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CHAPTER 15 🤍

Ante la confesión lanzada, recibió un beso de labios sellados. Los propios temblaban, y la ansiedad contenida en cada palabra que soltó por fin fue liberada, lo que dio paso a sus lágrimas.

Gotas delgadas se escapaban de sus ojos. Su pecho ahora se encontraba más libre, sin esa presión que antes lo embargaba. Ya respiraba con tranquilidad, y era como si un peso muy grande se hubiera caído de su espalda.

—No llores, por favor, no lo hagas —pidió su novio, limpiando con sus pulgares los hilos de agua.

—L-lo siento.

No podía controlarlo. Había estado conteniendo por tanto tiempo lo que lo atormentaba que ahora, después de decirlo, sus sentimientos se desbordaban. Más aún cuando pudo comprobar que Tae no había actuado malicioso ante sus palabras.

—Está bien, está bien. No me estás diciendo nada malo — este trataba de calmarlo, así no pudiese realmente.

Por parte de Taehyung, los sentimientos de alivio estaban lejos de existir. Podía notar lo mucho que le estaba costando a su pareja confesarle un detalle que, aunque inesperado para muchos, no lo convertía en algo negativo, no para él. Y eso lo inquietaba.

La sinceridad de su pareja y la evidente lucha interna le hacían sentir remordimiento, pues Jungkook no tenía nada por lo cual sentirse mal. Solo estaba mostrando que confiaba en él, y a sus ojos, lo hacía con una valentía increíble, la cual debería pertenecerle a él.

Sus labios sí que guardaban un amargo secreto, y era su persona la que tendría que tener coraje y soltarlo de una vez, no seguir postergando lo inevitable. Su bola de nieve cada vez se hacía más grande, y en cualquier momento no podría detenerla. Pero, aun así, el miedo lo carcomía vivo.

—Para muchos lo ha sido —continuó Jungkook, sin ser consciente de los pensamientos de su pareja—, y me asustaba que para ti lo fuera.

—Honey, no —negó, ahora con sus propios ojos inyectados en un rojo que advertía un llanto incluso más torrencial que el de Jungkook—. No lo es.

Lo que empezó como un intento de ignorar su situación para mantener el recuerdo perfecto de su celebración, se convertía en una escalofriante voz que le susurraba que su excusa realmente era amparada por la cobardía.

—Perdón por no decirlo antes.

Es que, el remordimiento debía ser para él, no para su pequeño. No decía nada terrible, solo estaba siendo él, una persona, la cual había sido atormentada por seres carentes de humanidad y empatía. No era un pecado lo que cargaba en su corazón.

—No digas más, no necesitas explicármelo —suplicó; su alma no resistiría escuchar en profundidad todo lo que Jungkook tuvo que acarrear por desear una identidad diferente a la que le imponían.

Quizá era cruel, pero no podía hacerlo teniendo esa amarga sensación de hacer parte de esa fila de personas que se turnaban para arrancarle plumas a las alas de un inocente ángel.

Aun así, Jungkook, ingenuo al malestar ajeno, prosiguió creyendo prudente excusarse con razones justificables a sus acciones.

—A-a quien se lo contaba... —cortó cuando en su garganta un nudo le impidió relatar, aunque sea, uno de los recuerdos que existían en su cabeza—. Decían cosas muy feas, me hacían sentir tan mal —se limitó a decir.

Y es que le ardía muy en el fondo sentirse estancado en esos momentos. No quería hacerlo, pero era muy complicado cuando entre sus registros no tenía ninguna experiencia positiva. Muchos no podrían entenderlo, pero es que vivir siendo rechazado y, algunas veces maltratado, golpeaba el alma y la dejaba hecha trizas.

—Oh, Jungkookie —Tae lo abrazó, empujándolo a que su cabeza se recostara en su hombro—, nunca haría eso.

—L-la última vez, todavía... todavía tenía busto y —continuó, pese a que no conseguía completar una oración correctamente—, al verme, me empujó... aún me duele la muñeca cuando lo recuerdo. Después de eso, no dejé de usar mi compresor a pesar de...

Su llanto, antes fino y ligero, se había convertido en torrenciales cascadas que le eran imposibles de controlar, al igual que su respiración pesada y palabras comprimidas por su garganta. Se sentía como un chiquillo contándole a su madre como otro lo empujo y lo hizo raspar sus rodillas. Le parecía, en cierta medida, insignificante exponerlo, pero una parte más grande que él mismo lo necesitaba.

—Me operé, pero el miedo no se fue. No quería tener a nadie en mi vida —aseguró, acurrucándose en la comodidad del calor ajeno—, y luego llegaste y, yo, no pude evitar enamorarme de ti.

