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5

El Omega se sentía tan perdido que ni siquiera escuchó la conversación que mantuvieron Zayn y su compañero. Al final, el Alfa lo tomó del brazo y lo acompañó al exterior de la comisaría. Se sentía demasiado aturdido para pensar, y demasiado asustado para hablar. El departamento de policía se había lavado las manos. Según había entendido, como no era un delincuente, no eran responsables de él. No sabía qué podía hacer, ni dónde iba a quedarse. Los Malik le habían ofrecido alojamiento de forma provisional, pero también podían cambiar de opinión.

Zayn abrió la puerta de su coche y el Omega entró de forma automática. Ninguno de los dos articuló palabra mientras recorrían la orilla del océano Pacífico, rodeado de niebla. Fue entonces cuando Noel se dio cuenta de que no sólo su mundo se había sumido entre las sombras. Le había pasado lo mismo a toda la ciudad. No entendía cómo podía haber ocurrido tan deprisa. Cuando entraron en la comisaría brillaba el sol, pero ahora estaba oculto por las nubes y el ambiente estaba húmedo, tan lúgubre como su humor.

Noel se sentía como si estuviera atrapado en una pesadilla. Cada vez que concebía esperanzas pasaba algo que lo dejaba sumido en la desesperación, entre un pasado que no recordaba y un futuro incierto.

Zayn aparcó frente al mar en la playa desierta. Apagó el motor y se volvió hacia Noel. Sabía lo abatido que se sentía el Omega por las palabras del agente, y tenía intención de hablar con él en otro momento para recriminarle su brusquedad, pero antes tenía que convencerlo de que su situación no era tan mala como creía.

—No hace falta que te deprimas.

—¿Que no hace falta? ¿Cómo que no hace falta? En la comisaría me han dicho que, puesto que no he cometido ningún delito, les da igual quién sea o qué me haya pasado.

Zayn se inclinó hacia él y tomó entre sus manos uno de sus puños cerrados.
—Tranquilízate. No han dicho eso, y aunque lo hubieran hecho, ¿qué más te da? Te deprimes sin motivo. Podemos…

—¡Sin motivo! —gritó—. ¿Cómo que no tengo motivo? Estoy solo en una ciudad desconocida, no sé quién soy ni de dónde vengo, ni si tengo una profesión de la que vivir. Pero eso no te parece motivo suficiente.

El Alfa tomó su otra muñeca y lo obligó a mirarlo.
—¿Quieres calmarte un momento? —preguntó enfadado—. ¿Cómo que estás solo? ¿Qué hay de mí? ¿Qué hay de mi madre? ¿No significamos nada para ti?

La ira del Omega fue sustituida por la culpa. Alargó la mano y acarició la mejilla del Alfa.
—Claro que sí —dijo en voz baja y provocativa—. Abby y tú me habéis salvado la vida. No habría podido sobrevivir solo en la calle, y estoy más agradecido de lo que te imaginas.

Agradecido. Aquella palabra fue como un golpe para Zayn. Al parecer, lo único que sentía el Omega por él era gratitud. Lo soltó y apartó la mejilla de su mano.

—No quiero tu gratitud —espetó—. Lo que intento decirte es que yo también te puedo ayudar, independientemente de lo que haya hecho la policía. Van a enviar tus huellas a la central, pero tardarán varias semanas en tener una respuesta. Mientras tanto, podemos pedir ayuda en la televisión y en los periódicos. Siempre están buscando historias como la tuya.

—¿De verdad? ¿Crees que publicarían mi fotografía?

—Seguro que sí. ¿Por qué no? Junto con un ruego para que cualquiera que crea reconocerte te ayude a ponerte en contacto con tu familia para pasar las fiestas con ellos. A lo mejor tienen convenios con medios de comunicación de otras zonas. Si no, podemos enviar comunicados de prensa.

El Omega no respondió inmediatamente.
—¿Lo pagaría el departamento de policía?

—No, pero tampoco costará tanto. Puedo hacer copias de la fotografía que te sacaron en la comisaría. Es buena, no como las fotos normales de la policía. Al parecer el fotógrafo no pudo resistirse a la tentación de sacar unas cuantas tomas
artísticas de su precioso modelo.

