo, girándose lo suficiente para no tener que ver como sus ojos se humedecen o sus labios se retuercen en una mueca adolorida. Escucha el suspiro que deja escapar antes de que sus pasos la lleven al final del pasillo hacia su habitación, seguido del suave click de la puerta al cerrarse. Termina de acomodar su cabello y mira hacia la puerta al espacio que estaba ocupando su madre, la mente en blanco y la vista perdida en el infinito, una sensación de que algo no está bien se empieza a anidar en su pecho comprimiéndolo.
Antes de ser arrastrado por esa línea de pensamiento su teléfono suena sobresaltándolo. Maldice por lo bajo buscando el aparato entre los pliegues de sus sábanas hasta encontrarlo, rodando los ojos al ver la ridícula foto que Kenny se puso en su lista de contactos. Resignado, y sabiendo que no se cansaría de llamarlo hasta que responda la llamada, decide contestar para salir de eso poniéndolo en alta voz.
—¡Buenos días rayito de sol! ¿Listo para el mejor día de tu vida? —hace una mueca por el volumen innecesariamente alto conque Kenny lo saluda, frotando su rostro luchando con la sonrisa que se quiere formar en sus labios.
—No lo sé pobretón, ¿Cómo puedes estar tan seguro de que será el mejor día de mi vida? —cuestiona poniéndose en pie y saliendo de la habitación. Se estaba muriendo de hambre.
—Porque vas a pasar todoooo el día conmigo, por supuesto —es la respuesta inmediata del rubio, y sin tener que verlo Eric sabe que está alzando sus cejas de forma sugerente.
—¡Ja! Ya quisieras —llega a la cocina y deja su teléfono en la pequeña mesa de ahí, acercándose a los gabinetes buscando un plato para servirse el desayuno.
A medias escucha la respuesta de su amigo, así como el sonido de lo que sea que esté haciendo al otro lado de la línea, probablemente preparando el desayuno de Karen o algo así de gay. Se sienta en la mesa empezando a desayunar, tomando el teléfono nuevamente para poner la llamada en segundo plano y revisar sus redes sociales, ¿está prestando atención a lo que está en la pantalla? No particularmente, pero es un hábito a estas alturas difícil de dejar. Concentrado como está le toma unos segundos notar que la otra línea se ha quedado en silencio.
—¿Te moriste de nuevo? —pregunta con la boca llena, abriendo nuevamente la llamada para cerciorarse que no se había desconectado por accidente.
—Ya quisieras culón —Kenny ríe, pero el sonido suena algo amortiguado y estrangulado, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo en cargar o mover algo—. Solo... Ya sabes, haciendo el trabajo del Señor para que estos imbéciles no le den problemas a Karen mientras no estoy.
Ah, moviendo a sus padres a una posición más cómoda para cuando recuperen la consciencia entonces. Eric puede admitir que hay ciertas cosas de la vida de Kenny que envidia, pero los padres que le tocaron en definitiva no es una de ellas. Cada vez que piensa que nadie podría ser peor que Liane, Kenny hace un comentario de sus padres y se le pasa. Pobre desgraciado.
—Hey, ¿Quieres juntarte a fumar un porro antes de tener que seguir el neurótico itinerario de Kyle? —la voz del rubio lo saca de sus pensamientos y ríe bajo por el adjetivo usado para describir el plan que el judío pelirrojo había preparado para ellos con antelación.
Nadie nunca se preguntaría que tantas cosas se podían planear para una simple caminata colina arriba por una montaña, pero obviamente Kyle no era solo "nadie". Francamente, tanto estrés para algo que han hecho múltiples veces lo va a matar antes de siquiera poder saborear su nueva vida de universitario.
—La pregunta casi ofende, ¿Le robaste una bolsa a Randy? —cuestiona terminando su desayuno y, sintiéndose generoso, lleva su plato al fregadero.
—Ahora, esa es una pregunta que ofende, ¿cómo puedes acusarme a mí de robarle al padre de uno de mis mejores amigos? —la dramática inflexión en su voz casi, casi que le hace creerle. De no ser porque lo conoce bastante bien y es más que obvio que ese fue el caso.
Kenny no tenía el suficiente poder adquisitivo como para pagar los precios de la, supuestamente de muy buena calidad, marihuana de Randy Marsh.
—¿Dónde siempre? —pregunta regresando a su habitación para buscar su billetera y sus llaves. Mira a su alrededor, considerando si necesitaba algo más.
—En diez minutos —confirma el rubio antes de colgar.
Rueda los ojos, divertido, guardando el teléfono en su bolsillo antes de salir cerrando la puerta con la suficiente fuerza para hacerle saber a su madre que ya no está en casa. Cualquier pensamiento de pesadillas y muerte queda olvidado.
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Fumar con Kenny es siempre una experiencia, de formas que no puede explicar. La mayor parte de las veces Eric simplemente lo acompaña, simplemente escuchándolo hablar de una cosa u otra, cambiando de tema más rápido de lo que podía procesar, cuando la hierba hacia su efecto. Las veces en que sí fumaba con él, lo hacía más por la acción de fumar en sí, que por los efectos de la hierba en él; no es que haya tenido una mala experiencia hasta el momento, pero más veces de las que no las consecuencias después eran lo suficientemente desagradables como para disuadirlo de hacerlo muy seguido.
Este es uno de esos momentos en que siente que necesita fumar.
A medida que su cuerpo se relaja con cada calada, observando con diversión al rubio que intenta hacer figuras de humo, la calma regresa a él y le cuesta recordar porque se había despertado tan tenso y nervioso. Tal vez Kenny tenía razón al decir que sería el mejor día, tal vez no de su vida, pero si del mes, no que se lo fuera a decir en algún momento, lo menos que quiere es alimentar su ego.
La diversión, sin embargo, se acaba demasiado pronto para su gusto cuando un auto se detiene cerca de donde están. Alza la vista y rápidamente rueda los ojos cuando Kyle baja de este, caminando a paso apresurado hacia ellos portando esa expresión de madre molesta que le caracteriza. Dios, cada día se parece más a Sheila, aunque supone que él no ayuda mucho con ello dándole razones al pelirrojo para enfadarse; nadie debería culparlo, sin embargo, era demasiado divertido sacar al judío de sus casillas y lo llevaba haciendo casi toda su vida, no planeaba detenerse ahora. Da la última calada a su porro viendo con fascinación como la mirada del joven se endurece, su nariz fruncida en desagrado.
—¿Por qué no me sorprende encontrarlos aquí? —la pregunta es sarcástica, claramente no esperaba una respuesta, pero de todas formas se cruza de brazos alzando una ceja y Eric no puede evitar reír.
—Es un lugar de reunión normal Khal —responde con el mismo nivel de sarcasmo, aplastando lo que queda de su porro en el suelo a su lado—, la gente tiene derecho a momentos de ocio con sus amigos. ¿Me vas a decir que no podemos relajarnos? —le regala una sonrisa socarrona deleitándose con la forma en que su rostro enrojece. Casi puede ver una vena palpitar en su frente por su ira contenida.
—Ni siquiera deberían estar fumando, Cartman, ¿Sabes el daño que les hace...? —rueda los ojos ignorando el resto de su discurso, ya gastado, sobre lo malo que es fumar y peor aún fumar hierba.
Mira a Kenny alzando las cejas, moviendo una mano fingiendo que es Kyle imitando lo que está diciendo, y el otro cubre su rostro tratando de no reírse. Esto claramente irrita aún más al judío que gruñe bajo alzando sus manos, a punto de irse en otra tangente y eso no podía ser. La mañana iba demasiado bien y el día iría aún mejor como para darle la satisfacción de arruinarlo.
—Khal —dice suspirando con fingida sorpresa—, ni me digas que estás preocupado por mí —pestañea inocentemente lo que provoca que Kenny se carcajee con fuerza a su lado, apoyándose contra él.
El rostro de Kyle se contrae, a punto de explotar, y eso provoca una carcajada en Eric que simplemente empeora la de Kenny.
—Tú...
—Ah, que bien, ya están todos aquí —la voz de Stan se hace escuchar por encima de sus risas y Kyle parece calmarse casi de inmediato, girándose hacia él.
La acción corta la risa de Eric de inmediato y frunce los labios, irritado. Kenny, a su lado, alza una ceja que podría señalar una pregunta, pero la mirada conocedora que le regala le hace saber que está, absolutamente, burlándose de él. Ugh, y se hace llamar su amigo.
—Hola Stan —saluda el rubio poniéndose en pie, limpiando sus manos en sus pantalones, regalándole una sonrisa relajada al pelinegro, que mira con cierta aprensión el porro que cuelga precariamente de sus labios.
—Kenny, Cartman —Stan suspira agitando una mano, tratando de ignorar lo que obviamente es una bolsa de la mercancía de su padre. —¿Estamos listos entonces?
—Más que listos —asiente Kenny, dejando caer el porro al suelo, apagándolo con la suela de sus gastados tenis bajo la atenta mirada de reproche de Kyle.
