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Capítulo 5

— No me voy a ir.

Namjoon mordió su propio labio inferior antes de estirar sus manos y agarrar el rostro del pelinegro para atraerlo. Esta vez no quería ser tan torpe como en el camerino semanas atrás. Quería que esos labios que se humectaban con su propia lengua lo recibieran consciente. Quería que lo deseara no solo esa noche, sino más adelante también.

No era la mejor de las ideas tener relaciones antes de un partido pero dada la ocasión, ninguno iba a detenerse.

Jin sentía la respiración ajena sobre su piel, podía casi sentir sus labios rozarle pero Nam simplemente mantenía sus frentes unidas mientras acariciaba sus mejillas con los pulgares. Tan suave y diferente de lo que experimentó la vez anterior. Podía sentir su necesidad pero la controlaba demasiado bien, deseaba que se dejara llevar.

—No te apartes. — Susurró el menor dejando que sus labios se rozasen. — No te alejes.

— Esta noche no lo haré.

— ¿Sólo esta noche? — El pelinegro intentó apartarse, recapacitando lo que pensaba hacer pero Namjoon lo sostuvo con fuerza para impedírselo.

— Nam, tienes que saber que...

Fue interrumpido por una mordida a la que le siguió una suave succión sobre su labio, la intrépida lengua del rubio se abrió paso haciéndolo abrir su boca, permitiéndole que conociera e interactuara con la suya. Ahora que se lo permitía, debía admitir que el menor sabía como besar, como desarmar a su contrario con un simple beso.

— No deseo que sea sólo esta noche pero me conformaré. — Lo haría, ahora que lo tenía en sus manos, ahora que lo estaba besando no lo quería dejar ir.

Quizás esa era la puerta que necesitaba cruzar para adentrarse un poco más y llegar a su destino. Años antes no se imaginó poder llegar hasta ese punto, ni siquiera se imaginó como amigó de ese famoso futbolista, menos tenerlo entre sus brazos, besándolo y dispuesto a ir por más. Como le había dicho Jimin, no podía querer o pretender planear una vida a su lado sin antes darse la oportunidad de ir conociéndose y saber si realmente eran compatibles al punto de querer llegar a algo más.

Profundizó el beso, deleitándose con su sabor, con esos leves gemidos que dejaba ir mientras descaradamente se frotaba contra él. Pudo sentir, ambos estaban realmente excitados. Algo desesperados ambos se desnudan entre besos y caricias pero no de deshacen de todas las prendas, la ropa interior quedó en su sitio.

La diferencia de de altura no era tan notable como sus masas musculares. El cuerpo de Namjoon parecía duplicar al del mayor quien, aunque tenía anchos hombros seguía viéndose menudo a su lado.

Namjoon tomó su brazo caminando hacia la cama, tomó asiento y el pelinegro sin dudarlo se sentó a horcajadas sobre los muslos sus muslos, sonriéndole con los ojos muy abiertos y expectante. Se inclinó para besar su cuello sintiendo su respiración descontrolarse. El menor era tan receptivo a los sonidos que podía notar el menor de los cambios.

Ahora podía ir poniéndole imagen a todo lo que escuchó, eran tan hermoso y perfecto como se lo imaginó. Sentía el aliento en sus labios, la suave lengua recorrerlos antes de apoderarse de ellos como si de eso dependiera su vida. Las manos ahuecan la mandíbula de Namjoon, las yemas de los dedos suavemente acarician su cuello cálido. Su beso era profundo pero extremadamente dulce, carente de la ardiente pasión de segundos antes.

Por inercia sus caderas crearon una pequeña oscilación y no pudo evitar gemir ante esto. Sintió sus miembros entrar en contacto por encima de la tela y estaba tan sensibilizado por las masturbaciones anteriores que cada roce multiplicaban las sensaciones que normalmente experimentaba.

