CHAPTER 17 🤍
—¡Te ves encantador, oppa! —escuchó en un eco, sonando como a kilómetros de distancia, aun cuando la que reconocía como Musa se encontraba a su lado, portando el arma del delito que él orquestó.
Pero, ¿en qué había estado pensando? ¿Cómo permitió esa situación? Se sentía dopado, ensoñado, no reconocía con claridad a la persona que veía en su reflejo.
—Quiero a Tae —atinó a decir en respuesta.
Se encontraba tan enojado y perdido que lo único que su corazón podía anhelar era volver a ese instante, donde la ignorancia a la decisión de su pareja y hermano mantenía a salvo su corazón.
Así como también no saber que tenía a un imbécil de expareja-cuñado que gozaba de humillarlo.
—Oh, cielito, no creo que sea una buena opción —se acercó Franky al otro costado, tomando a la más joven del brazo y, sin mucho disimulo, sacándola del camerino en medio de algunos chillidos.
Jungkook no dijo nada, solo rió bajo, viendo la escena desde el espejo. Franky la regañaba por el caos causado a él y al espacio, mientras la otra se defendía de sus acusaciones, asegurando que todo lo hecho era inofensivo.
Debía agradecerle a Hwanji que, luego de su charla, donde se deshizo y permitió llorar con tranquilidad por un rato prudente, le hubiera dado la confianza para llevarlo al camerino donde se transformaba en Pandora, permitiéndole conocer al par, beber sin parar e intercambiar desgracias y anécdotas.
Cuando la puerta se cerró junto a una baja petición de llamar a alguien de quien no logró escuchar su nombre, y dejando a la menor afuera, recibió una disculpa por la imprudencia de esta.
Musa solo tenía un año menos que él, pero solía ser tratada como la adolescente del grupo, lo cual no le molestaba al tener ciertos privilegios, aunque sí hacía que se viera vigilada la mayor parte del tiempo por sus alocadas ideas. Aunque nadie podía culparla, era estudiante de artes escénicas, su mayor don estaba en la improvisación desmedida.
Incluso su deseo de ser drag había nacido de un impulso repentino por retar a su masculinidad y probar nuevos escenarios que difirieran a los cotidianos de los teatros universitarios. No se podía esperar menos de ella.
—¿Me veo feo? —preguntó apenas la morena de ojos grandes se acercó. Tomó la botella de whisky, regalo de Musa, y bebió de ella, esperando una respuesta.
—En lo absoluto —negó Franky, dejando una pequeña caricia en su mejilla embadurnada de maquillaje, a la par que le alejaba el pico de los labios, empujándolo con uno de sus dedos de uñas largas y manicura perfecta.
Mientras Hwanji se maquillaba, Jungkook sintió curiosidad, comportándose igual que un niño, preguntando por cada objeto y producto que se aplicaba. Musa, encantada, le propuso dejarse maquillar para que experimentara la sensación. En condiciones normales se hubiera negado, pero para entonces ya había bebido lo suficiente para ablandar sus emociones y tomar decisiones por impulso.
Musa fue piadosa con su piel y no exageró ninguna de sus facciones, nada más se encargó de acentuarlas. Pese a eso, Jungkook podía confirmar que ese mundo estaba lejos de ser el suyo.
—Me siento feo —aseguró él.
La chica se agachó hasta tenerlo frente a frente, dejándole ver con claridad la cicatriz con aspecto de telaraña que se pegaba a su pómulo derecho y bajaba hasta perderse por el escote de corazón que poseía su vestido rojo de lentejuelas.
Él ya conocía el origen de esta. Lo preguntó cuando su vergüenza ya se encontraba ahogada por el alcohol.
Fue a los catorce, ella traía un recipiente de agua hirviendo cuando quedó acorralada en medio de una discusión entre sus padres. Una cachetada paró en la mejilla de su padre, creando un efecto en cadena donde la madre de esta recibió un empujón que la hizo impactar a Franky con tanta fuerza que resbaló con el agua aún en sus manos.
La mujer quedó con una quemadura como la suya en la espalda. Pero nada de eso fue tan importante como para que la situación familiar mejorara o siquiera cambiara.
Después de un tiempo dejó de serlo para Franky también, cuando migró de Tailandia a Corea e inició con su transición. Esa marca se terminó convirtiendo en parte de su identidad, ni siquiera pensó en reconstruirla. Se le hizo más indispensable hacerse pechos, nalgas y cintura.
—Estás demente —murmuró con una dulce sonrisa—. No permitas que otros se cuelen en tu mente y te hagan creer tonterías.
Y es que no podía negarlo, esa piel curtida y sobresaliente le daba una distinción genuina a esa chica transexual de piel canela, personalidad serena pero dominante y cuerpo alargado, delgado y curvilíneo. No opacaba en nada la belleza de Franky, así como su tormentosa infancia tampoco opacó el empeño por ser ella misma y ser feliz.
Jungkook deseaba ser como ella, como Musa o Pandora. Llenas de valentía, coraje, determinación. Él no veía nada de eso en su interior y no tenía que siquiera esforzarse en recordar un momento exacto que validara su pensamiento, cuando justo ahora lo estaba haciendo, dejándose consumir por una desilusión amorosa, actuando como si fuera el fin del mundo.
No importaba que Pandora, en toda la conversación que tuvieron, le hubiera recalcado sus fortalezas y cualidades; las palabras de Taesun se le antojaron más sensatas, haciéndole ver lo obvio de su comportamiento de niñato dramático y malcriado.
—Dijo que era infantil —murmuró—. Creo que no se equivocaba —al menos no con eso.
—Jungkook, ¿qué te acabo de decir? —golpeando su cabeza sin lastimarlo, la mujer se enderezó y lo obligó a mirarla desde arriba.
—Lo siento —mordió su labio con fuerza unos segundos. Sus pensamientos seguían manteniendo una fina línea de consciencia, aunque ya sus palabras flaqueaban—. Es que, ¿y si esta vez decía la verdad? —volviendo a tomar la botella, bebió del rasposo líquido—. ¿Y si Tae solo me quiere porque le doy lástima?
