CHAPTER 16 🤍
Cometer errores es inherente al ser humano.
Jeon Jungkook acababa de despertar, con dos horas pasadas del medio día. En sus manos sostenía una hoja trozada de su libreta universitaria, que tenía escritas algunas oraciones difíciles de leer debido al ardor que sus ojos sentían a causa del excesivo llanto del día anterior y del nuevo que querían aparecer. La situación era demasiado confusa, tanto que taladraba su cabeza sin parar: incesantes recuerdos, interminables voces, una súplica por confirmar la verdad revelada.
De alguna retorcida manera, deseaba dar vuelta a la página y consumir todo lo que días antes anhelaba. Poseía en ese momento un hastío de aquello que pedía su corazón y de todos los pequeños deseos que por un momento sintió que tocaba con la punta de sus dedos. Pero no, no era así. La noción de la existencia de Taehyung en su vida le traía la amarga confirmación de que «lo logrado» no era más que un barato espejismo.
Si mandaba todo al carajo, probablemente con ello se iría el dolor.
Sin embargo, quererlo y ser capaz eran cosas distintas. Había una parte de él, lo bastante intensa, que se anclaba a la idea de no hacerlo, por lo menos no sin antes hallar más respuestas, saciar sus dudas. Tenía que completar el rompecabezas antes de siquiera tomar una decisión. No obstante, existían piezas que no tenía Taehyung, preguntas que, aunque le respondiera, no le darían tranquilidad.
Necesitaba llegar a la raíz del problema. A quien inició con todo.
Con ese pensamiento en mente, se levantó a regañadientes de su cama, siendo consciente hasta entonces de que no tenía ningún registro en sus recuerdos que le explicara cómo terminó envuelto en sus sábanas. Acaso... negando con la cabeza, eliminó cualquier rastro de explicación que tuviera al moreno como cómplice y salió de su cuarto. No recordaba en dónde había dejado su celular.
Al recorrer el pasillo y llegar a la división que mostraba la sala y daba con la entrada de la cocina, se estancó. El lugar estaba pulcro, el piso perlado brillaba a tal punto que casi podía ver su reflejo; las cajas que antes estuvieron regadas ahora se encontraban encima del sofá, amontonadas con cuidado. Solo las suyas, pues no había ningún rastro de las otras. Al lado, el comedor se encontraba igual de limpio: los platos de la cena no estaban, los portavasos y manteles habían sido alineados con cuidado, y ninguna de las sillas se encontraba corrida.
Tragó grueso, queriendo con eso digerir la presión que se alojó en su tórax. No era la gran cosa; además, tenía un plan que seguir.
Como si huyera de alguien, entró a la cocina, creyendo que ahí, donde se alojaban los utensilios que usaba para distraer su cabeza con su más amada pasión y profesión, estaría la tranquilidad que buscaba. Sin embargo, el panorama, no muy adverso al de la sala-comedor, le desmintió esa sensación. El mármol de los mesones relucía. No había ni un solo objeto fuera de lugar; cada cosa se encontraba impecable, justo como no lo dejó después de cocinar para dos.
Bufó derrotado y se encaminó hasta su celular. No tenía ánimo de seguir llorando. Incluso este estaba acomodado con cuidado al lado de su batidora. Con un suspiro, volvió a intentar reconfortarse con la idea de que exageraba con la intención, y se dispuso a buscar lo que necesitaba entre sus contactos.
Un número viejo, que nunca borró al no verlo necesario, era su objetivo. Si su intuición era buena, este le pertenecería al real Taesun. Sus dedos temblaban en la pantalla mientras más se acercaba a la fecha en que el último mensaje a ese contacto fue enviado. No tenía idea de si lo que estaba haciendo era una buena decisión, pero, ¿podía culparse? Él solo buscaba entender las razones de tan cruel intercambio que los gemelos habían tenido con su persona.
