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CHAPTER 07 🤍

Sus manos se encontraban maniobrando sobras de materiales de uno de sus recientes trabajos, mientras luchaba con entrarlos a la cajuela de su auto. Se encontraba ansioso, hacía diez minutos se marcó la hora exacta en la que debió salir para llegar a tiempo a la universidad de cierto azabache que le gustaba, sin contar que tenía una llamada perdida de su madre que no escucho por estar pegando palitos y cartones.

Jodida materia práctica.

Suponía que la fiscal lo llamaba por el tema de su padre, solía hacerlo cada que se enteraba de que el hombre quería un encuentro «familiar». Sin embargo, pensar en eso mientras estaba a nada de llegar tarde a la cita que él mismo planeó, no parecía buena opción.

Empujó con más fuerza lo que se negaba a encajar, aprovechando para descargar la ira que sentía al recordar al donador de esperma que cada año bisiesto recordaba que era padre.

—Despacio vaquero —una voz de espaldas al moreno llamó su atención—. No soy arquitecto, pero después de ese trato estoy seguro de que esas cosas no te servirán.

Un moreno de cabellos cenizos se acomodó a su lado, reclinándose en el baúl luego de que lo cerrara.

—Hoseokie~ —saludó con un corto abrazo—. Estoy un poco apurado, alguien me espera y un par de materiales son lo de menos.

Soltándolo, pasó por su lado en dirección a la puerta delantera. Era la primera vez que recogería a Kook en su universidad y lo haría esperar, no lo podía creer. Si tan solo ese estúpido profesor no les hubiera atrasado con su innecesario parloteo.

—¿Te refieres a Sana? —la pregunta consiguió parar en seco sus movimientos.

Llevaba un tiempo sin recordar la existencia de la chica, desde la última vez que la ayudó, más o menos.

—Ouh —tragando grueso se volteó a verlo.

—Hace unos muy pocos meses estabas interesado en ella. Ahora ni siquiera le hablas —la mirada plana que le regalaba, escrutándolo con empeño y descaro, empezaba a ponerlo nervioso— ¿Algo que no le hayas dicho a tu mejor amigo?

Pero, la mención de la etiqueta logró distraerlo por un segundo.

—¿Desde cuándo somos mejores amigos?

Hoseok era un gran amigo, se conocían desde el inicio de sus carreras y, aunque nunca compartieron ni una sola clase, podía decir que tenía una relación más fuerte con él que con cualquiera de sus compañeros; habían salido un par de veces, compartían los huecos de horario y de vez en cuando se marcaban para saber si el otro seguía con vida. Más, no era una relación que alguno pudiera considerar significativa. O eso suponía.

Ambos eran distantes con todos y, aun así, entre sus muros lograban entenderse y no es cómo que le molestara ser llamado de esa forma o que no quisiera que se consideraran de esa forma, nada más lo había tomado por sorpresa que, dentro de todo, el mayor lo tuviera en tal pedestal.

—Desde que me invitaste a cenar, te emborrachaste con tan solo dos botellas de Soju y me vomitaste encima —el moreno le recordó, cruzándose de brazos y alzando una de sus bien peinadas cejas—. No dejo que cualquier amigo me vomité, ¿sabes?

Sus mejillas ardieron en vergüenza cuando las imágenes del caótico momento llegaron de golpe.

—¡Lo lamento!, sé que no te he compensado por eso.

Estuvo medio mes escondiéndose en la universidad para no enfrentarlo. Era de sus momentos más humillantes y patéticos, y eso que tenía varios... que prefería no pensar ni mencionar.

—Han pasado casi un año y sigo esperando —dando un encogimiento de hombros, sonrió de medio lado y relajó la expresión que le hacía sentir como si le juzgara hasta el más mínimo movimiento—. Pero no te preocupes, soy paciente.

—Y te agradezco por eso —haciendo una pequeña reverencia, volvió a girar, tratando de ingresar a su auto, siendo impedido por Hoseok quien sostuvo la puerta, mirándolo con suspicacia.

—Aunque, también soy curioso, ¿está todo bien?

—P-por supuesto —tartamudeó, evitando el contacto visual. No quería reaccionar como niño culpable de alguna travesura, pero resultaba trabajo difícil cuando el chico le hacía una especie de interrogatorio que no tenía ni tiempo, ni ánimo, de responder— ¡Ash, deja de ponerme nervioso!, luego te cuento todo, ¿sí?, ahora necesito llegar pronto a un lugar.

