Capítulo 1
Ser un adulto con obligaciones y varios chicos dependiendo de él no era su deseo esa mañana. A decir verdad, entre sus planes de vida no se le pasó por la mente la posibilidad de ser entrenador, mucho menos estar retirado a tan temprana edad. Conformidad, esa era la mejor palabra para describir su situación actual.
Era simple la explicación y de cierta forma quizás era lo que más le incomodaba. Saber que se decidió por el camino más fácil en vez de hacerle frente a todos los demás obstáculos una vez que escuchó el resultado que le anunciaba du despedida de la cancha, tenía menos del diez por ciento de posibilidades de superar su lesión, optando por no hacerse sufrir él y mucho menos a todos a su alrededor creando falsas esperanzas. Fue un ser débil que no pudo manejar las contradicciones y ambigüedades.
Fue una de esas personas que sin verdaderamente sentirlo dijo lo que quiso y habló de abnegación, renuncia, de conformidad y resignación hiriendo a quienes lo apoyaban y confiaban en él. Porque le resultó más fácil esconderse en su propia burbuja de pseudo control y seguridad que cuando años después terminó explotando no supo hacerle frente, entrando en arrepentimiento. Ese que lo azotaba antes y después de cerrar sus ojos cada noche, cada mañana.
Toda la sumisión frente a las adversidades fue falsa. Lo normal era que la gente creyese desear lo que le iba llegando naturalmente, lo que le va consiguiendo o le van dando conteniendo sus propios deseos y él se apegó a esa mentira de designio.
Dejó de un día a otro lo que por años construyó, su deporte, su gloria, su satisfacción personal al formar parte del equipo nacional de fútbol de Corea del Sur. Todo eso se derrumbó en la fase eliminatoria en su primer mundial, Brasil 2014. Una fractura doble de rodilla lo dejó tirado en el campo en los octavos de finales, haciendo su debut y despedida. Siendo hoy nada más que el recuerdo de ese Kim Seokjin que su nación vitoreó cinco años atrás por última vez.
¿Gloria deportiva?
De aquello no quedaba más que fotos y artículos regados en el internet, la pensión que seguía cobrando por romper el récord como máximo goleador en una Copa de Confederaciones, claro, hasta que alguien más lo rompiese. Esas y una que otras regalías que por ahí quedaban junto a ese apartamento y sus dos vehículos.
Hoy era un ciudadano regular que debía levantarse en ese frío invierno de su cama para ir a entrenar a un grupo de aspirantes que deseaban llegar a donde un día el estuvo. De su salario no podía quejarse pero era su labor la que no lo llenaba. Más que su trabajo, su vida, no estaba satisfecho con quien hoy era.
La alarma volvió a a sonar y una vez más la detuvo con cierta molestia.
— Ya lo sé, ya lo sé, no tienes que seguir sonando cada diez minutos aunque yo te haya programado de esa manera. Ya me voy a levantar, deja de fastidiarme. — Dejó caer su teléfono en la cama y se dirigió a la ducha con resignación, esperando que su día fuese llevadero y tranquilo.
Discusiones tácticas para los próximos partidos, control de peso y gimnasio era todo lo que harían ese día con un clima tan frío como el que se estaba sintiendo en la ciudad. A decir verdad, no era para menos, veintitrés de diciembre en víspera de las festividades eran cuando al mono más le gustaba soplar calándolos hasta los huesos.
Sosteniendo una tablilla de anotaciones, caminaba alrededor de todo el lugar, controlando de que cada actividad se estuviese llevando a cabo correctamente. No era porque los chicos con su experiencia no supieran entrenar debidamente sino porque mientras más próximo estaba el campeonato, mayor rigor, control y cuidado debía tener con todos y cada uno de los chicos, especialmente con sus jugadores estrellas.
Uno de ellos ya había logrado ser captado para la selección nacional, Jeon Jungkook. Estaba orgulloso que de su club saliesen tan buenos talentos, estaba feliz por Jungkook y sabía que haría el mejor de los trabajos. Sin embargo, guardaba todavía la esperanza de que en las segundas captaciones al menos otro fuera escogido.
Él no llevaba mucho tiempo con el equipo, a decir verdad llegó como entrenador suplente luego de que el antiguo entrenador sufriera un infarto al miocardio un año atrás. Consideró suerte el hecho de que tres meses más tarde ellos ganaran la liga coreana como representantes de la capital. Ahora, que se extendía a nivel asiático en general las cosas eran un tanto diferentes.
— ¡Coach, Jin! — Gritó Taehyung pidiendo auxilio. — ¡Ayúdeme por favor! Este insoportable hyung que se cree también entrenador es insoportable, mis piernas no aguantan más.