Al menor le tocó respirar hondo, empujándolo más hacia él para volver a escuchar ese maravilloso sonido pero esta vez quería observarlo, admirar cada detalle de ese momento. Envolvió sus brazos alrededor de su cintura dejando suaves caricias antes de descenderlas y apresar su trasero, firme y fibroso.

— Mmm, guau... — Una onomatopeya que le dejaba saber al mayor cuánto le gustaban sus glúteos.

Sin fingirlo, gimió más fuerte, mucho más, apoyando su cabeza sobre el hombro del rubio, incrementando el vaivén de sus caderas.

— Suenas tan bien. — Confiesa contra sus labios y lo siente sonreír mientras le devolvía el beso, aferrando sus manos a la nuca de Namjoon. — Mejor en vivo y en directo.

Jin soltó una carcajada a la que el menor se unió. Una extra calma llegó cuando se tranquilizaron justo antes de perderse en sus miradas.

— ¡Bésame! — Demandó Namjoon. — Quiero que me beses nuevamente.

Sus palabras fueron órdenes que el mayor no dudó en cumplir, apretando sus caderas, disfrutando sus ásperas manos recorriendo su espalda desnuda. Contrastaban tan bien, amaba como ambos exudaban masculinidad, eran fuertes pero aún así se trataban con delicadeza.

Algo que marcaba una gran diferencia con todos sus encuentros anteriores porque o su acompañante se creía Christian Grey o lo trataban como si fuese una mujer simplemente por verse delicado en ocasiones y ser hermoso. No tenía la culpa de ser atractivo, esa no era una excusa para que automáticamente pensaran que él era un hombre afeminado que deseaba ser tratado como una mujer.

Esa era una de las razones por las que casi siempre jugaba un rol dominante pero con Namjoon, quien no trataba de dominarlo bruscamente, no tenía problemas en dejarse llevar y jugar el papel que él quisiese.

Sus pezones fueron lamidos cual helado y todo su cuerpo se encrespó en respuesta. Se dejó envolver por las caricias y sensaciones que esos carnosos labios junto a unas prodigiosas manos le brindaban. Su caderas tenían vida propia, simplemente se dejaron ir. Quizás era porque aún estaba sensible, porque llevaba casi dos meses sin relaciones sexuales o simplemente porque Namjoon era extremadamente bueno en lo que hacía pero se sentía al borde del precipicio.

Las vibraciones contra sus labios cuando Jin jadeaba, la forma en que su cuerpo se estremece mientras respira era asombrosa. Clavó sus dedos en la cintura contraria antes de volver a descenderlos un poco más, obligándolo a moverse con mayor velocidad. Entrelazaron sus lenguas perdiéndose en un manojo de gemidos, saboreándose mutuamente hasta que incluso las finas telas que aún los separaban, comenzaron incomodar.

¿Era normal poder escuchar no solo los latidos del corazón contrario sino también su sangre fluir? Porque Namjoon podía jurar que escuchaba todo eso y más. La respiración sobre su oído lo orillaba más al orgasmo y cuando el mayor se reacomodó apretándolo, aplastando sus miembros se sintió tan jodidamente genial que fue él quien esta vez gimió sin contenerse.

Como si le hubieran dado carta blanca, Jin se apoyó en sus hombros buscando equilibrio, buscó sus labios y comenzó a moverse desenfrenadamente hasta que cada sonido que emanaba de su cuerpo le avisaron al menos que estaba cerca. Fue entonces que lo cargó y dejó caer en la cama, corriendo hacia el baño, agradeciendo mentalmente por en ese hotel no solamente habían condones, sino también lubricante.

Se había sentido abandonado cuando sintió el cuerpo del menor alejarse y extremadamente feliz cuando lo vio regresar con varios sobres de envoltura metálica que supo identificar rápidamente. ¿Realmente iban a llegar hasta el final? Era claro que sí, habían lo que querían y ambos estaban buscando eso. Sabía que Namjoon lo deseaba desde el momento en que lo besó por primera vez.