Todavía no le había contado a su, autoproclamado, mejor amigo, de la existencia de su pareja, porque eso lo llevaría a contarle toda la maraña de mentiras en la que estaba y le costaba salir y, Hoseok, siendo el estudiante de psicología que era, no lo soltaría con sus preguntas y confrontaciones que lograban perturbarlo.

¡Y seguía haciéndosele tarde como para quedarse a que le dieran golpes de realidad!

—A buscar a ese alguien —pero hablamos del chico que amaba el chisme camuflado con curiosidad, no lo dejaría pasar tan fácil.

—De verdad te contaré después, te lo juro —cuando estuviera seguro de que no recibiría un regaño y clases de moral, o cuando las necesite con urgencia.

¡Y cuando tuviera tiempo!

—Actúas más raro de lo común, Kim Taehyung —acercándose a la cara del castaño con ojos entrecerrados, lo escaneó, esperando que confesara algún delito, tal vez, o quién sabe, pero Taehyung ya se encontraba con la necesidad de declararse culpable. Se separó de golpe luego de unos segundos—. Nos vemos luego.

Y sin más empezó a caminar en la misma dirección por la que había llegado.

—A ese tonto le gusta jugar al misterioso —balbuceó viendo la espalda de este, algo turbado por el encuentro.

Con una sacudida de cabeza, intentó soltar el sentimiento y subió, por fin, a su auto. El camino no era muy largo, pero tampoco extremadamente corto y con el tiempo perdido debía contar con suerte para no hacer esperar a su pequeño.

Estaba ansioso, no iba a negarlo, de a poco empezaba a notar los avances con el menor; propios, suyos, no los que dio su hermano a base de manipulaciones, no, era él consiguiendo la confianza de Jungkook. El sábado por fin conoció el interior de la acogedora casita que veía cada que dejaba al menor después de sus citas, y en ese momento se encontraba a segundos de recogerlo en su universidad, a ojos de varios y por decisión y petición del chico.

No era la primera vez que daba un paso de estos, es verdad, en sus anteriores relaciones era de lo más común. Sin embargo, de eso se trataba: daban pasos pequeños que, entendía, eran significativos para el menor, pues, conseguir la confianza suficiente para entrar en su vida era tarea difícil.

Y era cierto que, como supuesto «Taesun», ese tipo de permisos ya existían, más no quería aceptarlos, no si veía que su hermano de una u otra forma se lo había impuesto.

Así que, hoy, a poco más de dos meses de salir, podía jactarse de que el pequeño cada vez se sentía más cómodo y libre. Ya no era tan ansioso como el primer mes, donde si habían salido cuatro veces era mucho, tampoco se mostraba poco cariñoso, como mencionó el niño cuando se conocieron... el problema es que la definición de cariño que tenía era la enfermiza de su gemelo.

Todo marchaba bien —si no contaba el insistente pasado, claro—, y le encantaba. Con Jungkook no solo descubrió que podía sentirse atraído por un alma sin importar detalles, sino también llegaba a creer que volvía a experimentar su primer amor. Sí, ese sentimiento cuando te gusta alguien por primera vez en tu vida, que te calan los nervios hasta los huesos por la expectativa de lo que vendrá y el miedo de equivocarse, aturdido por no entender pero maravillado por lo mismo...

Sus pensamientos se cortaron al observar la entrada de la universidad, más en específico, al chico con ropa ancha y sonrisa tímida que esperaba su llegada. Jungkook apenas le dio tiempo de detenerse, subiéndose con afán y acercándose de inmediato a chocar sus labios.

Sonrió ante el golpe algo tosco que recibió. Parecía ser parte del saludo que se daban; un besito torpe que a cualquiera podría incomodarle por la rudeza o la falta de sincronía, pero que él adoraba de tan solo pensar que de esa manera el contrario mostraba su emoción al verlo.

—Hola, bebé, ¿te hice esperar mucho? —preguntó besando la punta de la nariz antes de volver al volante.

—No, recién llegaba —negando con su cabeza, Jungkook miro al frente. Mintió no queriendo hacer sentir mal a su pareja, lo único importante ahora era que ya estaban juntos— ¿A dónde iremos? —prefirió cambiar el tema.

Le hacía ilusión saber que harían ese día después de que el moreno le insistiera en salir como forma de reponer la cita arruinada anteriormente.

—Pensaba invitarte a comer, llevarte al centro comercial, ir por helado o dulces y, en realidad, comprarte cualquier cosa que quieras...

—¿Serás un tipo de sugar? —interrumpió el parloteo del mayor, soltando una risilla atontada por la propuesta.