La poca sensatez que le quedaba le recordaba lo estúpido que era siquiera poner en duda las palabras de quien se divertía lastimando; más sus sentimientos magullados no podían evitar cuestionarlo.
—Voy a matar a Musa por haberte dado esa botella.
El gruñido que liberó esta no le importó tanto como que le arrebatara el whisky.
—¡Estoy bien! ¡Estoy bien! —se levantó de golpe queriendo recuperar su regalo; sin embargo, volvió a caer en la silla, culpa de un insoportable mareo que nubló su vista—. No, no lo estoy.
—Según tú, ¿por qué le tendrías lástima? —ella continuó con la conversación.
No tenía una respuesta que no estuviera empañada por la opinión de quien prácticamente sería su ex. La mera idea de darle la razón lo enfermaba; mentía, quería creer que sí, incluso si un fuerte llanto en su cabeza le advertía que en sus palabras se hallaba una parte de sinceridad, se negaba a hacerle caso.
Taehyung era diferente a su hermano. Debía serlo. Pese a las mentiras, él no podía ser igual... no lo resistiría. Su nota de la mañana aún le daba gajes de esperanza que no admitiría en voz alta. Todavía la recordaba; estaba clavada en su pensamiento, de tal manera que aunque lo deseara, ni una sola frase se difuminaba:
"No desperdicies lágrimas en un tonto; tus ojos no pueden dejar de ser brillantes constelaciones por causa de alguien más. Perdóname, lo he arruinado por completo. Debí ser sincero desde un comienzo, incluso si eso hubiera impedido experimentar lo que se sentía amarte. No fue justo para ti dejarme llevar por mi egoísmo.
Quizá no tenga derecho a pedirte una oportunidad; sería un descaro absoluto. Pero estaré esperando por si deseas escucharme una vez más."
Suspiró cuando una punzada se alojó en medio del pecho.
—¿Puedo extrañar y odiar a la misma persona? —la miró de nuevo después de estabilizarse.
Su cabeza empezaba a sentirse inflada, flotando similar a un globo con helio.
—Bajo tu situación, claro que puedes —le sonrió.
—Qué consolador.
—El amor es difícil.
Todo lo era. Si no se hubiera enmarañado en desear una primera relación perfecta y demostrarse que sí podía ser amado, no habría llegado a este punto. Si hubiera sido un poco más listo y menos idealista.
—Ser yo lo es —supo que su respuesta era casi una burla para Franky, pues su pómulo abultado de cordilleras de piel extra se alzó a causa de una sonrisa de lado, pero, por suerte, no le dijo nada.
Jungkook suspiró, optando mejor por prestarle atención a la canción que apenas era audible entre la distancia y la puerta cerrada. Por algunas palabras logró reconocer que estaba en inglés, no entendía mucho de ella, pero la melodía le gustaba; la voz de la chica era delicada y energética. Lo remontaba a una tarde de playa.
Deseaba sentirse así en lugar de melancólico: cálido, juguetón, desinteresado de lo que pase a su alrededor. Hacerle caso a Pandora y darse a sí mismo el lugar que nadie más podía darle. Ser dueño de sus emociones y tranquilidad.
—Me gusta la canción —sonrió grande, meneándose en su asiento.
—Báilala —propuso la mujer, estirando su mano para ayudarlo a levantarse.
Las enaguas pertenecientes a Musa, y las cuales no recordaba en qué momento le colocó, se menearon. Rozaban el final de sus rodillas, exhibiendo el resto de su pantalón y acentuándole las caderas.
—Franky noona, baila conmigo —le pidió sin soltarla. Era momento de divertirse y dejar de pensar un poco.
Aprovechándose de la guardia baja, tomó la botella que la contraria aún sostenía y bebió una vez más, importándole nada que su garganta empezara a resentir el líquido seco.
—No, no. Deja de tomar así —arrebatándosela por segunda vez, Franky la dejó en la mesa del tocador, donde segundos antes había estado. Intentó recuperarla, no obstante, su mano libre fue envuelta por la ajena—. Te vas a intoxicar.
Su entrecejo se arrugó, permitiéndole que llevara sus brazos a enredarlos en el cuello de esta, mientras ella bajaba a envolverse en su cintura. Sus pies se alzaron levemente por la altura contraria. Si en algún momento deseó negarse y reprochar, se le olvidó en el instante en que sus miradas se conectaron.
—Sabe bien —murmuró con sus mejillas subiendo de temperatura. Estaban muy cerca, con sus respiraciones chocando y ambas caderas moviéndose a un compás torpe.
Los pasos iban perdiendo sincronía con el avanzar de la canción, pero las enaguas parecían seguir con fidelidad la falda roja con un corte vertical al costado, lo cual no les causaba ningún problema. Ambos estaban absortos, detallando las facciones del otro y sonriendo. Mentiría si dijera que no se sentía intimidado por aquellos ojos alargados, rodeados de un intenso carmín, que escaneaban su rostro, y por esos labios, delineados y maquillados a la perfección: carnosos, casi irreales, como los de una muñeca.
—Tienes bonitos labios.
Su mirada subió de golpe al darse cuenta de que había dicho lo que hubiera preferido mantener en pensamiento.
La chica simplemente se rió y empujó su cabeza hasta el hueco de su cuello, dejando su palma ahí por unos segundos, acariciando sus cortos mechones, antes de volver a ajustarse en su cintura.
—Gracias, a ti te queda el maquillaje —los pasos se detuvieron, cambiándolos a pequeños meneos sin un sentido claro—. Aunque te prefiero al natural... y cuerdo.
Jungkook se carcajeó, abrazando a la chica tan fuerte como pudo, disfrutando el momento. Franky hizo lo mismo y ambos se sumieron en un suave silencio entre ellos que no se rompió ni cuando notaron que las canciones pasaban y la que inició con el baile quedó en el olvido absoluto desde hacía tiempo.
La comodidad latente no hacía más que traer recuerdos traicioneros a su cabeza, empañando el momento y evitando que disfrutara por completo la calidez de la piel desnuda que chocaba con su mejilla.
