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—Yo... —La madre de Harry fue la primera en hablar. Ambos no apartaban la mirada del otro, aún impactados por tenerse frente al otro—...iré a hacer las compras para la cena —La mujer observó a Louis—. Lou, ¿te quedas a cenar?
Tal vez estaba nerviosa, pero el joven de cabello castaño no creía que fuese una gran idea. Apenas llegó, y todo lo que sucediese dependería de Harry.
Louis observó a la amigable adulta—. Yo... —Regresó su mirada al pelinegro, quien observaba de reojo a su madre, luciendo muy serio.
Se estaba muriendo de nervios.
¿Y si no le agradaba el que lo haya visitado? ¿Y si Louis le traía viejos, terribles recuerdos? ¿Y si a partir de aquel momento creía que no podría volver a escapar? —...no, lo siento. Tengo que irme en unas horas.
—¿Te vas hoy? Fue un viaje muy largo.
—Es que luego se hará más tarde —Continuó rechazándola. No quería ser maleducado, pero era necesario, porque no sabía descifrar la mirada del joven frente a sí—. Lo siento, señora Styles.
—No pasa nada —La madre del pelinegro era muy amable. Se acercó a su hijo, y le arrebató al gato de entre sus brazos. —Ustedes tienen muchas cosas que hablar, así que me iré, y volveré en menos de una hora —Notificó, viendo fijo a Harry, el cual llevó su mirada al suelo—. ¿Estás bien con eso, corazón?
—...Estoy bien con eso —Habló tan bajo, que, si no estuviesen en silencio, esperando su respuesta, nadie lo hubiese oído.
Con aquella aprobación, la mujer salió de aquel cuarto, dejando a los dos jóvenes solos.
El silencio que reinó la cocina fue algo incómodo, no porque no quisieran estar allí, sino que no sabían qué decir con exactitud. Louis se sentía atrapado, porque quería hablar, quería explicar todo, pero sentía tanta desesperación que temía que las palabras saliesen atropelladas.
Harry suspiró entrecortado, parpadeando con lentitud. El castaño sabía que no era momento, pero no pudo evitar admirar las largas y oscuras pestañas del chico.
—... ¿Estás aquí porque mi madre te llamó? —Fue lo primero que murmuró el menor de ambos, sin alzar la mirada.
No, no, no. Harry no podía creer que estaba allí por obligación, no era justo para sí mismo. Necesitaba saber que alguien lo buscaría, porque valía la pena, y eso era todo.
Louis se inclinó, y subió su mochila —que estaba en el suelo— a la silla, abriéndola con torpeza, intentando no maldecir cuando el cierre se trabó un poco. Una vez estuvo abierta, tomó con cuidado el manojo de cartas unidas por una cinta negra atada a ellas.
Las alzó un poco, notando la mirada del menor seguirlas, con sus ojos abiertos de más mientras un intenso rubor surgía en sus mejillas.
—Leí tus cartas —Susurró lo obvio y, de repente, un inmenso sentimiento de alivio, entrelazado con nostalgia lo invadió. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y su labio inferior tembló un poco, intentando retener el llanto—. Estás vivo.
Sintió mucha más calma al notar que Harry comprendió aquel sentimiento. Sus ojos no tardaron en humedecerse, y soltar lágrimas de a montones.
—Lo siento... —Se disculpó, con su cuerpo tembloroso. Louis se asustó por ello. No le gustaba verlo así, pero se encontraba de igual manera: sollozando, temblando, y soltando lágrimas a más no poder—...lo siento. No tuve que haberlas dejado allí.
—¿T....Tú lo sientes? —El mayor dio un paso al frente, y Harry hizo lo mismo, solo que un poco más cohibido y tenso, limpiando las lágrimas que caían por sus mejillas—. ¿Por qué lo sientes? Estabas en todo tu derecho.
—Es que...no pensé en ello. No pensé en las consecuencias. No pensé en nadie, fui egoísta. —Sollozó. Louis estuvo a punto de acercarse y envolverlo con sus brazos, pero Harry lo supo antes de que pudiese aproximarse—. Aún no puedo tocar a nadie, p-pero si pudiese, te abrazaría. Te debo una disculpa enorme.
