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CHAPTER 12 🤍


Estaba teniendo un pésimo día, y la hora ni siquiera marcaba las diez de la mañana.

Desde su llamada con Tae, antes de ir a entrenar, su cabeza no lo dejaba en paz. Luchaba por creerle a su novio, siendo consciente que hay momentos en que los estudios devoran cada tramo de tiempo; sin embargo, los recuerdos negativos seguían haciéndose presente, carcomiéndole las entrañas en contra de su voluntad.

Tae le había pedido olvidar esos días cuando nada salía bien y su actitud no era la mejor; hacer de cuenta que nunca existieron. Pero, ¿podía? Trataba, claro que sí. Buscaba recordarse que de esos momentos no quedaba nada. Su novio cumplió con su promesa de ser alguien completamente diferente... hasta ahora.

¿Qué pasaba si volvía? Estas dos semanas llenas de evasivas lo aterraba...

—¿Está todo bien?

Una voz detrás suyo lo hizo detener los movimientos de sus piernas, empujando la plataforma que poseía la máquina que usaba, obligándolo a girar en dirección a esta. Namjoon lo miraba expectante, con su cabeza inclinada de lado.

—¿Por qué lo preguntas? —su ceño se frunció, fingiendo no entender la pregunta. No tenía muchos ánimos de hablar en ese momento.

Detestaba sentir que agobiaba a su amigo con sus problemas amorosos, que seguro poco le interesaban. Además, no siempre tenía por qué estar lloriqueando por cualquier tontería que su cabeza le hiciera creer. Por qué se lo hacía creer, ¿no es así?

—De todo lo que se te pidió hacer en la rutina, no has hecho nada. Llevas más de una hora sentado en esa máquina mientras mueves las piernas —señaló, acercándose a revisar los discos que usaba, alzando una ceja a la par que volvía a enfrentarlo—. Y apenas tiene peso.

Soltó un pequeño quejido al recordar que, de los cuarenta kilos que solía poner, esta no tenía ni veinte.

Este día no le estaba gustando ni un poco.

—Solo estoy pensativo, las clases me tienen algo... estresado —se excusó como pudo, observando a su amigo arreglarle el descuido.

—Vemos las mismas materias, chico —el recordatorio de su amigo, volteando a su dirección después de que la máquina quedara lista, le confirmo que no le creía ni una sola palabra.

—Que a ti no te importe tu promedio no significa que a mí tampoco.

Aun así, trató de mantenerse en su mentira.

—¡Claro que me importa! —cruzándose de brazos, Namjoon lo vio indignado—. Soy el tercer mejor promedio.

—Y yo el primero —sacó su lengua, iniciando de cero la rutina de piernas en la máquina—. Tengo una reputación que mantener.

No quería hablar del tema, se conocía: lloraría. No creía que fuera un lugar prudente para desahogar sus sentimientos; además, el moreno era muy estricto con sus ejercicios y no toleraría perder el tiempo en una charla tonta sobre cómo se lo estaba pasando mal por una situación que probablemente no existía.

Por su parte, Namjoon suspiró derrotado. Ya conocía al menor de ambos; no tenía caso.

—Como sea —decidido por ignorar el comportamiento del contrario, señaló con su barbilla el objeto que llamó su atención desde que vio al menor cambiado con su ropa deportiva—. Linda liga de cabello. El rosa te queda bien.

Las mejillas de Jungkook se tiñeron en un suave rosa por el pequeño halago.

—G-gracias, es un regalo de Tae —Fue uno de tantos accesorios que su pareja le dio y, aunque al principio no estaba seguro de usarla en público, ese día se lo permitió.

De alguna tonta manera, recordar la sonrisa de Tae cuando se la entregó, asegurándole que luciría «radiante y lindo», le traía un poco de calma a sus inseguridades.

—Me gustan las orejitas de oso que tienen —Nam sonrió detallando el sutil bordado. Le gustaba ver a su amigo usando ese tipo de cosas, era nuevo, pero le quedaban increíbles—, te hacen ver salvaje.