Deseaba sentirse así con alguien más, retroceder a cuando los recuerdos de esos momentos no eran amargos y llenos de reclamos o arrepentimientos.
—Quiero a mi novio que no es mi novio —confesó al final, abrumado por el peso que se alojó en su estómago—. Pero también quiero no quererlo —creía, por mucho, que lo correcto y sensato sería odiarlo por completo y no dejar espacio para sentimientos de anhelo—. Qué contradictorio.
Franky soltó una risa nasal, alejándolo de su cuerpo.
—Oh, si supieras lo mucho que la vida ama contradecirse —le aseguró, haciéndolo girar en su eje. Quedó de espaldas a ella, volviendo a iniciar los pasos.
—Quiero besarlo. Sus labios son suavecitos, y su piel también.
La mujer no le respondió, pero la sintió negar con la cabeza.
—Debería llamarlo y decírselo —giró su cara para verla, encontrándola sonriendo muy cerca de él.
—¿Qué lo quieres besar?
La mención lo hizo bajar su atención a los labios de la chica.
—Que lo odio, por mentiroso —aclaró sin dejar de mirar el rojo intenso—, y por ser muy lindo.
Los movimientos se fueron deteniendo hasta no quedar nada de ellos, permitiéndole acomodarse de manera que quedara de nuevo frente a Franky. Le agradaba; sin embargo, no resultaba ser intenso, no como solía serlo con Taehyung. Se sentía bien, pero erróneo. Amaba que solo el moreno generara esos subidones de adrenalina a picos tan altos, que sus cuerpos encajaran juntos. Así ahora le doliera su conexión, no buscaba cambiarlo. Franky era encantadora y se sentía un poquito atraído, pero ella no era Tae.
No supo si la mirada delató sus pensamientos, o si nada más se trataba de sensatez, pues la mayor se adelantó y llevó sus labios a su piel, dejando un sonoro beso muy cerca de la comisura, para luego ayudarlo a sentarse de nuevo en su silla y romper con el momento.
Ella también tomó asiento, negando sin opinar o señalar lo que hubiera podido ser la estupidez más grande de su vida. Y eso que competía con haberse reunido con Taesun.
¿Tan mal estaba que cualquiera podía acelerar su corazón?
Jungkook, tratando de dejar ir las sensaciones con intensidad, recordó que en la celebración de sus cien días hubiera deseado sentirse así, incluso el doble. No era común en él ese subidón de temperatura y hormigueo en el vientre, que además solo se le antojaba agradable si quien lo ocasionaba era Tae.
Llegaba a ser hasta curioso querer sentir excitación de la misma persona con la cual se encontraba molesto y con el corazón degollado.
Se carcajeó por lo discordante de sus emociones.
—Cuéntame, ¿ahora de qué te ríes? —le pidió Franky, cruzándose de brazos y sonriéndole.
—Es que me parece gracioso —golpeó su frente en una palmada que dolió más de lo que le gustaría admitir—. Creí que si todo salía bien, en nuestros cien días —rió negando por lo estúpido e ingenuo que había sido—, ya sabes, haríamos lo que todos los novios hacen, no que me diría que era alguien más.
¿Qué iba a pensar él que su día esperado se transformaría en una pesadilla? Solo quería tener su primera vez como cualquier persona normal; su primera celebración por el tiempo que pasaban juntos, su primer noviazgo, la primera vez que estaría con alguien.
—¿Te refieres a tener sexo?
—¡Sí! Creí estar listo —asintió con avidez—, tenía miedo... pero yo... no lo sé.
Él le había confesado uno de sus mayores miedos e incertidumbres, le mostró quién era realmente. Esperaba, con un poco de suerte, poder cumplir lo que creía que «Taesun» quería. ¡Qué nido de enredos era la situación! Quizá, incluso, podía estar siendo un poco hipócrita; él tampoco fue del todo honesto y Tae hubiera estado en su derecho de enojarse por ocultarle la verdad.
Aunque él siempre se presentó sincero, no fingió ser una persona completamente diferente. Ya no estaba seguro de nada. De un momento a otro, descubría que su relación, la que necio pretendía mantener, se sostenía de endebles cimientos.
Tanto él como Taehyung fueron poco honestos; ninguno se atrevió a hablar hasta que todo explotó. No obstante, ocultar y mentir no eran sinónimos.
Ay, maldita sea, ya no importaba si era o no igual a quien reprochaba, su cabeza dolía y pensar en eso no tenía sentido ahora.
—Cuando se resuelvan las cosas podrías volver a contemplar la posibilidad —escuchó a la morena hablarle. Observándola a través del espejo, arrugó su entrecejo.
—¡Pero yo quería ya, no después! —alegó pucherudo. Estaba siendo insensato, sin embargo, se encontraba harto de que cada situación o deseo le saliera al revés.
—El sexo de reconciliación es una buena opción —se encogió ella, sonriéndole amplio.
—No quiero reconciliarme —le aseguró.
Lo último que le apetecía ahora era seguir haciéndose de la vista gorda con tal de mantener a una persona a su lado. Tampoco esperaba seguir tropezando con esa misma piedra. Pandora se había encargado de recalcarle que no podía seguir excediendo sus límites por nadie, pues de esa semilla germinaba su dolor. Así que le haría caso.
—¿Qué tal el sexo sin compromiso? —propuso esta entre risas burlonas.
Y Jungkook abrió los ojos como si le hubiese mencionado que acababa de ganar la lotería.
—¡Uh, eso me gusta! —chilló, dando brinquitos en su asiento—, no sería importante.
Justo como deseaba sentir la situación; sin valor, sin que le afectara como lo hacía en verdad. No dolor, solo desinterés.
—Nunca tiene por qué serlo —se encogió de hombros—. Su idealización es absurda. Si quieres placer y alguien te lo puede dar, ¡perfecto! No debe convertirse en un asunto de trascendencia.
Jungkook quisiera no darle trascendencia a muchas cosas en este momento.
—Qué sabia eres.
—Lo sé —le guiñó uno de sus ojos de pobladas pestañas.