—Lo que mi baby quiera, hoy lo tendrá —aseguro, devolviéndole la sonrisa—. Te recompensaré mi mal comportamiento del sábado.

—Ya te dije que todo estaba bien —no le parecía necesario más disculpas además de las recibidas, pero tampoco se quejaría si eso lo hacía pasar más tiempo con su novio.

—Lo sé, pero igual quiero hacer esto, ¿me dejas?

No era la gran cosa, Taehyung tenía el capital suficiente para gastarle al niño; entre lo ahorrado y lo que su madre le daba mensualmente, podía darse más que simples lujos. Y no era tonto, sabía que Kook también tenía lo suficiente para hacerlo si lo quería, sin embargo, no le importaba, repondría su error comprándole todo un local si así se lo pedía.

—Bien, pero sin exagerar —le advirtió el pálido acariciando el muslo contrario con golpecitos no tan delicados.

Taehyung bajó la vista por unos segundos, sonriendo ante el hormigueo que se dio en la zona.

—No te voy a prometer nada —se encogió de hombros, tratando de centrarse en el camino.

Jungkook solía ser bastante táctil, aunque no de la forma común. Eran pequeñas caricias, que sin la atención merecida pasarían desapercibidas, sino, se trataban de movimientos bruscos o torpes, como si no supiera controlar su fuerza. Aun así, las adoraba.

De camino al restaurante no hubo mucho más que un silencio agradable y un Jungkook adormilado a su lado al que le pesaban los párpados, cabeceando cada tanto o sacudiéndose y estirándose con sutileza. Demasiado dulce.

—Te noto bastante cansado, ¿quieres estar aquí, o mejor te llevo a tu casa?, podemos salir otro día —propuso, acercándose al chico después de salir del auto estacionado a un lado del restaurante.

Según las reseñas en internet, la gastronomía del local era de admirar, cuidando cada técnica para la preparación de sus platillos, por lo que supuso que sería del agrado de su cocinerito. Esperaba no equivocarse.

—No, no, solo fue un día atareado, además, me levanté temprano para ir a entrenar —apresurándose a negar, Jungkook envolvió el brazo de su pareja con sus dos manos.

—¿Entrenar? No tenía idea de que mi novio era un Gym Boy —le sonrió coqueto por la nueva información, consiguiendo una risilla apenada del contrario.

—No es la gran cosa, no voy todo el tiempo.

—Yo nunca he ido, soy muy perezoso para ejercitarme —se encogió de hombros, guiándolos hasta el interior—. Podría ir a verte entrenar un día de estos. Sería lindo verte en ropa deportiva.

La propuesta tensó un poco al menor, o eso pareció notar cuando el agarre se deshizo y Jungkook miró al frente.

—Sí, sí... algún día —antes de que Taehyung pudiera preguntar por su reacción, Jungkook ya corría hacia una mesa ubicada en el frente de la ventana.

Prefiriendo no insistir en el tema, lo siguió hasta sentarse frente a él. No tardó en llegar un mesero y tomar sus órdenes. El moreno no midió gasto en pedir cuanta comida quiso y se le antojó, revisando el menú en busca de platillos interesantes, pero puchereó cuando su pareja solo pidió una ensalada de dieta.

—Puedes pedir algo más caro y que llame tu atención, futuro chef —dijo en el momento justo que el mesero se retiró, mientras revisaba precios. Las ensaladas eran lo más económico y sencillo, siendo la de dieta la que mayor precio tenía, pero sin llegar a ser la mitad de lo que él mismo había ordenado.

Jungkook ardió en llamas reflejadas en rubor debido al apodo.

—N-no me quiero aprovechar de ti —la confesión le hizo alzar la ceja al mayor.

—Yo quiero que lo hagas.

—No es necesario que te disculpes comprándome cosas —jugueteando con el mantel, dejó de lado la carta del menú—. Me basto con tus palabras. Fueron sinceras.

—No te conformes con tan poco, bonito —regañó, Taehyung, poco a gusto con el conformismo contrario. Sabía que no era su intención, pero aceptar disculpas vacías indiscriminadamente hacia qué gente como su hermano se aprovecharán de él—. Las palabras se esfuman, las acciones por lo menos muestran la intención de mejorar.

Luego del pequeño reclamo, Jungkook no tuvo más opción que aceptar a regañadientes, pidiendo un par de postres que llamaron su atención desde que los leyó por la preparación e ingredientes que se mencionaba. Le gustaba el trato lindo de Tae, no, le encantaba, sin embargo, le ganaba la vergüenza de sentirse mimado con regalos o detalles y le costaba procesarlas con facilidad, menos, considerando que era parte de sus nuevas actitudes.