Namjoon ignoró las réplicas de su compañero, así como el acercamiento de Seokjin, quien se limitó a asentir antes de volverse alejar de allí dándole el visto bueno. Jungkook trataba de no reírse mientras hacía su última tanda de barras. Estaba habituado a esas escenas pero no dejaba de ser gracioso contemplar las muecas que realizaba el pelirrojo mientras el rubio lo obligaba abrir más sus piernas.
— ¡Coach!
— No protestes más, ya no eres un niño, mejor acepta la ayuda de Namjoon porque soy yo solo para veinticuatro hombres. — Le guiñó el ojo al aludido y observando a la secretaria general del club, se dirigió a la puerta. — Ya regreso...
Se alejó sin decir otra palabra mientras el rubio aflojaba sin percatarse el agarre en las muñecas de Taehyung que finalmente se enderezaba, así como encogía sus piernas, viéndolo desaparecer.
— ¡Abusador! — Se quejó su acompañante de split acariciando sus ingles. — ¿Te estabas luciendo delante de mi primo? Creo que no es necesario, todo sabemos que tú eres su preferido.
— En eso sí apoyo a mi Tae. — Musitó Jungkook sentándose al lado de ambos. — Aquí todos sabemos que tú eres su favorito, "Namjoon hyung". — Se burló haciendo comilla con sus dedos. — ¿Quién es el hyung entre ustedes? No entiendo que fuera de las instalaciones te llame hyung cuando él es el mayor. Tienes que decirnos el secreto, por mucho que yo haga no logro que me quiera tanto. Ni siquiera luego de entrar a la familia.
— ¿Estás conmigo para ganarte el favoritismo de mi primo? — Fingió molestia Taehyung golpeando suavemente su barriga. — Ya voy tomando nota.
— No comiencen ustedes dos, mejor dejen de estar hablando tantas boberías que si me dicen todos así es precisamente por culpa de ustedes dos. — Acomodó su bandana en la frente para retirar los cabellos que se pegaban por el sudor antes de dejarse caer de espaldas y que la frialdad del suelo lo calmara.
Dentro del equipo ya fueran menores o mayores que él todos le decían "hyung". No le incomodaba, de hecho ya estaba acostumbrado a ello porque sabía que se lo había ganado a pulso debido a su carácter serio y peleón. Era perfeccionista y sabiendo que Seokjin, quien fue casi un ídolo para él estaba pasando por dificultades a la hora de liderarlos, terminó sin querer asumiendo un rol que no le correspondía como co-entrenador.
Por respeto al verdadero entrenador no lo llamaban así pero, el apodo de hermano mayor — hyung — tomó vida y se quedó con él. La primera vez que siguiéndole la corriente a los demás durante una comida su entrenador lo llamó hyung, terminó atragantándose. Otra material de burla que aún perduraba y salía a colación de vez en cuando.
Había logrado hacer una amistad con Seokjin gracias a que en comparación con la mayoría la diferencia de edad entre ellos no era tan amplia y esto les permitió irse acercando pero a veces se sentía superflua y distante. Se encontraban en sus escasos días libres y a decir verdad siempre buscaba una excusa para acercársele aunque no todas resultaran exitosas.
Una gran algarabía se formó cuando alguien dio el aviso del regreso del entrenador junto a un grupo de hombres que reconocieron como representantes de la FIFA nacional e internacionalmente. Fingieron retomar las actividades hasta que el entrenador les pidió que se detuvieran y les presentó a los señores, informándole que de manera sorpresiva, ese día se llevarían a cabo nuevas captaciones. Podía ser una o varias, nadie lo sabía pero todo querían aprovechar la oportunidad.
Con el cielo techado, se organizaron para crean un pequeño partido entre ellos para mostrar no solamente sus habilidades, sino también para proteger y mantener en alto el nombre del club. Rara vez fichaban directamente en los clubes ya que siempre escogían atletas ya seguros, preferiblemente haciendo carrera internacional. Ese era una de las razones por la que Namjoon estaba tan nervioso, no quería estropear ese momento.
Sabía que la mayoría de las veces ellos ya iban con la idea en mente de quien querían pero nunca era tarde para hacerlos cambiar de opinión. La cuestión era que por alguna razón sus nervios lo estaban traicionando. Era el capitán del equipo, esa era otra presión que tenía encima. Ya todos habían salido y él era el único que quedaba en el camerino luego de cambiarse.