La forma de garra y el bajo gruñido que le soltó al azabache para molestarlo, consiguió subir el rojo de sus mejillas a todo el rostro, incluyendo las orejas. Se veía muy tierno.

—Oh, cállate, me avergüenzas —se quejó. Levantándose de la máquina, Jungkook salió directo a las caminadoras. No tenía ánimo de escuchar a su amigo. Y la nula concentración tampoco le daba para completar la rutina asignada.

Por hoy solo trotaría.

—¡No olvides que esta tarde iré a tu casa!, ¡necesitamos llevar a Bora a su control mensual! —Fue lo último qué logró escuchar antes de perderse entre los pasillos.

Dos horas. Estuvo dos horas en una de todas esas máquinas esperando que su amigo diera el pase libre para que ambos pudieran irse. Tenían un nuevo control de Boram por lo que debían ser rápidos, pues la cita tenía un horario fijo y retrasarse podría conseguir que la perdieran.

Sin querer dejar que su cabeza tomara del todo el control de sus pensamientos al encontrarse en la soledad de su casa, corrió a desvestirse y entrar a la ducha. Por obvias razones odiaba hacerlo en el gimnasio. Aunque, no era únicamente por las personas, también se debía a esa obsesiva necesidad de tener espejos por todas partes, ni un ángulo de su cuerpo se escapaba de los cristales que lo reflejaban. Así que no, no gracias.

Ya tenía suficiente con evadir el que le regaló su madre de cuerpo completo para su cuarto y el del baño que llegaba casi al final de su torso.

El baño no le tomó mucho tiempo y, con su bata puesta, secó su cabello tan rápido como la potencia del secador le permitió. Luego, abrió las puertas de su armario en busca de algunas prendas ligeras. Namjoon no tardaría en llegar con la minina y para entonces ya debía encontrarse listo, así que trataba de ser lo más rápido que pudiera.

Y, de no ser porque notó un conjunto de ropa perfectamente colgado, su agilidad hubiera seguido intacta. Pero le fue imposible al recordar que su novio tenía uno similar en algún rincón de su cuarto debido a esa tarde donde ambos se entretuvieron en la boutique del centro comercial.

Fue incapaz de no dibujar una sonrisa. Tae con falda se veía excesivamente lindo.

Lo extrañaba tanto.

Cómo no hacerlo cuando apenas se enviaban mensajes; existían en sus registros fechas vacías con un solo mensaje de buenos días y buenas noches. Le aterraba eso, no quería perderlo, no a él, no a la primera persona que lo aceptaba. Sabe, es consciente de que es un bicho raro para los demás, que siempre tendría esas miradas que lo juzgan, los comentarios cayendo en su cara o zumbando en su oído como si moscos lo rodearan, que lo cuestionarían, que se burlarían; pero cuando está con Tae, todo eso parece desaparecer. No se siente señalado, no hay crítica en su mirada, solo una genuina curiosidad que lo anima a seguir abriéndose a él.

Y le asustaba, claro que sí. No tenía idea de si toda esa faceta de su novio sería efímera y volvería aquella que tanto le incomodó, o si Tae había descubierto que él no era tan especial como se imaginaba y se encontraba aplazando lo inevitable.

La angustia lo asfixiaba.

Las ropas perdieron foco gracias a su vista nublada, y eso fue suficiente para restregarse los ojitos y tomar la camisa para usarla, sin aceptar dejarse romper en ese momento. Si el moreno llegaba y lo veía con los ojos rojos, preguntaría y no tendría cómo zafarse esta vez de esa charla. A pesar de que le gustaría usar el conjunto completo, no lo haría; explicar eso tampoco le apetecía, así que simplemente sacó un jean claro y se dispuso a vestirse poniéndose ropa interior y el compresor de su pecho, ya de por sí plano. Sin embargo, antes de ponerse la prenda superior, el sonido del timbre lo detuvo.