Desde que lo conocía, Taesun pasó por tres diferentes tipos de personalidad... o más bien actitudes, por poco podía y considerarlo normal en él. El primer Taesun que conoció era casi tan dulce como el Tae actual, agregándole un intenso coqueteo que ahora agradecía no tener. Con el segundo llegaron los problemas, y era entendible, todos se cansaban de una persona evitativa sin razón aparente, pero en su caso no sabía que era peor, pues hablar conseguía ser un repelente de sus parejas. Uno muy doloroso.

Aunque debía admitir que, desde el día en que habló con Tae y lo cuidó, él había tomado un comportamiento más empático y cariñoso, abriendo un tercer camino que no esperaba en una relación que parecía tener fin. Y se estaba esforzando por corregir sus errores a toda costa. Como en ese momento donde comían y era alimentado por este, quien le quería dar de probar medio menú con una sonrisa tan grande que le entrecerraba los ojos y se los llenaba de arruguitas en los costados, para posteriormente pedirle una opinión crítica de cada uno y alentarlo a hablar de cada detalle que era imperceptible a ojos inexpertos de culinaria.

Después de terminar y quedar a reventar, llegaron al centro comercial, con Taehyung a su lado, insistiéndole sin censar por qué comprase algo más, lo que fuera, con tal de que le gustara y lo hiciera feliz.

—Escoge cualquier cosa, lo que quieras, por favor —lloriqueó Taehyung, meneando el brazo de Jungkook, que mantenía su atención en una gran jaula, a unos metros de ellos, que alojaba una camada de cachorros blancos con el pelaje como el de un algodón.

Muy tiernos, ladrando en tonos agudos y jugando entre sí.

—¿Si te pido que me compres una mascota lo harías? —entretenido, balbuceó.

Taehyung, al escucharlo, siguió la mirada del menor, cuatro perritos ladraban a su dirección, moviendo sus patitas en un intento de llamarlos. El corazón del mayor se endulzó por la acción, pero sufrió una sobredosis al notar a su novio con ojos brillantes viéndolos. Podía jurar que se estaban comunicando entre ellos y no sería nada loco, al final, entre bonitos se entienden.

—¡Por supuesto!, ¿quieres uno de ellos?, ¿tal vez dos? —tirando del brazo contrario lo obligó a tratar de acercarse, pero Jungkook se negó, frenando en seco con una pequeña risa.

—¡Espera! Estaba jugando —le aclaro antes de tener dos hijitos perrunos por un impulso, si quería, pero primero debería adaptar su casa a ellos para la comodidad de todos y asegurarse de tener lo suficiente para darles una buena bienvenida. Eso sin contar que seguramente su pedigrí los hacía excesivamente caros y la idea no le agradaba demasiado—. Además, preferiría adoptar.

Por lo menos esos cuatro bebés tendrían una familia asegurada, muchos otros morían solitos en albergues. Jungkook prefería darle un hogar y cariño a un animalito que necesitara de su abrigo, él sabía lo que era sentirse solo en el mundo y no era lindo.

Negando con la cabeza se convenció de no acercarse y dio vuelta en dirección a cualquier otro local, si los seguía mirando le sería imposible rechazarlos.

—¿En serio? —Taehyung no pudo hacer más que dejarse llevar, asombrado por el repentino cambio y gruñendo bajito por perder su oportunidad de comprarle algo al chico.

—Como Namjoonie —asintió, recordando a la pequeña gatita a la que su amigo le había dado hogar hacía tiempo—. Bora es una gatita mestiza que nació con ceguera, incluso su madre la rechazó, casi muere, pero Nam la rescató adoptándola.

—Vaya, es un bonito gesto —Parpadeo repetidas veces.

Si bien la mención del tan famoso "Namjoon" lograba dejar una sensación incómoda en su pecho, le era imposible negarse a una acción más que admirable. Pocas personas aceptarían tal reto, sobre todo porque siendo un animalito requeriría más de un cuidado que muchos no le darían por falta de dinero, tiempo o, peor aún, empatía.

—La gente suele rechazar lo diferente—se quejó Jungkook, frunciendo el ceño, sin dejar de guiarlos a ningún lugar en específico—. Él no. Tal vez por eso también me adoptó como su mejor amigo.

Taehyung no entendió la línea de pensamiento del azabache, deseando entrar en su cabeza y comprender qué fue eso que oscureció su expresión por unos segundos antes de cambiárselo a uno afligido.