El castaño sorbió su nariz, extendiendo su mano hacia el menor de ambos—. No te preocupes por eso —El pelinegro la tomó de inmediato, con fuerza, entrelazando sus dedos con los de Louis, y ambos se observaron fijo a los ojos, manteniéndose de aquella forma—. No te preocupes por nada. Lo importante es que estás bien.
Harry sollozó un poco más, bajando la mirada, y negando con la cabeza. Louis moría por sostenerlo, por dejar besos en su cabello, rostro, acariciar su espalda, y hacerle entender que allí estaba para él, pero, si eso no era algo que haría sentir cómodo al joven, entonces con tan solo sostener su mano se conformaba.
—No puedo creer que estés aquí —Harry estaba igual de impactado que él—. Luego de todo lo que he escrito, todo lo que te he dicho... —De repente, pareció recordar algo que lo hizo sollozar aún más—. ¿Leíste todas?
Louis asintió, formando más presión entre sus manos—. Todas.
—Entonces sabes lo que siento por ti —Alzó la mirada, viendo fijo al mayor, dejando caer más lágrimas por sus mejillas. La punta de su nariz estaba algo roja, al igual que sus preciosos ojos color gris—. Te debo miles de disculpas, en verdad.
Louis sintió que podría morir. << Siento. Lo que siente, aún lo... >>
—Harry, tú también me gustas —Y lloró aún más, de alivio. Le gustaba el único chico en quien, en verdad, se fijó alguna vez, y creyó que dolería por siempre el no poder decírselo, porque supuso que éste estaba muerto. No, Harry estaba a salvo, y no dejaba de repetírselo a sí mismo—. En tu última carta dijiste... —Observó al pelinegro morder su labio inferior con fuerza—...dijiste que, si sabía todo lo que te sucedió, no me gustarías, pero estabas...estás equivocado. Me gustas, en verdad.
Para cuando terminó de decir aquello, ambos estaban llorando a más no poder, brindándose caricias en la mano del otro. Louis acariciaba el dorso de la mano contraria con su dedo pulgar, muy lento, y Harry daba leves y suaves apretones para hacerle ver que quería reconfortarlo.
El menor suspiró de manera entrecortada—. Vamos...vamos a sentarnos, ¿sí? Y hablar mejor.
Louis asintió y, sin soltar su mano, guardó las cartas en la mochila, tomando asiento frente al pelinegro. Ahora estaban tomados de las dos manos, con sus respiraciones entrecortadas, y miradas dudosas pero anonadadas. Aún les costaba creer tal situación, y las reacciones que demostraban entre sí. En menos de diez minutos habían llorado, habían pedido disculpas, y confesaron sus sentimientos. Era demasiado para tan poco tiempo.
Esta vez, el mayor decidió comenzar con lo que más le importaba—. ¿Cómo has estado?
Harry tragó saliva con fuerza, asintiendo mientras su ceño se fruncía un poco—. Estoy mejor —Comentó. Una sensación de alivio invadió el pecho de Louis—. Mucho mejor desde que vivo aquí.
—Eso es lo importante —Harry le sonrió con timidez, provocando que Louis notase un piercing en su encía, sobre sus dientes delanteros. Se veía, en verdad, muy bonito—. Yo...vine lo más rápido que pude, te lo juro.
—¿Cuándo has, uh...? —Aguardó unos pequeños segundos—. ¿Cuándo terminaste de leer las cartas?
—Ayer.
—¿Ayer? —El menor alzó sus cejas, sorprendido por la rapidez de la llegada de Louis—. Y... ¿Cómo las encontraste?
—Olvidé la contraseña de mi casillero, lo rompí, y tuvieron que pasarme al que solía ser tuyo —Explicó, y no pudo evitar sonreír un poco, con algo de pena. El pelinegro le devolvió aquella pequeña sonrisa. Era algo chistoso, pero Louis siempre fue así de impulsivo. Tragó saliva, intentando que su voz no volviese a quebrarse ante lo que intentaría decir—. Yo, en verdad...yo creí que estabas muerto.
