3
El Omega se despertó al oír el canto de los pájaros. Sin abrir los ojos, sonrió y se subió las mantas. Cuando se movió sintió un fuerte dolor en la sien derecha. Se llevó la mano a aquel lugar de forma instintiva, y tropezó con un montón de gasa. Abrió los ojos, desconcertado.
No estaba en su dormitorio. Se sentó rápidamente y sintió un fuerte mareo.
Volvió a cerrar los ojos y apretó las sábanas con el puño. Entonces recordó lo ocurrido la noche anterior. Seguía sin saber quién era, pero sabía que un Alfa que además era policia lo había encontrado herido en un parque. Lo había ayudado en todo lo posible, y lo había bautizado como Noel. Estaba en la habitación de su hermana, y él debía encontrarse en el otro lado del dúplex.
Cuando el mareo empezó a desaparecer, Noel abrió los ojos lentamente. La noche anterior el médico le había asegurado que recuperaría la memoria en unas horas, pero no había sido así. Volvió a sentirse asustado, e intentó reconstruir los hechos
mentalmente. Recordaba con toda nitidez lo que había ocurrido después de que se despertara en el parque, con un terrible dolor de cabeza y muerto de frío. Pero no había nada antes. No podía recordar nada que le hubiera ocurrido antes.
Se estremeció y se frotó los ojos. Pero lo que le fallaba era la cabeza. No sabía si se recuperaría alguna vez. Miró a su alrededor. La noche anterior se sentía demasiado cansado y desorientado como para prestar atención al dormitorio en el que estaba. Era una habitación pequeña, con cortinas blancas y las paredes pintadas de azul. Los muebles eran de madera clara, y había un gran espejo en la puerta del armario. También había una televisión sobre una cómoda, y varios pósters en las paredes.
Sacó las piernas de la cama con precaución y apoyó los pies en la alfombrilla. Se miró la muñeca, pero no llevaba reloj. Se preguntó por qué. Igual que sabía que siempre usaba bolso, sabía que no salía de casa sin el reloj.
Miró a un lado y vio un despertador en la mesilla. Eran las once y diez. Se puso en pie y volvió a marearse, pero se aferró a la cabecera de la cama y esperó a recuperar la vista antes de seguir moviéndose. Llevaba un pijama amarillo de algodón, y había una bata blanca a los pies de la cama. La tomó y salió de la habitación, en busca del cuarto de baño.
Media hora después, tras una ducha reparadora, volvió al dormitorio a buscar su ropa. No la encontró. Recordaba vagamente que, después de dejarla en la cama, la madre de Zayn había salido de la habitación con su ropa. Probablemente se la había llevado a lavar, puesto que estaba manchada de hierba y arrugada.
Cuando empezaba a bajar las escaleras oyó el timbre. Recordó que Zayn le había dicho que su madre tenía que ir a trabajar, de modo que debía estar solo en la casa. Esperaba que fuera Zayn quien llamaba a la puerta. Confiaba en el Alfa, pero no estaba dispuesto a abrir a un desconocido.
El timbre volvió a sonar, y Noel miró por la mirilla. Comprobó que se trataba de Zayn, y suspiró aliviado. Estaba muy distinto sin el uniforme.
—Buenos días —dijo, cuando Noel abrió la puerta—. Espero no haberte despertado.
—No. Acabo de salir de la ducha y estaba buscando mi ropa.
Zayn rió.
—Conociendo a mi madre, estoy seguro de que se la ha llevado para dejarla en la lavandería. Pero mi hermana tiene el armario lleno, creo que te pueden quedar sus jeans más que mi ropa. Puedes coger lo que quieras. Es un poco más alta que tú, pero no mucho —su sonrisa desapareció—. ¿Qué tal te encuentras esta mañana? ¿Recuerdas algo?
Noel negó con la cabeza.
—No. Lo siento, pero no. Ni siquiera sé en qué día vivo. Tengo entendido que se acercan las navidades.
—Así es. Mañana es lunes, dieciséis de diciembre, y la fiebre navideña ya se ha desatado —lo miró detenidamente—. Tienes mejor aspecto esta mañana. ¿Has dormido bien?
—Como un tronco, y me siento mucho mejor. Me sigue doliendo la cabeza, pero me tomaré un analgésico.
El Alfa parecía aliviado.
—Bueno, me alegro de que el médico tuviera razón al decir que la herida no era grave. Probablemente recobrarás la memoria dentro de poco. Ahora, ¿por qué no subes y te pones algo de Bevin para que podamos ir a comer? Mi madre está deseando hablar contigo, de modo que he quedado con ella en un restaurante a las doce y media.