Su uniforme azul de invierno reducía con las letras blancas de su nombre y sus patrocinadores. Su cabello ahora llevaba un pequeño moño recogiendo las hebras más largas que en ocasiones le incomodaban junto a una nueva bandana blanca para calentar sus orejas. Sentado en el banquillo ya con las tobilleras colocadas, sus altas medias blancas y tacos azules, los hacía chirriar en el piso hasta que sintió un leve apretón en su hombro.
— ¿Todo bien, Kim? — Namjoon asintió poniéndose en pie. — Sé que fue sorpresivo para todos pero ahora debes ponerte las pilas y salir allá afuera a darlo el todo por el todo, demostrarles tu valía como me la muestras a mí diariamente.
— Hyung, es decir, entrenador....
— Estamos solos, así que te lo dejaré pasar hyung. — Namjoon rodó los ojos y el mayor rió. Palmeó su espalda para darle ánimo, dedicándole una de esas mirada que al menor tanto desconcertaban. No sabía cómo descifrarlas porque no quería deshacer las hipótesis de su cabeza con la cruel realidad. — Solamente debes salir para hacer lo que mejor haces siempre. No es ético o profesional de mi parte decir esto pero sé que si alguien puede lograrlo, ese eres tú, confío en ti y tus buenas aptitudes. Como entrenador y amigo estaré apoyándote.
Aunque no todos eran tan afortunados, todas las vidas empezaron con el afecto humano como primer soporte. Y aunque invisible, aunque tuvo muchísimos ídolos y leyendas del fútbol que admiró e impulsaron a luchar por ese deporte. Kim Seokjin fue su soporte, cuando quería darse por vencido miraba a ese chico unos años mayor que él triunfar y lo sostuvo, justo como lo estaba haciendo en ese momento.
Con eso era suficiente, al menos por el momento, con saber que lo apoyaba incluso como amigo lo hacía sentirse mejor. No quería defraudarlo a él o si mismo, no quería echar a perder esa única oportunidad. Asintió con una amplia risa que remarcó sus camanances mientras trotaba en el lugar y agitaba sus manos. Pasó por su lado sintiendo como su antebrazo era sostenido frenándole el andar.
— ¿Qué sucede? — Su mirada se perdió en la del mayor antes de desviarla hasta su antebrazo. Nunca tenían contacto físico innecesario, no porque a él le molestase sino porque el contrario siempre mantuvo la distancia a tal punto que coaccionó todos sus pensamientos haciéndolos casi evaporarse. — Hyung...
— ¡Buena suerte! ¡Rómpete una pierna! — Pronunció antes de soltarlo y darle una nalgada de ánimo con una sonrisa. — ¡Ve!
Muchas palabras no eran signo de ánimo prudente y verdadero, por eso sabía que aunque no hablara mucho, esas frases significaban mucho más de lo que su comprensión lograba captar.
El pelinegro agitó sus manos para que se fuera y una vez que lo vio salir corriendo se apresuró hacia las gradas para sentarse al lado del comisionado. No sabía decir a ciencia cierta quiénes estaban más nerviosos si ellos o él. Intentaba disimularlo pero los absurdos comentarios y chistes sin gracia que realizaba transparentaba sus verdaderas emociones.
De ser un partido oficial él hubiese estado parado en el borde del terreno dirigiéndolos técnicamente. Mirando desde el exterior esas pequeñas jugadas que con la adrenalina del momento a veces no lograban divisar. Sin embargo, literalmente se estaba comiendo las uñas cuando eso era un acto que repudiaba.
El juego terminó empatado uno a uno con un gol de Namjoon y otro de Jungkook enfrentados como rivales pero riendo como los mejores amigos. Olvidándose por completo que estaban siendo observados, hasta que el silbato del árbitro los regresó a la realidad. Nadie sabía lo que aquellos sujetos pensaban o habían decidido, estaban seguros de que ese día harían un anuncio del que alguna vida cambiaría y no podían estar más nerviosos.
Seokjin tampoco sabía el resultado de sus observaciones puesto que estos se mantuvieron en silencio y a la hora de deliberar se apartaron. Momento que aprovechó para acercarse a su equipo y felicitarlos por un juego que en sus palabras, era digno de cualquier torneo. Ya Jungkook tenía un puesto asegurado para comenzar sus entrenamientos en la próxima temporada pero eso no quitaba que compartía casi la misma angustia que sus compañeros.
Mientras que todos estaban agrupados sentados en los banquillos hidratándose y recomponiéndose, Jin se mantenía vigilando en la puerta como si eso le fuera a dar las respuestas que desconocía. Volvía a sentir la misma opresión en el pecho que sintió en las primeras captaciones donde fue ignorado, hasta que un día de buenas a primeras llegaron a su puerta increíbles contratos que no sabía cómo evaluar y por cuál irse.