¿Qué acaso era un mísero muñequito? Si Taesun no lo quería más, hubiera preferido escucharlo a vivir tanto tiempo creyendo que su amor era mutuo.
El enojo que lo abrazó fue el motor que lo llevó a entrar al chat, una vez dio con él, e iniciar una llamada. Quería explicaciones. Las merecía.
El primer intento no le funcionó, escribirle tampoco. Con el ceño fruncido, optó por llamarlo con saldo, lo cual, por suerte, sí tuvo resultado. Ja, le faltó bloquear sus llamadas. Si no estuviera tan malhumorado, incluso podría sonreír.
—¿Por qué? —preguntó apenas le contestó.
Si no reconocía su voz, le importaba poco. Tenía esa pregunta a nada de estallar en su boca. Soltarla le dejó una tenue tranquilidad. No podía entenderlo, trataba, pero sus esfuerzos eran inútiles.
—Para no haber hablado en tanto tiempo, esperaría al menos un saludo, bonito.
Su mano libre se hizo puño con la fuerza suficiente para que sus dedos lo resintieran. Al menos hubiera esperado un poco de asombro o vergüenza, falsa si era necesaria. No una notable diversión en su tono.
—No creo que merezcas que te salude —bufó; era increíble lo cínico y diferente que podía sonar en comparación con su hermano—. Necesito hablar contigo.
Saciar sus dudas, confirmar que las palabras del día anterior eran, por mucho, lo único que vivía en su cabeza. El fuego que le nacía del pecho y subía hasta la cabeza se mantenía necio a apagarse.
—¿Por qué debería aceptar? Según Taehyung, me odias.
La afirmación le hizo parpadear repetidas veces. Hasta hace un par de horas, creía que lo amaba. Odiar aún no era el sentimiento que lo alojaba. Aunque no lo descartaría tampoco.
—No te quitaré mucho tiempo, yo... —insistió entre leves titubeos, siendo callado por un portazo que resonó detrás de la línea, lo cual lo sobresaltó.
—¿Sabes? Tienes suerte de que ande aburrido —dijo de repente, soltando una corta risa jadeada—. Y como hoy nadie ha querido hablar conmigo, no me haría mal hacerlo contigo —su tono, algo mimoso, salió a relucir, causándole un sonoro gruñido, nada a gusto. Si ese tonto esperaba que actuara con dulzura recíproca, se equivocaba. Todavía tenía un mínimo de amor propio—. Como sea... ¿Voy a tu casa?
¿Siempre había sido así de patán? No recordaba que fuera de esa manera. Aunque, siendo sincero, no se acordaba mucho de lo que había pasado ese tiempo. Cada vez que trataba de hacerlo, un recuerdo de Taehyung se colaba en su cabeza, como tapándolo.
Suspiró, pasando de largo el pinchazo en su corazón.
—Preferiría que no.
Su cuerpo se apoyó en el mesón. Detestaría tenerlo de nuevo ahí, en un espacio que sí conoció en algún momento, pero que para nada lo recibiría ahora. Incluso, muy a su pesar, confesaría que, siquiera pensarlo, parecía una traición a cierto moreno que se había atrevido a dejarlo brillando antes de irse.
—¿Un cuarto de hotel?
La repentina propuesta le subió la bilis a la garganta.
—Olvídalo, no debí llamar —espetó. Había sido una mala idea. Ni siquiera sabía en qué estaba pensando.
—Espera, bonito —se apresuró a decir el contrario antes de que alcanzara a cortar—, solo jugaba contigo. Paso por ti en quince; te puedo invitar a comer, ya sabes, como en los viejos tiempos.
Se hubiera negado y cortado; sin embargo, él se adelantó a hacerlo, dando por hecho el encuentro.
Ya no estaba realmente seguro de reunirse con Taesun. Sí, fue en principio su deseo; necesitaba encararse con quien, por nombre, era su novio y, por decisión, un tonto. Así podría tener una mejor noción de la situación. No obstante, presentía que tenía suficiente con esa corta llamada.