El castaño no estaba muy convencido de que fuera apropiado ponerse algo de una Omega a la que ni siquiera conocía sin pedirle permiso, pero Zayn insistió, y poco después se reunió con él en el salón. Llevaba unos jeans y un jersey de punto del mismo color. Había encontrado sus zapatos debajo de la cama.
La mirada de admiración que le lanzó el Alfa lo hizo estremecer. Decidió que sería mejor que recuperase la memoria cuanto antes. Aquel Alfa podía llegar a
gustarle mucho. Pero ni siquiera sabía si ya tenía un Alfa, o si tenía novio. Decidió que, por si acaso, sería mejor que no se ilusionara con el pelinegro.
El sol calentaba bastante, y se sentía cómodo sin abrigo. Salieron de la casa y se metieron en el coche.
—¿Tienes Omega? —preguntó a Zayn mientras conducía.
—Lo tuve —respondió el Alfa, sin dejar de mirar la calle—. Me casé cuando estaba en el ejército, pero no funcionó. Las separaciones eran demasiado largas.
—Lo siento —mintió. En realidad, se sentía aliviado.
Zayn se encogió de hombros.
—Fue bastante duro, pero al menos no teníamos hijos, así que no hicimos daño a nadie. Él se ha vuelto a casar, y vive en Sacramento.
Al oír el nombre de aquella ciudad, el Omega pudo ver una serie de calles umbrías flanqueadas por gigantescos olmos. También entrevió la cúpula dorada del capitolio de la ciudad. Sin duda, conocía Sacramento.
—¿Y tú? —preguntó el Alfa—. ¿Es posible que ya tengas un Alfa?
Aquella idea lo incomodaba.
—No lo sé. No creo. No llevo collar o un anillo —dijo, mirándose la mano, en la actualidad pocos Omegas llevaban una marca en el cuello, y preferían sustituirla con joyería.
—Eso no significa nada. Si te robaron el bolso y el abrigo, es posible que también te quitaran las joyas.
El Omega recordó el reloj de pulsera que estaba seguro de llevar y sintió cierta ansiedad. Unos minutos después entraron en un aparcamiento contiguo al restaurante.
—Mi madre sólo tiene una hora para comer, y este sitio está cerca de la clínica. Vamos a pedir una mesa.
Poco tiempo después, Abigail Malik se reunió con él. Llevaba un abrigo sobre el uniforme de enfermera.
—Hola —saludó alegre—. No os he hecho esperar demasiado, ¿verdad? —Se quitó el abrigo y lo dejó en una silla antes de sentarse frente a Zayn y él. —¿Qué tal te encuentras? —preguntó al castaño—. ¿Has recordado ya algo?
—No. Es frustrante. Me siento como si no fuera una persona.
Su voz se quebró, y se aclaró la garganta en un esfuerzo por recuperar el control. Abby cubrió con su mano la de Noel.
—No te preocupes. La amnesia es bastante frecuente. He hablado con el neurólogo de la clínica, y te examinará mañana. Aunque tu golpe no sea grave, necesitas una revisión, y si sigues sin recordar, es posible que te ayude.
Los labios de Noel temblaron.
—Gracias, pero no puedo ir al médico. No tengo dinero.
El Alfa empezó a protestar, pero Abby lo hizo callar con una mirada.
—Hay servicios sociales que te pueden proporcionar una subvención provisional. Zayn te pondrá en contacto con ellos —se volvió para mirar a su hijo—. ¿Ha reclamado alguien a una persona que encaje con su descripción?
El Alfa negó con la cabeza.
—He llamado esta mañana a la comisaría, pero por el momento no consta como desaparecido. Esta tarde lo llevaré para que le tomen las huellas, a ver si así averiguan quién es.
Una hora más tarde, cuando habían terminado de comer y Abby había vuelto al trabajo, Zayn y Noel estaban sentados frente a sus cafés.
—Tu madre es encantadora —comentó el Omega—. No creo que haya muchas personas dispuestas a acoger en su casa a un desconocido en mitad de la noche.
El Alfa asintió. —En efecto, es encantadora, pero te aseguro que no tiene por costumbre dar alojamiento a desconocidos. Es demasiado peligroso. Te acogió a ti porque yo se lo pedí, y lo hice porque yo estaba en la casa de al lado.