—Vámonos antes de que mamá Kyle tenga algo que decir —bromea Eric caminando hacia el auto, reclamando el asiento del copiloto pese a las protestas de los otros tres.
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La caminata montaña arriba había ido tan bien como podía ir, con Eric quejándose cada diez minutos por el esfuerzo y los demás respondiendo que era, por supuesto, su propia culpa por su peso. A estas alturas de su vida las bromas sobre su gordura eran tan efectivas como sus bromas de Kenny siendo pobre, Stan un hippie y Kyle un judío pelirrojo de Jersey, la diferencia es que, obviamente, Kyle aún se ve afectado por sus comentarios y, a su vez, cuando es el pelirrojo el que hace esos comentarios sobre su peso estos golpeaban un punto sensible más que los demás. No que Eric pensara dejar ver que lo afectaba, obviamente.
En algún punto de la caminata la conversación había derivado a temas menos personales, centrándose en los planes de Stan y Kyle una vez iniciaran su primer año de universidad. Es un tema aburrido para él y se permite dejar su mente vagar, ignorando lo que sucede a su alrededor hasta que siente un empujón que, desde su perspectiva, viene de la nada y sin necesidad.
—¿Qué diablos Khal? —pregunta mirándolo molesto, pero la sensación de familiaridad que la situación le causa le impide concentrarse en la respuesta del pelirrojo, que parece enfadarse aún más por el hecho de que obviamente le está ignorando y vuelve a empujarlo.
—¿Cuál es tu maldito problema judío? —grita empujándolo con más fuerza de la necesaria en respuesta. Algo en su interior se remueve, una vocecita que le pide se detenga, una chispa de pánico encendiéndose en su pecho al ver los pies de Kyle al borde del risco.
—¿Mi problema? ¡¿cuál es el tuyo?! —el rostro de Kyle enrojece tanto como su cabello, distrayéndolo momentáneamente. Alza la vista viéndolo alzar las manos, probablemente para golpearlo nuevamente, e instintivamente responde antes de que pueda alcanzarlo.
La idea era apartar sus manos, bloquear el golpe o lo que sea, pero su movimiento es tan brusco que resulta en él empujando a Kyle nuevamente y el pelirrojo está tan cerca del borde, y tan apartado de él, que no le da tiempo a sostenerse con nada antes de que su cuerpo, para su completo horror, caiga hacia atrás. De nuevo.
Su sueño regresa a él con fuerza, la misma expresión horrorizada en el rostro del pelirrojo antes de perderlo de vista y su corazón se salta uno... dos... tres latidos, antes de que su cuerpo se ponga en movimiento. Escucha los gritos de Kenny y Stan, que se habían adelantado unos momentos antes para ignorar su discusión, pero no les pone atención apresurándose a regresar sobre sus pasos, arriesgándose a deslizarse por una parte mucho menos rocosa de la ladera con la esperanza de llegar más rápido abajo.
—Por favor, por favor —masculla con voz ahogada, no muy seguro de que está pidiendo: si llegar antes de que sea demasiado tarde o que su sueño no se haga realidad.
¿Había sido acaso un sueño? ¿y si había sido una especie de premonición, un aviso, una advertencia, y lo había jodido todo de nuevo?
Sacude la cabeza con fuerza apartando el pensamiento, convencido de que es una gran coincidencia cósmica y que todo estaría bien. Todo debía estar bien, Kyle es fuerte, seguro había encontrado donde sostenerse, seguro había rodado lejos de las rojas, seguro algo había amortiguado su caída con daños mínimos, seguro...
—¡Kyle! —grita al encontrarlo, una oleada de alivio bañándolo, pero esta prontamente se convierte en un sudor frío y, sintiéndose como si acabara de entrar en una dimensión desconocida, su cuerpo se paraliza al estar frente a la misma imagen grotesca y desgarradora de su pesadilla.
Lo primero que ve, por supuesto, es la maraña rojiza de cabello extendida alrededor de su cabeza, como un halo de fuego; lo siguiente, con mucha más nitidez que en su subconsciente, es la sangre. Y no sabe si es porque ya lo vivió en un sueño, o porque una parte de sí mismo se lo estaba esperando, pero la extensión de sus lesiones es ahora mucho más nítida de lo que recuerda, desde la sangre que corre por su rostro por una herida en su frente a la forma irregular en que su pecho se mueve. Su respiración, húmeda y con mucha dificultad, hace que su estómago se revuelva con fuerza, una mezcla de culpa y horror que no le sienta bien.
—Kyle —susurra acortando la distancia que los separa, arrodillándose inmediatamente a su lado—, vas a estar bien —dice, su voz más firme de lo que esperaba con el pánico que recorre su cuerpo.
Alza sus manos, ignorando el temblor en esta, para sostener el rostro de Kyle e impedirle moverse más de lo necesario. Los ojos del pelirrojo se mueven de un lado al otro antes de detenerse en su rostro, y puede ver el momento justo en que se enfocan en su rostro, reconocimiento inundándolos junto a algo similar al alivio. No debería estar tan aliviado, piensa Eric acariciando sus mejillas de forma inconsciente, arrastrando la sangre por su piel; no debería estar tan aliviado porque va a morir y Eric no tiene forma de evitarlo.
—Cart... Cart.... Cartman —Kyle murmura con dificultad causando que un chorro de sangre brote de sus labios, corriendo por la comisura de estos y manchando aún más su piel de rojo.
¿Eso era normal? Bueno, obviamente que tuviera la boca llena de sangre no es normal, ni el resto de sus heridas porque no debió haber caído en primer lugar, pero Eric no tiene muy en claro si es parte de lo que debería sucederle a alguien luego de caer en un risco. Dios, cállate ya, le dice a su mente, tratando de mantener la calma.
—No hables imbécil —gruñe bajo inclinándose ligeramente hacia el pelirrojo. No tiene muy en claro de para qué, pero algo lo impulsa a estar más cerca de él—, la ayuda tiene que... —y, de nuevo, recuerda de repente que no se ha detenido en ningún instante a llamar a nadie, o a cerciorarse de que Stan y Kenny lo estuvieran siguiendo.
—¡Ayuda! —grita con todas sus fuerzas, no para que alguien más lo escuche, sabiendo perfectamente que en esa parte de la montaña solo estaban ellos cuatro, sino para guiar a los otros dos a su ubicación.
—Cart... man —terco como siempre Kyle intenta hablar de nuevo, tratando de tomar una bocanada de aire que le provoca un ataque de tos, sangre salpicando en el rostro del castaño—. Tengo... que de... tengo que decir...
—Dios mío, Kyle, cierra la maldita boca —sus manos se aprietan suavemente contra sus mejillas, frustrado. —¿No puedes callarte por un maldito segundo? Solo... no hables y resiste.
—¡Cartman! —la voz de Stan a su espalda lo hace suspirar con algo similar al alivio. —¡Cartman! ¿Dónde...? Oh por Dios —y, por supuesto, el hippie tenía que detenerse de nuevo a regresar el contenido a medio digerir de su estómago.
No es momento para eso, Stan piensa irritado apartando la vista un segundo del rostro cada vez más pálido de Kyle.
—¡Cartman! ¡Kyle! —Kenny es el siguiente en llegar y su voz verdaderamente calma algo dentro suyo, porque sabe que de los otros dos idiotas el rubio seguramente si llamó a emergencias antes de alcanzarlos.
—Llamamos a Emergencias mientras bajábamos —las palabras del joven confirman sus pensamientos—. Aguanta un poco más amigo —agrega arrodillándose junto a él, sonriendo nerviosamente hacia Kyle.
Pero la mirada de Kyle no se despega del rostro de Eric, observándolo con una intensidad que le hace sentirse algo incómodo. Se niega a moverse, sin embargo, concentrado en el calor que desprende el cuerpo de Kenny a su lado, la respiración del pelirrojo, los murmullos de pánico de Stan a su espalda. La tranquilidad no le dura mucho, por supuesto, porque a cada segundo que pasa la respiración de Kyle va empeorando, más sangre brota de sus labios, inundando el aire a su alrededor de ese horroroso olor metálico propio de la misma, y un sonido de burbujeo reemplaza el silencio con cada inspiración que toma.
—Maldita sea —susurra, en parte por la desesperación, en parte por la impaciencia. —¿Cuánto van...? —se gira ligeramente hacia Kenny, pensando que tal vez le habían dado un tiempo estimado de cuanto se tomarían los paramédicos en llegar, pero algo húmedo tocando su mano interrumpe sus palabras y vuelve la vista hacia Kyle.
Su mirada ha perdido cierta intensidad y sus párpados han empezado a caer, oscureciendo un poco sus ojos impidiéndole ver lo que sea que trata de transmitirle. Una pequeña sonrisa lucha por formarse en sus labios y sabe perfectamente lo que viene.
—Antes de... antes de... —murmura con voz entrecortada, lo que empeora el sonido de burbujeo—, tengo qué... qué decirte...
