único
Nayeon acomodó su capucha, dejando escapar un vaho por entre sus labios, mientras que sus manos se escondían por dentro de sus bolsillos anchos y entibiados.
No estaba haciendo nada descabellado ni mucho menos sospechoso, por lo que nadie podía verla con el ceño fruncido y una expresión de recelo. Aún así, podía sentir pasos detrás suyos, persiguiéndola desde hace ya varios minutos y contando. Seguramente iban a encararla para preguntarle qué hacía tan tarde por la noche, y la verdad era que no tenía ánimos de responder.
Pero a pesar de estar asumiendo aquello tan apresuradamente, algo en la situación no la dejaba tranquila del todo. Había unos pasos en particular que la hacía apresurar el camino de manera inconsciente, a la vez que apretaba los puños con nervios. Los vellos de su cuerpo se erizaban y no le gustaba la sensación de sentirse acechada.
Una mano masculina se apoyó sobre su brazo, y antes de que pudiese voltearse, otro hombre se paró frente a ella, estampándola contra la fría, rugosa y miserable pared de ladrillos.
Trató de zafarse, pero llegó un tercero con una pistola de corto alcance, quien no tardó en poner la boquilla bajo su barbilla. Nayeon respiró pesado, mirando con firmeza al que tenía en frente.
Faltaba un cuarto.
- ¿Qué hace una niña tan linda como tú en una noche tan sola como esta? -Uno de ellos chasqueó la lengua, riéndose con malicia.- ¿O acaso eres de las que...?
- Cállate. -Nayeon se tensó por completo al escuchar una cuarta voz, detestando que sus alas escondidas estuviesen sensibilizadas, en estado de alerta.- Aleja tu arma, Bang, y ustedes dos, apártense.
Su voz sonaba delicadamente dulce y un tanto grave, y era estremecedor saber que ella no era cualquier ser humano. Era mucho peor considerando que eran rivales innatas. Nayeon movió su cabeza de lado a lado con sutileza, en un intento de darle cara a lo que le estaba provocando tal molestia.
Cuando los hombres se alejaron un par de centímetros, entonces la notó. Cabello negro y largo, ropa ajustada, rostro casi pálido y sólo sus labios resaltando gracias a un labial rojizo intenso.
Sus ojos negros por completo, brillantes de llamas.
Una vez más, se sintió estampada contra la pared por culpa de aquella mujer, quien apretaba su cuello con una fuerza moderada; lo suficiente como para dejarla sin aire, pero no como para matarla. Nayeon tomó su muñeca, apretando la mandíbula con inquietud y deseando que no hiciese más presión.
Podía sentir con facilidad el toque de sus dedos hirviendo, como si tratase de sumergirla hasta el infierno mismo. Incluso podía percibir su diversión y darse cuenta de que lo estaba haciendo a propósito, porque lo más previsible, era que ya se hubiese dado cuenta de que eran de distintos mundos. Los ojos de Nayeon brillaban, con un toque casi miel y azulado, cristalinos de pureza; era innegable reconocer de dónde venía.
Era consciente de que nadie más que ellas podían percatarse de quiénes eran realmente, y agradecía que aquella mujer no tratase de mostrarse en su verdadera forma, porque entonces tendría que actuar en salvación de sí misma y el astro, y no era el momento.
- ¿Qué hacemos con ella, M?
La mujer apretó su cuello un poco más, sonriendo con soberbia antes de alejarse, tirándola a un lado de manera descuidada. Nayeon tragó aire, percatándose de que había contenido la respiración.
- No vale la pena. -Canturreó, abrazando por los hombros a uno de ellos.- Es demasiado debilucha, quizás muera del susto sin haberle tocado un pelo.
Nayeon escuchó las risas alejándose de forma lenta y tortuosa, como si no les importase quiénes los viesen delinquiendo.
Se recompuso rápidamente, siguiendo su camino con pasos firmes y apresurados. ¿La había llamado debilucha y miedosa? Un ángel como ella no podía ser débil, mucho menos mostrarse temerosa frente a alguien más.
Y más allá de eso, le seguía molestando el hecho de que decidiese dejarla viva. No porque quisiese morir, sino porque su Dios le había mencionado incontables veces que los demonios y los seres del inframundo, jamás perdonaban.
El hecho de que aquella mujer la hubiese dejado libre, le molestaba, porque eso significaba que seguiría acechándola tras su espalda sin confines.
━━━ 🎀 ━━━
Nayeon se había levantado hace poco más de media hora. El día anterior había sido agotador para ella y no había tenido tiempo de comer como un ser humano normal, por lo que ahora estaba adolorida con las contracciones de su abdomen.
Bajó, encendiendo el fuego de su cocina y echando un poco de aceite a su sartén, somnolienta.
Por un segundo, sintió el escalofrío recorrerle la espina dorsal, como si una brisa de invierno hubiese entrado por debajo de su puerta; pero antes de que se tomase el tiempo de meditarlo, una risa seca, absolutamente irritable y desagradable había sonado detrás de ella.
- ¿Cocinas para mí? -Nayeon la sintió pegándose a su espalda, tratando de sujetar su cintura con imprudencia. Se volteó, empujándola con una fuerza desmedida y haciéndola reír una vez más.- Tranquila, ni siquiera te he tocado aún...
- ¿Quién eres?
La mujer se sentó sobre la encimera, tirando un par de vasos al suelo antes de hablar.- Soy Mina. -Sonrió.- Myoui Mina. -Se lamió los labios, observándola de pies a cabeza sin tratar de esconder su descarada faceta.- ¿Y tú quién eres?
- Im Nayeon.
Mina estiró sus comisuras un poco más, vanidosa.
- He tratado de pensar por qué estás aquí... No te ves pura, aunque sea la imagen que quieras hacer creer... -Nayeon frunció suavemente el ceño, agredida con que siquiera le estuviese cuestionando su origen.- ¿Será que me acabas de mentir?
- No estoy hecha para mentir. -Dijo, mirándola con desconfianza.- No voy a volver a repetirlo.
- Tranquila, ángel... -Rió, suspirando con un toque sibarítico.- No vine aquí para saber de ti, sólo vine a proponerte una función carnal. Véelo como una tregua para ambas...
- No voy a tener ninguna tregua contigo. -Mina chasqueó la lengua, sosa.- Soy un ángel. Jamás aceptaré ni tendré impulsos de ningún tipo.
Volvió a observarla sin vergüenza alguna, impaciente. Pensaba corromperla en sólo un instante, pero parecía mucho más cerrada de lo que creía. Era mucho peor que las humanas religiosas con las que se había metido sólo por satisfacción, y el pensamiento la aburría desdichadamente. No estaba dispuesta a seducirla si ella no mostraba signos de querer serlo.
- Imagino que debe ser aburrido vivir sin pecados... ¿No es así, ángel?
- No lo es. -¿Era por eso que estaba ahí, para mofarse?- Cuido a los inocentes y guío a los perdidos, porque soy su esperanza, cosa que nunca serás capaz de entender. -Notó que los quemantes ojos de Mina no estaban mirándola, y los siguió hasta encontrarlos fijos en la sartén. Le daba la impresión de que quería calentar el aceite hasta que le salpicase, así que sin más, apagó la cocina, escuchando su ruidosa carcajada.- ¿Qué es lo que quieres y cómo supiste que estaba aquí?
- ¿Que cómo supe que estabas aquí? -Se bajó de la encimera, dando un paso hacia ella.- Mi padre es Satán, Im. A él nada se le escapa, así que le dije que había encontrado un ángel... -La tomó del cuello, acorralándola contra su cuerpo.- Le dije que tenía tantas ganas de matarla...
Nayeon tenía la innata habilidad de ver pequeños fragmentos de un futuro incierto y distópico. Sólo podía hacerlo cuando ella misma o su sucesor se viesen involucrados, por ello le parecía extraño que estuviese viendo a Mina en ese estado tan desbordante de maldad, pero sin estar teniendo ninguna imagen en su cabeza.
Cuando una respuesta que no pidió se encendió, contuvo sus náuseas ante lo inaguantable que se haría la situación. Mina era un demonio, poseedora de todo mal y pecado dictaminado por su propio Dios. Uno de sus puntos más sensibles era la impetuosidad, como Asmodeo, y cuando se encontraban en esa condición, se volvían seres dóciles y sumisos, mucho más abiertos a recibir cualquier tipo de negocio a cambio.
Nayeon deslizó su mano por los botones de su camisa, con el asco subiéndole por la garganta. Tragó cuando los primeros botones fueron desprendidos, dejando a su alcance la curva de sus senos llenos, cubiertos por un brasier de encaje negro. Pasó la punta de su índice por entre ellos y alzó la mirada, cínica, al notar que Mina había soltado su cuello y ahora sus ojos se marchitaban de un deseo contenido.
Esa era la razón por la que Mina no la mataría: Tenía que desviar su atención hacia algo que le gustase.
- Sabemos que no vas a matarme. -Nayeon gruñó para luego empujarla con firmeza por el pecho, apresurándose a salir de la cocina.
Sintió los pasos de Mina seguirla sin un toque de fastidio. Había acertado excelentemente al decir que se volvían seres ineptos cuando se trataba de apetencia.
- Oh, por favor, vuelve aquí...
- No vuelvas a acercarte a mí. -Se detuvo, encarándola.- Continúa con tus pecados fuera y no vuelvas. -Mina se lamió sus secos labios, intimidada en lo más mínimo.
- No pienso obedecer a tal ser conservador que podría estar cogiéndome en el piso. ¿Ese es un problema para ti?
- Sí, y también lo es para ti. Le dijiste a tu padre que me matarías, ¿no? Le alegraría saber que me dejaste viva sólo porque te seduje, desabrochando dos míseros botones de tu camisa.
- A mí no me vas a dar órdenes. -La acorraló, tan excitada como molesta, poniendo dos dedos por debajo de su barbilla para alzarla con fuerza.- ¿Tu Dios deja que la ira te consuma, eso no es un pecado también...? -Nayeon se tensó, sintiéndola olfatear su cuello, su húmeda lengua dándole una lamida escalofriante.- Suerte que seas exquisita, porque ya te hubiese arrancado de lengua con mis propias manos...
━━━ 🎀 ━━━
Era predecible que Mina empezase a tratar de atemorizarla con cada paso que daba. Nayeon podía verla por el rabillo del ojo todos los días, durante sus compras y sus tardes de almuerzo, y le parecía fastidioso que cada vez que se volteaba para buscarla, nunca la encontrase. Su cabeza dolía al estar constantemente en alerta, pero estaba sola en la tierra, debía aguantarlo y confrontarlo.
Se destapó, sudando frío y suspirando. Se sentía inquieta y era más que evidente cuál era la razón.
Era la primera vez que soñaba.
Y con un ser desagradable.