Tenía intención de pronunciar la última frase con tono despreocupado, pero le salió como una acusación celosa. Afortunadamente, Noel no pareció darse cuenta.
—Sólo me quedan setenta dólares. Me he tenido que comprar algunas cosas personales.

Hablaba como si estuviera disculpándose por haber gastado parte del dinero, pero antes de que Zayn pudiera recordarle que aquélla era precisamente su finalidad, los grandes ojos marrones de Noel se llenaron de lágrimas y apartó la mirada.
—No puedo seguir imponiendoles mi presencia —dijo—. Si no recuerdo quién soy y nadie me identifica, ¿qué voy a hacer?

La angustia de su voz resultaba insoportable a Zayn. Todas sus buenas intenciones de mantenerse apartado del Omega mientras persistiera su amnesia se disolvieron al calor de la necesidad que sentía de abrazarlo y protegerlo. Echó hacia atrás su asiento y lo subió a su regazo. El espacio era muy escaso, pero ninguno de los dos pareció darse cuenta. Lo estrechó entre sus brazos y besó sus labios temblorosos.

Sin dudarlo, el Omega abrió los labios y deslizó las manos sobre su pecho para entrelazarlas detrás de su espalda. En las profundidades de la conciencia de Zayn sonó una alarma. Noel parecía tener bastante experiencia en las artes amatorias. Pero su mente enfebrecida sólo registró que no estaba seduciendo a un Omega virgen, sin darse cuenta también de que aquello podía indicar que el castaño no era libre.

Las ventanillas del coche estaban empañadas, de modo que era imposible que los otros conductores vieran lo que sucedía en el interior. Pasó la mano por debajo del jersey del Omega hasta encontrar la suave piel. Respiró profundamente e intentó tranquilizarse. No debía haber permitido que aquello empezara, pero estaba seguro de que no podía detenerse a menos que el castaño se lo pidiera. Ningun Omega, ni siquiera su ex, lo había excitado con tanta rapidez y hasta tal punto. Tuvo que utilizar todo su control de sí mismo para no volver a besarlo, sabía que debía volver a colocarle el jersey y devolverlo a su asiento.

También sabía que no lo iba a hacer, de modo que empujó el jersey un poco más arriba para mordisquear su piel. Gimió de forma involuntaria, y el Omega se apartó para mirarlo con los ojos nublados por la pasión, pero el Alfa volvió a capturar su boca. El castaño no parecía molesto con lo que ocurría.

Se esforzó por combatir la necesidad que sentía de poseerlo, a pesar de que sabía que estaban dentro de un coche, en una playa pública. Por fin recuperó el sentido común. Aquélla podía ser una aventura divertida para dos personas acostumbradas a darse placer mutuamente, pero no para la primera vez. No con Noel. Cuando hiciera el amor con el Omega, si al final llegaba a hacerlo, tendría que ser en un escenario romántico donde pudieran conocerse con tiempo.

Su cuerpo protestó cuando apartó la cabeza y volvió a colocar el jersey en su sitio. El Omega se enderezó lentamente, y Zayn estuvo a punto de gritar a causa del dolor que lo recorrió. El castaño tenía los labios inflamados por los besos, pero su expresión era vacía, desorientada. Se había dejado llevar tanto como él. Resultaba difícil no seguir con lo que estaban haciendo, sin pensar en las consecuencias. El Omega le tocó los labios con la punta de los dedos.

—¿Zayn?

—Lo siento, cariño, pero ni el momento ni el lugar son oportunos. Mereces ser amado, no tomado.

Aquellas palabras devolvieron al Omega a la realidad. Se sentía avergonzado. Había llegado a estar deseoso de hacer el amor en un lugar público con un Alfa al que apenas conocía.

—No puedes saber lo que merezco, ¿verdad? Ninguno de nosotros puede saberlo. Lo que es seguro es que no me he comportado como un recatado virgen. Sé lo que estábamos haciendo, y lo deseaba tanto como tú. No todos los Omegas se
comportarían así. ¿Cómo sabes que no soy…?