La alegría del Omega se desintegró. Había sido estúpido al pensar que podía ser algo especial para aquellas personas. Zayn había pedido ayuda a su madre porque no sabía qué hacer con la víctima indefensa de un delito, pero aquello no significaba que confiara en él. Pero lo que más lo incomodaba era que no estaba más seguro que el Alfa de ser digno de confianza. Apartó la cabeza para que Zayn no observara el daño que le habían hecho sus palabras.
—Les agradezco su amabilidad, pero creo que ya he molestado bastante. Si has terminado, podemos ir a la comisaría. A lo mejor pueden hacer circular una
fotografía mía, o algo así. Además, tengo entendido que en los albergues para indigentes acogen a todas las personas que llegan hasta que completan el cupo, y no quiero quedarme sin plaza.
El Alfa estaba observando a un joven Alfa sospechoso de tráfico de drogas que
acababa de entrar en el restaurante, y no había prestado demasiada atención a las palabras del Omega, hasta que la mención de los albergues para indigentes lo hizo
reaccionar.
—¿Qué? —preguntó, mirándolo anonadado—. ¿De qué hablas?
Noel estaba mirando a otro lado. Le puso la mano en la barbilla y lo obligó a mirarlo para ver su expresión. Se esforzaba por sonreír, pero sus ojos desmentían la despreocupación que quería aparentar. Se contuvo para no tomarlo entre sus brazos y consolarlo.
—¿A qué viene eso de los albergues para indigentes? ¿No te gusta alojarte en
casa de mi madre?
El castaño lo miró sorprendido.
—Claro que sí. Me encanta, pero no quiero molestar. Ni siquiera sabes si puedes confiar en mí.
Zayn frunció el ceño, intentando interpretar las palabras de Noel.
—Claro que confío en ti. No creerás que te metería en casa de mi madre si albergara alguna duda, ¿verdad?
—Pero has dicho que…
El Alfa cayó en la cuenta. Había dicho algo que lo había incomodado.
—¿Qué he dicho, cariño? —preguntó en tono suave.
El Omega sacó la punta de la lengua para humedecerse los labios, provocando a Zayn un estremecimiento involuntario. Jamás había conocido a un Omega que fuera a la vez tan inocente y tan atractivo. A pesar de la herida que tenía en la frente, era muy hermoso. Sus marcados pómulos y su barbilla formaban una combinación perfecta. Sus enormes ojos almendrados y sus labios carnosos completaban el efecto. Tenía la piel suave y cremosa, que contrastaba con su pelo castaño.
—Has dicho que no me habrías llevado a su casa si no hubieras vivido al lado, porque no confías en mí —respondió Noel.
Zayn le quitó la mano de la barbilla para no sucumbir a la necesidad de explorar con la boca sus labios temblorosos.
—No quería darte esa impresión —le aseguró—. En realidad, quería que entendieras que eres muy especial, porque normalmente no se me ocurriría meter un desconocido en casa de mi madre. Es peligroso, y jamás la expondría a un riesgo.
—Muchas gracias —dijo el Omega, con una sonrisa sincera—. Tu madre me parece una persona maravillosa, y jamás haría nada que le molestara —se detuvo un momento—. ¿Dónde está tu padre?
El rostro de Zayn se ensombreció.
—Era piloto militar. Murió en un accidente, en unas maniobras de entrenamiento, hace tres años.
La sonrisa de Noel se desvaneció.
—Lo siento. Debió ser horrible para ustedes.
El Alfa lo cogió de la mano.
—Sí. Fue entonces cuando compré el dúplex. No quería que mi madre estuviera sola, pero tampoco me apetecía volver a vivir con ella. De este modo, estoy seguro de que está bien y los dos tenemos nuestra intimidad.
La mano del Omega reposaba en la suya. Zayn se sintió avergonzado. Debía empezar a comportarse como un policía, y no como un posible amante. No podía enamorarse de un Omega que quizá tenía Alfa, o que incluso tenía hijos. Soltó su mano con brusquedad y se puso en pie.
—Será mejor que nos marchemos. Empiezo a trabajar a las cuatro, y tengo que pasar por mi casa y ponerme el uniforme antes de ir a la ciudad. Normalmente nos cambiamos en la comisaría, pero anoche no quería hacerte esperar, así que me llevé el uniforme a casa.
El Omega se levantó, y Zayn no pudo evitar tomarlo del brazo mientras salían del restaurante.
—A lo mejor cuando lleguemos a la comisaría nos encontramos con que alguien te busca. —Se sintió incómodo al darse cuenta de que aquella posibilidad le parecía horrible.
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