Estaba consciente dentro del sueño. Los ángeles no podían soñar, porque no tenían los pensamientos y el raciocinio de un humano. Su mente trabajaba de una manera completamente diferente, por lo que hacerlo no era natural... Y eso sólo le confirmaba que ver a Mina moviéndose sobre ella, era un plan de la misma Mina. Sólo los demonios podían forzar sueños eróticos en los ángeles, como los Súcubos e Íncubos en los humanos.
Se sentó sobre la cama de golpe, exhalando cuando notó dos ojos color rojizo dentro de la oscuridad de su cuarto. Apretó los labios, dejándose caer en el colchón.
Mina se estaba burlando de ella.
Nayeon había sentido una exigua exaltación, para su propio lamento. Aún así, no se recriminaba por ello, porque no tenía la culpa de nada. Los sueños no la hacían un ser presente físicamente, menos si era la primera vez que lo vivía y si Mina era la que se encargaba de manejarlo.
- ¿Quieres que te folle para que dejes de sentirte así? -Mina rió luego de soltar aquello, haciéndola suspirar.
- No.
Apretó el puente de su nariz, volteándose y mirando un punto fijo en su mesita de noche. Detestaba haberla dejado entrar en su mente así sin más, sin siquiera haber asumido antes que lo intentaría.
En un momento, sintió que la tomaban del brazo, girándola para subirse sobre sus caderas. Nayeon observó atentamente cada detalle, notando su delicado torso descubierto, sus caderas meciéndose contra las de ella y escuchándola gemir su nombre con entusiasmo. No sentía nada con ello, no podría sabiendo quién era.
Miró hacía una esquina, viendo a la verdadera Mina tocándose por sobre la tela de su pantalón.
Posó su mano sobre el cuerpo ilusorio para hacerla desaparecer rápidamente, esperando sólo un par de segundos antes de escuchar un quejido.- Ah, eres tan aburrida...
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Nayeon se levantó, tomando la ropa de su cajón y buscando distracción en ello. Era la quinta vez durante el mes que Mina se aparecía en su cuarto, haciéndola soñar intensamente hasta despertarla. La diferencia era que, ninguna de las veces anteriores había despertado tan extraña como lo había despertado ahora, porque había aprendido sobre las reacciones fisiológicas y eso la hacía sentir segura... Pero ahora no podía divisar a Mina por ninguna parte como para encararla.
Más allá de lo que se creía, el sexo no era considerado un pecado como tal. Su Dios se había encargado de hablarle al respecto después de tantas dudas, hasta que por fin entendió que el sexo sólo era considerado pecado cuando era por la mera concupiscencia y sin predilección. La lascivia era el verdadero problema de la raíz, y esa era la razón por la que pensar en Mina le asqueaba tanto; porque ella era un ser que alucinaba con el sexo de manera indiscriminada y obscena.
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Nayeon, aunque no tuviese con quién compartirlo, podía decir que se sentía enteramente orgullosa de su avance tan raudo. Esperaba que su Dios estuviese igual de orgulloso, porque todo lo que hacía, lo hacía por él. Su vida giraba en torno a su cabal disposición y su aprobación era el mejor regalo que podía recibir.
Su humano se veía tan ágil como taciturno, más o menos pretencioso, y no podía valorarlo más allá de sus comportamientos rutinarios durante el día. Aún así, se quedaría con la duda eterna del porqué ese había sido su humano escogido. No le habían mostrado un antecedente ni una referencia sobre quién era y por qué tenía que guiarlo, y de cierta forma, le inquietaba, aunque no podía importarle menos.
Una vez llegó a su departamento, se sirvió una taza de té y comió la mitad de una tostada con mantequilla. Su cuerpo no le exigía mucho más y no se forzaría a llenarlo por gula.
Como cada noche, su cuerpo estaba acostumbrado a dormir en cuanto tocase la cama, por lo que esta vez no fue diferente y cayó rendida y agotada.
Por la madrugada, abrió sus ojos al escuchar un gemido desvergonzado. Miró hacia su lado, viendo a Mina masturbándose, alzando sus caderas y jadeando con fuerza, casi exagerando más de la cuenta.
Nayeon frunció el ceño, mirándola con insistencia para luego tirarle la almohada en la cara, disgustada. Mina rió, esquivándolo sin dejar de tocarse.
- ¿No pudiste hacerlo fuera de mi casa? -Mina apretó los labios, negando mientras aceleraba un poco el movimiento de su mano. Le encantaba ver a Nayeon molesta, la enardecía.- Puedes liberarte con cualquier chica o chico. Deja de venir aquí e intentar... Lo que sea que estés intentando.
Mina esparció su líquido preseminal, colocando su otra mano bajo su cabeza.- ¿Desde cuándo está mal querer masturbarme al lado de un ángel? Y no menciones a los chicos, me dan asco.
Nayeon se pasmó, volteándose boca arriba y tapando sus ojos con el antebrazo.
- Realmente espero que sea una broma...
Y en verdad esperaba que lo hiciese, porque sólo quería dejar de escuchar sus insolencias desagradables e imaginar que su único fin era, justamente, hacerla rabiar con ello. Aunque, sin querer justificarla, entendía que Mina sólo era un miserable demonio. Jamás entendería la diferencia entre el bien y el mal; únicamente actuaba por simple necesidad.
- Me excitas, Nayeon. -Admitió, alzando sus caderas para buscar más fricción. Estaba a punto de acabar.- Sigue hablando, Nayeonie... Eso logra que las visiones de ti chupándomela sean más reales. -Cerró los ojos, soltando un gemido.
Nayeon gruñó, asqueada de sobremanera.- Eres detestable. -Mina jadeó, ahora masturbándose con ambas manos.- No lo hagas en mi cuarto, no quiero verte... Myoui...
Mina, ignorándola, gimió en alto, marcando la vena de su cuello a la vez que se corría con fuerza. Su cuerpo entero temblaba de espasmos, más que satisfecha al haberse liberado.
Nayeon sintió conmoverse. Su imagen le pareció realmente erótica y bella; asimismo, eso no significaba que le excitase. Consideraba que sería mucho más atractiva si no fuese un ser promiscuo y lleno de alegorías malignas.
Nayeon tomó su caja de servilletas y se la lanzó contra el pecho, molesta. Mina lamió sus secos labios, mirándola con desinterés.- Pude sentir cómo te gustó. Es imposible no oler tus hormonas estando a unos centímetros de ti. -Dio un último bombeo a su miembro, respirando denso, algo agotada según su energía distintiva.- ¿No quieres probarme?
Nayeon la empujó con sus piernas, botándola de la cama y escuchando su risa entre dientes. Se sentía repudiada con su presencia, no sólo porque no le importaba invadir su espacio sin permiso, sino porque era procaz también. Necesitaba que saliese de su departamento y no volviese a aparecer.
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Nayeon miró su reloj, viendo las siete con treinta de la tarde en punto. No era como si tuviese días libres u horas de descanso, pero estaba segura de que su humano sentado en el parque leyendo, no haría nada más que dormirse, y saberlo la desganaba. Observaba tantos lugares que nunca tuvo la oportunidad de ver en su cielo, que tenía la curiosidad de entrar y entender la necesidad que tenían los humanos por comprar compulsivamente. Aparte, requería ropa nueva también.
Sin meditarlo, se levantó, viendo a ambos lados de la calle antes de cruzar, metiéndose en la primera tienda que divisó.
Nada pasaría si dejaba a su sucesor solo unos minutos.
- ¿Son tres prendas las que se probará? -Nayeon asintió, sonriendo amablemente mientras recibía su ropa.
En cuanto entró al vestidor, comenzó a deslizar la vestidura por su cuerpo hasta quedar en una ropa interior combinable. Tomó el vestido blanco para comenzar a subirlo por sus piernas, procurando que la talla quedase bien en su cadera.
El vestido parecía ceñido maravillosamente. Ahora sólo necesitaba la ayuda de alguna dependiente que pudiese subir el cierre de su espalda. Se asomó un poco por la puerta, logrando que la misma señora que le había pasado las prendas, la mirase.- Necesito que me ayude...
- Oh, yo no puedo salir de aquí. -Dijo, apenada.- Te llamaré a alguien más, dame un segundo.
Nayeon, asintiendo, volvió dentro para comenzar a ordenar su cosas en el único banco que había disponible.
La puerta se abrió con lentitud, y Nayeon miró a través del espejo, a punto de evitar que la abriesen sin su autorización, pero se detuvo para ver a Mina entrando, vestida como lo estaría una dependiente cualquiera.- Hola... -Sonrió, un malestar haciéndose presente en su abdomen.- ¿Me extrañaste? -Habló bajo, cerrando la puerta con seguro.
Nayeon contuvo sus ganas de gritar, porque tampoco quería alarmar a las personas que estaban fuera. Habían pasado decenas de días demasiados tranquilos sin verla, hasta llegó a creer que se había olvidado completamente de su subsistencia y estaba feliz con ello.
- No. No lo hice. -Respondió, mirándola con fijeza.
- Lástima... Yo sí te extrañé... Mucho. -Mina se acercó con imprudencia, tomándola por la cintura y besando su mejilla como si tratase de aparentar dulzura. Nayeon la empujó de inmediato, limpiándose y detestando siquiera el hecho de que la hubiese tocado.
- Necesito un verdadero dependiente.
- ¿Me crees tan inútil como para no poder ayudarte con algo de ropa? -Rió, deleitándose con su espalda descubierta a través del espejo.- No creo no poder subir un cierre...
Nayeon apretó la mandíbula. Era sólo un cierre, pero con ella no podía esperarse nada de buena voluntad.
- Por favor, llama a un dependiente.
- Vamos, Nayeonie... -Insistió, parpadeando con delicadeza, como si esa fuese una táctica de seducción mucho más persuasiva.- ¿No confías en mí? -Nayeon suspiró, no pudiéndose creer que estuviese actuando de esa manera tan inhabitual.- Sólo es un cierre...
- No confío en ti, por favor, sal...
- Me ofendes, Nayeon... -Su tono tranquilo la hizo temblar. El hecho de que estuviese aparentando algo que no era, la hacía desconfiar aún más.- Podré con un cierre, no es tan difícil...
Nayeon miró el seguro de la puerta, no teniendo más opción que aceptar. Nada más parecía fiable, sobre todo porque no quería formar un escándalo ni discutir.- Está bien, sólo procura subirlo y nada más... No quiero que intentes nada.
Mina asintió, cándida y sonriente, al igual que una niña pequeña cumpliendo su capricho. Nayeon, totalmente reacia, se volteó y se tomó el cabello, sin dejar de observarla por el espejo.
La vio mirarla descaradamente, sin esperar un segundo para tocar su columna con la yema de sus dedos. Tembló, y no porque le gustase o lo detestase, sino porque quemaba. Su cercanía era suficiente para sentir el sofoco de su cuerpo. Mina, embelesada y perdiendo el control de su libido, la sujetó con fuerza, pegándola a su torso y pasando la nariz por su cuello.- No puedo hacerlo... Estás tan hermosa... -Nayeon sintió cómo sus pequeños vellos se erizaron, sujetando sus muñecas como si quisiese evitar que la apretase más de la cuenta.- ¿No te gustaría que te quitase el vestido con los dientes?