De repente, la puerta fue abierta de golpe, causando que ambos se sobresaltaran. Un Jimin, bastante nervioso, se asomó por la puerta, localizando con su mirada al menor y corriendo hasta su lado.
—¡Jungkook! —lo tomó de las mejillas, escaneándolo—. Mierda, ¿qué te sucedió?
Frunció los labios. Lo que veía de primera mano no le gustaba demasiado. Jungkook jamás usaba maquillaje; sus ojos no necesitaban un delineado ancho y caído para simular ser grandes, ya lo eran. Tampoco debía usar contorno en su nariz para hacerla parecer fina; que fuera un poco ancha le daba simetría a sus facciones. Menos aún le hacía falta rubor ni labial para darle color a su rostro, Jungkook ya lo poseía.
—¡Minie! —canturreó—. Musa me maquilló. Se ve bien.
—Sí...
Lo hacía, pero así no se veía su Nochu. Él odiaba acentuar los rasgos femeninos que podría llegar a tener su rostro, incluso si ahora era imposible que fueran perceptibles debido a sus constantes tratamientos.
—Aunque me está picando —se quejó este, lo cual Jimin aprovechó para tomar como excusa.
Sacando uno de los pañitos húmedos que se encontraban entre las cosas del tocador, limpió el rostro de su primo. No puso resistencia, así que pasó con cuidado y tan rápido como pudo antes de recibir algún reproche.
—¿Cuánto tomaste?
—Una o dos...
—¿Copas?
—Botellas.
Jimin jadeó de tan solo pensarlo. El menor no era sensible con el trago, en realidad, las veces anteriores que salieron, Jungkook solía ser quien quedaba con la cordura más intacta, por lo que no creía que exagerara con la cantidad consumida, pues ya se veía bastante ebrio para su gusto.
—Nochu —dejó de limpiarlo y lo detalló. Sus ojos estaban inyectados en rojo, hinchados, cansados y podía suponer que no era solo a causa del alcohol—. ¿Qué haces aquí?, ¿por qué tomaste tanto? —las chicas se habían limitado a llamarlo para avisarle que se encontraba ahí, no dieron ninguna razón o contexto.
—No te diré.
—Discutió con su novio —habló Franky detrás de él.
Se conocían, al igual que con Musa —la cual desgreñaría si la veía—, por lo que, aunque no la saludó como usualmente haría, le agradeció la información con una sonrisa que fue correspondida.
—¿Con Tae? —admitía sentirse sorprendido. Tenía entendido que el día anterior harían su mini festejo por los días que pasaron juntos.
Muy empalagoso para su gusto, por cierto.
Y por todo lo que el moreno le hizo comprar y cargar, lo último que se le pasaría por la mente sería una discusión.
—¡No le digas por qué! —se apresuró a exigir Kook, dejándolo peor de confundido—. Es una tontería.
Supo con eso que insistir sería en vano, del menor no saldría nada.
Jungkook no era de mostrarse afectado en algo, usualmente le contaba al respecto cuando sus sentimientos dejaban de estar a flor de piel.
Se trataba de un patrón que vivían desde pequeños; en ese entonces prefería encerrarse en su cuarto, en algún baño o no visitarlo si se encontraba vulnerable. Todavía recordaba el mes que no se vieron ni un solo día, con su tía asegurándole que no era más que uno de sus comunes berrinches. Eso, por obvias razones, no lo dejó tranquilo.
Tenía trece cuando se escabulló hasta la casa del menor sin permiso ni invitación, entrando al cuarto de Jungkook. Fue ahí que entendió el problema. Los pechos de Jungkook empezaban a crecer y sus caderas a ensancharse, no era demasiado notorio, pero su cuerpo le dolía y no podía dejar de pensar en los cambios que eso traería para él.
Pocas veces lo vio en ese estado abatido y, así como ese día decidió ayudarle a cortarse el cabello tan bajito como pudiera a modo de ayudarlo, trataba de hacerlo cada que se encontraba en esas escasas situaciones. Esa noche, observándolo con un corte similar al que le hizo esa vez, maquillaje corrido, unos bajos de falda, y una falsa sonrisa de tranquilidad, sabía que se enfrentaba a una de esas situaciones y que debía ayudarlo, incluso si Jungkook no se lo pidiera explícitamente.
—Puedo llamar a Namjoon para que venga por nosotros —le ofreció.
Desde su salida habían hablado todos los días sin falta y, más que sentirse atraído, que sí, también podía asegurar que el chico le generaba confianza. Estaba seguro de que nadie más que él podría ayudarlo en esa situación.
Suponía lo difícil que podría ponerse Jungkook con ese cóctel de emociones reprimidas y alcohol, por lo que no se arriesgaría a tratar de cuidarlo solo.
—No, él no —su primo negó con exageración—. Se preocupará.
—¿Tienes otro amigo que pueda llamar? —volvió a tener una negativa. Al voltear a ver a Franky, ella le regaló un gesto de comprensión, lo que le dio a entender que ella le ayudaría dado el caso de necesitarlo. Suspiró—. Puedo tratar de llevarte en taxi —con la ayuda de la contraria, no sería la odisea que imaginaba.
No obstante, Jungkook se negó de nuevo.
—Llama a Tae.
—¿No están discutiendo? —soltó, atónito por la repentina petición.
A simple vista, eso prometía ser una mala idea.
—Por eso: es su culpa —se encogió de hombros como si en verdad no fuera nada del otro mundo—. Que se haga responsable.
Se quedó mirándolo unos segundos, sacando su celular en un intento de mostrarle a su primo que lo haría en serio, esperando una reacción asustadiza y ser detenido. Pero eso no pasó.
—Se arrepentirá de existir cuando me entere de lo que sucedió —cedió finalmente, viendo al menor impasible en el asiento.
¡Carajo!, no tenía mejores opciones en ese momento.
Levantándose, buscó el número y llamó, mientras tomaba la botella medio vacía que Kook intentó llevar a su boca en sus segundos de descuido. Lo habría regañado de no ser porque la llamada fue atendida en ese mismo instante.