—¡No! —interrumpió el Alfa—. Ni se te ocurra pensarlo. Recuerda que soy policía. Estoy acostumbrado a tratar con gigolos, y te aseguro que no perteneces al gremio.

Las palabras de Zayn no consiguieron tranquilizar a Noel. No habría podido saber lo que él iba a decir si a Zayn no se le hubiera pasado la misma idea por la
cabeza. Empezaba a pensar que su amnesia podía deberse a la necesidad de escapar de una vida que le resultaba insoportable.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? No todos se dedican a hacer la calle embadurnados de pintura. ¿Cómo sabes que no soy un Omega de esos que trabajan en un salón de lujo?

Zayn lo tomó por los hombros para hacerlo callar.

—Ya basta —dijo con tono bajo—. Los policías desarrollan un sexto sentido para esas cosas. Podemos identificar a un prostituto a la legua, aunque vaya vestidocon ropa cara, e independientemente del lugar donde busque los clientes. Te aseguro que tú no te dedicas a eso.

Noel no sabía muy bien si le creía o no, pero decidió que no valía la pena hacer conjeturas. Respiró profundamente y volvió a su asiento. Empezaba a sentirse mejor cuando Zayn descargó un fuerte impacto sobre su tranquilidad.

—En este trabajo he aprendido a juzgar a la gente —dijo con cierta tristeza—. Estoy completamente seguro de que eres lo que se suele llamar un Omega honrado, y precisamente por eso no podemos descartar la posibilidad de que estés felizmente emparejado o mantengas una relación estable.

[...]

El Omega pasó la noche en vela, luchando contra las sombras y ocultándose de los monstruos de su cerebro, que amenazaban con destruirlo con sus conclusiones ambivalentes.

Si recuperaba la memoria debería irse a su casa.

Pero estaba en su casa. El dúplex de Abby había sido su hogar a lo largo de su corta vida consciente, y Abby era la madre a la que había llegado a adorar.

Si recuperaba la memoria conocería su nombre.

Pero ya tenía un nombre, y se sentía cómodo con él. Sentía, pensaba y actuaba como un Omega llamado Noel.

Si recuperaba la memoria recuperaría su vida anterior.

En aquel punto, su angustia se convertía en una pesadilla. Se preguntaba qué vida podría haber llevado hasta entonces para que su mente lo hubiera protegido desechando los recuerdos. Era posible que le hubiera ocurrido algo tan terrible que no había podido enfrentarse a ello. Pero también era posible que no fuera así. Era posible que tuviera un Alfa o un novio que esperase su vuelta. Pero no quería un Alfa sin nombre ni rostro. Quería a Zayn.

Por otro lado, su deseo le parecía completamente irresponsable. Sólo hacía cuatro días que lo conocía. Hacía el mismo tiempo que se conocía a sí mismo.
Ninguna persona que estuviera en su sano juicio desearía sacrificar todo su pasado por un Alfa al que había conocido cien horas atrás. Pero aquello era precisamente lo que quería hacer. Abandonar el pasado y mirar al futuro.

Zayn y él se habían conocido por casualidad, pero ahora que el Alfa proponía nuevas formas de resolver su problema, se encontraba con que estaba casi seguro de no querer resolverlo.

El viernes se despertó agotado, ya que había dormido muy poco, pero nada más levantarse llegó a una conclusión. Iba a buscar trabajo. Los médicos del hospital le habían asegurado que recuperaría la memoria en unas horas, pero seguía sin saber siquiera quién era. Evidentemente, no era un problema pasajero, y no podía esperar que otras personas se ocuparan de él mientras esperaba que lo encontraran. Podían transcurrir meses, o incluso años.

Ni siquiera estaba seguro de desear que lo encontraran.

Una hora después llevaba unos pantalones cortos  marrón de Bevin Malik y una camisa a juego. La herida de su frente se estaba curando, y resultaba difícil verla. Después de desayunar rápidamente, salió de la casa.