Los jóvenes no eran tan volubles en cuanto a sentimientos y relaciones. A esa edad el entusiasmo era bastante breve, lo que le interesaba un día, al siguiente desaparecía. Incluso era raro cuando se consagraban a algo que le gustasen como un deporte o profesión.

Solían cambiar constantemente de gustos y deseos dependiendo lo que mejor les acomodaba o aquella novedad que los cautivaba, dejando rápidamente atrás sus antiguas aspiraciones. Namjoon parecía no ser diferente más allá del fútbol que era en lo único que siempre mostraba determinación.

Por eso evitaba enredarse con cualquier joven, menos alguien de una vida tan libertina como la de ellos. Deportistas, artistas y doctores estaban totalmente fuera de su radar al no ser para sexo esporádico y casual. Sin compromisos o sentimientos envueltos, justo como en ese momento.

Los besos que llegaron a su cuello disiparon todos sus pensamientos, haciéndolo concentrar única y exclusivamente en lo que estaba sucediendo dentro de esas cuatro paredes, en esas sábanas que exigían mayor calor.

No puso impedimento alguno cuando las manos del rubio se deshicieron de la última prenda que permanecía en su cuerpo, completamente mojada y sucia. Vio sus intensiones, sostuvo sus cabellos para impedírselo pero sus muñecas fueron apresadas a sus costados mientras que el contrario siguió camino a su objetivo.

Se arqueó completamente al sentir la humedad que abrazaba a su miembro, ¡espléndido! Exquisitamente delicioso y estaba sorprendido. Namjoon tenía porte de un salvaje amante pero no se imaginó jamas que fuese por segundos tan dual y que hiciera tan bien su trabajo. Dulzura, fiereza, cariño y luego placer avasallador. Así variaban las acciones de ese rubio que le daba una de las mejores felaciones de su vida.

Ni siquiera se enteró en el momento que se untó de lubricante e introdujo sus dedos hasta que no sintió aquel punto de su interior ser explotado. La electricidad que lo recorrió no fue normal y sabía que en todo su organismo existía un único lugar que lo hacía sentirse así y ese era su próstata.

— Hyung... — Su voz rajada logró salir pero olvidó instantáneamente lo que deseaba decir, se limitó a elevar sus piernas y quedar totalmente a su merced. — Más...

Tal vez alguien podría escucharlo, Jackson o quizás Taehyung quienes ocupaban las habitaciones colindantes pero sinceramente, no le importaba, no podía contenerse aunque intentaba.

Namjoon se posicionó entre sus piernas, buscando sus labios nuevamente para besarlo mientras se colocaba el preservativo y untaba una cantidad moderada de lubricante para ayudar el proceso, esperando que no dañara el látex. Sus tres deseos tantearon el terreno preparado una última vez antes de presentarse y de una estocada perderse en su interior.

— ¡Nam! — Exclamó enterrando su rostro contra su cuello. No se movía pero el grosor excedía a la previa preparación. — Mierda...

— Creo que en la cama es cuando más me gusta que me digas hyung, hyung. — Acentuó comenzando a marcar un movimiento circular bien lento.

— No te pongas exigente, ¿quién es el hyung aquí? — Preguntó risueño recibiendo tres fuertes embestidas que lo hicieron quejarse en respuesta.

— En estos momentos, soy yo. — Lo besó ferozmente mientras sus manos muy por el contrario, lo acariciaban dulcemente, jugueteando con sus pezones, alternando muy de cuando en vez con sus testículos o periné.

Demonios, ese menor sabía muy bien por dónde y cuánto darle para hacerlo jadear. Una vez más estuvo al borde del orgasmo pero fue retrasado cuando este se detuvo. Lo maldijo pero sosteniendo fuertemente sus mejillas Namjoon mordió sus labios en un pseudo regaño por utilizar lenguaje soez. Besó su cuello expuesto y lo besó, calmando el ardor de la mordedura que también recibió en su lengua cuan las caricias y saliva de la contraria.