—¡Dame un segundo! —gritó reacomodando su bata y alzando a ver la hora en su celular. Nam había llegado un par de minutos más tarde de lo acordado— ¡Te estabas tardando!

Aunque no le sorprendía, su mejor amigo se había ganado la fama de impuntual a pulso. Por eso, trataba hacer sus planes con un horario con posibilidad de extensión, de lo contrario llegarían tarde a todos lados.

—¡¿Sabes?!— Corrió, más animado por ver a Bora y poder cargarla. Amaba a esa felina, era peluda como un peluche, de color claro y ojitos cerrados que pocas veces abría, pero, cuando lo hacía, se mostraba un gris claro que avisaba su condición. Aun así, para Jungkook era la gatita más hermosa—, pensaba que podríamos ir por un helado después, necesito despejar mi mente...

Más, su alegría desapareció para darle paso a la confusión al notar que no era su amigo el que se encontraba detrás de la puerta.

— ¿T-Tae?

El aludido borró su sonrisa casi a la par que su propio rostro se arrugó sin saber exactamente qué hacer.

—No sabía que esperabas a alguien —dijo este, escaneando su cuerpo de arriba a abajo antes de fruncir el ceño— ¿No tienes frío?

—Y yo no esperaba verte —confesó, sintiéndose cohibido al recordar que apenas y tenía ropa interior debajo de esa fina tela de color celeste, aunque no menos molesto por el tono recriminatorio del comentario que le lanzó —, ¿no estabas ocupado en cosas más importantes?

Se cruzó de brazos, luchando con mantener su confusión. Quería lanzársele encima y lloriquear por no haberlo visto en tantos días, pero la poca dignidad que tenía le exigía, aunque sea, tratar de mostrarse un poco distante.

—Necesitaba un descanso... —se excusó, ablandando su semblante con una sonrisa opaca— En verdad te extrañaba.

Oh, y como quiso decirle lo mismo y sonreír en grande. No obstante, solo se limitó a darle paso para ingresar.

—No parecía —después de todo, fue él quien puso la distancia—. Iré a cambiarme.

Y sin esperar a escuchar una respuesta, huyó a su cuarto, encerrándose en este y lanzándose a su cama.

¿Qué estaba haciendo? Él también lo había extrañado, mucho, demasiado. Quería abrazarlo y besarlo, no entendía entonces por qué el enojo y la decepción se apoderaron de su cuerpo y le impedían a toda costa ceder. Era injusto no poder ponerse de acuerdo consigo mismo.

Lo que no sabía Jungkook es que el moreno se encontraba en condiciones parecidas, cambiando el enojo por culpa y la decepción por impotencia. Deseó poder mimar y disculparse con su pequeño, más no espero que este lo tratara tan distante. Y si, se lo merecía, incluso hubiera aceptado que le cerrara la puerta en la cara. Sin embargo, eso no quita lo doloroso que era verlo en ese estado.

Ahora no quería ni siquiera pensar lo mucho que le costaría superar el odio que Jungkook le daría luego de confesarle su mentira. Porque para eso estaba ahí: sería sincero.

No tenía muchas alternativas si quería hacer las cosas bien con su novio.

Cuando el menor apareció, vistiendo una camisa que reconoció al instante y unos pantalones oversize que acentuaban la innata dulzura ajena, su voz se perdió, empeorando luego de que se detuvo en un espacio prudente para sentir la lejanía.

—Yo, quería hablar contigo... —mencionó como pudo, siendo testigo de cómo Jungkook rehuía de su mirada.

—Namjoon vendrá por mí en cualquier momento, así que no tardes —dijo, aun sin verlo.

—Es importante.

Maldita sea, el desespero había cambiado lugar con su sangre y ahora se encontraban recorriendo sus venas con tanta agilidad que le dolía la cabeza y le ardía la piel, ¿cómo le contaría la verdad, si no podía soportar siquiera que el chico estuviera a la distancia suficiente para que sus brazos no lo alcanzaran?