—Me lo dirás cuando mejores —interrumpe cubriendo sus labios con su mano, a pesar de que sabe que ese momento no llegará.
Kyle frunce el ceño, algo de irritación abriéndose paso entre el dolor reflejado en el resto de sus facciones. Trata de apartar su mano de sus labios, sus dedos envolviéndose alrededor de los suyos jalando con la poca fuerza que le queda y, al no lograr su cometido, se rinde decidiendo mejor apretarlos entre los suyos mientras sus párpados terminan de caer.
—Oh por Dios —a penas y si escucha a Stan a su espalda, la mano de Kenny en su hombro es un peso ligero que es fácilmente pasado por alto cuando toda su concentración está puesta en como poco a poco la respiración de Kyle cesa y sus ojos se cierran.
—No —susurra cuando los dedos del pelirrojo se deslizan de entre los suyos—. No, no, no, no, no, no ¡No!
Grita apartando sus manos de su rostro para posarlas en su pecho, presionando con fuerza como si solo con eso pudiera traerlo de regreso a la vida.
—¡Regresa maldito judío de mierda! —vocifera golpeando su pecho, lágrimas corriendo libremente por sus mejillas mezclándose con la sangre que mancha su piel. —¡No te permito morir de esta forma!
Es inútil y lo sabe. Kyle está muerto y por más que grite y llore contra su pecho no va a regresar. Maldita sea, ¿por qué tenía que pasar de nuevo?
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Eric se sienta en la cama de golpe con un grito ahogado, apretando las sábanas a su alrededor con fuerza. Toma una bocanada de aire, luego otra, y otra, pero no es suficiente, por más que lo intente el aire parece no poder terminar de entrar en sus pulmones haciéndole sentir algo mareado por la falta de oxígeno. Los latidos acelerados de su corazón no lo ayudan en lo absoluto a salir del estado frenético en el que está. Mira a su alrededor, pasando los ojos de un lugar a otro en la habitación concentrándose en el lio de ropa que dejó la noche anterior junto a la puerta del armario, luego en la silueta de la silla de su escritorio apoyada contra la pared, pasando después a los productos de cabello en el escritorio mismo, volviendo nuevamente a la ropa y repitiendo el proceso hasta que consigue tomar una bocanada de aire completa.
Inspira, mira a su alrededor, expira. Repite.
Poco a poco los latidos de su corazón se acompasan y puede registrar nuevas cosas, como el sudor frío que lo recorre, el ligero temblor en sus manos apretadas con fuerza en las sábanas, el olor metálico de la sangre que persiste en su nariz, el ardor de la bilis en su garganta. Con lentitud suelta una mano pasándola por su rostro, desviando la vista al reloj digital posado en su escritorio. Su mano se congela a medio camino entre su nariz y sus labios, su respiración entrecortándose al leer repetidas veces la fecha.
Es la mañana del día en que saldrán a acampar.
Es la mañana... es la mañana del mismo día.
De nuevo.
No puede ser, se dice apartando las sábanas con rapidez, poniéndose en pie para luego buscar su teléfono y confirmar la fecha. ¿El mismo sueño? ¿Un sueño dentro de un sueño? ¿cuáles son las posibilidades de soñar con lo mismo dentro de un mismo sueño?
¿Cuáles son las posibilidades de estar viviendo el mismo día una vez más? Y sobre todo ¿por qué no puede recordar que diablos pasó luego de que Kyle... luego de que Kyle...?
El sonido del teléfono al caer al suelo le saca de esa pequeña espiral y, forzándose a tomar una bocanada de aire, decide seguir con su día como si nada hubiera pasado y ver hasta donde se extienden las coincidencias. Porque tiene que ser eso, ¿no? Una coincidencia y nada más, su mente construyendo intrincados escenarios en los que despierta de una pesadilla, solo para revivirla y que efectivamente fuera una segunda pesadilla.
Frota su rostro con fuerza maldiciendo bajo antes respirar hondo y dejar salir el aire con fuerza. Bien, bien, tiene un largo día por delante, un largo día que será completamente normal, donde nadie va a morir cayendo de un risco. Con eso en mente busca ropa y se dirige al baño, forzando a su mente a concentrarse en la mecánica de su rutina, que incluye maldecir lo pequeña que es la casa en la que viven y agradecer al mismo tiempo que ya no tienen que estar en la casa salchicha, y quejarse mentalmente de que en su baño no tiene espacio para guardar todas sus cosas de baño, lo que lo obliga a regresar a su habitación todos los días luego de su ducha para peinarse. Si deja que el agua se caliente más de lo que suele tolerar, y se mete bajo el chorro sin protestar, frotando sus manos hasta dejarlas enrojecidas tratando de limpiar una sangre que no está ahí, eso es problema de nadie más que suyo.
Sale de la ducha secándose rápidamente antes de cambiarse, todo el tiempo frotando la piel irritada de sus manos, las pequeñas descargas de dolor manteniéndolo centrado en el presente. Sale del baño apresurándose a su habitación y antes de poder abrir la puerta maldice al escuchar los pasos de su madre saliendo de la cocina.
—Eric, tesoro, el desayuno está... oh —se niega a girarse, sabiendo que expresión tiene la mujer en su rostro, todavía esperando que sea una gran broma cósmica—. Buenos días calabaza, ¿cómo dormiste?
—Es demasiado temprano para esto —murmura entre dientes golpeando su cabeza contra la puerta antes de abrirla y entrar en su habitación, ignorando por completo a su madre que se acerca hasta detenerse en el marco de la puerta.
—Veo que estás emocionado por el día de hoy —comenta la mujer riendo con suavidad.
No particularmente piensa rodando los ojos, empezando a peinarse.
—Es un día como cualquier otro —dice de todas maneras.
—Bueno, no puedo decir que es un día como cualquier otro —oh Dios, no de nuevo—, es probablemente uno de los últimos días en qué... —hace una mueca por sus palabras, finalmente alzando la vista, pero la aparta rápidamente, incómodo con las lágrimas que puede ver en el borde de sus ojos—. Oh cielos, lo siento cariño.
No responde, mirándola largamente con tanta apatía como le es posible reflejar en su expresión, que es bastante y muy efectiva si la forma en que se remueve es algún indicativo. Más pronto que tarde su madre aparta la vista, cubriendo sus labios con sus manos para ocultar la mueca adolorida que se forma en estos; con un último suspiro la mujer se gira y completa el camino por el pasillo hacia su habitación, encerrándose en ella. Eric espera unos segundos antes de terminar de peinarse, acomodar sus cosas e inclinarse para recoger su teléfono. Justo en ese momento este empieza a sonar, sobresaltándolo ligeramente, la imagen de Kenny saludándolo burlonamente.
Sabiendo lo que vendrá, contesta la llamada poniéndola en altavoz.
—¡Buenos días rayito de sol! ¿Listo para el mejor día de tu vida? —el tono alegre en su voz es un contraste enorme con lo solmene que se escuchaba la última vez que se hablaron, pero esa vez no ha sucedido aún por lo que le toma un segundo procesar la incongruencia en esa interacción.
—No lo sé pobretón —responde en automático, lo que supone debe responder, —¿cómo puedes estar tan seguro de que será el mejor día de mi vida?
—Porque vas a pasar todoooo el día conmigo, por supuesto —es la obvia respuesta que recibe, y aunque ya lo sabía, no puede evitar alzar una ceja con escepticismo, poniéndose en pie para ir a la cocina.
—¡Ja! Ya quisieras —responde con fingida burla, llegando a la cocina. Coloca el teléfono en la mesa y se dirige a los gabinetes, pero se detiene frente a estos antes de abrirlos, no sintiéndose particularmente hambriento esa mañana.
Se queda mirando la madera, respirando lentamente, la mente en blanco y lejos, muy lejos de él y su cuerpo, y las palabras de Kenny ahogadas por lo que esté haciendo a la otra línea.
—¿Eric? —no sabe cuánto tiempo estuvo mirando a la nada, pero regresa en sí al escuchar su nombre. Parpadea lentamente poniéndose en movimiento nuevamente para sacar un plato, un pitido en sus oídos haciéndole sacudir la cabeza para concentrarse.
—Perdón, pensé te habías muerto de nuevo —dice en automático sirviéndose algo del desayuno, pero sus palabras no están cargadas de la misma malicia que usualmente usaría.
De hecho, las palabras se sienten como plomo en su lengua, imágenes reproduciéndose en primer plano en su mente de Kyle cayendo, cayendo, cayendo, cayendo, cayen...
—Ya quisieras culón —la risa amortiguada y estrangulada de Kenny corta la línea de sus pensamientos y debe dejar el plato en la encimera antes de dejarlo caer, llevando una mano a su boca para que su agitada respiración no lo delate—. Solo... Ya sabes, haciendo el trabajo del Señor para que estos imbéciles no le den problemas a Karen mientras no estoy.