Nayeon se removió, sus tonificados brazos apretándola contra sí.- Suéltame si no quieres que grite...
- Soy un demonio, Nayeonie. Puedo hacer que nadie te escuche... -Nayeon tragó suavemente, sintiéndola besar su piel, cuidadosa, para su sorpresa.- Hueles bien... -Murmuró, pasando su húmeda lengua a lo largo de su cuello. Nayeon volvió a temblar, sin dejar de mirarla a través del espejo.
- Me estás incomodando... -Soltó, insegura de sus propias palabras.
- Puedo sentirte como si estuviese dentro de tu piel, Nayeon. -Mina sonrió, viéndola girar su cabeza a un lado mientras negaba.- Sé que no te incomoda...
- Basta, Mina. -Se volteó, observándola con el ceño fruncido. Quería quitarse el vestido y correr fuera de allí, pero se le era imposible considerando que estaba siendo acechada. No podía quitarse el vestido como si ella no quisiese tocarla luego.- Te pediré que te largues. Estoy segura de que tienes cosas más importantes que hacer.
- ¿Cosas más importantes que hacer? -Rió con burla.- Me la paso tocándome contigo en mi cabeza... -Nayeon gruñó con rabia, empujándola por los hombros hasta hacerla chocar contra la puerta.- ¿Por qué simulas que no te gusta? Ambas sabemos que te encanta que hable de esa forma...
- Me das asco, Mina. -Mina tiró hacia arriba una de las esquinas de su labio, arreglando las mangas de su camisa sin dejar de observarla.- Lárgate. No quiero meterme en problemas contigo.
- ¿Meterte en problemas conmigo? -Sonrió, su insufrible sonrisa divertida picándola por dentro.- ¿Eres consciente de que sólo puedes meterte en problemas conmigo si dejas que te folle? -Nayeon sabía que se refería a problemas a niveles impensables, desastres entre la tierra y el limbo. Y era cierto.- No deberías meterte en problemas si no dejas que eso suceda... ¿Acabas de admitir que tengo poder sobre ti?
Nayeon frunció el ceño, dándose cuenta de que Mina también era una mentirosa y manipuladora de primera. No había dicho nada de aquello, no sabía de dónde había tomado la palabra para cambiarle el resto.
- Soy un ángel, ningún demonio tiene poder sobre mí... -Insistió, sabiendo que nada le haría entenderlo.- Ni siquiera debería estar hablando contigo...
- Deberías consolar tu cuerpo de vez en cuando, nunca lo escuchas...
Nayeon, irritada, rezó a Dios para que la perdonase por confinar el tiempo. No podía utilizar ninguna de sus habilidades en la tierra por reglas estrictas, pero esto era necesario para su bienestar. Necesitaba escapar lo más pronto posible.
- Aléjate de mí.
Mina sonrió, ladeada, cuando Nayeon quitó su prenda hasta tirarla en el suelo, dejando en libertad sus blanquecinas alas y una imperceptible aureola sobre su cabeza, escapando con rapidez. Chistó con la lengua, irrisible, sabiendo exactamente a dónde iría. Era pronosticable y muy razonable, ni siquiera sabía si realmente había tratado escapar o esta era la manera de invitarla a su departamento.
Dejó escapar sus negras alas y sus cuernos en la parte superior de su frente, saliendo disparada en su búsqueda.
Nayeon en cuanto puso sus pies sobre el suelo, no tuvo tiempo de mover un dedo antes de sentir un peso ardiente cayendo sobre ella, aplastándola sobre el piso.
- ¿Pensabas escaparte de mí? -Nayeon tembló cuando Mina tomó sus dos muñecas para ponerla sobre su cabeza, mirándola con los ojos inyectados en sangre, molesta de sobremanera.
- No me hagas daño... -Nayeon era casi incapaz de provocar un daño considerable en alguien más, y eso contaba a Mina también; aún si las visiones que estaba teniendo eran de ella asesinándola sin remordimiento. No quería que pasase, pero no iba a luchar contra ella.- Mina...
- ¿En serio no entiendes cuando digo que puedo sentirte? -Una de sus uñas negras se alargó, filoso al igual que un cuchillo.- Si tan sólo dejaras de resistirte...
Posó su dedo bajo su barbilla, presionándola sobre su yugular. Nayeon tembló de inmediato, gritando:- ¡No, Mina! -Se sentía desesperada, sintiendo las visiones cada vez más fuertes, y no estaba entendiendo qué debía hacer para calmarla. No tenía tiempo de procesarlo.- ¡Por favor!
- He tratado de retrasar esto y ser gentil, pero no me das opciones, Nayeon. -Mina desistió matarla de inmediato, pasando la punta de su uña por su mandíbula, bajando hasta sus clavículas. Nayeon respiró irregular, tratando de analizarla con los pocos segundos que tenía a su favor. Mina la miraba a detalle, y eso sólo podía significar que su impulso sexual estaba alto, y aún aumentando.
No estaba segura de que Mina se excitase con imaginarla muriendo, porque a pesar de todo, no le había demostrado ser demasiado enfermiza. Tenía fetiches comúnes, le gustaba el sexo ligeramente agresivo, orgías, voyeurismo, las palabras subidas de tono. Era una criatura sana, si es que se podía llamar así, por lo que no tenía tiempo para pensar en por qué estaba excitada.
No sabía qué hacer.
- Bésame. -Mina la miró de inmediato, casi pareciendo sorprendida. Ella sabía que Nayeon sólo se lo había pedido como un último chance desesperado por escapar; no era lo suficientemente ciega como para creer que lo había dicho en serio... Pero la duda en su cabeza crecía al recordar que Nayeon era un ángel, y los ángeles no podían hacer ese tipo de peticiones, más aún si eran falsas. La misma Nayeon había tratado de explicarle cómo funcionaban sus reglas, y era imposible que se estuviese contradiciendo.- Hazlo... Es lo que quieres, ¿no?
Mina miró sus ojos cristalinos de cielo, notando el obvio miedo de morir que se filtraba por sus cuencas. Lo haría, porque la deseaba innegablemente, pero la asesinaría a sangre fría si es que no la complacía lo suficiente. Después de todo, era la meta que le había prometido a su padre.
Mina se inclinó sin esperar mucho, enterrando sus muñecas con fuerza contra el suelo para afirmarse y apuntando su uña justo en su cuello, previniendo que escapase. Nayeon sintió su corazón acelerarse cuando Mina sólo rozó sus labios, jugando con su paciencia, hasta que tomó su labio inferior entre los suyos, besándola con anhelo, pasando la lengua por entre sus labios. Nayeon pedía al cielo porque su Dios no la castigase por estar besando a alguien sin amor, y encima, que ese alguien fuese un demonio.
Nayeon la escuchó suspirar cuando juntó la lengua con la suya, y tembló, sintiendo su cabeza desconectarse por un segundo.
Mina la seguía besando como si estuviese necesitada, y no era aquello lo que le sorprendía exactamente. Lo que lo hacía, era que Mina ni siquiera estuviese tratando de tocarla o empujar sus caderas contra las de ella para hacerle saber que estaba excitada.
Sintió un calor extenderse por sus piernas y respiró agitado, frenando sus emociones de golpe. No podía estar sintiendo aquello. No era parte de su plan ni de su ser. Rápidamente corrió su cara a un lado, mirando la pared. Mina sonrió, más que satisfecha y jadeante, besando su cuello y chupando su piel para dejar una pequeña marca rojiza.
Nayeon sintió cómo soltaba sus muñecas y dejaba que su uña volviese a su tamaño normal, como el de un humano. Y sin dejarla reaccionar, la empujó por los hombros con fuerza, botándola a un lado y arrancando de sus manos hasta entrar a su cuarto, donde rápidamente cerró con seguro.
Se apoyó contra la puerta, contando hasta diez. Si Mina no aparecía en su cuarto, estaba salvada. Sino, moriría hiciese lo que hiciese.
Pero Mina no apareció.
━━━ 🎀 ━━━
Nayeon se encontraba tomando aire en la montaña más alta de su ciudad, abrigada sólo con un suéter delgado y unos pantalones jeans. Era consciente de que no debía utilizar sus habilidades para llegar hasta allí, pero no había roto las reglas del todo; no lo había hecho para su conveniencia ni para su desgracia, aparte de que nadie la vio, por lo que no traería consecuencias.
- Tan bonita y tan solita... -Nayeon cerró los ojos, tragando. Le hartaba saber que Mina estaba en su búsqueda incluso en lugares impensables.
- ¿Qué es lo que quieres? -Preguntó, sin siquiera voltearse a verla. Estaba sentada al borde de la montaña y sabía que Mina estaba justo detrás de ella, y pronto una visión de ella empujándola por el acantilado se hizo presente.
Se tensó.
Tenía que aprender a cómo responderle.
- Vine a hacerte compañía. -Mina sonrió de forma ladina, hincándose y pasando sus piernas a cada lado de su cuerpo. Tomó su cintura con una fuerza moderada y trató de tirarla a su pecho, pero Nayeon se resistió.- Vamos, bonita, sólo quiero abrazarte...
Nayeon no se fiaba para nada, no podía dejarse abrazar cuando fácilmente podía quebrarle las costillas. Aparte, con la visión que acababa de tener, no podía confiar en que comenzaría a comportarse de manera más amable luego de aceptar cualquier cosa que le propusiese. Ni siquiera luego de aquel beso parecía haber cambiado algo.
- Mina, quiero estar sola. -Mina hizo un falso mohín para sí misma, volviendo a tirarla hacia su pecho.
- Imagina que sólo soy una inocente silla que quiere que te sientes encima... -Nayeon suspiró.- Te prometo no hablar... Nada de nada... -Gruñó al no escuchar una mínima respuesta, apretando su agarre alrededor de su cintura.- Respóndeme, Nayeon... Empiezo a creer que te gusta verme molesta.
- No me gustas de ninguna forma.
Mina rió, decidiendo por soltarla al fin. Se apoyó de sus manos, tirando su cabeza hacia atrás y lamiéndose los labios.- Sigue mintiéndote a ti misma...
El silencio las acompañó, ambas sumergiéndose en pensamientos completamente distintos; Nayeon pensaba en las diversas formas de hacer que Mina desapareciese, y Mina no podía dejar de mirar su espalda y su delicado perfil, imaginando las mil formas de hacer que la punta de su miembro tocase profundamente en su interior. Que tuviesen sexo era casi imposible, pero alucinaba con sólo imaginarla en las millonésimas de posiciones que podría tenerla.
Nayeon sintió su espalda comenzar a doler, por lo que suspiró pesadamente, detestando que Mina estuviese tras ella. Si tan sólo no estuviese, ya estaría recostada en el piso, mirando las nubes.
- Myoui, ¿puedes sentarte en otro lugar?
- Nop. -Sonrió, cínica.- ¿Te duele la espalda? Ya dije que puedes acostarte sobre mí.