No era solo por Tae, sino por él; quería darse la oportunidad de confiar, de que fuera su elección mostrarse por qué así lo quería, soltar ese miedo que tanto daño le causaba. Solo una vez más, intentaba ser él mismo.

—Yo tampoco pude evitar hacerlo —concordó Tae, afianzando su abrazo.

—A-al principio creí que había cometido un error cuando acepté salir contigo, sobre todo porque pedias cosas que no podía darte, aunque quisiera. Trataba, pero me invadía el miedo, temía que pasara de nuevo. Y después tú... —necesitaba dejar ir cada inquietud, así se sentiría en paz para avanzar con Tae sin dejar que lo malo que podría pensar, o imaginar, lo consumiera— Sentí que te empezaba a aburrir.

—Nunca fue así.

Lo que Kook no sabía, era que con ello conseguía que la voz que atormentaba la cabeza del contrario, le gritara aún más fuerte. Se burlaba en su cara, recalcándole que le hacía creer al menor sucesos inexistentes como los malos tratos y su reivindicación, al paso que le aseguraba que, mientras el tiempo siguiera corriendo, Jungkook se iría enamorando ingenuamente de quien era el verdugo de ambos a costa de su imagen.

Su pecho ardió en indignación ante la idea. Taesun no merecía ni siquiera una mirada por parte de Kook.

Mucho menos un sentimiento.

—Ahora sé que puedo confiar en ti, quiero hacerlo. Ya no te comportas de esa forma.

No resistió más escucharlo hablar de pecados que no le pertenecían. El malestar se había vuelto insostenible y, levantándolo de su hombro, juntó sus labios en una lenta sincronía, rogándole a quien fuera el dueño del tiempo porqué se estancaran ahí y no dejara que los minutos siguieran avanzando; que se detuviera en ese instante y lo conservara por la eternidad.

Pero ello no se podía, y en cuestión de segundos sus malditos pulmones lo obligaron a separarse.

—Jungkook, tú eres la persona más hermosa que conozco, tienes un corazón muy puro y caer por ti es demasiado fácil —sus lágrimas ya caían sin vergüenza alguna, deteniendo las de Jungkook y cambiando sus acongojadas expresiones por unas de confusión evidente—. Confías tan poco en ti que no notaste que desde el primer momento en que nos cruzamos me tuviste en tus manos. Tanto que no me importo pasar por encima de la moral y la razón con tal de tenerte en mi vida.

—Te amo —esta vez, fue el turno de Jungkook de tratar de calmarlo con sus deditos limpiándole las mejillas.

La intención intensificó su llanto. Se encontraba al borde de perder a lo que más amaba por su propia culpa.

—Y yo a ti. No importa que pase o que te diga, nunca dudes de que mis sentimientos son tan reales como todos los momentos que hemos vivido.

—No podría hacerlo, ¿por qué lo dices? —sus cejas se arrugaron. Y como ultimó acto antes de esperar lo peor, Taehyung dejó un piquito en medio de ellas, justo en las arruguitas que se le hacían y endulzaban sus facciones.

—Jungkook, nosotros no nos conocimos como piensas —inició, deseando detenerse en el instante justo que sintió que el cuerpo del chico se paralizó. Ni obstante, ya estaba dicho, tenía que continuar—. Lo hicimos mucho después, solo que no lo notaste.

—Tae, me confundes —mencionó aturdido por una declaración no esperada. Algo torpe se levantó de las piernas del moreno, sintiendo que no era lugar para escuchar lo que tendría que decir.

Tratando de ignorar el vacío que se alojó en la boca de su estómago y el repentino frío que chocó en sus muslos, el moreno siguió hablando.

—En ese momento no fui consciente, pero, desde que te paraste frente a mí con esa mezcla inusual de temor y determinación, ya me tenías atrapado. Me dejaste encantado.

»Terminé buscando todas las excusas que pude para no detenerlo; no soportaba ver cómo la pasabas mal por alguien que no te merecía, mientras yo deseaba seguir conociéndote, entender quién era ese chico tan particular, saber de ti, pasar el rato escuchándote hablar de lo que fuera que se te viniera a la cabeza.

Los orbes del menor se movían a todas las direcciones encima de él, como si desease hallar algo, quizás un gaje de burla, una sonrisa escondida, algo que le mostrara que sus palabras mentían, no obstante, al no encontrarlo, se reclinó y alejó como pudo, agrandando la distancia que antes consiguió.

—Tú... tú —sus palabras se atoraron y jamás salieron.