Sus hombros pesaron cuando se fue a cambiar. Ni loco saldría con lo que tenía puesto, que, dicho sea de paso, era lo mismo del día anterior. Ese conjunto lo eligió para que le gustara a... no importaba. Lo que sí lo hacía era que el Taesun real jamás lo había visto de esa manera, y no tenía ni idea de lo que diría si lo hiciera. Bueno o malo, prefería evitarse la reacción.
La situación era tan injusta. Justo cuando elegía confiar, cuando creyó que tenía suficiente de mantenerse en ese caparazón que no lo dejaba llegar como deseaba a su pareja. Justo después de sentirse listo para seguir dando nuevos pasos, convencido de que conoció a la persona correcta, resultaba que gran parte de lo vivido era una vil mentira. De alguna manera, los brazos de esta persona se habían convertido en un par de dagas que perforaron hasta destrozarlo en el interior.
Aún le costaba hacerse a la idea de que, al que juraba amar, se trataba de una persona completamente diferente. Y que, a su vez, compartía la apariencia del que él creía que sí era. Resulta hasta tétrico imaginar que, en toda contra de su voluntad, se metió con dos hermanos, de los cuales no reconoció la diferencia.
Lo sentía como una burla a su ingenuidad. ¿Tan fácil era de engañar?
Quiso seguir preguntándose cosas y recordando otras, pero el pitido de un claxon lo trajo de vuelta a la realidad. En serio, había demorado poco en llegar. Metiendo las manos en los bolsillos de su saco, salió de su casa con desgano, encontrando un auto que no reconocía de nada y que no le generaba ninguna pizca de seguridad.
Prefirió no saludar y entrar a la parte de atrás. Taesun sí lo hizo, pero lo ignoró. En el transcurso del camino, intentó entablar alguna amena conversación con preguntas tranquilas y una radiante actitud que Jungkook no se molestó en simular. Fue en ese inquebrantable silencio que llegaron al buffet de un club de tenis, con platos elegidos por el moreno, al igual que la mesa.
—Amo este lugar, su comida es deliciosa —la mirada de Taesun recorrió la zona con una amplia sonrisa, estancándose en el plato de comida.
Jungkook no tenía apetito; la ensalada y la carne le revolvían el estómago. Lo único que le interesaba era saciar su curiosidad.
—¿Por qué lo hiciste? —se animó a preguntar ahora que no se sentía dentro de la vulnerabilidad de un espacio donde solo ellos dos estuvieran.
—Come un poco, con el estómago vacío no se llega a nada —regañó este en respuesta, apuntando su plato con el tenedor para segundos después empezar a hacer lo pedido.
Estaba equivocado. Ahora que lo tenía de frente y le era obligatorio mirarlo, aceptaba su error: Taehyung y Taesun eran, en exceso, diferentes. Los cabellos del primero eran más ondulados y organizados; los del otro se escurrían por su rostro. La dermis también se distinguía por un par de tonos sutiles, siendo la de Taesun más oscura.
Su Tae tenía lunares chispeando su cara en un pequeño recorrido diagonal que conectaba su belfo inferior con el ojo de párpado sencillo, haciendo un atractivo contraste con el doble. El Tae contrario mantenía un rostro liso, bastante cuidado; se atrevería a afirmar que lo cubría una base. Sus bocas también los diferenciaban: el chico que tenía de frente poseía labios más alargados y de comisuras caídas, rasgos que su hermano no tenía.
No entendía cómo no lo notó antes.
—No quieras jugar conmigo —quejándose, deslizó su plato al frente.
Ni siquiera se atrevería a mencionar sus personalidades. Había un abismo gigante, dos polos que no se atraen en absoluto. Eso incluso le calaba en los huesos. Debió darse cuenta, era muy obvio; la dulzura de Taehyung era imposible que la socarronería de Taesun la imitara.