- Será mejor recostarme sobre rocas...
- Si quieres sufrir quebraduras de hueso, adelante... -Murmuró con diversión, desviando su mirada hacia los árboles altos.
- ¿Acaso tú no me provocarías lo mismo? -Preguntó, mirándola por el rabillo del ojo.- Eres nacida de un mal, es imposible que no sientas deseos de torturarme.
- Im, eso no es cierto. -Volvió a reír, atreviéndose a estirar la mano para acariciar la curva de su cintura. Sus deseos con ella, estaban lejos de girar entorno al sadismo. La asesinaría, pero no por querer torturarla.- Acuéstate, Nayeon. No te haré nada.
Nayeon lo consideró, suspicaz. Su espalda realmente dolía y estaba dispuesta a recostarse, pero le preocupaba que nada velara por su seguridad.
Cedió.
Mina se puso derecha, esperando que su espalda chocase contra su pecho. En cuanto lo hizo, envolvió ambas manos en su cintura, acariciando su abdomen con la punta de sus dedos.
- Estás muy tranquila... - Nayeon escupió, a la defensiva.- No me agrada, no sé qué estás tramando...
- No estoy tramando nada... -Respondió, dejando que el aire fresco enfriase un poco sus mejillas.- Tuve una orgía y fue increíble. -Suspiró, cerrando sus ojos para recordarlo.- Me siento tan en paz...
- ¿En paz? -Preguntó, algo irritada.- Ni siquiera entiendes el concepto de paz. Si vas a relacionar el sexo con la paz, entonces ten sexo con amor y no por simple entusiasmo.
Mina apretó los labios, conteniendo sus ganas de reír.- ¿Y eso lo dices tú, una persona que ni siquiera se ha tocado a sí misma?
Nayeon frunció el ceño, sintiéndose fuera de lugar con lo que había dicho.- Lo que dije es un hecho. Puedo saber cosas sin necesidad de practicarlas.
- Nayeon. -Habló un poco más alto.- ¿Crees que me importa amar a alguien? Elegí penetrar porque adoro cuando las chicas se corren con mi polla dentro o me toman en su boca. -Los demonios nunca se habían tomado la molestia de preocuparse por su entrepierna, sólo habían buscado su placer para cuando cometieran actos infames. Aún así, tenían un sexo predominante, y Mina era hembra. Se notaba por las zonas específicas de su cuerpo y por sus cuernos, los cuales eran mucho más delgados y oscuros en la punta; los de los machos eran mucho menos estéticos y más curvados... Y si Mina había podido transformar algo tan vago como lo era su uña en una filosa arma en cuestión de segundos, hacerlo con su entrepierna no era distinto.- No me importa lo que creas, ni tú ni nadie me dirá cómo tener sexo. Lo seguiré haciendo como se me plazca, hasta que no quede una gota de mi ser.
Nayeon apretó la mandíbula, incómoda y molesta.
- No quiero saber más.
Mina se agachó hasta apoyar su barbilla sobre su hombro, respirando el aroma de su cabello con suavidad.- Podemos practicar algo para que entiendas mejor de lo que hablo. Quizás sólo necesite meter la mano dentro de tus pantalones...
Nayeon trató de enderezarse, pero Mina la sujetó con fuerza, manteniéndola allí.- No quiero que me toques...
- Lo que tú me pidas, Nayeon. -Susurró, besando suavemente su mandíbula.
El silencio caló nuevamente, y Mina no tardó en soltar su agarre, resignada una vez más a que no tendrían sexo. Nayeon se preparó para levantarse, pero antes, habló:- ¿Por qué me persigues?
Mina lo pensó, para su propia sorpresa, por varios segundos. No tenía una respuesta preparada, por lo que se encogió de hombros con desinterés.- Me siento atraída y excitada por ti incluso cuando dices que te causo asco. No paro de imaginar cómo sería tenerte desnuda, dispuesta para mí... -Entreabrió los labios, volviendo a recrear su único y exquisito beso.- Sólo deseo que me dejes follarte, Nayeon.
Nayeon se levantó, afectada, negando con el ceño fruncido de rabia.- No quiero que me busques más. -Mina parpadeó, levantándose y siguiéndola.- Tengo trabajo en la tierra, y tú comienzas a retrasarlo.
Mina gruñó, tomando su muñeca para detenerla. Nayeon se veía enfurecida, sus labios húmedos, respirando pesado. Mina se satisfizo con ello, pensando en la infinidad de gemidos que podría arrancarle si tan sólo la aceptase. Entreabrió sus labios también, enardecida con su faceta desagradable.
La encendía como ni ella misma podía entenderlo.
- ¿No quieres que te busque más? -Se complació, acercándose sólo unos pasos y soltando su muñeca. Nayeon ni se inmutó con su cercanía, observándola sin dejarse intimidar.- Aunque no te vea, sé cada emoción que tiene tu cuerpo, Nayeon. Cavas tu propia tumba al alejarme, porque sólo sabré cuánto me necesitas... -Se alejó, regocijada.- Desapareceré tanto tiempo que serás tú la que me busque.
━━━ 🎀 ━━━
Mina había cumplido su palabra.
Habían pasado dos meses completos desde la última vez que Nayeon la había visto, y a decir verdad, todo marchaba casi igual.
Nayeon cocinaba sin mucho interés, meneando el omelette que estaba a punto de desayunar. No tenía apetito, pero sabía que tenía que comerlo para mantenerse estable durante el día.
Sus semanas habían sido tranquilas. Por el día trataba de avanzar con su encargo, y por la noche podía conciliar el sueño sin sentirse acechada ni mucho menos anhelada... Pero eso había forzado a hacer sus días rutinarios. No hablaba con nadie ni sostenía lazos con nadie más que para comprar sus insumos. No tenía permitido socializar de ninguna forma, ni siquiera con su sucesor, y todo para prevenir catástrofes. Consideraba que Mina era el ser más inaguantable que había conocido, le parecía repugnante y poco agradable, pero era la única que realmente parecía haberle prestado atención.
Apagó la cocina cuando un malestar se acogió en sus entrañas. Una visión destructiva pasando rápidamente frente a sus ojos.
Se volteó, con la esperanza de encontrar a Mina tras ella, sonriéndole con cinismo y una mirada, aunque sea, asesina... Pero ella no estaba allí.
Y ella no era la que estaba en peligro.
No tardó en tomar su suéter con capucha, saliendo de su departamento con pasos apresurados.
Corrió hasta donde sus sentidos la guiasen, un dolor en su cabeza volviéndose enfático cuando se quedó de pie, justo donde debía estar sucesor en peligro.
No tardó en tomar su suéter con capucha, saliendo de su departamento con pasos apresurados.
Corrió hasta donde sus sentidos la guiasen, un dolor en su cabeza volviéndose enfático cuando se quedó de pie, justo donde debía estar sucesor en peligro.
- ... Al callejón. -Tembló al escuchar aquella voz demandante que ya conocía, tratando de hallarla.- Mátenlo allí dentro.
No tardó en percibir su corazón queriendo escapar por su boca, nerviosa e intranquila al darse cuenta de lo que estaba pasando. Mina estaba a punto de matar al humano que tenía que guiar, y no podía terminar de procesarlo.
- Suéltalo. Ahora. -Mina y el resto de su pandilla humana, se voltearon a verla con incredulidad. La sonrisa de Mina se estiró, contenta, haciendo un gesto para que su pandilla ni se le ocurriese tocarla.
- ¡Nayeonie! -Fingió emoción, acercándose hasta quedar frente a ella. - ¿Necesitas algo? -Nayeon la miró con aversión y rabia, provocando que sintiese una corriente de satisfacción.- Ya veo... Vuelve a tu departamento y espérame con las piernas abiertas.
Nayeon la empujó por el pecho, amargada de sobremanera.- Myoui, suéltalo ahora.
Mina se lamió los labios, desagradada con su mandato.- ¿Por qué te haría caso? -Nayeon apretó la mandíbula, conteniéndose.- ¿Por qué tendría compasión por un inútil?
- ¡Sólo suéltalo!
- ¿Por qué, Nayeon? -Preguntó una vez más, seria.- ¿Por qué debería tener compasión por un abusador?
Nayeon quedó atónita, mirándola con firmeza antes de gruñir:- ¿Siquiera tienes idea de quién es él?
Mina creyó entenderla, como si hubiese reconocido el porqué de su tono exasperado. Chasqueó los dedos hacia su pandilla para que dejasen a aquel hombre tirado en el suelo, aún sin rasguños.- Quizás no lo sepa. Dime quién es, Nayeon...
Nayeon la observó, queriendo golpearla por ser tan descarada incluso en un momento tan decisivo como este.- Te dije que guiaba a los perdidos. Mina. Él es mi única meta ahora. Necesito que lo suelte-
- ¿Guías a los perdidos? -Protestó, horriblemente desagradada, acercándose unos centímetros más.- ¿Acaso tu Dios te contó las barbaridades que ha hecho este hombre? No tiene salvación, ni siquiera deberías estar cuidándolo.
- ¡¿De qué estás hablando?!
- ¡¿No sabes lo que es un abuso, Nayeon?! -Mina tomó el cuello de su suéter, estampándola contra la pared sin cuidado. Nayeon la miró con un odio palpable, haciéndola temblar.- ¡Lo vi haciéndolo, Nayeon, no lo defiendas!
- ¡¿Y tú te crees alguien ejemplar?!
Mina la miró, respirando pesado.
Por primera vez, se había sentido verdaderamente herida.
- Nunca haría algo así... -Se alejó con desprecio, sintiendo las náuseas en su garganta, no pudiendo creer que siquiera le haya insinuado algo como eso. Su corazón caliente e insensible sintió una punzada de remordimiento, queriendo sacarla de su vista lo más pronto posible. Ella estaba más que consciente sobre sí misma, y admitía con toda sinceridad que no era alguien de fiar, pero siempre había sido selectiva. Jamás había asesinado a alguien por el mero placer de hacerlo, aunque cuando le hiciese, siempre lo hacía a sangre fría. Tampoco había abusado de alguien, porque aquello le parecía una tortura.- ¿Lo estás diciendo por haber entrado a tu habitación o por querer tocarte? -Nayeon exhaló pesado.- Te he dicho que no puedo provocar a quien no quiere ser provocado... Esperaba que te dieses cuenta, pero se nota que estás cegada con tus creencias.
Nayeon se tensó, en un estado de negación con su sola presencia.
- ¡Nunca he querido ser provocada! -Gritó, colapsada.- ¡Tratas de hacerme creer que no eres tan mala, pero estuviste a punto de asesinarme más de una vez!
- ¡¿No te das cuenta de que tu Dios te está tomando por estúpida?! -Gruñó, frustrada.- ¡¿Tu Dios perdona un ser como este, por qué no te perdonaría por tener sexo?! -Nayeon apretó los dientes.- ¡¿Cómo esperas a que te quiera viva si lo estás protegiendo?! -Mina, sin importarle el valor que tenía para Nayeon, pisó la cara del hombre con una fuerza desmedida, reventándosela al instante.