Lo notaba, Taehyung veia ese terror que no quería causar, esa incredulidad desgarradora que le causaba náuseas y un odio profundo a sí mismo.

—El día que llegaste a mi casa, n-no estaba Taesun, y traté de explicarte, pero estabas tan nervioso y frágil que no tuve alma para decirte la verdad —su voz se hizo ronca, ahogada en un instinto por no seguir exponiendo su delito—. Ese maldito no quiso responsabilizarse tampoco y no me hubiera permitido hacerte daño.

—L-lo estás haciendo en este momento —soltó este, en un susurro apenas audible y quejoso.

Su corazón, que ya dolía, se desgarró por completo. El nuevo llanto de Jungkook, ahora jadeante, acabó con cualquier anhelo de una memorable cena de celebración. Estaba destruida, hecha cenizas y lodo. Se encontraba ahogando a quien más amaba en un mar de saladas mentiras.

—No quería hacerlo —contesto a él y a sus punzantes pensamientos. Su labio inferior temblaba, y la visibilidad del lugar se perdió por completo, dejando solo manchas abstractas.

Y si él se encontraba con el corazón en el piso, el de Jungkook se había hundido en lo más profundo del subsuelo. No parecía tener sentido, lo que oía se bañaba en una absurdidad amarga. Inverosímil, de no creer, que Tae no era Tae, ¿qué maldito sentido era ese?, ¿quién era entonces?, ¿qué había sucedido para que no fuera él mismo? Se veían idénticos, nada cambiaba a comparación del chico que conoció en el turno de Jimin.

—D-dime quién eres —se atrevió a preguntar, con las palabras rasgando sus cuerdas vocales—. S-si tú no eres él, ¿quién eres? —insistió luego de unos segundos de silencio, y nuevamente la respuesta no llegó, así que, sin remedio, chilló en exigencia—. ¿Quién eres?, ¡dime!

—Taesun es mi gemelo —soltó el desconocido de malagana—. Jungkook, puedo explicarlo mejor.

Las piezas encajaron en un puzzle el cual no conocía que tenía que armar, y que al hacerlo no pudo sentir más que decepción y repudio. Quien lo miraba con la expresión destruida, era el hermano de Taesun, ese del que tenía prohibido preguntar si no quería una evasiva. De ahí los drásticos cambios, los comportamientos tan atípicos que atribuyó falsamente a un arrepentimiento genuino.

Ahora que lo escuchaba y veía con claridad, era capaz de percibir el giro tan poco orgánico que hubo en su relación, lo claro que siempre estuvo y nunca notó. Eran realmente tan diferentes en actitud que la única similitud que encontró fue una: ambos odiaban hablar del contrario.

—¿Cómo te llamas? —la pregunta estaba de más, sabía su nombre. No obstante, se negaba a darlo por hecho, necesitaba escucharlo de sus labios.

—T-Taehyung.

Y entonces ya no hubo espacio para la duda. Cada una de las palabras del chico que estaba al frente suyo, eran ciertas.

—Oh, mierda —levantándose de su lugar, se alejó todo lo que pudo. Tenerlo tan cerca lo enfermaba—. ¿Por qué?, ¿por qué tú?, ¿por qué me haces esto?

No quería creerlo, no deseaba hacerlo. Una gran parte suya gemía de dolor, pidiéndole que exigiera por detener ese juego, advertirle al contrario que no era gracioso y se dejara de tonterías. Pero él lo sabía: la mirada del contrario era honesta.

—Nunca inicié pensando en que te volverías mi vida o buscando lastimarte —este, como pudo, intento acercarse en vano, pues sus pies retrocedieron solos el doble de pasos que dio.

—¿Y ahora que debo hacer? —balbuceó, llevando sus manos a tirar de sus cabellos—. Hasta hace unos minutos le estaba contando mis mayores miedos a Taesun, creyendo estúpidamente que le importaba, y resulta que, que, no eras él.

¿Por qué ahora?, parecía incluso una burla de la vida, ¿que acaso era su bufón?, ¿se estaba divirtiendo viéndolo en ese estado? Era humillante, muy humillante. Acababa de entregarlo todo, soltar sus mayores temores para recibir a cambio de una sentencia de caos, la revelación de una traición que jamás vio venir.

¿Qué estaba haciendo mal?, ¿por qué no podía ser feliz tranquilamente?

—Jungkook, yo en verdad te...

—No lo digas —lo interrumpió—. No ahora que se sienten vacías. No luego de que me hicieras creer que amaba a alguien diferente.

¿Cómo podría creerle sus palabras cuando le había mentido por meses enteros?