—¿Qué quieres que te diga? —bufó el moreno, replicando su acción, cambiando de forma repentina su expresión serena y divertida por una más oscura—. Debiste quedarte con lo que sea que el idiota de mi hermano te haya dicho.
Tragó grueso. Sus dedos temblaban bajo la mesa. Quería mostrarse indiferente, hacer evidente que, aunque lo buscó, un muro de hielo lo mantenía lejos de su presencia, a salvo de esta. Pero la realidad era que la garganta se le cerraba cada que intentaba hablar, y la piel se erizaba apenas este soltaba una palabra.
—Quiero saber por qué lo hiciste; eras mi novio y fuiste tú el que me usó como moneda de cambio —logró decir firme, neutro.
—No tengo paciencia para estas cosas.
El murmullo al aire que el contrario dejó salir le sacó un jadeo a Jungkook. Era increíble lo apático que se comportaba.
—Solo di la verdad, no te estoy pidiendo algo muy complicado.
—Ja, no creo que soportes la verdad.
—Dudo que te importe que lo haga.
—Si esperas que me disculpe o te diga que me arrepiento, tendrás que hacerlo sentado.
Debía agradecer a su enojo, que le daba fuerza para no quebrarse en un llanto de chiquillo desesperado. Sus ojos ardían, más no dejaban ir ninguna lágrima; las retenía con recelo, advirtiendo que el moreno no era digno de verlas caer. Poco a poco, el eclipse de los recuerdos con Tae se fue disipando, dejándole ver los reales, los que sí le pertenecían a Taesun.
Si su corazón ya estaba magullado por lo que estaba viviendo, esos fragmentos de momentos lo estaban matando. ¿Cómo creyó que él mejoraría? ¿Cómo se dejó convencer de un cambio?
Los reclamos, las burlas, que lo quisiera forzar a acciones que no le generaban comodidad. Ahora entendía a qué se refirió Taehyung esa tarde de pícnic cuando le aseguró no merecer su perdón. Si no hubiera estado tan necesitado de buscar cariño, él mismo hubiera detenido toda esa mentira.
—¿En serio tienes que ser tan cruel?
—¿No que querías la verdad?
Su cabeza, enemiga, reprodujo un momento similar a ese: se encontraba tratando de no llorar, fallando estrepitosamente, acurrucado en una silla, mientras Taesun se burlaba de su incapacidad de haber hecho algo en el baño en el que se escabulleron. Se sintió miserable, inútil ante una petición tan normal en parejas de su edad, como él le decía.
El deseo de llorar ante la réplica de la sensación se avivó. Tonto, tonto, tonto, ¿por qué lo recordaba apenas? Debió tener un poco más de seguridad en sí mismo y dejarlo por su cuenta.
—Ser honesto no es sinónimo de ser grosero —dijo con falso aplomo. En su interior se gestaba una tormenta imperceptible para alguien en el exterior. La voz de la sensatez le suplicaba no insistir y retirarse, pero era testarudo.
Se negaba a haberse encontrado con él en vano.
—No eres más que un niño caprichoso —respondió este de repente, dejándolo un poco aturdido.
—¿Disculpa? —arrugó su entrecejo.
—Eso. Ahora lo recuerdo, contigo las cosas siempre fueron así.
—¿Cómo?
—Siempre lloriqueabas porque sí. Incluso si trataba de ser lindo, eras desesperante.
¿Lindo? ¿Con eso se refería a sus comentarios pasivo-agresivos? ¿O a las humillaciones camufladas de bromas inofensivas? O no, tal vez lo decía por los besos que le robaba y le impedía quejarse, pues, según sus palabras, «son cosas de novios».
—Eso no es cierto.