—Todos somos diferentes a nuestra manera —trató de consolar a pesar de no saber de qué tenía que hacerlo.

—Algunos lo somos más que otros.

Lo miro confundido, queriendo preguntarle al menor el contexto de los comentarios, pues a sus ojos las particularidades individuales conseguían distinguir a cada ser humano y, lo que sea que fuera demasiado diferente en Jungkook, lo hacía quien era; un chico increíble con cualidades y defectos que deseaba conocer en profundidad y sin falta. Sin embargo, cualquier cuestionamiento o réplica le fue imposible al menor dar un pequeño saltito de repente y señalar un letrero en específico. 

—¡Uh, malteadas, eso quiero!

Entre la fila y la compra el tema se escabulló en el olvido, cada uno lo bastante entretenido en el otro y en sus bebidas como para pensar mucho más allá, o bueno, ese era el caso de Jungkook. Taehyung, en cambio, seguía esperando por qué el contrario pidiera cualquier cosa diferente a comida. Incluso pensó por comprarle algo él, deteniéndose al imaginar que el menor lo rechazara o aceptara por mero compromiso.

Batía su malteada de fresa, con Jungkook devorando a su lado la de caramelo. Demasiado perfecto y dulce para su bien.

—¿Qué más deseas? —preguntó aún absorto en la imagen.

—Tae, nada más llama mi atención —su queja era divertida, pero sin dejar de ser eso. En verdad no encontraba nada interesante, llevaban dando vueltas por los diferentes pisos y secciones sin encontrarse interesado en nada.

Taehyung puchereó a punto de aceptar la derrota de su plan fallido por compensar sus malas acciones, pero sintiéndose aún demasiado obstinado para eso.

—Mira a tu alrededor una última vez, si en verdad no encuentras algo que te interese dejaré de insistir —prácticamente rogó, como última herramienta para conseguir algún resultado.

Y pareció conseguirlo al Jungkook ablandar su expresión.

—¿Lo prometes? —cuestionó, dando los últimos sorbos de su malteada.

—Por la garrita —dijo Taehyung, alzando su meñique de forma juguetona e infantil.

Jungkook rodó sus ojos, divertido por la acción, alzando su dedo igual y entrelazándolos, para después iniciar con la búsqueda de ese "algo" que lo llamara, moviéndose un poco teatral, fingiendo una ardua búsqueda de la cual era escéptico, seguro de que ya habían revisado cada parte del sitio sin éxito y que por ende nada podría interesarle... O eso creyó hasta que las vio.

Taehyung arrugó su entrecejo, tratando de encontrar y seguir con la mirada eso que detuvo los juegos de menor, más no encontraba nada relevante. En la dirección que observaban solo tenían dos opciones: una tienda de plantas y una boutique femenina.

Su cabeza se inclinó un poco, repitiendo el recorrido de la mirada un par de veces antes de poder asegurar que Jungkook no miraban la planta de lavanda, sino la delicada ropa de tonos claros que se exhibían, siendo una falda blanca, una camisa del mismo color y un chaleco de cuadros lo que relucía por sobre todo lo demás. 

—¿Te gustó la ropa de ahí? —prefirió preguntar antes de sacar una conjetura.

Las mejillas rosas y el sobresalto del chico al oírlo le dieron la respuesta.

—Es para mujer —se limitó a contestarle, tratando de dar la vuelta igual que con los cachorros. Pero esta vez Taehyung no lo permitió.

Él lo había notado: ese embelesamiento al ver las prendas, esa pequeña expresión ingenua que, por la reacción del niño, era evidente que fue inconsciente. No pretendía siquiera meterse en el tema de si era o no normal, que si estaba bien o si era extraño que a un hombre le gustara ropa que no estaba diseñada para él, según los ojos del resto. A Jungkook le había gustado; nada más importaba.

—Es ropa femenina —lo aceptó, tirando de Jungkook para devolverlo a su posición inicial—. Pero no veo ningún letrero que prohíba a los hombres usarlas.

Entendía a qué se refería Kook y bueno, de ser otro el caso se permitiría escandalizarse un poco, pero el pequeño ya se veía bastante conflictuado como para él mostrarle algún tipo de comportamiento que pudiera verse juzgador.

¡Vamos! Era una persona heterosexual que tenía, en ese momento, un novio hombre, varón, masculino. Si eso no lo mató, que su chico tuviera interés por ropa femenina no lo haría tampoco.

—No necesita haber uno, solo es algo que socialmente se sabe —contestó el pálido, más a la defensiva de lo que esperaba el castaño.