La respiración de Nayeon se cortó, temblando de angustia al ver a su sucesor muerto sobre el suelo.
Había asesinado a la única persona que podría ayudarla. ¿Cómo cumpliría su misión ahora? Peor aún, sabía que ya había fallado rotundamente y no sabía cómo arreglarlo. No tenía nada a su alcance para excusarse.
Retrocedió, recelosa, cuando Mina trató de acercarse. Congeló los segundos, sin importarle si tenía prohibido hacerlo, dejando escapar sus alas y apretando su mandíbula con rabia.- Te imploro la muerte, Myoui Mina. No mereces el aprecio de nadie, ni siquiera de tu propio padre.
Mina esta vez ni siquiera sonrió con suficiencia. No le parecía divertido. Su rostro se veía frío, llena de remordimiento desde la punta de sus pies hasta la punta de sus cuernos.
Nayeon voló sin pensarlo, cayendo de rodillas sobre el suelo de su departamento. Respiraba tembloroso, incapaz de entender por qué le había pasado aquello justo cuando quedaban unos días para culminar. Después de tanto trabajo y noches eternas intentando cuidarle la espalda para que nada le pasase, había sido asesinado por el único ser que creyó, por un instante, extrañar a pesar de su pútrido interior. Lo único que tenía a su favor, era que Dios sabría lo que había ocurrido y sabría sobre la existencia de Mina. Era su única excusa para justificar su derrota.
━━━ 🎀 ━━━
Nayeon se estaba bañando con el agua congelada, tan helada como su delgado cuerpo le permitiese. Miraba las baldosas, ida, completamente rendida a lo que sea que pasase desde ahora en adelante.
Su vida de ángel estaba completamente arruinada.
No podía llorar porque sus emociones no se percibían al igual que un humano, pero podía sentir una característica sensación de angustia estrujándole la garganta.
Odiaba a Mina, y odiaba saber que su destino hubiese estado conectado de cualquier forma.
Si lo que Mina había dicho era cierto, entonces, aunque no la hubiese acorralado contra la pared aquella noche, se hubiesen encontrado igualmente para ver cómo asesinaba a su sucesor. Sólo era cuestión de tiempo para calzar.
Pero, aunque le costase admitirlo, hubiese deseado haberla conocido sólo para verla asesinar a su humano, porque después de todo el tiempo que se vio acechada por ella, trajo consecuencias inevitablemente. No podía parar de pensar en lo honesta que se había visto cuando le dijo todas esas cosas, y si no hubiesen conocido, no le hubiese creído ni un pelo. No como lo estaba haciendo ahora.
Un calor se acopló en su espalda descubierta, insistente, y miró por sobre su hombro con desánimo, viendo a Mina, igual de desnuda, mirando su perfil sin siquiera parpadear.
Estaba tentada a voltearse y gritarle un sinfín de cosas, pero negó para sí misma. ¿De qué serviría si ella no iba a entender nada de su sufrimiento? Cerró el agua, abriendo la cortina para deslizarse fuera y envolverse en una toalla.
Una vez llegó a su cuarto, cerró la puerta con seguro para su precaución, pero en cuanto se giró, vio a Mina apoyada sobre su mueble, esperándola, vestida y con el cabello seco.
Ni se cuestionó el por qué estaba allí, pasando de ella completamente y recostándose sobre su cama. Sabía que estaba tratando de persuadirla para su conveniencia, pero no sabía qué haría y ni le importaba. Lo único que quería era que se fuese para poder quitarse la toalla y dormir.
Mina, percibiendo una sensación insólita carcomiendo sus vísceras, se dirigió hasta quedar al borde de la cama, tirando las sábanas con fuerza para destaparla. Nayeon se apoyó sobre sus manos, alzando la voz con la rabia que había tratado de ocultar:- ¡¿Qué haces, imbécil?!
El primer error de Nayeon había sido maldecir.
Mina encajó su mandíbula, apresurándose a subirse sobre sus caderas y tomar sus muñecas con fuerza para ponerlas sobre su cabeza. Sabía que Nayeon trataría de zafarse, y no podía permitírselo ahora que ya no quedaba tiempo.
Tal y como predijo, Nayeon se removió, tratando de escapar de sus garras como fuese posible. Mina se inclinó, estampando sus labios con los suyos sin esperar una mínima aprobación.
Nayeon corrió la cara de inmediato, rezongando. No entendía por qué, aún después de todo lo que había pasado, Mina insistía en tenerla.
- Bésame. - Pidió, demandante.- Es lo único que quiero, Nayeon. Quiero tomarte y que dejes de pensar en que todo es pecado.
- Mataste a mi único sucesor, maldita bastarda. -Dijo entredientes, tomando fuerzas para soltarse.- Suéltame, Mina. Ahora.
- Se lo merecía. -Habló, enervada, apretando sus muñecas hasta inmovilizarla.- ¿Por qué sigues aquí a pesar de haber fracasado, Nayeon?
Nayeon respiró pesado, frunciendo el ceño.- No sé qué estás diciendo, pero cállate de una vez.
- Ya tuviste tu derrota, ¿por qué tu Dios no te manda con él? -Dijo, mirando sus labios con persistencia, sedienta de su cuerpo.- ¿Quiere humillarte dejándote conmigo? -Y no lo estaba diciendo como si quisiese burlarse, lo decía con ira, como si quisiese hacerla entrar en razón.- No puedo provocar a quienes no quieren ser provocados, Nayeon. Si estoy aquí, es porque anhelas que esté aquí... -Posó su mano en su mejilla, poniendo uno de sus dedos sobre sus labios para entreabrirlos, y comenzar a deslizarlo hacia abajo, por su cuello.- ¿Por qué puedo tocarte sin que nadie te defienda? -Bajó hasta el nudo de su toalla, desatándolo suavemente. Nayeon respiró entrecortado, romoviéndose.- Estás idolatrando a un ser que no le importa tu protección. Te quiere amoldada para él, que seas su perrito faldero, pero sin darte nada a cambio. -Abrió su toalla, jadeando al verla desnuda y excitándose como si esa fuese su fantasía desde siempre. Sus senos se veían firmes y hermosos, la línea de su abdomen ligeramente marcada, y su centro maravilloso y delicado, expuesto para ella. Se acomodó mejor entre sus piernas, su erección latiendo con fuerza contra sus pantalones.- No te maté aún sabiendo que mi padre podría matarme por ello. Ahora sé una buena chica y abre tus piernas para mí.
Nayeon sintió la respiración atascarse en su garganta cuando Mina presionó sus caderas contra las suyas, embistiendo y cepillando su clítoris cuidadosamente.
Sus mejillas quemaron, un calor subiendo por toda su espina dorsal. Le avergonzaba haberse sentido estimulada y complacida, e incluso detestaba el hecho de que Mina la estuviese mirando fijamente, detallando cada una de sus expresiones con necesidad.
Mina, en un despiste, soltó el agarre de sus muñecas y bajó una de sus manos por su cuerpo, aferrándose a uno de sus senos y escondiéndose en su cuello, besándolo como si fuese su boca. Corría el riesgo de que Nayeon tomase la oportunidad para golpearla o empujarla, pero no le importaba... En cambio, Nayeon tembló, apretando sus manos y olvidando por completo las ganas que tenía de lanzarla por el balcón.
Mina sonrió, excitada, adorando que sus pequeñas manos no supiesen dónde colocarse. Empujó sus caderas, gimiendo desvergonzada contra su piel. Nayeon sintió su entrepierna humedecerse cuando dio una embestida más, una de sus manos aferrándose a la parte trasera de su muslo.
Mina bajó con húmedos besos por su clavícula, llegando a sus pechos para comenzar a abarcar uno dentro de su boca. Enterró los dedos en la carne de sus piernas, chupando y lamiendo alrededor de su pezón, escuchándola respirar tembloroso, sin una pizca de estar desagradada.
Su ángel por fin estaba cediendo a ser tomada por ella, sumisa y delicada.
Mina cerró sus ojos ante el pensamiento, seducida. Chupó la parte superior de sus senos antes de bajar con besos por su abdomen, dejando escapar su lengua para dejar una ligera línea de saliva hasta por sobre su ombligo. Besó su abdomen bajo, sujetando sus caderas con anticipación.
Nayeon miraba el techo con las mejillas sonrojadas, asustada de su propio sentir.
Pedía, rogaba y suplicaba, que si este era un pecado que no podría ser perdonado, que su Dios bajase y la matase en ese instante.
Mina besó y lamió el interior de su muslo, observándola temblar, sensitiva.- M-Mina... -Dudó en si debía decírselo a un ser sin raciocinio, tragando pesado.- Estoy asustada...
Mina se detuvo al escucharla, alzándose sólo un poco para verla y confirmar lo que le había dicho. Se acercó hasta su rostro, tratando tomar sus labios con los suyos y fallando cuando esta corrió la cara.- Por favor, abre tus piernas...
Nayeon volvió a tragar, insegura. Su actitud prepotente había caído hasta desparramarse en el suelo como un rompecabezas.- No estoy segura de hacer esto...
- ¿Realmente no quieres? -Habló, firme. No estaba molesta en lo más mínimo, al contrario, estaba preocupada. Era desagradable saber que su cabeza no podía aceptar su necesidad.- Puedo sentir lo excitada que estás, Nayeon... -Tomó su barbilla, su erección queriendo escapar de sus pantalones al verla tan dispuesta a ser tomada, aunque no lo admitiese.- Sé que estás asustada creyendo que recibirás un castigo, pero eso no pasará porque a tu Dios no le importa... -Murmuró, decidiéndose por insistir una última vez.- Voy a detenerme si me lo pides, pero si no quieres que lo haga, entonces déjame tomarte, Nayeon.
Manteniéndola allí para tratar de besarla, encajó sus labios, gimiendo cuando Nayeon le correspondió, temblorosa y muy nerviosa. Sus pensamientos llenos de dudas y religiones, la incapacitaban de sobremanera. No quería seguir por el miedo de decepcionar a su Dios, pero se sentía bien ser tocada por ella; la yema de sus dedos calientes, rozándola y apretándola con ganas, ansiosa.
Mina empujó sus caderas, tratando de que olvidase los repugnantes reglas de su cielo. De sólo pensarlo, la sangre le hervía, porque Nayeon merecía ser tocada hasta que su cuerpo colapsase, y quería ser ella quien lo hiciese... Pero era difícil considerando que no se dejaba ir.
Se separó de sus labios para bajar directo a su pelvis, abriendo sus piernas para pronto sumergirse entre ellas, descarada, chupando sus pliegues y pasando la lengua por su entrada. Nayeon apretó las sábanas, cerrando los ojos con fuerza. Se sentía extraña, sensible, y lo podía corroborar porque su cuerpo temblaba y su cabeza se bloqueaba de cualquier emoción que no fuese excitación. Mina pasó la lengua por su clítoris, envolviendo sus labios en él para chuparlo con delicadeza.