Jungkook era débil; muchos sucesos en su vida, en vez de fortalecerlo, lo volvieron un manojo de miedos y vulnerabilidades. Lloraba ante cualquier pánico abrumador; se quebraba como si de un cristal se tratara por alguna pequeña caída que tenía. Sin embargo, en ese mismo instante, nada de eso pasaba. Su corazón sí se agrietaba con cada palabra que escupía el contrario, y sentía una sombra pesada envolverlo, más se mantenía inmóvil, con una rudeza anormal. No estaba encogiéndose en su lugar, no; su espalda se erguía, y sus brazos, apoyados en la mesa, se cruzaban sin mucha tensión.
—Lo haces ahora —lo señaló acusatorio, reclinándose en el respaldo de la silla—. Eres como un niño pequeño: se deben cuidar las palabras porque, si las malentiendes, haces un drama. Vives comportándote como si apenas llegaras a la adolescencia; reaccionas de la peor manera si siquiera se te insinúa algo sexual, como si hacerlo fuera un delito.
—¿Por qué estabas conmigo si tanto te incomodaba mi actitud? ¡Desde la primera vez que nos vimos te dije que no estaba listo!
Lo hizo, antes de aceptar salir con él, cuando lo hizo, y también cuando le pidió ser pareja. Nunca mintió al decirle que no creía que estar juntos fuera una buena idea; no obstante, la insistencia y las palabras bonitas lo ilusionaron con intentar darse una oportunidad de experimentar lo que en otros momentos se negó y le fue negado.
Nuevamente, el reclamo de su conciencia llegó; si hubiera seguido su instinto, no estaría viviendo esta situación.
—Ser lindo te hacía interesante para mí, además, sí quise dejarte cuando tu insoportable personalidad salió a relucir, pero el imbécil de Taehyung se involucró.
Le fue inevitable no abrir los ojos. Con esa información, logró darle sentido a las palabras de Taehyung: «no me importo pasar por encima de la moral y la razón con tal de tenerte en mi vida».
—No te contó esos detalles, ¿cierto? —contestó malinterpretando la reacción. Su mirada se desvió, mordiendo una sonrisa antes de continuar—. Aunque no puedo culparlo, también fue tu culpa. ¿Quién te pidió ir a mi casa? La discusión que habíamos tenido antes debió bastarte para entender que no quería nada más contigo.
Un ardor subió de los pies a la cabeza.
—Eres un cínico. Cuando te fuiste, me besaste —recriminó.
Recordaba ese momento: como se hizo típico en ellos, la culpa se alojó en sus hombros por no retribuir la supuesta dulzura del mayor, y se incrementó con ese beso y un par de caricias en su rostro.
—Oh, es verdad —se burló, negando con la cabeza—. Eso no te obligaba a buscarme. A fin de cuentas, ¿te importó tan poco que te dijera que me tenías agobiado con tus inseguridades?
Un pinchazo, tal cual un puñal, se clavó en medio de sus costillas. Fue por ese comentario, de hecho, que decidió ir. Como un estúpido, pensó que podía arreglarse esforzándose; si le mostraba que podía ser más valiente, tal vez así merecería el cariño que, según, le daba. Esas palabras lo hicieron buscarlo y encontrar a Taehyung.
Taehyung. Con él las cosas eran tan diferentes, no tuvo que luchar por ser alguien más, y, aun así, él fingió serlo.
—Eres muy malo —por primera vez en la conversación, su voz titubeó.
—No por nada Taehyung no me habla —sus hombros se encogieron, restándole importancia a lo que le decía—. Además, no es que me apetezca ser lindo contigo cuando, gracias a tu existencia, mi hermano ignora la mía.
—Yo no hice nada.
Ni siquiera tenía conocimiento de eso. Por obvias razones, Taehyung no se lo dijo.
—Niño, al parecer tú eres su nueva obra de caridad; no deja de sobreprotegerte —soltó con evidente hastío de la conversación—. Como hace tiempo se cansó de tratar de repararme a mí, ahora lo hace contigo —su atención volvió al plato y, tomando otro bocado, continuó—. No encuentro otra razón para que se interesara en ti; ha tenido novias más interesantes y... no hombres.