Sus manos sudaban en el momento que las escondió en el interior de sus bolsillos. No se creía capaz de conseguirlo, no quería esto, necesitaba que todo estuviera bien, no tener ese muro invisible que ya los separaba, incluso si aún no revelaba su más grande pecado.

—No parecía que tuvieras nada importante que decirme cuando te llame esta mañana.

Y es que Jungkook estaba en su derecho de estar enojado, lo sabía. Pero él era egoísta, era injusto, se negaba a estar en paz con eso. Su corazón se negaba a aceptar la idea de que el chico lo detestara, quería ser necio y continuar con la mentira, asegurándole que se esforzaría por qué Kook sintiera que él no era Taesun, a toda costa. Y de no ser porque la culpa rasguñaba con tanta intensidad, rogándole por honestidad, hubiera desistido.

—Kook, por favor —buscó conectar sus ojitos, suplicándole en silencio que le permitiera hablar antes de que su voluntad se desmoronara.

Jungkook, luego de por fin ceder, fue consciente de que realmente algo pasaba al encontrar angustia pura bañada en el rostro contrario. No era propio de la actitud estoica de su pareja, ese que siempre le sonreía y calmaba ante cualquier malestar que taladrara su interior.

—Dime —animó, tragando grueso y cruzando sus brazos a la altura del pecho, en un intento por no mostrarse tan vulnerable como se estaba sintiendo.

No tenía un buen presentimiento.

—Lo siento... fui un tonto por tomar distancia, pero lo necesitaba.

—¿Por qué? —arrugando su entrecejo, se atrevió a preguntar. No entendía que pasaba, ¿había hecho algo malo sin notarlo?

No se le ocurría algo más; la última mañana que se vieron tuvieron problemas con soltarse, pues ninguno aceptaba la idea de tener otros compromisos, ¿habría sido algún mensaje?, ¿dijo algo de su familia que lo molesto? Después de esa reunión fue que su novio comenzó a actuar extraño, ¿fueron ellos el problema?, y de ser así, ¿porque fue él quien pagó los platos rotos?

Se encontraba muy confundido.

—Tenía muchas cosas que pensar, han sido días estresantes. Todo en mi vida me consume.

Al oírlo, amagó con acercarse, deteniéndose al instante que lo noto tensarse y agachar la cabeza. Eso no tenía mucho sentido, él podría haberlo ayudado si se encontraba mal, pudo haberlo buscado y tratar de encontrar una solución juntos. O él qué sabe, hacer algo, aunque sea, intentarlo.

—Podrías haberme dicho, yo habría tratado de... —su intento de exteriorizar sus pensamientos fue interrumpido por Tae, y su confesión lo dejó peor que antes.

—Jungkook, has sido un chico increíble conmigo y realmente ganaste mi corazón. Cuando te conocí... Yo, yo no quise... —y antes de poder seguir, enmudeció por su cuenta.

Jungkook tembló de miedo.

Sus piernas perdían fuerza y gran parte de sus pensamientos trataban de darle un final a lo que no dijo, luchando con encontrar una justificación que no fuera ninguna de las posibilidades que sus inseguridades gritaban a viva voz.

—¿Qué estás queriéndome decir? —algo le decía que la pesadilla que había estado forzándose a creer que era nada más que un producto de su imaginación se empezaba a convertir en una realidad tan palpable que le quemaba— ¿Tae?

—Mi intención nunca fue dañarte.

Esa frase atravesó su corazón como una daga de perfecto filo.

—¿Por qué dices todo eso? —el deseo de llorar volvió y se odió por eso. No quería verse tan asustado como realmente lo estaba.

Mientras la conversación más seguía, su ansiedad crecía, conectadas entre sí y generándole un malestar agobiante que no aguantaría aunque lo intentase. Quería gritar o llorar con intensidad, sin embargo, a la par, estaba estático tratando él mismo de darse una respuesta, adivinando lo que sea que empezaba a consumirlo. Quería suplicarle que se detuviera o se volvería loco, quería decirle tantas cosas antes de que continuara, pero no lo hizo y Tae siguió.