Podía saborear el sudor de su piel, podía sentirlo ardiendo bajo sus manos, la tensión de sus cuerpos y los gemidos que hacían eco. Sus músculos temblaban y por primera vez en toda la noche el recuerdo del próximo partido afloró pero conforme llegó, desapareció.

El choque de sus caderas era mucho más interesante y con la racha que llevaban, podían darse el lujo de que por un día el capitán tuviese bajo rendimiento. Después de todo, eran doce jugadores en la cancha representando al equipo, no solamente él.

— Más, por favor... — Su voz salió amortiguada debido a que su boca estaba muy ocupada mordiendo el hombro derecho del menor. — Necesito más.

Sus piernas se abrieron de par en par mientras su cadera era alzada y Namjoon se enteraba mucho más en su interior. Lo llenaba de una forma única y deliciosa. Sentía que lo inundaba en placer porque no eran solamente las penetraciones, el riqui-raca de sus cuerpos o el grosor de su virilidad.

Eran sus caricias, su trato, cada detalle, cada beso o mirada que lo hacían entrar en un maravilloso frenesí pasional. Tanto, que su cuerpo se volvió trémulo, su voz se descontroló y entre envites recurrentes se corrió, permitiéndole escuchar al contrario nuevos sonidos que no había oído antes.

Era increíble, sentía como si el que se hubiese corrido fuese él y no el mayor. Gruñó satisfecho y buscó su boca, aferrándose fuertemente a sus caderas para arremeter hasta que ese remolino que se formó en su vientre estalló, haciéndolo tiritar entre extrañas muecas producidas por su orgasmo.

Acompasaron lentamente sus respiraciones, inhalaban y exhalaban hondo, con cierta dificultad hasta que finalmente regularon el ritmo. Desde el momento en que sus orgasmos llegaron, ambos habían estado extremadamente callado, muy diferente de sus cerebros que hilaban un sin fin de pensamientos abstractos a los que no lograban darle forma, no en esos momentos.

Estaban satisfechos, saboreaban el sonido de sus respiraciones, disfrutaban sus húmedas pieles pegadas, que lentamente se enfriaban. Se acariciaban en silencio porque no tenían palabras para decir. Sus cuerpos estaban tan relajados que podían permanecer así por horas sin necesidad de moverse pero ellos no sabían muy bien cómo llevar lo que acababa de ocurrir.

No era momento de hablarlo, de hecho a casi ningún hombre le gustaba entrar en conversaciones profundas luego del acto, antes o varias horas después, quizás días estaba bien pero en esos momentos, la mayoría preferían simplemente saborear en silencio lo que acababan de vivir, justo como ellos dos.

— ¿Estás bien? — Preguntó saliendo finalmente de él antes de perder su erección para retirar el condón, anudarlo y colocarlo en la mesilla de noche.

— Estoy bien y agradezco no ser yo el que tiene que correr mañana. — Ambos serían mientras el mayor se incorpora. Toma el condón y su ropa interior consigo hasta el baño donde la dejó caer en la basura, orinó, se lavó las manos y regresó a la habitación. — Trata de descansar bien.

— ¿Ya te vas? — Asintió vistiéndose, ignorando como las mandíbulas del menor se tensaban. Y es que él odiaba eso, como si fueran dos personas casuales que se juntaron para follar y luego de venirse cada uno por su lado sin más. — No tienes que irte así, se siente...

— Tienes que descansar porque mañana tenemos partido. — Interrumpió. — Además, nadie debería verme salir de tu habitación y a esta hora, casi todos están durmiendo.

— Ya pero no tienes que vestirte e irte, puedes quedarte un rato más, no sé.

— Namjoon, no lo hagas difícil, ambos sabemos que esto fue un muy rico polvo para los dos pero sólo eso. No compliquemos las cosas porque estamos obligados a estar juntos, somos amigos también entrenador y jugador. Eres el capitán del equipo y no deseo que las cosas se pongan rara entre nosotros ya que podrían afectar a todos los demás.