Le sorprendió un poco, aunque asumiría que se trataba más de una forma de defenderse ante el temor de que su íntimo secreto fuera descubierto, que un pensamiento real en el que creyera ciegamente. El chico con el bolso de Pandora de skincare no podía ser ortodoxo y conservador.

Jungkook, en cambio, intentó seguir con el recorrido una vez más, pero Taehyung se estancó como si de una estatua se tratara. No lo dejaría huir esta vez.

—No pensé que tuvieras ese tipo de estigmas.

El menor puchero ante el regaño implícito.

—No quise... —trató de excusarse, pero sus palabras se cortaron al notar que podría revelar más de lo que quería argumentar— da igual, estoy seguro de que no te atreverías a usar nada de esa tienda.

Se cruzó de brazos. Tal vez no era la respuesta más madura, pero fue la única que encontró para liberarse del tema con facilidad.

No contó con que el comentario había calado como reto personal en el castaño que jadeó con indicación, zafándose del agarre que los unía.

—Conoces muy poco a tu novio —golpeando con su índice la frente ajena, Taehyung se encaminó al lugar, entrando tranquilamente.

Jungkook no tuvo más opción que seguirlo de cerca, sintiendo los nervios recorrer cada una de sus venas.

—Buenas tardes, señorita, tal vez no sea la pregunta más convencional que haya escuchado en esta tarde, pero, me gustaría saber si tiene ropa de mi talla... —Taehyung preguntó a la peli platinada que se acercó a atenderlos. Girándose, observó con una sonrisa a un Jungkook de mejillas rojas, pasando de inmediato a los maniquís que ahora le daban la espalda— que haga conjunto con lo que está exhibido.

La, al parecer, adolescente, parpadeo repetidas veces, intercalando su atención entre ambos chicos, asistiendo segundos después de procesar la petición y guiándolos hasta el interior del lugar.

En las manos del moreno terminó una camisa blanca y una falda color negro. Admitía que era raro, en su joven vida nunca previó una situación similar, ni siquiera de pequeño, donde los bebés se suelen poner la ropa de su madre o sus zapatos por mera curiosidad. Sin embargo, ya no había tiempo de arrepentimientos, además, quería demostrarle al menor que no tenía nada de malo gustar de un tipo de ropa diferente a la común.

Y para eso, debía él usarla primero sin tabúes o escándalos infantiles. No era hora de ponerse existencial o reflexivo, ya en su casa le lloraría a la almohada las tonterías que hacía por el chico que le gustaba.

A veces no entendía cómo es que terminaba llegando a este tipo de extremos.

Estaba jodido, muy jodido.

Ponerse una falda fue más difícil de lo que creyó. Intentó subirla como un pantalón ordinario, pero se le estancó en las piernas. Luego trató de hacerlo desde la cabeza, enredándosele en los hombros, por lo que tuvo que pasar la vergüenza de su mes pidiéndole a la chica, por lo bajo, que le ayudará, tratando de que Jungkook no notará su lío.

Cosa que era imposible, puesto que Jungkook lo esperaba sentado a un par de metros y alcanzaba a escuchar con claridad sus súplicas. El menor soltaba un par de pequeñas carcajadas, cada que lo escuchaba quejarse y disculparse con la chica, pareciendo que nunca saldría de ese vestidor. Sin embargo, cualquier intento de burla, murió en el instante que lo hizo.

No le quedaba nada mal.

Era obvio que no era natural en Tae, más eso no quitaba lo excesivamente atractivo que se veía. Siendo alguien el cual tenía demasiados conflictos internos con la ropa femenina, debía admitir que le gustaba ver a su novio envuelto en esas prendas que le acentuaba las caderas y angostaba la cintura, marcando con más intensidad el ancho de su espalda y el largor de sus piernas. Era particular, pero muy bonito. Lo hacía ver delicado, pero sin perder esa característica masculinidad que le encantaba.

Una dualidad que, juraría, solo le quedaba bien a Tae.

—¿Qué tal me veo? —preguntó el moreno meneando de un lado a otro los bordes de la prenda, mientras se miraba en el espejo frente a ellos—. Siento que la falda me hace ver el trasero plano.

La queja le sacó una carcajada a Jungkook.

—No, de hecho se ve gordo —le siguió el juego, hechizado por la naturalidad de Tae.

—¿Gordo? —jadeó, bajando a ver la zona—. Espero que eso sea un halago.

Nuevas risas se escucharon, creando un ambiente más cómodo y seguro para los dos; en el interior de la tienda nada más eran ellos y la chica, las demás trabajadoras se encontraban en otro lugar y escaseaban clientes a esa hora, por lo que la privacidad les permitía dejarlo ser y disfrutar del particular momento.