Ha dejado de escucharlo nuevamente, el temblor en sus manos extendiendo por todo su cuerpo obligándolo a acuclillarse tras la mesa. Apoya la cabeza entre las rodillas, la posición es jodidamente incómoda, pero le ayuda a permanecer en la realidad. Una realidad en la que está en su cocina, teniendo una especie de ataque de pánico, tras una jodida pesadilla.
¿Dónde diablos estaba su habilidad de compartimentar cuando las necesitaba?
—Hey, ¿Quieres juntarte a fumar un porro antes de tener que seguir el neurótico itinerario de Kyle? —las palabras de Kenny causan un nuevo aluvión de sensaciones contradictorias en su interior.
—¿Dónde siempre? —pregunta más deprisa de la que probablemente debería.
La respuesta que espera no es inmediata y eso le hace alzar la vista hacia su teléfono, que permanece inocentemente en la mesa. Lentamente se levanta para verificar que la llamada aún sigue en curso y solo la respiración del rubio al otro lado le confirma que no ha abandonado el teléfono sin más. El silencio se extiende demasiado, incomodo y cargado de algo que no puede nombrar. Sin querer se encuentra tratando de recordar si es que antes de preguntar eso debía decir algo más.
Es casi como si se hubiera saltado unas líneas del guion y Kenny, sabiéndolas de memoria, no pudiera comprender qué diablos acaba de pasar.
—¿Dónde siempre? —vuelve a preguntar esta vez algo irritado por el pensamiento. Como si fuera posible que este ''guion'' existiera.
—En diez minutos —la respuesta de Kenny está vez es casi robótica, inmediata, antes de colgar la llamada.
Se queda mirando su teléfono largamente, reproduciendo los últimos segundos de la conversación nuevamente en su cabeza, pero no le encuentra ni pies ni cabeza al extraño silencio que se estableció entre ambos. Decidiendo que fumar un rato es justo lo que necesita para poder ignorar por completo los extraños sucesos de esa mañana, regresa a su habitación por sus cosas antes de salir de la casa.
Y si cierra la puerta con más fuerza de la necesaria, eso es cosa suya.
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Fumar con Kenny es siempre una experiencia, pero, en ese momento, no es ni remotamente lo que necesita. Normalmente es más la acción de fumar que el contenido del porro lo que le ayuda a relajarse, pero por más que inspira e inspira, solo consigue quedarse sin aliento y que su corazón se acelere aún más. ¿En resumen? Nada bueno para sus alterados nervios.
La mirada preocupada de Kenny no ayuda en lo absoluto, pero se niega a decir algo o explicar la situación. ¿Qué diablos va a explicar de todas formas? ¿Qué aparentemente ha vivido este mismo día dos veces ya y esta es la tercera? El rubio no lo va a llamar loco, no en su cara al menos, pero va a hacer eso que siempre hace cuando está preocupado por su sanidad mental. Dígase: preocuparse.
Cierra los ojos y maldice al escuchar un auto detenerse cerca de donde están. No tiene que moverse para saber de quién se trata, las pisadas, con fuerza y absoluto propósito de hacerles saber su contrariedad, delatan a Kyle a leguas. Eso y que es lo mismo que paso la otra vez, pero ahora que está en esa línea de pensamiento ¿es normal reconocer la presencia de tu enemigo nada más por sus pisadas? ¿O su aroma? Aroma que normalmente es molestamente agradable, pero ahora envía una oleada de pánico por su cuerpo porque en lo único que puede pensar es en ese olor mezclado con sangre.
—¿Por qué no me sorprende encontrarlos aquí? —su voz suena tan irritante como la ves anterior, como siempre que los encuentra fumándose la mercancía de Randy, y ese pequeño deje de normalidad logra calmar su corazón lo suficiente como para fingir que todo está bien.
—Es un lugar de reunión normal Khal, la gente tiene derecho a momentos de ocio con sus amigos. ¿Me vas a decir que no podemos relajarnos? —alza la vista regalándole una sonrisa socarrona, pero la forma en que la expresión del judío se relaja transformándose poco a poco en algo más, le hace saber que no logró su cometido de enfurecerlo más.
—Cartman, ¿estás...? —se pone en pie de repente interrumpiendo sus palabras y se acerca tanto que al pelirrojo no le queda de otra más que retroceder, su cuerpo entrando a modo defensivo como si fuera su segunda naturaleza.
Cuando se trata de ellos dos, fácilmente podría ser.
—Khal —arrastra las letras de su nombre con un tono sacarino, el placer que normalmente sentiría por provocar la ira que se empieza a extender por el rostro de Kyle levemente opacado por el alivio de presenciar tantas señales de vida—. No me digas que está preocupado por mí —pestañea inocentemente, la risa de Kenny a su espalda le hace sonreír con satisfacción.
—Tú...
—Ah, que bien, ya están todos aquí —la voz de Stan interrumpe lo que sea que está por decir y el ambiente tenso entre ellos se rompe, el pelirrojo inmediatamente girándose hacia su super mejor amigo como una flor girándose hacia el sol.
La comparación le hace retroceder haciendo una mueca de disgusto, su estómago retorciéndose de esa forma que siempre hace cuando esos dos ignoran el resto del mundo por mirarse. Ugh, no le va a sorprender que terminen chupándoselas en público un día de estos. La idea no mejora en lo absoluto la piedra que hunde su estómago.
—Hola Stan —Kenny se levanta apoyando su codo en el hombro de Eric, sonriendo ligeramente, su rostro completamente relajado y su segundo porro colgando precariamente de sus labios.
—Kenny, Cartman —el pelinegro asiente frunciendo el ceño al ver la bolsita de hierba sobresaliendo del bolsillo de la parka del rubio, decidiendo que lo mejor sería ignorar eso y enfocarse en lo importante. —¿Estamos listos entonces?
—Más que listos —Kenny deja caer el porro al suelo apagándolo con la suela de sus gastados tenis, ignorando lo mejor que puede la mirada de desaprobación que le da Kyle.
—Vámonos antes de que mamá Kyle tenga algo que decir —dice Eric de forma automática, luchando por darle una inflexión burlona y fallando miserablemente.
Sin pensarlo mucho, se sube al auto reclamando el asiento del copiloto, no notando que ninguno protesta, ni las miradas preocupadas que sus amigos le dedican.
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No tiene muy en claro porque, con la revelación de que esta es la tercera vez que vive este día, Eric pensó que algo sería diferente. Claramente no lo es. Nada nunca es tan fácil en South Park, o su vida, aparentemente. Kyle muere de nuevo frente a sus ojos, tratando de decirle algo a pesar de que obviamente no debería estar usando su energía para algo tan estúpido como hablar. Con él. El culpable de que esté en esta posición en primer lugar.
Kyle murió de nuevo y no pudo hacer nada para impedirlo, no que no lo haya intentado.
Esta vez trató de prestar más atención a la conversación, de medir sus palabras, de limitar sus insultos para no provocar a la bestia pelirroja, pero de todas formas terminaron peleando. Hizo su mayor esfuerzo para no empujarlo y Kyle terminó cayendo, esta vez porque en su diatriba no se fijo dónde estaba pisando y el borde cedió a su peso en medio de una oración.
Siendo esta la tercera vez pensó que el horror no sería igual y que actuaría más rápido, pero no. Claro que no. Igual que la otra vez se apresuró a bajar, olvidando llamar el mismo a Emergencias lo que resulta en que, obviamente, el trabajo quedó en manos de Stan y Kenny mientras bajaban tras él. Haberlo visto antes tampoco no ayudó en nada a disminuir su creciente desesperación que lo embargó con cada respiración laboriosa que dio Kyle, no ayudó en nada a la desolación que se apoderó de su interior cuando finalmente dejó de respirar.
No disminuyó su dolor ni apaciguó sus gritos. Gritos que pronto se convirtieron en un llanto desolador cuando el servicio de Emergencias finalmente llegó y fue obligado a apartarse del cuerpo del pelirrojo. Les costó hacerlo, por supuesto, y fue finalmente el agarre firme de Kenny y sus palabras de consuelo, susurradas suavemente en su oído, lo que finalmente le hizo dejar ir a Kyle. Poco a poco su llanto fue cediendo, dejando sólo lágrimas silenciosas que corrían libremente por su mejilla mientras veía como el cuerpo de Kyle era colocado en una bolsa negra para luego ser llevado a la ambulancia. Su propio cuerpo se sentía pesado, una fuerza invisible empujándolo hacia abajo y de no ser por Kenny probablemente habría terminado en el suelo.
El resto del día pasa en un borrón de ser llevados a la estación de policía para dar una declaración de que había sucedido, para luego ir a casa de los Broflovski a darles la mala noticia y presenciar como Sheila se derrumba frente a ellos, gritando con la misma fuerza desgarradora que Eric unas horas antes. No hubo palabra que ninguno pudiera decir para consolar a la mujer y el castaño estaba seguro de que sentiría simpatía por la mujer, en vista de que comprende su dolor, si no se sintiera tan entumecido.