La niebla del día anterior había desaparecido, y Noel se sintió más animado mientras respiraba el aire húmedo de la bahía y caminaba sin rumbo fijo. Se detuvo un poco después al llegar a una hamburguesería en los bajos de un edificio de oficinas.

El cartel que había visto el día anterior, en que ponía que se necesitaba personal, seguía en el escaparate. No sabía si estaba capacitado para desempeñar aquel trabajo, pero podía aprender. No tenía mucha elección, puesto que tenía que ir a pie al trabajo, y aquel lugar estaba cerca. Una vez dentro preguntó por el encargado, y la Omega del mostrador se volvió.

—¡Joe! Preguntan por ti.

El Alfa que respondió era joven, y lo miró con interés. —¿Qué puedo hacer por ti? —preguntó alegremente.

—Venía a solicitar el trabajo.

—¿En serio? —preguntó con incredulidad.
Noel se dio cuenta de que había cometido un error al vestirse de aquella manera. La ropa que se había puesto encajaría mejor en una oficina que en un local como aquél.

—En serio. Necesito trabajo.

—¿Tienes experiencia? —preguntó Joe con igual incredulidad.

El Omega se sintió desconcertado. No sabía si había trabajado alguna vez en algo parecido. En cualquier caso, no le parecía tan difícil.

—Un poco, y aprendo deprisa.

El Alfa dudó. Evidentemente, no le creía. Al final asintió.
—De acuerdo, veremos qué tal te desenvuelves. El puesto libre es para el turno de cuatro de la tarde a doce, y pagamos el salario mínimo. ¿Algún problema?

Existía un problema. No había pensado en la posibilidad de trabajar de noche y tener que volver a casa a oscuras, pero necesitaba una fuente de ingresos.

—Perfecto.

El encargado se encogió de hombros.
—Voy a buscar el formulario. Puedes sentarte en una mesa para rellenarlo. ¿Estás dado de alta en la seguridad social?

No se le había ocurrido. No podía trabajar
sin la tarjeta de la seguridad social, y si la tenía, no sabía dónde estaba. El castaño respiró profundamente y mintió.
—Sí, pero la he perdido, y no recuerdo el número. He solicitado una nueva, pero tardan bastante en concederla. ¿No podrías…?

—Así que quieres trabajar sin seguridad social. ¿Cómo sé que no es una trampa?

—¿Una trampa?

—Deja de hacerte el inocente. ¿Eres inspector de trabajo, o qué?

Aquello estaba resultando más difícil de lo previsto. No se le ocurría una mentira que pudiera resultar convincente. Lo mejor que podía hacer era decir la verdad y esperar que el Alfa le creyera.

—No soy inspector. En realidad, no sé quién soy. Al parecer, me atracaron en el parque Golden Gate hace cinco días…

Le contó toda la historia, y al final le dijo desesperado que necesitaba el trabajo.
Joe se quedó un rato mirándolo, con el ceño fruncido. Después murmuró:
—Espera.

A continuación, desapareció en la trastienda. El Omega estuvo recorriendo el local nervioso hasta que volvió el Alfa.

—He comprobado tu historia, y parece que es cierta. Necesito contratar a alguien urgentemente, de modo que por el momento te contestaré sin papeles, pero no estoy dispuesto a arriesgarme durante mucho tiempo. ¿Entendido?

El castaño lo entendía perfectamente, aunque no sabía por qué. Quería decir que no declararía su trabajo, por lo que se quedaría con todo el dinero que debería deducir a los demás empleados. Desgraciadamente, no tenía más remedio que aceptar sus condiciones.

Cuando salió de la hamburguesería dio una vuelta por la zona, para familiarizarse con el vecindario. En casi todas las ventanas había guirnaldas navideñas. Casi todos los árboles estaban verdes, y había incluso arriates con flores. Sólo
llevaba una chaqueta, pero no tenía frío. El ambiente era más primaveral que navideño, y le costaba trabajo creer que estuvieran en diciembre.

Tal vez aquello significara que en el lugar donde vivía solía nevar en navidades, pero también era posible que su asociación de ideas se debiera a la tradición de las navidades blancas.