Ya acicalados y debidamente arropados para no pescar un resfriado luego de la ducha caliente que todos tomaron, volvieron a reunirse pero esta vez en una de las cátedras. Veinticuatro chicos que esperaban aquí veredicto tratando de lucir calmados. Ignorando las miradas desconocidas el castaño agarraba la mano de su pareja, pues del nervio Taehyung las tenía temblorosas y mucho más frías de lo normal. El rubio estaba parado junto a ellos cruzados de brazos mientras que el entrenador se encontraba cerca del comisionado de la FIFA.
Todo fue en cámara lenta, en un momento Kim Namjoon vio a uno de los hombres abrir su boca, su nombre fue débilmente mencionado a lo lejos y en el siguiente sus compañeros se volteaban para felicitarlo. No obstante, por un extraño impulso como los que la mayoría tienen en la cancha cuando ganan un partido, lo primero que hizo fue correr hacia su entrenador y saltar sobre este para abrazarlo, enrollando alrededor de su cintura su fuertes piernas.
— Sabía que lo lograrías. — Le escuchó decir en su oído en un tono difícil de diferenciar, alegre, triste, nostálgico, quizás algo más, no lo sabía a ciencia cierta pero en esos momentos no atinó a percatarse bien de aquello. — Tus compañeros esperan para abrazarte.
Bajó de su cuerpo y se echó a correr hacia el resto del equipo que lo cargó y tiró por los aires. Muchos estaban decepcionados, tristes y dolidos pero aquello no les impedía con el gran compañerismo que tenían, alegrarse por el logro de su capitán.
— ¡Hay que celebrar! Por el logro de Namjoon, nuestro club y las próximas navidades. ¡Yo invito! — Exclamó el mayor de todos antes que a él también lo cargaran y lanzaran hacia el techo.
Fue una noche alegre, en víspera de los días festivos inclusos aprovecharon para romper un poco las reglas y beber, no solían hacerlo pero la ocasión lo ameritaba. Estarían toda una semana sin verse, descansando al fin antes de retomar los entrenamientos para el partido que jugarían la segunda semana de enero.
— ¿Y, cómo te sientes? — Preguntó Jin sentándose al lado del recién seleccionado aprovechando que entre la bebida y el baile todos lo habían dejado solo. — Me imagino que aún no te lo debes creer.
— Con todo lo que se ha celebrado, sinceramente ya me lo creo pero no dejo de sentirme emocionado. Estoy feliz, dando un paso más hacia el futuro que he soñado pero sinceramente pensé sentirme mucho más eufórico. — Bebió de su champaña sin alcohol y el pelinegro arrugó el entrecejo. — ¿Qué?
— Le quitas diversión a la vida, ¿qué haces bebiendo champaña sin alcohol?
— Quizás porque soy un deportista de alto rendimiento que tiene mucho en juego, comenzando por todos los entrenamientos y partidos que tendrá en una semana. — Se encogió los hombros alzando su copa, fijándose en el vaso que el mayor sostenía. — ¿Tú bebes? Es la primera vez que desde que te conozco te veo beber.
— No lo hago diariamente, de hecho, rara vez lo hago pero tengo mis excepciones. No podía dejar de celebrarte como es debido. — Sonrió haciendo chocar sus bebidas. — ¡Salud! Por la próxima estrella de la nación.
— No necesito que celebres por mí de esa forma, de hecho, hay mejores vías de celebración. Lo cierto es que...
— Ay no, no, no no. Aquí el entrenador y mayor soy yo, ahí vas con tu papel de hermano mayor y luego te molestas cuando te digo hyung. Es que en serio, deberías relajarte un poco, Namjoonie.
¿Namjoonie? ¿Hyung?
Dos palabras de gran potencia en una sola oración que ponían en ese momento su integridad en peligro. Se bebió toda la copa y deseó que verdaderamente tuvieran alcohol.
— Hyung, ¿cómo te sentiste cuando diste tu primer paso hacia las grandes ligas? — Cambiar el tema, eso siempre resultaba más fácil.
Lo observó notando como dudaba antes de pasarle un brazo sobre el hombro y acercársele. La música en realidad no era ensordecedora pero obliga a elevar el volumen de la voz, algo que Jin no necesitaba porque por naturaleza ya hablaba lo suficientemente alto.