Harry bajó la mirada a las manos de ambos, suspirando con profundidad antes de asentir—. Bueno, casi lo estuve —Hablaba en voz baja, pero era audible debido al silencio en la cocina—. Estuve...bastante tiempo en el hospital. Mi mamá sugirió la mudanza cuando le expliqué todo lo que me sucedió, y cuando llegamos aquí tuve otro intento de...bueno —Confesó sin decirlo por completo. Louis tan solo lo observó, siendo paciente—. Luego comencé terapia, medicaciones por trastorno límite de personalidad...y ahora estoy mucho más estable.
—¿Lo estás?
—Uhm —Dudó un poco, alzando la mirada hacia el mayor—. Aún me cuesta trabajar la hafefobia —Se encogió de hombros —. Pero estoy intentando superarlo. Tengo que hacerlo, ¿sabes?
Louis asintió—. Fingir para creer —Susurró.
Harry también asintió—. Exacto.
Ambos permanecieron en silencio por unos segundos, observando sus manos unidas, y la dulce forma en que las acariciaban con sus dedos. Si bien Minho le recordó ser suave con sus movimientos, con Harry era muy diferente.
Ni siquiera tenía que recordarlo, se sentía como si siempre se hubiese comportado de aquella forma tan tranquila.
—¿Sigues hablando con él?
Aquella pregunta, proveniente del menor, provocó que detuviese sus caricias.
—No —El semblante de Louis cambió. Su mandíbula estaba tensa, y su ceño fruncido—. Apenas terminé de leer tus cartas, corté todo contacto con él. No sabe por qué, y no creo tener que darle explicaciones.
Harry tan solo lo observó, luciendo algo apenado—. Debes estar sintiéndose muy mal.
Louis no quería que el chico del cual gustaba sintiese culpa por haber provocado que se alejase de Zayn. No lo quería, porque no podía pensar en Harry sintiendo culpa por algo que no provocó.
—Amor, el haberme alejado de un amigo no compara el dolor que has sentido tú.
Harry podría haberse derretido por cómo lo llamó. Siempre creyó que Louis era alguien seco de palabras, pero, con el tiempo, aprendió que no debía juzgar las actitudes de las personas. Sin embargo, estaba sorprendido.
—No importa que no se compare. Cada uno siente un dolor único, incluso si a simple vista suena más leve que otros dolores —Explicó el pelinegro, sin dejar de verlo a los ojos. Louis devolvió aquella intensa mirada, embobado, y perdido en la hermosura de los ojos ajenos—. Era tu amigo, y quiero escucharte si necesitas hablar, así como tú me has esc-...bueno, me has leído a mí.
Es que era un ángel. Un ángel sentía cosas por él.
Era el ser humano más afortunado al poder sostener la mano de Harry.
Se removió un poco en la silla, relamiendo sus labios.
—Yo...no lo sé —Comenzó, algo confundido con sus propios sentimientos—. No siento mucha tristeza ahora. No es que haya sido obligado a dejar de hablarle, yo quise —Se encogió de hombros—. Supongo que estoy... ¿Decepcionado? Esa es la palabra —Asintió con lentitud—. Porque lo amé mucho, y me sorprendí por la manera en la que dejé de sentir ese cariño por él.
—Entiendo...me sucedió algo parecido con Melanie. Ya sabes quién es — <<Oh, por supuesto que lo sé. >> Ahora era Harry quien bajaba la mirada—. Cuando peleamos aquel día fue porque... —Tomó una profunda y entrecortada respiración— ...lo siento, aún me cuesta hablar de esto.
—No tienes que hacerlo si no quieres.
—Sí, lo sé. Podría, pero quiero hablar sobre tu asunto, primero —Asintió con lentitud—. Lo que estaba intentando decir es que, bueno, que puedo comprenderte —Continuó, suspirando—. Es una situación horrible, y temes confiar en alguien, otra vez, pero no todas las personas serán así.
—Sí, lo sé...
—Y estoy seguro que tienes muchas personas que te quieren, y acompañarán en este camino hacia tu sanación —Murmuró de manera suave, y dulce—. Vaya...
—¿Qué ocurre?
—Soné como un creyente, en plena salida de iglesia.