Eran casi las doce cuando el Omega volvió al dúplex, para encontrarse a Zayn
furioso.
—¿Dónde demonios has estado? —le preguntó en cuanto lo vio llegar.

El castaño se sobresaltó. No lo había visto, y no esperaba encontrarlo en el salón de la
casa de Abby.
—He salido —balbuceó.

—¿En serio? —dijo Zayn con sarcasmo—. ¿No podrías explicarte un poco mejor? ¿Por qué no me has dicho que te marchabas?

Se dirigía a él como si fuera un niño pequeño desobediente que se hubiera
escapado por la ventana.
—No sabía que tuviera que pedirte permiso para salir a dar una vuelta.

—Muy gracioso. No necesitas pedirme permiso, pero podrías ser un poco más considerado. Me has dado un susto de muerte. Pensé que habías recuperado la memoria y habías huido. También pensé que te habías perdido, o que habías tenido
un accidente, o…

Tenía miedo por él. Se sintió estúpido por no haberse dado cuenta inmediatamente.
Cruzó el salón rápidamente y se lanzó entre sus brazos. Zayn lo abrazó y hundió el rostro en su pelo. Llevaba unos vaqueros y un jersey, y podía acercarse al Alfa tanto como quisiera sin preocuparse por los utensilios que formaban parte de su uniforme.

—Por favor —susurró Zayn—, no me vuélvase hacer eso. Sé que voy a perderte un día de éstos, pero por lo menos quiero saber que estás bien. No quiero que desaparezcas sin dar señales de vida.

El Omega lo abrazó y lo besó en el cuello.
—Nunca haría algo así.

—Es posible —insistió Zayn—. No puedes saber a ciencia cierta cómo vas a reaccionar cuando recuerdes quién eres y de dónde vienes. Por favor, prométeme que, independientemente de cómo te sientas al recordarlo, aunque haya otro Alfa en tu vida o tengas un problema, me lo dirás.

Zayn parecía necesitar desesperadamente que se lo prometiera, y Noel sintió una extraña mezcla de alegría y tristeza. Lo apreciaba realmente. Si no fuera así, no se habría asustado tanto al comprobar que había desaparecido, pero tal vez al final
fuera a hacerle daño. Tal vez sería mejor que se marchara de su dúplex y acudiera a los servicios sociales para solicitar ayuda hasta tener dinero para pagar una casa.

Pero aquella idea lo horrorizaba. No se sentía capaz de separarse de Zayn, a menos que él le pidiera que desapareciera de su vida. No tenía por qué hacerse
infeliz y hacerlo infeliz a él en vez de aprovechar el tiempo que pudieran pasar juntos antes de que la vuelta de su memoria hiciera su felicidad completa o imposible.

Todo el mundo tenía que tomar decisiones a lo largo de la vida, y el Omega había elegido a Zayn, al menos mientras no conociera nada más. Le pasó las manos por el pelo.

—Claro que te lo prometo. No me marcharé sin despedirme, y no te dejaré si no me veo obligado a hacerlo.

Zayn lo abrazó con más fuerza, y el Omega levantó la cabeza para mirarlo.
—Entiendes que tal vez esto sólo consiga destrozarnos —le recordó.

—Lo sé, pero la verdad es que supongo que no estoy comprometido con otro Alfa, y si lo estoy, no creo que sea feliz con él. Si lo fuera, creo que no habría sido capaz de olvidarlo. Estoy completamente seguro de que ningún golpe en la cabeza
me haría olvidarme de ti.

Sus bocas se encontraron, y dejaron de preocuparse por lo que pudiera haber ocurrido en el pasado. El presente era lo único que importaba.

Cuando se separaron, Zayn dijo:
—Había venido para invitarte a comer. Se me da muy bien hacer tortillas, y esta mañana, al volver a casa, he comprado una tarta de arándanos. ¿Qué te parece?

—Se me hace la boca agua. ¿Cómo voy a negarme?

Una hora más tarde, mientras se tomaban una segunda taza de café en la cocina de Zayn, él tomó la mano de Noel.