No supo en que momento había regresado a su casa, ignorando el intento de su madre de hablar con él y consolarlo, habiéndose enterado de lo sucedido por un mensaje de Kenny, y simplemente se encerró en su habitación.
Una parte de él deseó con fuerza que el día volviera a reiniciarse. Lo ha hecho tres veces, ¿qué es otra más?
Otra parte suya, mucho más pequeña y enterrada bajo oleadas de dolor, susurró que lo mejor sería continuar. En el fondo sabía que probablemente no soportaría una muerte más.
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Cuando despierta, no lo hace en un estado de confusión o pánico. De hecho, ni siquiera nota que ha despertado hasta que sus ojos empiezan a arder por el tiempo que los tiene abiertos sin registrar por completo lo que está mirando. Aún siente el cuerpo pesado, la boca seca y un sudor frío y pegajoso que hace que las sábanas se sientan como lija en su piel. Parpadea lento ignorando lo mejor que puede la bilis que empieza a subir por su garganta, forzándolo a levantarse para evitar se deslizara por el camino contrario una vez traga.
Con parsimonia, temiendo lo que va a encontrar, mira su reloj digital.
Ni siquiera debería sorprenderle que es el mismo día una vez más, pero los números envían una descarga de pánico por su cuerpo, paralizándolo en la misma posición en la que está. Sin embargo, la sensación es lejana, su cuerpo experimentando los efectos de la adrenalina mientras su consciencia se desconecta por un instante.
Vuelve en sí cuando tocan a su puerta y antes de poder responder su madre abre asomando la cabeza.
—Eric, tesoro, ¿estás despierto? El desayuno está... —la suave sonrisa en sus labios se desvanece cuando la mujer nota el estado en que está su hijo e, inmediatamente, se adentra a la habitación apresurándose hacia él.
—¿Estás bien? ¿Estás enfermo? —pregunta con suavidad poniendo una mano en su frente, frunciendo ligeramente el ceño al sentirla fría en lugar de caliente como esperaba por el sudor que perla su rostro.
—Dios, es demasiado temprano... —el castaño se detiene, llevando una mano a su boca para contener una arcada cuando el olor de la sangre inunda sus sentidos.
Sabe que viene de la nada, o mejor dicho de sus recuerdos, pero se siente tan real que sus ojos se humedecen.
—Si te sientes mal no debería salir hoy —Liane sostiene su rostro examinándolo más de cerca, pero Eric aparta la vista tratando de alejarla.
—Estoy bien mamá, sólo me levanté demasiado rápido —protesta tragando con fuerza. Lo último que necesita es la preocupación de su madre, sobre todo porque no tiene como explicarle lo que realmente sucede—. Solo me levanté demasiado rápido —repite.
—De todas formas, creo deberías quedarte aquí —con un suspiro, la mujer se pone en pie pasando sus manos nerviosamente por el borde de su blusa—. El desayuno está listo, ¿quieres que te lo traiga?
—No tengo hambre —masculla buscando su teléfono entre los pliegues de la cama, dándole la espalda y no notando como la preocupación se acentúa en el rostro de la mujer por la declaración.
—Eric...
—¡Estoy bien mamá! —alza la voz girándose para mirarla con molestia, y ella retrocede un paso, carraspeando con suavidad.
—De acuerdo tesoro, avísame si necesitas algo ¿sí? O si decides quedarte —trata de sonreir, pero no lo consigue y con un suspiro se gira apresurándose fuera de la habitación para ir a encerrarse en la suya.
Eric mira el lugar que previamente estaba ocupando su madre, sintiéndose ligeramente culpable por su sobresalto, pero rápidamente aplasta ese sentimiento encontrando su teléfono. No sabe muy bien que hará con él, teniendo en cuenta de que dentro de poco Kenny lo va a llamar, pero de igual forma baja la vista a la pantalla como si esta le pudiera dar las respuestas a las preguntas que no se atreve a hacer en voz alta.
Se deja caer nuevamente en la cama apoyando el aparato contra su pecho, mirando el techo de su habitación con intensidad, tratando de discernir que tenían en común los últimos tres días. ¿Contaban como tres días si simplemente había vivido el mismo día tres veces? Lo que fuera, no tiene tiempo para tecnicismos, debe encontrar una forma de parar lo que sea que lo esté haciendo volver al inicio del día y, de paso, salvar a Kyle.
¿Qué diablos tenían los tres días en común? Aparte de la pelea con Kyle, que intentó impedir el día anterior y de todas formas terminó en lo mismo, no se le ocurre nada. ¿Tal vez el hecho de que estaban yendo a acampar en la montaña? ¿la hora del día en que se pelaban? ¿el orden en que decidieron subir la montaña? O quizá...
¿Quizá él es lo que conecta los sucesos?
El sonido de su teléfono, aunque esperado, lo sobresalta y sin mirar contesta llevándolo a su oreja.
—¡Buenos días rayito de sol! —casi al instante se arrepiente de no haberlo puesto en alta voz, apartándolo un segundo tratando de recuperar la audición de ese oído antes de darle al botón de manos libres— ¿... de tu vida? —le toma un momento entender el final de la pregunta, teniendo en cuenta que se perdió la mitad de esta.
—No lo sé pobretón —se encoje de hombros pasando una mano por su rostro, cansado—, es muy valiente de tu parte asumir que será el mejor día de mi vida.
Por como van las cosas, probablemente será el último día de su vida.
—Por favor, claro que lo será, te vas a pasar todoooo el día conmigo —Kenny se ríe de sus propias palabras, pero el sonido es extraño, forzado y contenido.
Igual que la otra vez, con él adelantándose a la pregunta, y esa coincidencia lo hace pausar en lugar de responder. Podría deberse a que el rubio estaba ocupado al otro lado de la línea, o nada en absoluto y simplemente está sobre pensando, pero con cada segundo que pasa y el silencio se extiende empieza a dudar que no tenga algún significado.
Mira con atención el teléfono, los segundos corren en la pantalla y la respiración de Kenny se corta por segundos hasta que lo escucha tomar una inspiración repentina.
—¿Todo bien hermano? —pregunta el rubio con cautela y Eric considera si contarle o no.
—Estaba pensando en no ir a lo de hoy —dice en su lugar.
No es que sea un cobarde, pero ¿cómo le va a decir a su mejor amigo que cree estar atrapado en un bucle temporal, reviviendo el mismo día por cuarta vez ya, y que ha visto morir a Kyle tres veces? Pensarlo suena como una locura total, no puede imaginar como sería decirlo en voz alta.
—¡¿Qué?! Cartman, tenemos semanas planeando esto —protesta su amigo con firmeza y antes de que pueda responder algo, lo escucha removerse antes de volver a hablar en voz baja—. No será lo mismo sin ti ahí hermano.
Eric lo duda. Si él es el factor en común con el bucle, tal vez quedarse en casa sea la solución. Ok, sí, eso arruinaría los planes que tenía para esa noche, pero no es algo que no pudiera hacer en otra ocasión. Para que esa ''otra ocasión'' se dé, por supuesto, necesita resolver esto.
—Tonterías, ni el hippie ni el judío me echarían de menos —responde rodando los ojos, cambiando de posición en la cama dejando su cabeza colgar por el borde, lo que es una mala idea porque su estómago se revuelve.
¿Cuándo fue la última vez que comió? ¿lo que comió la noche antes de la primera vez seguiría ahí? ¿el desayuno del primer bucle?
—Bueno, no puedo afirmar o negar nada sobre esa afirmación —Kenny ríe con suavidad y en cualquier otro momento eso lo habría hecho sonreir, pero por más que intente impedirlo su mente sigue dando vueltas en lo mismo.
—Pero hablando en serio, no me siento muy bien —admite a regañadientes, esperando que fuera suficiente para zafarse.
—Ugh, no me digas que comiste hasta más no poder anoche y te fuiste directo a la cama. Tanto KFC te está empezando a pasar factura.
—Ja ja, mira cómo me río —rueda los ojos, cambiando de posición en la cama.
—¿Qué tal si fumamos algo? En algún lugar deben usarla para ese tipo de malestares —sugiere el rubio.
La idea no le es apetecible, duda mucho que con el estómago tan revuelto y sus nervios tan a flor de piel sea de alguna ayuda. Sin embargo, debe admitirse que la idea es tentadora, sino para fumar entonces para estar junto a Kenny un rato. Resignado, suspira poniéndose en pie buscando su ropa.
—Nos vemos en diez minutos, donde siempre —dice antes de colgar.
Respira hondo, rogando que algo sea diferente esta vez.
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Claramente las cosas no están a su favor porque ve a Kyle morir de nuevo, y de nuevo, y de nuevo, y de nuevo.