—¿Jimin? —escuchó la voz ronca, haciéndolo gruñir exasperado.
—¿Qué le hiciste? —se apresuró a preguntar, preso de la impulsividad, pero la mirada de angustia que le dio su primo lo detuvo—. No, mejor no me digas, luego no querré pedirte ayuda.
—¿Ayuda?, ¿Jungkook está bien?
—Sí, tomó de más. Pide que te hagas responsable —el contrario negó con la cabeza, pero Jimin lo ignoró.
No se sentía muy conforme llamando al moreno. Jungkook no se derrumbaba tan fácil. Incluso si se creía débil, no notaba que no cualquiera soportaba golpes sin chistar; por lo que debió ser algo de peso como para encontrarlo en ese estado. Lo hacía porque era muy tarde y no tenía mucho tiempo para pensar en otra solución. Quería llevar a Kook a su casa cuanto antes.
Además, confiaba en el juicio de Franky al no detenerlo. Que, hablando de ella, en algún punto se había retirado y no supo con exactitud si fue antes o después de que Taehyung contestara.
Oh, esperaba no estar metiendo la pata.
—¿Dónde están?
—En el club Drag de la otra vez —respondió.
—No tardo en llegar —y sin esperar mucho más, Taehyung cortó la llamada.
Soltando el peluche arcoíris que tenía entre sus brazos, el moreno saltó de la cama. Su nariz por un segundo resintió la ausencia del perfume de Jungkook a causa de mantenerla enterrada en la felpa durante la mayor parte del día, aunque se desvaneció mientras se vestía con la primera camiseta y chaqueta que encontró, y los tenis que tenía a la mano. Su pantalón de pijama negro era presentable, así que no perdió tiempo en cambiarlo.
Al salir del cuarto y bajar hasta la primera planta en busca de las llaves del auto, atrajo la atención de cierto chico que le sonreía desde la sala con picardía.
Creyó escucharlo preguntar a dónde iba, pero, fiel a su decisión y a la necesidad de apresurarse, lo ignoró.
Tenía que ir por Jungkook.
El viaje hasta el club no era ni muy largo ni muy corto. Más eso no mejoraba la impaciencia. Conducía tan rápido como la ley le permitía; era la madrugada de un día en semana, las calles se encontraban vacías, lo que lo hacía no preocuparse de más por algún tipo de peligro y, en cambio, se permitió divagar.
Solo había pasado un jodido día de lo sucedido y sentía tortura sus actos golpearlo uno tras otro. En la mañana apenas salió por comida y volvió al encierro, gracias a que el peso del cuerpo le hizo descartar la ida a clases. Un poco más tarde, cuando la bruma lo envolvió por completo y la frustración lo desesperó, llamó a su madre, confesándole cada detalle de lo sucedido, no dejando ni un sentimiento o anécdota excluida. Fue liberador, incluso, oír las reprimendas de la mujer; sin embargo, ni eso alivió el martirio de sus pensamientos. Pretendía quedarse mirando al techo, abrazado al gatito de juguete y esperando a un sueño que nunca llegó, cuando Jimin lo buscó.
No quería ni imaginarse cómo se encontraría Kook; no le sentaría bien a su conciencia, ya tenía suficiente con recordar al menor deshaciéndose en lágrimas por sus palabras, y que esa imagen la repitiera en bucle a modo de castigo por sus acciones. A decir verdad, le sorprendía ser llamado a petición del contrario después de lo sucedido, pero teniendo en cuenta el estado en el que se encontraba, era de esperarse que algo así sucediera.
Detuvo cualquier pensamiento de golpe al divisar el letrero neón que marcaba la llegada al sitio y se apresuró a estacionarse. No tardó nada en dar con Park, pues lo esperaba en la entrada.
—Tardaste —le dijo una vez llegó hasta él.
—Conduje tan rápido como pude.
Jimin bufó, cruzándose de brazos. Taehyung tragó grueso; era notorio su enojo y, aunque quería excusarse, no era el momento para hacerlo. Y con un suspiro, este pareció ponerse de acuerdo con sus pensamientos.
—Jungkook anda con algunas de las chicas, pero no creo que sea prudente que se quede.
Ninguno dijo más y se encaminaron hasta los camerinos del lugar. Pasando por un pasillo amplio con unos cuantos cuartos, algunos de vestuarios y otros tambien siendo camerinos, llegaron al fondo, donde se escuchaban risas y murmullos torpes. Su corazón se aceleró al reconocer el tono de voz. Pero, si antes parecía estar a nada de explotar, cuando la puerta fue abierta, se detuvo de golpe, causándole un repentino vacío que lo mareó.
—¿Jungkook? —preguntó en un vano intento de asegurarse de que sí se trataba de la persona que buscaba.
El puente de la nariz y sus pómulos brillaban, sus labios estaban pintados de un rosa desgastado y sus ojos grandes tenían una ligera mancha de negro que los opacaba. Y, como si eso fuera lo de menos, su cabello, que antes caía hasta rozarle los hombros para poder decorarlo con ligas y pinzas, ahora estaba por encima de la oreja, tocándole las cejas y dejando la parte de atrás completamente descubierta.
—¡Tae! —chilló Kook al notarlo, lanzándose a sus brazos—. Mi salvador.
A pesar de las palabras arrastradas, logró reconocer el sarcasmo. Aun así, eso no evitó que su zurda se envolviera en la cintura del inicio de una falda de tela rustica blanca que Jungkook portaba, mientras su diestra acariciaba las diminutas hebras.
—¿Qué le pasó a tu cabello? —el chico que rodeaba sus hombros, alzó su mirada con expresión de angustia.
—¿No me veo bien?
—¡Sí! —se apresuró a aclarar—. Te ves hermoso.
Y no mentía; no obstante, él amaba el largo de su cabello, verlo cuidarlo, peinarlo, que se deslizara por su delicado cuello, o le cayera en la cara, obligándolo a ponerse algún accesorio para evitar ese detalle.
Tardaría un largo rato antes de volver a presenciar algo de eso.