—Woo, esto es demasiado cómodo, no pensé que se sintiera tan bien —volvió a mencionar el mayor, alzando y moviendo la falda sin medir consecuencias.

Jungkook paró sus risas al ver todo lo que la falda pretendía ocultarle a Tae.

—Honey, estás mostrándole a toda la tienda tu ropa interior —murmuró, asegurándose de que aún permanecieran solos y que nadie, además de la menor, hubiera alcanzado a ver más de lo que debería.

Luego de recibir esa información, Taehyung se detuvo de golpe, cubriéndose con las manos, apenado por la chica que se obligaba a no reír con ellos y mantenerse profesional.

—¿Qué se hace en estos casos? —miro a la pálida en busca de una solución para no estarse exhibiendo indiscriminadamente, recibiendo una sonrisa tranquilizadora.

—Suelen ponerse shorts para evitarlo —le contestó esta, manteniendo la expresión agradable a la pareja.

—Bien, ¿Tienes alguno que me quede?

El par siguió con su conversación de que podría o no quedarle al moreno, dejando como espectador a un azabache que solo sonreía enternecido por el empeño de su pareja por hacerlo sentir cómodo a pesar de no tener todas las piezas del rompecabezas para entender sus conflictos internos. No era su responsabilidad, más ahí se encontraba dándole ánimo tácito con sus ocurrencias. Y es que era ese esfuerzo el que lo motivaba a dejarse llevar, hacer por un momento eso que se negaba a querer; después de todo, Tae tenía una falda puesta por él, lo mínimo que podía hacer era enfrentar ese pequeño miedo.

—¿Podría probarme el conjunto que está en la entrada? —preguntó de repente, interrumpiendo la conversación y ganándose la atención de ambos, uno mirándolo con excesivo cariño y orgullo, mientras la otra lo hacía con la emoción al borde de la euforia.

—¡Por supuesto!, te traeré alguno de tu talla.

¿Qué acaba de hacer?

Desvestirse siempre era tarea complicada, no por los pantalones anchos que se escurrían por sus piernas una vez los desabrochaba, ni por su saco que al ser dos tallas más grandes salía de un tirón. Se traba de desajustar aquello que aprisionaba su pecho y lo exhibía. La ropa interior por lo menos ocultaba lo que no quería ver, pero su pecho de alguna u otra manera se veía obligado a ser mostrado.

Tal vez por eso todavía no se deshacía de esa prenda que por años asfixió lo que no creía encajar con su cuerpo; ya no la necesitaba y, como muestra, las cicatrices a los costados de cada pectoral. Estaba bien, su cuerpo ahora lo estaba, podía relajarse y ponerse esa falda que por años se vio obligado a odiar, pero que irónicamente le atraía.

Odiaba las contradicciones, sobre todo que su existencia fuera una de ellas. Tal vez no fue buena idea estar ahí, debió negarse con más fuerza ante las locuras de su novio, que no fueron con malas intenciones. Quizás debió decirle que le asustaba verse envuelto en eso que rechazó la mitad de su vida, pero hacerlo lo expondría más de lo que estaba listo a revelar.

Era ridículo, no podía gustarle esas cosas, no eran de chicos, no eran para él, no, en absoluto. Estaba mal, él lo estaba, su cuerpo también, sus pensamientos y todo lo que lo confundía, lo que no encajaba. Él era una etiqueta, debía serlo, no tenía muchas más opciones. En verdad debería existir ese letrero, para recordarle que lo estaba prohibido para personas como él, personas...

—¡Oh, perdóname! —una voz femenina, lo sacó de sus pensamientos con brusquedad, trayéndolo a la realidad donde no supo en qué momento había empezado a tocar sus cicatrices y mirarse con reproche en el espejo del interior del vestidor.

Inconscientemente, llevó sus manos al pecho, seguro por costumbre, reprendiéndose ante esta acción y bajándolas hasta su intimidad. Sin embargo, sus acciones torpes solo consiguieron delatarlo.

Iba a entrar en pánico y llorar como chiquito mientras suplicaba que no apareciera la usual mirada de asco que todos ponían al verlo, cosa que la chica pareció percibir pues, a cambio, le regaló una sonrisa nerviosa pero comprensiva.

—Entraba a ver si también necesitaban ayuda como tu novio. No sé por qué ustedes los hombres son tan torpes.

El comentario le sacó una suave risa que lo tranquilizó.