—Tengo libres las dos próximas noches—le dijo—. ¿Te parece bien que bajemos a la ciudad y cojamos el funicular? Es una atracción turística. Después podríamos dar una vuelta por la bahía y comer cangrejo con los dedos mientras exploramos el antiguo rompeolas restaurado. Después podemos cenar en una marisquería, y…

El Omega levantó una mano para que se callara.
—Por favor, Zayn, no es necesario que me convenzas. Me parece maravilloso, pero no puedo. Tengo que trabajar esta noche.

—¿Qué?

A Noel no le gustaba declinar su invitación, pero no podía elegir.
—No puedo ir contigo. Tengo que trabajar esta noche —repitió.

—¿Que tienes que trabajar?

Parecía completamente confundido. El Omega se dio cuenta de que no le había contado lo del trabajo.
—Lo siento. Con todo lo que pasó cuando llegué a casa se me había olvidado decirte dónde he estado esta mañana. He ido a esa hamburguesería del bloque de oficinas y les he pedido trabajo. Esta noche tengo que estar ahí.

—¿Cómo que esta noche?

—Trabajo desde las cuatro de la tarde hasta las doce de la noche.

—Ni hablar. ¿Cómo vas a venir a casa a esas horas sin coche?

El también estaba algo preocupado, pero no estaba dispuesto a permitir que Zayn lo supiera.
—Andando, por supuesto —dijo con calma—. Está muy cerca.

—Ni hablar. No quiero oír hablar de eso. Llama y di que has cambiado de idea.

El primer impulso del Omega fue el de decirle por dónde podía meterse sus órdenes, pero se esforzó por tranquilizarse. Probablemente, Zayn se creía con derecho a decirle lo que podía y lo que no podía hacer porque se había responsabilizado de él, pero a Noel le parecía intolerable. Había averiguado algo sobre sí mismo. Podía ser el esposo o incluso el amante de un Alfa, pero no era un Omega sumiso.

—Zayn —dijo con calma—, entiendo tu preocupación y ahora me doy cuenta de
que debería haberte comentado lo que quería hacer, pero he decidido esta misma mañana que necesitaba encontrar un trabajo, y he recordado que ayer vi ese cartel en el escaparate de la hamburguesería, así que… Bueno, tenía prisa por solicitar el trabajo antes de que se lo concedieran a otra persona.

—No deberías haberte molestado. Ese cartel lleva tres semanas colgado. El sueldo es bajo y las condiciones de trabajo son intolerables —se detuvo y lo miró con extrañeza—. Un momento. ¿Cómo has conseguido que te contraten? No sabes tu número de la seguridad social, ¿verdad? ¿No será que estás recuperando la memoria y no me lo has dicho?

—No recuerdo nada. Le dije a Joe, el encargado, que había perdido la cartilla y había solicitado una nueva.

No podía decir a Zayn que Joe lo había contratado de forma ilegal y se aprovechaba de ello. Se habría puesto furioso.
—No ha sido muy inteligente por tu parte. Más tarde o más temprano tendrás que darle el número, pero da igual. No vas a coger ese trabajo. Ahora ponte unos zapatos cómodos mientras me cambio de ropa. Podemos pasarnos por la hamburguesería mientras vamos al funicular para decir al encargado que vuelva a colgar el cartel.

Las palabras del Alfa fueron como una bofetada para el Omega. No estaba dispuesto a permitir que le prohibiera tomar un trabajo. Le había salvado la vida, pero aquello no le daba derecho a decidir por él. No obstante, estaba en deuda con él y no quería parecer desagradecido. Respiró profundamente para tranquilizarse y se puso en pie.

—He tomado la decisión de aceptar ese trabajo, y no voy a cambiar de idea. Necesito el dinero. No puedo vivir a expensas tuyas y de tu madre indefinidamente. Tal vez tenga un problema de memoria, pero por lo demás, mi cerebro funciona perfectamente. Siento no poder salir contigo esta noche, pero he prometido que me presentaría a las tres para aprender el trabajo antes de que empiece mi turno, y pienso mantener mi palabra —se dirigió a la puerta y la abrió—. Otra cosa. No vuelvas a intentar prohibirme nada.

Dicho aquello, salió de la casa y cerró con un portazo.

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