- M-Mina...
Mina jadeó al escucharla, recogiendo su humedad para deleitarse con su sabor. Nayeon era exquisita en toda su expresión, y la excitaba imaginarla viniéndose en su boca. Estaba impaciente por lograrlo, por lo que lamió con más rapidez, sujetando su cadera con fuerza para que no se le ocurriese detenerla.
Nayeon gimió bajo cuando succionó su clítoris, haciendo el intento de cerrar sus piernas, angustiada cuando una presión en su abdomen bajo comenzó a formarse. Mina lo supo de inmediato, moviendo su cabeza de arriba hacia abajo y de lado a lado, estimulándola con más fuerza.- Haz lo que tu cuerpo te pida...
Nayeon tembló, abriendo la boca para respirar entrecortado. No sabía qué era lo que su cuerpo le estaba pidiendo, porque era la primera vez que lo sentía tan necesitado, como si una desesperación estuviese gritando en su interior, obligándola a jadear.- D-detente... -Se tapó la boca con el dorso de la mano, gimoteando. Mina gruñó, enviándole corrientes aún más placenteras a su sexo.- P-por favor, detente... -No obedeció, dejando que su primer orgasmo se aproximase a su cuerpo. Con una de sus manos, agarró su erección, suspirando entrecortado ante las llamas que la envolvían. Estaba dura como roca, sus caderas anhelando estar empujando contra las suyas. Nayeon gimoteó una vez más, su espalda encorvándose con gentileza cuando sus paredes comenzaron a apretarse, una sensación deliciosa comenzando a enviarle espasmos en su cuerpo.- ¡A-ah! -Tomó aire, sus mejillas encendidas por el calor y la timidez. Sus ojos estaban cerrados, temblando sin cesar y sintiendo los labios de Mina todavía envueltos en ella, esta vez, sin bajar a lamer su excesiva humedad. Sólo buscaba prolongar su primer orgasmo hasta lo que pudiese, dejando que se lubricase con lo que fuese para poder penetrarla luego.- A-ah...
- Sabes tan rico... -Besó su pelvis subiendo por su cuerpo y llegando hasta sus labios, sumergiendo la lengua dentro de su boca sin esperar un segundo más. Nayeon tembló, su respiración no pareciendo querer volver a ser estable, y más si sus lenguas jugaban entre ellas.- ¿Quieres probarte?
Nayeon la observó con los ojos asustadizos, sin saber qué responderle. ¿Eso no era demasiado inmoral? Ya había sido lo suficiente impúdica al aceptar su boca y obtener su primer orgasmo en menos de cinco minutos.- ¿Q-qué...?
Mina besó su comisura, pasando la lengua por su mandíbula mientras que su mano serpenteaba hacia abajo. Antes de que siquiera tuviese tiempo de preguntarle qué haría, sumergió sus dedos en su interior con sumo cuidado, haciéndola tener un ligero espasmo y soltando un quejido. Mina retiró sus dedos húmedos, llevándolo a sus labios.- Abre la boca y chupa... -Nayeon entreabrió los labios, dejando que Mina los ingresase con los ojos brillantes, observándola maravillada cuando pasó su tímida lengua por entre sus dedos, chupando con gentileza.- Sería un placer que así me tomaras en tu boca... -Mina quitó sus dedos, besándola con más intensidad, comenzando a desabrochar su cinturón con impaciencia.
Se alejó sólo para quitar su suéter ajustado y bajar el cierre de sus pantalones. Nayeon se sentó en sus rodillas, y cuando Mina iba a lanzarla sobre la cama creyendo que iba a escapar, esta la sorprendió cuando la acarició por sobre la tela, sonrojándose. Rápidamente se calmó, alzándose sobre sus rodillas para que Nayeon la tocase como se le antojase. Por supuesto que pensó en detenerla para seguir complaciéndola, pero si ella quería tocarla, ¿quién era ella para negarse?
- Prométeme que esto está bien... -Mina se lamió los labios, mirándola desde arriba. Nayeon, a pesar de sonar asustada, bajó sus bóxer, tomándola entre sus manos con cuidado, totalmente inexperta.- Por favor, promételo...
Mina suspiró, tratando de empatizar con que ambas estaban en distintas situaciones. El sexo no tenía por qué estar mal, y aquello le parecía suficiente para asentir.- Lo prometo... Esto sólo estaría mal si no fuese consensuado, Nayeon.
- De acuerdo...
Nayeon, temblorosa, llevó sus labios hacia su glande, besándolo con delicadeza. Mina gimió de inmediato, acariciando su cabello y evitando tirarla hacia sí en un reflejo involuntario. Si Nayeon quería ser gentil, dejaría que lo fuese.
Pasó la punta de su lengua alrededor, cerrando sus ojos cuando tomó un par de centímetros dentro de su boca. La textura era suave y agradable, y se preguntaba de manera insistente si lo estaba haciendo bien o no, aunque no hubiese hecho mucho. Subió hasta la punta, volviendo a bajar con lentitud, abarcando un poco más de la mitad. Se detuvo un segundo, chupando, poniendo una mano sobre su cadera y la otra sujetando la base de su miembro. Gimió bajo cuando Mina habló:- Lo haces tan bien... -Sentía sus manos tirando los mechones de cabello hacia un lado, acariciando su mejilla, complacida.- Tu boca se siente mejor de lo que imaginé, Nayeonie... -Nayeon respiró agitado, su entrepierna humedeciéndose con sus palabras. Hizo un dulce vaivén de arriba hacia abajo, incentivada a hacerlo mejor. Pasó la lengua a lo largo de su erección, explorándola, mirándola sólo para consolidar de que sus expresiones fuesen de genuino placer. Imitando lo que había hecho aquella vez que se tocó a su lado, la masturbó mientras sus succiones se volvían más rápidas, la lascivia apoderándose de su cuerpo sin vuelta atrás. Mina entreabrió su boca, jadeando cuando chupó con más ímpetu, aunque queriendo detenerla para poder recostarla y sumergirse entre sus piernas.
Alzó su barbilla, agachándose para atrapar sus labios en un beso necesitado. Sonrió suavemente cuando la sintió corresponderle con la misma intensidad, chupando su labio inferior.
¿Quién dijo que ella era un ángel?
Nayeon, sin soltar su miembro, se alzó en sus rodillas para besarla mejor, sintiendo el brazo de Mina cruzarse por su espalda y comenzar a recostarla con cuidado, abriendo sus piernas para acomodarse entre ellas. Mina quitó sus pantalones y sus bóxer, quedando desnuda finalmente. Besando la piel de su cuello con suavidad, acarició sus costillas, susceptible. Las manos de Nayeon se sujetaron de sus antebrazos, nerviosa e insegura, sintiendo cómo Mina alineaba la punta de miembro entre sus pliegues.- M-Mina... -Enterró sus uñas, no porque sintiese dolor o incomodidad, sino porque realmente estaba asustada.
- Tranquila... -Mina rozó sus labios, empujando los primeros centímetros hasta que el aire quedó atrapado en su garganta. Nayeon giró la cabeza, cerrando los ojos y dejando que se sumergiese por completo. Estaba indolora, estrecha pero indolora, y completamente llena. Mina, a pesar de haberlo notado por sus reacciones, se detuvo a esperar a que se acostumbrase. De cierto modo, casi se sentía fuera de lugar, porque lo suyo no era ser gentil. Era la excepción por el hecho de que se sentía genuinamente ardiente, sobre todo porque era un ángel corrompiéndose gracias a ella. Lo estaba disfrutando, y eso le gustaba.- Oh, Nayeon... -Embistió, haciéndola gemir bajo. Necesitaba apresurar un poco el paso, porque estaba tan ansiosa como excitada. Sujetó sus muslos, volviendo a embestir.- Haré que te corras hasta que no quieras más...
- Oh... -Mina se sujetó de su cintura, alzándose para comenzar a empujar sus caderas y llegar a lugares más profundos. Nayeon tembló, tapándose la boca con el dorso de la mano, jadeando con algo de vergüenza.
Mina tomó su mano, quitándola para que no volviese a taparse. Quería verla por completo, admirarla hasta que gritase y que su cuerpo quedase hipersensible. Aceleró ligeramente el ritmo, acariciando sus senos con la presión justa, poniendo sus pezones por entre sus dedos.
Nayeon sintió de inmediato una palpitación en su centro, haciéndola apretar sus piernas alrededor de sus caderas, mirándola sólo para toparse con sus ojos fijos en ella. Nuevamente, la observaba como si no quisiese perderla de vista ni un segundo.
Mina dio una estocada precisa, enterrándose con fuerza hasta que la punta de su miembro rozó una de sus zonas más vulnerables. Nayeon tembló, buscando su brazo para sujetarse ante su exasperación. Sintió cómo Mina lo volvió a hacer, abriendo la boca para gemir bajo.
- Me estás apretando... -Se lamió los labios, poniendo los puños a cada lado de su cuerpo para comenzar a embestirla, rápido, viéndola jadear, con su vena del cuello resaltando casi de forma artística.- ¿Vas a correrte de nuevo? -Sonrió, besando y pasando la punta de su lengua por la comisura de sus labios, sus choques sonando con sutileza y sus pieles sudorosas pareciendo más relucientes y apetecibles que antes.- ¿Tanto te gusta tener mi polla dentro?
- P-por favor... -Suplicó, frunciendo el ceño y tirando su cabeza hacia atrás.- Por favor, n-no hables...
- ¿Por qué? Quiero decirte lo exquisita que te sientes... -Nayeon gimió, apretando sus paredes de forma involuntaria. Odiaba que su lujuria desbordante y sus palabras obscenas sólo la excitasen, pero no sabía cómo detenerlo. No quería hacerlo, no si su Dios había ignorado cada una de sus plegarias. Mina tomó su barbilla, acelerando sus movimientos un tanto más brusca, entrando y saliendo de ella a la par de sus senos dando dulces botes.- Oh, Nayeonie...
- M-Mina... -Mina jadeó, acariciando sus labios con los suyos, sabiendo que estaba a punto de venirse. No habían pasado más de treinta minutos y ya había logrado que se acercase a su segundo orgasmo... Y lo mejor, era que eso no sería todo. Le había dicho que la haría acabar hasta que su cuerpo colapsase, y lo cumpliría.- M-Mina, a-ah... -Nayeon se aferró a sus bíceps, temblando cuando su abdomen bajo comenzó a cosquillear. Mina bajó hasta su cuello, chupando la piel hasta dejarle suaves marcas rojizas, provocándole un gimoteo quebradizo.- ¡A-ah! -Mina entreabrió la boca, gimiendo cuando sus paredes asfixiaron su miembro, apretándolo con fuerza y su cuerpo llenándose de espasmos estimulantes. Nayeon estaba acabando, y no podía creer lo delicioso que sentía a su alrededor. Sumergió la lengua dentro de su boca sin pedir permiso, y sin dejar de mover sus caderas, sintió su dureza volverse irrompible.