Una de ellas es incluso culpa de Stan, no suya, mandando al diablo su teoría de que él es el punto en común de los bucles. Ni siquiera tiene en claro de porque diablos, Stan y Kyle, habían empezado a discutir, pero al siguiente reinicio tuvo que ser retenido físicamente por Kenny para impedir que lo moliera a golpes. Por supuesto, no pudo explicarles porque 'de repente' estaba tan enojado con el pelinegro, pero por supuesto eso provocó la discusión que fue la causa de la siguiente muerte del pelirrojo.
Al abrir los ojos ni siquiera se molesta en levantarse, dejando que el pánico corra su curso en su cuerpo y cuando logra moverse toma una almohada, cubre su rostro con ella y grita con todas sus fuerzas. ¿Cuántas veces van ya? ¿Seis? ¿Siete? No está muy seguro, incapaz de pensar con claridad por el cansancio que empieza a hacer mella en su cuerpo. Lo que si tiene claro es que cada vez es peor.
¿Cuántas veces tiene que ver a Kyle morir frente a sus ojos antes de que se vuelva repetitivo y la situación deje de importarle? Seis o siete veces ciertamente no es el número, y algo dentro de él le dice que no importa cuanto reviva los hechos, no se va a acostumbrar nunca.
Considera seriamente quedarse en casa, barricar la puerta de su habitación y no contestar su teléfono cuando, inevitablemente, sus amigos empezaran a bombardearlo para saber que diablos pasaba. Lo único que le hace desechar esa idea por completo es el recuerdo de Stan empujando a Kyle en su discusión y el temor de que algo así pudiera suceder de nuevo. Que el simplemente no estar no sea la solución que necesita.
Si tan solo supiera, sin embargo, que es lo que debe hacer para detener esta locura.
Sin más se pone en pie, dispuesto a poner en movimiento el día y revivir una vez más el accidente, pero ni bien se levanta sus rodillas fallan y su cuerpo cae al suelo sin darle tiempo a reaccionar. Gruñe suavemente cuando impacta y la cabeza le da vueltas. Dios, el dolor de la caída le hace consciente de lo pesado que se siente su cuerpo, como una tonelada de ladrillos y, a la vez, el hormigueo que lo recorre como un millón de agujas. Su estómago decide que es el momento perfecto para rebelarse en su contra y tan rápido como puede eleva su torso con las manos plantadas en el suelo, flexionando las rodillas para quedar medio arrodillado justo a tiempo antes de que una arcada lo recorra.
Por desgracia, su estómago está vacío y lo único que sale es saliva, que deja un regusto agrio en su boca y una sensación ardiente en la garganta, como si quemara. Y, por supuesto, esto causa una segunda arcada con el mismo resultado. Se fuerza a enderezarse quedando completamente arrodillado, alzando la cabeza esperando que eso lo ayude a controlar las arcadas. Respira hondo, despacio, maldiciendo cuando escucha los toques en la puerta y la voz de su madre al otro lado preguntando si estaba bien.
Por supuesto que no estoy bien quiere decir, he repetido este maldito día siete veces ya.
—Estoy bien —responde en su lugar apoyando una mano en el borde del escritorio para poder levantarse, ignorando el hecho de que le cuesta más de lo normal hacerlo.
Pasa una mano por su rostro, respira hondo, traga y se endereza. Va a encontrar una solución, se dice caminando lentamente a su armario para sacar su ropa. Va a encontrar una forma de detener este estúpido bucle, reafirma tomando lo que necesita para salir e ir al baño.
Lo hará, aunque muera en el intento.
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—Hombre, te ves horrible —es lo primero que le dice Kenny cuando llega al punto de reunión, mucho más tarde de lo acordado.
Mucho más tarde incluso que las otras veces, viendo que Kyle y Stan ya están ahí. La mirada de irritación que el pelirrojo le lanza por su tardanza se transforma en una de preocupación en un parpadeo y, por un momento, juraría que se endereza con intenciones de acercarse, pero al siguiente segundo simplemente se cruza de brazos apartando la vista, murmurando algo que no escucha cuando Stan golpea su costado con curiosidad. Debió imaginarlo, se dice, ¿el judío preocupado por él? El infierno debería estar congelándose para que eso suceda.
—Wow Kenneth, muchas gracias, sabes como hacer sentir bien a un chico —responde sarcásticamente rodando los ojos.
La verdad es que el rubio no tiene que decírselo para saber que luce como la mierda. El día se había reiniciado una vez más y su cerebro decidió que este reinicio era el momento perfecto para dejarlo experimentar el ataque de pánico subsiguiente sin brindarle el alivio de disociar por diez minutos. Como si tener que revivir el mismo día una y otra vez no fuera castigo suficiente, muchas gracias cerebro. Lo peor es que, aparte del cansancio, las náuseas, el hambre y la falta de apetito simultánea, y la pesadez, este bucle vino con el maravilloso añadido de alucinaciones visuales.
Porque el olor remanente de la sangre no era suficiente.
—Eric —que el rubio use su nombre lo saca de sus pensamientos rápidamente y la preocupación que ve en el rostro de su amigo lo pone en alerta.
Sin aviso, Kenny toma su brazo y lo arrastra lejos de los otros dos, ignorando el llamado airado de Kyle. Le parece que el pelirrojo comenta algo sobre que se les hará tarde y el comentario le recuerda otro comentario de Kenny, sobre que Kyle había hecho todo un neurótico itinerario. El pensamiento le hace reír, lo que provoca que tropiece y de no ser por el agarre de Kenny está seguro de que habría caído de cara, lo que lo hace reír aún más fuerte.
—Ok, ¿qué diablos te pasa? —cuando están lo suficientemente lejos Kenny se detiene girándose para mirarlo de frente.
Eric trata de asegurarle que todo estaba bien, que simplemente había tenido una mala noche pero que estaba listo para lo que el día les tenía preparado. No obstante, por más que intenta parar de reír solo logra empeorarlo, aumentando el volumen y su risa termina tornándose histérica. De pronto, el sonido cambia a uno ahogado, angustiado, y para su completo horror lágrimas empiezan a correr por sus mejillas, la risa tornándose en un sollozo.
La expresión de Kenny, que hasta ese momento solo reflejaba incomodidad y algo de preocupación por su exabrupto, cambia a una de consternación y rápidamente sostiene sus hombros haciéndole sentarse al pie de un árbol. El rubio se arrodilla a su lado murmurando cosas que no puede escuchar por encima de sus sollozos, palmeando suavemente uno de sus hombros y apretando una de sus rodillas con la otra mano, intentando brindarle algo de consuelo. El gesto, en otras circunstancias, lo habría conmovido, aunque luego bromeara que era muy gay de su parte; en ese momento no logra hacer nada más que empeorar su llanto.
Le toma más tiempo del que va a admitir controlarse, pasando de un llanto desconsolado a unos ocasionales hipidos y solo el pensar lo ridículo y patético que se ve en ese momento logra parar las lágrimas que corren por sus mejillas. Ignora el temblor de sus manos alzándolas para limpiar su rostro furiosamente, respirando hondo, imitando de forma inconsciente la respiración de Kenny, hasta finalmente parar.
—¿Mejor? —pregunta Kenny apartándose un poco para mirarlo, la consternación en sus facciones quemando el pecho de Eric y haciéndole sentir aún más patético. A pesar de esto, asiente a la pregunta. —¿Me vas a decir qué diablos te pasa o tengo que adivinar?
—No me creerías si te lo dijera —dice, haciendo una mueca por lo ronca que suena su voz. Parpadea aclarando su vista y mira a Kenny, cayendo en cuenta de que sus palabras no son del todo ciertas. —¿Qué diablos digo? Tú probablemente serías el único que me creería.
La realización le hace golpear su frente con la palma de su mano por lo estúpido que ha sido. ¿Por qué diablos no había pensado antes en confiarle a Kenny lo que está sucediendo? Si bien existía la posibilidad de que el rubio no recordara nada en caso de fallar y reiniciar el día, probablemente le habría ayudado a encontrar una solución mucho antes o, a lo sumo, serviría para hablar con alguien. Decidido, toma las manos de Kenny mirándolo con seriedad, organizando las palabras en su mente, aunque no tiene que preocuparse mucho por eso porque en cuanto abre la boca para explicarle todo lo sucedido sale a raudales, como una cascada que no puede parar.
Le cuenta como hace sabrá solo Dios cuanto, porque él no, tiempo ha estado reviviendo ese día, desde que despierta hasta que están a medio camino del punto donde iban a acampar y Kyle cae. Y decirlo en voz alta es mucho más horrible de lo que pensó, su voz cortándose al explicar que por más que lo ha intentado los eventos se siguen repitiendo con poca o nula variación, terminando siempre con el pelirrojo cubierto de sangre, tratando de decirle algo antes de morir. Cuando termina toma una bocanada de aire, tratando de parar su nuevo ataque de llanto, sin embargo y sin aviso Kenny lo abraza con fuerza y eso empeora la situación, porque todo lo que ha estado acumulando se desborda como un dique.