—Gracias —le sonrió Jungkook a cambio, girándose a observar a quién estaba al lado de ellos—. Musa, él es Tae.
La mencionada lo veía con poca simpatía. Taehyung, enfocado en el azabache que abrazaba, apenas notó la otra presencia. Saludó con una corta venia sin soltar al menor.
—Deberías llevarlo a casa, y hablar —dijo ella, apuntando a los dos con su índice—. Ambos lo necesitan.
Taehyung volvió a observar al chico; llevárselo, sin duda, era un acierto. Pero dudaba que Jungkook pudiera mantener una conversación estable en ese momento.
—Vamos, Kook —soltándolo, entrelazó sus dedos y tiró de él. No obstante, apenas pudo dar un par de pasos antes de que los pies del contrario se estancaran.
—No, quiero despedirme de Franky y Pandora primero.
Jimin, quien se mantuvo en la puerta observando atento la escena, se apresuró a acercarse.
—Nochu, es tarde y mañana tiene clases —le dijo acariciándole las mejillas.
Taehyung le habría dado puntos por usar la pasión que Kook tenía por su carrera como excusa, si este no se hubiera apresurado a negar con brusquedad.
—No iré. No lo haré esta semana.
—¿No fuiste hoy? —le preguntó Tae, más como un incentivo para que cediera. Suponiendo que era obvio que respondería un «no», la responsabilidad nata de este podría jugarle en contra.
Sin embargo, la respuesta que recibió lo dejó helado:
—No, me reuní con el otro Tae.
—¿Qué hiciste qué?
Sus manos cruzadas se soltaron. Taehyung jadeó, observándolo atónito. No podía estar hablándole en serio.
—Estuve con el otro Tae —Jungkook se encogió de hombros, restándole importancia.
—¿Por qué? —titubeó.
No se sentía con derecho de reclamar, pero la sola idea de Jungkook en el mismo espacio que Taesun le tensaba los músculos.
Cada cosa que hizo, desde el comienzo, fue en son de mantenerlo lejos, que ese imbécil no se atreviera a lastimarlo. Y con, o sin, intención, Jungkook se había ofrecido en bandeja de plata.
¿De qué valía sus intenciones de cuidarlo si luego él se exponía? No tenía nada que hacer con su hermano; ¿no bastaba ese estúpido intercambio para mostrarle la clase de persona que era Taesun?
—¿Podrían explicarme a qué se refiere con eso? —esta vez, la voz de Jimin se escuchó, más, ninguno de los dos le prestó atención.
—Jungkook, ese imbécil no vale la pena —le reprendió—. ¿Es por él que estás aquí?
Deseó que negara, que le dijera que se trataba de lo sucedido con ellos y que su hermano no pintaba en los sentimientos de Jungkook. Aunque en el fondo ya precipitaba la respuesta.
—Quizá —respondió con ese gesto de desinterés que le martillaba la tranquilidad.
Darle la razón a sus pensamientos derrumbó cualquier intento de calma. No era justo que, incluso alejándolo, Taesun consiguiera salirse con la suya. Que sus esfuerzos se redujeran a cenizas al ver al chico que más amaba sufriendo por alguien que jamás lo quiso.
Sabía que se trataba del precio de su mentira, de la farsa que había sostenido durante meses. Jungkook creía amar a su hermano, en su mente siempre fue él. Y el solo pensamiento lo carcomía.
—¿Te hizo algo?
No tenía ni idea de lo que pasó en ese encuentro y, siendo honesto, le aterraba saberlo. Su mente era un torbellino de pensamientos.
—Quiero despedirme de Franky y de Pandora —ignorando la pregunta, Kook siguió su camino a la salida.
Y Taehyung lo hubiera seguido de no ser porque su muñeca se vio prisionera de los dígitos de Jimin.
—Taesun, ¿qué está pasando? —el brillo de angustia en los ojos del rubio le advertía que su confusión era genuina.
Gruñó por la forma en que fue llamado.
—Jimin, no ahora —negó sintiendo su escasa paciencia agotarse conforme dejaba de vislumbrar a Jungkook.
¿Qué este no notaba que Kook ya no se encontraba en el cuarto? Musa tampoco le dio importancia, absorta en su celular, o simulando estarlo.
—¿Entonces cuándo? Estamos hablando de mi primo —se quejó este tensando la mandíbula.
—Después te dirá —tratando de soltarse del agarre, manoteó, pero no fue liberado.
Se encontraba con el desespero a flor de piel, quería irse, no atormentarse más por ese día, desconectarse. Pero no podía hacerlo sin antes llevarse al menor.
—Puedes decirme tú qué le pasa —insistió—. Quiero ayudar.
—¡No necesitas saciar tu necesidad de chisme para ayudarlo! —su tono se alzó lo suficiente para sobresaltar tanto a Jimin, que lo soltó de inmediato, como a Musa, que delató haber estado siempre atenta. Tambien se había sorprendido él mismo.
Taehyung no podía más, su cabeza punzaba y las cuencas de los ojos parecían resentir el esfuerzo de mantenerlos abiertos todavía. Aun así, se arrepintió de su mala manera de responder, dejando escapar un suspiro.
—Perdón, no quise... Lo importante es llevar a tu primo a casa —y sin esperar nada salió a buscarlo.
Aunque por suerte no tuvo que hacerlo en realidad, a unos pocos metros Jungkook se encontraba siendo envuelto por el cuerpo de una mujer alta con una herida en el rostro; apenas lo podía ver desde su posición, pero era lo suficientemente marcada para ser perceptible. La confianza y cercanía con la que estaban hablando le hizo suponer que se trataba de la famosa Franky.
Acercándose, vio a la chica seguirlo con la mirada y sonreírle en comprensión.
—Cómprale medicina para la resaca, le hará bien —le habló a él, dejándole un pequeño beso en la frente al azabache.
—Kook, vámonos —volvió a tomarlo, aunque esta vez de la muñeca.
—Falta Pandora —insistió el menor.
—Oh, tesoro, ella sigue coordinando los shows —le aclaró antes de que siquiera pudiera moverse—. Es mejor que vayas con él y tu primo.