— ¿Por qué no pensaste en eso antes de hacer todo lo que has estado haciendo aún sabiendo que me gustas? — Jin no contestó, subió la cremallera de su abrigo y caminó hacia la puerta pero el menor lo volteó con fuerza. — Te acabo de hacer una pregunta.

— Te di lo que querías y yo necesitaba, ambos nos beneficiamos de esto y estamos a mano. Créeme que lo pasé bien, creo que tú también pero dejemos todo de este tamaño, ¿sí?

— ¿Eso es lo que quieres? — Sus miradas se encontraron, no parecían las personas que hasta hace unos minutos se besaban y acariciaban con tanta dulzura. — Hyung...

— Sí, — se soltó del agarre — eso es lo que quiero.

Le dedicó una leve sonrisa y salió.

+++

La fija mirada de su capitán era incómoda pero cada vez que se encontraban, sus ojos eran atrapados sin piedad en esa mirada fija y adictiva. Podía sentir en ocasiones su ira aún cuando no mediaban más que las palabras necesarias. El menor pasó días molestos en los que lo hizo sentir culpable pero no existía una mejor forma de llevar eso.

No era el sexo lo que buscaba aquella noche, sino sentirse en las manos de quien gustaba, brazos que necesitaba abrazando su cuerpo y su cercanía, ese cariño que quiso tener al menos una vez. Sin embargo, no podía engañarse, mucho menos poner su corazón y apostar a una relación donde pronto el otro terminaría aburriéndose mientras él se quedaría varado sin saber a dónde ir.

Quizás era un cobarde que huía antes de enfrentar sus miedos pero era lo único que podía hacer. No merecía gustar de la miel que emanaba del menor cuando él se apartaba de la colmena por temor al aguijón de las abejas, el aguijón del corazón de Namjoon que podía clavarse en él mucho más profundo de lo que lo hizo su miembro aquella noche.

Los recuerdos vinieron a su mente, los besos, las caricias, aquella mirada dolida y decepcionada de la que fue testigo, todo se agolpaba en su mente.

— Ya estoy listo, ¿qué te falta, coach? — La voz de Taehyung lo sacó de sus pensamientos, obligándolo apartar la vista de quien recogía los balones. — Ya es tarde, nadie aguantará a nuestras madres si llegamos tarde a la fiesta de cumpleaños de nuestros padres.

Al ser gemelos, los señores Kim mantenían viva la tradición de cada año sin importar lo que ocurriese celebrar en familia su cumpleaños, siempre en conjuntos. De hecho, desde que su carrera se fue a pique, eran los únicos días donde Seokjin se encontraba con su padre. Las festividades generales las pasaba siempre solo y cuando su madre cumplía años siempre la invitaba sola a pasar el día juntos pero no se presentaba en las fiestas.

— Realmente dudo que me quieran ahí. — Soltó en un suspiro viendo como su primo rodaba los ojos. — De acuerdo, vamos, ya no diré nada más.

— Es que ya sabes como es mi tío, no deberías dejar que te afecte lo que pueda decir o hacer, los demás siempre nos alegramos de verte. Aunque aquí seas mi coach, eres familia y te puedo asegurar que eres amado no solamente en el terreno, la familia te quiere. No importa si eres un entrenador, una estrella o el presidente de la nación.

— ¡Entrenador! — La voz de Namjoon llegó a sus oídos pero como en el último tiempo en el que se la pasaba huyendo de quedarse a solas con él, pretendió no escucharlo a pesar de que Taehyung le dejó saber que lo estaban llamando. — Ahí va otra vez.

Empuñó sus manos con frustración, viéndolo alejarse sin mirar atrás. El mayor le estaba haciendo todo más difícil y aunque pensó en detenerse, simplemente no podía hacerlo. No era opción permitirle a la cobardía reinar y apartarlo de quien amaba. Aún si esta le atacaba el alma, la ahuyentaría después de todo, lo único que hacía era estorbar. No sabía cómo acercarse nuevamente pero debía existir alguna forma.

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