Se aferra al rubio con desesperación, murmurando cosas sin sentido, o al menos cosas que no puede entender demasiado ocupado como está llorando, pero lo que sea que está diciendo hace que Kenny lo abrace con más fuerza por lo que algún sentido tiene que tener sus palabras. Cuando finalmente logra tranquilizarse, se aparta limpiando su rostro nuevamente, sintiéndose menos avergonzado que antes y mucho más ligero, casi aliviado.
El rubio palmea suave su espalda, apartándose un poco más para mirarlo mejor, una expresión calculadora en su rostro y Eric espera tan pacientemente como puede que llegue a lo que sea que vaya a llegar en sus pensamientos. El silencio en verdad le hace algo de bien, permitiéndole recobrar control sobre sus emociones, especialmente cuando una rápida mirada a la distancia, donde habían dejado a los otros dos, le hace darse cuenta de que Kyle los está mirando y eso casi lo hace echarse a llorar de nuevo. No puede discernir la expresión del pelirrojo desde tan lejos, incapaz de diferenciar si está enojado o preocupado, pero eso no importa cuando lo único que ve es rojo. Rojo en su rostro, rojo en sus manos, rojo en su estúpido suéter.
Sangre. Sangre. Sangre por todas partes...
—Hermano, necesitas dormir —la voz de Kenny le hace tomar una bocanada de aire, no habiendo notado que había estado conteniendo la respiración.
—¿De qué serviría? Solo se va a repetir todo de nuevo —y no estaré ahí para Kyle, piensa, pero no dice, apretando sus manos con fuerza.
—Hey, no es algo que hayas probado antes, tal vez es lo que necesitas para romper el ciclo —el rubio hace un gesto de un circulo con su mano—. Si no vas, el plan se cancelará, Kyle no subirá por la montaña y no hay riesgo de que caiga por el risco. Sencillo ¿no?
Demasiado sencillo en verdad. Había considerado antes quedarse en casa, múltiples veces, sin embargo, el miedo de que las cosas siguieran su curso se lo impedía, especialmente luego de comprobar que él no era el centro del bucle. Aunque la idea de regresar a casa y dormir todo el día es muy tentadora, duda que los planes se cancelen solo porque él decida irse.
—No creo... —dice bajo, abriendo y cerrando sus manos considerando las posibilidades.
—Puedo irme contigo, dos menos, más aburrido será acampar —Kenny intenta persuadirlo, reacomodándose para poder golpear suavemente su muslo sin perder el equilibrio.
Permanecen en silencio unos minutos más, antes de que Eric niegue y empiece a levantarse.
—Encontraré otra forma —dice con convicción, ignorando lo frías que se sienten sus manos.
—¿Tienes alguna otra idea? —el rubio alza una ceja, siguiéndolo cuando se pone en movimiento hacia los otros dos.
—Algo se me ocurrirá —responde. —¿Listo para irnos? —pregunta cuando alcanzan a los otros dos, abriendo la puerta de la parte de atrás para subir.
—Pensé ibas... —Kyle se detiene, frunciendo el ceño ligeramente, su mano a medio alzar señalando el asiento del copiloto, pero rueda los ojos y sube del lado del piloto decidiendo dejar las cosas así.
Por alguna razón que no puede explicar el hecho de que Eric se siente en la parte de atrás junto a Kenny se siente errado. Lo que no tiene sentido, ni quién quisiera tenerlo de copiloto.
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En sus 17 años de vida, que parecen cortos, pero viviendo en South Park a veces se sentían como si fueran una eternidad, pocas cosas han llegado a sorprenderlo, o asustarlo. La lista no es muy larga, reduciéndola a dos cosas: cosas que no puede controlar y la mera idea de perder a Kyle para siempre. Su propia muerte antes figuraba en la lista, cuándo era más joven y no había vivido tanta mierda, causada o no por él, pero hace años que no le teme al pensamiento de morir.
Es por eso que le sorprende la descarga de pánico que lo recorre cuando deja de sentir el suelo bajo sus pies.
Cuando le dijo a Kenny que encontraría la forma de detener el bucle, la opción de tomar el lugar de Kyle en el asunto no se le había pasado por la cabeza, pero llegado el momento, se había movido sin pensarlo detenidamente. Lo único en su mente había sido 'por favor no de nuevo' y '¿por qué no había intentado esto antes?'.
La razón por la discusión, como siempre, es algo simple y estúpido que no cree poder entender nunca por qué escaló a tanto. Como siempre, terminan empujándose con más fuerza de la necesaria, pero en lugar de quedarse paralizado cuando ve al pelirrojo perder el equilibrio, se lanza hacia él tomando su mano y lo hala, girando sobre sus pies para empujarlo en dirección contraria. Concentrado en alejarlo del borde, por supuesto, no nota que ahora es él quién está en la precaria posición.
—¡Cartman! —al menos, hasta que Kyle grita por él y deja de sentir la firmeza de la tierra a sus pies.
La sensación es extraña. La de caer.
Eric no puede sentir realmente nada más aparte de su corazón golpeando con fuerza en su pecho y el viento soplando a su alrededor. ¿Así se había sentido el judío todas esas veces? Como si estuviera flotando y al mismo tiempo como si su corazón fuera a estallar. Instintivamente alarga una mano, aunque es demasiado tarde y su cuerpo ya está rodando por la ladera, chocando violentamente con el suelo y algunas rocas en el camino, cosa que lo desorienta enormemente. A pesar de esto, del daño que recibe y saber que probablemente no sobreviva, el pánico inicial es reemplazado por una calma abrumadora.
Es un alivio, piensa fugazmente, que esta vez es él. Tal vez es el descanso que necesita.
Tal vez es la clave para terminar con este infierno.
Su cuerpo golpea el suelo con fuerza deteniéndose finalmente y, por un segundo, todo se vuelve negro y no puede sentir su cuerpo. Al siguiente, le pitan los oídos y le cuesta respirar, pero no parece tan malo, hasta que toma una bocanada de aire y un dolor punzante atraviesa su costado. A eso se le suma un dolor sordo en la cabeza, no puede sentir las piernas y su boca está llena de sangre. Si sus heridas son al menos la mitad de malas que las de Kyle, no quiere imaginar qué diablos sintió.
—¡Eric! —la voz de Kyle llega hasta a él y le parecería raro escucharlo llamarlo por su nombre de no ser porque a penas y si puede escucharlo.
Abre los ojos, que no había notado había cerrado, y trata de mover la cabeza para buscarlo con la vista, pero el dolor que siente en la base de su cráneo empeora arrancándole un gemido, que por consiguiente provoca que trague algo de sangre, la que no baja por el lugar indicado causando a su vez un ataque de tos que empeora el dolor en su pecho y el resto de su cuerpo. ¿Por qué no pudo simplemente morir al instante?
—Oh Dios, Oh Dios, Eric —por el rabillo del ojo ve al judío arrodillarse a su lado y quiere girarse más, quiere verlo una última vez, esta vez con vida, y para su fortuna no tiene que ni que pedirlo porque Kyle se acerca aún más inclinándose hasta entrar en su rango de visión, cubriendo sus labios con una mano.
—Por favor... no.... vomites —dice a duras penas, sonriendo cuando ve enojo brillar en los ojos del contrario por un momento, antes de que su rostro se contraiga nuevamente en una expresión de horror.
—Eric no es... —Kyle niega y alza sus manos sosteniendo su rostro con delicadeza. Ya sea para evitar que se mueva o por alguna razón secreta, Eric no puede evitar regodearse en la calidez de sus manos contra su piel, ni mucho menos negar conque ha soñado con esto.
Obviamente, no la parte de caer por un risco y estar al borde de la muerte, sino la parte de Kyle tocándolo, voluntariamente.
—Al menos no eres... no eres tu —respirar se está haciendo más difícil, doloroso, y prácticamente puede sentir sus pulmones llenándose de algo más que no es aire.
—¿De qué diablos estás hablando Cartman? —Kyle aprieta sus manos de forma inconsciente y temor vuelve a apoderarse de Eric cuando no puede sentir más la presión.
—Está vez... logré salvar tu... judío trasero —responde concentrándose en la cercanía del contrario, en su aroma no mezclado con la sangre, en el calor de sus manos.
En que está vivo, vivovivovivovivovivo.
—Cartman, claramente tienes una contusión y estás diciendo estupideces. Mejor... mejor cierra la puta boca y no... deja de tratar de moverte —responde nerviosamente acomodándose para estar lo más cerca que puede sin apoyar su peso contra el cuerpo de Eric, temeroso de lastimarlo más de lo que está.
—Dile a Kenny... el te explicará... Dios —trata de mover la cabeza para escupir la sangre, pero las manos de Kyle se lo impiden y no le queda de otra más que abrir la boca y tratar de empujarla con la lengua.
—Asqueroso, detente —protesta el pelirrojo, pero no aparta sus manos a pesar de que claramente la sangre mezclada con saliva rueda hasta ellas—. La ayuda está en camino, y vas a sobrevivir. Tienes que sobrevivir maldito culón.