—No soy una pareja digna de ti, ¿sí? Te oculto tanto que no te merezco a mi lado, no puedo seguir con esto, debo de...

—Para —finalmente pidió. Su corazón bombeaba con fuerza, mientras el pecho parecía cerrársele. No podía más, se iba a derrumbar, terminaría destrozado si algo más tajante salía de Tae, y mostrarse de esa manera se le hacía tan humillante—. Por favor, detente.

No lloraría. No lloraría. Ese era su mantra en ese instante, se lo repetía una y otra vez, cada vez con más intensidad. Debía afrontar ese mal momento con madurez, así le costara el alma hacerlo. En su cabeza, una respuesta que le cortó la respiración llegó; se volvió tan obvio eso que Tae no podía decirle, que las palabras se sintieron amargas contra su paladar.

—Jungkook, necesito decirlo.

—Vas a dejarme, ¿no es así? —preguntó con su voz temblante. No encontraba otra respuesta a esa charla que lo traía tan alterado, como muestra de ello, el incesante temblor de sus manos que no paraba por más que rogara a su cuerpo que lo hiciera— ¿Qué hice mal?

Tantos recuerdos cruzaron por su memoria, ese malestar que le decía que nada iba bien volvía, y aunque trataba de no comparar a su... a Tae, con las demás personas que alguna vez estuvieron en su vida, no pudo evitarlo. Él era su primera pareja, pero no la primera persona que se iba de su vida; algunos con más frialdad que otros, pero, de alguna manera, todos con palabras semejantes a las que el castaño le lanzaba en ese momento.

—No, tú no, no es, eso no. Jungkook, primero escúchame por favor —suplicó, más, Jungkook, cegado por su pánico, poco cuidado le puso.

Tae no podía estar así de mal y sin encontrar las palabras correctas solo por ausentarse un par de días. Había algo más, claro que sí. Sin embargo, no soportaría descubrirlo.

—Yo creí que estábamos bien —soltando un bajo sollozo, trató de procesar la situación y solo pudo sentirse patético por tener el impulso de hacer algo más, pensar en cómo detener lo que a sus ojos parecía un punto final, ¿debía hacerlo? Quizás, aunque, su dignidad le pedía no permitírselo—. Esto es un desastre, lo siento, no tienes que quedarte si no quieres.

Aunque ahora dudaba tener algo de eso. Era tan tonto. Tonto. Tonto. Tonto.

—Jungkook...

—Está bien, está bien. Lo único que te pido es que no lo digas; no podría soportar oírte decir que te quieres ir —hasta ahora logró contener las lágrimas, y se mantendría así si la conversación se acababa en ese instante. Tenía que detenerse o caería de rodillas suplicando lo que fuera con tal de implorar que nada de esto estuviera pasando. Era tan patético—. Solo vete, no digas nada.

Dio por terminado, tratando de volver a su habitación para derrumbarse en la tranquilidad de su cama y dejarse ser en la soledad de su casa. Sin embargo, sus pasos se vieron detenidos por el agarre de Tae en su muñeca.

Ninguno dijo nada cuando se encararon, seguro aturdidos por la discusión que se convertía en un tornado con el avanzar de las palabras. Por eso mismo, Taehyung decidió dar su opinión sin hablar, solo dejando ir sus sentimientos más profundos. Jalandolo hasta chocar sus pechos, tomó sus labios en un movimiento que no le permitió a Jungkook siquiera procesar lo sucedido.

Los labios del menor temblaron encima de los suyos; los movimientos, a pesar de ser lentos, eran torpes y la sincronía estaba lejos de querer participar. Más, importaba una mierda; ambos extrañaban ese tacto, poder sentirse y demostrar su cariño. Jungkook estaba realmente equivocado si creía que dejaría ir esos deliciosos besos tan fácil. Estaba loco; ese azabache era su adicción: sus ojos, su tono de voz, su sonrisa, esas bien formadas piernas, su actuar, la manera en que se trataban y conectaban como si hubieran nacido para pertenecerse.