— ¿En realidad quieres saber? — El rubio asintió sintiendo cerca de él el aliento contrario acariciando su piel. — ¿Cómo describirlo? Quizás como reaccionarían mucho al ganarse la lotería, con la diferencia que en lo menos que pensaba era en el dinero. Me visualizaba con los uniformes, trofeos, condecoraciones como mejor delantero, goleador, recibiendo un balón dorado o una bota dorada. Quería mi nombre en la historia como mi ídolo Pelé, Roberto Carlos, Ronaldo, Beckenbauer, Cafú...
El menor veía ese brillo en su mirar que rara vez aparecía, podía sentir la vibración que desprendía la pasión con la que hablaba. Nunca se lo había dicho pero antes de tener la oportunidad de conocerlo él lo idolatraba de la misma manera, aún cuando la diferencia entre ellos era solamente de seis años.
Él recién hacía unos meses había cumplido veinticinco mientas que semanas atrás Jin llegó a los treinta y uno. Ya en su adolescencia el nombre de Kim Seokjin resonaba en todo el país, desde que estuvo en las juveniles, mientras brillaba en los clubes, hasta que junto a su padre vitoreaban por no solamente ver a Corea del Sur llegar a un mundial, sino por verlo a él jugando como titular.
— Fue tanto lo que llegó que por un momento tuve miedo a perderme en aquello, los eventos, las personas con las que me codeaba, la fama. Pensé que me embriagaría con todo aquello pero mi visión se mantuvo tan centrada en mis objetivos que nada pudo detenerme. Mi felicidad la demostraba cada día en el campo, sudando mi camiseta, dejando mi alma sobre ese césped. Era en ese entonces que creía sentir lo que era vivir la vida y ser feliz, olvidándome que la felicidad no existía y debía atesorar esos pequeños momentos felices.
— Hyung...
— Pero eso es pasado y esto no se trata de mí sino de ti, confío en que serás el mejor centrocampista de la historia y espero que cuando la fama cegadora te alcance, no sufras de amnesia. No te olvides de todo lo que has luchado para llegar hasta ahí y que así como un día todo llega al otro se puede ir. Y por supuesto, no te puedes olvidar de este entrenador. Estoy seguro que jamás encontrarás a uno con tantas buenas cualidades como la que tengo yo. Intelecto, belleza, seguridad, experiencia...
— No lo haré, aunque quisiera, dudo que algún día pueda olvidarte, coach.— Jin calló buscando humectar sus labios con la bebida, mientras que él imitó la acción luego de varios segundos.
— ¡Feliz Navidad te deseo! Ve y disfruta mañana con tu familia como es debido, querer comerte a besos y abrazos. — Apretó su hombro con inocencia, ignorando como ese simple toque tensaba completamente a Namjoon.
— Te deseo lo mismo hyung, es decir, ¡feliz navidad! Deseo que junto a tu familia puedas tener una magnífica navidad.
— Bueno, el día que perdí mi carrera también perdí a mi familia así que creo que tu deseo no se cumplirá del todo. No obstante, me aseguraré de tener una magnífica velada junto a mi cama, la comida a domicilio y mi televisor.
— Hyung, yo...
Quiso hablar, pero todo el movimiento que causó la entrada de Min Yoongi, alias el atleta preferido de la nación al entrar, frustró todos sus planes. Entre saludos y felicitaciones, sus palabras no dichas volvieron a guardarse en lo más profundo de su ser.
— Ven Suga, quiero presentarte a tu próximo compañero de equipo, Kim Namjoon. — Espetó Jin alegre.
— Tu discípulo favorito. — Añadió el recién llegado estirando cortésmente su mano para saludar. — Un placer conocerte, llevémonos bien.
— ¿Tú también con eso? — Cruzó sus brazos algo incómodo. — Yo no hago distinciones entre mis jugadores de esa forma. — Yoongi sonrió pasando su mano por la cintura del mayor.
— Lo sé, mal comentario. Lo siento.
— El placer es mío, — habló finalmente el menor tratando de desviar la mirada de la cintura de su entrenador — también espero que nos llevemos bien. Por favor, cuida de mí.
— Con gusto, si eres del equipo, somos uno. — Hizo el intento de arrebatarle la bebida al pelinegro pero como era de esperarse, falló. — Bueno, entonces ya deberíamos irnos, te dije que no podía quedarme aquí mucho tiempo.
— Sí, sí, lo siento. — Se acercó hasta Namjoon para despedirse cordialmente brindando su mano. — Despídeme de los demás aunque dudo que noten mi ausencia. Diviértete y felices fiestas. Ya nos veremos dentro de pocos días, mantente saludable. — El menor asintió y él revolvió su cabello con ternura. — Ahora tú, vámonos.
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