La ayuda no llegará a tiempo, quiere decirle, la ayuda llegará demasiado tarde. Primero porque eso es lo que siempre pasa, segundo porque puede sentir su cuerpo empezando a perder fuerza. Pero Eric puede forzarse a mantenerse vivo unos minutos más, unos minutos más por él.
—Tengo que... decirte algo antes de... —dice mirándolo con intensidad, tanta como puede al menos.
—¡Te dijes que cierres la boca! Dios, ¿no puedes solo callarte por un momento y guardar energía? —los ojos del pelirrojo están llenos de lágrimas que se niega a dejar caer tercamente.
—Pero es... importante —protesta. Su voz empieza a sonar más húmeda y amortiguada. Eso no es una buena señal.
—Estoy seguro de que puede esperar —susurra Kyle respirando hondo—. Puede esperar un poco más.
—¡Kyle! —la voz de Stan interrumpe lo que Eric quiere decir y consigue suficiente energía en su interior para maldecirlo de todas las formas que conoce por interrumpir el momento. Estúpido hippie. —¡Kyle! ¿Dónde...? Oh por Dios.
Kyle se gira lo suficiente para ver a Stan, pero aún puede ver su expresión y el momento en que su nariz se frunce en disgusto cuando el pelinegro vomita casi le hace reír. No, de hecho, si se ríe, pero no le dura mucho pues tiene otro ataque de risa y el dolor en su costado empeora.
—¡Deja de reírte imbécil! —Kyle vuelve la vista a él y tiene el descaro de pellizcar su brazo, aunque rápidamente se arrepiente de su acción y apoya su mano en su hombro a modo de consuelo.
—¡Cartman! ¡Kyle! —Kenny llega poco después, yendo directamente hasta donde están Kyle y Eric dejandose caer junto al pelirrojo mirando con horror a su amigo.
¿Será porque sabe que se supone debería ser Kyle? ¿o es por qué, al igual que Eric, no se esperaba que las cosas terminaran así?
—Aguanta un poco culón, la ayuda está de camino —murmura colocando su mano sobre la del castaño, y este trata de sonreir en agradecimiento.
Su atención regresa a Kyle, que mira a su alrededor con clara desesperación, seguramente esperando ver a alguien del servicio de Emergencias aparecer para gritarle que están ahí. Dios, es un tonto. Sus ojos se humedecen, cosa que no creyó posible luego de haber llorado tanto antes, y con dificultad alza una mano posándola en la de Kyle, la que aún está apoyada contra su mejilla, llamando su atención inmediatamente.
—Khal, escúchame... bien —dice despacio luchando por mantenerse consciente y respirando. Un poco más, por favor—, porque no creo... poder decirlo dos veces.
—Eric, te juro por Dios...
—Me gustas —lo interrumpe haciéndolo callar inmediatamente. De hecho, Stan que estaba en pánico al fondo se detiene al escucharlo y Kenny lo mira como si hubiera perdido la cabeza.
—Eric... Eric no es momento para... —Kyle claramente quiere regañarlo, quiere señalar que probablemente es la contusión hablando o que estaba demasiado adolorido para pensar con claridad.
Pero ahí es donde se estaría equivocando el judío. Nunca su mente había estado tan clara y libre de preocupaciones como en ese momento. Probablemente porque ha perdido mucha sangre.
—Iba a decirte... esta noche, pero... este estúpido bucle... —vuelve a toser y más sangre sale de su boca, salpicándolos a ambos. Sus segundos están contados, puede sentirlo—. Solo... quería decírtelo antes de... antes de...
—No —Kyle niega apartando sus manos y casi de inmediato extraña el calor.
—Kyle... —protesta tratando de sostener una de sus manos nuevamente, pero las fuerzas le fallan y su mano cae contra su pecho.
—No, no, no —pasa una mano por su cabello y las lágrimas que lleva reteniendo finalmente caen por su rostro, pero su expresión es airada, sus ojos brillan con una ira a la que está por demás familiarizado—. No, me niego, no lo acepto.
Si en algún momento Eric creyó que nada podía doler más que las costillas que presionan con fuerza sus pulmones, definitivamente el dolor en su corazón lo supera probándole que hay cosas peores.
—Entiendo que... —trata de decir, sino para calmarlo entonces para irse con una imagen más suave de Kyle. Un Kyle preocupado por él, no uno furioso por su estupidez.
—Kyle, no creo que... —Kenny intenta intervenir, mirando del uno al otro estupefacto.
—No lo acepto —repite el pelirrojo alzando la voz, mirando nuevamente a Eric y golpea su hombro con fuerza arrancándole un gemido de dolor—. No puedes simplemente... no puedes decirme eso en una situación como está.
—Kyle —Stan se acerca, consternado.
—¡No puedes sólo decir que te gusto cuándo estás a punto de morir! —grita el pelirrojo sorprendiéndolos a los tres. Aprieta sus manos con fuerza en su ropa y solo la sangre a su alrededor impide que lo sacuda—. No puedes solo... confesarte y esperar...
Sus palabras se cortan por un sollozo y Dios, es horrible no poder... Eric no sabe, ¿abrazarlo? Ellos no son de darse abrazos, pero la necesidad de consolarlo con uno en ese momento es casi tan fuerte como la falta de aire.
—¿De qué me sirve saberlo si no vas a estar conmigo? —susurra apoyando su frente contra la de Eric, mirándolo con un dolor tan profundo que el castaño no sabe qué hacer, o decir. El alivio de no ser rechazado, de ser incluso correspondido, le sabe amargo.
—No puedo irme... sin decirte —susurra de regreso cerrando los ojos.
—Tu también me gustas —añade el pelirrojo, riendo amargamente, y su corazón hace algo similar a una voltereta, cosa que ciertamente no ayuda teniendo en cuenta que está sangrando activamente, pero al carajo.
Pensándolo bien ¿será eso lo que Kyle ha tratado de decirle desde el principio? Se siente como estúpido, tal vez si lo hubiera dejado hablar se habrían confesado en una situación menos mortal. Tal vez incluso habría podido evitar todo esto desde el primer o segundo bucle abandonando el plan de acampar y arrastrándolo a una cita.
—Kyle —llama—. Kyle, te... te... te am...
—¿Eric? —el pelirrojo se alza, mirándolo preocupado.
Quiere decir más, quiere decir esas estúpidas dos palabras, dejarle un recuerdo más o menos dulce de este traumático evento, pero la voz le falla. De hecho, todo le falla, no puede sentir sus manos, o su cara, ya no puede sentir el calor de Kyle y su respiración se corta.
—¡¿Eric?! —la voz de Kyle se oye lejos. No, como si estuviera sumergido bajo agua y fuera solo un eco.
La respiración de Eric cesa para el horror de sus compañeros, justo cuando pueden escuchar el sonido de la ambulancia acercarse.
—No —susurra Kyle enderezándose—. No, no, no, no, no, no, ¡No!
Sin pensarlo yergue su postura colocando sus manos en el pecho de Eric empezando a hacer compresiones. Una parte de su mente le dice que es inútil, que es demasiado tarde, que si siquiera llegara hacer su corazón latir de nuevo solo será para prolongar las cosas y causarle más dolor. Pero esa parte racional de su mente es ahogada por la desesperación y sus gritos.
Grita improperios que seguramente harían que a su madre le diera un infarto. Le grita a Eric cosas que no podrá recordar después, su visión borrosa por las lágrimas que no paran de caer.
—¡Regresa maldito gordo de mierda! ¡No te puedes morir así! —vocifera abandonando las compresiones y golpeando su pecho con fuerza, sollozando tan fuerte que siente se quedará sin voz.
Siente unos brazos envolverlo y tratar de apartarlo e instintivamente trata de soltarse, luchando con las fuerzas que le quedan, pero los brazos simplemente se aprietan y lo arrastran lejos del cuerpo de Eric para dejar a los paramédicos trabajar.
—Kyle, basta, ya no está —la voz de Kenny logra atravesar la bruma de dolor que lo envuelve—. Ya no está, lo siento, lo siento —susurra el rubio en su oído.
Otro par de brazos lo envuelven, esta vez de frente, y reconoce a Stan de inmediato. Toda la lucha que le quedaba abandona su cuerpo y se deja caer contra el pecho de Kenny, apoyando su frente en el hombro de Stan llorando con más fuerza.
¿Por qué estaba pasando esto? ¿Por qué carajos no podían solo tener un puto día normal?
¿Por qué tenía que perder al estúpido que ama con todo su ser justo en el momento en que sus sentimientos fueron correspondidos?
Si tan solo hubiera una forma de impedirlo. Si hubiera una forma de volver atrás y evitar esta tragedia. Eric no tenía por qué morir para salvarlo.
Si hubiera una forma de revertir las cosas, piensa a medida que su llanto va cediendo, permitiéndole escuchar las suaves palabras de consuelo de sus amigos, ¿qué no daría por arreglar las cosas?
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