Que el cielo lo perdone, pero Taehyung no sería el imbécil que dejaría ir al chico de sus sueños.

—Nunca, ni siquiera por un segundo, se me ha ocurrido dejarte —volvió a dejar otro pequeño beso, sonriéndole de lado—. Soy un idiota y me da miedo que seas tú el que quiera dejarme. No valgo la pena.

Sus piernas se encontraban frágiles, y su cabeza era la definición de contradicción. Verlo tan alterado por una idea errónea, gracias a su muy mal intento de contarle la verdad, lo dejó atónito, con el alma a los pies, desgarrada a causa de ser conocedor que era quien causaba ese dolor.

—Claro que lo vales —murmuró Kook, juntando sus labios con un temor notable para el castaño, quien, ajustando su agarre, los llevó al sofá más cercano en la sala donde todo el caos se gestó.

Esta vez no avisó, o esperó confirmación, simplemente se sentó y empujó el cuerpo del menor hasta su regazo, tomando con su zurda la cintura de este y con la diestra una de las mejillas que se bañaron en un par de pequeñas gotas fugitivas.

Jungkook no lloraba, pero ver esas lágrimas que salieron en contra de su voluntad, le quemó el alma, agrandando su odio a sí mismo. Como le encantaría no hacerlo llorar, no lastimarlo, no romperle el corazón con su mentira.

—No te imaginas cuanto te quiero —sus propias ganas de no llorar estaban siendo retenidas, viendo al pequeño puchero involuntario que se le formaba a su pareja.

¿Por qué permitió que esto avanzara al punto de ser doloroso en exceso?

—T-también te quiero mucho.

Kook se veía tan frágil que lo único que deseaba era protegerlo, así eso significara hacerlo de él mismo.

—Lamento todo. Perdóname por... —Intentó disculparse y seguir con lo que había venido a hacer, más Kook no se lo permitió volviendo a juntar sus labios en un choque con un poco de fuerza, tal vez más de la necesaria, que lo llevó a sonreír en medio del beso antes de seguirlo.

Jungkook no entendía mucho de lo sucedido y no le interesaba hacerlo, lo único que le importó fue esa confirmación de que Tae lo seguía queriendo y no se iría de su lado. En cambio, Taehyung, luchó en contra de sí para no dejar que su objetivo claro se disipara a causa de las sensaciones que besar a su persona favorita le causaba.

Y perdió; lo hizo cuando, sin ser muy consciente, Jungkook se acomodó mejor en su cuerpo, trayéndole choques eléctricos que corrieron por todo su sistema, dejándolo dopado y necesitado de más. De más besos, más caricias, de más del chico, su chico.

Quería besarlo hasta el cansancio, que sus labios se rompieran de ser necesario, daba igual, en ese instante su único pensamiento era el deseo de dejarse llevar por esa adictiva situación.

—Tae —Jadeó bajito el menor, mirándolo cuando sus manos se enredaron en los muslos tonificados de este.

Era fascinante; ese brillo ahora lejano a la angustia, sus labios rojos delatando sus acciones, su cabello ahora algo desordenado encima de su cara. Una imagen digna de fotografiar. No dijo nada, pues su boca en ese momento solo encontró función en tomar esos hinchados belfos, en jalarlos con los suyos, succionarlos, acariciarlos con su propia lengua y tomar todo lo que estos le dieran.

—¿Por qué no habíamos hecho esto antes? —Soltó cuando la necesidad de respirar los obligó a separarse. Los movimientos eran apenas perceptibles, pero existían. Jungkook se movía contra él, tan sutil que le revelaban que ni el azabache era consciente de lo que hacía.

Se sentía tan bien que casi pudo jurar que había perdido el tiempo por no dejarse consumir en caricias con el otro desde antes, aunque rogaba que la intensidad no subiera al punto de despertar demás a su cuerpo. Lo último que pretendía era incomodar al chico que apenas y era capaz de mantener sus ojos abiertos y se encontraba sonrojado hasta el cuello.