—N-no sabes nada de lo que él y yo tenemos —balbuceó. Las palabras rasparon en su garganta una a una.
Se negaba a creer en lo que escuchaba, ya era consciente de la forma en que operaba el mayor. Sus palabras no eran ciertas; Taehyung le dijo que lo de ellos nunca fue una mentira, y con eso debía quedarse.
—No hace falta, sé quién es Taehyung, y homosexual no es una de ellas —tomó su bebida de al lado y la bebió. La mirada fija que este le dio en el proceso lo estremeció, pero se esforzó en no mostrar señales evidentes de su incomodidad, aunque, por juzgar la sonrisa que le dio luego de acabar, había fracasado—. Intuyo que ni siquiera se han acostado. Al final, solo te ha idealizado como una víctima digna de su compasión; cuando acabe de hacer de protector, su "flechazo" se irá.
—Mientes.
La mención de su sexualidad lo turbó; no la conocía, tampoco la imaginó. Pero no era exactamente ese detalle el que lo aturdía, más bien se debía al hecho de lo poco que sabía del chico al cual le confesó su amor. Mientras más avanzaban y Taesun le revelaba nuevos datos. La idea de que realmente era un extraño para él se enraizó en su cabeza.
¿Quién era Taehyung?, ¿a quién decía amar?
—Eres libre de creer lo que quieras —Taesun se encogió de hombros, callándose un rato, meditándolo, antes de sonreír y proseguir—. Lo pensé por mucho tiempo, es un sinsentido su comportamiento hacia ti, no tienes nada de especial. Luego recordé esa insoportable manía que tiene de querer validarse a costa de su altruismo —asintió jocoso, como si hubiera hallado la respuesta a la mayor duda de la existencia humana—. Y todo conecta cuando recuerdo esa enmarañada estrategia que se inventó con tal de "salvarte".
Y bastó que el discurso de este se conectara de un hilo con el de Taehyung para causarle mareo. Los juramentos de protección de Taehyung, por un segundo, se sintieron como veneno. Aun si logró disipar la sensación y recordarse que Taesun mentía, una semilla de inseguridad le fue plantada.
—Ya escuché suficiente —amagó con levantarse, viéndose impedido por las nuevas palabras de Taesun.
—Tú me buscas y luego huyes —se mofó—. Está bien, no te sobrevalores creyendo que solo a ti te ha pasado. Ya te dije que es una maña de él; lo hizo con mamá y conmigo cuando papá nos dejó, lo ha hecho con otras personas.
Más y más detalles nuevos. Cobró sentido entonces la actitud que Taehyung tuvo respecto a su padre. Jungkook trató ese día de que le dijera para poder ayudarlo, pero de sus labios nunca salió nada. Ahora, Taesun lo soltaba como si fuera un asunto banal y sin importancia.
Odiaba profundamente que la charla fuera un golpe a la realidad, pese a todas las mentiras. Podía discernir entre las que eran una verdad absoluta y las que eran falacias con malas intenciones. Aunque eso no lo hacía sentir mejor, a sabiendas de que Taehyung parecía más una imagen borrosa que una certeza.
—No sabías eso tampoco —su ceja se enarcó—. ¿Sabes algo de él, al menos? —le sonrió, enderezando su postura con una insoportable tranquilidad.
Que Taesun se diera cuenta de su obvio desconocimiento nubló su vista, lo cual pareció encantarle, pues, con una amplia sonrisa, inclinó su cuerpo por encima de la mesa y, con un tono de voz bajo, siguió:
—Mira, niño, no sé qué te hizo buscarme. No te creo tan estúpido como para haberme llamado solo para verme, pero te reitero: tú, ante mí, no eres más que un cervatillo asustadizo; te hubiera dejado de no ser porque Taehyung se puso en medio. No necesitaba a un tontillo llorón estorbando en mi vida. Si Taehyung se quiso encartar con tu presencia, es su responsabilidad. Tú eres su problema. Resuélvelo con él.