Jungkook asintió, dejándose ayudar a quitar la falda y recibiendo otro beso, esta vez en la mejilla, como despedida. Franky se marchó luego de prometerle despedirse de Pandora por él, encerrándose en el camerino donde habían estado.
—Vamos a verla, Tae —tiró de su brazo este, como si las palabras de la alta nunca se hubieran dicho.
Y Taehyung, bastante agotado y con su cuerpo exigiendo un pronto descanso, no cedió ante la petición ajena. Tomándolo desde la parte trasera de sus muslos, lo levantó hasta tenerlo entre sus brazos. No permitiría que volviera a escaparse. Se irían a la casa del menor en contra de todo pronóstico.
—¡Oye! —renegó el pálido, pataleando al mismo tiempo que abrazaba su cuello y se acurrucaba.
—Necesitas con urgencia descansar —se limitó a responder. Después de eso no volvió a haber ningún movimiento.
El primo de este no tardó mucho en llegar a su lado, no dijo nada y tampoco se veía de ánimo, no obstante, se mantuvo apacible siguiéndoles el paso.
Cargar a Kook no fue tan difícil, su peso era soportable; el problema vino al tratar de salir y esquivar todos los cuerpos que bailaban torpes y se movían con descuido, consiguiendo que más de una vez casi chocaran. Por suerte, logró arreglárselas para llegar a la zona donde estacionó sin recibir ni un golpe.
—¿Sabes conducir? —le preguntó a Jimin, girándose a verlo. El contrario enarcó una ceja.
—Sí.
—Las llaves están en mi bolsillo. Yo iré atrás con él —no se trató de una petición o favor. Taehyung se quedaría al lado de Jungkook, no solo por antojo propio, sino también porque dudaba que el menor lo soltara. Se encontraba abrazado a su cuello, tal cual oso perezoso a una rama, soltando leves ronquidos, dejándole más que claro que en algún momento de entre el ajetreo había caído dormido.
Jimin no protestó.
El camino estuvo silencioso, con los murmullos y sonidos de Jungkook siendo lo único que podía escucharse. Por poco, Taehyung cae a su lado, dejándose llevar por la pesadez de sus párpados; de no ser por la tensión en el ambiente que los asfixió en todo el recorrido.
La mirada cazadora del conductor elegido perforaba su cráneo y, por el bien a la calma y serenidad, decidió ignorarla, incluso cuando salieron del auto e ingresaron a la casa.
Aun bajo esa ley de hielo, Jimin trató de que Jungkook bajara de sus brazos, recibiendo a cambio un manotazo y que se aferrara con más intensidad a su ya adolorido cuello. Con un chasquido de lengua, este se rindió y prefirió optar por encerrarse en el cuarto de invitados que el dueño de la casa apenas usaba.
Con un suspiro, Taehyung se adentró al interior de la habitación del menor. No pretendía hacer mucho más que dejarlo recostado en su cama, igual que el día anterior, fingiendo no notar el cuadro que les pertenecía en una de las paredes, así como la nota que le dejó, en medio del tendido apenas ordenado.
La punzada que se daba al tiempo que sus latidos le pedía salir del lugar cuanto antes. No quería estar ahí, no quería seguir viendo a Jungkook dopado en alcohol por culpa de su hermano y él. De preferencia se iría, antes de ser consumido por la culpa y el enojo.
Sin embargo, mientras lo acostaba e intentaba liberarse de su agarre para envolverlo entre las sábanas, Kook tuvo otros planes.
—Hace calor —mencionó de repente, tirando de su fino saco con la mano que dejó libre, pues la otra se negaba a soltarse de Taehyung—, quítalo.
Parpadeó repetidas veces, tratando de alejarse una vez más, sin resultado. Los dedos de Jungkook se enredaron en la prenda y la subieron, dejando ver la tela negra que recordaba haber tocado en condiciones similares a las que el menor se encontraba. Tragó grueso comprendiendo la petición.
Y se iba a negar, por supuesto, no era para nada apropiado siquiera pensarlo. Si tan solo el contrario no se hubiera delatado al tomarlo de la muñeca y guiarlo hasta el inicio de la abertura del compresor. Pese a su endeble consciencia, la fuerza no se veía reducida, así que, aunque tiró de su brazo, no fue liberado.
—Por favor —murmuró Jungkook.
La baja petición lo hizo mirarlo por primera vez desde que llegaron. Había estado tratando de evitarlo a toda costa, pero le fue imposible al escucharlo afligido. Su cara se encontraba contraída en incomodidad, con los labios y entrecejos fruncidos, y sus ojos, apenas abiertos, destellando en súplica.
Soltando el aire en un sonido que no supo identificar si se trataba de un gruñido o un jadeo, acató las palabras del menor. Sus dedos se movían torpes, temblaban, inseguros de sus acciones.
—No deberías seguir usándolo, puede hacerte daño —aprovechó para reprender al ver la piel ser marcada de rosa con los bordes del compresor.
El aludido no le respondió; en cambio, lo soltó. Pero antes de cantar victoria por su liberación, este nada más lo hizo para deshacerse del saco que tenía, para luego volver a sujetarlo, esta vez, de uno de los antebrazos. Quizás notaba sus intentos de escape.
—Me hace sentir seguro —se quejó. Taehyung estaba obligándose a ver cada broche e ignorar que luego de que la prenda fuera abierta, dejaría el pecho de Jungkook expuesto en su totalidad. Apenas notaba de reojo el comienzo de un par de cicatrices—. Tus manos son cálidas.
La saliva se le estancó en la garganta, causándole una leve tos que le sacó varias risas al causante de esta. Todavía le faltaba la mitad de los cierres; eran muchos y su agilidad motora no se animaba a colaborarle, así que las sacudidas del menor no hicieron más que dificultar su trabajo.
—Quédate quieto, no me dejas desabrocharlo —regañó. Pero, como si hubiera propuesto un juego, el menor se retorció tal cual gusano—. ¡Jungkook! —insistió, tomándolo de la cintura, para dejarlo pegado a la cama. No le faltaba demasiado para acabar; luego de eso se retiraría para que pudiera descansar. Ya era necesario que esa noche acabara.