- Te siento tan mojada... Estás chorreando por mí, ¿lo sabes? -Nayeon siguió temblando, su cuerpo sintiéndose más frágil de lo normal. Mina, aunque consciente de que ya estaba un tanto agotada, seguía queriendo penetrarla hasta desmayarla. Su miembro palpitaba en su interior, motivándola a seguir.- Móntame...
- ¿Q-qué...? -Mina pasó la mano por su espalda para mantener sujeta su cintura, volteándolas. Nayeon quedó inmóvil, recostada sobre su pecho, respirando pesado.
- Salta sobre mí, quiero seguir... -Mina tomó sus mejillas, levantándola con cuidado y quitando los mechones de cabello adheridos a su frente. Alzó sus caderas de forma inconsciente, viéndola fruncir el ceño. La excitaba su rostro somnoliento combinado con algo de lascivia.- Estás tan frágil...
- No sé hacerlo... -Apoyó sus manos a los lados de su cuerpo, observándola con las mejillas encendidas.
- Sólo... -Tomó sus caderas, manteniéndola firme sobre su miembro.- Mueve tus caderas de adelante hacia atrás... -Nayeon se puso en posición recta, obedeciendo, todavía insegura. Mina la guió, entreabriendo los labios cuando sus caderas comenzaron a moverse naturalmente, complaciente.- Levanta tus caderas y luego déjate caer, hazlo suave... -Nayeon se sujetó de su abdomen, un pequeño espasmo recorriéndola cuando subió y bajó por su miembro. A pesar de sentirse un tanto cansada, su cuerpo respondía ante las estimulaciones que le estaba regalando, sumisa. Gimió cuando Mina agarró su culo, tirándola contra ella hasta enterrar hasta su último centímetro.- Dime cómo se siente, Nayeon...
Nayeon sintió sus mejillas quemar, alzando sus caderas y dejándose caer, suave. Se detuvo cuando sus manos calientes amasaron su trasero, un escalofrío recorriéndola hasta su centro y dejándola incapaz de pensar con claridad. Tragó, dejando escapar un delicado jadeo, retomando sus movimientos.
- Mina... -Mina aún sujetando su trasero con una de sus manos, subió la otra por su cintura, acariciando sus costillas hasta tener uno de sus senos contra su palma. Nayeon volvió a tener un suave espasmo, aumentando sus saltos y dejándose tocar a su disposición.
- Dímelo.
- A-ah... -Mina alzó sus caderas, ayudándola a penetrarla. Nayeon, tímida, posó su mano sobre la suya, manteniéndola firme en su pecho, como si quisiese tenerla cerca de alguna manera. Mina sintió su boca secarse, siendo cortés al aceptarla y no quitar su mano. Nayeon era principiante, su única defensa era buscar el contacto físico para sentirse más segura.- ¡Ah!
- Nayeon... -Gimió, su miembro palpitando con fuerza con cada sonido húmedo. Miró su miembro entrando y saliendo de ella, notando el interior de sus muslos blanquecinos, empapados de fluidos.- Estoy siendo gentil, por favor, dime cómo se siente...
Nayeon se agachó hasta sus labios, temblando cuando Mina sujetó sus caderas, manteniéndola allí para follarla y hacer resonar sus pieles. ¿Tenía que responderle? La impaciencia en sus ojos parecía el reflejo de su desesperación por una respuesta, incrustando sus dedos en su carne hasta dejarlos marcados.
- N-no lo sé- ¡A-ah! -Sollozó de placer, frunciendo el ceño cuando Mina la embistió con fuerza, sin piedad, sus senos rebotando contra los suyos. Esa no era la respuesta que quería escuchar y se lo había hecho saber.- ¡Oh! P-por favor, detente- ¡A-ah! -Mina tomó sus labios entre los suyos, ignorándola, chupando su labio inferior cuando no pudo corresponderle por culpa de los gemidos; escapaban de su garganta como si no pudiese contenerlos, sus brazos volviéndose inestables al sentirse sobre estimulada.- S-se siente b-bien, oh... -Mina la sentó sobre su miembro, ruda, respirando agitado y con las mejillas sonrojadas. Se había sentido tan delicioso haber sido un poco más agresiva, y que eso sólo la hubiese humedecido más, se sentía aún mejor.
Nayeon apoyó su frente contra su cuello, su sexo a tan sólo unas embestidas más para comenzar a preparar su orgasmo.- ¿Se siente bien? -Nayeon asintió como pudo, jadeando.- Ponte derecha y comienza a follarte tú sola, Nayeon... -Soltó las manos de su cuerpo, esperando a que la obedeciese.
¿Se había molestado?
- N-no... -Nayeon trató de buscar su contacto, encontrándolo de inmediato.- Por favor...
- ¿Por favor qué?
Nayeon entreabrió la boca, necesitada.- No dejes de tocarme... -Mina la admiró, su miembro dando un brinco en su interior.
- Repítelo.
Nayeon tragó, su rostro siendo levantado para que la mirase fijamente. Cerró los ojos, apoyando su mejilla contra su palma.- Tócame...
Mina gimió, apoyando las manos en sus caderas y sonriendo imperceptible. Apreciar a Nayeon anhelante por ser tocada, y sólo por ella, la ponía casi al borde. Estaba segura de que su Dios, si es que realmente le importaba el bienestar de Nayeon, estaba ardiendo en rabia al saber que tenía poder sobre ella y que podría hacer lo que quisiese con su cuerpo.
- Voy a tocarte, pero ponte derecha y salta sobre mi polla. -Nayeon apretó sus paredes, acatando con las manos temblorosas. Mina volvió a sonreír, satisfecha. Si Nayeon estaba sometiéndose a todos sus mandatos sin chistar, entonces ella también la complacería. Tomó su mano y entrelazó sus dedos con delicadeza, sujetándola de forma gentil para que se sintiese calada íntimamente. Nayeon suspiró, pareciendo que aquello era todo lo que quería, comenzando a dar pequeños saltos.- Me excita que estés buscando cariño en un ser como yo... -Nayeon enrojeció, saltando con más rapidez y apretando sus manos enlazadas.- Tan hermosa... Nadie se hubiese imaginado a un ángel como tú tomando mi polla.
- ¡A-ah! -Mina sujetó su cadera con firmeza, sintiendo sus paredes volverse más estrechas a su alrededor. Gimió, alzando sus caderas para apresurar su tercer orgasmo, deseándolo más de la cuenta. Sus senos no tenían el tiempo de rebotar por completo antes de que otra embestida la siguiese, y aquello parecía gustarle a ambas, sobre todo a Mina, quien no podía dejar de mirar todo su cuerpo a punto de culminar.- ¡Mina! -Su cuerpo tembló con espasmos mucho más fuertes que las veces anteriores, corriéndose hasta hacerla sollozar. Trató de levantarse y sacar su miembro, sensitiva al tenerla dentro, pero Mina se lo prohibió, queriendo sentir cada uno de sus apretones.
- Oh, Nayeon... -Casi estuvo al borde de salpicar su esperma, pero se contuvo a último momento, queriendo verla acabar una vez más.
- Oh... -Mina la recibió cuando cayó sobre su pecho, acariciando su espalda baja, sin soltar sus manos entrelazadas. Su cuerpo seguía temblando, sensible y cansado. Frágil como una copa de cristal.
- Tranquila... -Se lamió los labios, disfrutando de sus paredes apretándose con menos intensidad. Se afirmó a su cintura, sentándose, acariciando su nariz por sobre su oreja. Nayeon seguía en su cuello, respirando pesado.- Mírame. -Nayeon hizo caso, mirándola con los ojos entrecerrados y las mejillas completamente sonrojadas. Mina atrapó sus labios, sedienta, aún esperando por acabar.- Ponte boca abajo...
- P-por favor... -Suplicó, soltando sus manos para abrazar firmemente su cuello.- No más...
Mina gimió bajo, inhalando su aroma dulce. Que le suplicase sólo la encendía.
- Sólo una más... -Las volteó, besando su mejilla y su mandíbula húmedamente, extasiada, mientras se ponía sobre ella.- Ponte boca abajo y empina tu culo para mí, Nayeon...
Nayeon tuvo un ligero espasmo cuando Mina, después de tanto tiempo, salió de su interior, sujetando la base de su miembro que estaba duro. Nayeon, con su cuerpo débil de sobremanera, se volteó, pegando su mejilla en la almohada, incapaz de poder sujetarse de sus brazos y quedando en una posición perfecta, como si no fuese la primera vez que lo intentaba.
Mina apretó con fuerza su miembro, viendo sus fluidos deslizándose tímidamente por su muslo. No le importó su estado vulnerable y posó la punta de su miembro en su entrada, sumiergiéndose hasta que nada quedó fuera. Nayeon frunció el ceño, temblando con los ojos cerrados.- M-Mina, por favor...
- No hables de esa forma. -Agarró su cadera con autoridad, comenzando a penetrarla suavemente. Su voz armoniosa sonaba como un ruego, y no de sufrimiento.- Sólo me provoca seguir follándote, Nayeon. ¿Eso es lo que quieres?
- Oh... -Mina jadeó con su gemido, aumentando el ritmo sin esperar a que su cuerpo reposase un segundo, adorando su trasero rebotando contra sus caderas.
Ver su miembro desaparecer entre sus pliegues, la hacía alucinar, una llama encendiéndose en su abdomen.
Amasó su carne, controlando sus impulsos de querer nalguearla hasta dejar su mano marcada. Ya estaba siendo lo suficientemente desconsiderada al seguir dándole estocadas después de tres orgasmos, como para seguir queriendo aumentar su brusquedad.
Nayeon se dejó, sus paredes acogiéndola sin problemas a pesar de que su cuerpo estuviese al borde del colapso. Frunció el ceño cuando Mina dio una seca embestida, escuchándola gemir ahogada.
- Voy a correrme... -Nayeon sintió un escalofrío en su espina dorsal, dispuesta a recibirla cuando lo hiciese.- Pero no lo haré hasta que tú lo hagas primero...
- M-Mina... -Mina besó su espalda, sabiendo perfectamente lo que trataba de decirle.
Estaba agotada, ¿pero y qué? En su cabeza creía que su cuerpo era multiorgásmico, por lo que podría resistir uno más.
- Apóyate en el cabecero... -Mina la sujetó con fuerza, no recibiendo ninguna respuesta de su delgado cuerpo.- Nayeonie, por favor...
Y Nayeon, a pesar de que ya no podía resistir su propio peso, aceptó ser levantada sólo porque se lo había pedido por favor. Sus brazos trémulos se sujetaron del cabecero, y sintió de inmediato cómo Mina la abrazaba por la espalda, su mano caliente pasando por su abdomen para dirigirse hasta su clítoris.- M-Mina... -Sujetó su muñeca con desespero, su cuerpo volviendo a temblar cuando Mina comenzó a embestirla a un ritmo acelerado.- N-no- A-ah... -Sus dedos cepillaron su botón en círculos, presionando ligeramente para estimularla mejor.