Y para un alma de naturaleza frágil y que se encontraba rota, esas palabras no le hicieron ningún bien.
—Idiota —se limitó a contestar. Una oración más larga y lloraría.
—Gracias.
No se dijo más. Taesun, con la calma que nunca lo dejó, se marchó. En medio del vendaval. El lugar estaba tranquilo; las personas iban y venían, se escuchaban hablando en las mesas contiguas, siendo alumbradas por los naranjas del atardecer que en cualquier momento los abandonaría. Todo estaba tan sereno y diferente a su interior. Por dentro estaba a oscuras en una lluvia de truenos y relámpagos, creando un pozo profundo en donde había sido lanzado y se estaba ahogando. Se levantó a tropezones y, sin importar si alguien pagó o no la cuenta, salió. Tampoco fue detenido.
Afuera, la noche se encimaba, acabando con cualquier rastro de luz; la luna faltaba, así que lo único que hacía visibles las calles eran los faroles. Su respiración era pesada, y la oscuridad no le ayudaba demasiado, menos si los pasos plomo que daba le impedían avanzar con la agilidad que deseaba.
Levantó su mano desganada tan pronto como vio un taxi, no tardando mucho en subirse cuando se estacionó a su lado. Fue recibido por un hombre de aspecto rechoncho, con una nariz alargada que terminaba en un bigote cebrado, y unas arrugas que se acentuaban con la sonrisa cálida que le dio.
No supo descifrar qué del gesto lo terminó de romper, si se trató del aura amable que le generó o se debía a que esa era la primera sonrisa genuina que recibía en el día, pero fue incapaz de retener más las lágrimas y los sollozos. Con una confusa disculpa, se arrinconó detrás del asiento del hombre, queriendo no mostrarse de esa forma, y se abrazó a sí mismo.
Su llanto no paró, por lo que creyó largos minutos y, aunque quiso contabilizar el tiempo con el taxímetro, este seguía en ceros. Secó un poco su rostro y miró por el espejo al hombre que seguía sonriendo, aunque ahora con una evidente compasión.
—Solo conduzca, por favor, pagaré la tarifa completa por el tiempo que esté aquí —pidió en un susurro.
—Podría dejarlo en la casa de algún amigo o de su novia —propuso el hombre. Kook negó, pero sonrió corto por la mención de tener a una pareja fémina, si supiera.
Ahora ni siquiera estaba seguro de que tuviera un novio, o si quería tenerlo.
Su amigo, el único relevante en su vida, se preocuparía demasiado viéndolo en ese estado, así que lo descartaba de inmediato.
—¿Algún familiar? —insistió, pero volvió a darle la misma respuesta—. ¿Un lugar donde se sienta seguro?
Jimin se volvería loco, querría asesinar todo lo que se le pusiera en el camino; además, conociendo su carácter, tendría un regaño que no le apetecía en ese momento.
Y su lugar seguro... era este mismo el que lo tenía hecho trizas.
—No se me ocurre uno en específico —finalmente contestó, llevando su mirada a la ventana.
El hombre arrancó el carro por fin.
—Debe tener un lugar donde se sienta bien, todos tenemos uno —dijo, dando un giro por una calle desconocida para Jungkook. Suspiró—. No me malentienda, no me molesta dar vueltas por la ciudad, pero usted no parece estar en las mejores condiciones para hacerlo.
Notó de reojo que el mayor le daba fugaces miradas por el espejo retrovisor. La preocupación, pese a que no se conocían de nada, parecía tan genuina como la primera sonrisa que le dio, y eso solo trajo de nuevo más hilos de agua.
Era un estúpido completo; de haber sido más inteligente y sensato, no estaría llorándole a un taxista que nada tenía que ver con él. Seguro su frágil figura le preocupaba, era probable que previera algún desmayo o algo de lo que no quisiera hacerse cargo. Y Jungkook lo entendía; en ese momento lo obstruía de un trabajo ameno.