—Permíteme explicarte —pidió una vez más.

Una petición absurda para el revoltijo de emociones que tenía. No resistía continuar con esa conversación.

—Necesito que te vayas, no puedo escucharte ahora —secó su rostro con brusquedad, señalando en dirección a la puerta—. Todo es tan confuso.

Y sin poder resistir la presión en su pecho y el mareo al notar que sus pensamientos se convertían en una amalgama de mentiras y recuerdos, huyó a tropezones a su cuarto.

—No puedo irme sin antes aclararte las cosas —le aclaró siguiendo de cerca sus pasos, pero no lo suficiente para evitar que la puerta fuera cerrada delante de él—. ¡Jungkook, me aterra perderte! Aunque me lo merezca, no quiero que eso pase.

No dio respuesta a lo escuchado, pues su atención se quedó en el cuadro que horas antes había colgado al frente de su cama.

Su respiración se estancó por unos segundos, detallando con detenimiento las pinceladas y las palabras del contrario cuando se lo entregó. Ja, así que a eso se refería. Uno de sus momentos favoritos con Taesun, donde creyó haber logrado conectar con su alma, resultaba haber tenido de protagonista real a su hermano.

Su cabeza reventaría de tantas contradicciones y preguntas que se hacía. 

¿En algún punto habían vuelto a cambiar de lugares?, ¿Taesun alguna vez se cuestionó lo que hacía y como esto le afectaría?, ¿que había hecho para que, quien estaba detrás de su puerta, decidiera que se había enamorado de su persona y eso fuera motivo suficiente para tan cruel cambio?

Su cuerpo se arrastró por la madera, no quitando la mirada del árbol, hasta quedar acurrucado en el lugar, llorando por la abrumante de la situación. 

—Sé que no soy quien esperabas, pero ese idiota te estaba lastimando —dijo el otro detrás de la puerta, golpeándola con suavidad—, hizo cosas malas y solo se divirtió contigo y conmigo... quería protegerte, esa siempre fue mi intención.

La situación era tan caótica, digna de una trama de telenovela clásica caracterizada por lo dramáticas que podían ser. Y preferiría mil veces que fuera una a tener que vivirla. Lo odiaba, detestaba esa sensación de irrealidad, de esa fantasía que advertía que algo como eso era más allá de descabellado, pero que a su vez, por esa misma naturaleza increíble, daba cuentas de que era cierta y no podía escapar de ella aunque lo desease con todas su fuerzas.

—Él, él, nunca me quiso, ¿verdad? —preguntó más para si mismo, como si con eso reafirmara una verdad no dicha pero muy bien planteada. Sin embargo, el otro la escuchó.

—Esa escoria solo se quiere a sí misma —le dio respuestas con un dejó de lástima—. No es tu culpa que no haya visto lo maravilloso que eres.

Y los adjetivos gratos no causaban más que ironía. Maravilloso, claro, tanto como para burlarse en su cara por varios meses mientras él, como idiota, se enamoraba hasta los huesos de una persona que realmente no existía.

Porque, a su forma de ver era asi. Por fingir ser Taesun, su identidad era consumida por completo, llevándolo a un abismo oscuro donde no era ni «Tae», ni «Taesun». Era ambigüedad, desconocimiento. No podía tener claro la sinceridad de sus actos cuando apenas podía procesar que él existía.

Y no quería ser injusto, recordaba con especial detalle cada momento pasado a su lado; sus palabras, sus caricias, besos. Pero ahora estaban tan distantes, perdidos entre una lejanía que deseaba alcanzar en vano. No llegaban a él como una realidad, más bien se asemejaban a sueños, unos de los cuales habia sido empujado a despertar.

—¿F-fue el día de las pinturas? —trató de darles una fecha. Quizá así podría asentarlos mejor y limpiar un poco el desorden de sus pensamientos.

—Fue el primer día que llegaste a cuidar a Taesun de un malestar falso —le contestó.

Su corazón se comprimió.

—¿Dónde estaba? —la respuesta no le apetecía, sin embargo, necesitaba saberlo. Saber que hacía cuando él se había motivado por primera vez a luchar en contra de su mala suerte.

Vaya tontería.

—Con otro chico.

El llanto de Jungkook volvió a crecer. La humillación calando por sus venas lo mareaban. Darse cuenta que todas las intenciones por mantener su absurda relación fueron dirigidas a su cuñado, no fue grato.

Nada de su esfuerzo le importó a quién, en ese momento, era su novio. Al contrario, fue desechado en el instante que se aburrió de él, sin importarle en lo más mínimo como eso podría lastimarlo.

