CAPÍTULO DIECIOCHO

El ruido de cristales cayendo junto a un escalofriante gritó de desesperación hizo que sus sentidos se pusieran en alerta. Las escaleras nunca le fueron tan difíciles de subir como esa tarde, a cada paso temía lo peor, ¿Ella lo hizo? ¿De verdad decidió morir antes que amarlo? Sus sospechas lo hicieron casi desmayar cuando rastros de sangre escurren por debajo de la puerta del baño. Acelerado mueve el picaporte, con fuerza abre está y alarmado baja la cabeza al suelo. Estaba todo hecho un caos, desde el vidrio roto que cayó encima suyo, hasta su sangre que mancha los azulejos blancos. Aunque se sintió más aliviado al ver que seguía intacta, exceptuando sus piernas severamente lastimadas. Eso no pareció importarle a la castaña, quitándose de la pierna un vidrio más grande que los otros, se puso de pie.

—¡¿Qué te sucede, Hae-e?! ¡Estás sangrando! ¡Necesito sanarte!

—¡Dime quien eres! ¡Dime quien soy! —la forma en que lo amenazó no era un juego, hablaba en serio, con el filoso pedazo de vidrio chocando contra la garganta de su hermano menor.

—Bien, mátame. Inténtalo si te atreves, ya hemos pasado por esto.

—Entonces que vuelva a pasar. —cambiando de roles, ahora era ella quien corría peligro de morir desangrada. La piel del joven se volvió pálida cuando una gota de sangre le cayó del cuello, ella lo acercaba cada vez más— Dime la verdad.

—Suelta eso. —ordenó.

—¡Habla o me voy a matar aquí mismo en frente tuyo! ¡Habla!

—Bien. —nervioso su labio tembló— N-No eres mi... esposa, no somos pareja. ¡Pero yo te amo, y sé que tú también a mi!

En sus planes no estaba contarle la verdad antes de que dscuperqra la memoria, su idea principal era conquistarla en medio de su amnesia para que al recobrar sus recuerdos pudiera darse cuenta que era a él a quien debía amar eternamente. Las cosas comenzaron a marchar mal, Hae-e ya no era la misma, su hermana cambió, y la mujer que ve con un par de ojos abiertos en muestra de horror, no es su amada noona. No se había dado cuenta antes lo mucho que decayó en dos meses, parecía una mujer diferente, una loca…

Él estaba loco. Un loco enfermo que se enamoró de su hermana mayor desde que era niño, un loco que fantaseaba con ella todas las noches, un loco que la espiaba en secreto y un loco que daría su vida por amor.

—Estás enfermo. —soltó como un doloroso susurro, alejando el cristal—  ¡¿Por qué me tienes aquí?!

—¡Para proteger nuestro amor!

—¡Yo no te amo, nunca podría haber amado a un hombre tan asqueroso e infeliz! ¡Me da asco todo de ti! —JungKook comienza a llorar mientras se acerca, necesita un abrazo, la quiere tocar y sentir su calidez— ¡Aléjate, no me toques! ¡Detente! —y su cuerpo cae, su garganta se desgarra en un llanto inmenso, su ojo derecho fue apuñalado por dicho vidrio que ella sostenía. Hae-e no dice nada, toma la ventaja corriendo escaleras abajo, donde la puerta de la habitación prohibida se encuentra abierta.