Lo pensó por un rato. Tenía otros amigos en la universidad, pero no confiaba en ninguno lo suficiente para ir hasta sus casas; de la mayoría no conocía ni la dirección. La universidad tampoco era una opción; en un par de horas cerraría y, teniendo en cuenta que no asistió a las clases de ese día, no quería encontrarse con algún docente que reclamara su ausencia. O peor aún, con el mismo Namjoon, que lo estuviera buscando por el campus.
En verdad no tenía muchas opciones. Su vida era muy cerrada: pocos amigos, poca vida social, estaba a la deriva, atado a un malestar que nadie podía quitarle y lo mantenía prisionero en el tormento. Solo quería un poco de paz, olvidarse por un rato de los recuerdos y los reclamos.
Con ese pensamiento, un lugar se apareció como una chispa en su cabeza, que se desvaneció tan rápido como llegó. Aun así, no perdió el impulso y le dio la dirección al señor.
—Como usted ordene.
Ninguno dijo nada de nuevo hasta que llegaron a su destino. Pagando y agradeciendo, se bajó, observando la puerta de túnel que lo llevaría hasta el interior de donde se crearon los momentos más divertidos que tenía. Ahí, por primera vez en mucho tiempo, se sintió libre, eufórico, vivo. Se sintió capaz de dejarse llevar, de ser el mismo sin muchas restricciones, y quizá, con su típica ingenuidad, esperaba volver a experimentar esas emociones.
Dio pasos rápidos al interior, no queriendo arrepentirse en el camino. No había demasiada gente todavía, seguramente porque apenas estaba anochecido. La música, tan movida y tropical como la última vez, lo abrazaba y animaba un poco su malestar. No tardó mucho en llegar a la barra y pedir un cóctel cualquiera; ignoraba sus ingredientes, solo estaba ahí para ver a las chicas que le daban vida al club, y su alma también.
—¿Jungkook?
Al escuchar ser llamado en medio del ruido, su cuerpo se tensó. La voz era profunda, varonil y para nada conocida. Se giró en la dirección del sonido, dando con un hombre moreno, diez o más años mayor que él; su cabello corto rozaba la primera arruga que se le hacía en la frente debido a la expresión de confusión que tenía, para nada dulce. Más bien, sus rasgos generaban una sensación de imponencia, dominio, tanto como sus hombros anchos y estatura alta.
—¿Te conozco? —preguntó, fingiendo desinterés, tomando de su trago.
—Creo que sin maquillaje y tacones, no —se carcajeó bajo, llegando a su lado—. Me presento, soy Hwanji —se reverenció como un actor que se despide de su mejor show: con la elegancia de un cisne—, o Pandora, como te guste más.
Jungkook tuvo que luchar con el líquido en sus mejillas para no escupirlo en la barra.
—H-hola, no te reconocí, perdón —esperaba que, debido a las titilantes luces, el rojo de sus mejillas no se evidenciara.
—Esa es la idea, chico —guiñó su ojo, cambiando su sonrisa por una mueca al verlo con más detalle—. ¿Estás bien?
Y la pregunta tuvo el mismo efecto que la sonrisa del taxista; su llanto volvió a salir sin poderlo controlar y negó.
—N-no. No lo sé —un cálido brazo atrapó sus hombros y lo pegó al pecho del mayor. Jungkook solo atinó a tomar entre un puño la tela y quedarse en esa posición mientras se calmaba un poco.
—Todavía tengo tiempo antes de mi show, así que te escucho.
Holi, saludo rápido, espero les guste el cap, los amo muchooo 💗 recibo sus comentarios con gusto por aquí 🥰
Igual, en mi canal de Whtpp dejé una caja de preguntas anónimas, por si desean ir, las estaré respondiendo ahí 🤭 el link está en mi IG: noah_koonejito
Los amo muchoooo 💞 perdón aún le drama 🥺
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