Los besos seguían, tal vez en un intento de recuperar los perdidos en esos días que la distancia los separaba, apoderándose de ellos como si fuera más importante que respirar. Todo en ambos ardía, y aunque no llegarían muy lejos, eso no fue impedimento para que Taehyung desabrochara unos cuantos botones inferiores para así tener acceso a ese delicado vientre, el cual apenas y había tenido el honor de acariciar escasamente.

Su atención se encontró puesta en cualquier signo de incomodidad, mientras sus manos se escurrían dentro de la prenda y sus yemas pasaban por la tersa extensión. No hubo más que otro pequeño jadeo.

Se veía tan lindo en ese estado, con esa seductora expresión relajada y su camisa desordenada, que no olvidaba que hacía juego con una falda que exhibía con orgullo esas piernas de las que podía llamarse fan.

—¿Puedo preguntar por qué solo usas la camisa? La faldita se te veía tan bien —se atrevió a preguntar al no poder sacar la imagen de esa única vez que lo vio con esta puesta.

—Tú tampoco la has usado —contraatacó en menor, tensándose lo necesario para notarlo, pero no al extremo de perder el buen humor que ahora los envolvía.

—Si mi niño desea, la puedo usar la siguiente vez que nos veamos —besando sus labios, propuso.

A pesar de que sabía que Kook era resistente a su gusto por dichas prendas, a él le daba igual tener que usarlas para mostrarle que no tenía nada de qué preocuparse. Y bueno, no negaría que le daba un poco de vergüenza ser el centro de atención de todo al que se cruzara, o algo de pánico saber que podría ser blanco de algún comentario mal intencionado, más poco menos que nada le importaba si eso haría sentir mejor a su novio.

Además, si algún día, Jungkook deseaba salir a la calle usando vestidos o algo considerado femenino, se encargaría de no permitir que nadie se metiera con él; que no deseen siquiera darle una mala mirada. Pero solo si a él se le apetecía salir de esa manera.

—¿En serio lo harías? —los ojitos de Jungkook destellaron y con eso le bastó para sonreír en grande.

Adoraba a Jungkook más de lo que podría expresar con palabras, incluso juraba que el sentimiento iba más allá. Aunque no era el momento para detenerse a analizarlo.

—Claro, solo es una prenda, amor. No debes sentirte mal si te gustan o no.

—No es solo eso —su ánimo se opacó al decirlo. Taehyung se limitó a darle un pequeño besito antes de peinar sus cabellos en busca de brindarle tranquilidad.

Suponía que tenía que ver con lo descubierto junto a Hoseok, y sabía que en algún momento sería un tema que saldría a la luz, pues no era algo que se pudiera tratar a la ligera. Podía incluso admitir que a pesar de sus intentos por entender, buscar y procesar, le era difícil de comprender por completo. Y es que no era para menos, fue algo que lo tomó por sorpresa y, a pesar de no ser nada malo, todavía tenía muchas dudas, las cuales solo el menor podría responder.

—¿Quieres hablarlo?— Kook negó, llevando su cabeza a recostarla en su hombro.

Y aceptaría que se diera al tiempo del menor, no al suyo. Así se lo ocultara, era parte de la privacidad de este, no tenía por qué ventilarlo a cada persona en el mundo. Además, él no tenía cara de exigir nada cuando escondía algo mucho peor.

Ese maldito secreto. Tenía que decírselo, sin embargo, luego de haberlo alterado de esa manera, no creía prudente intentar decirlo una vez más. Le atormentaba perturbar la paz que logró conseguir.

—¿Quieres que hablemos de lo que paso? Debemos aclarar algunas cosas —intentó, pero la negativa de Kook con un murmullo y envolviendo sus brazos en su cuello, fue suficiente para declinar la idea.

No era tan fuerte para aceptar que podría perderlo, no hoy, no, no. No podía hoy.