Louis no evitó comenzar a reír, mientras Harry lo observaba con una vergonzosa sonrisa, también riendo.
En aquel aspecto, eran iguales. Cuando decían algo alentador, tenían que retrucar con algo chistoso, incluso en aquellas circunstancias.
—Gracias por permitirme hablar contigo.
Harry negó, sonriendo con timidez—. ¿Por qué no lo haría?
—Temía ser el causante de recuerdos horribles.
El pelinegro volvió a negar, borrando apenas su sonrisa mientras sus mejillas se ruborizaban de una forma adorable. Louis lo observó con notable curiosidad, queriendo saber por qué reaccionó así.
—Eres el mejor recuerdo que tengo de Londres —Comentó por lo bajo, sin verlo a los ojos.
El mayor sintió su corazón acelerarse, y sanar, latido tras latido. El cosquilleo en su estómago no disminuyó desde que lo vio frente a sí, con su felino en brazos, admirándolo. Ahora, todas las emociones de aquel momento se intensificaron, y se sentía increíble
—¿Vas a quedarte mucho tiempo aquí? En Doncaster, quiero decir.
—Mh...tal vez todo el fin de semana —En parte, se lo propuso a sí mismo. Quería pasar más tiempo con Harry, si éste se sentía cómodo con ello, por supuesto—. Conocí a "F", pero ahora quiero conocer a Harry.
El último nombrado rio por lo bajo, negando con la cabeza—. No es que quiera decepcionarte, pero yo soy ambos.
—Mh, ¿seguro? —El mayor continuó el juego con una sonrisa coqueta en sus labios—. Que yo sepa, "F" es alérgico a los gatos, pero Harry tiene dos gatos.
—Que yo sepa, "F" estaba dispuesto a morir por ellos, y yo igual.
Se dedicaron dulces sonrisas, alegres de sentir la comodidad que experimentaban con el otro.
La puerta principal de la casa se abrió, y la madre de Harry no tardó en adentrarse a la cocina. Ambos chicos la observaron, intentando no avergonzarse por la alegre sonrisa que la mujer tenía dibujada en sus labios ante lo que sus ojos presenciaron. Traía muchas bolsas en sus manos, y lucía agotada.
—Ah, veo que se pusieron al tanto.
Louis se puso de pie—. ¿Quiere que la ayude?
—Está bien, cariño. No hace falta —Dejó las bolsas sobre la mesa, y observó a su hijo—. No, Hazzie. Gracias, tampoco necesito tu ayuda —Harry le puso mala cara, bromeando mientras la mujer se acercaba a dejar un beso en su frente, para luego voltearse hacia Louis—. ¿Lou? ¿Te quedas a cenar o sigues insistiendo en irte?
Esta vez, Louis observó a Harry—. ¿Estaría bien?
—Quédate, por favor —Respondió el menor, dedicándole otra tímida sonrisa.
Ni siquiera notaron que sus manos ya no se encontraban juntas.
—Bien —El mayor asintió, cerrando su mochila, y acomodándola sobre la silla—. Me quedo. Gracias, señora Styles.
—Dime "Elizabeth" o "Liz" —Respondió con amabilidad, observando a su hijo, y acariciándole el cabello—. Bien, genial. Podemos poner un poco de música, y cocinar.
Harry alzó su cabeza para observar los ojos de su madre, luciendo algo aterrado—. Mamá, sabes que cocino terrible —Louis no pudo evitar reír ante el tono del menor. Era adorable, en verdad.
Elizabeth le dedicó una sonrisa al invitado—. Está traumado porque quemó la cocina.
El castaño alzó ambas cejas, y llevó su mirada a Harry, el cual cubrió su rostro con vergüenza.
—No estoy traumado, pero no quiero incendiar la casa de nuevo.
—Bueno, siempre podemos volver a remodelar, ¿no? —Lo despeinó un poco, con suavidad, antes de caminar hacia la cocina—. Mentira. Si me quemas de nuevo la cocina, te las verás conmigo.
Louis supo que aquella mujer se llevaría excelente con su madre. Tenía pensado pasarle su número, pero lo haría más tarde.
En aquel momento, tan sólo quería disfrutar el que ya no todo lucía irreal.
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