—Me regaló a su hermano como si fuera un juguete que ya no usa —murmuró nuevamente. Que patético se sentía. Su esfuerzo por ser una mejor pareja le había conseguido tener a una nueva sin siquiera poder elegir.

—Déjame entrar, por favor. Te lo contaré todo —insistió entre un jadeo el otro, girando la perilla con pasador en un desesperado intento por abrir.

Ya sin fuerza de seguir luchando contra los intentos de entender y el deseo de mantener al gemelo lejos suyo, cedió a su petición. Estirando su mano temblorosa, destrabó la puerta y se hizo a un lado, dándole paso.

Al ingresar, Taehyung pudo jurar que la culpa acabaría consigo. Jungkook, su Jungkook, se encontraba abrazando sus piernas con su rostro más pálido de lo habitual y manchado por los ríos de lágrimas que no se detenían ni por un instante. Su mirada, estaba perdida mirando al frente, justo en dirección al cuadro que les pertenecía. La imagen tan desoladora lo rompió en cientos de pedazos.

Sin esperar mucho más, se dejó caer a su lado y lo envolvió en un abrazo que el menor no rechazó ni correspondió.

—Perdón, perdón —arrulló ambos cuerpos, intentando que los sollozos se apaciguaran, aunque consiguiendo el efecto contrario—. Déjame intentar repararlo, déjame solucionarlo.

Arreglarlo, ¿se podía?, en ese momento Jungkook no tenía una respuesta. De primera mano quería decir que no, deseaba lanzarlo lejos de su presencia y acabar de raíz con lo que proclamaba ser la peor experiencia de su vida.

No obstante, los momentos que pasaron, incluso horas antes de saber toda la verdad, lo ataban de manera dolorosa a un sentimiento de amor que le hacía imposible acabar con todo como lo haría el fuego en un incendio.

—T-Taehyung... — pronunciar su nombre fue agridulce, extraño, doloroso—. Confié en ti, lo hice, y no debí... no debí.

Ahora, con este panorama, podía incluso confirmar el presagio que tuvo la primera vez que el real Taesun se le acercó: saldría mal.

Debió escucharse, hacerse caso, no dejarse llevar por las adornadas palabras de ese patán.

—Todo lo que vivimos fue real. Lo es aún —lloriqueo el contrario, meciéndolos con más ahínco—. Te amo, eso no fue una mentira.

Y Jungkook se vio incapaz de responder, se limitó a llorar y drenar cada frustración y enojo que la situación le generaba. Se permitió desgastar su garganta y ojos en los brazos de quién lo había traicionado. Su cabeza ya dolía y su cuerpo, cansado, no resistió mucho más y termino dormido en medio de suaves quejidos que, con los segundos, se convirtieron en profundas respiraciones.

Taehyung, en cambio, estuvo todo ese tiempo acariciándole los cabellos y su brazo, tratando de trasmitirle una paz que no tenía pero que se esforzaba por fingir. Era un idiota, un cretino.

Si el menor decidía que jamás lo perdonaría, estaría en su derecho.

Como se detestaba en ese momento.

Con cuidado de no despertarlo, a sabiendas de que necesitaba ese descanso como nunca antes, lo alzó y llevó hasta su cama, acomodandolo entre las cobijas de la mejor manera posible, pues ya era tarde en la noche y el frío empezaba a invadir el ambiente.

Era consciente de que el menor no quería verlo, lo había echado hacia un rato atrás, y lo más prudente seria respetar su decisión. Así que, dejándole un casto beso en la frente, se las ingenió para dejarle una nota donde pudiera encontrarla y salió de ahí. 

Luego, con más calma y sin las emociones a flor de piel, trataría una vez más de pedir su perdón. No podría vivir con la conciencia tranquila si dejaba ir a Jungkook tan fácil.


Chale, dos cosas: no me odien y el dramita todavía no acaba. No será muy largo, créanme 😭

Ya era necesaria la verdad. Los dos últimos caps ya los tenía hace semanas pero me costaba escribirlos porque me hacían sufrir 😭😭😭 no crean que no me duele a mi también 😭💔

Espero les haya gustado, trataré de no demorarme en las actus mientras dura el mal momento, pero todo depende de la U, así que deseenme suerte 🥺

Ahh, y como último, me gustaría saber su opinión, ¿se esperaban que Tae le contara la verdad en este cap la verdad?, ¿creían que Taesun sería quien le diría? 👀 Yo vi a algunos asustados por ahí con eso 🤫

Ya sin más, me despido y nos vemos pronto 🫂💞 los amo mucho 💞💞

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