—No te preocupes, tengo experiencia con estas —tomó la prenda que descansaba en un pequeño asiento dentro del lugar y la deslizó por su cabeza con facilidad, cerrando la cremallera una vez quedó donde quería.

—Tu novio ni siquiera sabía que las faldas tenían cremalleras.

—Es un hombre —le recordó con una risa incómoda, mientras luchaba con el temblor de sus manos para ponerse la camisa y abrocharla.

Quería cubrirse cuánto antes.

—¿Y eso qué?, tú también lo eres y no te veo siendo tan torpe—le aseguró acercándose a ayudarle con los botones.

Atino a sonreírle, mientras ella terminaba con los botones y le extendía el chaleco de talla extra-grande que le pidió.

—Gracias... Moon —dijo, leyendo su apellido en la camisa. Terminando de vestirse bajo la atenta mirada de la chica, solo un par de centímetros más baja que él.

—Byul, dime Byul.

—Byul, me llamo Jungkook —ambos chicos se observaron cómplices, con sus miradas asegurando que no se comentaría nada luego de salir de ese pequeño vestidor, lo cual agradeció profundamente.

—Bueno, Jungkook, es hora de que salgas o tu novio se volverá loco allá fuera.

No pudo camuflar su angustia, consiguiendo que Byul le diera un par de palmaditas en el hombro, asegurándole verse bastante bien mientras lo empujaba fuera del lugar.

Al estar nuevamente en el exterior, sus piernas temblaron y quiso volver a ponerse toda su ropa que lo cubría completamente; sin embargo, la presencia de Tae apareciendo en su campo visual, observándolo de pies a cabezas, le negó esa posibilidad.

—Jungkook, eres alguien realmente hermoso —fue lo primero que logró soltar el mayor, escaneándolo con la mirada—. Te ves increíble.

A pesar del pánico de Jungkook, a percepción de Taehyung se veía como un ángel nacido en la tierra, tan delicado y tierno, con una belleza realmente única que se acentuaba con esa timidez arraigada a su ser. Las prendas no hacían más que enmarcar lo que de por sí ya era perfecto. Pocas veces podía ver a Jungkook con algo que no fuera su ropa gigante, oversize, y no entendía por qué si su cuerpo cumplía con la simetría perfecta.

—No exageres —balbuceó el menor, desviando su atención a los pies.

—No lo estoy haciendo —aseguró. Es que, viéndolo de esa forma, podía jurar que, de quererlo, Jungkook podría liderar las pasarelas mundiales como la sensación de modelos masculinos—, pero, ¿tú qué tal te ves?, ¿te sientes cómodo?

—Al principio no —aceptó aún con su cabeza gacha.

—¿Y ahora? —dijo, tomándolo con delicadeza del mentón, obligándolo a conectar sus orbes con los propios.

—Yo creo... que no sé —le confesó aún mareado por las diversas sensaciones.

¿Estaba bien sentirse cómodo?, ¿le era permitido?

—Está bien, no tienes por qué saberlo ahora —la respuesta del mayor logró brindarle un poco de confort al menor. Tae no entendía, pero trataba de ayudar aun así—. Si deseas, nos cambiamos y buscamos ropa con la que te sientas más cómodo.

—Está bien —aceptó la propuesta, acercándose a dejarle un pequeño besito en los labios.

Tae era increíble, su tercera y más dulce faceta lo era, siempre tan comprensivo y encantador. No podía con tanto. Lo quería demasiado y sabía que era mutuo, por eso le asustaba ser honesto.

Le aterraba perderlo.

—Pero nos llevamos esta ropa, no aprendí a usar falda en vano.


DIOS JDKHKHF estoy nerviosa por sus reacciones jshkjshfskjfkfj 🥺🥺

Si no les gusta me doy de baja, se los juro 😭😭😭

Díganme que entendieron que fue lo que paso por favor kjjfkd 😩🥺💞

Buenooo, no dire mucho, los dejaré a ustedes opinar 

ACTU: Me di cuenta que varias personitas se confundieron mucho con lo sucedido, asi que lo explicare aquí. Kook es un chico Trans, lo que quiere decir que es un hombre con genitales femeninos. 

Se que a muchas personas esto les puede parecer raro o de lleno no gustar, pero les pido que, de ser asi, no comenten nada negativo. Esto es ficción, nada de esta historia representa a las personas reales y los temas que toco los hago desde el respeto y desde mostrarles nuevas perspectivas. No todas las personas son Cisgenero, y siento que esta bien mostrar diferentes formas de identidad. 


No se olviden de hacerle stream a la joya de Nam 😻

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