—Me gustan tus manos —comentó de este, llevando las suyas a donde Tae las tenía.
Sus mejillas ardieron al sentir el calor de su contacto. Decir que no le gustaba serían falacias. Amaba lo tersa de sus palmas, cómo el contraste de sus tonos combinaban, al igual que lo hacían sus tamaños, siendo las propias más alargadas. Su cuerpo reaccionaba a las caricias leves que le eran dejadas, poniéndolo en un aprieto por desear dejarse llevar de los toques o ser sensato y detenerlo por completo.
—Jungkook, debes dormir —tomó la segunda opción, retirándose cuando los dedos de este trazaron caminos hacia sus antebrazos, como si el recorrido lo quemara igual que lava de un volcán en erupción.
Su menor no estaba en sus cabales; no era propio en su personalidad ese tipo de coqueteos directos. Secundarle tales travesuras rompía los límites de la prudencia, pese a lo tortuoso que era resistirse al chico que se llevaba cada parte de su atención.
Con afán, logró su tarea, soltando por completo la prenda, dejando su pecho al descubierto. No quiso, pero le resultó inevitable no detallar la zona: dos líneas horizontales un poco más oscuras que el resto de su piel se alojaban en cada lado de sus pectorales tan planos y pálidos como el resto de su abdomen; con solo verla se notaba lo tersa y delicada que era la piel, con vello delgado y poco visible. Si se tratara de una situación diferente, se permitiría observar con más detenimiento y no alzar su mirada al techo en un esfuerzo por pasar de largo el escalofrío que le recorrió toda la columna vertebral.
—Duerme conmigo —pidió Kook en un inesperado susurro, jalándolo de la camisa para que cayera encima de él.
Y lo logró al, Taehyung, no haber prevenido la acción ajena.
—No creo que quieras eso realmente —negó apoyándose de sus palmas para no aplastar el cuerpo ajeno y mantener una distancia prudente que no le dejara tocar su desnudez, ni estar cerca de su rostro; sin embargo, el cuello de su camisa prisionero del puño de Kook le dificultaba ejecutar sus intenciones.
Al despertar, el chico se iba a arrepentir terriblemente de sus acciones. Ni cuando estuvieron juntos en ese club y se desplomaron en esa misma cama, Jungkook había actuado así; sí, se besaron hasta que sus mentes se desconectaron sin aviso previo, con el menor encajado entre sus piernas y recorriendo su pecho con la yema de los dedos. Más no llegó a percibirlo descarado o juguetón, como era el caso presente, y tampoco tenían ese contexto sofocante que le advertía lo incorrecto de la situación.
—Si no lo quisiera, no te lo diría —insistió.
—No estás en tus cinco sentidos.
—Si lo estoy —llevando la mano libre a su mejilla, la acarició—. Quédate.
¿Por qué era tan difícil separarse y salir? Sería lo más sano, negarse a tal petición, ser la razón en medio de las peticiones ilógicas y la consciencia deteriorada. Si tan solo él mismo no se sintiera igual de embriagado por la voz y mirada anhelante ajena.
—Vas a querer matarme —se mantuvo firme. O eso intentaba hacerse creer, pues no se movió ni un milímetro más, ni forcejeó otra vez.
—Ya quiero hacerlo —le confesó con una sonrisa de labios mordidos, sin dejar de verlo a los ojos.
De repente y sin notar en qué momento pasó, o quizá ignorándolo, Jungkook juntó sus labios. Se trataba de un casto movimiento de labios cerrados, que para cualquiera no sería más que un inocente beso robado, y seguramente eso era, de no ser porque esa simple acción le causó una corriente eléctrica desde la punta de sus pies hasta la coronilla de la cabeza, creándole hormigueos en su pecho y vientre. Debió alejarse, Jungkook no estaba siendo coherente, pero su cuerpo se oponía a su orden de romper con el beso.
Aun así, con toda su lucha interna por no desear hacerlo, pero teniendo que, se separó. No estaba bien dejarlo cometer tantos errores, y cometerlos él también, en menos de dos días.
—Bien, ¡vete a dormir con Jimin! —chilló Jungkook, girándose al lado contrario a donde se encontraba.
—¿Qué? —su entrecejo se arrugó confundido por las conjeturas, si así se le podían llamar, que había hecho.
—Seguro es más cómodo y abrazable que yo.
Jadeó incrédulo, ¿de dónde sacaba tal idea? Si bien solo había un cuarto, no pensaba quedarse en la casa y, en tal caso, preferiría dormir en el sofá o en el piso antes que compartir cama con el primo malhumorado del menor.
—Jimin y Namjoon deberían prohibirte el alcohol.
—No son mis papás, no pueden hacerlo.
Iba a reprocharle y explicarle que se iría, cuando un pequeño sollozo llegó a sus oídos, cerrándole la garganta. Y luego otro par más terminaron por quebrar su firme posición.
Así que a esto se refería con hacerse responsable.
—Voy a quedarme hasta que te duermas, luego iré al sofá —avisó, metiéndose entre las sábanas, las cuales segundos antes Kook había usado como escondite.
Su corazón se contrajo cuando lo sintió voltearse y acurrucarse contra su pecho. Por todo lo santo, actuaba igual que cachorro herido.
—Trato —asintió, saliendo de su escondite para acomodarse entre el hueco de su cuello y hombro, abrazándolo como pudo. Taehyung lo devolvió, apretando la espalda desnuda, sin lastimarlo.
—Ahora duerme.
—Te odio —gruñó bajito, ya con la voz adormilada. Le fue inevitable no sonreír.
—Descansa, Kookie.
—Tú también, Taehyung hyung.
Bueno, no tardaré, estoy a minutos de presentar un parcial, pero llevo semanas en este capítulo como para no subirlo ya JAJAJAJA, espero les haya gustado y lo disfruten, el siguiente cap, siento, que les va a gustar más. Ya casi se acaba el pico del drama. 👀
Bye, los amo, deséenme suerteee 💗💗
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