- Estás tan mojada... -Nayeon sintió su otra mano corriendo su cabello hacia un lado con gentileza, besando su espalda brillante por el sudor. Pronto su mano la pasó por entre sus senos, tomando su cuello y tirándola hacia atrás para que se apoyase sobre su hombro.- Quiero meterme entre tus piernas y tragar todo lo que tengas para darme.
- A-ah... -Su respiración se volvía entrecortada, sintiendo una presión formándose en su abdomen bajo por cuarta vez... Pero esta vez, sentía que no podría acabar.- N-no puedo hacerlo...
- Lo harás. -Su voz demandante la hizo estremecer, más aún cuando pasó la lengua por su mandíbula, subiendo con besos hasta su comisura.- Vas a correrte sobre mi polla una última vez, y voy a venirme dentro tuyo hasta llenarte con mi esperma, Nayeon. -Nayeon sollozó, empujando sus caderas hacia atrás, percibiendo una necesidad carnal volviéndose insoportable en sus entrañas.- Dijiste que te daba asco que hablase así, y ahora estás completamente vulnerada sólo por escucharme... -Nayeon buscó su boca, logrando que se alejase unos centímetros, sonriendo con suficiencia.- Grita mi nombre cuando te vengas...
Mina tomó sus labios como pudo, jugando con su lengua y gimiendo en su boca cuando sus rodillas dolieron por estar embistiéndola. Lo hizo con más fuerza, como un ultimátum, escuchando sus pieles chocando y su humedad resonando.
Nayeon clavó sus uñas en su muñeca, sintiendo sus dedos moverse con más rapidez sobre su clítoris. Su paredes se apretaron, y Mina gimió, sintiendo su miembro palpitar, incesante, a punto de venirse.- ¡Ah! -Nayeon no pudo seguir el beso, abriendo la boca y frunciendo el ceño para gimotear, sollozando de un placer casi angustioso. Mina apretó su agarre, tratando de contenerse hasta el último segundo, sus movimientos volviéndose levemente torpes.
- Córrete, Nayeonie...
- ¡O-oh, Mina! -Sus paredes se apretaron con una fuerza casi dolorosa, su cuerpo temblando y perdiendo la fuerza por completo. Mina gimió con desespero, sin dejar de frotar su botón sensible y provocando que su cuerpo se volviese hipersensible, suplicando porque parase.- ¡D-detente- a-ah!
- ¡Oh, Nayeon! -Se enterró enteramente en su interior, corriéndose con fuerza, chorros incontables saliendo disparados y adhiriéndose a sus paredes. Tembló, apoyándose con una mano en el cabecero; su otra mano dejando su clítoris húmedo y aferrándose a su cintura para mantenerla.- Oh, Nayeon, me hiciste llegar como nunca...
Nayeon la estaba escuchando pero tenía los ojos cerrados, ida, casi a punto de desfallecer entre sus brazos. Mina dio sus últimas embestidas, besando su mejilla con suavidad al sentirla temblar con una violencia ligera, hiperestésica.- N-no más, p-por favor...
- No más, Nayeonie... -Mina se salió de ella como si temiese lastimarla, haciéndola jadear sin aliento. La tomó por los muslos y la parte trasera de su cuello, asegurándose de que estuviese consciente antes de recostarla con cuidado. Nayeon respiró pesado, sonrojada, con su cuerpo brillante y frágil, completamente inmóvil. Mina se apresuró a buscar paños húmedos, limpiándose a sí misma para luego ir hasta el baño y lavarse las manos también.- Bonita... -Llamó, logrando que Nayeon entreabriese sus ojos.- Abre tus piernas un poco...
Para su sorpresa, Nayeon no se negó, abriéndolas con lentitud. Mina se apresuró a sentarse a su lado, una de sus manos sujetando su cintura y la otra dirigiéndose hacia su entrepierna. Nayeon tomó su muñeca, temblando cuando sólo la rozó superficialmente. Estaba frío.- Por favor, hazlo suave...
Mina apretó los labios, divertida. Pasó el paño húmedo por sus pliegues y su clítoris, limpiando su humedad, viéndola temblar de cualquier forma por culpa de su sensibilidad elevada. Limpió el interior de sus muslos, besando su abdomen antes de levantarse y comenzar a recoger sus cosas.
Ya era hora de volver a su hogar.
Nayeon la observó, regulando su respiración y sintiéndose extraña con un final tan desafortunado. Esperaba que Mina se recostase a unos metros lejos de ella y se quedase allí, igual como lo había hecho un par de veces antes. Era lo mínimo que esperaba después de haber sido tomada hasta quedar exhausta.
- Me iré. Espero que estés bien... -Mina la miró neutra, tomando aire antes de subirse a la cama y acercarse, apresurándose a besar sus labios con anhelo. Nayeon le correspondió, somnolienta.- No sabes lo mucho que me gusta que te dejes tocar...
- Es porque ya estoy corrompida...
Y Mina casi rió, pero al observarla, sólo podía notar una emoción nublada, como si admitirlo le doliese.- Nayeon... -A pesar de que no se sintiese asustada en lo más mínimo, trató de empatizar con lo que diría.- Quizás sea asesinada.
Nayeon la miró, inexpresiva, creyendo que sólo era una broma desagradable.
Pero no lo era.
- ¿Q-qué...?
- No es natural que tenga ganas de follarte, Nayeon... -Sonrió, divertida con su seriedad.- También tenemos reglas, y tal como tú crees que serás castigada por tener sexo conmigo, yo lo seré por haberte deseado.
- No es agradable escucharlo... -Mina no hizo el más mínimo gesto de autocompasión. Parecía abnegada.- Pudiste evitarlo si sólo no me hubieses buscado más...
- ¿Crees que me arrepiento? -Rió, besando su mejilla, haciendo un cuidadoso camino hasta por debajo de su oreja.- Te follaría cuatro veces más si fuese necesario, Nayeon... No me arrepiento de nada.
Nayeon tragó suavemente, viéndola enderezarse para buscar sus zapatillas.
- ¿Segura que yo soy la que deseaba que estuvieras aquí? -Mina se mofó, recordando que se lo había dicho antes de tomarla.
- Nunca he escondido cuánto te deseo, Nayeon. Tú sí lo has hecho.
Mina se levantó, agachándose para besar sus labios una última vez antes de encaminarse hacia la puerta. Se iría para nunca más volver, y la sola imagen de aquello era, cuanto menos, lastimosa. Mina era el único ser que Nayeon conocía, que estaba dispuesto a morir por sexo. Sin una pizca de remordimiento por nada.
Suspiró.
- Mina... -Mina se detuvo al sujetar la manilla, mirándola con desinterés.- Quédate.
Se lamió los labios, sin inmutarse.- ¿Por qué querrías que me quede?
Nayeon cerró sus ojos, cansada. Sentía que estaba a punto de dormirse, pero no podía hacerlo en una situación tan decisiva.- No quiero que mueras, me causa lástima...
- Voy a volver a tomarte si haces que me quede.
Nayeon la observó, asintiendo con suavidad. ¿Qué más podía hacer? Sólo quería que no muriese esta noche.- Está bien...
Mina apretó la manilla de la puerta, excitada en cuestión de segundos. ¿Cómo era que un cuerpo tan delgado y frágil como el suyo, estaba dispuesto a recibirla una vez más? O peor, ¿por qué estaba tan dispuesta a ser tomada otra vez?
Mina se volteó, caminando hacia el borde de la cama. Desabrochó sus pantalones, quedando sólo en bóxer y un suéter negro, sin brasier. No le importaba volver a quitarse la ropa aunque se la hubiese puesto hace menos de cinco minutos, no si Nayeon se lo estaba pidiendo.
Nayeon se sorprendió, casi confundida, cuando Mina se recostó a su lado, cubriendo su desnudez con la sábana que estaba a los pies de la cama.
- Estás fatigada. -Mina rió, sujetando su cintura para acercarla sin la mínima delicadeza. Le entretenía que Nayeon se viese inofensiva, como si necesitase cariño, porque ella nunca sería la indicada para dárselo.- Vas a desmayarte si te hago acabar otra vez, y yo no acabaré si tú no lo haces.
Nayeon cerró sus ojos, girándose, sintiendo su mirada fija en su rostro.- ¿Podemos dormir...?
- A esta hora recién comienzo a despertarme, descansa tú. -Nayeon entreabrió los ojos, suspirando y decidiendo por acercarse hasta esconderse en su cuello. Se sentía desprotegida estando desnuda, y lo haría más si se dormía lejos de Mina, porque era posible que se fuese si no hacía nada para mantenerla.- No soy un ser compasivo, Nayeon, no es necesario que me abraces.
- Lo sé... -Murmuró, bajo.- Pero yo sí lo soy.
- ¿Te compadeces por lo que te dije? -Acarició su cadera, embriagándose por su aroma.
- Sí. -Dijo, sin intenciones de sonar más agradable.- No imagino lo que sería morir, es triste que tengas que hacerlo...
- No me importa. -Mina miró hacia el techo, pasando la mano por detrás de su cabeza para acercarla hasta su pecho.- Ya me liberé contigo, puedo morir en paz.
Nayeon sonrió, suave. Después de haberle discutido por aquel término que utilizaba para referirse al desahogo sexual, ahora ella también podía dejarlo a un lado y aceptar que se sentía en paz.
- Descansa... -Pasó una mano por su abdomen, abrazándola a pesar de que su cuerpo emanaba un calor elevado. Mina rió, palmeando su hombro. No pensaba devolverle su frase por cortesía.
- Sólo duérmete...
━━━ 🎀 ━━━
- Fallaste, Im.
- Pido perdón, padre... -Nayeon sentía un miedo latente envolviéndose como un remolino por su abdomen.- Myoui Mina fue la culpable de haber asesinado a mi sucesor. No pude detenerla.
Dios la observó, suspirando. Estaban en un espacio casi irrepresentable, puro como el blanco de las nubes y ambos manteniendo sus formas angelicales. Nayeon, vestida de blanco, con sus alas y su aureola siendo visibles. Su Dios, sentando sobre un puesto acolchonado y apoyado en algo que no podía explicar, similar a un escritorio, igual de blanco que todo lo demás.
- Lo vi. -Anotó, con su pluma entre los dedos.- Puedo darte otra misión, Im. He visto tu rendimiento estos meses, y siempre has sido fiel a mis reglas desde que te escogí como ángel. Es definitivo que mereces otra oportunidad... Pero necesito que no vuelvas a fallar.
Nayeon tragó, bajando la mirada.
No había sido fiel a sus reglas.
- Padre... -Fue incapaz de mirarlo a la cara antes de hablar.- No seguí sus reglas...
- Cuéntame, Im.
Nayeon volvió a tragar. Su voz sonaba tranquila y atenta, pero temía dejarse confiar y que luego le dijese que la expulsaría del cielo.
- Sentí avaricia por la ropa una vez encontré mi gusto, dejé que la ira me controlase cuando discutí y tuve... -Respiró.- Tuve relaciones sexuales con Myoui Mina.
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