Solo un poco más. Quería amarlo un poco más antes del caos.

—Bien, disfrutemos del silencio, entonces —dijo, devolviendo el abrazo a la par que reclinaba su cabeza en el respaldo y cerraba los ojos.

—Si hay algo que quiero decir —interrumpió Jungkook, luego de unos segundos, no pudiendo retener una risa nerviosa.

—Dime, Honey —alentó, aún en la misma posición, acariciando la espalda baja de este con suaves toques por encima de la camisa.

—Dentro de unos días... de tres, en realidad —aclaró—, cumpliremos nuestros primeros cien días, después de que decidimos empezar de nuevo.

La información nueva llamó su atención.

—¿Quieres que hagamos algo? —y, aunque Kook seguía escondido en su cuello, se las ingenió para poder observarlo asentir con un pequeño rubor.

—Si quieres.

Ese tipo de cosas no eran muy usuales para él. En sus anteriores relaciones, celebró quizás una o dos, y nada con demasiado detalle; se dieron regalos que en la actualidad ya no tenía o salían a alguna cita en un restaurante. Y diría que no son su tipo de cosas, de no ser porque se trataba de Jungkook, y con él, cada uno de esos detalles que no se le cruzaban por la cabeza se hacían indispensables. Quería vivir todo eso y más junto a él, porque se encontraba encantado por esos ojos grandes que no guardan ningún sentimiento, y sería estúpido no desear hacerlo cuando se trataba de su novio enamorado del amor y con una ilusión tan palpable que no se atrevería a negárselo. No quería hacerlo, en realidad.

—Me encantaría —confirmó, dejándole un besito en la frente— Tú dime que quieres que haga y lo haré.

—Debemos planearlo juntos —Puchereó mimoso, golpeando con delicadeza y una fingida expresión ofendida.

—Bien, lo que tú digas —aceptó dejándole otro beso, esta vez, en uno de los párpados de sus ojos—. Te quiero mucho, Honey. Me tienes a tus pies.

Kook, al oírlo, estalló en un carmesí tenue, levantándose para encararlo y así estrellar sus labios en un sonoro beso que les robó sonrisas a ambos. Y hubieran seguido con una nueva sesión de besos de no ser porque el timbre de su casa los interrumpió.

Enseriando su expresión, Jungkook alzó la mirada al reloj de la pared, notando que su amigo se atrasó poco más de media hora. Ese impuntual, recibiría un regaño de su parte.

¡Igual!, ya que llegaba tarde, podía haberse demorado más.

—Iré con Nam al control de Bora, luego pensaba invitarlo por helado —se apresuró a aclarar, acariciando los cabellos de la nuca que tomó en el momento que inició el beso.

—Algo así escuché cuando abriste la puerta —sonrió Tae, acercándose a juntar sus labios y seguir hablando encima de ellos—. Te veías muy bonito en bata, por cierto.

Y eso bastó para que sus nervios se apoderaran de él, bajándose de las piernas de su pareja y casi huyendo hasta la puerta.

—Debo abrir

Oh, dios, ¿qué había sucedido?

Ellos estuvieron muy cerca... ¿Acaso Tae habría sentido qué...?

No, no, imposible. De haber notado ese detalle, las cosas hubieran sido diferente. Aunque no dejaba de ser raro, pues él sí había sentido...

—Si a tu amigo no le molesta —habló de nuevo Tae, interrumpiendo sus pensamientos—, y a ti tampoco, claro, ¿podría acompañarlos?

—Por supuesto que sí.

Seguramente estaba sobre pensando de nuevo. 

Hoy Andi, mi bonita está cumpliendo años, y aunque no soy muy buena dando detalles, quería regalarle esta actualización,🥺 sé que no es la gran cosa, pero espero que te guste corazón...💞✨
Ella es alguien que amo mucho y que me ha apoyado incondicionalmente, y si pudiera daría más que una simple actu.🥹🫶🏻

Feliz cumpleaños mi vida, espero hayas tenido un gran día.💞💞


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